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Intérprete de sueños... Drim por Nanaka

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La luz artificial procedente de Neo Sol despierta a la ciudad que duerme en las sombras. La gente inició su rutina diaria. Los robots y androides comenzaron a funcionar, los primeros encargándose de las tareas de limpieza y los últimos, de la comida y las relaciones amo-sirviente hacia el señor de la casa.

En una mansión cuya fachada parecía estar hecha puramente de acero y aluminio, la luz se coló a través de las persianas y despertó a la pequeña hija de la familia Clivense. Una muchacha de rostro angelical y mirada inocente. Algo bastante difícil de encontrar aún en niñas de esa edad. La pequeña fue atendida por su sirvienta, un androide con aspecto de mujer anciana. Mientras la “señora” se encargaba de traerle el desayuno, vestirla, y ayudarla a prepararse, la niña permaneció en silencio. Sus ojos carecían de cualquier tipo de brillo, se limitaba a mantenerlos abiertos y a seguir a su sirvienta a donde fuera que la quisiera llevar.

Abajo la esperaba su padre. Un hombre con aspecto de no haberle importado nada en toda su vida le echó a la niña una mirada de desprecio tan grande que la hizo sentirse mal. La sirvienta la empujó suavemente hasta donde su padre la esperaba y después los dejó solos.

- Papá...
- Hoy harás los deberes hasta la hora de comer, después seguirás haciendo los deberes hasta la hora de bañarte y de cenar, y ya después puedes hacer lo que quieres... Pero voy a tener visitas así que no quiero ruidos. No molestes a los invitados.
- Sí, papá.
Ahora sube ya, tengo que hablar con tu madre. Alisa 100098, acompáñala arriba y asegúrate de que hace los deberes- el androide entró a la sala, se inclinó ante su señor, y después acompañó a la pequeña Molly hasta su cuarto.

La mañana pasó como lo hacía siempre. Una casa que debería estar siendo alegrada por las risas de una niña, caía cada vez más profundamente en un abismo de silencio desgarrador, y la tristeza se apoderaba de los corazones de esa familia.

Más tarde, en la noche, la niña se acostó temprano, y cayó dormida nada más cerrar los ojos. Al abandonar la conciencia, un extraño sueño la envolvió.

Estaba perdida en un gran jardín. Sola, sin saber a dónde dirigirse o qué hacer. Si daba un paso, un abismo se abría ante ella, invitándola a arrojarse a él y acabar con su sufrimiento. Pero Molly no quería. Sólo veía sombras... por muy bonito que ese lugar pudiera ser, ahora sólo podía distinguir el contorno de las figuras. ¿Había alguien allí? Oía algo... tal vez hubiese alguien que la pudiera ayudar... Pero no tenía valor suficiente para dar un paso, después de todo, era tan sólo una niña. Se sentó y se abrazó a si misma, el fría atravesaba su delicado camisón y el viento agitaba su melena, obligándola a cerrar sus ojos. ¿Qué podía hacer? ¿Se quedaría allí atrapada para siempre? Estaba segura de que había alguien más... veía una sombra, pero no oía ninguna voz.
- Ayúdame... por favor- murmuró la pequeña. Sin embargo, aunque había movido los labios, ningún sonido salió de su garganta.
La sombra se alejaba cada vez más hacia el centro del gran jardín, y Molly se quedó sola, muerta de frío, llorando, y sobre todo, sintiéndose abandonada.

*****************
Sus cabellos plateados se agitaban al ritmo de la brisa nocturna. Sus ojos emitían un extraño brillo dorado que lo hacía parecer sobrenatural. Allí, sentado sobre un árbol artificial, Drim observaba con atención la habitación donde la pequeña Molly descansaba. Analizaba la situación. ¿Debía despertarla o esperar a que amaneciera? Si decidía esperar, su padre la volvería a encerrar en su habitación con esa mujer androide, y no podría acercarse a ella. Decidió entrar y hablarle en ese momento. Con una agilidad sorprendente saltó hasta el alféizar de la ventana de la niña, y con sumo cuidado para no hacer ruido, abrió lentamente la ventana.
Al entrar, pudo oír la respiración agitada de Molly, y vio cómo su rostro se mostraba agitado, triste y también angustiado.

Se arrodilló al lado de la cama, y con delicadeza, acarició el rostro de la niña, que se movió un poco, pero no se llegó a despertar. Drim se inclinó sobre ella y le puso una mano en la frente. Cerró los ojos, y comenzó a susurrarle:

- Molly, no tengas miedo, esto contigo. Pase lo que pase, no olvides que eres muy buena niña, tienes alma de ángel. Tenlo en cuenta siempre... tu vida es algo muy valioso que debes conservar, no temas estar sola, pues no lo estarás. Si necesitas a alguien, yo estaré aquí contigo. Ahora descansa...

Y tal como entró, salió si hacer el más mínimo ruido. Mientras, la pequeña seguía soñando. Seguía angustiada. Pero ahora algo era distinto. Aunque esa sombra no le respondió, sabía que la había oído, y que tal vez algún día... volvería para salvarla.

********************
Al día siguiente, Molly se dejó vestir y arreglar por Alisa, su sirvienta, y bajó como todos los días a ver a su padre. Era algo que debía hacer, aunque siempre le dijera lo mismo.

- Papá...
- Nos vamos. Tengo una reunión importante y te vas a venir conmigo, ¿está claro?- ordenó el hombre.
- No seas tan rudo con la niña, cariño- murmuró suavemente su madre.
- Sólo le digo lo que tiene que hacer... Alisa 100098, acompáñala hasta la sala de transporte, yo iré enseguida.
La sirvienta se inclinó y después condujo a la sorprendida y extrañada pequeña hasta la sala de transporte.

Poco después llegó también el señor Clivense. Alisa se quedó fuera, pero padre e hija entraron en el “transportador”. No era sino una especie de cápsula en la que se transportaba el cuerpo por medio de un complicado proceso que se tardó siglos en perfeccionar.

Introdujeron la dirección de destino, y en un minuto estaban allí. La pequeña miró a su alrededor sorprendida. El edificio en el que trabajaba su padre era inmenso. Lleno de detalles, con la decoración enriquecida con oro y plata, además de piedras preciosas. Había mucha gente que se dirigía hacia el mismo lugar que ellos. Muchos la saludaron a ella,y a su padre también, al pasar. Dedujo que esos eran los empleados de su padre, y les sonrió como su padre le había dicho que hiciera. Entraron en una sala bastante amplia, que ya se encontraba llena de gente. Muchos de ellos se levantaron a la entrada del señor Clivense, y sólo se sentaron cuando él lo hizo también. Molly se quedó a su lado, esperando que le dijera dónde se sentaba, pero para variar, su padre no fue muy amable con ella:

Vete a aquel rincón, quédate allí y no mires a nadie. Sólo quédate quieta y callada- le dijo en voz baja.

Molly obedeció, acostumbrada a ese trato, y se sentó en el rincón más alejado de la mesa. Algunos de los presentes la miraron curiosos, y pudo oír cómo alguien le preguntaba a su padre que por qué la había sentado allí. La respuesta de su padre fue bastante hipócrita: “Oh, es que la niña es muy pequeña para atender a nuestros temas de conversación, pero ella estará cómoda allí, no se preocupen”. Sonrió falsamente, y terminando de decir eso, comenzó la reunión.

La pequeña no sabía de qué hablaban, ni le interesaba. Se limitó a obedecer a su padre y permanecer callada, pero notaba que la miraban. Tímidamente levantó la vista y se encontró con dos pares de ojos mirándola. Uno era un hombre algo más joven que su padre, y la otra persona era una mujer joven, quizás demasiado para estar sentada en esa mesa, pensó Molly.

El tiempo pasaba lentamente, pero se le hizo más soportable a causa de esa sonrisa tan cálida que le dirigía la joven empresaria. El hombre también la miraba, pero había algo en esa forma de mirarla que no le agradaba mucho. En cambio, al mirar a la joven, sentía como si la conociese de antes.

Cuando todo acabó, la gente fue saliendo. Sólo quedaron al final aquel hombre, su padre y ella. Pudo ver cómo los dos adultos hablaban de algo y se reían de vez en cuando. También pudo ver que el más joven le pasaba algo a su padre. Después, ambos se dirigieron hacia ella.

- Molly, como está noche tu madre y yo tenemos que salir, tú te quedaras en casa de este señor, ¿te parece, cariño?- le preguntó sonriendo, pero la forma en que le sujetó el brazo le indicó que no aceptaría un no por respuesta.
- Sí, claro papá-
- Muy bien, entonces que ve con él- y la empujó suavemente, saliendo después de la habitación por una puerta distinta a la que entraron. Luego, el hombre la sacó de allí y la llevó hacia el transportador. Por el camino, les habló la chica de antes.

- Pequeña, ¿no eres tú la hija del jefe?- se inclinó y le sonrió, mirando después al hombre, como esperando respuesta.
- Sí, pero se quedará en mi casa está noche, el jefe me lo ha pedido como favor.
- Oh, entonces se puede quedar conmigo. Mi hermana pequeña estará muy contenta de poder jugar con alguien
- Shira, el jefe me lo ha pedido como favor a mí personalmente, no es asunto tuyo- le dijo.
- Está bien, perdone- se disculpó. Con disimulo se inclinó sobre la niña como si le fuera a dar un beso, pero le pasó una tarjeta y le dijo:
- Mi número y mi dirección, por si necesitas algo.

Después se levantó, se despidió, y se alejó de allí junto con otro grupo de personas.
El hombre la llevó hasta su casa, donde habían niños de su edad con los que estuvo jugando. Aunque en un principio se asustó un poco con todo aquello, ahora ya estaba más relajada, y se lo pasó muy bien hasta que fue ya tarde y la mandaron a dormir.

Entró tímidamente en la que le habían dicho que sería su habitación. Era enorme, y la cama era de dos plazas, muy cómoda y calentita. La niña se tumbó. Cuando estaba a punto de dormirse del todo, oyó cómo la puerta se abría. Abrió de golpe los ojos al ver entrar a aquel hombre. Cuando vio que comenzó a desvestirse, encendió la luz y comenzó a disculparse. No entendía por qué se había equivocado de cuarto, sólo esperaba que aquel señor no se enfadara mucho con ella.

Todavía disculpándose intentó bajar de la cama, pero una mano en su pecho la detuvo. Fue empujada hacia la cama, y el hombre se sentó encima de ella.

- ¿Qué...?- la muchacha se había puesto pálida, puede que fuera pequeña, pero entendía perfectamente esa situación.
- Sshhh. No hagas ruido y te prometo que no te dolerá. Shh- comenzó a introducir su mano por debajo del camisón de la niña, mientras ésta arañaba, se agitaba y hasta mordía intentando resistirse.
- ¡No, por favor!- exclamó asustada.
- ¡Cállate!- le dio una bofetada que la dejo quita unos segundos. Segundos que el hombre aprovechó. Estaba a punto de alcanzar la ropa interior de la pequeña, cuando una mano en su garganta lo detuvo. No supo ni cómo ni cuando se abrió la ventana, pero alguien había entrado y ahora mismo estaba sujetándolo por el cuello, ejerciendo una fuerza que le estaba comenzando a resultar dolorosa.

- ¿Q-quién... eres?- preguntó el hombre con dificultad, llevándose las manos a la garganta para intentar apartar la otra mano.
- Soy la persona en cuyas manos está tu vida- susurró en su oído. Y ante la mirada de terror y sorpresa de Molly, lo lanzó contra la pared, haciendo gala de una fuerza inhumana.

El sonido del impacto no atravesó las paredes, y nadie oyó nada de lo que ocurrió esa noche en aquella habitación.

El joven cuyos ojos se veían dorados en la oscuridad de la habitación, se acercó a la niña. Con suma delicadeza la cogió en brazos, y la sacó de allí, llevándose también la ropa de la pequeña. La llevó hasta la sala de transporte, y le entregó la tarjeta:

- Ve con esta persona, Molly.
- ¿Quién eres?- preguntó la niña, muy asustada.
- Me llamo Drim, y yo cuidaré de ti- y con una sonrisa, salió de allí sin darle a Molly apenas tiempo para reaccionar.

Unos minutos después, estaba siendo reconfortada en los tiernos brazos de una joven. Shira la abrazaba como si ella fuera algo muy importante, y su hermana también. Esa fue la primera noche en toda su vida, en la que la niña realmente fue feliz. Aquella calidez no recordaba haberla sentido nunca.

Shira y la hermana pequeña de ésta se acostaron con ella, para calmarla. Molly volvió a soñar.

Se encontraba en un jardín enorme, sólo que esta vez no era oscuro. Esta vez estaba perfectamente iluminado. Podía ver flores de todos los colores, y en el centro una gran fuente. Dio un paso, pero el suelo no se desvanecía. Caminó lentamente hacia la fuente. Había una sombra, que a medida que se acercaba fue tomando forma.

- ¡Tú!- exclamó sorprendida al ver allí al joven que la había salvado ese día.
- Bienvenida a tu sueño, pequeña Molly. Yo soy un Dream-Reader- Drim le sonrió y la invitó a acercarse.
- Tú... ¿eres un Dream-Reader? ¿Y qué he hecho ya para merecerme que vengas a mi sueño?
- Vine para ayudarte. Aquella noche, soñaste esto mismo pero el jardín estaba oscuro, ¿verdad?
- ¿Cómo lo sabes?- preguntó muy sorprendida.
Una leve brisa soplaba, y los cabellos de Drim se agitaron tras él cuando se giró y camino hacia el extremo contrario del jardín, seguido por Molly.
- Los sueños son una forma que tiene el subconsciente de liberarse. Nuestros sueños siempre tienen un significado, pequeña. El tuyo era una clara representación de la angustia que llenaba tu corazón. El sentir que tu familia no te quiere, saber que para ellos vale más una buena suma de dinero que tú... Todo eso te destrozó poco a poco, ¿no es así? Pero ahora ya no estás sola, Molly. Tienes a Shira, ella te ayudará. Shira es una persona maravillosa, con ella estarás siempre bien y feliz y te cuidará, si eso es lo que deseas.
- Sí... ella, ¿me quiere?
- Verás, quizás yo no te debería decir esto, pero ella es tu hermanastra- murmuró Drim.
- ¿Eh?- los ojos de la muchacha se abrieron como platos.
- Hace 24 años tu padre tuvo relaciones con otra mujer, la que es ahora la madre de Shira. La joven lo sabe, su madre se lo contó desde que fue lo suficientemente madura para entenderlo. Por eso, siempre ha estado preocupándose de ti. Preguntándole por ti a tu padre. Desde que se enteró de que naciste ha querido verte. Molly, Shira te quiere de verdad, eso no lo dudes nunca.
Drim se inclinó sobre la niña, que intentaba retener las lágrimas sin éxito. El joven Dream-Reader abrazó a la pequeña.
- A partir de ahora, vivirá feliz. Pero recuerda que si alguna vez me necesitas, estaré a tu lado lo antes posible- y diciendo eso, se apartó, avanzó hacia el borde del jardín, y saltó fuera. Molly corrió asustada hasta el borde, pero no vio nada. Entonces se despertó.

Sintió dos presencias a su lado. Miró a la niña que sería un poco mayor que ella, y después a Shira. Tenían el mismo color azabache de cabello. Molly cerró sus ojos, y, al abrirlos de nuevo, una nueva vida habría empezado para ella. Una vida en la que viviría con su hermanastra. La primera persona que realmente la quiso.

*******************

- Drim, ¿lograste ayudar a esa niña?- preguntó una voz de hombre desde las sombras de la noche.
- Sí... mira mi espalda- el joven dejó caer la extraña camisa que llevaba puesta, dejando al descubierto su pecho y su espalda.

Unas manos suaves recorrieron su espalda, deteniéndose en un lugar en concreto. Una de las marcas desapareció, dejando ver la suave y morena piel del Dream-Reader.

- Es cierto... Pero... tu has pensado muy rápido que el padre de la niña Clivense le va a ceder su custodia a Shira Blayen, ¿qué pasa si hay complicaciones?
- Bueno... si el señor Clivense da problemas... tendré que ir yo a solucionarlos. Pero no creo, Shira sabrá como apañárselas.
- Si tu lo dices... - el joven se separó, con intención de marcharse.
- No te detengas, quiero quedarme así contigo un rato más, por favor...
- Tengo trabajo, Drim. ¿Qué te parece si nos vemos mañana?- el otro joven apoyó su cabeza en el hombro de Drim, que se echó hacia atrás, intentando alargar el momento lo más posible.
- De acuerdo...
- No olvides que te amo- el otro joven lo besó dulcemente en los labios, para después dejarse caer del árbol en el que estaban, y desaparecer en la oscuridad.
- Si yo lo sé... Pero... eso no impide que me sienta solo- murmuró para sí, volviendo a colocarse la camisa, y abrazándose a sí mismo.

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