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Decalcomanía por Aelilim

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Notas del capitulo:

Dos de tres.

Yunho era bueno viendo el panorama completo y seleccionando por dónde empezar cuando quería lograr algo. Se trazó seguir una carrera en la industria musical y lo logró, dificultades y cero apoyo familiar de por medio. Era en los pequeños detalles donde fallaba. Le abatía lo inútiles que eran sus intentos para ser menos desordenado y distraído; era un balance extraño lo perfeccionista que era en lo relativo a su trabajo y lo descuidado que llegaba a ser en temas domésticos. Y, lamentablemente, Changmin era el que tenía que lidiar tanto con un aspecto como con el otro.

Evaluar las largas horas de ensayos de baile se volvía un arma de doble filo. Era consciente de que su equipo de bailarines no lo detestaba porque comprendían que buscaba que sus presentaciones fueran impecables. Admiraban su sagacidad y obstinación, algunos las compartían, todos daban lo mejor de sí.

Changmin también se esforzaba al máximo. La mejora era visible y se sentía orgulloso de él.

Pero a veces no era suficiente.

No dudaba que, de haber momentos en los que Changmin en verdad sentía rastros de odio, era en aquellos.

—Otra vez.

Casi siempre, sin decir nada, Changmin volvía a la posición inicial, pero sus ojos lanzaban dagas venenosas que gritaban llevamos practicando toda la maldita tarde, los músculos de mis piernas son gelatina.

Y Yunho replicaba con un silencioso sigamos, tú puedes. Nosotros podemos que funcionaba como bálsamo curativo.Changmin quería el triunfo con tanto ahínco como él, quería probarles al resto que habían tomado la decisión apropiada al quedarse, que podían sobrellevar con éxito la separación de los antiguos miembros. Entonces continuaban hasta que estuvieran empapados de sudor y acalambrados, pero satisfechos consigo mismos.

Mantener la notoriedad en ese entorno competitivo e implacable no era fácil. Cada comeback era una prueba de su propia valía y talento. Yunho lo sabía y agradecía que Changmin (tanto en sus discusiones ridículas como, «¡deja de ser tan desordenado o si no te juro que me mudo mañana mismo!», como las graves, las que dolían porque la cicatriz de ser dejados atrás empezaba a escocer y latir) jamás sacaba la carta que los mellaría sin retorno:

—Me hubiese ido con ellos.

A ese punto de comprensión habían llegado.

Claro que Changmin en toda su expresión no era fácil de digerir. Había oportunidades en las que sus palabras se clavaban como agujas certeras en su sensibilidad, sin embargo, no daba el paso definitivo. Ni en los silencios o las actitudes pasivo-agresivas; ni en los gritos o las contadas ocasiones en las que pasaron a los puños porque el diálogo, por más bruto y agresivo que era, era ineficiente gracias a su frustración mutua.

Eran guerra, sí, pero también eran amor y amistad incondicional.

 

Yunho despertó con las sienes punzantes y dolor en la boca del estómago. Beber en esas cantidades no era sano, y lo de ahora era su culpa. Él le había insistido a Changmin salir con el staff y luego no sabía qué diablo lo había poseído para querer seguir tomando.

Con una ceja alzada, comprobó que estaba desnudo, cubierto en semen seco y rodeado de un bote de lubricante y un preservativo usado. Por un instante el pánico amenazó con invadirlo (¿qué había pasado, por qué y ¡con quién!?), pero se calmó de inmediato al comprobar que tenía recuerdos imprecisos de estar besando a Changmin. Eso le hizo arrugar el ceño, le disgustaban las memorias borrosas.

El dolor de su estómago pasó hasta su espalda y como la idea de acabar en emergencias con una intravenosa no le agradaba, se levantó y se cubrió sin fijarse mucho en lo que elegía. Sacó las pastillas para la gastritis del primer cajón de su velador y salió de la habitación.

—¿Changmin? —preguntó al aire.

Verificó que el cuarto de invitados estuviera desierto y ya en la cocina, se sirvió agua y tragó las pastillas. Volvió a llenar el vaso y se lo tomó antes de ir a la sala y ver que la mano diligente de Changmin había pasado por ahí, borrando las huellas de la madrugada. Se sentó en el sillón, cerrando los ojos.

Ese día no tenían ningún compromiso o viaje programado, fuera individual o como dúo. Algunas personas (fans en su gran mayoría) no llegaban a comprender que eran dos hombres en plena adultez. Tenían un lazo fuerte y además el cronograma de actividades de TXVQ los mantenía pegados como siameses por largas temporadas, sin embargo, cada uno gozaba de una vida independiente, de sus propias amistades, pasatiempos y gustos. De sus propias interacciones, novias y citas.

«Quizá Changmin esté en una cita», pensó.

—Uhm…

Ese matiz en su relación era transparente como el cristal para ambos y le causaba una sensación agridulce.

Y si en vez de pensar en eso se pusiera a reflexionar sobre lo mucho que habían cambiado desde los años de pre-debut, lo agridulce se volvía casi, casi dulce y lleno de gracia. Yunho había iniciado siendo un líder inflexible en aras de alcanzar la excelencia, exigente consigo mismo y con los demás, en una lucha continua contra su propio carácter para imponer respeto en sus compañeros de grupo. A veces no había sido sencillo, otras había rozado lo imposible.

Sabía que en la actualidad podía llegar a ser igual de severo, pero nadie le refutaría que se había ablandado, en especial si se trataba de Changmin.

Donde antes se había visto obligado a mostrarse seguro, no importaba si solo fuera en apariencia, ahora disponía de alguien a quien podía exponerle sus dudas; una persona inteligente, capaz y con las mismas metas que él.

La propensión a sentirse solo, tan arraigada en la primera época de DBSK y que amenazó con volver a ahogarlo post-demanda, era imperceptible y sabía que era debido a Changmin.

Changmin que al principio había sido un muchacho adorable y tímido, incluso con más miedo a fracasar que el resto. No había pasado demasiado para que su personalidad avinagrada saliera a flote, pero detrás siguió estando aquel chico con facilidad a las lágrimas y retraído que con esfuerzo consiguió ver a los cuatro sujetos con los que estaba obligado a compartir dormitorio, comida y oxígeno, como familia.

Changmin que había salido de su cascarón para demostrarle al mundo su decisión y talento.

Changmin que era su contraparte perfecta.

Cansado, Yunho regresó a su cama, descartando comer o darse una ducha. Vio su teléfono y repasó la larga lista de personas a las que podía llamar sabiendo que varios aceptarían su proposición de cenar y jugar bowling. Tenía buenos amigos y gente a la que apreciaba… Lo que hizo fue acomodarse boca abajo, estirando piernas y brazos tal estrella de mar.

Estaba extenuado, no había recuperado el sueño de la última noche (o de los últimos años, si se ponía quisquilloso).

¿Changmin estaría molesto con él? Sin premeditarlo, movió rápido sus dedos en la pantalla táctil y escribió: ¿Estás molesto?

Por supuesto, quedó dormido sin recibir una respuesta.

 

La siguiente oportunidad que despertó fue debido al ruido seco de la puerta principal siendo cerrada. Con cierto recelo, Yunho se abrigó y constató que había dormido gran parte del día. Solo podía ser Changmin (ni bien transcurridas las primeras semanas de su mudanza, Changmin tenía el código de ingreso, cervezas en su nevera y ya lo había regañado siquiera una vez por su desorden y Changdola, tú no vives aquí y un muy serio Hyung, no dejaré que críes ratas), pero había aprendido de la mala manera a no subestimar a las sasaeangs.

—¿Minie?

Era él, lo supo por la sombra con la forma inconfundible de Changmin quitándose los zapatos en la entrada.

Yunho se quedó curioso por la falta de réplica, pero no se aproximó. Sabía anticipar (o eso quería creer) cuándo debía darle su espacio y lo contraproducente que era insistir. Los recuerdos inconexos de la madrugada volvieron a su cabeza. ¿Tal vez había algo importante que estaba olvidando? No sería la primera vez que decía o actuaba de una manera que enfadaba a Changmin, y este con su eterna costumbre de guardarse las cosas hasta que les estallaran en la cara, no ayudaba.

—Vine por mi teléfono —explicó cuando se incorporó. Yunho parpadeó sin comprender y Changmin resopló—. ¿No recuerdas?

—No.

Lo siguió por el corredor hasta su cuarto, en donde cogió sus pantalones descartados que todavía estaban en el suelo, y rebuscó los bolsillos. Changmin encontró el teléfono y vio que tenía la batería muerta. Lo siguiente que hizo fue anunciar su despedida y marcharse tan rápido como había llegado.

Yunho no lo detuvo, quedando con más dudas que explicaciones.

Sin querer hacerse picadillo el cerebro, concertó planes, y se dio un largo baño. Sentado frente al volante, aún sin iniciar el motor, llamó a uno de sus managers y estuvo hablando sobre sus actividades y los detalles de su próximo drama histórico (ni en sus escasos días libres era capaz de desentenderse del trabajo, era un adicto). Se tronó los dedos cuando finalizó la conversación y salió del parqueo.

Como siempre, sus fieles “privadas” empezaron a seguirlo, y tan acostumbrado como estaba después de una década de lo mismo, las ignoró con habilidad, centrándose en Changmin. La preocupación de haber hecho algo inadecuado se apoderó de él de nuevo y trató de descartarla lo mejor que pudo, a sabiendas de que se enteraría. Tarde o temprano, pero lo haría.

 

Era arduo olvidarse hasta por unas horas que era U-know Yunho, estrella internacional cuya vida era antónimo de normalidad. Pero se volvía más simple hacerlo cuando estaba reunido con algunos de sus viejos amigos de Gwangju, los cuales se habían mudado a Seúl por estudios o trabajo, y lo trataban sin distinciones y como parte del grupo. La cena en un sitio acogedor y pequeño se llevó a cabo con un buen ambiente, distrayéndolo hasta que uno de ellos dijo que tenía un anuncio.

—Me voy a casar —expuso con una sonrisa, depositando el vaso de soju a la mitad en la mesa—. Estamos en la edad —siguió después de recibir las felicitaciones del caso—. La conocí en una cita arreglada, es una funcionara pública, bonita y amable. Me siento realizado.

Si bien genuinamente feliz por su amigo, Yunho no pudo seguir participando de forma activa en la conversación. Le faltaban un par de años para llegar a los treinta y varios más como para sentir verdadera presión por la sociedad para establecerse con una buena mujer y tener hijos. Además, a ello debía sumarle la posición de idol que cargaba encima.

Compañeros cercanos del medio aprovechaban su estatus, buen look y conexiones para tener una interminable secuencia de amoríos de una noche con modelos y actrices conocidas, internacionales y nacionales. Intercambios sexuales sin compromiso, por llano placer. Yunho había disfrutado como cualquier otro, pero con recato y siempre con el gustillo de no ser lo que buscaba para el final del camino.

Y con Changmin... Con Changmin era diferente, encuentros perdidos en un limbo sin nombre. No tenían el sabor vacío de sexo puro y duro, pero tampoco la intimidad y romance que había conocido con sus novias (y novio, agregó con súbita amargura en la punta de la lengua, negándose de modo terminante a seguir ese tren de pensamientos).

La evocación de la espalda tersa de Changmin debajo de él, sus quejidos y la manera en la que se aferraba a la almohada lo acaloraron y se disculpó de la mesa para ir a los servicios. Sus neuronas nadando en alcohol lo habían vuelto más apasionado la madrugada anterior.

Hacer el amor... No, tener sexo con otro hombre donde no se involucraran mimos y cuidados particulares era distinto a tenerlo con una mujer. Era más carnal, no podía definirlo con precisión. No importaba si a la mañana siguiente las pistas fueran borradas por las noonas y actuaran frente al staff y amigos como si nada hubiera pasado; no importaba que actuaran entre ambos, a solas, como si nada hubiera pasado.

(Como si no hubieran estado uno encima del otro igual que animales en celo, como si Yunho no supiera que Changmin, después del clímax, tenía unos segundos en el paraíso y perdía la sensibilidad, como si sus mismos nervios se desconectaran. Como si Changmin no supiera que a Yunho le gustaba un poco de brusquedad en el sexo oral, la presencia firme de dientes y que halaran de sus testículos, como si Changmin no supiera que si estaba en la posición de recibir, le gustaba que le tironearan el cabello. Como si Yunho no supiera que Changmin disfrutaba de poseerlo, ajustando cuentas imaginarias porque él jamás cedía a sus peticiones de decirle “hyung”.

Como si nada.

Como si solo fuera sexo.

Como si no hubiese más).

Abrió el grifo y se mojó la cara y el cuello, pero en vez de sentirse mejor, resultó en lo contrario. Su estómago que no se había quejado después de las pastillas de la mañana, eligió cobrarse el maltrato, por lo que se encontró obligado a despedirse de sus amigos, de nuevo dándole sus buenos deseos al que se casaría.

 

Yunho despertó con las mejillas calientes en consecuencia de su sueño, una reproducción completa y fiel de lo que había ocurrido con Changmin. Pero no podía ocultar la cabeza en las almohadas como un avestruz hasta nuevo aviso (ah, la vergüenza y el me quedé dormido, ¿tan rápido estoy envejeciendo?), o al menos encargarse de su erección matutina. Tenía una reunión final sobre el drama en el que tendría un papel protagónico y debía alistarse ya. Cuando su mánager pasó por él veinte minutos después, lo encontró listo para salir.

—¿Desayunaste? —Yunho negó—. Eso no puede ser bueno para tu salud.

—Changmin estuvo de visita y arrasó con todo.

—Oh, bueno. Compraremos algo en el trayecto.

—No debes preocuparte, mánager-hyung —dijo Yunho. El mánager se subió en el asiento del piloto y él atrás—. Hablando de Changmin, ¿sabes de él? —preguntó casual.

—¿ no sabes de Changmin? —cuestionó el mánager a su vez—. ¿Acaso han discutido?

Yunho dijo que no.

—O eso creo —añadió para sí mismo. Changmin, alias bomba de tiempo, era complicado de descifrar.

La distancia era larga y a pesar de haber descansado, Yunho bajó su beanie para cubrirse los ojos, queriendo aletargarse y fallando rotundamente. Iniciaría las grabaciones de “El Guardián de la noche” y estaría atareado, lo que significaba que encontrarse con Changmin con asiduidad quedaría descartado. Recordó su sueño otra vez, incrédulo de haberse quedado dormido encima de Changmin mientras tenían sexo. Un poco mortificado, Yunho no pudo comer más que contados bocados del gimbap con kimchi que compró su mánager para llevar.

De pronto, tomó una resolución e intentó comunicarse a Changmin, pero fue mandado a la casilla de voz de inmediato. Mandó un mensaje tentativo y simplón, y pasados diez minutos, aceptó que tampoco obtendría respuesta.

—¿Me prestas tu teléfono? Necesito hacer una llamada —le dijo al mánager, quien estrechó los ojos y terminó cediendo a su pedido sin quitar la vista de la carretera.

Changmin no ignoraría a ninguno de sus managers aunque estuviera muy ocupado, su responsabilidad y ética laboral lo hacían de esa manera. A la cuarta timbrada escuchó que le contestaban.

—No me cuelgues, Minie.

—¿Yunho-hyung?

—No puedo hablar mucho porque estoy por llegar a una reunión, así que no me cuelgues —repitió—. Es evidente que te ofendí al, ya sabes, quedarme dormido... —hizo una pausa y como Changmin guardó silencio, continuó—: Fue sin querer.

—No te preocupes —dijo Changmin. Se oyó ruidos, palabras dirigidas a otras personas y luego una puerta cerrándose—. Estos temas vergonzosos no deberían ser hablados si no es cara a cara… Olvídalo, me rectifico, nunca deberían ser hablados. Hyung, debo cortar.

—Dentro de tres días inicio las grabaciones, cenemos juntos —pronunció Yunho. El Minie, arreglemos esto era implícito—. Prometo un pequeño festín de tu restaurante favorito. Y una botella de vino —agregó.

No esperaba un “estaré ahí” alegre o una confirmación instantánea, por eso no se sintió desilusionado cuando Changmin murmuró:

—Intentaré ir —y colgó sin más.

Yunho devolvió el teléfono a su mánager y se frotó los ojos. Tenía un mal presentimiento. Al llegar a su destino, dejó atrás sus especulaciones, entrando de lleno en el papel que le correspondía de profesional. Solo al salir de la reunión, sus pensamientos se redirigieron hacia Changmin y le pidió a su mánager que hiciera una parada antes de ir a su casa.

 

La duda de que Changmin no apareciera era leve pero existente. No sería la primera vez. Yunho arrugó la nariz, recordando todas las ocasiones en las que había comido solo cuando aún compartían departamento o había tenido que arreglárselas por su cuenta debido a que Changmin no quería verlo ni en fotografía. Sus riñas habían sido varias, sobre todo al inicio de su convivencia los dos solos.

Yunho abrió la botella de vino que había comprado, sirviéndose una copa y dándole sorbos pequeños. En eso estaba cuando la puerta se abrió. No se movió sino que esperó paciente.

—Ese es mi vino —dijo Changmin apenas entró en su línea de visión.

—Estaba comprobando que fuera de tu gusto —contestó con una sonrisa.

Changmin resopló, yendo por otra copa y vertiendo una buena cantidad del líquido. La primera impresión que se llevó Yunho fue que todo marchaba con normalidad. Cenaron, Changmin deleitado por la comida en gran cantidad y calidad que tenía dispuesta, pero estuvo más dedicado a llevarse alimentos a la boca que en corresponder los intentos de Yunho de tener una charla amena.

—Lamento lo de quedarme dormido —dijo dejando los palillos a un costado, más que satisfecho y sin querer comer más. Hubo un sonido indefinido y Changmin asintió—. Changdola, podemos…

—No —interrumpió Changmin sin animosidad, pero terminante. Al parecer también estaba satisfecho porque agradeció la comida y bebió lo que le quedaba de vino.

Yunho suspiró, ladeando la cabeza y sin quitarle los ojos de encima.

—Si sigues viéndome así, hyung…

—¿Qué pasaría? —retó con una sonrisa. Changmin volvió a servirse vino, sin reanudar su advertencia—. No queda nada del lindo maknae que solías ser, déjame decirte.

—Nunca fui lindo —masculló Changmin, incorporándose.

Yunho rio y lo único que detuvo su carcajada fue que los labios de Changmin hicieran colisión con los suyos en un beso que sabía a vino y a extraña impotencia. No hubo suavidad, no hubo “lindura” en el gesto. Las manos de Changmin fueron hacia su camisa, abriéndola con fuerza y haciendo que los botones rodaran por el suelo. Yunho quiso vocalizar su asombro, pero fue impedido porque se vio forzado a también ponerse en pie y una palma se coló en sus jeans, apretando su miembro, no como si quisiera excitarlo sino como si fuera un objeto.

—Minie —jadeó—, para.

—No. —El agarre se hizo afable, empezando a darle caricias firmes, consistentes.

Así como antes los ojos de Changmin habían exteriorizado conflicto, ahora reflejaban resolución.

—Te quedaste dormido —dijo Changmin, apartándose y desvistiéndose. Cuando su torso y brazos tonificados fueron expuestos y la ferocidad de su mirada no disminuyó, Yunho se atrevió a curvar los labios en una sonrisa.

—Estaba ebrio y ya me disculpé —replicó, desabrochándose el pantalón y bajándoselo en un movimiento junto a su ropa interior.

—No… no es eso…

—¿A qué te refieres? No tengo telepatía.

—Ve al sillón —indicó Changmin en respuesta y desapareció hacia el corredor.

Yunho acabó de sacarse el pantalón y los zapatos. Se tocó la erección, cuestionándose si esta era la dirección que debían tomar. Si sus suposiciones eran correctas (y si eran así sería una catástrofe, una maravillosa y horrible catástrofe), debía comenzar a actuar con cuidado desde ahora. El sexo no solucionaba nada, podía ser entretenido y ser un extraordinario paliativo, pero ahí quedaba, su efectividad era nula. Se contempló a sí mismo, su desnudez, su excitación. ¿Qué tan imposible sería vestirse antes de que Changmin retornara con, apostaba, condones y lubricante?

No se desplazó ni un centímetro.

«Todavía no ha llegado el momento», se confortó.

—Hyung, tú lo has pedido —avisó Changmin al regresar.

—¿Lo hice? —dijo Yunho enarcando una ceja, pero no volvió a hablar porque le fue pedido que se girara y apoyara las manos en el sillón. Los dedos con lubricante no se hicieron esperar, así como los gemidos quedos.

No eran de compartir palabras sucias y mucho menos cariñosas. Si dialogaban era para darse indicaciones o hacer comentarios que no solían matar el humor por ser venenosos o edulcorados. Sabían a lo que iban, sabían su postura. Sabían que era sexo y que algún día pararían para siempre, porque el futuro les deparaba cosas diferentes. Con suerte, cosas mejores y completas.

—Eres imposible —murmulló Changmin incluso si Yunho no estaba haciendo más que brindarse sin restricciones—. Imposible y estúpido.

No era poco común que los insultos y recriminaciones fueran expresados sin temor, algunos dados en broma (—Te voy a devolver a la fábrica de Yunhos para que me den uno menos torpe y revoltoso), otros no tanto (—Si guardaras esa lengua afilada para cuando no estemos en la maldita televisión nacional, te lo agradecería mucho). Pero en la situación en la que se hallaban sí se alejaba de lo ordinario.

—Estúpido Yunho —volvió a atacar Changmin y siguió repitiendo lo mismo una y otra vez, al reemplazar sus dedos y al dar la primera embestida, como un salmo apagado y forzado, dicho en voz susurrante. Como si fueran en reemplazo de otras palabras—. Estúpido Yunho —gimió contra su espalda al acabar.

Y cuando Yunho quedó a solas, con vestigios de lubricante y fluidos en todo lado, supo que sus temores eran ciertos.

Notas finales:

Alóooo, ¿qué les pareció este? :D Cualquier cosa, no duden en decirme~ ¡Saludos!


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