¿¡Qué!? No, no, no, no y No. No estaba demente como para ir a un psicólogo. Definitivamente eso jamás pasaría.
Sabía cuál era el plan de esos ‘’Ayudantes para la sociedad’’. Lo único que querían tras toda la farsa era el dinero. Lo demás les importaba un comino, no les importaba si su paciente se estaba suicidando frente a ellos, luego alguna mentira inventarían, más una expresión traumada y listo.
Estas y más cosas pensaba el chico intentando hallar paz en toda esa situación.
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Un par de horas más tarde…
Vegeta logró conciliar el sueño tras minutos de volver a acostarse. Pero en su cabeza aún rondaba la culpa. ¿Cómo fue tan idiota de querer acabar con su vida en el baño de su colegio? ¿Acaso no era obvio que alguien lo encontraría? ¿No era obvio que su padre se pondría así?
Una última duda rondaba su cabeza… ¿Qué hacía una profesora en el baño de chicos?
¿Qué las profesoras no tenían permiso de ingresar al baño del sexo opuesto?
- Disculpa… - Esa voz femenina lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo abrir los ojos. - ¿Estás bien, Vegeta? - ¿Bulma? ¿Su profesora de Psicología? ¿Qué demonios hacia ella allí?
- Vegeta… Yo te encontré en el baño, y llamé a tu padre porque… Estaba desesperada y… Yo… - Eso confirmaba sus dudas. Aunque una nueva aparecía. ¿Qué hacía ella en el baño? ¿No debería estar dando clases?
- ¿Cómo…? – Ella lo observo confundida. Luego relajó su expresión, intentando creerse su propia mentira. – Bueno, yo pasaba por allí y… Un charco de sangre se escurría por debajo de la puerta, entonces entré y estabas tendido, allí fue cuando actúe rápido. –
- ¿Porqué…? – Un silencio inundó el ambiente, debido a esto Vegeta cerró nuevamente sus ojos.
- Vegeta… - Se acercó hasta quedar frente a él. – Eres un gran chico, no comprendo por qué te molestan tanto, ¿Tan grave ha sido lo que ocurrió? –
Sin abrir sus ojos, decidió que era cortar el tema ahí. – No quiero hablar de eso. –
La mujer sonrió algo triste. – Entiendo. Si necesitas hablarlo con alguien, estoy aquí. ¿Sí? –
Otro silencio largo e incómodo inundó aquella blanca habitación. En ese entonces ella decidió que era tiempo de dejar descansar al muchacho. Después de todo, ella confiaba en que él no había decidido hacer eso, estaba más que segura que su situación lo había obligado a hacer esa locura.
Cuando la mujer decidió abandonar la habitación, el padre del chico aparecía también por la puerta. Ambos se saludaron con una reverencia y siguieron sus caminos. No sin decir un ligero ‘’Gracias’’
- Vegeta, pequeño… ¿Estás despierto? – El nombrado abrió sus ojos, mientras la culpa volvía a invadirlo. Extrañamente sus ojos volvían a inundarse de lágrimas.
- Oh, no llores. Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas… - El mayor le sonrío a su hijo como el sabía hacerlo. Esa sonrisa que lo acompaño en los momentos más duros de su vida. Y esa eterna frase, tan bella y tan llena de verdad.
- Papá, lo siento. – Otra lágrima traicionera quiso rodar por su mejilla, pero unos dedos la borraron inmediatamente.
- Vegeta, no te culpo por haber hecho esto. Tampoco deberías culparte, esto es algo a lo que te arrastraron, no decidiste hacer esto por tu cuenta. Primero debes perdonarte a ti mismo, luego la magia sucederá por sí sola. –
El menor llevo su mirada al techo. - ¿Qué diría mamá si viera en que me convertí? –
- Tu madre era una persona de mente abierta, jamás juzgo a nadie… Creo que estaría feliz. –
- ¿Feliz? ¿¡Feliz por qué!? … Debe estar decepcionada de mí… -
- Aunque no lo creas, ella lo que más anhelaba era que no sufrieras, así que creo que estaría decepcionada de mí, en cualquier caso. No supe cuidarte y por mi culpa, casi mueres. –
- Eso no es cierto, papá. Fue culpa de ambos, ¿No? – Ambos rieron ante ese comentario, justo en el momento en el que entraba la enfermera al cuarto.
- Con permiso, el doctor desea hablar con usted, R. Vegeta. – El mayor se incorporó y le dedicó una sonrisa alentadora a su hijo, antes de salir de la habitación.
Luego de unos minutos, volvió a ingresar el mayor a la habitación. Su expresión había cambiado, una pequeña sonrisa cubría su rostro. Se acercó a la cama donde descansaba su hijo y su sonrisa se amplió aún más.
- Buenas noticias, hoy te dan el alta. Volveremos a casa. – Su alegría inundaba la habitación. Vegeta sonrío un poco. Por una parte era reconfortante la idea de salir de ese lugar apestoso de medicamentos y limpieza. Otra vez el sueño pudo con el y se dejó caer en los brazos de Morfeo.
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- Jajaja, eres un idiota, Vegeta. –
Las risas consumían los pasillos, y el castaño intentaba callar todas esas voces que lo torturaban. ¿Por qué no detenían? ¿Por qué no podía hablar? ¿Por qué todos se burlaban de el?
Al llegar a la esquina de un pasillo, un grupo de jóvenes más grandes que él, lo tomaron del cabello y lo empujaron con fuerza hacia los casilleros, haciéndolo gemir de dolor. Otro golpe en el estómago lo hizo reaccionar, otro golpe más en la cara haciendo que esta se diera vuelta. Uno de ellos tomo su cabeza y la golpeo tantas veces contra el mismo casillero que podía ver la sangre escurrirse sobre su nariz.
Antes del siguiente golpe, una fuerte luz lo devolvió a la realidad…
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- ¡Vegeta! ¡Vegeta, reacciona! – Esa voz…
- ¡Vegeta! ¡No me dejes! - ¿Otra vez?
- ¡Vuelve por favor! - ¿Qué está sucediendo?
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Pov. Vegeta
De nuevo esa cegadora luz. Esto ya me está hartando. No sé si es solo eso, o los olores que perforan mi nariz. Veo que la puerta de abre, es papá pero… ¿Quién es el sujeto de traje a su lado?
Fin del Pov. Vegeta
- Me alegra verte despierto, ¿Estás bien? – El castaño se incorporó suspiro un poco.
- Sí, pero… ¿Qué me ocurrió? – R. Vegeta hizo desaparecer su sonrisa, dejando aparecer su mirada perdida. – Serie de pesadillas. Los médicos dijeron que se originó gracias al dolor. – ¿Otra vez pesadillas?
- Ahora, estás bien y eso es bueno. ¿Adivina qué? ¡Te autorizaron dejar el hospital! Ahora por fin volveremos a casa… - ¿Volver a casa?
- Casi lo olvido, el es Vegeta mi hijo. – El mayor presento a su acompañante a su hijo. – Vegeta, el es Son Goku, el… Será tu psicólogo… - Esas últimas palabras salieron de su boca en un tono algo bajo, Vegeta por su lado palideció.
-¿¡Qué!? ¿Mientras me moría fuiste a llamar a tu amigo el psicólogo? – El castaño estaba hecho una cólera. Aprovecho ese momento para usar sus últimas fuerzas y abandonar esa cama para tomar rumbo hacia la puerta.
De pronto, unos extraños mareos se hicieron presentes, lo que, sin previo aviso, lo hicieron caer al suelo.
Se extrañó de no sentir el frío suelo, no obstante unos fuertes y cálidos brazos se encargaron de atraparlo en el último segundo.