Sonrió nervioso mientras movía su cabeza de un lado a otro, observando con curiosidad cada detalle que tuviese aquella habitación donde se encontraba actualmente. Las paredes se encontraban pintadas en un curioso tono verde apagado, con varias lineas blancas en lugares —aparentemente— estratégicos para que la habitación, al momento de tener la ventana abierta pudiese parecer iluminada a pesar del color apagado que tenían. La cama donde actualmente se encontraba sentado era individual, las sábanas eran de un color naranja chillón —igual que las cortinas, las cuales le parecían graciosas— asi como tenía únicamente dos almohadas de cabecera, un armario de madera simple se sumaba a la decoración junto a un escritorio —que tenía todas las pintas de nunca haber sido usado— y su respectiva silla. Finalmente, una televisión plasma y varios juegos a su alrededor, aunque estos también tienen la pinta de no haber sido tocados en un buen tiempo.
Volvió su rostro hacia la puerta abierta que se encontraba a su derecha, a pesar de la distancia entre las habitaciones, era capaz de escuchar sin problema alguno el agua correr desde el baño, el cual —como la mayor parte de las veces— se encontraba al fondo a la derecha.
Suspiro nuevamente intentando despejarse de los nervios que sentía, aun cuando se encontraban en el segundo piso, era capaz de escuchar a su suegra caminar de un lado para otro en el piso inferior, yendo de un lado a otro. Ladeo la cabeza cuando el recuerdo de la amable mujer que los había recibido a gritos, brincos y lágrimas volvió una vez más a sus pensamientos. Graziella, era el nombre de su suegra, una mujer tan hermosa que hacía honor a su nombre en todo momento, y ahora que había sido capaz de conocer a sus dos suegros —aunque por separado— finalmente fue capaz de darse cuenta de varias cosas. En primera, no le sorprendía en lo más mínimo que Palmer se hubiese casado con la madre de Jun, la mujer no solo era hermosa físicamente hablando, su actitud, actuando en ocasiones de una forma tan delicada como si fuese de la realeza y su tono tan tranquilo al hablar, la hacían sin duda alguna un ser maravilloso. Era alguien tan amable y positiva, que cuando los vio en la puerta en ningún momento se portó enojada u ofendida, a pesar de que ella estaba en todo su derecho de reclamarles a los dos por no haber anunciado el embarazo apenas y se hubiesen enterado. Lo segundo que noto, y lo más interesante, fue la apariencia. Para la mayor parte de la gente que solamente había tenido el gusto de conocer a Palmer, ver el parecido entre padre e hijo no era muy difícil, pero ahora, conociendo a la madre, las cosas cambiaban mucho.
Graziella tenía el cabello largo y en un tono café oscuro, lo cual la convierte en la única diferencia con su hijo, quien había heredado los rubios cabellos de Palmer, aunque claro, el cabello de Jun por alguna extraña razón era de un tono más rubio pálido, a diferencia de Palmer, quien lo tenía en rubio ligeramente brillante —aunque este podría ser un detalle de la edad—, el color de ojos era otro punto que llamaba la atención, aunque a la distancia podrían parecer similares, cuando uno finalmente podía ver de cerca se daba cuenta que Palmer en realidad tenía los ojos de un tono café claro, las iris en tono anaranjado de Jun provenían de su madre, quien los tenía del mismo color. La forma de los ojos era también otro tema a tratar, los ojos de Jun eran grandes y redondos, igual que su madre —no mentía cuando decía que ver directamente a los ojos de madre e hijo hacía que uno ya no pudiese apartar la vista de ellos— a diferencia de Palmer, cuya forma de los ojos, aunque estaban ligeramente redondeados, en la zona de los párpados se veían caídos, perdiendo la forma redonda y haciéndole parecer cansado.
Otro detalle que le parecía curioso era la risa, el "amo de la torre" solía tener una risa muy ruidosa, abriendo la boca casi en su totalidad cuando tenía la oportunidad de carcajearse por cualquier cosa —algo comprobado en la fiesta de navidad, antes de que iniciaran los golpes— Jun por su parte, incluso si quería reírse a carcajadas, no era totalmente capaz de llevar a cabo dicha acción, pues su boca era lo suficientemente pequeña y fina, que en lugar de ser una fuerte carcajada pasaba a ser una simple risa. Aunque claro, Graziella como mujer que era nunca había intentado reír a carcajadas, pero por el simple hecho de sonreír, se podía notar fácilmente de donde había salida la delicada curvatura que Jun llamaba labios. Y finalmente, lo que él consideraba como lo más relevante de sus observaciones.
La estatura.
Palmer era alto, lo admitía. El amo de la torre le sacaba unos cuantos centímetros —no era la gran cosa, pero había que hacer mención de ello— por lo que, cuando solía burlarse de Jun por su estatura, este simplemente contrarrestaba todas las burlas diciendo que alguna dia seria mas alto que él, basado, obviamente, en la estatura de Palmer.
No iba a mentir, en realidad llegó a un punto donde temía que en verdad Jun se fuese a poner igual de alto que su padre.
Pero ahora viendo a Graziella, podía respirar tranquilo como si nada pasara. Ella era bajita —oh bueno, en realidad la mayor parte de la gente era baja cuando estaba al lado de alguien como Palmer— fácilmente ella y Jun ya eran de la misma estatura, tal vez teniendo un centímetro más que su hijo, pero nada de lo que presumir. Su suegra le llegaba a la altura de la nariz, mientras Jun le llegaba un poco más alto de la altura de la boca. En conclusión, lo más probable es que su lindo rubio ya no iba a crecer mucho —ahora con el embarazo, tal vez ya nada— ya que incluso, a cómo su suegra le explico, ella venía de una familia que no solía medir la gran cosa y que incluso el padre de Palmer venía de una familia no muy alta.
En conclusión, estaba salvado en cuanto a la futura altura de Jun.
—¿Riley?
Giró la cabeza inmediatamente cuando escucho su nombre provenir de una voz extremadamente familiar. Ahí, de pie en el marco de la puerta y secando su cabello de la forma más casual del mundo, se encontraba Jun, mirándole con curiosidad.
—Te hacia dormido.
—Sabes que no puedo dormir sin ti—contestó inmediatamente como si fuese por acto reflejo, ocasionando que las mejillas del rubio se pusieron coloradas, a la vez que escuchaba algo parecido a un bufido provenir del pasillo— ¿Tu madre está en el pasillo?
—Mi madre sigue en el pasillo— respondió totalmente sonrojado el menor, mientras estaba a la habitación y cerraba la puerta detrás de sí, no sin antes haberle gritado un "Buenas noches" a su madre— Le agradas a mi madre.
—Si, creo que lo note— contestó haciéndole espacio en la cama al menor para que se sentara— ¿Te molesta que me lleve bien con ella?
Jun soltó un bufido antes de golpearle con la toalla que apenas se acababa de colgar en el cuello.
—¿Que clase de pregunta es esa?— reclamo en un susurro, consciente de que su madre continuaba despierta, casi seguro de que irrumpirá en la habitación si los escuchaba gritar— Es solo que… Es extraño.
—Más extraño, es que tu vecina nos haya felicitado— mencionó Riley, recordando como la mujer de cabellos azules se había dirigido a ellos cuando los vio llegar al pequeño pueblo— ¿Es cercana a ustedes?
—Se podría decir— respondió el rubio a la vez que alzaba los hombros de una forma desinteresada— A sido mi vecina desde que tengo memoria, es la madre de Kouki.
Riley no pudo evitar dejar escapar un sincero y largo "Ah" al descubrir con más exactitud que tan familiarizado debería de estar el rubio con aquella mujer.
—De todas formas, es un pueblo pequeño así que, no es como si pudieras esconder algo por mucho tiempo.
Riley se alzó de la cama cuando notó como el rubio alzaba los pies y procedía a acomodarse para dormir. La cama era individual, no estaba hecha para resguardar a dos personas, igual que la cama que solían usar en la isla de hierro, por lo que poco importaba lo estrecha que podía parecer.
—Jun— llamo Riley una vez el foco estuviera apagado y hubiese tomado su lugar correspondiente en la cama, que debido a la forma en que había rechinar hacía notar que tenía un buen tiempo sin ser usada.— Te molesta si pregunto, ¿De quién es la casa?
El rubio se quedó en silencio, intentando encontrar una postura cómoda en la cama que solía usar cuando vivía en aquella casa, ocasionando que los resortes sonarán con cada uno de sus movimientos.
—No estoy seguro— respondió en un susurro, como si aquello fuese un tema que no debía ser tratado— Se supone que Palmer la compro, pero creo que mi madre la ha estado pagando sola durante un buen tiempo. ¿Porque?
El maestro del aura se quedó en silencio durante un momento, buscando las palabras con las que fuese más fácil explicar su duda.
—Bueno… En la tarde que hablamos, algo en la conversación de tu madre me hizo pensar que no quiere que nos quedemos con ella.
En la oscuridad, Jun alzó el rostro en un intento de establecer alguna especie de contacto visual con el mayor, esperando que de esta forma expresara lo que quería decir en su totalidad.
—Creo que ella quiere que nos quedemos con la casa.
El silencio incomodo que se estableció en la habitación tras dichas palabras, les hizo incapaces de conciliar el sueño hasta entradas horas de la noche.