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¡Voy a robar tu corazón! por Milkin_Black

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo *u*

Quiero comenzar agradeciendo a quienes le han dado una oportunidad al fic leyéndolo. De verdad gracias.

De manera especial quiero agradecer a Maby y a Invierno81 por sus lindos y divertidos comentarios.

En éste capítilo creo que me dí la oportunidad de divertirme jugando un poco con Camus y Milo haciendolos pasar por un día poco convencional.

Sin más, los dejo con el capítulo esperando que resulte de su agrado.

A la mañana siguiente y quizá por la incómoda posición en que se encontraba,  Milo se despertó primero, notando de inmediato que la mitad de su cuerpo estaba colgando fuera de la cama.

-Estúpido francés delicado…-murmuró por lo bajo viendo al otro dormir plácidamente.

A sabiendas de que le sería imposible volver a conciliar el sueño, decidió levantarse y comenzar con el plan para ese día, después de todo tenía una importante misión y su rival era realmente difícil de vencer. Pensando en ello rodeo la cama para ir por una toalla y ropa interior, y entonces realmente sin querer volteo hacia el bello francés que permanecía boca abajo.

-No puede ser…-murmuró bajito en medio de una suave risilla divertida –Esto debo inmortalizarlo.

 

 

No lo despertó la luz del sol. Por extraño que parezca, lo que lo sacó de su hermoso mundo de ensueño fue la incómoda sensación de ser observado.

Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue una pequeña lucesita roja.

-¡Sonríe!- escuchó antes de que un flashazo cegara sus ojos.

-¡¡Rayos Milo!!...¡¿qué crees que estás haciendo?!- cuestionó furioso frotándose sus dolidos ojos.

-Nada malo, solo quería una prueba –contestó el griego con tono de superioridad.

-Pues espero que estés feliz, has comprobado que eres un idiota –gruñó Camus volviendo a recostarse. Fue entonces que notó algo extraño en su almohada…se encontraba húmeda -¿Pero qué…

-Ejem, ¿qué es lo que decía el señorito anoche acerca de babear?- preguntó el heleno sumamente divertido.

-No, no, no…Yo no babeo, ¡esto debe ser un error! –dijo una y otra vez el galo revisando su almohada. Al voltear y ver el rostro sonriente del otro enrojeció de furia -¡Seguro tú lo hiciste!...¡¿Mojaste mi almohada verdad?!...¡Confiesa!

Escucharlo solo hizo a Milo ensanchar su sonrisa –Imagine que dirías algo tonto como eso, así que te tomé una fotografía para que lo compruebes –dijo acercando a la cara del otro su celular en cual se podía apreciar claramente al pelirrojo tiernamente dormido con la sensual boca abierta dejando salir un delgado hilo de saliva.

Al ver la imagen Camus deseo que se lo tragara la tierra –No…no…no puede ser…Yo no babeo, de verdad no lo hago –explicó  desencajado pasándose una mano por el rostro descubriendo que estaba mojado -¡Iuhgg, qué asco!

-Tienes razón, es asqueroso –lo apoyó el rubio jugando con su celular.

Entonces Camus cayó en la cuenta de que lo peor no era haber babeado, sino que el otro tenía en su poder aquella vergonzosa foto.

-¡¡Dame eso!!- gritó poniéndose rápidamente de pie con la intención de quitarle el celular a Milo, pero este se movió rápidamente esquivándolo.

-No tengo por qué hacerlo, o qué, ¿acaso quieres mi número telefónico? ¿es eso?

-¡Claro que no!...Solo…¡Exijo que borres esa fotografía!- gritó molesto tratando de alcanzar el celular. Pero Milo no dejaba de moverse, además de que al ser un poco más alto que él, le dificultaba las cosas.

-¡No lo haré!...Es Mi fotografía –contestó con burla levantando el celular lo más que podía, obligando irremediablemente al otro a saltar para alcanzarlo.

-¿Estás loco? La foto es mía, es una invasión a mi privacidad –reclamaba Camus quien prefería humillarse saltando antes que permitir que el otro conservara esa peligrosa foto.

-No, no…te equivocas. MI teléfono, MI foto.

El francés notando que el otro no cedería, optó por su última opción. Cómo pudo lo empujó de pronto con todas sus fuerzas cayendo los dos al suelo.

-¡Maldición!...¡¿acaso estás loco?!- gritó Milo adolorido por el golpe y tratando de controlar a ese loco francés que permanecía a horcajadas sobre él.

-¡¡Dámelo!!

-¡¡Jamás!!...¡Ahora nunca voy a dártelo, y sabes, quizá hasta se la envíe a Afrodita!

-¡¡No te atrevas!!

-¡¡Buenos días bombones!!- gritó Rebecka abriendo de golpe la puerta, haciendo que los otros se quedaran pasmados e inmóviles por el susto.

Rebecka analizó aquella escena y con cara picara y el rostro ruborizado solo les digo –Ok, veo que interrumpí…Ustedes sigan con lo que hacían, hagan de cuenta que yo no vi nada –y al instante salió luego de guiñarles un ojo.

Camus y Milo permanecieron en silencio un momento, hasta que se dieron cuenta de lo que  lajovencita debió haber creído, y no la podían culpar, después de todo ambos estaban agitados con las mejillas rojas por el forcejeo, además de que bueno, Camus estaba sentado sobre las caderas de Milo quien por cierto seguía semidesnudo.

 

-¡¡Te odio!!- fue un grito al unísono que resonó por el pasillo.

 

 

Rebecka volvió al cuarto que compartía con sus hermanas con las mejillas rojas y una enorme sonrisa.

-¿Qué pasa?¿por qué tan feliz?- preguntó Alice terminando de arreglarse.

Rebecka solo se tomó las mejillas muy emocionada -¡No se imaginan lo que acabo de ver!

-¿Qué? ¿qué viste?- preguntó esta vez Stella bastante intrigada.

-Parece que tal como creímos esos bombones se están llevando muy bien, si saben a lo que me refiero- contestó con picardía acalorándose de solo recordar aquella sensual escena que acababa de presenciar.

-No puede ser, ¿Qué fue lo viste? ¿acaso ellos ya…?

-No, lamentablemente no vi tanto, pero cuando entré a la habitación los encontré en el suelo semidesnudos.

-¡¡Kyaaa!!- gritaron las tres al unísono muy entusiasmadas dando pequeños saltitos.

-¡Qué envidia Rebecka!...Debieron verse tan sexys- dijo Alice codeando a su hermana amistosamente.

-Ok, ok chicas…debemos tranquilizarnos –intervino Stella con los ojos demasiado brillantes –Como buenas fujoshis debemos estar dispuestas a darles a esos bombones un empujón, así que hay que pensar cómo ayudarlos a agilizar las cosas –dijo  imaginando situaciones suculentas –Y bien, ¿alguna idea?

 

 

Durante el desayuno  volvieron a sentarse juntos obligados prácticamente por las tres primas de Afrodita que los miraban de una forma extraña, haciéndolos sentir muy incómodos, sobre todo al estar prácticamente seguros que  ya sabían sobre lo ocurrido esa mañana. Contrastando con el ambiente jovial y ruidoso del resto, comieron sus alimentos en silencio, regalándose una que otra vez miradas resentidas. Tan enfrascados estaban en su duelo de miradas que casi ni prestaron atención al par de novios que como siempre demostraban su afecto justo enfrente de ellos.

Al terminar el desayuno todos partieron hacia diversas actividades.

 

Camus y Milo luego de ayudar a llevar un par de platos a la cocina, caminaron por el pasillo dándose leves empujones.

-Estarás contento ahora, por tu culpa nos veían como a pervertidos –dijo el heleno dándole un pequeño empujón.

-Tú fuiste quien comenzó todo al tomarme la fotografía –contestó acelerando el paso en un intento por dejarlo atrás.

Así continuaron su camino en medio de reclamos hasta que junto a la entrada principal vieron a un pequeño grupo vestido de forma curiosa, pues la mayoría llevaba anchos overoles, botas de hule, gruesos chalecos y algunos gorros.

-¡Chicos, que bueno que llegan! –los llamó Afrodita quien curiosamente no se hallaba a lado de su novio.

Camus y Milo se acercaron curiosos, pensando que mientras Afrodita lucia encantador, los demás se veían realmente graciosos.

-¿Qué dicen muchachos? ¿nos acompañan de pesca? –ofreció Lugonis feliz tomando una pequeña hielera.

Los aludidos en automático se vieron entre sí, para luego asentir emocionados pues no solo estaban recibiendo la invitación de su “suegro” sino que también gozarían de la presencia de Afrodita sin la presencia molesta de Shaka.

Solo 5 minutos tardaron en cambiarse, poniéndose algo más cómodo y cálido para ir al lago. Cuando  bajaron ya Lugonis, Dohko y Afrodita esperaban junto a una pequeña camioneta, terminando de meter las cañas y los anzuelos.

-¡Bien jóvenes, vámonos! –dijo feliz el mayor de los Lindberg subiendo al vehículo, seguido por Dohko.

Camus y Milo muy galantes aguardaban a que primero abordara Afrodita.

-Chicos, espero que en serio se diviertan –comentó el sueco colocando con ternura en sus cabezas unos peculiares gorros de pesca.

Al escucharlo ambos se alarmaron…

-¿Tú no vienes? –pregunto  Camus.

El sueco sonrió jugando coquetamente con los tirantes de su overol –Nop…es que quiero arreglar el jardín y Shaka me va a ayudar –confesó con un adorable sonrojo en sus blancas mejillas.

Ellos solo lo miraron desesperados, sin saber si retractarse o no, se sentían acorralados. Finalmente abordaron la camioneta y mientras se iban alejando lentamente de la mansión vieron como el peliceleste corría a través del jardín de rosas para finalmente saltar a los brazos de su novio que lo recibió con cariño.

-Esto no podría ser peor –murmuró Milo enfurruñado.

 

 

-Corrección…ahora si, ya no puede ser peor –dijo Camus con amargura sentado junto a Milo en un muy pequeño bote casi al centro de aquel inmenso lago.

-¡Diablos!...¿Cómo se supone que iba a saber que pescaríamos por separado?- trató de justificarse Milo observando a muchos muchos metros el bote donde Lugonis y Dohko tranquilamente pescaban.

Camus comenzó a sentir como una venita en su frente palpitaba –¡Si no hubieras dicho que sabias pescar, no me habrían mandado contigo!

Milo no pudo contestar porque en parte ese molesto francés tenía razón. Durante el viaje de ida Lugonis hablaba muy emocionado sobre lo mucho que le gustaba la pesca, y cuando les pregunto a los más jóvenes sobre si tenían experiencia, Milo no supo cómo pero terminó diciendo que si, aunque realmente jamás había estado ni cerna de una caña. Debido a eso Lugonis optó por ir con Dohko para enseñarle cómo hacerlo y dejar al francés en las manos de su amigo.

-Bueno, tampoco es como si hubiera imaginado que esto sucedería –se disculpó dejándose caer en su lado del bote –De verdad comienzo a odiar este día.

-Y no eres el único –gruñó Camus cruzándose de brazos.

Cerca de 10 minutos pasaron en silencio…

-Ok, ya me harté, esto no puede ser tan difícil ¿o sí?...Solo hay que poner algo como esto en la punta y lanzarlo –dijo el galo colocando un anzuelo artificial en la punta de la caña, pero al intentar lanzarlo el hilo dio un giro inesperado y casi golpea a Milo.

-¡¡Oye, ten cuidado!!

El francés lo ignoró por completo y se conformó simplemente con ver que el bendito anzuelo estaba en el agua.

Sentirse ignorado era una de las peores cosas que le podían suceder a Milo, así que muy ofendido tomó la otra caña -¿Ah sí?...ahora mismo voy a enseñarte como se pesca –y de inmediato abrió la pequeña caja con gusanos, tomó uno y tras colocarlo,  lanzó de una forma que el consideró impactante, la caña de pescar.

A lo lejos se oyeron unos gritos, y cuando voltearon se dieron cuenta que al parecer los mayores estaban adulando los movimientos del  griego.

-¿Lo ves?...Soy un genio –se mofó mientras Camus solo rodó los ojos bastante desinteresado.

Luego de casi 20 minutos empezaron a sentir un profundo aburrimiento, pues nada, absolutamente nada pasaba.

-¿Qué crees que esté haciendo?- preguntó Milo con la mirada perdida al frente.

-Uff, supongo que algo más divertido que esto y por supuesto con Shaka a lado.

-¡¡¡Ahhh, como odio a ese tipo!!! –gritó Milo poniéndose de pie.

En ese momento algo se movió en el agua, haciendo que ambos se quedaran inmóviles.

-Milo no te muevas –susurró Camus acercándose lentamente a la orilla.

Entonces algo comenzó a jalar la caña de pescar de Camus y un chapoteo se hizo visible a poca profundidad dentro del agua.

-¡¡Algo picó!!...¡¡Algo picó!! – gritó el francés entusiasmado sosteniendo la caña sin saber qué hacer.

-¡¡Vamos, enreda el carrete!!

-¡¡No puedo!!...¡¡Se está moviendo!!

-¡¡Enróllalo o vas a perderlo!!

-¡¡Te dije que no puedo, está atorado!!

-¡¡Déjame ayudarte!!- dijo Milo tratando de tomar la caña, pero el pelirrojo lo evitó.

-¡¡Yo puedo solo!!...¡¡Rayos, sigue atorado!!

Ellos seguían gritando, mientras en el agua el pez continuaba luchando por salvar su vida. Milo al fin se desesperó.

-¡¡Déjame ayudarte...Dámelo!!

-¡¡Te dije que lo sueltes!!

Y tras forcejear un poco…

-¡¡Bien has lo que quieras!!...- gritó Milo soltando la caña, pero debido a la fuerza con que Camus estaba jalando éste último cayó estrepitosamente al agua.

-¡¡Camus!!- gritó Milo corriendo al borde del bote buscando al francés, pero lo único que vio fue la caña flotando -¡¡Camus, maldición!!- y comenzó a revisar el agua alrededor sin hallar nada.

Repentinamente el francés emergió del agua  por el lado contrario del bote, haciendo tal ruido con el agua que salpicaba por doquier, que dio un susto de muerte a Milo quien  aferrándose hacia un costado de la embarcación terminó por no controlar su peso cayendo también al lago.

Y así fue como terminaron, ambos empapados con agua helada y el bote volteado.

 

 

 

-Jajajajajaja, no puedo creer que dos chicos tan jóvenes como ustedes no hayan podido con un pequeñito pececito – se burló aquel hombre enorme dueño de un pequeño establecimiento junto al muelle viéndolos tiritar de frío.

-Compréndelos Froid, fue su primera vez en estas aguas – comentó Lugonis  entrando al local con un par de gruesas mantas y algo de ropa –Esta ropa es como para un gran  y robusto leñador nórdico , pero al menos los ayudará a mantenerse calientes hasta que volvamos a casa.

Temblando de frío y con lentos movimientos llegaron al baño para que pudieran cambiarse en privado.  De espaldas se desnudaron y volvieron a vestirse lo más rápido que pudieron, parte por el horrible frío que sentían y otro tanto por la vergüenza de toda aquella situación.

Sin cruzar palabra subieron a la camioneta y en sepulcral silencio presenciaron la animada conversación de Lugonis y Dohko quien al parecer había pasado un maravilloso día en el lago.

 

 

Al llegar a la mansión,  Afrodita y sus tres primas los estaban esperando.

-¿Qué fue lo que pasó?- inquirió preocupado el peliceleste corriendo hacia sus amigos quienes se veían algo pálidos y eso sí, muy curiosos con aquellas enormes ropas.

-Jaja, solo un pequeño accidente en el lago, ¿verdad Camus?- explicó Milo con una suave sonrisa tratando por todos los medios de dar fin al tema.

Por fortuna el francés comprendió a la perfección –Si, un pequeño descuido, pero nada grave, solo un ligero chapuzón.

-Eso no es lo que parece bombón –intervino la sexy Stella tomando a los chicos del brazo –Lo mejor será que ahora mismo se den un baño, ¿verdad hermanas?

En un parpadeo, las tres jovencitas estaban sobre ellos prácticamente arrastrándolos hacia la habitación que compartían.

 

 

-Muy bien, ya está el baño caliente –indicó Alice muy contenta –En mi opinión es mejor si se bañan juntos, ya saben, por eso de que el calor corporal es lo mejor para regular la circulación. Como sea, si necesitan cualquier cosa saben dónde encontrarnos –y tras guiñarles un ojo los dejó solos.

-Ve tú primero –dijo el francés sabiendo de antemano que dado su origen, Milo debía estar más afectado por el frío del lago.

-No, tú caíste primero, así que lo necesitas más que yo –repuso el rubio aferrándose a la cobija que lo cubría.

Camus sonrió –Milo, tú no lo sabes,  pero de niño casi todas mis vacaciones las pasé en Siberia con la familia de mi padre, así que créeme, puedo soportarlo, ve tú primero.

-Pues yo pertenecí al equipo de natación, y en invierno practicábamos en una piscina al aire libre.

-Sabes qué, olvídalo…entraré primero.

-Perfecto…Solo espero que no te demores demasiado –tras decir esto a penas si logró esquivar la toalla que Camus le arrojó a la cabeza -¿Y ahora qué te pasa?

-¡¡Eres imposible!!- gritó el galo lanzándole ahora la otra toalla que cayó junto a la ventana.

-¡Oh, claro, ahora échame la culpa! –respondió yendo a recoger la toalla.

-¡Fue tú culpa!...¡Te dije que yo podía!

-Camus…-pronunció Milo con repentina calma observando fijamente algo por la ventana.

Ver ese repentino y drástico cambio de expresión del griego en medio de su pelea, le hizo saber a Camus que algo importante estaba pasando. Olvidando por un momento su lista de reclamos, se dirigió a la ventana.

-¿Dime que no estoy soñando?- preguntó Milo con suavidad.

Los ojos de Camus estaban abiertos como platos –No lo puedo creer…

Y es que a algunos metros, escondidos entre los rosales lograron ver a una pareja besándose apasionadamente. Por la larga cabellera rubia, la piel blanca y la vestimenta hindú pronto identificaron a uno de ellos como Shaka…pero el otro no era precisamente  Afrodita.

 

Cual si fuera una estampida ambos bajaron corriendo en búsqueda de Afrodita. Lo hallaron pronto en la estancia principal.

-Espera, no podemos simplemente decirle ante todos que su novio se está besando con otro en el jardín –razonó Camus sin saber qué hacer.

-Tienes razón, pero debemos pensar en algo rápido o ese estúpido rubio se irá.

-¿Chicos, ocurre algo? –interrumpió el sueco de sus sueños quien de la nada había llegado a su lado.

-Es solo que…¡Mi collar!...Eso es…¡mi collar se me cayó en algún sitio y no puedo encontrarlo! –improvisó Milo con inusitado dramatismo.

-No puede ser, ¿el collar que te dio tu abuela?- dijo Camus siguiéndole la corriente –Te lo vi esta mañana antes de salir a pescar.

-¿En serio?

-¿Y dónde fue eso?- intervino Afrodita realmente alarmado por la pérdida de un valioso recuerdo familiar –Todos podemos ayudarte a buscarlo.

-La última vez que te lo vi estábamos en el jardín, ya sabes, cuando admirabamos las rosas.

No fue necesario decir más, en un abrir y cerrar de ojos toda la familia estaba buscando entre los extensos jardines.

-Creo que fue por aquí –señaló el galo guiándolos disimuladamente hacia el lugar donde sabían estaba ese infiel hindú.

Solo eso bastó. Afrodita que conocía como nadie aquellos jardines se adelantó, y al girar en uno de los bordes de los rosales se quedó literalmente en shock.

“¡¡¡Si!!!”…pensaron Camus y Milo al mismo tiempo notando como el sueco no sabía que decir. Estaban por ir en su auxilio, dispuestos a hacer frente al tonto rubio que seguro trataría de dar tontas excusas, cuando vieron como el peliceleste comenzó a reír apenado.

-Yo…de verdad lo siento. No sabía que estaban aquí…¡qué pena!- dijo para asombro de los otros que no entendían su reacción.

-Al contrario, perdónanos a nosotros por  esa bochornosa escena…-se disculpó el hindú que ahora visto de frente, aunque era muy parecido a Shaka, con claridad podían notar que no era él.

-Si Afrodita, que pena que hayas tenido que ver eso –dijo un guapo y alto hombre de larga cabellera oscura, quien tomó la mano del bello hindú.

-No te preocupes Aspros, créanme que los entiendo más de lo que se imaginan –confesó Afrodita con sus mejillas sonrojadas.

Ahora los shockeados eran el galo y el francés quienes simplemente no podían creer que aquello estuviera pasando.

-Oh, Asmita, Aspros, déjenme presentarles a mis amigos –dijo Dita corriendo hacia los otros –Estos son mis grandes amigos Camus y Milo…Chicos, él es Asmita, el hermano mayor de Shaka, y su novio Aspros.

-Mucho gusto, es un placer al fin conocerlos –saludó radiante la linda pareja.

-Oh, ¡aquí están!…-sonó la voz de Shaka llegando justo a tiempo para dar el toque final a aquel extraño momento.

Y así mientras las dos parejitas se mostraban su cariño junto a todos los demás  que volvían a la casa, Camus y Milo permanecían de pie, en el mismo lugar del jardín.

-Esto es una pesadilla …- musitó Camus con la vista fija en la nada.

-Solo quiero que este día termine ya…-secundó Milo  analizando que todo lo malo ya les había pasado –Ja, después de esto, ¿qué más podría salir mal?

-¡¡¡Bombones!!!...¡¡¡Parece que necesitan ayuda con la ducha, ¿verdad?!!!- gritaron  Stella, Rebecka y Alice apareciendo de la nada.

 

-¡¡Maldición Milo!!-gruñó Camus con unas ganas tremendas de asesinarlo.

 

Notas finales:

Y ese fue.

Creo que ya que el primer capítulo es más bien romántico, quise hacer este mucho más disparatado.

En lo personal me reí bastante escribiendolo, y de corazón espero que lo hayan disfrutado.

Sin más me despido, envíandoles un fuerte abrazo.

Bye Bye


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