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Sexting por Princesa de los Saiyajin

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20

Serenidad

 

—Zeshin, ¿quieres que te sirva más panqueques?—preguntó con una sonrisa. El pelinegro negó, sin despegar la vista de su teléfono—. ¿S-sigues investigando sobre cómo hacerlo?

     —Sí—alzó la mirada, para mirarlo con burla ante su vergüenza—. ¿No quieres?

     —E-es que… ¿será muy difícil?

     —Bueno, tampoco es sólo meterlo y sacarlo. Es la vida real, no película porno—el rubio se sonrojó completamente tras esa frase, no obstante también rio por la broma. Zeshin tenía una peculiar forma de decir las cosas sin filtros.

     —Oye, sé que ambos nos hemos hecho pruebas sobre ETS desde antes que comenzáramos a salir, y que salieron negativas. Pero, ¿aun así quieres que pase a la farmacia por… ya sabes?

     —Lo mejor sería seguir usando. Aunque tanto tú como yo hayamos usado con otras personas, por higiene es preferible. Puedo pasar yo en mi hora libre. Eres demasiado conocido, puede empezar un escándalo sólo por eso. No quisiera que te afectara en algo una situación así—terminó aquel jugo de naranja que Barry le había hecho esa mañana—. Iré a lavarme los dientes para que nos vayamos y…

      Sin haberse dado cuenta, el mayor había rodeado la mesa para llegar a su lado y darle un beso. Barry podía saborear un poco el sabor cítrico de la bebida que recién terminaba. Al terminar unió su frente con la suya.

     —Aishiteru—le dijo con una sonrisita. Zeshin volvió a besarlo, levantándose de la silla para poner contra la mesa al más alto.

     —Aishiteru—respondió. Siguieron besándose un largo rato, hasta que el pelinegro se separó—. Se me hace tarde para mi primera clase.

     Corrió hacia la habitación que compartían, mientras Barry sólo lo veía con una sonrisa.

 

***

 

—Vegeta, ¿ya terminaste el problema?—preguntó en voz baja, dándose cuenta de que el mayor estaba jugando un videojuego.

     —Claro, déjame ver—tomó el cuaderno del Son, para dar un vistazo rápido al conjunto de números y operaciones—. El signo del inicio da negativo. Multiplicas, da menos cinco; factorizas la diferencia de cuadrados, y el resultado da más menos raíz de cinco—explicó, para volver a concentrarse en su videojuego.

     —¿Eh? —analizó las palabras del mayor, tardando un poquito en comprender todo lo dicho. Cuando lo hizo, sonrió y corrigió los números, terminando así el ejercicio.

     Se le quedó viendo unos segundos, ese chico tenía una gran capacidad intelectual que seguramente no sacaba adelante. Vegeta volteó al sentir la mirada fija sobre él; le dedicó una sonrisa ligeramente seductora, sacándole un sonrojo de nerviosismo.

     La clase terminó, así que salieron del aula con calma. Goku notó las miradas curiosas de las personas que estaban todavía estupefactos de la presencia de un doncel en aquella escuela. La mano de Vegeta tomando la suya le brindaba un poco de confianza.

     No obstante, todavía tenía un poco presentes las miradas burlonas que algún día recibió. ¿Y qué había de las risas a sus espaldas? Como cuando decían cosas sobre su aspecto físico, se reían de su estupidez o juzgaban que se había enamorado de un chico. No soportaba esa clase de cosas, habían orillado a que se alejara de todos y dudara de sí mismo.

     —Kakarotto—lo sacó de sus pensamientos con su voz—. ¿Dónde está el vestidor?

     —Es la puerta de aquí—señaló una donde el letrero superior estaba ligeramente borrosa.

     Ambos entraron y buscaron un cubículo. Se vistieron con dogis y salieron a donde estaban las colchonetas y el maestro esperando. Vegeta se sentó en el suelo para hacer sus estiramientos mientras Goku los hacía de pie.

     —Saiyan, Vegeta, ¿verdad?—preguntó el entrenador acercándose al de cabello en forma de flama—. ¿Tú llenaste esta forma de inscripción?

     —Si lo pregunta por la sección 3, es correcto—sin voltear a verlo, y con una voz ligeramente áspera, le dijo.

     Y no era para menos, aquella pregunta se refería a su condición como doncel, la cual había sido declarada en ese punto Y, como muchos maestros, supuso que aquel negaría aceptar a un doncel por miedo a que se lastime más rápido que un varón normal.

     —Quería preguntarte por la sección 8, ¿en serio tienes entrenando tantos años?

     —¿Eh? —alzó la mirada—. Sí, sólo dejé de entrenar con los equipos representativos en el último año y medio. Pero seguía entrenando en casa.

     —¿Crees estar al nivel de uno de mis mejores estudiantes? Es de penúltimo semestre. Sería bueno ver tu nivel a comparación del suyo.

     —Por supuesto. Puedo pelear con cualquiera—el maestro asintió despacio y volvió a alejarse, para terminar con aquel papeleo. El Saiyan siguió con sus estiramientos, mientras Goku observaba al maestro Egawa con un poco de admiración.

      A ese entrenador nunca le había importado la situación de Goku, siempre había ignorado todo aquello que lo acomplejaba. Y ahora estaba dándole oportunidades a Vegeta sin discriminarlo por ser doncel. Era definitivo, ya tenía nuevo maestro preferido.

     —Kakarotto, ¿quieres algo específico para comer hoy?—preguntó al ver que tenían que esperar todavía varios minutos en lo que llegaba el resto del equipo.

     —No… De todos modos no sé cocinar muy bien algunas cosas—soltó una risita nerviosa. Vegeta se acercó un poco con los ojos entrecerrados, una expresión que logró sonrojar al Son—. Vegeta, estamos en público…

     —¿Y? no es que vaya a hacer algo malo—el rojo pronunciado en sus mejillas lo hizo sonreír—. ¿En serio te pongo tan nervioso?—preguntó. Su conversación era baja, por lo que ninguna otra persona podía oír lo que decían.

     —No eres tú, son los demás…

     —Deberías dejar de prestar atención a lo que dice el resto del mundo. Sé que no es sencillo, pero debes intentarlo.

     —Saiyan, ven para que pelees—pidió el entrenador. Se había formado un círculo con todos los chicos alrededor, colocados contra la pared, para ser espectadores de aquella muestra.

     —Vegeta, no lo lastimes mucho, ¿quieres?—pidió el Son.

     El Saiyan sólo sonrió orgullosamente y asintió despacio, se levantó y se colocó frente al otro muchacho, un chico alto y levemente corpulento. Vegeta se veía muy pequeño a comparación de su contrincante.

     Dio un silbatazo de inicio, así que aquel chico se acercó rápidamente al pelinegro. El Saiyan dio un giro para tomar impulso y dio una fuerte patada justo antes de que el mayor diera su primer ataque. Consiguió que cayera al suelo escupiendo un poco, como si unas increíbles náuseas lo invadieran.

     —¡Vegeta! —exclamó casi en regaño, el Son se levantó del suelo y se acercó al chico que se tocaba fuertemente el costado.

     —No es grave, sólo golpeó muy fuerte en un lugar sensible. Es normal, Son. Dan, llévalo junto con Hiro a la enfermería—pidió el entrenador.

     Goku, resignado, sólo se acercó a Vegeta, que miraba sin inmutarse la escena que él mismo había ocasionado.

      —¡Te dije que tuvieras cuidado!—el mayor cruzó sus brazos y desvió la mirada.

      —Me controlé demasiado, ¡fue un solo golpe!

      —Saiyan—el aludido miró al entrenador—. Me dejaste sorprendido con tu agilidad y precisión.

     —¿No me regañará por haberme excedido?—preguntó arqueando una ceja.

     —No lo hiciste con mala intención, muchacho—sonrió—. Veo que tú y Son tienen buena comunicación, él es un elemento excelente del equipo. Me gustaría que entrenaran juntos, así ambos elevarán su nivel a mayor velocidad y en menos tiempo.

     —Por supuesto. Entrenaré con Kakarotto.

     —Bien—les dedicó una sonrisa a ambos antes de volver a dirigirse al grupo entero, indicándoles las instrucciones de los ejercicios que realizarían.

      No hubo mucha diferencia entre lo que hicieron ahí, con respecto a sus entrenamientos diarios. La ventaja era que ahora tenía a alguien externo que corrigiera los errores que cometían. Al terminar, para no demorar más en su ida a casa, decidieron esperar a llegar a su hogar para tomar una ducha.

      Tenían que reconocer que se habían mal acostumbrado a que Barry los llevara y trajera de la escuela. Todos los días los llevaba a almorzar, y terminando de comer los llevaba a casa, momento que el Saiyan aprovechaba para dormir una siesta. Si bien ambos disfrutaban ejercitarse, el cansancio de sus cuerpos les impedía un poco moverse a mayor velocidad para llegar rápido.

       —Mamá hoy descansa—murmuró cuando llegaron y vieron la camioneta de la mujer estacionada en la cochera.

      Como la costumbre les indicaba, se ducharon y vistieron con ropa cómoda para reposar unos minutos antes de bajar a comer. Goku se tiró en el suelo con los brazos y piernas extendidas, tomando aire profundamente.

      —¿Estás muy agotado?

     —Siento que las piernas me tiemblan, como si me fuera a dar un calambre.

      —Eso te pasa por no hacer bien tu calentamiento.

     Goku soltó una risita baja al oír ese regaño. Cerró los ojos y se detuvo a pensar un poco en ese día; tener un novio, siendo chico, era un tema muy controversial en Japón. Antes era aceptado, pero desde la aparición de los donceles aquella perspectiva se había transformado en una homofobia.

      Y ahora que todos en la escuela sabían de su relación con Vegeta, el único doncel en el colegio, sentía que las miradas curiosas una vez más se postraban sobre él. No eran coléricas, como cuando estaba en la secundaria y se reveló su homosexualidad; éstas eran más interesadas en la situación de Vegeta.

      Si lo reconsideraba, el 0.1% de la población de su edad era doncel, no era tan inusual como aparentaba. Pero, tras haber un poco de discriminación hacia esos grupos, entendía por qué se esforzaban en ocultar su verdadera identidad.

      —¡Ah!—se incorporó al sentir un fuerte dolor en la pierna, debido a un calambre. Se tocó la zona, intentando calmarlo con caricias leves.

      —¿Pasa algo?—se asomó desde adentro del baño, tenía una toalla en los hombros debido a que recién terminaba de secarse el cabello—. Estira la pierna—dejó la toalla a un lado y se acercó, lo ayudó colocándose de pie a su lado y sosteniéndola—. Esto hacíamos en soccer, sólo relájate.

     —¿Estuviste en el equipo de soccer?

     —Estuve en casi todos, pero sólo una pequeña temporada… Kakarotto, debes tener más cuidado. Si no te puedes provocar un desgarre.

     —Lo sé. Sólo me puse un poco distraído hoy, eso es todo.

     —¿Ya se te calmó?—el menor asintió desde el suelo—. Este es un ejercicio que hacíamos para estirar, se hace en parejas. Flexiona tus piernas—el Son lo hizo con un poco de vergüenza. Sus rodillas quedaron contra su pecho—. Tienes que separar un poco… Sí, así está bien—apoyó un poco de su peso en la parte de sus mulsos.

      —V-Vegeta…—sus mejillas se coloraron intensamente al tener al mayor en aquella posición.

      —¿Qué?—tardó unos segundos en descifrar la expresión incómoda y avergonzada del más alto—. Vamos, sólo es un estiramiento.

     Dejó de ejercer fuerza y dejó que el Son volviera a extender sus piernas. No obstante, él se quedó arrodillado frente a él, con una pierna a cada costado suyo. Vegeta se hizo hacia adelante, apoyó sus manos en el suelo, cerca de la cabeza del Son, para mirarlo más de cerca estando sobre él.

     —¿Ves? Hay una diferencia.

     —Yo…—se veía demasiado nervioso, todo su rostro estaba enrojecido con semejantes acciones del mayor. Incluso terminó por cubrirse la cara con sus manos—. ¿Por qué siempre juegas conmigo?

     —No juego contigo—soltó un ligero suspiro—. A veces no sé cómo reaccionarás si actúo diferente, por eso procuro ir despacio en algunas cosas. Jamás haría algo que tú no quieras o si te sientes incómodo—le sonrió de forma muy calma—. ¿Quieres que me separe?

     —Yo…—tragó saliva—. Esto es lo que una pareja hace, ¿verdad? Estar cerca uno del otro.

     —Sigues temiéndome un poco, ¿cierto? Muy en el fondo.

     —Aún no asimilo que ya somos novios—soltó una risita baja, ligeramente nerviosa, que se fue borrando lentamente—. Me mantuve lejos de las personas tanto tiempo que todavía me cuesta un poco la cercanía. Más de esta manera.

     —Iremos a tu ritmo, Kakarotto. Sin presiones.

     —Yo…—tragó saliva.

     Subió su mano despacio hasta el rostro del mayor, deslizó con cuidado sus dedos por su rostro, su mano temblaba a causa de los nervios e inseguridad que todavía sentía. Se levantó unos centímetros para unir sus labios con los del Saiyan en un sencillo beso. Vegeta sonrió con ternura durante aquel tacto de labios al notar un poco de inocencia en él.

      El movimiento era demasiado lento, como si no supiera exactamente cómo besar. O estaba demasiado nervioso que todavía no podía reaccionar. Aun así, pudo sentir un poquito de ternura por esa acción del Son. Sí iba a disfrutar ese lapso de tiempo en lo que descubría cómo el Son se comportaba en una relación.

      Sólo cerró los ojos, dejando al menor actuar, notando que la pena no desaparecía en él. Incluso podía sentir el calor que emanaba el rostro enrojecido del menor. La perilla fue girada y una figura se adentró un poco en la habitación.

      —Goku, ¿quieres que prepare…? —Ambos adolescentes voltearon inmediatamente hacia la puerta, sin darles tiempo suficiente de tomar distancia entre ellos; o mínimo deshacer aquella incómoda posición—. ¡Perdón! ¡No vi nada!

      La mujer volvió a salir, lo hizo de forma apresurada y evidentemente avergonzada. Ambos jóvenes duraron unos segundos mirando hacia esa dirección, con una expresión de ligera pena. Vegeta fue el primero en reaccionar, se acomodó y se sentó a un lado. Por otro lado Goku se quedó acostado en el suelo con sus manos tapándole el rostro.

     —Esperaba que mi presentación fuera un poco más decente—soltó una risita baja y miró al menor.

     Vegeta borró su sonrisa despacio al ver la expresión de completa incomodidad y duda que el más alto mostró. Incluso aquellos ojos azabaches lucían cristalinos, como si quisiera llorar por la vergüenza. Llevó su mano a la cabeza del Son para acariciarle la cabellera, esperando que con eso se pudiera tranquilizar.

     Goku, lamentablemente, dependía mucho del criterio externo todavía. Y eso quedaba reflejado en ese momento, ya que ni siquiera se sentía un poco más confiado por el hecho de que Gine haya sido la que entró y no alguien más. Si el Son no se sentía cómodo en estos temas con su propia mamá, quien no podría juzgarlo nunca, ¿cómo se supone que avanzarían ellos su relación en un lugar público?

      Sabía que sería un reto convencer a Goku de que todo estaría bien porque jamás lo dejaría solo, pero ahora él dudaba de qué tan difícil sería. Quizá subestimó su situación y el menor requeriría más tiempo del que imaginó para poder mostrarse más seguro de sí mismo y sus acciones.

     —Ven. Vamos a hablar con ella—el Son se descubrió el rostro y miró al mayor—. No pasa nada.

     —¿Y si se molesta? ¿O si…?

     —Me echaré la culpa en ese caso. Ven, no te preocupes. Todo estará bien.

     Con resignación el más alto lo acompañó, todavía con su rostro enrojecido y el ligero temor de la reacción que tomaría su madre. Goku se quedó en el marco de la puerta, incapaz de entrar a la cocina donde su mamá estaba. Gine sólo terminaba de cocinar, actuando perfectamente como si nada hubiera ocurrido.

     —Señora Son, ¿podemos hablar con usted?—comenzó a decir Vegeta, al ver que Goku no diría nada—. Por favor.

     —Claro, Vegeta—secó sus manos en el delantal que se había puesto—. ¿De qué quieren hablar?

     —Señora Son, lamento que se haya enterado de aquella manera de lo ocurrido. Hubiera preferido decírselo primero. Y no quisiera que pensara mal por lo que vio hace unos segundos—aclaró un poco su garganta—. El día de ayer le pedí a Kakarotto que sea mi novio y él aceptó.

     —Vegeta…—la mujer mordió su labio inferior—. Un día yo te pregunté algo así, y tú me dijiste que sólo veías a mi hijo como un amigo.

     —Yo…—soltó aire—. Señora Son, para mí no era sencillo decirle algo como esto. Mi reputación no es la mejor, y lo que menos quería era que se molestara por algo así. He mejorado mucho mi manera de ser, y gran parte de ello es debido a Kakarotto. Él me gusta desde hace mucho, pero antes de delatarlo quería asegurarme de ser correspondido. Además, quería ganarme su confianza y hacerle saber que yo siempre cuidaré y respetaré a su hijo.

      —Vegeta…—la mujer sonrió y se acercó al menor, le tomó las manos y lo miró con una sonrisa pequeña—. Cuida de mi Kakarotto, Vegeta.

      —Lo haré, señora Son.

     —¿Entonces… no estás enojada, mamá?—la mujer miró a su hijo, quien tenía una preocupación evidente en sus ojos

     —Kakarotto…—despacio soltó las manos del Saiyan para ahora dirigirse a Goku—. Cariño, ¿por qué piensas que yo me molestaría?—pasó sus dedos por la mejilla de su hijo, intentando calmarlo—. Sólo quiero tu felicidad. Y sé que ahora estarás bien. Yo también estoy feliz por ustedes.

     —Gracias, mamá—susurró.

     —Les prepararé algo rápido para que comamos en familia.

     Ella volvió a acercarse a la estufa, el de cabellera alborotada se sentó en una silla y apoyó sus brazos en la mesa, para finalmente ocultar su cabeza en ellos. Vegeta lo miró unos segundos, intentando descifrar qué tan rápido habían subido y bajado los ánimos del Son en esos minutos.

     Una persona que pasó por un gran trauma en el pasado, varios pensamientos suicidas y un intento de suicidio donde lo salvaron a último minuto, ¿qué tanto le costaría volver a confiar en sí mismo y volver a querer de aquella forma?

     Una cosa era una amistad, que le había insistido durante semanas para que lo aceptara. Pero una relación implicaba tener un mayor contacto físico y cercanía, dos cosas que el Son no sabía manejar todavía. Además, el avance que había tenido esos meses juntos como amigos podría retroceder si actuaba mal aunque fuera un instante.

     Se acomodó en la parte de atrás y puso sus manos sobre sus hombros. El Saiyan soltó un suspiro disimulado y comenzó a dar un ligero masaje, para que se destensara. Goku se hizo hacia atrás, miró unos segundos al mayor y cerró los ojos antes de ser abrazado por aquellos brazos que se posicionaron en su pecho.

      —Gracias, Vegeta…—susurró. El Saiyan soltó una risita baja y apresó con un poco más de fuerza.

     —Siempre estaré contigo…

     Y con un toque de confianza adquirida, los tres disfrutaron de una comida en familia. Porque, al final, desde aquel momento en que el Saiyan había dicho que estaría con él para siempre se había ganado un lugar para los Son.

 

***

 

La semana transcurrió tranquila. La compañía que se brindaban mutuamente era un soporte para ambos. Si bien Goku de momentos se tornaba serio, ver a Vegeta a su lado de forma paciente lo hacía sacudir la cabeza e ignorar un poquito aquellas vocecillas en su cabeza.

     —¿Entonces me acompañarás la próxima semana a Ciudad del Este? —preguntó al aire.

     —Sí, Vegeta. ¿Iremos solos?

     —Compraré dos boletos de autobús, para ambos. Mi mamá consiguió un nuevo empleo en un jardín de niños, va a estar ocupada estas semanas preparando material.

     —¿Ella es maestra?

     —Sí. Dejó de trabajar desde que nació Tarble, pero como el colegio donde trabajará tiene primaria, podrá estar ahí y cuidar a Tarble.

     —Hubiera sido un poco problemático que te obligaran a cuidarlo también aquí, ¿no? —su trayectoria sobre la bicicleta era despacio, disfrutando el aire helado—. Quiero decir, te han dado la carga de responsabilizarte de él desde que nació.

     —No me molesta cuidarlo. Me molesta la presión a la que me someten—soltó aire. Ambos se detuvieron frente a la casa Saiyan cuando notaron que había un auto estacionado en la cochera.

      —¿Tu mamá ya volvió?

     —Al parecer, sí…—aparcaron las bicicletas en el jardín y caminaron hacia el interior de la casa.

     Miraron al interior de la casa, encontrándose con el pequeño Tarble viendo la televisión. El menor, al notar las presencias de los mayores, alzó la mirada y se levantó rápidamente del suelo.

     —¡Vegeta! —corrió hacia él y dio un salto para abrazarlo—. ¡Te extrañé mucho! ¿Tú me extrañaste?

     —Sí, enano—siguió cargándolo un largo rato.

     —Koku, también te extrañé a ti—pasó de los brazos de su hermano a los brazos del Son.

      —Yo también te extrañé, Tarble.

     —¿Y mamá?

     —Fue a bañarse—bostezó—. La abuela preguntó por ti.

     —Ah, ¿sí? ¿Y qué dijo?

     —Mamá le contó de tus calificaciones, pero la abuela sigue enojada contigo—el mayor de los tres frunció el ceño—. No le hagas caso, Vegeta. Para mí eres el mejor.

     —Para mí también—apoyó el Son. Tardó unos segundos en descifrar la sonrisilla seductora que adquirió Vegeta—. Q-quiero decir…

     —Entendí perfectamente—cargó a su hermano—. Ven, enano. Seguro no dormiste bien. Toma una siesta.

     Goku se sentó en el sofá en lo que Vegeta, con Tarble en brazos, se paseaba por la sala de un lado a otro. Arrulló así al menor, dando ocasionales palmaditas en su espalda. El Son lo miraba con una sonrisa tímida, de momentos parecía que el de cabellera en forma de flama era el padre de aquel pequeño por la forma tan cuidadosa que lo trataba.

     —Iré a dejarlo a su habitación. ¿Quieres que hagamos unos ejercicios?

     —Sí, Vegeta.

     Fue al patio trasero para esperarlo. Hizo un calentamiento breve y sonrió cuando el mayor llegó a su lado. Dieron algunos golpecitos al aire para acostumbrarse al movimiento rápido, y después siguieron con un forcejeo entre ellos, para probar su fuerza física.

      Duraron un rato forcejeando, tirando golpes e incluso tacleándose. El menor fue el primero en pedir una pausa, para sentarse en el pequeño escaloncillo que estaba frente a la puerta. Vegeta lo acompañó y se sentó a su lado.

     —Buen entrenamiento, Kakarotto.

     —Gracias, Vegeta…—encogió sus piernas para abrazarlas. Un profundo silencio se hizo presente.

     —¿Quieres comer algún bocadillo?

     —Después de ducharnos—soltó una risita nerviosa, que se borró despacio—. Quisiera… ¿puedo… puedo besarte, Vegeta?

     La pregunta tomó desprevenido al más bajo, quien incluso alzó las cejas en señal de sorpresa. Esa primera semana había sido algo tranquila, considerando que él había cumplido con su palabra y no lo había presionado. Por lo que los besos que se daban se habían limitado demasiado, y eso sólo cuando el mayor tomaba la iniciativa con un beso en la mejilla.

     —Ven—limpió rápidamente el sudor que tenía en su frente y se acercó a él.

     Dejó su rostro a unos centímetros del del menor, para que Goku tomara la iniciativa en ese momento. El Son cerró sus ojos y acercó sus labios a los del contrario, en un roce lento y un poco rítmico. Vegeta correspondió al ritmo que el menor impuso, sonriendo a la mitad del beso sin despegar sus labios.

     —Me gustas demasiado, Kakarotto—le susurró en el oído cuando se separaron, consiguiendo que se ocultara en su hombro—. En serio me gustas.

     —Tú a mí también…—ante las palmaditas que recibió en la espalda volvió a hablar—. Debes pensar que actúo como un tonto.

     —¿Por qué pensaría eso? Así me gustas…—recibió un abrazo por parte de Goku. Lo correspondió y continuó dándole palmaditas en la espalda.

     —¿Le dirás a tu familia de lo nuestro?

     —¿Quieres que espere otro poco?—deslizó sus dedos por su cabello.

     —No… cuando tú quieras decirle está bien para mí.

     —Excelente. Esperaré al momento adecuado para mencionárselo—el menor se removió un poco entre sus brazos—. ¿Qué ocurre?

     —Nada…—levantó la mirada para verlo, a esa escasa distancia de sus rostros—. Sólo quisiera volver a hacerlo.

     Vegeta entendió la indirecta, por lo que lo besó; esta vez con una mayor duración. El Saiyan poco a poco comprendió qué es lo que ocurría con el Son. Recordaba haberlo leído alguna vez en algún artículo, sobre cómo la exposición a un medio por pequeños lapsos de tiempo fomentaba a la superación de este.

     Y eso había ocurrido esos meses, conforme más tiempo estaban juntos, Goku había terminado superando su miedo hacia él y la compañía de “un desconocido”, para terminar volviéndose amigos. Incluso el Son había mejorado al punto de él mostrarle apoyo a alguien más, eso quedó en evidencia el día que su Kakarotto le había extendido la mano a Barry; si no fuera por esa confianza que adquirió y la amistad que se formó desde aquel día, posiblemente el rubio y él se habrían agarrado a golpes dos o tres veces más.

     —¿Te duchas primero?

     —Sí, gracias, Vegeta…

     Goku subió a la habitación de su novio, conociendo bien dónde guardaba sus pertenencias. Por otro lado, el Saiyan se quedó sentado en aquel escalón, mirando hacia la espesura del bosque con una sonrisa. Cerró los ojos y por fin una expresión de calma total apareció en su rostro.

 

 

Tan sólo el Son terminó de ducharse, él también tomó un baño. Estando bajo la regadera, sintiendo las gotas de agua tibia acariciando su piel, comenzó a tararear aquella canción que le había escrito a ese chico. Al salir bajó a la cocina, dándose cuenta de que su madre estaba muy ocupada consintiendo a su Kakarotto, sirviéndole una tarta de chocolate con helado de vainilla.

     —¡Muchas gracias, señora Saiyan!

     —No es nada, Goku. Si quieres más, sólo pídelo.

     —¿Les fue bien en el viaje? —preguntó acercándose. Tomó una manzana, la lavó y la comió recargado contra la pared, mirando con una sonrisilla al menor comiendo animadamente.

     —Tu abuela te envía saludos, se puso triste porque no te llevamos con nosotros. Ella te extraña.

     Goku incluso se sorprendió de aquellas palabras. Esa mujer intentaba hacerle creer a su hijo que todo estaba bien, que su familia poco a poco lo aceptaba y que los malos tiempos se habían quedado atrás. No obstante, ella no contaba con que Tarble habría revelado minutos antes lo que verdaderamente había ocurrido.

     —Bueno, supongo que será en otra ocasión—mordió aquella fruta—. Por cierto, Kakarotto es mi novio.

     —Cof cof —la mujer comenzó a toser, ahogándose con el té que bebía. Goku había adquirido un color carmín en sus mejillas que no pudo ocultar.

     —¡Vegeta!

     —¿Ustedes están…? —el mayor arrojó el corazón de la manzana por la ventana, para que cayera en el jardín trasero.

     —Desde el lunes—cruzó sus brazos sobre su pecho—. ¿Algún comentario?

     —¿Eh? ¡No me hables en ese tono, jovencito!

     Vegeta miró de reojo al Son, que soltó una risilla ante el regaño. Sí, había funcionado, evitó que Goku recayera en su nerviosismo con una pequeña risa que lo calmara. Miró de nuevo a la mujer, que lucía muy sorprendida. Ni siquiera Gine se había sorprendido tanto.

     —Vegeta… Yo creí que tú… es sólo que creí que las chicas…—su hijo frunció el ceño—. Además de que la linda chica con la que salías antes, creí que algún día volverías con ella. Quizá me equivoqué, pero…

    —Mamá. Kakarotto es la persona que me gusta. Olvida todo lo que hice o dije en el pasado.

     —Goku…—rodeó la mesa y se acercó al menor, que lucía un poco incómodo ante la anterior observación de la mujer—. Vegeta, ¿podrías sacar una bolsa de víveres que dejé en el auto? Olvidé que la traía.

     —Claro—con sus manos en los bolsillos del pants caminó hacia la salida. Una vez se fue, la mujer volvió a ver al Son.

     —Goku, lamento el comentario que dije anteriormente. No fue mi intención si te ofendí o algo—acercó la silla y se sentó a su lado—. Sólo… bueno, creí que siempre sería así. Vegeta nunca había mostrado algún interés. Yo…—soltó aire—. Goku, te he conocido estos meses y sé que mi hijo es muy feliz a tu lado. Él ha cambiado tanto desde que estamos aquí, y sé que gran parte de ese cambio es gracias a ti.

     >>Vegeta en el pasado salió con una muchacha, y la depresión por la muerte de su amigo lo hizo cortar cualquier relación con las demás personas. Pensé que ellos volverían a estar juntos—el menor bajó la mirada—. ¿Sabes? El papá de Vegeta me pidió que fuera su novia cuando estudiábamos la secundaria. Llevamos juntos demasiados años, supongo que por eso imaginé que, así como nosotros en nuestra primera relación, él se quedaría con la primera persona de su vida.

     >>Pero, ¿te puedo decir la verdad? Tú eres un chico increíble, y siempre te agradeceré por estar apoyándolo tanto. Si tuviera que elegir una persona para que mi hijo esté, te elegiría mil veces a ti.

     —¿D-de verdad?

     —Sí, Goku—lo abrazó con cariño, el Son correspondió con un poquito de emoción—. Cuida a mi hijo, ¿sí? Es buen muchacho, aunque con un temperamento delicado.

     —Conozco a Vegeta bien, y sé que es alguien bueno…—cerró los ojos, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas—. Él es la persona más dulce que he conocido en mi vida.

     —Mamá, se te olvidó la mantequilla dentro y se derritió. Es un asco esto—mostró aquella bolsa de tela, que tenía una gran mancha de la grasa, también llegó a mancharse las verduras que había. Se dio cuenta del abrazo que su madre le daba a su novio—. ¿Y si lo sueltas?

     —Ya, ya… Dame eso, necesitaré lavar todo.

     —Ajá—se la entregó y se acercó al Son. Le abrazó por encima de los hombros, por la espalda, posicionando sus manos sobre su pecho—. ¿Te dijo algo?—le preguntó en su oído.

     —No…—susurró, pero mostró una sonrisita disimulada—. Dijo que le agrada que estemos juntos.

     —Te dije una vez que ella te adora…—apoyó su cabeza sobre la del Son—. ¿Vamos a mi habitación?

     —Sí…

     —Mamá, estaremos arriba. Avísame si necesitas algo.

     Subieron, llevándose una pequeña ración de tarta y helado para ambos. Se sentaron en la alfombra y degustaron en silencio. Goku, con un poco de duda, se animó a preguntar lo que hace unos minutos había deducido con la conversación con la mujer.

     —Vegeta, ¿tu mamá no sabe que Bulma y tú terminaron porque ella tuvo la culpa de que la pasaras mal?

     —No. Y no se lo digas—soltó un pesado suspiro, miró al de cabellera alborotada y decidió deslizar sus dedos por su cabello—. Mamá conoció a Bulma, y le tomó aprecio. Además, se llevaba bien con su madre. Cuando terminamos por lo de Kyabe, sólo le dije que era temporal para que no me diera un sermón; o peor, que ella reaccionara mal. Pero, bueno, el tiempo pasó y nunca hubo oportunidad de aclararlo. Hubiera preferido que lo supiera, pero siento que ahora es tarde. Después de todo, ya no importa.

     —Al final, ella sí era una buena novia…

     —En apariencia, sólo ante los demás…—se acercó y le dio un casto beso—. Pero ahora me saqué la lotería contigo. Porque eres alguien bueno todo el tiempo.

     —Yo… ¿soy mejor que ella?

     —La respuesta es afirmativa—volvió a besarlo—. Mil veces mejor—una vez más lo besó, sintiendo la seguridad que comenzaba a mostrar—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

     —Te quiero, Vegeta.

     —Y yo a ti, Kakarotto—el menor se acurrucó contra él, y permanecieron abrazados, sintiendo la calidez del contrario—. Ahora será más fácil volver a Ciudad del Este, teniéndote a mi lado…

 

***

 

—¿En qué piensas?

     Ambos jóvenes desnudos bajo las sábanas estaban cobijados con la oscuridad de la habitación. Aun así, con la luz de la luna que se filtraba de la ventana, fue capaz de identificar sus gestos. Zeshin estaba acostado mirando hacia el techo de la habitación; su cuerpo únicamente estaba cubierto de la cintura hacia abajo, todavía se divisaba las gotitas blancas en su abdomen.

     Aunque de momentos tenían curiosidad de llegar hasta el final, todavía se sentían un poco apenados ante el cuerpo del contrario al estar en la intimidad. El pelinegro giró su rostro y miró al rubio, soltó un suspiro ligeramente agotado y negó despacio.

     —Casi es tu cumpleaños, estaba pensando en qué regalarte.

     —¿Me quieres regalar algo? —sonrió—. Pero no es necesario que lo hagas.

     —Aun así, quisiera hacerlo. Has soportado mucho mi falta de tiempo, podría ser una forma de agradecerte por ello.

     —Zeshin…—calló unos segundos—. ¿Por qué lo dices? Incluso desde antes de que comenzáramos a salir hablas demasiado del tiempo juntos…

     —Antes de salir contigo, salí con otro chico.

     —¿Otro chico…?

     —Fue el año pasado.

     —¿Tuvieron problemas por tu trabajo?

     —Yo…—soltó aire—. El día de la fiesta de Goku, no dije que “no sería justo para la otra persona dedicarle poco tiempo” sólo porque sí. Ya me había pasado con alguien y no quería repetirlo. A pocos meses de haber comenzado a trabajar en el restaurante, conocí a un chico. No lo había notado, pero iba todos los viernes después de la escuela. Cierto día se me acercó, él era alguien muy tímido por lo que alcancé a darme cuenta esas ocasiones. Me invitó a salir, y acepté.

     >>Conforme pasaban los días me dijo que de verdad quería que nos conociéramos. Le fui claro, diciéndole que mi trabajo no tiene horario fijo y tendría muchas horas ocupadas. Aun así, accedió. Quise hacerlo feliz, lo llevaba a citas seguido, pero… empecé a sacar un poco de mi ahorro, para complacerlo. Él no me lo pedía, yo quería hacerlo. Pero mi trabajo me consumía, mis energías estaban agotadas. En más de una ocasión me había quedado dormido en el cine—soltó una risita baja—. Creo que también te tocó vivir algo así.

     >>Cada día me era más difícil estar bien frente a él. Y lo notó, aunque no del modo que hubiera preferido. Se sintió mal, creyó que yo no estaba interesado realmente en él y que mi trabajo era más importante. El chico era lindo, de verdad muy lindo. Me había acostumbrado de una u otra manera a acompañarlo a su casa todos los viernes en la tarde, y de verlo los fines de semana en el parque.

     >>Me sentí mal el día que, llorando, me dijo que sentía que yo no demostraba interés y que lo mejor era acabar lo nuestro. No dije nada, sólo lo acompañé a su casa y me despedí, le deseé lo mejor y me fui. Yo no iba a poder cambiar nunca la forma en que sobrellevo mi trabajo, y él iba a ser el más afectado por ello. No iba a posponer lo inevitable.

     >>Aun así, creo que esa respuesta le afectó demasiado. Ahora que lo pienso, creo que él todavía esperaba que le dijera que me esforzaría más. Pero no lo hice.

     —Zeshin…

     —Dejó de ir al restaurante, no lo volví a ver hasta tres meses después. No me dirige la mirada nunca, pero por lo menos ahora sé que está bien. Siempre que va lo veo con sus amigos, y de vez en cuando se le ve feliz con ellos.

     —¿Te sientes culpable por ello?

     —Me sentí culpable en su momento. Por eso decidí no volver a empezar nada con nadie.

     —Zeshin…—se quedó unos segundos apreciando esa mirada seria, un poco indiferente, que tenía el pelinegro—. Bah, ese chico de verdad fue un tonto.

     —¿Qué dices?

     —Sí, eso fue. Un tonto. Por no haber notado que tú dabas más de lo que podías, que tú eras el que más se esforzaba a pesar de que ni siquiera te interesaba lo suficiente. En serio, qué bobo fue al terminar contigo.

     —Barry—sonrió de medio lado, con una expresión algo burlona—, te recuerdo que tú también ibas a terminar con lo nuestro a días de decidir empezarlo.

     —Jejeje—sus mejillas se sonrojaron—. Pero me di cuenta de lo idiota que habría sido hacerlo.

    

 

Se había levantado con un gran ánimo. No obstante, ese desapareció tras haber escrito un “Buenos días” a quien pretendía. Miró el intercambio de mensajes de los días anteriores, y no puo evitar decepcionarse al ver la poca fluidez que había por los enormes lapsos de tiempo antes de que el pelinegro respondiera.

En ese momento se puso a reflexionar, quizá sí había sido demasiado insistente, y el de ojos verdes accedió por cortesía. Conforme los días pasaban se daba cuenta de que Zeshin no solía mostrar el mismo interés que él, y que quizá podría ser una señal de que debía resignarse y dejarlo en paz.

Ni siquiera pudo concentrarse en su trabajo, se había equivocado en varias líneas del guión y prefirió reportarse enfermo para grabar otro día, a lo cual accedieron. Después de todo, ¿cómo podrían despedir al personaje principal, a días de terminar de grabar la película?

Miró con duda sus llaves, antes de subir a su camioneta y conducir al restaurante. Aparcó en el estacionamiento, y tomó un poco de valor antes de ir a molestarlo esa tarde. Se sintió un poco frustrado tras el enorme tráfico que hace unos minutos había soportado y caminó un poco por la banqueta, releyendo la conversación de cinco líneas que habían hecho durante todo el día.

Suspiró y alzó la mirada, apreciando desde el otro lado de la calle el interior del local gracias al enorme ventanal transparente. Observó un gran número de personas dentro, era la hora pico en todos los lugares, y no podía negar que ese restaurante era uno de los mejores de la ciudad. Miró con sorpresa cómo el pelinegro se movía ágilmente, de un lado a otro, con una bandeja sobre el hombro para transportar los platos y vasos.

No sólo eso, también vio cómo, en un descanso de esos múltiples viajes de ida y venida a la cocina, sacó su teléfono para teclear rápidamente, después lo guardó, usó un poco del gel antibacterial que estaba en la barra y volvió a trabajar. A los instantes sintió su teléfono vibrar, lo sacó y mordió su labio inferior.

__________

ZESHIN

¿Entonces salimos el fin de semana? 1:06 pm

 

(Hace un momento)

-Claro que sí. Hoy saldré temprano, ¿te gustaría que nos veamos?

Me gustaría invitarte esta vez.

¿El cine está bien?

 

_____

Soltó un suspiro, se colocó la capucha del suéter y caminó al interior del local, intentando ocultarse de Zeshin. Se sentó en una mesa para dos del fondo, y miró desde esa posición al pelinegro. Un trato amable que brindaba a todos, incluso con la señora que le gritó “porque se equivocó de platillo” pero en realidad se lo habían dado en una presentación distinta.

Siguió observando, de cómo casi se cae al pisar el juguete que se le cayó a un niño, con riesgo de tirar toda la loza que cargaba. Sólo levantó el juguete, se lo dio con una sonrisa, y siguió su camino a la cocina.

¡AHHHH!tomó su cabeza mientras gritaba internamente.

¿Qué va a pedir…? ¿Eh? ¿Barry? Creí que estarías trabajando hasta las ocho. Apenas son las seis veinte.

Quería hablar contigo.

Salgo en diez, ¿quieres que te traiga algo?

Sólo agua.

Está bien…

Esperó pacientemente, recibió un vaso con agua y siguió pensando mucho. Cuando Zeshin marcó su salida, fue a sentarse frente a él, esta vez ya no vestía el delantal ni el chaleco.

¿De qué quieres hablar?

Yo… venía a cortar contigo…el pelinegro se mostró sorprendido—. Sentí que tal vez yo te había orillado a aceptarme por presión, y por eso no me hacías caso. Pero estaba pensando de forma muy egoísta. Trabajas mucho, y aun así me dedicas todo tu tiempo libre. Estás agotado por todo lo que haces, y a pesar de ello siempre tienes una sonrisa para mí. Si quiero intentarlo con alguien, definitivamente quiero que sea contigo.

Tú… ¿Querías…?

Vayamos a cenar, por favortomó sus manos—. Una cena romántica, para ambos. Quiero estar esta noche contigo.

 

 

     —Fue la primera vez que visitaste mi apartamento. Te quedaste a dormir ahí luego de que conversáramos toda la noche—recordó.

     —Me alegra haberme dado cuenta de mi error, ahora estamos juntos. No es por nada, pero sé que estaremos juntos muchos años más.

     —Barry…—sus mejillas se habían sonrojado, aunque la oscuridad impedía notarlo—. ¿Te molesta si esta noche duermo más cerca de ti?

     —Por supuesto que no—él fue quien acortó la distancia entre ellos para abrazarlo—. Es lindo tener a alguien con quien despertar.

      No respondió nada, solamente pasó su brazo por la cintura del rubio y se abrazó a aquel cálido cuerpo desnudo. Sí, ambos habían encontrado a la persona ideal en el contrario.

 

***

 

—Tengan cuidado —pidió, tomando las manos de su hijo—. Vegeta, llámame cuando lleguen. Llamé a nuestro antiguo vecino, el que era policía, dijo que los acompañará para que entren a casa, y revise si no hay nadie. Si hay algo raro por favor no se queden ahí, mejor pasen la noche en el hotel que está a dos calles, llamé a Beer y me dijo que no habría problema.

     —Ajá… Ya deja de peinarme…

     Goku sólo apresó su mochila contra su pecho viendo cómo el Saiyan escapaba del abrazo de su mamá. El autobús cada vez estaba más cerca, y él todavía no estaba seguro si soportaría regresar a aquella ciudad donde todo comenzó.

 

Notas finales:

(17/10/2020 By Near)


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