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Sexting por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Según la RAE:

Suplicio: (Del lat. supplicium 'súplica', 'ofrenda', 'tormento').

1. m. Muerte o daño corporal grave que se causan a alguien como castigo.

2. m. Dolor físico o moral intenso.

10

Suplicio

 

—Mamá, iré a guardar mis cosas—avisó.

     —Goku—la mujer lucía apenada, su tristeza ya no la ocultaba, quedó completamente al descubierto respecto a sus emociones desde meses atrás, más específicamente desde el día que la visita de la policía se dio—. Perdón por obligarte a mudarnos otra vez.

     —No importa, mamá—la miró. En esta ocasión ya no se molestó en forzar una sonrisa para tranquilizarla, sino que sólo la veía de forma desinteresada.

     El Son se metió en su nueva habitación, viéndola muy distinta a la anterior y principalmente de su verdadero hogar. Sacó todas sus pertenencias y las organizó, se asomó por la ventana y notó que su única vista era hacia un callejón donde sólo había contenedores de basura pertenecientes al restaurante de al lado.

     Se recargó en el marco y miró al cielo, contaminado y lleno de cables que partían de los múltiples postes de luz que había en esa ciudad muy poblada. Hizo su cuerpo hacia afuera para asomarse y ver a lo lejos un pequeño bosquecito. Su nuevo departamento estaba a las orillas de la ciudad, por lo que era ligeramente menos concurrida la zona.

     Volvió a entrar y bajó el cristal. Tomó la gorra que en algún momento perteneció a su hermano mayor y salió de su alcoba. La mujer estaba revisando el correo y tenía muchos recibos sobre la mesa del comedor. Se asomó por la puerta esperando que se percatara de su presencia y volteara.

     —Mamá, saldré por ahí…—ella asintió lentamente sin quitarle la mirada, por lo que Goku la dejó sola.

     Gine se había mentalizado con la idea de que su hijo diariamente vivía una batalla contra el mundo entero y contra sí mismo. Se había esmerado tanto en alejarlo de cualquier objeto con el que pudiera herirse, y estaba tan obstinada en eso que dejó de prestarle atención al verdadero detalle importante: su hijo la necesitaba.

      Goku necesitaba a su mamá consigo, apoyándolo como antes. Pero no, ella se había alejado por el trabajo, y cuando tenía la oportunidad de estar con él sólo se enfocaba en pedirle que dejara de lastimarse, cuando lo que debía hacer era darle un motivo para que saliera adelante. Y ahora su pequeño ya no la necesitaba, por más que quisiera ya no formaba parte de los pensamientos del menor.

     El pequeño ya había pasado a la etapa donde se sentía abandonado por todos. Tristemente ya no podía remediar la situación, había permanecido tan distante que era casi imposible que se pudiera acercar ahora. Y claro que le dolía, tenía miedo de perderlo, de que su dolor fuera tan grande que dejara de luchar y acabara con todo de raíz.

     ¿Cuántas batallas más podría luchar por él? Sentía que ninguna más. Y no porque no quisiera, estaba completamente dispuesta a hacer lo que fuera necesario con tal de que el menor pudiera mostrar una vez más una sonrisa sincera. Pero el Son se enfrascó tanto en su soledad que no dejaba que ella se acercara a rescatarlo.

     Lo peor de todo era que ese tipo de emociones le eran provocadas por las cosas que conoció y le tocó presenciar. Pero sabía perfectamente que era una minoría: su hijo le ha ocultado por cosas durante ya dos años, y de sólo imaginarlas se quedaba atónita. No obstante, la realidad seguramente era más aterradora que su imaginación.

 

***

 

—Buenas tardes—saludó en voz baja adentrándose al local, al abrir la puerta sonó una campanilla plateada. El anciano del establecimiento dejo su periódico a un lado para mirar al joven, acomodó sus gafas y le dedicó una sonrisa.

     —¿En qué puedo ayudarte?—el Son miró hacia todos lados, dándose cuenta de que completamente solo.

     —Un corte de cabello—el hombre le hizo una seña para que se sentara en la silla frente al espejo.

     Goku se acomodó, y el hombre pudo colocar una tela alrededor de su cuello, la cual colgaba para cubrir su pecho y espalda. Empezó por cepillar su cabellera alborotada, dejando la gorra sobre el peinador. El menor se miró, nada quedaba de aquel niño de 12 años que estúpidamente perdió la dignidad, su mirada era caída y sus ojeras muy oscuras, su piel se palideció tras la depresión e incluso se veía relativamente delgado. Lo único que le quedaba, tal como dijo Yamcha, era su cabellera.

     —¿Cómo lo quieres, jovencito?

     —Sólo… que esté corto…—pidió en casi un susurro.

     El hombre asintió y comenzó con un corte con tijeras en los mechones más largos, para emparejar después aquellos que eran más cortos. Su melena poblada era difícil de manejar, por lo que el hombre constantemente acomodaba sus gafas, siéndole más complicado por su escasa visión. Goku, al notar el ceño fruncido y ojos entrecerrados del hombre, que lucía ya con vista cansada por ser de avanzada edad, decidió hablar.

     —Así está perfecto—el hombre miró con sorpresa al menor a través del espejo—. Así me gusta, muchas gracias.

     El menor pagó y se fue del local. Aprovechó cuando pasó por un edificio con vidrio unidireccional para mirarse en el espejo. Estaba irreconocible, su cabello se veía bien pero aun así le costaba mucho verse de ese modo. Soltó aire y se colocó la gorra, metió sus manos en sus bolsillos y caminó por las calles, el clima era templado y el cielo nublado.

     Miró hacia la izquierda, ahí estaba aquel pequeño grupo de árboles que no dejaban ver bien entre su espesura. Siguió avanzando, teniendo de pronto un bajo interés por regresar a su nuevo hogar. Pateó una lata vacía, estaba un poco frustrado, ya iban dos mudanzas desde que ocurrió el incidente, y esa situación sólo lo hacía sentir más tenso.

     —¿Eh?—notó un anuncio en lo alto, sonrió de medio lado al leer una conocida marca japonesa de ropa y con la imagen de Lapis y su hermana gemela—. Está de vuelta…

     Su sonrisa se fue borrando lentamente. ¿Qué diría el mayor cuando lo viera otra vez, así tan decaído, tan temeroso de su alrededor? Claro, si es que seguía buscándolo. Mordió su labio inferior, tal vez era prudente olvidar al chico y dejar que siguiera su camino, de lo contrario sólo entorpecería su carrera.

     —Debo olvidarme de él—pasó su mano por su rostro—. Pero… Ya no es como antes… Sólo lo quiero conmigo como amigo, perdí ya las esperanzas de algo más—bajó la mirada y siguió caminando—. No es justo para él…

 

***

 

—Goku—miró al menor cuando se asomó por la puerta.

     —¿Pasa algo, mamá?—preguntó tan sólo ella se sentó en la orilla de su cama.

     —¿Cómo te fue en la clase de hoy?

     —Bien—se recargó contra la pared—. Pero… gastas demasiado, sabes que puedo estudiar por mi cuenta, o puedo volver a la escuela.

     —Goku—se tornó más seria, el menor sólo chasqueó la lengua y miró hacia un lado—. Hijo, ya lo habíamos hablado—el menor cruzó sus brazos—. ¡¿Qué es lo que te pasa?! Llevas días comportándote muy grosero…

     —Nada…—se apoyó en el marco de la ventana, casi sentándose.

     —Hijo, iré a cubrir el turno nocturno—se puso de pie y salió de su habitación, no sin antes decir—: Estás castigado esta semana…

     —Como si tuviera a dónde ir…—murmuró, la mujer lo escuchó y sólo atinó a hacer una mueca, se reprimió y tomó aire.

     —Sólo… compórtate…—dijo y se retiró, harta de la falta de comunicación que últimamente tenía con el menor.

     —Hmph…—tomó su cabello y se asomó por la ventana, mirando a la mujer alejarse en su camioneta luego de unos minutos—. Rayos…—se mostró un poco arrepentido—, no me gusta estar enojado todo el tiempo… Ella no merece este trato, pero no puedo controlarme…

     Miró hacia la escalera de incendios que estaba cerca, sacó dinero de su ahorro y se vistió con una chaqueta negra. Se coló hacia la escalera saliendo por la ventana, escalando muy difícilmente y corriendo riesgo de caer por la relativa lejanía. Cuando logró llegar a ella bajó y caminó por la calle, con sus manos metidas en los bolsillos y su mirada gacha.

     Llegó a la tienda más cercana, una pequeña tienda de abarrotes. Tomó una soda de la nevera y una bolsa de patatas fritas, las colocó en el mostrador mientras el empleado entregaba una botella de licor a un cliente.

     —Aquí está, señor…—Goku sólo miró la botella con un curioso líquido amarillento. Miró cómo aquel hombre, que lucía de alrededor de 45 años, con una apariencia bien cuidada y porte fino, se retiraba con aquella atractiva botella.

     —¿Algo más, niño?—preguntó el adolescente registrando los productos que el menor llevaba.

     —Quiero… una botella como la que se llevó el señor…

     —Já, eres sólo un mocoso, no le vendo alcohol a menores—comentó con una sonrisa burlesca, con la que mostraba sus dientes.

     —Te doy el cambio—mostró el billete de gran valor. El adolescente borró su sonrisa, miró hacia todos lados y tomó los productos del menor, para introducirlos en una bolsa de papel, fuera de la mirada del menor.

     —No puedo venderle alcohol a menores—repitió con un tono más serio. Goku, con ligera decepción, entregó el billete para que cobrara únicamente sus anteriores pedidos. El joven le entregó la bolsa, el Son al sentirla más pesada de lo que imaginaba, se asomó un poco a su interior y notó que el chico disimuladamente había metido lo que pidió.

     —Gracias—a cuestas del trato anteriormente sugerido, se retiró.

     Caminando de regreso a su departamento abrazó la bolsa contra su pecho. Tal vez era lo que necesitaba para poder relajarse y mejorar su actitud. Alzó su mirada hacia el edificio y entró por la puerta principal, siéndole más difícil escalar la pared ahora que tenía las manos ocupadas.

     Agradeció internamente no toparse a ningún vecino curioso que le preguntara sobre su estado. Se sentía ligeramente incómodo, tenía la adrenalina de ser descubierto por algún adulto. Cuando el elevador se abrió en su piso se apresuró hacia su puerta, sacó las llaves e intentó introducirlas en la ranura, aunque de forma torpe por su nerviosismo.

     —¿Todo bien, jovencito?—preguntó una señora de edad mayor acercándose al Son.

     —Sí, todo bien…—por fin consiguió abrir la puerta, soltó un suspiro de alivio y miró a la mujer—. Buenas noches. Perdone que no pueda quedarme a conversar, mamá salió y no debo hablar con desconocidos.

     Entró sin esperar respuesta, se encerró con seguro y fue a la cocina únicamente por un vaso de vidrio. Se encerró en su habitación y fue a sentarse sobre la alfombra frente al televisor. Colocó una película y sirvió un poco de aquel líquido amarillento, sólo un trago. Desde el instante en que lo destapó un fuerte olor inundó sus fosas nasales.

     Lo probó, y de inmediato separó el vaso de sus labios. Tosió un poco, asqueado ante el desagrado que le ocasionó. Vertió soda hasta llenar el vaso en un intento de aminorar el horrible sabor del licor, en esos momentos se preguntaba por qué mucha gente lo bebía, ¿en serio eran muy buenos los efectos que producía? Porque lo que él sabía era que no hacía más que arruinar el cuerpo lentamente.

     Volvió a beber, siendo más aceptable para su paladar, aunque no lograba convencerlo. Decidió ignorar el sabor con ayuda de las papas fritas de queso; así pasó su tarde, comiendo frituras y bebiendo pequeñas cantidades de alcohol diluidas en refresco. Sin embargo, esas pequeñas cantidades de alcohol se habían convertido en una suma considerable.

     Un poco acalorado por el calor que emanaba el interior de su cuerpo, se quitó la playera y el pantalón, quedando únicamente en bóxer. Miró la botella, chasqueó su lengua al notar que ya había rebajado casi la cuarta parte de su contenido. Cerró bien y la ocultó bajo su cama, en un rincón para evitar que alguien la descubriera.

     Sintiendo un ligero mareo decidió ir a lavar velozmente el vaso. Mientras tenía el vidrio entre sus manos, enjuagándolo con aquel líquido helado que salía del grifo, empezó a reír bobamente. Recordó a Broly, ese hijo de puta que lo había condenado por su foto. Pero en esos momentos no sentía ira, rabia o melancolía, sino que le parecía demasiado divertido lo que la vocecilla de su cabeza le bromeó: después de todo ni la tenía tan grande…

     Dejó en el escurridor el vaso y volvió a su habitación. Mareado, tocó su abdomen, sintió las arcadas y cómo sus jugos gástricos subían por su esófago. Corrió al baño y vació su estómago, se tuvo que sostener del tanque para no caerse de lado. Cuando ya no tenía ganas de vomitar lavó sus dientes y se fue a recostar.

     En pocos minutos se quedó dormido.

 

***

 

Abrió los ojos lentamente, sentía que su habitación estaba dando vueltas. Apretó la cobija que lo cubría, sin recordar en qué momento se había colocado aquella manta encima. Se incorporó y su piel se erizó por el frío de su ambiente. Miró el televisor, ¿sí lo había apagado antes de dormirse? Sacudió su cabeza y fue a ducharse, vistiéndose al terminar con algo un poco más abrigador.

    Fue camino a la cocina, y apenas en ese momento, cuando vio a su madre alistándose para salir, se percató de lo tarde que era. Había dormido casi un día entero a causa de aquella sustancia que había entrado en su cuerpo.

    —Goku, ¿cómo te sientes?—preguntó su madre con un tono preocupado—. Intenté despertarte esta mañana pero no respondías, tuve que cancelarle al maestro porque no te despertaste.

     —Ah, es sólo que…—tomó su cabellera, todavía aturdido por el alcohol—. Anoche me dio un poco de fiebre, y me duele la garganta. Creo que me estoy enfermando.

     —¿Por eso dormiste en ropa interior? ¡Afuera estaba helando!

     —Sí… Perdón que lo hiciera, mamá, creí que así bajaría la fiebre—la mujer se acercó al menor y tocó su frente, el menor intentó desviar la mirada para que no notara que sus ojos estaban levemente enrojecidos.

    —Ya no tienes fiebre, pero procura no volver a hacer eso. Si te vuelves a sentir mal ve con la vecina del apartamento 6-D, ella también sabe de medicina y te puede decir qué tomes. ¿Está claro?—el menor asintió—. Goku, mañana vendrá tu maestro, pero si te sientes mal esta noche déjame una nota sobre la mesa, para poder cancelarle con tiempo.

    —Sí.

     —Bueno, ya me voy, hijo—tomó su bolso y sus llaves del auto y se acercó a la puerta.

    —Mamá.

     —¿Qué pasa hijo?—volteó y apenas notó cuando el menor se acercó para abrazarla, gustosa de poder una vez más sentir aquel tacto.

     —Nada, sólo quería abrazarte—la mujer besó su cabeza—. Mamá, perdón por todo el daño que te hice, no debí tratarte así.

    Ella miró enternecida a Goku, sólo lo volvió a abrazar y le repetía una y otra vez que “todo estaba bien y que saldrían adelante”. Cuando por fin el duradero abrazo terminó volvió a su habitación, reflexionando lo que había hecho la noche anterior.

    —Este no es el modo—se repitió mentalmente un par de veces—. Pero es la única manera para no sentirme enojado con ella… ¡No!—mordió su labio inferior—. Aunque…—tomó su cabellera con frustración—. ¿Qué más da si me hace daño? Todos me han hecho sentir deseos de morir.

    Siguió reflexionando, y acertaba en su criterio: ¿qué importaba si bebía y dañaba su hígado, si al final los deseos de morirse seguían ahí? El alcohol le produjo una sensación similar a los cortes, era como si con aquel líquido que calentaba su interior podía reducir la falta de aprecio personal que había tenido últimamente.

    —Es mi única salida porque…—abrazó sus piernas y ocultó su rostro en sus rodillas—. Estoy completamente solo…

 

***

 

—Una vez más, calificación perfecta—comentó su maestro entregándole su examen. Goku había hecho todo tan pulcramente como antes del incidente, para no desperdiciar en vano el esfuerzo que hacía Gine por pagar un maestro privado y alejarlo del acoso escolar—. No entiendo cómo puedes de momentos ser tan estúpido. La clase terminó.

    Y con ese comentario como despedida tomó sus cosas y se fue del departamento, dejando a un Goku abatido. Gine lo mantenía lejos del bullying, pero no del acoso de quien ahora era su profesor. En un inicio no había sido reconocido por el hombre, principalmente porque había procurado mantener su cabello corto y despeinado, usando un gorro si era necesario, con tal de que no supiera quién era verdaderamente y que su nombre pareciera una muy desafortunada coincidencia.

    Pero el cabello crecía y las sospechas se confirmaban, y tarde o temprano el hombre descubrió que efectivamente se trataba de aquel vulgar adolescente cuya foto desnudo había pasado al menos una vez por el celular de media ciudad. Y, como todo adulto imprudente y conservador, sólo tachaba de estupidez aquel acto inocente del Son.

    Frunció el ceño y salió por la ventana hasta la escalera de incendios, subió al punto más alto, el cual daba a la azotea, y se sentó en la orilla del techo, sus piernas colgaban hacia la calle, mientras su cabeza se asomaba entre los barrotes del barandal que impedía una posible caída. Sacó de su bolsillo la cajetilla que tomó antes de salir y sacó un cigarro, buscó el encendedor en el otro bolsillo y encendió la punta. Aspiró y dejó salir el humo.

    Ya casi era febrero, y su estancia en aquel departamento había sido apacible gracias a aquella botella de licor que compró y de la cual bebía ocasionalmente. Y no sólo eso, sino que una tarde, donde subió a la terraza a tomar aire, se encontró con un chico que fumaba. Lo reconoció desde un inicio como el hijo de una vecina, el cual discutía constantemente con su madre a gritos por el pasillo.

    El chico, que no había reconocido al Son, le había contado en un desahogo que siempre que discutía prefería subir a fumar dos o tres cigarrillos para calmarse. El Son, sin entrar en detalles, le había explicado que también necesitaba un poco de paz, por lo que él recurría al alcohol. Y, luego de peticiones insistentes, el mayor había accedido a obsequiarle un cigarrillo.

 

Me iré de casa, niñohabía comentado el mayor en una de esas tardes donde los dos se reunían únicamente a fumar y conversar lejanamente de sus penas. El mayor quejándose de su madre que no hacía nada aparte de culparle por la muerte de su hermanito, quien en realidad había tenido cáncer terminal y eso fue lo que se lo llevó de este mundo tan pronto; y el Son quejándose del bullying que había recibido por parte de todos por un incidente todavía no aclarado para el adolescente.

    ¿Te irás?

     Esta noche, en lo que ella va de comprasexplicó, sonrió hacia la enorme ciudad—. No puedo seguir así, nunca… nunca creí que sentiría tantas ganas de matar a alguienmiró al menor—. Obvio no lo haría, pero te das cuenta que estás recibiendo demasiado daño cuando pensamientos así surgen…

     Zeshin, ¿estarás bien tú solo?—el más alto asintió y miró con una sonrisa sincera al menor.

     —Lo estaré. Y si no, lo intentaré—apagó el cigarrillo y lo dejó caer hacia la calle—. Ten, para que me recuerdes—mencionó entregándole el encendedor, uno muy especial con forma de carrito de juguete.

    —¿Estás seguro?—él sonrió y asintió—. Gracias.

     —Goku, ¿ves aquel auto rojo?—el Son asintió—. Es mi señal, debo irme ahora—estrechó sus manos—. Nos veremos otra vez algún día, amigo…

 

 

     Goku sospechaba que aquel muchacho sí sabía de su identidad, pero a pesar de ello jamás lo alejó, quiso ser su amigo pese a sus errores pasados. Y eso reconfortaba demasiado al Son, por eso después de sus humillaciones con su profesor subía a pasar tiempo con Zeshin, a veces incluso no probaban cigarrillo, lo único que hacían es tener una compañía que escuchara y comprendiera.

     Y ahora, en su ausencia, se enfocaba a reflexionar mientras un cigarrillo se desvanecía entre sus labios con cada suspiro. Había sabido ocultar muy bien aquellos dos vicios que decidió tomar. En conjunto lograron que su estadía en esa nueva ciudad fuera incluso agradable por unos minutos al día.

     Sabía que estaba envenenando su cuerpo, que estaba cometiendo un error. Que si alguien se acercaba y le preguntaba si debía elegir su mismo camino él lo negaría y gritaría una y otra vez que estaba mal hacerlo porque afectaba mucho a su salud. Pero Goku sentía que, al menos para él, era necesario. En su cuerpo, el cual él desde su primer corte había condenado a dañarlo para sentir satisfacción, era apropiado para calmarse.

     Apagó su cigarrillo y lo metió dentro de una botella que tenía sólo unos cuantos mililitros de agua, adentro había varias colillas, las cuales se habían humedecido. Había creado una pequeña colección de ellas, y las había almacenado para evitar contaminar más de lo que ya hacía con el humo. Dejó la botella cerrada ahí y se quedó admirando el paisaje, uno muy triste por cierto.

     Muchas personas yendo de aquí, allá, sin fijarse bien ni por dónde iban, sin prestar atención a su entorno. Era un bonito día, el atardecer más hermoso que había visto en mucho tiempo, pero parecía que nadie aparte de él lo notaba. Se sintió decepcionado de que la sociedad seguía un margen estricto donde, como si fuesen máquinas, se programaban para cumplir con sus responsabilidades laborales e ir a casa a cumplir con las hogareñas, no había tiempo de admirar el mundo que los rodeaba.

    Se quedó viendo hacia el horizonte un rato más, y hasta que no anocheció se dignó a bajar a su apartamento. Era viernes, y siempre que llegaba ese día se encerraba en su habitación a beber un trago para calentar su cuerpo. Pero hoy… ese día no se sentía con ánimos. Miró la hora y sonrió tiernamente.

     —Prepararé una cena para mamá, llegará con hambre…

     Tomó dinero de sus ahorros y salió, cerrando bien antes de marcharse. Sólo tenía que ir al supermercado del centro y comprar unas cuantas verduras, o tal vez un poco de ramen. Caminó por al menos cinco minutos, deteniéndose frente a un restaurante para mirar discretamente hacia los platos ya servidos y darse una idea de qué podría prepararle a Gine a modo de gratitud por todo lo que había hecho por él.

     Suspiró, se quitó la gorra para alborotar su cabello un poco y se la volvió a colocar. Miró una limusina estacionarse frente al restaurante, no le prestó atención y siguió avanzando, seguramente se trataba de uno de esos millonarios que se daba aires de importancia sólo por tener dinero pero al final resultaban ser una mierda de persona.

    Caminó hasta la esquina, viendo una segunda limusina pasar. Rodó los ojos, ¿qué tenía de especial un auto alargado como bañera? Siguió caminando, pensando bien qué ingredientes tenía escrito la vieja receta de la abuela que alguna vez leyó cuando jugaba en su cocina aquellas tardes de verano donde…

     —Mghh—sintió una mano en su boca y un brazo grande y fuerte apresando su pecho y llevándolo al interior de un edificio abandonado que en unos días demolerían.

 

***

 

—Hermano, ¿qué tienes? No has hablado mucho desde que regresaste de Francia—comentó la rubia antes de beber un poco de Champagne—. ¿Acaso olvidaste cómo hablar nuestro idioma?—acomodó un poco su abrigo. En su movimiento sus pechos se movieron un poco, éstos eran expuestos provocativamente por ese vestido rojo sin tirantes que acentuaba su perfecta silueta.

     —No, nada de eso—miró al techo, pensando con gran inquietud.

     —Pff, ¿acaso sigues pensando en aquel niño?—el pelinegro la miró con el ceño fruncido—. Lapis, ya supéralo.

     —Tú no entiendes, ni siquiera sé si está bien…—tomó su cabello con frustración—. No entiendo cómo puedes pensar tan mal de él…

     —¿Sólo yo? Todos lo hacen, y con buenas razones—soltó aire y un mechoncillo que caía de su frente se alborotó—. Desde que lo conociste te volviste demasiado aislado…

     —Y tú muy imprudente—ella iba a replicar, pero fue interrumpida—. No intentes actuar como si fuéramos amigos, Lazuli, sabes que yo sólo acepté trabajar para esa compañía porque tú me lo pediste. Pero después de hoy ya no volveré al modelaje.

     —Pff, desperdicias tu talento...

     —G-Goku…—lo oyó susurrar, ella miró a la dirección donde su gemelo miraba, allá hacia la ventana—. Es Goku, mi… mi pequeño…

     —¿Dónde?

     —En la ventana, ¡es él! Debo ir rápido con él y…

      —Lapis, allá no hay nadie—el pelinegro volteó a verla con confusión, y cuando su mirada volvió hacia aquel cristal lejano la presencia de su pequeño Son ya no estaba—. Creo que has bebido demasiado. Será mejor que vayas a tu apartamento, después de todo ya llegó tu chofer.

     El de cabello azabache miró su copa, era cierto que llevaba varias en esa velada, ¿pero estaba tan bebido que había alucinado a su pequeño niño en esa ciudad? Bueno, Goku ni siquiera vivía ahí, él era de la ciudad del Sur e incluso sabía exactamente en qué casa. Tal vez debía tomarse el tiempo de presentar una renuncia formal, aprovechando que su contrato se había cumplido, e ir a su casa a ver cómo estaba.

     —Me iré, Lazuli—tomó su saco y se lo colocó—. Ten cuidado cuando regreses a casa.

     Pidió porque después de todo era su sangre, su mitad, su primera amiga y compañera. Pero si no fuera porque la rubia tenía doble cara y era en ocasiones una hipócrita, él habría considerado seguir con ella en su trabajo para que pudiera sobresalir. Ahora le tocaba hacerlo sola, aunque le cueste más trabajo.

    Salió y miró la limusina que su agente insistía en que usara en sus días de trabajo, ¡qué desperdicio de combustible! Podía usar perfectamente el transporte público y así no llenar de más basura contaminante al aire. Miró una última vez hacia ambos lados, en un intento de confirmar si fue una alucinación la presencia del Son que anteriormente había tenido. Y ahora que no lo vio lo único que creyó fue que sí se había equivocado y que había bebido demasiado.

    Apretó contra su pecho el llavero que su pequeño le regaló en su último adiós y sacó su teléfono cuando sintió que las lágrimas saldrían de sus ojos.

    —Mirai, ¿puedo ir a visitarte en tu departamento? Necesito hablar con alguien…

 

Tan sólo el pelinegro se retiró, escribió un texto a su guardaespaldas y salió del restaurante, su caminar era sensual y muy atractivo, recibió algunas miradas por parte de los hombres que estaban cenando, incluso le pareció escuchar un “¿qué le estás viendo?” de una esposa celosa. Perfecto, justo lo que quería: atraer las miradas de los hombres para crearse más “promoción”, a ella y a su nuevo trabajo como modelo.

     Se acercó a su limusina, una negra; la de su hermano era blanca, pero la suya era más formal y eso le encantaba. Tomó el pomo de la puerta y abrió, se metió con cuidado, pisando difícilmente el piso del auto a causa de sus tacones de aguja. En un inicio le habría molestado hacerlo por sí misma, pero a su guardaespaldas le tenía un trabajo mucho más especial.

     Dio una indicación a su chofer y empezó a desvestirse, colocándose ropa deportiva de color rosa y una gorra roja. Cambió su calzado incluso para sentirse más cómoda para lo que haría. El hombre dio vuelta y se detuvo en una callejuela. La chica salió tranquilamente y regresó por donde venían. No tardó mucho en llegar frente un edificio abandonado, el cual estaba en pésimas condiciones y carecía de iluminación.

     Gracias a que las calles tenían grandes farolas, la luz de éstas iluminaba el interior con los pocos rayos que entraban por las ventanas rotas. Miró aquel cuerpo de un niño inocente que forcejeaba por librarse de los brazos de quien lo tenía capto. La chica lo observó detalladamente, esos ojos, esos labios, ese cabello…

    —Goku, ¿cierto?—preguntó. Su guardaespaldas quitó su mano de la boca del menor.

    —¿Lazuli?—ella frunció el ceño—. ¡Eres la hermana de Diecisiete! ¡¿Por qué haces esto?!—calló sólo un momento, viendo la seriedad que mantenía—. ¿Dónde está él? ¿Está bien?

    —¡Já!—tomó su cabello y rio sin gracia—. Es increíble que esto esté pasando—miró con ligero odio al pequeño—. No has hecho nada más que causar problemas a mi hermano. No dejaba de insistir en ti, no quiere trabajar a mi lado y gracias a ti ya no quiere ni relacionarse conmigo.

     —Yo…—se mostró abatido—. Quizá si hablo con él…

     —¡Cállate!—pateó el rostro del Son, el menor giró su rostro hacia otro lado, impactado por la acción de la rubia—. ¡No hagas nada! ¡Deja de meterte en la vida de mi hermano! ¡Eres sólo un maldito homosexual que no sabe más que ofrecerse a cualquiera!

     —No… él no pensaba eso de mí…

     —¡Él está bien sin ti! ¡Quiero que te alejes de él para siempre!—volvió a patearlo—. ¡¿No entiendes que eres una escoria?! ¡Mi hermano merece algo mejor que un mocoso como tú!

     —Basta…—susurró en un intento porque la chica reflexionara.

     —¡Entiéndelo, basura! Sólo eres un estorbo para él…—volvió a patearlo, esta vez en la boca del estómago. Goku escupió cuando golpeó su pecho—. ¿Por qué no simplemente te mueres?—abrió sus ojos completamente al oírla—. ¡¿Por qué no te mueres?!

     Siguió pateando el cuerpo del Son, cayendo en la locura del egoísmo. Se sentía tan… tan humillada. ¿Cómo era posible que Lapis la remplazara con ese mocoso? ¡Ella era su hermana! Y no cualquier clase de hermana, ¡era su gemela! Estaban conectados desde antes de nacer, ¡ella debía ser más importante para 17 que ese niño que conoció en una feria!

     Y no sólo eso, le ardía la sangre al ver cómo se la pasaba mencionándolo diariamente y hablando casi a diario acerca de lo preocupado que se encontraba por el Son. ¡¿Y qué había de ella cuando iba y se quejaba de su vida?! Muchas veces llegó llorando, ya sea porque cortó con su novio, perdió amistades o había tenido un pésimo día.

    Pero no, siempre había estado fuera de las prioridades del pelinegro. Y ese niño… no tenía ni un día de conocerlo, cuando 17 llegó a casa hablando de las maravillas de ese tal Son Goku a quien pensaba conquistar justo cuando regresara de Francia. Y ella cuando recibió la foto a su correo se le mostró a su hermano, para que abriera los ojos en que cometía un error. ¡Pero no! Le había gritado para que borrara las imágenes y se callara.

      Gruñó y dio una última patada en su rostro, que terminó por abrirle la mejilla.

     —¡Muérete, niño!

     El Son muy difícilmente miró cuando la chica y ese enorme sujeto se fueron del lugar. Visualizó varios insectos y otras plagas en el cuarto. Se levantó y caminó con dificultad, no era capaz de erguirse por el dolor que sentía en el torso.

    Llegó hasta su edificio, para entonces ya estaba llorando desesperadamente. Hacía tiempo que no recibía una agresión de ese tipo. Pero las palabras dichas… fueron demasiado, fue peor que cuando lo leyó en su muro, o lo oía decir en murmullos de las personas. Oírlo directamente, con tanto odio y furia… no resistió.

     Ella era la imagen casi exacta de Lapis, por lo que verla con ese enojo era como si lo viera a él. Su cuerpo lo sentía así, pese a que había tantas diferencias entre los gemelos. Lazuli tenía sus ojos azules brillantes, pero era de una forma casi desesperante, muy excesiva que asustaba, como si la chica quisiera intimidar con ellos.

    En cambio 17… los suyos eran más atractivos, cálidos, tiernos, amorosos…

     Pero ahora su recuerdo no era suficiente, no se sentía bien, era demasiado tiempo padeciendo acoso por parte de todo mundo que lo de esa tarde fue la gota que derramó el vaso. La puerta del elevador se abrió, y caminó hasta su puerta, llorando audiblemente, ya sin contenerse.

     Se metió dentro y corrió hacia la cocina. Sí, recordaba que había leído que podría funcionar, era muy práctico y sencillo, al alcance de sus manos… Se arrodilló frente al almacén, quitó el seguro y sacó varios envases de detergente. Mezcló algunas cosas y bebió de un solo trago. Lazuli tenía razón, lo mejor era morirse ahora.

 

***

 

Soltó un suspiro y deshizo la coleta de cabello que llevaba. Su cabello se alborotó y se sintió un poco más aliviada. Avanzó por el pasillo y saludó con un gesto a dos mujeres que conversaban afuera del departamento de alguna de las dos. Gine sabía quiénes eran, se trataba de ese típico par de mujeres que sólo actuaban como cámaras de vigilancia y sabían más de la vida de los vecinos que ellos mismos.

     A ella no le agradaba demasiado tratarlas, le causaba estremecimiento verlas en ocasiones asomándose por las ventanas, medio ocultándose entre las cortinas. Mataban su tiempo observando a otros residentes y armando un rompecabezas de chismes hasta que completaban las historias. Bueno, no era tan extraño, todo vecindario tenía mínimo un par de ellas.

     —Gine—no recordaba en ningún momento haberse presentado con ellas, pero seguro la conocían por habladurías—. Hace rato llegó tu hijo llorando y golpeado.

    La azabache sintió que su corazón se le salía del pecho. Corrió los pocos metros que faltaban para llegar a su puerta y abrió velozmente. Pudo ver el momento exacto cuando su hijo escupía un poco de sangre y segundos después vomitaba. Botellas y botellas, algunas blancas, otras transparentes con líquidos azules, verdes, púrpuras…

     Gine, tranquilízate un poco. Eres doctora, sabes actuar en casos como este. Anda, toma el teléfono, pide una ambulancia y después llama al departamento de toxicología. No tiembles, ni llores. ¡Actúa! La mujer velozmente llamó dos veces y se acercó al cuerpo de su hijo, que recién caía en la inconsciencia.

    Vio el vaso, y supuso que no había bebido tanto. Ahora lo que le preocupaba era la clase de cosas que pudo haber mezclado. En ese momento se sentía ligeramente aliviada en que, para que su hijo no notara que ya no podía pagar tantas cosas en sus idas al supermercado, ella diluía con agua constantemente aquellos líquidos.

    Miró hacia la puerta cuando escuchó que la abrieron. Los paramédicos se habían  apresurado en llegar y atender al menor. Ella, los acompañó hasta la ambulancia que los llevó al hospital. En su camino con la camilla muchos pares de ojos se posaron sobre ella, y sobre su hijo…

    Estaba agotada de trabajar en ese hospital, pero sinceramente era mucho mejor que estar del otro lado. Ella había salvado vidas, y traído bebés al mundo, pero ahora lo único que deseaba era que quien fuera la persona que haría el lavado estomacal (y una operación en caso de que fuera necesaria) la hiciera correctamente.

    Vio a las enfermeras llegando a su lado mientras corría junto con los paramédicos hacia la sala de urgencias. Estaba en su naturaleza, su instinto, a todo aquel asistente que llegaba lo informaba de la situación, adelantándose incluso a los médicos que ya habían sido previamente elegidos para tomar las riendas del caso.

    —No puede pasar—dijo una enfermera evitando su paso.

    —¡Pero es mi hijo! ¡Necesita que yo realice una intervención y…!

     —Gine—volteó cuando escuchó su nombre. Miró al hombre y suspiró, se quedó temblando en su lugar hasta que se animó a acercarse a él. Sabía que estaba prohibido entrar, todo médico tenía restringido a intervenir cuando se trataba de un familiar o un amigo cercano.

     Y era debidamente justificable. Por la conmoción de ver a un ser querido al borde de la muerte, las emociones invadían a la persona y podía cometer un error crítico. Es por eso que ella podría salvar a todo el mundo, pero a una persona que quería podría ser casi imposible.

    —¿Qué pasó, Gine? Creí que no te vería aquí esta noche, hoy te tocó turno vespertino

     —Mi hijo—empezó a sollozar—. Bebió detergentes, ¡ni siquiera estoy segura de qué consumió! ¿Lejía, cloro, ácido, limpiapisos?—estaba demasiado alterada, asustada—. ¡Escupió sangre!

    —Cálmate…—tomó sus hombros, eso la hizo volver a estabilizarse—. Recuerda todas las cosas que aprendiste en estos 14 años tanto en la escuela como aquí…

    —Yo…—bajó la mirada—. No sé, no puedo pensar.

    —Tiene posibilidades. Un diagnóstico a tiempo siempre salva vidas—ella asintió débilmente—. Gine, me contaste de la situación de Goku. Pero habías dicho que estaba bien últimamente, ¿qué lo habrá hecho actuar así? Porque, claro, es un intento de suicidio.

    —No sé, tenía… Tenía golpes, y las manos… ¡Sus muñecas!—miró al hombre—. Tenía manos marcadas en sus muñecas, manos grandes. ¡Lo lastimaron! Debió haber salido y alguien le hizo daño a mi pequeño…

    —Debió ser el detonante de su presión. Gine, eres una mujer maravillosa. Eres la madre perfecta, Goku… es igual que tú. Él es fuerte, saldrá de esto.

    —Tomma…—por primera vez en todo ese lapso dejó salir sus emociones y comenzó a llorar, envolviéndose en los brazos de su compañero de trabajo.

    —Gine, conozco un lugar a donde Goku y tú pueden ir. ¿Conoces la Montaña Paoz?

    —Es una montaña que está en la ciudad del Norte, ¿no?—él asintió.

     —Verás, es una población muy reducida. El clima casi todo el año es templado, hay un ambiente fresco. En las faldas de la montaña hay muchos árboles, y un granero casi al lado de una casa en venta, pertenecen a la misma propiedad. Es un terreno muy amplio, y no hay casas tan cerca en esa zona, están alejadas lo suficiente para que tu hijo se sienta más tranquilo. No hay tanta contaminación, y las personas ahí no son tan violentas. Hay una preparatoria a donde puedes inscribirlo, es estricta y nunca dejarían que algo le pasara a Goku.

     —No lo sé…

     —Familiares de Son Goku—la mujer se acercó rápidamente al médico que llamó, éste la reconoció, llevaba ya trabajando unos meses allí—. Gine…

     —¿Cómo está mi hijo?

     —Logramos estabilizarlo, pero tuvo daños en su esófago y estómago. Son muy mínimos, se recuperará en un par de semanas, si es que tiene buena mejoría en las próximas horas. Pero su cuerpo tenía muchos moretones, e incluso una herida abierta en el rostro. Gine, ¿qué pasó?

     —No sé… Lo golpearon y después Goku intentó quitarse la vida…—no era capaz de pronunciar aquellas palabras acompañadas del nombre de su hijo.

     —Gine, él estará bien, se recuperará. Pero debes entender que tu hijo tiene problemas más grandes, y que debe llevar una terapia apropiada a su situación—ella asintió—. Lo tendremos vigilado en terapia intensiva, no podrás acceder hasta que deje de correr riesgo.

    —Gracias, Taro.

     —Gine, conoces el procedimiento—señaló un oficial, ella sabía a qué se refería.

     Agradeció una última vez y se acercó a aquel hombre uniformado. Cuando una persona era víctima de violencia, el hospital se veía obligado a dar aviso a las autoridades para que estuvieran al tanto de su situación. Y no sólo eso, su historia era más turbia que en otros casos: podían acusarla de maltrato infantil si no encontraban pruebas en otros lados de una tercera persona.

     —Buenas noches, oficial.

     —Gine, ¿cierto?—ella asintió, en su tiempo laborando allí le había tocado dar en una ocasión testimonio con respecto a un paciente con marcas de tortura—. ¿Puedes explicarme qué ocurrió, así como los datos de tu hijo?

     —Leek…—susurró el nombre de aquel sujeto. Aclaró su garganta y contó su versión—: Mi hijo tiene sólo 14 años. Salí de trabajar a las 7:34 p.m. Hice un aproximado de 15 minutos hasta que llegué a casa, un edificio con departamentos. Subí a mi piso, el octavo, y cuando caminé por el pasillo una vecina, que iba acompañada de otra, me avisó que tiempo antes había llegado mi hijo llorando y que tenía marcas de golpes—el hombre apuntaba rápidamente sus palabras, pero mirándola constantemente para saber si mentía o no—. Corrí, entré y vi cuando vomitó sangre. Vi las botellas de detergente, ehm… Por problemas económicos estuve diluyendo algunos limpiapisos con agua, pero no sé exactamente que consumió. Eran cuatro botellas de limpiapisos, una de cloro, una de ácido muriático… Son las que recuerdo haber visto en el suelo—miró a los ojos del hombre—. No sé qué bebió de todo eso—volvió a concentrarse—. Llamé solicitando una ambulancia, y llamé al departamento de toxicología para orientación de cómo tratarlo.

     —¿Hubo señas particulares o inusuales que tu hijo presentara?—ella soltó aire.

     —Tenía golpes en todo el cuerpo. Yo no los noté en su momento, me hizo saber el médico de ese detalle. Yo sólo pude apreciar las heridas faciales. Pero sus muñecas… tenía marcas, como si una persona hubiera presionado fuertemente hasta marcarle sus dedos—el hombre asintió—. Creo que mi hijo estaba desesperado por… hacer eso… Que no cerró la puerta cuando entró. Al llegar no tenía seguro puesto.

     —¿Su hijo tiene enemigos, algún problema con alguien? ¿Tiene adicciones? ¿Ha sido víctima de situaciones así anteriormente?

     —Mi hijo—miró otra vez sus ojos, ya estaba muy dolida de tener que tocar el tema tantas veces—. Su nombre es Son Kakarotto Goku—el hombre humedeció sus labios y tragó saliva—. Fue víctima de sextorsión hace casi tres años. Su fotografía se viralizó; a consecuencia de ello fue víctima de bullying—tomó un poco de aire—. Bullying un poco extremista, terminó con una pierna rota en una ocasión—volvió a callar para tranquilizarse—. Él… ha sido víctima de mal trato e intolerancia por la mayoría de las personas, por la fotografía y por su homosexualidad.

     —¿Ha tenido intentos de suicido frustrados antes de este?

     —Él comenzó a practicarse cutting. Me dijo que lo hacía relajarse y no sentirse tan mal, empezó hace mucho, incluso escondí cualquier objeto con el que pudiera herirse para evitarlo. Pero tras nuestra última mudanza, pocas semanas después de instalarnos en el departamento, dejó de hacerlo. No tenía necesidad de ocultar los objetos porque mi hijo lo había dejado.

     —¿Se debe a que su hijo tomó otro método para aminorar la depresión o ansiedad?

     —No… No sé. Mi hijo no puede tener adicciones, es sólo un niño y no sale de casa—el hombre siguió apuntando cosas—. En casa no tengo nada. No sé si alguien le provea cosas—admitió.

    —De acuerdo. ¿Usted o alguna persona de la familia ha atentado contra la integridad de su hijo?

     —El día de la divulgación de las fotos mi esposo actuó de forma agresiva. Hubo una discusión y golpeó a mi hijo en el rostro. Fue un único golpe, se separó de mí desde entonces. Y yo no he tenido ningún problema con Goku, trato de ser lo más comprensiva con él e incluso he reprimido regaños porque no sé cómo esté la estabilidad emocional de mi hijo.

    —¿Ha llevado terapia?

     —Lo estuve llevando, pero… Me dijeron que era muy difícil sacarlo de su depresión porque la causa de su estrés es constante. A donde quiera que vayamos no podría llevar una vida normal, a menos de que toda la sociedad sea tolerante, lo cual no ha ocurrido hasta ahora…

     —¿Y qué hay de usted?

     —No he tenido tiempo—soltó aire y un mechoncillo se alborotó en su frente—. Tengo que cubrir horas extras para poder financiar todos los gastos que conllevaron mi separación y las necesidades con mi hijo.

    —¿Qué tipo de necesidades?

     —Un tutor privado para que no tenga que ir a la escuela, quise que fuera menos vulnerable a algún tipo de acoso.

      —¿Tomaste medidas con respecto al acoso cibernético y al acoso escolar?

      —En cuanto al acoso escolar presenté denuncia y no procedió porque eran muy jóvenes, sugirieron que era asunto que trataría sólo el departamento educativo, más específicamente el director, era la Escuela Secundaria Número 15. No hizo nada aparte de suspender al agresor físico de mi hijo. No actúo con los agresores verbales ni con quienes estimulaban al bully a seguir agrediendo. Ni con quienes tomaron fotografías del momento en que mi hijo era lastimado—el hombre asintió, para que prosiguiera—. Y sobre el acoso cibernético, culparon a mi hijo de lo ocurrido y me dijeron que no podían hacer nada, ni siquiera encontrar al responsable.

     —Entonces denunciaré negligencia por parte de la policía de Ciudad del Este, y por parte del director de esa escuela. Bueno, no tengo más preguntas. Gracias por tu colaboración—guardó su libretilla y miró a la mujer, esta vez de una forma más sensible—. Gine, no te mentiré, es imposible recuperar las fotografías de tu hijo, no podemos sacarlas de internet por más que lo intentemos. Lo único que podemos hacer es seguir buscando la persona que las divulgó, tal vez encontremos pistas que nos lleven a él o ella. Ahora lo más factible es que busques un lugar dónde residir; como todo ser humano necesita convivir con otras personas y, siéndote sincero por mis 44 años viviendo en esta ciudad, aquí no encontrarás gente que pueda aceptar al cien por ciento las acciones de Goku. Hay muchos homofóbicos, conservadores… Un sinfín de personas en contra—ella mordió su labio inferior con impotencia—. Gine, linda, haré lo que esté a mi alcance.

     —Gracias, Leek—él le sonrió.

     —Y encontraré a la persona que se atrevió a torturar a tu pequeño hasta orillarlo a querer quitarse la vida—frunció el ceño—. No importa las decisiones que haya tomado tu hijo, esa persona violó sus derechos humanos y merece que se haga justicia a mano firme.

     Se despidió tan sólo aquella interrogación terminó. Gine volvió al lado de Tomma, quien había esperado pacientemente que finalizara su conversación. Había terminado su turno minutos antes, justo en el momento en que vio que ella corría con los enfermeros junto a una camilla, pero con una desesperación en su mirada que sólo le hizo pensar lo peor.

     —Gine, ¿qué te dijo?

     —Lo mismo que todos, no puede hacer nada con respecto a la fotografía. Pero sí tomará cartas en el asunto de hoy—él sonrió, ella se veía ligeramente aliviada.

     —Creo que de verdad quiere quedar bien contigo—ella lo vio confundida—. Creo que le gustas.

     —Eso es absurdo—soltó aire—. Pero créeme que sí estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por Kakarotto.

     —Gine, tú eres doctora, has estado en situaciones parecidas con pacientes y sabes que nuestro deber es ser sinceros, no podemos dar falsas esperanzas—ella lo miró—. Gine, ¿qué es lo que le dices a los familiares de alguien con enfermedad terminal? No el diagnóstico, sino la recomendación personal.

     —Que pasen sus últimos momentos juntos y que sea feliz esas últimas horas—el hombre asintió débilmente, encontrando palabras adecuadas.

    —Gine, creo que es lo que tú deberías hacer con Goku. Él no tiene una enfermedad terminal, confío en que saldrá de esta y estará bien. Pero, tú lo has dicho, su situación no tiene remedio. Porque de la noche a la mañana no van a cambiar la forma de pensar—ella bajó la mirada—. ¿Recuerdas todo lo que se habla del año 2038?—ella volvió a asentir—. Cuando se descubrió al primer doncel en la historia hubo revuelcos. Se creía que pudo haber sido un caso de intersexualidad, como hiperplasia adrenal congénita. Pero cada día que pasaban se sumaban más casos. Hubo un total de doce casos el primer año. Los científicos culpaban a trastornos en el cuerpo anteriormente descubiertos, la religión que predomina en Europa lo consideraba diabólico, hubo quienes decían que eran demonios y que el juicio final estaba cerca.

    —Pero resultó ser una adaptación natural—el hombre asintió—. Tal como Darwin había expuesto, nosotros evolucionaremos para mejorar la especie.

     —Gine, la homosexualidad ha existido toda la vida. Y quizá ese fue un factor determinante, no lo sé—se recargó en la pared—. Los estudios demostraron que efectivamente había un tercer sexo, pero que derivaba del masculino. En fin, el punto es que no había de qué preocuparse, era algo normal aunque costara acostumbrarse. ¿Recuerdas el documental del primer bebé que tuvo un doncel?—ella sonrió tiernamente—. Fue un día que marcó la historia de la humanidad. Poco a poco empezó a haber un poco de diferencia. Había quiénes lo seguían calificando como un error de la naturaleza, pero otros pocos lo veían como una bendición—soltó un suspiro—. ¿Recuerdas el ataque terrorista en el hospital especial donde los donceles daban a luz?

     —El mundo se vistió de luto. Yo tenía veintidós años cuando ocurrió. Murieron 5 donceles ese día… Y días después hicieron un ataque similar en un hospital exclusivo para mujeres.

     —A partir de esas fechas la intolerancia creció. En Asia y en Europa es donde hubo un mayor índice de casos de doncel nacidos, pero en los países tercermundistas todavía costaba asimilar la noticia. Hubo incluso casos de países que amenazaban con acabar con toda la población de donceles, así como de homosexuales, culpándolos de esta “maldición”—ella se talló los brazos, el hospital era un poco frío—. Ten, toma mi chaqueta—se la quitó para que ella la usara.

     —Gracias.

     —Principalmente aquellos que eran muy apegados a doctrinas religiosas. “El hombre es para la mujer y la mujer para el hombre”… Las amenazas parecían tener mucho efecto, fueron cinco casos terroristas el décimo año desde que se dio a conocer la existencia de los donceles en el mundo—ella lo vio—. Hubo tiroteos en supermercados, había ataques a arma blanca en escuelas… Mucha gente inocente moría, mientras ellos “cazaban” a los donceles y homosexuales.

    —No recuerdo mucho de entonces, pero sí recuerdo que mamá me había prohibido incluso salir a la escuela durante una temporada.

     —Se suspendieron clases por casi dos meses por miedo a que alguien hiciera algo parecido. Afortunadamente no pasó nada en Japón, pero fue algo traumatizante para la población. Es como si volviéramos en el tiempo, a aquellas épocas donde quemaban ancianas con verrugas, o mujeres muy sensuales, porque creían que eran brujas o enviadas por un demonio; aquellos tiempos en que se creía que los enfermos mentales estaban poseídos, y cosas peores…

    —Ha disminuido la intolerancia.

    —Sí, tienes razón. Ahora no es extremista, pero sigue existiendo y eso ha ocasionado muchos problemas. Las fundaciones que promueven derechos humanos han hecho todo lo posible, pero… no se puede hacer tanto con el pensamiento de la gente. Creo que al menos tres donceles se suicidan al año por violencia de género. Y al menos 27 personas con orientación no heterosexual—pasó sus brazos por los hombros de ella—. Cuando estábamos en el 22, al fin se había conseguido equidad y paz para hombres y mujeres. Luego de años de discriminación a la población femenina por fin se había conseguido.

     —Y cuando llegaron los donceles, empezó todo desde cero para ellos…

    —Así es. Temo que, al menos en las ciudades más conservadoras de este país, será muy complicado aceptarlo.

    —Qué porquería.

    —Concuerdo contigo. A veces la gente olvida lo que es ser humano—ella se apoyó contra el costado del mayor—. Gine, quiero que entiendas que es muy difícil aquí que tu hijo sea aceptado cuando hay tanto rechazo injustificado. Perdón por sincerarme, pero tu hijo no podrá enmendar el error que cometió y, lamentablemente, es uno que traerá estas consecuencias…

    —¡Ya lo sé!—cubrió su rostro con sus manos—. No sé qué hacer.

     —Gine, yo te recomiendo que disfrutes cada día con Goku como si fuera el último.

     —¡¿Por qué me pides esto?!—lo miró furiosa, ¿cómo se pudo atrever a pronunciar esas palabras?

     —Gine, tu hijo ha sido suficientemente perturbado, con posibilidades grandes de seguir padeciendo violencia de todo tipo a futuro. Las personas así, en muy mínimos casos, logran salir adelante. Tu hijo es un caso especial, porque no sólo fue una o dos veces, es algo constante y no puede remediarlo, al menos no todavía. Gine, escucha lo que digo. Es un milagro que haya soportado hasta ahora tanto rechazo y sufrimiento.

    —Tomma, no me digas esto…

     —Gine, está en mis principios siempre darte el diagnóstico sincero. Tu hijo tiene el coraje y el valor suficiente para quitarse la vida, eso quedó demostrado esta tarde—ella comenzó a sollozar—. Gine, si la situación de tu hijo no mejora, posiblemente vuelva a hacer esto. Esta vez sin errores.

    —No…

    —Gine, deja que Goku haga lo que él quiera. ¿Si no quiere estudiar? Adelante. ¿Quiere jugar videojuegos todo el día? Está bien. ¿Quiere comer helado aunque afuera esté a -8 grados? Que lo haga—tomó sus manos—. Porque esas decisiones van a hacer que se sienta más tranquilo, que disfrute unos momentos su vida y no sufra por lo pasado—las lágrimas ya formaban un sendero en el rostro de la mujer—. Gine, sé la mejor madre para él. Mucho mejor de lo que ya has sido. Porque quizá, tan sólo quizá, puedas darle un motivo suficiente para seguir resistiendo.

    —¿Y si no? ¿Y si mi hijo decide acabar con su vida?—mordió su labio inferior reprimiendo sus sollozos—. ¿Y si mi hijo es uno más en esa lista de suicidios? ¿Qué se supone que debo hacer en un momento donde ya no hay vuelta atrás y todo por culpa de una estúpida sociedad prejuiciosa e injusta?

      —Si eso pasa, puedes sentirte tranquila y orgullosa porque fuiste la única persona bondadosa que él tuvo cerca—ella bajó la mirada—. Y convencerte de que, a donde quiera que vayan las almas, tu hijo nunca más sufrirá.

     —¡¿Pero por qué así?! ¡¿Por qué no ahora en la Tierra?!

     —No lo sé. Pero el tiempo lo dirá…—abrazó a la mujer—. Gine, sólo queda esperar. Esperar a que las cosas cambien, disfrutar los momentos que tengan juntos y… rogar a Kamisama que todo salga bien.

     —Tomma, no soporto ver así a mi hijo, él…—quebró en llanto.

     —Y nosotros tampoco sabemos con exactitud cómo se siente. Nunca lo sabremos—besó la frente de la mujer, aumentando sus sollozos—. Tristemente, tendrás que empezar a vivir a su lado como si cada día fuera el último de su vida.

    —Yo no…

     —…porque él tiene un límite, y ya lo tocó esta tarde. Él no dudará en hacerlo, no se detendrá a pensar si la decisión está bien o mal ¡porque está al borde de la desesperación! Gine, eres mi amiga y por eso te lo digo, porque no quiero que sea más duro para ti asimilarlo más adelante—unió su frente con la mujer y miró aquellos ojos acuosos—. A Goku lo están orillando para que se quite la vida. Y él está cediendo…

 

Notas finales:

(03/01/2020 by Near)


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