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Veneno y antídoto por LadyBondage

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Notas del capitulo:

El lemon viene en el siguiente capitulo, besos y abrazos a todos y todas, les quiero.

 

A leer.

Sentimientos al descubierto

[1]

 

El día no podía ser peor, el calor tensaba el ambiente y espesaba el aire. Pero lo que más le molestaba era la actitud de Naruto, y Sasuke ya no tendría el valor de aguantar todo ese veneno que se mantenía aferrado en la punta de su lengua. Durante la noche, Naruto lo evitó y con aquella acción vinieron los problemas.

 

Sasuke se carcomió el cerebro en pensamientos, uno más nefasto que el anterior pero al final tenían el mismo resultado; infidelidad. Traición, engaño, desamor.

 

El príncipe rubio no sentía nada por él, estaba muy claro y Sasuke no esperaba a que eso cambiara, porque él mejor que nadie sabía que Naruto fue obligado a casarse por honor, pero no iba a tolerar que le engañara de esa manera, haciéndolo sentir inservible para su relación. Ellos estaban unidos bajo la aprobación de los dioses y nada iba a separarlos.

 

Tampoco iba a ceder, Naruto era suyo, dejarlo ir implicaba perder algo más que el orgullo pero Sasuke no sabía cómo llamar a ese sentimiento que el rubio provocaba con una sonrisa o una mirada tímida.

 

Y Naruto no ignoró la sospechosa actitud de su esposo, Sasuke le había dado un espacio para él, como si estuviese preparando el terreno para decirle algo, no tenía idea de qué podría ser pero cuando lo pensaba, su corazón se estrujaba, y luego pensaba en Itachi, su sonrisa malintencionada y su osado carácter. Sabía que estaba mal ocultarle algo de gran tamaño a Sasuke, no estaba siendo justo con el Uchiha, empero, tampoco se sentía totalmente confiado de revelarle la verdad.

 

No sabía cómo reaccionaría Sasuke, lo que menos quería eran problemas, tenían suficiente con todo lo acontecido hace pocos meses, otra puya entre ellos terminaría por fragmentar un matrimonio que no empezó del todo bien.

 

—No has tocado tu comida, Naruto, ¿te sientes mal? —es precisamente la voz de Sasuke quien trae de vuelta a Naruto.

 

El rubio niega con la cabeza, deja los cubiertos al lado del plato de porcelana, el estómago se le había cerrado y sólo había jugado con sus alimentos. Sasuke lo notó de inmediato, por eso se dejó llevar por la mera situación, y de paso, quería sacar lo que llevaba estancado en la garganta.

 

—Hace mucho calor para comer algo seco, ¿no te parece? —Naruto no lo mira, sigue mirando el plato como si su contenido fuese más interesante que verle a los ojos, y eso lo irrita.

—Sí, lo supuse, pero no conozco las costumbres de tu reino así que para es normal. —Comenta desinteresado.

—Creo que será mejor que me retire, buen provecho, Sasuke y gracias por la comida. —Sin embargo, antes de que Naruto ponga un pie fuera de la mesa, Sasuke golpea la mesa con ambas manos.

 

La suerte estaba de su lado, ningún criado estaba cerca, estaban solos en el amplio comedor, y las damas de compañía que solían frecuentar a su rubio esposo habían sido despachadas por las cocineras para dejar al matrimonio comer en absoluta complicidad. Sin saber que eso había avivado los planes de Sasuke.

 

— ¿Tan pronto? ¿Acaso no te enseñaron a esperar a que todos terminen para dar las gracias?

 

Naruto se siente terriblemente nervioso, las piernas le fallan cuando debería mostrarse estoico, el corazón en un puño y la garganta seca.

 

— ¿O es que el té de clavo te cierra el apetito? —Sasuke lo mira fijamente, esperando pacientemente a que la verdad salga a flote.

Naruto jamás se había sentido tan expuesto como ahora, ni siquiera es capaz de mantenerle la mirada a su propio esposo. Sus mentiras no estaban ayudándole a mantener el barco sobre el mar, y la manera en la que Sasuke apretaba los labios le hacía sentir como la persona más ruin de todo el mundo.

 

Los ojos le escocen, repasa su lengua por los labios cuarteados, reseco. Sasuke se pone de pie lentamente, a Naruto le parece mucho más alto de lo que realmente es, y no sabe si es porque tiene la barbilla en alto o es la forma de mirarlo, pero no conforme Sasuke se le acerca, Naruto cree que en cualquier momento se vendrá abajo.

 

—Contéstame Naruto, por favor. —Sasuke pide del modo más amable que conoce. No podría haberlo hecho años anteriores, cuando su orgullo podía más que la humildad.

 

Sin embargo, no estaba tratando con algún mercader o pirata bárbaro, sino con su esposo, la otra mitad que se juró proteger. Y por quien comenzaba a sentir cosas inexplicables, tal vez no estaba enamorado o quizá no lo sabía, pero le dolía que Naruto no se abriera con él, que no fuese capaz de exponerle todas sus dudas, hablarle con la confianza propia de un matrimonio.

 

Sasuke no se quería casar, aquella noche, cuando su padre y su tío le obligaron a aceptar el matrimonio, sólo podía pensar en ella, a la mujer que dejó atrás, el único ser que había podido doblegarlo, Sasuke pensó que nadie tendría ese poder nunca más.

 

Y luego conoció a Naruto, a su risa mañanera, el calor de su cuerpo y el aroma de su cabello. Entonces, cuando miró atrás, al recuerdo de la dulce ninfa que lo sedujo con mentiras, se dio cuenta que ya no dolía, el sabor amargo se le olvidó en la lengua cuando los besos de Naruto fueron su brebaje de mediodía.

 

¿Qué quería de Naruto? ¿Por qué lo necesitaba con mayor fuerza a cualquier momento?

 

—Lo siento… Sasuke.

 

Naruto rompe en llanto, lleva su derecha al cuello de cisne y acaricia el dije hexagonal para tomar valor. Y Sasuke no pierde detalle del movimiento de esos dedos.

 

— ¿Qué es esto? —no hay oportunidad para negarle nada, Sasuke envuelve la cintura de Naruto con fuerza, el rubio se serpentea suavemente intentando alejarse de él, pero el Uchiha es más rápido que su esposo, le arranca el collar tan pronto que Naruto apenas y puede ser consciente de lo que está sucediendo.

 

Sasuke lo suelta en actitud despectiva, admira entre sus dedos la preciosa piedra zafiro hexagonal que Naruto había mantenido oculta.

 

— ¡Dámela, es mía! —Naruto berrea como niño pequeño, Sasuke sin embargo le da la espalda escondiendo la prueba del crimen.

 

Conocía ese pedazo de cuarzo, lo había visto incontables veces en el reino de Hielo, se daban muy bien ahí las joyas hermosas, las mercadeaban en otros lares, la fortuna de los Uchiha se regía por minerales y diamantes. Como experto en joyería sabía perfectamente que pertenecía a su tierra.

 

Él nunca le dio un obsequio a Naruto como ese. Pero sabía de alguien que si lo había hecho.

 

—Itachi te lo dio, ¿no es así? —la afirmación que viene acompañada de una pregunta que sólo trata de suavizar la cruel verdad.

Naruto traga saliva audiblemente. Sasuke cierra el puño envolviendo la piedra en su palma, la otra mano libre la lleva al cinturón de cuero, donde tiene una fusta con la que arrea a su caballo.

 

Los recuerdos lo marean; la traición de ella, la única mujer que ha amado, la osadía de su hermano al abandonar a su prometido en el altar, Naruto sonriéndole a otro que no fuese él, Naruto besando otros labios, Naruto entregándose a otro cuerpo… no puede soportarlo más.

 

Se gira completamente, fusta en mano y la mirada rabiosa, Naruto se echa para atrás asustado golpeándose con el filo de la mesa, la misma que tambalea por la excesiva fuerza, la comida resbala de los cuencos y un vaso cae derramando todo su contenido.

 

—Sasuke…

 

El Uchiha mantiene la fusta por encima de su cabeza, pero no puede hacerlo, no tiene la capacidad ni el valor de lastimar a Naruto.

Baja la mano lentamente, la vergüenza lo invade, más la frustración siguen presentes, más fuerte que antes.

 

— ¿Amas a Itachi aún? —la pregunta duele para ambas partes.

 

Naruto no sabe que responder, agacha la cabeza, y para Sasuke esa es toda la respuesta que necesitaba.

 

— ¡Sasuke! ¡Sasuke! ¡Espera!

 

La soledad es lo único que acompaña a Naruto, y es en ese momento en el que se percata de los sendos lagrimones que resbalan por sus mejillas.

 

—No, Sasuke, no amo a Itachi…

 

 

[2]

 

Akatsuki es un grupo de mercenarios vapuleados y mal encarados que suelen dedicarse al robo, trueque en el mercado negro y en algún momento recurrieron a la esclavitud.

 

Todos y cada uno de ellos tenía un negro historial que pesaba como un fardo de piedra. Nadie que los conociera tenía buenas anécdotas de aquellos bandoleros.

 

Entre sus integrantes –que destacaban por sus peculiares cualidades- había uno en especial que sobresalía por su enigmática belleza y su mirada de trigo, aparentaba ser un muchachito cuando ya tenía unas lunas encima.

 

Sasori Akasuna, el escorpión de la arena, conocido por su brillantez y su manejo de las artes en madera, solía trabajar solo, no le gustaba ir a misiones con algún compañero, lo consideraba una pérdida de tiempo y su carácter no se amoldaba al de nadie en particular.

 

Por eso, cuando su pandilla de sicarios se detuvo con los vernáculos de Konoha, Sasori se sintió cómodamente bien, el reino de Fuego le agradaba, estaba acostumbrado a los lugares calurosos y de ventiscas susurrantes. No era problema para él adaptarse a un lugar tan alegre, pese a que no compartía ninguna festividad con los demás habitantes.

 

—Dicen las malas lenguas que Orochimaru está levantando un ejército para atacar algunos reinos. —Comienza el líder, sentado en el centro de la mesa rodeado de sus adeptos.

 

Sasori chasquea la lengua. Conocía a Orochimaru, la serpiente traicionera que alguna vez le hizo un encargo que jamás liquidó. Le tenía tirria guardada y escuchar su nombre le revolvía las tripas.

 

— ¿Y? ¿Eso que tiene que ver con nosotros? —pregunta Kisame, el hombre tiburón, proveniente de las gélidas tierras del reino del Hielo.

 

Pain, el líder y mandamás rumia unas cuantas maldiciones por la interrupción.

 

—No estamos aquí para disfrutar de mujeres y vino. La reina nos ha contratado, pagó una cuantiosa suma por nuestros servicios, así que nos quedaremos aquí hasta que dejemos de serle útiles.

 

Todos los integrantes de Akatsuki enmudecen, la sorpresa vino de golpe, la única mujer Akatsuki, alza la voz, firme y dulce;

 

— ¿Y por qué vamos a unirnos a estas personas? Somos mercenarios, mi señor, no estamos de parte de ningún bando. —La fémina, de mata azul y mirada aguerrida esboza una ligera sonrisa para Pain.

 

El líder asiente.

 

—Está claro que no somos buenas personas, no pido que se reformen ahora, pero Tsunade Senju me tendió la mano cuando estaba malherido, y Jiraiya fue mi maestro de armas, él me enseñó todo lo que sé, no quiero abandonarlos en su momento de mayor necesidad. He decidido que haremos lo que está en nuestras manos, si quieren, pueden retirarse, pero yo me quedaré.

 

Ante tal perorata, ninguno se digna a levantarse de su asiento. La lealtad es uno de los valores máximos dentro de la organización, ni siquiera Konan es capaz de dejar a su líder atrás.

 

—Vale, estoy contigo. —Sasori es el primero en hablar, Pain le regala una mirada significativa.

—Está bien, me uno a ustedes, dinero es dinero. —interviene Kakuzu, un avaricioso mercenario de ojos amarillo y fríos.

—Me uno, creo que es momento de ajustar cuentas con ese idiota de Orochimaru.

—Y yo…

—También yo…

 

Uno a uno determinan su elección hasta llegar a Konan, la mujer se cruza de brazos, sonríe de lado mostrando sus pulidos dientes blancos.

 

—De cualquier modo no quería irme de Konoha… aún.

 

 

 

[3]

 

Naruto entra a la habitación que comparte con su esposo, bajo la túnica traslucida no lleva más nada puesto. Sasuke está sentado al borde de la cama limpiando la hoja de su espada, lo hace con tal delicadeza que Naruto envidia no ser ese objeto que es la devoción de su esposo.

Sasuke alza la cabeza, el aroma de nuez de Naruto llega hasta sus pulmones, y ahí frente a él está el ser más hermoso que ha visto.

 

—Sasuke, déjame disculparme contigo… —el Uchiha envaina la espada y la apostilla en una de las esquinas de la cama, intenta hablar pero Naruto lo manda a callar con un dedo sobre sus labios.

 

Empuja al Uchiha a la cama, y éste cae desprovisto de ningún arma que pueda detener las intenciones de su creador. Naruto se sienta en el regazo de Sasuke, el miembro del mayor vibra de emoción cuando siente las firmes y suaves nalgas del rubio. Naruto se despoja de la prenda que cubre el pudor y la inocencia de miradas lascivas.

 

—No amo a Itachi, lamento haberte mentido con respecto al té, no quise hacerte daño. —Para reafirmar sus palabras, Naruto deposita cortos besos alrededor del rostro de Sasuke.

 

Y la luna, magnánima y refulgente se alza en lo más alto del manto nocturno. La noche apenas empieza.

 


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