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Sexting por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Sólo quiero darles un aviso.

 

El capítulo es muy largo, e incluye gran parte de Bashin (contenido de la pareja secundaria de Barry y Zeshin). Si a ti no te gusta este contenido, por favor, sólo sáltatelo. Evita hacer comentarios negativos si no te gusta esta pareja.

 

¿Cómo puedo saltármelo si no me gusta el Bashin? 

En mis historias, uso tres asteriscos *** centrados cuando hago un cambio de escena o pasa un lapso de tiempo muy grande.

 

Las secciones de Goku y Vegeta están separadas del Bashin (no hay interacción de ambas parejas). Así que, si ves que inicia Bashin y no lo quieres leer, busca el siguiente trío de asteriscos y lee las primeras líneas. Si sigue siendo Bashin, busca las siguientes. Y así, suscesivamente, hasta que encuentres la escena de la pareja que de verdad quieres.

 

Ejemplo:

 

Goku y Veg 

***

Goku y Vegeta

***

Bashin

***

Bashin

***

Bashin

***

Goku y Vegeta

 

Trataré de dejar un espaciado más grande para que sea más simple identificar las secciones y así estemos todos felices :D

 

Además, quería recordarles que, como yo a veces uso palabras en inglés o japonés, la traducción casi siempre está en los comentarios del mismo párrafo. 

 

Eso es todo, muchas gracias.

24

Unión

 

—Veg, ¿estás seguro de que quieres volver? —preguntó tomándolo del brazo. El Saiyan sólo se limitó a soltar aire—. Sabes que te apoyaré si te dicen algo feo, pero no quisiera que te exaltaras nuevamente. Tal vez Tarble está acostumbrado a tu tono de voz, pero hay otros niños…

     —Kakarotto, si la hicieron llorar una vez más, ten por seguro que no me quedaré callado. Estoy harto de todos.

     —Veg…—colocó sus manos en los hombros del mayor, mirándolo de frente—. Pero… ¿qué pasará?

     —No los necesito en mi vida—comenzó a caminar, Goku tenía una clara preocupación en su rostro que el más bajo decidió ignorar—. En mi familia sólo somos cinco.

     —¿Cinco? —repitió, su suma no concordaba con la de más bajo. Apresuró su paso al ver que se había adelantado.

     —¿Pensabas que no te iba a incluir en mis cuentas?

     —¿Eh? —se detuvo, sintiendo sus mejillas sonrojarse y aumentar el calor en su rostro—. ¿Él me considera parte de su familia?

     —¿Por qué te detienes? —volteó a verlo, con una sonrisilla—. ¿No ibas a acompañarme?

     —Sí, iré—bajó la mirada, ocultándose con su flequillo. Fue interceptado por el Saiyan, que trataba de tomarle la cintura—. Veg, no hagas eso, ¿y si nos ven?

     —Hmph…—soltó aire—. Vayamos adentro.

     Goku se sintió extraño al verlo retirándose. Vegeta tenía la manía de acorralarlo, utilizar frases seductoras o coquetas para hacerlo sentir nervioso y siempre sellaba esos momentos con un beso. Pero en ese instante, Vegeta sí estaba verdaderamente preocupado porque su familia no se entere de su relación.

     ¡Y cómo no! Ya le había tocado presenciar cómo hacían comentarios por el simple hecho de que era doncel. Y, al menos para ellos, no reducía ese valor que le daban el hecho de que era heterosexual. Cuando se enteren de que Vegeta era en realidad bisexual, estando en una relación con un chico, aquellos comentarios se dispararían a extremos que prefería no imaginar.

     Al final, para el Saiyan, sus comentarios hacia él eran lo de menos. ¿Pero sus padres? Aquella mujer sufría mucho al oír cómo trataban a Vegeta, y cómo su hijo solía responderles. Después de todo, Vegeta podía ser capaz de soportar todo por su mamá.

     —Hay demasiado silencio—comentó de repente el Saiyan. Goku salió de sus pensamientos para verlo, prestó atención a su entorno y se dio cuenta de que decía la verdad.

     —¿Crees que se hayan ido?

     —No tengo idea—miraron al pequeño Tarble sentado en la sala, viendo su película favorita mientras comía un trozo de pastel—. Enano, ¿dónde están?

     —Abuelita habló con mamá, y después ella y los tíos se fueron—el mayor empuñó sus manos, un diminuto y quedito gruñido se escapaba de su garganta—. Mamá se está bañando.

     —Kakarotto, cuídalo. Iré a hablar con ella—el Son lo detuvo estirándolo de la manga de la chaqueta—. Estoy seguro de que está en cama, llorando. Iré a consolarla.

     —Veg… —posó su mano sobre su hombro—. ¿No prefieres que vaya contigo?

     —Ahhh—soltó aire—. Creo que yo soy quien debo de hacerlo.

     —Vegeta, lo haré yo—soltó a su novio y comenzó a caminar—. No te preocupes, después de todo, ahora… somos… familia…

     Arigato, Kakarotto.

    Goku caminó despacio al piso de arriba, pensando mientras subía las escaleras las palabras correctas para hablar con la mujer. Se detuvo frente a la puerta de su recámara, oyendo un diminuto llanto desde adentro. Tocó la madera con su puño, un pequeño toc toc, lo suficientemente audible para ella.

     —Señora Saiyan, ¿puedo hablar con usted? Por favor.

     —Ay, Goku. En estos momentos me siento un poco mal, ¿te parece si hablamos mañana? —su voz se escuchaba entrecortada. El Son sintió que su corazón se estremecía por ese tono de su voz, tenía una inevitable debilidad al oír el llanto de una mujer.

     —Señora Saiyan, por favor. Es importante—escuchó un enorme silencio, ni siquiera se oyeron pasos acercándose para abrirle, o su voz para permitirle el paso—. Sé que no debo meterme tanto en asuntos de la familia Saiyan, pero lo que vi esta tarde… Vegeta no intenta ser malo, sólo trata de defenderla siempre. Él es una buena persona, a pesar de todo él se esfuerza para contenerse.

     —Goku…—oyó desde adentro—. Pasa, por favor.

     El Son tragó saliva, preparándose para la imagen que presenciaría. Abrió y se adentró despacio, viéndola sentada en la orilla de la cama, limpiando de forma discreta su nariz. Se sentó a su lado, algo nervioso.

     —Sé perfectamente que Vegeta no es malo. Estoy muy orgullosa de él, pero…—hizo una larga pausa, se veía tan afectada—. A mí también me duele cómo se expresan de él. ¿Crees que me gusta verla hablándole así a mi hijo? ¡Odio a esa señora! — aumentó su llanto—. Goku, lo que Vegeta ha escuchado de ella, es poco a comparación de lo que me dice a mí cuando él no está escuchando. Siempre habla mal de él, lo discriminan demasiado sólo porque es diferente.

     —P-pero... Entonces, ¿por qué se los permite? Usted… usted regañó a Vegeta por defenderla…

     — ¡Tengo que ponerle límites! ¿Y si algún día él se mete con una persona mala? ¡¿Y si le hacen algo porque es muy temperamental?!—cubrió su rostro con sus manos, mientras seguía sollozando.

     Goku soltó aire, y entre sus dedos apretó las sábanas del colchón. Entendía perfectamente el miedo de esa mujer, él también tenía la misma preocupación por su novio. ¿Y si un día se enfrenta a un maleante que tenga algún arma? Ese era su verdadero temor: existía demasiada gente mala que podría lastimarlo en su lucha por la justicia.

     —Señora Saiyan, sé qué siente… Creo que la razón por la cual se enfrenta a su familia es porque sabe que ellos no son gran amenaza física, y no quiere verla sufriendo si puede evitarlo—empezó a jugar con sus dedos—. Yo tengo miedo de lo mismo, de que algún día alguien decida enfrentarlo; por eso hablé con Vegeta y me lo prometió. Incluso… incluso he notado que sí ha cambiado poco a poco—sonrió tímidamente—. Y yo a usted le prometo que trataré de acompañarlo siempre, para que no se meta con alguien equivocado—ella lo vio, con sus ojos acuosos—. No dejaré a Vegeta nunca.

     —Goku…—le acarició la mejilla al menor—. Gracias, gracias por todo—lo abrazó con un cariño maternal, el de cabellera alborotada sintió un pequeñito vuelco en el corazón.

     Desde que la conoció, aquella mujer le brindaba un apoyo muy grande, como una madre haría por un hijo incluso sabiendo que ella sólo era una desconocida para él. Siempre tan atenta, consentidora, tratando de hacerlo sentir cómodo en su hogar. Y ahora, que era pareja de Vegeta, ella siempre sonreía mucho al verlos juntos, le hacía saber lo feliz que estaba de su relación y de la manera que ambos mostraban una alegría y crecimiento como personas.

     Ella era una persona tan dulce y amorosa, que lo había aceptado siempre.

     —Hubiera preferido que el cumpleaños de Vegeta fuera mejor, ha sido buen muchacho siempre. Merecía algo mejor hoy…—sintió en aquella voz la preocupación y culpabilidad por los eventos ocurridos ese día. El menor se fue retirando poco a poco, comenzando a sentir calor por el abrazo.

     —Él está bien, en serio—le sonrió, para que el sentimiento de culpa pudiera desaparecer en ella—. Está preocupado, él sabía que usted estaba llorando—ella se mostró sorprendida—. Aunque no lo diga, usted y Tarble son su prioridad; él se toma muy en serio su papel de protegerlos.

      —Mi muchacho…—una mirada brillante y de orgullo, combinada con ternura, apareció en sus ojos cuando vio al suelo—. Mi Vegeta… —secó las lágrimas que le quedaban en sus mejillas—. Goku, ¿nos acompañas a comer?

     —Por supuesto—se levantaron. Goku caminó hacia la puerta, pero se detuvo al ver que ella tomaba otro rumbo.

     Sonrió al ver que se acercó al peinador para tomar una brocha y retocar su maquillaje, quitando toda marca que delatara que lloró. Esperó pacientemente a que terminara de colocarse el polvo y un poco de rubor, terminando así de iluminar aquel rostro bello. Ambos bajaron a la sala, donde seguía el pequeño Tarble viendo su película, y un serio Vegeta recargado contra la pared, que vio directamente hacia su dirección al oír sus pasos.

     —Hijo, preparé lasaña y un poco de macarrones con queso, ¿quieres comer eso o prefieres que salgamos a cenar?

     —¿Eh? Está perfecto eso, mamá—ella se acercó y lo abrazó, fue tan inesperado para el adolescente que no fue capaz de reaccionar, sólo le dedicó una mirada confundida al Son, quien tímidamente se encogió de hombros.

     —Hijo, te amo—el Saiyan se sonrojó—. Feliz cumpleaños, cariño—dio unas palmaditas en su espalda—. Calentaré la comida, esperen aquí en la sala.

     Ella lo soltó y le tomó el rostro entre ambas manos. Esa mujer no era alta, era sólo unos dos o tres centímetros más alta que su hijo, sumándole los cinco centímetros de los zapatos de tacón que portaba esa tarde. Aprovechó esa ligera diferencia de estatura para besarle la frente a su hijo mayor. Le sonrió y lo soltó, para ir a la cocina, dejándolo completamente desconcertado ahí.

     Vegeta caminó hacia el Son—. ¿Podemos hablar afuera? —pidió, ambos caminaron a la parte trasera de la casa. Estando allí, lejos de cualquier oyente, se animó a preguntar—. ¿Qué pasó?

     —Estaba llorando, pero… —sonrió—. Se animó cuando le dije que tú estás cambiando para bien, y que yo nunca te iba a dejar solo cuando tengas que enfrentarte a alguien. Ella me dijo que está orgullosa de ti—la mirada del Saiyan se tornó serena y llena de paz. Miró con un cariño profundo al Son durante unos segundos, hasta que colocó sus brazos en sus costados e hizo una reverencia.

      —Arigato, Kakarotto—mantuvo su mirada baja mientras agradecía con gran formalidad.

     —P-Pero no fue nada Vegeta—se puso completamente nervioso al verlo haciendo ese gesto.

     Con el pasar de los años, en Japón se habían perdido costumbres y tradiciones, incluyendo los saludos y acciones formales ante personas de grado más alto. Por ello, en los últimos años, era poco común que alguien realizara reverencias a la hora de saludar, disculparse, o agradecer; sólo lo hacían cuando la expresión era demasiado “fuerte” o que querían darle un significado más profundo.

     Por eso, que Vegeta estuviera con él haciendo ese gesto, era una manera de decirle lo mucho que agradecía haber hablado con ella y aliviar la situación. Ahora que lo pensaba, Vegeta era de los pocos que todavía conocía aquellas acciones tradicionales y las aplicaba de vez en cuando. O, al menos, las hacía para él y demostrarle así sus sentimientos; era una pequeña forma de compensar su dificultad para mostrar su cariño de forma empalagosa.

     —V-Vegeta—colocó sus manos en los hombros del más bajo, intentando hacerlo incorporarse—. De verdad, no fue nada…

      —Sí lo fue—levantó sus manos, hasta alcanzar la cintura del menor—. Haces que sea más sencillo todo.

     —Vegeta…—sus ojos se cristalizaron un poco, sintiendo de pronto muchas emociones y sentimientos por ver a su novio así.

     ¿Dónde quedó aquel muchacho brusco, de tonalidad de voz grave, temperamental y tosco que conoció? Ese mismo que le aterraba ver por miedo, ese chico que le temía porque lucía como si fuera a pelear con el primero que se le cruzara enfrente. Ese mismo chico que abrió sólo un poquito de su cascarón para mostrarle sus pesares, sus decepciones y la pérdida del sentido a la vida que había ahogado su ser, y que por ello siempre lucía tan aislado y brusco con todo.

     Ese chico que le aterraba, se había perdido. Ahora estaba frente a él el Vegeta auténtico, ese que siempre está pendiente de sus seres queridos, que lucha por la justicia sin convertirse en uno de “ellos”, sin ser ese que ataque o se aproveche de su fuerza para atemorizar. Ese que dejó los malos pasos y malas amistades por su bien.

     Ese mismo que decidió buscar su salud mental ante la muerte de su amigo y las luchas que tenía diariamente por ser doncel en una sociedad prejuiciosa. Ese que poco a poco se esforzaba para cambiar y ser mejor, para su familia, pareja, y principalmente para él mismo.

     —Veg…—lo abrazó, sintiendo los brazos del mayor sujetar su cintura con fuerza—. Siempre estaré contigo… —unas lagrimillas se escaparon de sus ojos—. No importa si tu familia me odia cuando se entere de que soy tu novio, yo pelearé contigo contra ellos.

     —Kakarotto…

     —¡Es que en serio son unos tontos! Ustedes son una familia muy buena, ¡son unos imbéciles por tratarlos así por tonterías! —el Saiyan soltó una risita tierna al oírlo maldecir así, unas groserías bastante inocentes pero que seguramente había escuchado de él. Ciertamente, él era la mala influencia en esa relación.

     —Kakarotto—besó su hombro y se aferró más fuerte a su cuerpo—. Si somos tú y yo juntos contra ellos, no tienen oportunidad. Ni ellos, ni nadie…—cerró sus ojos y aspiró su aroma—. Tranquilo, todo saldrá bien…

     El cuerpo de Goku era cálido, su aroma dulce, y su compañía lo reconfortaba enormemente. ¿Era justo decir que desde que lo conoció, su personalidad fría fue entibiándose? El simple hecho de tenerlo cerca fue una motivación para dejar atrás aquellos actos que lo volvían un “chico problema”. Y ahora, sentía que cada parte de su cuerpo por fin estaba en la paz que nunca había tenido.

     Aprovecharon para sentarse en el suelo de madera que tenía la casa en la parte trasera, con una medida de un metro antes de terminar como un escalón conectado a la tierra de ese bosque. Goku, apoyado contra él, siendo rodeado por sus hombros por el brazo del más bajo.

     —Veg, ¿es tu teléfono? —el mayor hizo un sonido de afirmación. Lo sacó para verlo, desde un ángulo donde el Son también podía ver la pantalla—. ¿Quién es V. S.?

     —Mi papá—soltó aire y respondió—. ¿Sí?... Ah, gracias por llamar… Mamá está bien, el enano también. ¿Quieres que te los pase?... Cierto, Tarble no querrá colgar… Sí, me ha ido bien en la escuela. Tuve el promedio más alto de todo segundo semestre—Goku soltó una risita tierna al oír eso, se acurrucó más contra él. Vegeta, que todavía lo abrazaba con uno de sus brazos, subió su mano para acariciarle la mejilla.

     >>Ajá, también entré al equipo de artes marciales, pero este semestre los directivos quieren que los que se graduarán sean los que participen en la competencia… Sí, me he portado bien—Goku volvió a reír bajito, para evitar hacer ruido. Sintió un silencioso beso en su cabeza, que el mayor había dado antes de responder de nuevo—. ¿Mamá te dijo que terminé las sesiones de terapia?... Ah, sí, vi que de verdad lo necesitaba, así que quise ir… Sí, adiós, papá. Gracias por llamar…

     >> ¿En serio vendrás en enero?... ¿Cuánto tiempo te quedarás en casa?... Varios meses de trabajo en oficina es un poco mejor, supongo. Tarble y mamá quieren verte… Tsk, bueno, yo también quisiera verte—Goku rio—. Por cierto, conocí a alguien y… quisiera que conozcas a esta persona—el Son se incorporó, para verlo completamente sorprendido —. Claro, papá. Allá es de noche, ¿cierto?... Ajá, descansa. Gracias por la llamada.

     —Veg…

     —En enero vendrá, estará en trabajo de oficina algunos meses. Estará más tiempo en casa—el Son tenía sus ojitos preocupados.

     —¿Crees que sea buena idea que se entere de lo nuestro? Su mamá, sus hermanos… Todos ellos sé que están en contra, ¿él no…?

     —No sé—alzó su mirada al cielo—. Nunca he escuchado que diga algo malo de otras personas, pero no te garantizo que tenga la misma reacción si el implicado es su hijo—le dedicó una sonrisa—. Si algo sale mal, puedo mudarme a tu sofá—el Son rio—. Dejemos eso para después, ¿te parece?

      —Sí, Veg—fue apresado más fuerte, simplemente dejó que el calor del mayor lo envolviera con un gran cariño, uno que sólo él podía darle.

 

 

 

***

 

—~I’m losing control, my heart stops, stops when I get close to you…(Trad: estoy perdiendo el control, my corazón se detiene, se detiene cuando estoy cerca de ti)—estaba entonando una canción cuando miró a través del espejo lateral a su pelinegro acercándose a su camioneta. Bajó el volumen del estéreo, y le dedicó una bonita sonrisa al chico que abrió la puerta para acomodarse en el asiento del copiloto.

     —Disculpa la tardanza, reservaron el restaurante para una cena de una despedida de soltera y se extendieron bastante—comenzó a desabotonar su chaleco para quitárselo, pero se detuvo al sentir la mirada fija sobre él. Miró al rubio, que sólo sonreía—. ¿Disfrutas el espectáculo?

     —¿Eh? —soltó una risita—. Un poco—metió la llave y puso en marcha el motor—. ¿Vamos a donde siempre? Traje algunos bocadillos.

     —Claro—desabotonó un poco su camisa de la parte superior.

     —Y… ¿cómo te fue hoy?

     —Bien, supongo. La siguiente semana son los exámenes finales y oficialmente tendré mi certificado de preparatoria—lo miró—. Mis notas fueron altas en todo lo demás del semestre, el examen es mera formalidad, no necesito el puntaje.

     —¡Eso es genial! Sabía que lo harías bien—giró el volante y ahora su rumbo era en una pequeña pendiente, subiendo una colina—. ¿Y los resultados del examen de admisión para la escuela de enfermería?

     —Se supone que a partir de hoy estarían listos. Revisé en mi hora de descanso, la página estaba en mantenimiento—soltó una risita nerviosa—. Francamente no tengo idea de qué calificación obtendré—el rubio le dirigió una mirada rápida—. No porque no supiera, sino porque no sé si seré de los mejores puntajes para poder entrar.

     —No digas eso, yo sé que te irá bien—siguió avanzando y se detuvo en un punto, donde había un espacio vacío.

     Bajaron, y ante sus ojos estaba toda la ciudad. Luces de los edificios y casas que lucían como pequeños puntitos brillantes, y un silencio enorme los rodeó donde el único canto era el de los grillos e insectos del lugar. Barry sacó de la cajuela una tela y la extendió en el suelo. Seguido de eso, sacó una hielera.

     Ambos jóvenes se sentaron en el suelo, sobre el textil para evitar raspones por la tierra áspera, y comenzaron a disfrutar de los bocadillos que había llevado el más alto. Dentro de aquella hielera había sodas, jugos, y algunos sándwiches que preparó para cenar en compañía del otro.

     —¿Quieren filmar la secuela? —preguntó luego de escuchar sus palabras—. ¿No es muy pronto, considerando que hace unos meses recién se estrenó la película?

     —También pensé eso. Pero me dijo que querían grabar muchas más escenas de acción, lo que implica más cuidado y tiempo para tener todas las tomas.

      —Vaya…—metió una fritura en su boca—. ¿Y de qué tratará esta vez?

     —Creo que quieren profundizar la relación de los Gran Saiyaman 1 y 2. Pero algo así vi en el borrador del libreto que habrá un alienígena—se recostó y colocó sus manos detrás de la cabeza—. Es una linda noche.

     —No te recuestes, te hará daño. Comiste demasiado—el de ojos azules lo miró con una sonrisa divertida y se volvió a sentar.

     —Luces demasiado tenso—comentó luego de verlo unos segundos. En aquellos ojos verdes se reflejaba la luz de la luna de una forma tan sutil y bonita, iluminando débilmente ese rostro agotado pero que conservaba una sonrisa.

     —Créeme que tengo ganas de comer helado de vainilla, acostarme en el sofá con la televisión encendida y quedarme dormido—el rubio se levantó y se sentó detrás de él, para comenzar a masajear sus hombros—. Si sigues haciendo eso me quedaré dormido.

     —Puedo cargarte—le extendió un poquito el cuello de la camisa, para besarle el cuello despacio. Sintió rápido cómo movía su cabeza para dejarlo seguir, mientras su respiración se volvía algo irregular—. Eres bastante sensible aquí—le susurró en el oído.

     —¿Quieres hablar de cosas sensibles? —comentó en un ligero tono burlón.

     —¡Ya te dije que es porque tocas demasiado bien! —el pelinegro soltó una risa ante esa respuesta—. Sólo fue la última vez, nunca me había pasado y lo sabes.

     —Era una broma—las manos del rubio volvieron a colocarse en sus hombros, para continuar con ese masaje—. Entonces… ¿ya tendrás vacaciones? Te extendieron mucho el último trabajo, estuviste dos semanas en Kobe.

     —Lo sé, yo también me quejé con el encargado—apoyó su cabeza en su hombro y abrazó más fuerte, colocando sus manos en su pecho—. ¿No tuviste problemas esos días? Ni siquiera tuvimos suficientes oportunidades de hablar.

     —Estuve llamando un taxi esos días, aunque sí sentía la diferencia. Esa casa es demasiado grande para una persona sola—comentó, buscó la mano del otro y entrelazaron sus dedos—. ¿Tienes más contratos? Ya estamos a mitad de noviembre.

     —Sólo falta el de Red Ribbon, pero el agente no me ha contactado. La última vez dijo que tenía problemas con Lapis y Lázuli. Me extraña, porque la última vez que trabajé con ellos siempre estaban dispuestos—soltó aire—. Empecé a modelar a los diecisiete años, el contrato con mi jefe termina la próxima semana. Seré libre al fin…

     —¿Renovarás contrato con alguien?

     —No—soltó una risita—. Quisiera hacer el contrato por la película, por el apoyo que el señor Gohan y Mister Satán me han dado siempre, pero no quisiera más carga. Quiero quedarme en casa, poder comer lo que quiera sin preocuparme por el peso o mi apariencia… Y que dejen de preguntarme cosas indecentes en cada entrevista—el pelinegro soltó una risa al escucharlo.

     —¿Lo dices por esa presentadora del programa de espectáculos?

     —¡Sí! ¿Qué clase de persona hace esas preguntas? ¿Esperaba que hablara abiertamente de mi historial sexual? Es molesto—el pelinegro se giró y se sentó en sus piernas.

     —La mitad de la entrevista te estuvo coqueteando—el rubio negó con una sonrisa—. Y la otra mitad hizo preguntas de tus fans, que iban más enfocadas en tu relación actual…

     —¿Celoso?

     —Tocó tu rodilla varias veces, ¿eso es lo que te gusta?

     —Gggg, fue incómodo. En la pausa comercial tuve que decirle que dejara de hacerlo, pero no me hizo caso—subió su mano a su mejilla, deslizó su pulgar para después pasar a la oreja y darle una pequeña caricia—. Al final discutí con el director y el productor, y se rieron de mí por “quejarme de que una mujer bonita me tocara”. Cada vez me provoca más náuseas esta industria—Zeshin subió sus manos para estirarle las mejillas.

     —Ya, ya… —unió las puntas de sus narices y dio un ligero movimiento—. ¿Estás seguro de que es lo que quieres? Renunciar completamente a eso… Después te será más difícil volver a la fama.

     —Lo he pensado, pero realmente quisiera estar lejos. Al menos por ahora. Quizá en unos años regrese—se ocultó en su hombro, sintiendo unas palmaditas en su espalda—. Te quiero, Zeshin.

     —Ya, ya…—siguió acariciando su espalda—. Llamaron estos días para avisar que te faltaba entregar un documento en la preparatoria para que puedan liberarte el certificado.

      —Cierto, lo había olvidado—soltó aire—. Un acta de nacimiento y certificado de secundaria, ¿cierto? —ante su afirmación hizo un sonido de molestia—. No tengo una copia en casa, tendré que ir a casa de mis padres…

     —¿Quieres que te acompañe?

     —Sí—seguía oculto en su hombro, solamente abrazando a ese pelinegro que estaba sentado en sus piernas frente a él—. Zesh, no quisiera volver a esa casa nunca más. ¿Estás muy agotado? Preferiría hacerlo ahora.

     —¿Eh? Claro, podemos ir ahora—se levantó y comenzaron a recoger sus cosas.

     —Gracias—soltó aire—. De verdad, disculpa que tengamos que ir—subieron al auto y rápido encendió el motor.

     —¿No vas a hacer las paces con ninguno de los dos?

     —No—respondió a secas y comenzó a conducir.

     —Tu problema es con ellos, no conmigo.

     —¿Eh? —disminuyó la velocidad y se detuvo en las faldas de aquella colina—. Lo siento, Zeshin. Pero… ¡Aigh! Todos dicen lo mismo, pero lo que me hicieron…

      —Barry, tienes que hablarlo con alguien. No te pido que me lo digas a mí, pero sé que hay algo que no le has dicho a nadie y es lo que te está molestando tanto—el rubio se apoyó contra el volante—. Hey, ven acá.

     El más alto apagó el motor, puso el freno de mano y se giró a él. Fue abrazado cariñosamente, con un cuidado enorme. Ese pelinegro siempre actuaba tan cálido con todos, era tan atento y tenía una forma de actuar única. Sintió un pequeño nudo en su garganta, y, siendo incapaz de confesar sus males, sólo se dejó mimar.

     Una mezcla de caricias en su espalda y besos en su rostro lograron tranquilizarlo. ¿Quién no se sentiría mejor teniendo a un chico lindo y dulce haciéndole cariñitos? Sabiendo que ese mismo muchacho lo iba a acompañar a su hogar e iba a estar a su lado toda la noche, y sería la primera persona que vería al despertar.

     —Zesh… Gracias por todo—recibió un besito en la mejilla y sonrió—. ¡Ah! —hizo un sonido de molestia—. No quisiera ir…

     —Anda, vamos. Para llegar pronto a casa—el rubio hizo un sonido de molestia, le halló similitud a un niño haciendo berrinche por esa actitud—. Barry, vamos…

     —~Ahhh—soltó un enorme suspiro y volvió a encender el motor.

     Condujo despacio, hasta que llegó a una casa grande y lujosa. El pelinegro sintió ligera incomodidad al ver la reja metálica con una bocina y micrófono en la entrada.

     —Etto… Barry, ¿en qué dices que trabaja tu padre? —preguntó al ver los lujos de aquella vivienda.

     —Abogado—la voz de un hombre se escuchó saliendo de la bocina preguntando quién era—. Sorbet, soy Barry.

     —¡Joven Barry! ¡Qué gusto escucharlo! ¿Viene a buscar a su señor padre? Él se encuentra de viaje con su esposa. ¿Quiere que le llame?

     —No, no… Vengo a recoger papelería que me pidieron en la escuela, ¿podrías abrir la reja?

     —¡Claro que sí, joven Barry! —la puerta metálica se abrió despacio, así que comenzó a conducir en el caminito pavimentado que estaba en medio del enorme jardín.

     —Suena a que te aprecia demasiado.

     —Es el mayordomo—le sonrió—. No quería que me fuera, pero entendió porque fue el único que veía cómo la esposa de papá me trataba mal.

     Condujo hasta la entrada principal, estacionó el auto y bajó junto con su pelinegro. Ahí, en la puerta, esperaba aquel hombre anciano con una sonrisa. Era bastante bajito, sumado a que estaba algo encorvado por su avanzada edad. Su torso era robusto y sus brazos delgados, como si los años de trabajo le estuvieran cobrando cuota.

      —Joven Barry—el hombre hizo una pequeña reverencia, antes de acercarse a abrazar al rubio, siendo correspondido—. Un gusto saludarlo… ¡Oh! Viene con un invitado, ¿llamo a Chirai para que prepare una cena para ustedes?

     —Ehm…—miró a su pelinegro, que le dedicó una sonrisa y le guiñó un ojo—. Sí, claro. Pero sólo si nos acompañas, Sorbet.

     —Gracias, joven—hizo una reverencia—. Iré ahora mismo, ¿lo busco en su habitación cuando esté lista la cena?

     —Sí, por favor—el hombre bajito a pasos lentos se retiró. Tan sólo estuvo lejos, el rubio tomó la mano de Zeshin y lo encaminó hacia donde se encontraba su habitación.

     La casa era grande, con colores blancos pintando las paredes. La habitación era extensa, con un armario al fondo y en otra esquina había un escritorio donde estaba un pc muy moderno. Vio que se acercaba a un librero que tenía algunas carpetas y enciclopedias, para buscar la papelería que requería.

     Zeshin aprovechó eso para apreciar cada detalle de su habitación. Una computadora lujosa, que se veía llena de polvo en el teclado y la pantalla, algunas constancias colgadas en la pared de hace varios años, precisamente de la infancia del Kahn, donde se reconocía su participación en distintas obras de teatro y televisión.

     Se detuvo al ver una pequeña foto del rubio usando un traje de marinerito. Sintió una enorme ternura al ver la imagen de ese niño de ojos brillantes vistiendo esa anticuada pero adorable vestimenta. Tomó el pequeño cuadro y volteó a ver al más alto, que terminaba de acomodar algunas carpetas sobre la cama.

     —¿Encontraste lo que buscabas?

     —Sí, aunque me llevaré también los libros. Por si los necesitas en algún momento, Zesh—comenzó a cargar algunos—. Iré subiendo a la camioneta lo que me llevaré. ¿Me ayudas?

      —Claro—dejó la fotografía sobre el escritorio, a un lado del PC, y se acercó a ayudarle.

      Así, en varias vueltas, pudieron subir la mayoría de las pertenencias del rubio, incluidas las constancias y cuadros colgados en la pared, así como su computador y esa fotografía que el pelinegro había apreciado desde que la visualizó.

     —Creí que ya no existía esa foto—comentó cubriendo su rostro enrojecido por la vergüenza.

      —Eras un niño adorable—sacó del marco las tres fotografías en tamaño infantil que había como copia de la misma imagen—. Guardaré una en mi cartera.

     —¿Me quieres extorsionar con ella, acaso?

     —No. Me será un recordatorio cuando esté decaído—dejó el cuadro adentro de la camioneta—. Barry, esta casa… ¿no quieres regresar?

     —Es linda, ¿no? —comentó mirando la fachada de esa casa—. Bastante cómoda… incluso tiene piscina en la parte trasera, jacuzzi… Mi parte favorita es el estudio, tiene el piano y un arpa que solía tocar mi abuela. Es un espacio muy amplio, a veces venían los compañeros de ella a ensayar. De vez en cuando me dejaban acompañarlos—soltó un suspiro—. La extraño.

     —Hey—buscó su mano y entrelazó sus dedos—. Tranquilo…

     —¿Eh? No estoy triste, sólo pienso un poco en ella para no sentir su ausencia—miró al más bajo—. Nunca te pregunté qué opinas de este tipo de música. Últimamente he evitado tocar cuando estás en casa para no molestarte, cuando vas a trabajar es cuando saco mis partituras y practico un poco.

      —¿Bromeas? He esperado que un día lo hagas para poder oírte—el rubio sonrió—. Me gustaría mucho, en serio.

      —Entonces todos los días tocaré para ti—poco a poco fue soltando su mano—. ¿No sientes demasiado silencio?

      —¿Te parece?

     —Sí—miró a su alrededor—. Zesh, ¿podemos ir a cenar con Sorbet? Ya es tarde y, francamente, estoy algo cansado para conducir en la oscuridad.

      Fueron al interior de la casa a degustar unos alimentos en compañía de aquel hombre. No pasó desapercibido para Zeshin cómo Barry se mostraba animado al conversar con su antiguo mayordomo, sintiéndose algo excluido por esa amena plática, pero incapaz de interrumpirla. Sentía una ligera tranquilidad al ver esa emoción en esos ojos azules por volver a ver a una persona que lo acompañó durante toda su infancia.

      Finalmente, al volver al auto, percibió que esa sonrisilla no se borraba de sus labios. Todo el trayecto de regreso a su casa estuvo observándolo, viendo al rubio con una expresión serena y animada—. Hay una tienda abierta, ¿no quieres un helado?... ¿Eh? ¿Pasa algo?

      —No, nada… ¿Traerías de chocomenta?

 

***

 

 

 

Buaaa… —bostezó, apoyó su cabeza contra el pupitre y se puso a jugar con su lápiz.

      —¿Cansado? —preguntó el pelinegro a su lado. El Son negó con un pequeño puchero, sin quitar su mirada del pizarrón, lleno de cálculos y figuras geométricas que el docente no se molestó en borrar antes de retirarse.

      —Aburrido—sin levantarse dirigió su mirada para ver al más bajo—. No desayuné, me quedé dormido esta mañana y salí demasiado rápido para alcanzarte a tiempo.

      —Iré a comprarte algo a la cafetería.

      —¿Eh? No, Vegeta, espera… No importa, después de esta clase tenemos hora libre. Si te vas, el maestro puede enojarse y no querer que entres de nuevo, y…

     —No me interesa lo que diga—se puso de pie—. Vuelvo en un rato.

      —Pero…—sin embargo, el Saiyan no lo dejó detenerlo, simplemente se fue con su cartera en mano. Goku bajó la mirada—. No debí decirle—soltó aire—, no me gusta que pueda tener problemas por mi culpa—sintió el estómago rugiendo un poco—. Aunque… debo admitir que eso me hace sentir, de cierto momento, especial—se apoyó contra el pupitre nuevamente y se formó una sonrisa en sus labios—. Recuerdo que después de lo que pasó, yo soñaba con alguien así. Veg es alguien muy diferente a todos, incluso diferente a…

      Tragó saliva, movió uno de sus brazos hacia su cuello para tocar aquel collar que llevaba usando años por hábito. Se sentó correctamente y se lo quitó, para verlo con detenimiento. Ese dije en forma del número 17, lo tocó con suavidad y soltó aire. ¿Qué no había sido su consuelo tenerlo?

      Si lo pensaba bien, sólo lo llevaba por costumbre. Desde que se liberó su alma confesándole a Vegeta su orientación, aquel refugio que significaba el collar de Lapis se había transformado a la compañía constante del Saiyan que jamás lo abandonaba.

      —Ni siquiera recuerdo cómo lucía, tengo años sin saber nada de él—empuñó en su mano aquel collar—. Lo último que supe de él, fue que Barry y él modelarían juntos. Pero... verlo no es algo que me interese ahora. Creo que ni siquiera podríamos considerarnos amigos, sólo es un conocido más en mi vida—guardó el collar su mochila, en la bolsa que casi no usaba, colocándolo hasta el fondo—. Realmente he olvidado su rostro…

      —Te traje galletas—el Son volteó, para después sonreír al ver a Vegeta con un yogurt bebible y un empaque de sus galletas favoritas—. ¿Qué piensas?

     —¿Eh? Nada—le dedicó una sonrisa más amplia y abrió el empaque, para comer una galleta de chispas de chocolate—. Estar con Vegeta me hace demasiado feliz, él…—sintió un besito en la mejilla, que lo hizo sonrojarse completamente. El Saiyan había aprovechado la ausencia del maestro para besarle antes de sentarse a su lado—. Simplemente él es una persona muy querida para mí.

     —He pensado en que necesitamos un tiempo—el Son lo miró rápidamente—, para nosotros solos, juntos, como pareja—agregó, ante la repentina acción del menor—. Pasamos demasiado tiempo juntos, lo admito. Pero no se siente igual, sólo es escuela-entrenamiento-casa. En Ciudad del Este había un parque de diversiones, ¿lo recuerdas?

     —¿Janemba’s Park?

     —Ajá, creo que estará cerrado por riesgo de nevada por el invierno. Pero, ¿te gustaría que un día vayamos, sólo tú y yo?

      —¿Eh? B-bueno… sabes que me sigue asustando un poco que viajemos solos a un lugar tan lejano—abrió aquel yogurt de fresa que y bebió un poco—. Pero, Veg, sí quisiera ir otra vez a ese parque—volvió a verlo, consiguiendo que Vegeta soltara una risita baja.

     —Tienes bigote de yogurt—levantó el libro del Son para ponerlo de forma vertical frente a ellos, creando una cortina que evitaba la vista de todos los demás, y se acercó a besarlo, para después pasar su dedo en la línea de su labio superior, retirando los residuos del lácteo.

      Goku se alejó unos centímetros, con su rostro totalmente enrojecido. Sus labios estaban temblando un poco, pero no de un modo asustado, sino de un modo curioso y avergonzado, pero con un ligero toque travieso.

     —Veg—susurró—. Estamos en la escuela, no hagas eso…

     —Tsk—bajó el libro. El menor pudo ver que nadie veía hacia donde ellos, así como tampoco había llegado el docente—. Entonces esperaré que salgamos—Goku lo vio—. Sólo si quieres.

      —Hmph—soltó aire y bajó la mirada para jugar con sus dedos, lucía muy vulnerable en esa situación de coqueteo—. Veg, sabes que sí quiero…

      El Saiyan sonrió y buscó su mano, para apresarla despacio, dándole caricias lentas mientras lo veía con una expresión serena—. Anda, sigue comiendo—lo soltó y Goku asintió, para seguir degustando aquellas galletas.

     —¿No vas a comer, Veg?

     —No tengo hambre, sinceramente—se deslizó un poco en la silla y después hizo su cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos—. Además, siento náuseas.

      —¿Náuseas?

     —Anoche comí demasiado y me quedé dormido sin reposar lo suficiente—sintió la mano del menor tomar la suya—. Si empeora iré a la enfermería, pero creo que estaré bien así. Sólo que no te acompañaré al entrenamiento.

     —Oh…—Vegeta abrió los ojos al oír ese sonido—. Bueno, no sé, Veg... Entrenar con otros chicos de tercer semestre… La última vez que lo hice, el día que tú dijiste que te sentías mal, terminé lastimando a un chico, era de sus primeros meses entrenando.

      —Jeje—soltó una risita ronca—. Pésima idea del entrenador poner a alguien con años de experiencia pelear con un novato—el Son hizo un puchero—. No te sientas mal, ten por seguro que el miedo que tenía ese chico ya lo perdió. De hecho, me atrevería a decir que ahora se anima más a colaborar con el entrenador para hacer las demostraciones.

     —¿Tú crees?

     —Sí… Entonces, ¿quieres planear algo para la salida?

     —Vegeta… quisiera visitar a mamá en el hospital—soltó un diminuto suspiro antes de colocar sus manos en sus piernas, encogiéndose discretamente. El Saiyan se incorporó para acercarse un poco—. No sé si te enteraste del accidente múltiple en los límites de la ciudad. El otro hospital se saturó, entonces varios pacientes no tan delicados fueron transferidos. Y... tiene dos días sin ir a dormir a casa.

      —Ehm… Kakarotto, creo que no has notado ciertas cosas— el Son lo miró—. Vayamos afuera, ya pasó media hora. El maestro no vendrá.

     —Sí, claro…—tomó su mochila, sintiéndose tranquilo de “saltar clase” al ver que todos sus compañeros también se estaban retirando. Fueron a su zona favorita del patio, bajo ese árbol donde habían tenido su primera conversación, y se sentaron ahí.

     —Kakarotto, no sé cómo te vas a tomar esto, pero…—el Son lo vio atento—. Tú… sigues extrañando a tu padre, ¿no?

     —¿Tú también sientes que mamá y el señor Tomma son pareja?—el Saiyan alzó un poco sus cejas por la sorpresa—. Siempre están juntos, y mamá se ve demasiado feliz con él. Incluso hace una semana me dijo que decidió firmar los papeles de divorcio, porque ya teníamos una estabilidad financiera.

   —Kakarotto...

     —Veg, estoy tranquilo—un ligero movimiento de cabeza no pasó desapercibido por el mayor. El Saiyan se movió para quedar a su lado y pasó su brazo por sus hombros, para darle un abrazo ladino—. Es sólo que… todo ha pasado tan extraño. Ni siquiera sé qué pensar con respecto a papá—sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¡Nunca intentó comunicarse de nuevo! Sólo… sólo me queda pensar que me odia tanto para querer mantenerse lejos.

      —Kakarotto…—soltó aire y lo abrazó más fuerte—. No creo que sea eso, ¿sabes? Más que odiarte, simplemente trata de actuar inmaduramente fingiendo que algo importante en su vida jamás pasó—Goku asintió despacio—. Hey, vamos—se acercó a su mejilla y rozó su nariz en ella, consiguiendo sacarle una sonrisa—. ¿Quieres que lo busque y lo golpeé?

      —¡No todo se resuelve con golpes, Vegeta!

      —Por Kami, luces tan adorable cuando te enojas—el Son se sonrojó—. Kawaisuwiru—le susurró en la oreja antes de darle un pequeño mordisqueo en su mejilla.

      —V-Vegeta-a-a —se alejó un poco, zafándose de los brazos del mayor —. Eso... —tragó saliva, con su respiración un poco agitada.

      —Diablos—se levantó rápido, cubriendo con una mano su rostro—. Gomen’nasai—se disculpó, todavía manteniéndose a esa distancia.

     —Veg…

      —No entraré a la última clase, te espero en el estacionamiento.

      Agarró su mochila y se retiró rápidamente, dejando al menor ahí, solo, con esa expresión de vergüenza y confusión. Goku subió su mano hasta su rostro, tocando esa zona, donde el mayor había mordido. No era la primera vez que lo hacía, eso había ocurrido el día del premier justo cuando Cocoa se había acercado para pedirle su número de teléfono. Aún estaba presente en su mente aquella respuesta del mayor: “No sé. Instinto... o hambre”.

      Vegeta era alguien bastante peculiar. O al menos para él, cuyo círculo social era bastante reducido. Nunca había visto en alguna pareja, como sus padres, o escuchar hablar así a Shapner o a Zeshin, por lo que esas mordiditas eran algo desconocido para él.

     Aunque, así como era desconocido, también era algo que no le incomodaba. Incluso le atraía…

      —Ay, ¿qué estoy pensando? —se sintió completamente avergonzado de ese pequeñito deseo—. Pero... recuerdo que el psicólogo me dijo que no debía sentirme culpable de tener ciertos gustos o deseos de pareja, siempre y cuando no sean para lastimarnos… —tragó saliva nuevamente—. Debo buscarlo.

     Se levantó, cargó su mochila y fue al estacionamiento. Ahí lo vio, sentado en un escalón junto a las bicicletas aparcadas. Se veía ligeramente avergonzado, sus mejillas estaban un poco sonrosadas, pero su mirada estaba algo molesta. Lo conocía bien, esa era una molestia consigo mismo, no con alguien más.

     —Veg—el Saiyan alzó la mirada para verlo. Esa expresión dura le causó un poquito de pena, saber que Vegeta se estaba sintiendo mal y regañándose.

      —Kakarotto, puedes ir a la clase. Yo te esperaré aquí.

      —Veg, ¿por qué me mordiste?

      —Tsk…—cubrió su rostro con una mano.

      —Veg, no me molestó. Pero... no es la primera vez que lo haces, sólo quisiera saber por qué.

        —¡Eres…! —el mayor seguía en el suelo, pero con una expresión de vergüenza—. Te veo y… ¡Diablos! Luces muy adorables y… siento necesidad de morderte. Intento contenerme, pero hace un momento no pude. Te pido disculpas.

      —Vegeta… —se sentó a su lado—. No me molesta.

       —¿Te lastimé?

      —No, sólo es raro… A mí me daría bastante vergüenza hacer algo así.

      —Kakarotto…—sus labios estaban un poco fruncidos—. Lo lamento.

     —Vegeta—se apoyó en su hombro—. Está bien, puedes hacerlo—el mayor lo miró—. Sólo no muerdas tan fuerte, no me gustaría que mamá se asustara si me ve marcas.

      —Jamás haría algo que no te gusta—sintió un besito en la mejilla por parte del Son—. Es sólo que…, o por tu expresión, tu apariencia… Me cuesta trabajo decir las cosas, porque te veo y hay demasiados que pasa por mi mente. Por eso siento necesidad de hacerlo.

     —Veg…—le levantó el brazo al mayor para acurrucarse con él en su costado—. Está bien, no me molesta.

      —Tsk… —subió su mano hacia su cabeza, para acariciar suavemente su cabello—. Creo que sí debes ir a clases.

     —¿Y tú?

     —Iré al centro de la ciudad, volveré para cuando termine la clase para que nos vayamos juntos.

      —Vegeta…

      —Iré a una farmacia, a comprar algunas pastillas.

     —¿Te acompaño? Yo también puedo saltarme la última clase y…

     —La próxima semana empiezan los exámenes finales, sería bueno si tú me dices si dan un aviso importante—el Son sonrió—. Y después podemos ir a comer un helado, o una crepa en los puestos del parque.

     —Sí quiero, Veg.

      —Bien—se levantó y le besó la frente—. Vuelvo en un rato.

     Goku lo observó irse. Se levantó y se dirigió a su salón de clases. No obstante, se detuvo a pensar unos minutos en el collar. ¿Era correcto conservarlo? Bueno, había significado tanto para un amigo suyo. ¿Pero era correcto tenerlo ahora que tenía novio, sabiendo que le había sido regalado con otra intención?

     Se acercó al teléfono que había en el pasillo, ese que estaba ahí por si algún alumno necesitaba contactar a algún familiar, y llamó al número del rubio, abusando de ese comentario de “yo estaré para ti si algún día necesitas hablar con alguien”.

     —¿Hola?

     —Barry, soy Goku…

     —¿Goku? Hola, ¿qué tal? ¿Pasa algo?

     —No… Bueno, sólo quería saludar—rio un poco.

     —Ah, estamos bien. ¿Y ustedes? ¿Gine también está bien?

     —Mamá está increíble, Vegeta también…—soltó un suspiro—. ¿Recuerdas que te había pedido que me avisaras si conseguías el número de 17?

     —¿De 17?

     —Ehm… Quiero decir, de Lapis Gero.

     —Ahhh, cierto. Por ahora no lo he conseguido, hemos tenido problemas con los representantes, y no he podido hablar con él. Tan sólo lo consiga, yo te aviso y…

      —No es necesario, Barry. Quería pedirte que no le menciones nada a él sobre mí.

     —¿Eh? ¿Y eso…?

     —Él sí era mi amigo, pero… no creo que sea conveniente hablar con él. Llevamos años separados, creo mucho mejor sólo dejarlo ir. Creo que ni siquiera se ha de acordar de mí.

     —¿Estás seguro?

     —Sí—sonrió—. De verdad, no menciones nada de mí con él…

      —Está bien, yo entiendo… Aun así, creo que, si fue un amigo muy importante, sería bueno que volvieran a hablar—oyó una pausa—. No te voy a forzar, Goku. Respetaré tu decisión, sobre todo si es para protegerte. ¿Está bien?

     —¡Muchas gracias, Barry! Por cierto, ¿cómo fueron los resultados de Zeshin?

     —Soy novio de un futuro enfermero—el Son rio—. Él está excelente.

     —Envíale mis felicitaciones…

     Se quedó un largo rato hablando con él, se despidió al oír el timbre de cambio de hora y fue a su aula. Sintió un ligero arrepentimiento de haberse apurado luego de que el maestro haya ido únicamente a decir que no habría clase. Salió con desgano del salón para sentarse en la zona de aparcado de bicicletas, para esperar al Saiyan.

     —Vegeta… —pensó en ese chico y subió su mano hasta su mejilla, en esa zona donde el Saiyan había mordido. Las mejillas volvieron a encendérsele.

      Había sido un pequeño mordisqueo, ni siquiera había ejercicio presión con los dientes para dejar marca de su dentadura, sólo fue algo leve que había dejado una línea de saliva. Su corazón se aceleró un poco, su rostro estaba enrojecido y su mirada reflejaba un ligero brillo de curiosidad. Inevitablemente pensó en un cachorro por ese mordisqueo juguetón.

     —Ahora que lo pienso, Vegeta es un poco extraño… Suele hacer cosas que no he visto que alguien más haga—abrazó su mochila y soltó una risita baja—. Incluso Cocoa dijo que Vegeta “es un poco raro”—cerró los ojos y sonrió—. Así me gusta…—susurró.

      —Kakarotto—levantó la mirada al oír las llantas de la bicicleta reduciendo la velocidad—. ¿No fuiste a clase?

     —La cancelaron—hizo un pequeño puchero y soltó aire, alborotando su flequillo—. ¿Fuiste por medicina?

     —Sí. Ya me tomé unas pastillas—sonrió—. Abrieron un restaurante donde venden panes tradicionales en el centro, ¿vamos?

     —Claro, Veg—se levantó rápido y quitó la cadena de su bicicleta, se subió rápidamente y siguió al más bajo.

      En todo el trayecto no pudo evitar sentir un poquito de felicidad. ¿Cómo era posible que hace minutos habían tenido un pequeño conflicto, pero ahora estaban yendo a tener una cita, más felices que nunca? Simple: su lazo era fuerte y sin maldad.

     Nunca llegaban a los golpes, alzarse la voz, ni siquiera los reclamos. Tenían una relación donde cualquier tontería que iniciara una discusión en ellos, simplemente lo hablaban unos segundos y otra vez volvían a su estado de tranquilidad.

     Se sentía en un hogar.

     Uno donde todo estaba bien, donde había paz por doquier y donde no se abría paso a sus temores. ¿Y toda aquella violencia de la cual había sido víctima? Ahora no volvía a vivir ningún suceso así. Si bien las marcas físicas de todas esas veces que se autolesionó seguían ahí, las heridas del corazón ya casi sanaban por completo. Con amigos, con su pequeña familia, y con amor y respeto hacia sí mismo.

     —¿Crees que sería muy malo de mi parte que vaya a visitarla?

      —Ella jamás se enojaría por que la visites—el menor se apoyó contra él—. Dale tiempo, para ella tampoco debe ser sencillo aceptar a otro hombre luego de tantos años casada y luego de esa pelea tan fuerte.

     —Sí, tienes razón… Aunque el señor Tomma es alguien muy bueno, no sé por qué teme que yo me entere. Él ha sido lo más cercano a un padre que he tenido estos últimos años—sintió un besito en la mejilla—. Veg, ¿puedo dormir en tu casa hoy? Quisiera estar contigo—el Saiyan volvió a besarle el cachete.

     —No tienes que preguntar, puedes ir cuando quieras—lo apresó en sus brazos—. ¿Vamos a casa o vamos a verla?

     —¿Eh? Mmm… Le daré tiempo, vayamos a casa. Pero, antes de irnos, ¿puedo preguntar algo?

     —Lo que quieras, Kakarotto.

      —Veg, ¿qué pasará el día que conozcas a mi hermano? La verdad es que… no tengo idea de cómo reaccionará Rad cuando sepa que salgo con alguien—soltó aire—. Sé que él me apoyaba, y que no dejó de quererme nunca. Pero es difícil imaginar cómo será su postura al ver que salgo con alguien.

     —Y peor cuando se entere de los antecedentes de ese “alguien”, ¿es eso? —el Son recargó su cabeza contra la de Vegeta—. ¿Quieres que nuestra relación dependa de su opinión?

     —No es eso, Veg—soltó aire—. Tengo miedo de que algo salga mal y tener que elegir—sintió la mano del Saiyan tomando la suya—. De no poder hacer cosas en conjunto todos, o que no se agraden. Y tener que escoger con quién pasar mi día.

      —Bah—le besó la cabeza siguió acariciándole la mano—. No te preocupes por eso todavía, cuando pase, verás que todo saldrá bien—tragó saliva discretamente tras pronunciar esas palabras.

     ¿Y cómo no hacerlo? De cierta manera, había una ligera mentirilla ahí, oculta entre sus palabras. ¿Por qué? Si bien no conocía al hermano del Son, y su Goku solía evitar hablar mucho de él por el sentimiento de vacío que lo llenaba y la tristeza que todavía quedaba en su corazón, sabía que probablemente terminaría mal.

     Goku había pasado por tanto, que ese tal “Raditz” seguramente trataría de sobreprotegerlo. Y ahí es donde él seguramente se molestaría, porque en ningún momento ha lastimado al Son, ¡todo lo contrario! Su única intención con el menor era que fueran felices juntos. Sin embargo, tan sólo ese sujeto se entere de su pasado como “chico problema”, es probable que sea rechazado.

      No le sorprendería: incluso su propia familia lo rechaza.

     —Tienes razón, Veg—salió de sus pensamientos al oír la voz del menor. Sonrió y buscó su rostro para darle un besito.

      —Al diablo todo... Le demostraré eso a cualquiera que se oponga por lo que antes hacía—pagaron la cuenta y salieron, para ir a casa.

     En su trayectoria a casa, no pudo evitar sonreír al ver la espalda del Son mientras pedaleaba delante de él. Ese chico… en serio era lo mejor que le había pasado en esos últimos años.

 

 

 

***

 

—Gracias por traerme—aprovechó que había una enorme cortina de agua que impedía a cualquier transeúnte ver hacia adentro del auto para acercarse al rubio y darle un beso—. Barry, ya ni siquiera me dijiste qué hablaste anoche con tu padre. Ni siquiera quisiste dormir en nuestra cama—el rubio bajó la mirada.

     —Lo siento, me sentía tan enojado y no quise involucrarte. No quería desquitarme contigo, así que me fui a otra habitación—la mano del más bajo sobre su hombro lo hizo soltar un suspiro—. Me llamó, quiere que nos reunamos. No sé si quiero verlo.

     —Si decides ir, puedo acompañarte. Pensaba hacer doble turno hoy para cubrir a una compañera que se siente mal, pero sé que un amigo puede venir a esa hora y…

     —Zesh, está bien. No tienes que descuidar tu empleo por mí—se acercó a él, para volver a besarlo—. Muy probablemente, ni siquiera voy a querer asistir. ¿Paso por ti a las siete?

     —Sí, claro—le dedicó una sonrisa—. ¿Terminarás tarde tu trabajo?

     —¿Eh? Pues... la sesión de fotos es a las 3 de la tarde, estaré al otro lado de la ciudad—buscó su mano—. ¿Te gustaría que tuviéramos una cena especial?

     —Claro—soltó una risita—. Quisiera ramen, aunque sea instantáneo.

     —Pasaré a comprar antes de venir por ti. Si veo que tardaré un poco, te llamaré—lo volvió a besar—. ¿Y si mejor volvemos a casa a beber café caliente?

    —Mejor la próxima semana, de todos modos, hay pronóstico de lluvias para la temporada—hizo un toqueteo juguetón con sus dedos en sus brazos—. Pediré unos días libres.

    —Salgamos de viaje juntos—el pelinegro hizo una mueca de fastidio—. Cierto, olvidé que dijiste que te gustaría quedarte en casa y comer puros postres—esos ojos verdes lo enfocaron—. Está bien. Necesitas descanso. Además, yo también quiero comer algunos bocadillos mientras estoy contigo.

      —Sí…—volvió a besarlo—. Te veo en la tarde. Buena suerte en el trabajo.

     —Igualmente. Nos vemos en la noche, Zesh.

     El pelinegro abrió la puerta de la camioneta, abrió un paraguas y bajó, le hizo una última seña antes de cerrar la puerta y alejarse. Barry le dedicó una sonrisa hasta que el pelinegro se perdió de vista, duró unos segundos con esa expresión antes de ir desvaneciendo la curvatura de sus labios. Apretó en sus manos el volante y después marcó un número en el teléfono.

      —Sí, hola, habla Barry Kahn… Sí, el modelo para las fotografías de hoy… La cita es a las 10, ¿cierto?... Ajá, ya voy en camino. Llegaré en media hora, ¿podría avisarle al fotógrafo?... Muchas gracias. —Colgó y se volvió a acomodar contra el volante—. No me gusta mentirle a Zeshin, Pero… ¿cómo debería decirle que me voy a encontrar con…? —frunció el ceño y encendió el motor—. Zeshin, perdón por mentirte…

 

***

 

—Zeshin, me sorprende que estés trabajando tan duro, ¿en serio quieres hacer todo tan bien, incluso en tu último día? —comentó la chica que estaba en la caja registradora, cuando el pelinegro se acercó a limpiar la barra.

     —Quisiera dejar las cosas bien, ahora que no voy a regresar como empleado—ella le sonrió—. Hablé con algunas personas que estudian enfermería, y me dijeron que sí es necesario que tenga tiempo libre para poder estudiar para los exámenes. Yo no tenía planeado mi renuncia, pero creo que es lo mejor.

      —Estoy muy feliz por ti, Zeshin… Pero promete que volverás a visitarnos, ¿quieres?

      —Claro que lo haré—terminó de limpiar esa zona—. Iré a atender a los chicos que llegaron, ¿te parece si seguimos hablando en nuestro descanso?

 

***

 

—¡Perfecto! —exclamó tomando la fotografía—. Esta promoción de ropa interior va a ser la mejor del año, ¡todos te aprecian por tu papel del Gran Saiyaman!

      El rubio sonrió un poco más mientras cambiaba de pose, intentando no parpadear con cada flashazo de la cámara. Cada cambio de ropa estaba amontonado en un rincón, puesto que las fotografías debían ser tomadas rápido porque debía fotografiar a más modelos. Además, él también tenía algo qué hacer.

      —Esta es la última fotografía, ya puedes cambiarte—avisó el fotógrafo, mientras se acercaba—. Muchas gracias por colaborar con nosotros—hizo una pequeña reverencia ante el Kahn—. Fue un honor.

      —No es nada—le dedicó una sonrisa—. Lo hice con gusto.

      —Puedes retirarte—se acercó a la mesita donde ponía todos los lentes y cosas que necesitaba para la sesión. Tomó una bolsita de cartón, con la impresión de la firma de esa empresa de moda—. El diseñador me dijo que envió de regalo un conjunto especial—aquel hombre le mostró una expresión ligeramente pícara pero avergonzada—. Conjunto de ropa erótica, el diseñador envió algo por la temporada navideña—el rubio soltó una risita.

      —Cuando mencionó que también hacían ese tipo de ropa me sugirió modelarla, pero no quise por… respeto a mi pareja… Ya sabe, por la reacción que tendrían los fans. No me gustaría incomodar…la por los comentarios que hagan.

     —Sí, debe ser muy difícil, ¿no? Van a ver las fotografías de esta nueva promoción y se emocionarán—el rubio soltó un suspiro.

     —Mientras no toquen la puerta de mi casa con propuestas de matrimonio, todo está bien—el otro hombre rio—. Me retiraré. Un gusto trabajar con usted.

     Tomó sus cosas y se acercó al vestidor. Se vistió con lo que llevaba esa mañana y miró la hora en su teléfono. Sonrió al ver en el fondo de pantalla una fotografía de él junto con Zeshin, en una ocasión donde subieron la pequeña colina, donde se veían todas las luces de la ciudad de fondo. Despacio fue borrando su sonrisa, subió su mano a su pecho, tocando solamente con las yemas. Empuñó y soltó un sonidito de rabia.

     —No puedo más… ¿debería decirle? —buscó en su agenda el número del pelinegro—. No… no debo molestarlo con mis cosas. Está ocupado.

     Decidió guardarlo para sí, se armó de valor y salió de ahí. Buscó su camioneta en el estacionamiento y entró en ella. Sonó su celular, lo miró inmediatamente, esperando que se tratara del Tendo con un tiempo libre en su trabajo. Sin embargo, era otro número el que aparecía en la pantalla. Chasqueó la lengua y contestó.

     —Ya te he dicho que no me llames. ¿Qué quieres?... Tsk, ¿qué no te había dicho ya que sí voy a ir? ¿Por qué diablos insistes tanto?... ¡Sólo espera!... ¿Y qué si al final decido no ir? Bien sabrás por qué, ¿no?... Tsk, no me molestes, tengo algo muy importante qué hacer en este momento.

      Colgó sin esperar réplica. Soltó aire y encendió el motor, comenzó a conducir hasta que llegó al supermercado. Se colocó el cubrebocas y los anteojos y entró a la tienda. Se sentía tan fastidiado, esa llamada le quitó el poco ánimo que había recuperado. Sacudió la cabeza y sonrió al ver en los estantes las sopas instantáneas.

     —A Zesh le gusta de pollo picante—colocó varios empaques en el carrito—. Ya tenemos helado, ¿y si llevo también refrescos?... Ahora que lo pienso, Zesh casi no bebe soda. Su bebida favorita es la limonada—sonrió con ternura—. Siempre prepara vasos grandes porque me comparte—soltó una risita al recordar todas esas veces donde el pelinegro le daba de beber del mismo vaso.

     Siguió haciendo las compras. Tomándose su tiempo para escoger aquellas cosas que no necesitaban refrigeración, puesto que, si tenía que hacer ese otro viaje, podrían echarse a perder. Sacudió su cabeza, tratando de alejar las ideas negativas y sólo pensar en la noche linda que estaba planeando para ambos.

     —Tengo crema batida en casa…—una sonrisilla juguetona se formó en sus labios, pasó desapercibida por todos los demás debido al barbijo que la cubría—. Esta noche será perfecta—siguió empujando el carrito, tarareando una canción—. Será una cena especial, ¡por fin tendremos vacaciones juntos! —siguió metiendo al carrito dulces y botanas que ambos disfrutaban.

     Dejó pasar el tiempo tranquilo, paseándose por cada pasillo sin revisar el reloj. Colocando cada cosa que se le antojaba para comprarla. ¿Hace cuánto no iba de compras solo? Desde que él y Zeshin vivían juntos, solían hacerlo ambos. Pero en su temporada de soledad, cuando todavía vivía en la casa de su padre, era la empleada quien las hacía. Y en su pequeña soledad, esos escasos días donde se animó a pasar días solo, se sentía ligeramente incómodo de tener que escoger víveres.

     Quizás, el hecho de tener una agradable compañía era una buena motivación.

     Fue a pagar y llevó al auto las bolsas. Se entretuvo un poco terminando una bolsa de frituras y una soda que compró—. Es increíble que ya sean las tres…—bebió el último trago y encendió el motor—. Lo bueno es que dejó de llover.

     Siguió conduciendo y entró al estacionamiento de un restaurante. Bajó y se acercó al encargado, diciendo aquel nombre que le provocaba odio cada vez que lo pronunciaba. Y ahí vio a dicha persona, con un brillante y larga cabellera, con una gasa en su rostro y un pequeño temblor de nerviosismo en su cuerpo.

     Cuando se acercó lo suficiente para que sus pasos fueran audibles para esa persona, notó cómo lo enfocaba inmediatamente. Distinguió esos ojos acuosos con una mirada asustada. Sin decir nada se sentó frente a él, con sus brazos cruzados y una expresión dura.

     —¿Y bien?... ¿Qué es lo que quieres?

 

***

 

—Gracias por todo, jefa—hizo una pequeña reverencia a la mujer.

     —No es nada—lo abrazo cuando se incorporó—. Fuiste un excelente empleado… Si algún día quieres volver, siempre tendrás un puesto para ti.

     —Gracias—tomó su mochila—. Adiós…

     Caminó despacio por la calle. Mirando todos los locales, muchos de los cuales sólo había visto cuando ya estaban cerrados. Sonrió al pasar frente a una panadería. Aprovechando el bono que le dieron, compró un panecillo para irlo degustando en su paseo por esa zona de la ciudad. Sus pasos eran lentos, y mantenía una ligera sonrisita en su rostro, estaba algo ansioso por llegar a su destino.

     Finalmente se detuvo frente a una joyería. Se quedó mirando un largo rato toda la variedad de accesorios que vendían. Caminó un poco hasta estar frente a los anillos. Sonrió mirando la variedad de sortijas que manejaban en el local. Se mantuvo un rato analizando todos, quedando prendado por uno en específico que tenía un grabado que, en conjunto con el otro, formaban un corazón. Era sencillo, y no había tantas diferencias entre el “masculino” y el “femenino”. Tenía toques minimalistas que daban el efecto preciso que él quería: algo que siempre podría llevar sin ningún problema.

     —Arigato—oyó decir mientras la puerta del local se abría. Era una voz tan familiar que no pudo evitar voltear.

     Esa persona, al sentir la mirada, se dirigió a ver al pelinegro. Unos segundos eternos en silencio incómodo, donde sólo se veían a los ojos.

     —Ah, hola, Zeshin—rompió el silencio el peliblanco.

     —Hola, Light—respondió en una voz un poco baja.

     —¿Eh? ¿Buscas un anillo de compromiso? —preguntó tras haber visto la vitrina—. Supongo que estaría bien si lo pides pronto, si quieres que le hagan un grabado te lo podrían entregar hoy antes de que cierren—desvío la mirada—. Bueno, supongo que te dejaré escoger. Adiós…

     —Light, ¿harás algo hoy?—el peliblanco volvió a verlo—. Me gustaría que habláramos.

     —¿Eh? —el más bajo se mostró bastante sorprendido—. No tengo nada planeado.

     —Podemos ir al restaurante de enfrente, ¿está bien?

     —C-claro—el pelinegro caminó hacia él—. ¿No vas a comprar los anillos?—el de ojos verdes negó despacio—. Puedo esperar, de verdad.

     —¿En serio? —el más bajo asintió—. Gracias. No tardo.

     Entró al local y se acercó al vendedor, pidiendo aquel par que llevaba minutos apreciando. Aprovechó que conocía la medida para Barry tras tomar uno de sus anillos, y uno suyo para pedir ambos. Y, ¿por qué no, ahora que conocía que podrían hacer un grabado, pedir un BK y un ZT?

     Luego de hacer el pedido, salió. Sintió un pequeño vuelco en el pecho al ver al mayor recargado contra la pared con una mirada gacha. Light se veía algo pensativo; aprovechó esos segundos para apreciar la vestimenta que portaba: su uniforme de béisbol. Sonrió y caminó hacia él.

     Ambos lucían algo incómodos por la idea de tratarse. Sin embargo, fueron al restaurante que estaba cerca para degustar algunos bocadillos mientras charlaban.

    —Light… Desde hace mucho tiempo he querido hablar contigo—el otro lo veía atento—. Te ofrezco una disculpa por la forma en que se dieron las cosas entre ambos. Creo que debí tener un poco más de tacto. Merecías que no prolongara algo que no iba a poder mantener, y ser más atento. Te pido perdón por todo ello. Entiendo si ahora me odias por esa forma de actuar.

     —¿Eh? Zeshin, yo no te odio. Yo creí que tú eras el que me odiaba.

     Un largo silencio incómodo se presentó entre ambos. Para finalmente empezar a reír con vergüenza ante las confesiones del otro. Una sonrisa tierna apareció en los labios del pelinegro al ver al mayor riendo, inevitablemente recordó esos momentos juntos, puesto que la personalidad del más bajo siempre ha sido bastante dulce.

     —Light, ¿por qué pensaste que yo te odiaba?

      —~Ahhh—soltó un suspiro para beber un poco del café—. Días después de que… terminamos… Fui a buscarte. Quería hablarlo, pero no te encontré y la gerente me dijo que le pediste que no me dijera dónde estabas.

     —Estaba en el hospital—aquellos ojitos negros mostraron mucha sorpresa—. Terminé ahí por agotamiento, me había exigido tanto desde que empecé a trabajar en el restaurante que mi cuerpo no lo resistió y terminé hospitalizado tres días. Sin contar a mis compañeros de trabajo, tú eras la única persona que yo tenía. Y lo que menos quería era preocuparte en caso de que fueras y notaras que no estoy.

     —P-pero… pude haber cuidado de ti… A pesar de que ya no éramos pareja, ¡te seguía considerando mi amigo! —el de ojos verdes negó despacio.

    —Light, lo que menos quería era que la dependencia de nuestro vínculo se agravara—el más bajo desvió la mirada—. Yo también lo tuve, no solamente fue para ti.

     —Tsk, luego de que no te encontré decidí irme de la ciudad y rentar un departamento cerca de la universidad. Volví una vez superé lo nuestro—una vez más, lo miró—. ¿Estás bien ahora, Zeshin?

     —Me tomé varios días esa ocasión, adelanté las vacaciones para no tener problemas y recuperé el tiempo de trabajo. No podía darme el lujo de tomarme tiempo libre—el mayor asintió—. Light, nunca fue que no quisiera estar contigo, pero no podía dedicarte tiempo que no tenía.

     —~Ahhh—volvió a suspirar, tenía sus mejillas algo sonrojadas, retiró el flequillo de su frente con una expresión de vergüenza—. También te pido disculpas por pedirte demasiado. En serio actué mal.

     Ambos se vieron unos segundos, porque esas miradas que se dirigieron fueron suficientes para expresar todo lo que sentían. El arrepentimiento de haber lastimado al contrario con falta de comunicación, y el dolor de haber perdido una amistad por la misma razón. En esos momentos, sólo con verse, fue suficiente para calmar todas las dudas que tenían.

     —Zesh, ¿podemos volver a ser amigos? —la mirada del pelinegro se iluminó.

     —¡Por supuesto!

 

***

 

Miraba atento al hombre, que con cada palabra se desmoronaba más y más. Ni siquiera tocaba su platillo, únicamente tomaba agua cada que su garganta formaba un nudo por el dolor con el que hablaba. Barry, contrario a él, sólo comía, dedicando de vez en cuando una mirada juiciosa al hombre mayor.

    —Te esperé diez años, ¿por qué no apareciste antes? —cuestionó, sin inmutarse por el llanto del mayor.

     —No estaba preparado para ser padre—miró casi con odio una parte de la mesa—. ¡Tenía sólo diecinueve años cuando naciste!

     —¡Y te busqué cuando tenías 26! —confrontó—. Tsk, ¿entonces realmente quieres recuperar tu posición de padre? ¿O quieres algo más? Te recuerdo que ya soy un adulto y ya no necesito niñera.

     —Barry, por favor, ¡escúchame! —siguió sollozando—. Yo no estaba listo… Siempre, ¡siempre pensé en ti y me preocupabas!

     —No parece—desvió la mirada mientras negaba—. ¿Sabes por qué? Porque cuando necesitaba ayuda sólo volteaste la mirada—volvió a exhalar—. Ya dilo, ¿qué quieres? Tengo cosas importantes que hacer.

     —¡No tenía opción esa vez! —se escuchó su voz demasiado cortada. Tuvo que tomar aire—. Verás… He buscado un hogar—bebió un poco de agua—. Además, trabajaba en esa gerencia, pero no alcanza para conseguir un departamento en…

     —Era dinero, lo suponía—interrumpió—. Increíble que haya perdido mi tiempo estando aquí, contigo—miró su reloj—. Ya casi son las seis, y debo ir por alguien.

     —¡Barry…!

     —Por favor, esto está siendo demasiado difícil para mí—tomó su cabello con frustración—. Te daré el maldito cheque si prometes no volver a aparecer en mi vida—el hombre empezó a negar despacio, mientras esos ojitos cansados volvían a llenarse de lágrimas—. Crecí sin ti, ¿por qué piensas que volver ahora es algo que yo necesito?

      —Hijo…—el rubio giró el rostro—. La relación que tenía con tu padre no fue la mejor, ¡él ya tenía trabajo y estabilidad! Yo era demasiado joven, ¡ni siquiera quería…! —calló al darse cuenta de esos ojitos azules verlo rápidamente—. Quiero decir, Barry…

     —Te daré el dinero—susurró—. ¿De acuerdo? Te lo daré, sólo…—se tocó el tabique—. En serio, no vengas a desestabilizar mi vida…

 

***

 

—Aquí están los anillos, puede ver si así les gustan o si quieren agregar otro grabado interno—mencionó el hombre abriendo la cajita sobre el mostrador. Tanto el pelinegro como el peliblanco agradecieron al unísono—. Iré a atender a otras personas. Si gustan pueden llevárselos así, o podemos hablar para agregar algo—añadió.

     —Se ven bastante bien, son muy a tu estilo—comentó tras ver las argollas—. ¿BK? ¿Son sus iniciales?

    —Sí—respondió—. Tú eres el artista, ¿qué opinas?

     —Pues… —tomó ambos para colocarlos juntos—. El hecho de que no tenga pedrería es un punto a favor, no va a hacer que capte la atención de inmediato, sino que pasará desapercibido. Es algo que puedes usar a diario… Para ser un “anillo de promesa”, es bastante lindo—volvió a colocarlo en su cajita—. ¿No te convence? Tal vez si le pides que grabe también un kanji que tenga un significado para ustedes o…

     —No es eso…—tomó la cajita entre sus manos—. Estoy pensando que, quizá, es demasiado pronto. Creo que sí los compré bastante precipitado—soltó aire—. Estuve pensándolo, y lo mejor es que espere otro poco.

     —Zesh—le sonrió—.  No pienses mucho las cosas. Sólo hazlo. Si tienes una buena corazonada, anímate. Es mejor que lo intentes, a que después te arrepientas.

     —~Ahhh—soltó aire—. Ya veré qué hago…

     Guardó el estuche en su bolsillo y ambos salieron. Una ligera brisa los cubrió, combinada con una corriente de viento helado. La temporada invernal había comenzado desde hace varios días y el clima era bastante inestable, desde lluvias intensas hasta vientos muy fuertes.

     —¿En serio te golpearon? —mordió el panecillo que compró, viendo incrédulo al más bajo—. P-pero… ¿qué hay del entrenador? ¿No les dijo nada por lo que te hicieron? Se supone que son tus compañeros de equipo.

     —A ese viejo no le interesa. Es “mi responsabilidad por estar en un equipo deportivo sabiendo mis debilidades”—a pesar de que la lluvia había humedecido su pan, siguió comiéndolo—. ¿También lo notas?

     —¿Fue el mismo que no aceptaron en la academia deportiva? —recibió una afirmación—. Qué inmaduro al estar enojado porque sus alumnos sí tienen la posibilidad—miró al más bajo, que tenía una sonrisilla juguetona—. Un momento, ¡¿te aceptaron?!

     —Estás viendo al mejor elemento del equipo de béisbol, que fue becado para asistir a esa academia—el pelinegro lo abrazó por un hombro y le revolvió su cabellera.

     —¡Es increíble! La final de los torneos intrauniversitarios es pronto, ¿cierto? Me gustaría ir a apoyarte—el más bajo soltó una risita—. Recuerdo las únicas tres veces que pude ir, en serio me divertí.

     —Gracias. Ehm… ¿sigues conservando el mismo número?

     —Sí. Últimamente tengo el teléfono a la mano siempre, así que podré responderte rápido—llegaron al pequeño callejón que estaba detrás del restaurante donde el pelinegro trabajaba.

     —¿Vas a esperar a tu pareja aquí?

     —Sí, dijo que vendría a las siete. Y ya casi es hora—el más bajo se recargó contra la pared, junto al pelinegro—. ¿Quieres llamar un taxi? Está bien, ya está lloviendo más fuerte y no quisiera que te mojaras.

     —Tengo mi moto en el estacionamiento de la farmacia que está a la vuelta—miró al más alto—. Zesh, ¿entonces… ya no vives en tu departamento?

     —No. Vivo con mi pareja—el peliblanco soltó una risita.

     —Es increíble… Me da gusto que hayas aceptado ayuda, mereces descansar un poco. Eres alguien muy trabajador—comenzó a tiritar—. Recuerdo cuando me viste peleando con alguien, y ese día terminamos empapados al igual que en estos momentos.

     —¿Y que el taxi no nos quiso subir y sólo nos mojó más con el agua que salpicó? —ambos rieron. El peliblanco se quedó mirando aquel rostro.

     —Zesh, ¿cómo es… la persona?

     —¿Eh? —lo miró, luego soltó una risita—. Es chico, tiene mi edad—aclaró—. Es bastante distraído… Pero es una buena persona—el mayor lo veía atento—. Si tuviera que describirlo, la palabra adecuada es “apasionado”. Si algo le gusta, de verdad se esfuerza mucho en ello.

 

***

 

—Barry…—el rubio seguía mirando hacia el camino—. De verdad lamento no haber sido lo que necesitabas.

     —Tsk… —tragó saliva, intentando ahogar todas esas palabras que quería reclamar—. Ya no importa… Sí tuve a alguien, aunque ten por seguro que no fueron ni tú ni papá.

     —¿Él no cuidó de ti?

     —Ya no importa, no quiero hablar de eso—tragó grueso y giró el volante.

     —Hijo…

     —Escucha—respiró hondo y trató de relajarse—. Yo no te culpo. Tú lo dijiste, no estabas en edad, y quizá pensabas que papá iba a ser responsable y cuidaría de mí. Ya no importa, después de todo, ahora ni siquiera vivo con él. Vivo sólo con mi pareja.

     —No quisiera que pasaras lo que yo—el rubio lo miró de reojo—. No renuncies a todo por una persona. Porque si terminan mal, tú eres el único que la pasará mal. No juzgo a la persona con la que sales, sólo quiero que tengas presente que el amor no compensa si alguien te daña.

     —Tsk… Zeshin jamás haría algo malo—el hombre se encogió en su asiento—. Pero sí, tienes razón; tendré en mente tu consejo… ¿Llamaste un taxi?

     —Sí, no debe tardar—ambos lucían bastante incómodos, sobre todo el mayor de ambos, que todavía tenía rastros del llanto—. Hijo, ten cuidado.

     —…—tragó grueso—. Claro, igualmente. Espero que estés bien.

     —Vaya… Lo que es ser joven y darse una “escapadita”—oyó decir cuando estacionó el auto. Y es que, a pesar de la cortina de agua y de la poca luz que quedaba del día, pudo identificar a qué se refería. Era un peliblanco siendo abrazado cálidamente por un pelinegro.

     Uno que él conocía a la perfección.

     Frunció el ceño y bajó del auto, sin importarle estarse mojando. Se acercó un poco a la entrada del callejón, viendo que aquel abrazo era ligeramente fraternal, un poco protector si acaso; pero nada diferente a lo que conocía de aquel chico menor a él.

    —Barry, ¿qué ocurre? —bajó y llegó a su lado. Esa voz hizo que ambas personas que se abrazaban voltearan—. ¿Él es…?

     —Sí. —Oyó el sonido de un auto estacionándose cerca, volteó y lo visualizó frenando detrás de su camioneta—. Creo que tu taxi ya llegó.

     —¿Quieres que…?

     —Lo puedo resolver solo, no te preocupes—le dedicó una sonrisa—. Puedes tomarlo.

     —Entiendo…—dedicó una última mirada a la pareja del fondo y caminó hacia el taxi.

     Barry se quedó mirando a ese hombre, cómo se retiraba con una expresión de culpa y dolor. Sintiéndose incapaz de dejarlo así, fue detrás de él.

     —Espera—se acercó y lo abrazó repentinamente—. Lamento si te dije algo malo. Espero que te vaya bien. De verdad, te deseo lo mejor. Hubiera preferido que las cosas se dieran de mejor manera entre ambos, pero quiero que sepas que yo… sí te perdono.

     Se terminó de despedir, pudiendo ver una ligera paz en la mirada de aquel hombre antes de que se perdiera a lo lejos. Sintió una pequeña punzada de enojo, ¿en serio lo lamentaba? No podía borrar de su mente lo ocurrido hace años. Y no, el abandono era lo de menos. Sino aquel secretillo que ni siquiera pudo volver a revelar.

     ¿En serio era culpable aquel hombre? Tal vez sí, tal vez no… Pero hasta ese momento, lo único que podía sentir algo de nostalgia al ver ese rostro. Seguramente ese hombre sí habría podido ser un buen padre si hubiera estado en una mejor edad.

     Soltó aire, talló su rostro aprovechando el agua que caía sobre él, y volvió a la entrada del callejón. Ahí pudo ver al más bajito de los tres con una expresión preocupada, mientras que Zeshin tenía una expresión neutra.

     —Zeshin, ¿nos vas a presentar? —preguntó con una sonrisa. Aunque, claro, sus ojos se estaban llenando de lágrimas junto con un nudo en la garganta.

     —Claro, Barry, te presento a Light. Light, te presento a Barry, él es mi pareja.

     —E-espera… ¿tú eres…? ¡¿Eres Barry Kahn, el actor?!

     —Jeje—rascó un poco su nuca—. Hola—hizo una ligera reverencia.

     —¡Mucho gusto! —imitó el mismo gesto—. Pss, ¡debiste decírmelo! —le recriminó al de ojos verdes con un poco de vergüenza.

     —Barry, lo que viste…

     —Entiendo, en serio—le volvió a dedicar una sonrisa—. Zeshin, ¿nos vamos? —miró al más bajito de todos—. ¿Quieres que te lleve a tu casa? Está lloviendo algo fuerte…

     —¿Eh? —miró al pelinegro rápidamente antes de volver a ver a Barry—. N-no, está bien. Tengo mi motocicleta cerca.

     —De acuerdo, ten cuidado en tu viaje… Creo que sería bueno si le enviaras un mensaje a Zeshin cuando llegues, para confirmar que llegaste a salvo.

      —S-sí, claro. Le enviaré un mensaje.

     —Bueno, nos retiraremos. Que tengas linda noche.

     —I-igualmente…—chocó su puño con Zeshin mientras el rubio subía a su auto—. En serio debiste decirme que “BK” era por él.

     —También para mí fue inesperado, no sólo para ti.

     —Oye… ¿él sabe que tú y yo antes…?

     —Sí, lo sabe.

     —No me va a intentar arrollar con su camioneta, ¿o sí? Luce muy tranquilo a pesar de que estábamos abrazándonos—el otro rio.

     —Está bien, no te preocupes—soltó un suspiro—. Light, si esos imbéciles tratan de lastimarte de nuevo, avísame. No quisiera que te dañaran…

     —Lo haré… Y tú, Zeshin, por favor, si necesitas apoyo de cualquier tipo, dímelo. Te aprecio demasiado, y no quiero que vuelvas a enfermar—recibió un sonido de afirmación. Le dedicó una sonrisa y comenzó a caminar despacio hacia el otro lado del callejón—. Sayonara…

     El menor se mantuvo ahí, viéndolo alejarse. Soltó aire y miró hacia la camioneta. Esa expresión del más alto no era normal, parecía una reacción pasivo-agresiva. ¿Qué no las había mostrado los últimos días? Bueno, si bien eran “para no lastimarlo con sus propios problemas”, el callarlo y afrontarlos solo era algo dañino para el Kahn.

     Subió y se acomodó en el asiento del copiloto—. Barry, lo que viste…

     —¿Podríamos hablarlo cuando lleguemos a casa? —pidió encendiendo el motor—. Por favor.

     —Claro…

     Decidió no molestarlo y se dispuso a ver por la ventana. Aún había suficiente iluminación para llegar a casa sin problemas, aunque había muchas personas corriendo de un lado al otro. Cerró los ojos y se puso a recordar su época como pareja del peliblanco.

     La primera vez que lo vio, ¿qué no había quedado maravillado por esos ojitos rasgados y mirada indiferente que poseía? Aunque, con los problemas que tenía, ni siquiera había pasado por su mente invitarlo a salir. Fue la iniciativa del más bajito de invitarlo al cine “como amigos” para conocerse “con fines de amistad” lo que permitió conocerse.

     Recordaba cómo las primeras veces se sentía muy feliz, ¡tenía tanto tiempo sin pasar tiempo con un amigo! Pero, claro, con el paso del tiempo terminó sintiendo una atracción hacia el mayor. Porque, contrario a lo que creía, ese chico resultó mayor que él por dos años.

     Fue interesante cómo, con sus salidas, aquella tensión entre ellos aumentaba. La cual había culminado cuando le tocó presenciar cómo un imbécil lo agarró a golpes por ser doncel.

     Luego de la pelea, donde el mayor resultó victorioso tras hacer uso del bate de béisbol que cargaba, recibió un decepcionado “no te mentiré, Zeshin, tú me gustas; y si esto de lo que te acabas de enterar es algo que no te agrada, yo comprenderé. Gracias por acompañarme al partido…”.

     ¿En serio se había dejado llevar en ese momento, en lugar de afrontar las cosas con una conversación, besándolo por esa atracción que sentía? Había sido mutuo, luego de cuatro meses saliendo esa tensión había aumentado demasiado que de algún modo querían liberarla. Y al acompañar a su casa al mayor, y tras recibir una invitación para entrar, habían pasado minutos enteros besándose semidesnudos con sus pieles todavía mojadas.

     Claro que no fue capaz de siquiera quitarse la ropa interior. Había tenido sus primeros síntomas de agotamiento en esos momentos que sentía el cuerpo tan pesado y unas enormes ganas de dormir. Pasó noches con él, durmiendo por primera vez en mucho tiempo en una cama suave y en un hogar cálido. Pero, incapaz de sentir merecer eso, decidió volver a su apartamento.

     Y con el tiempo, su agotamiento crecía, su energía se desvanecía, y sus momentos con el mayor se volvían ásperos. Por más ganas que tuviera de estar con él, el deseo de simplemente llegar a un lugar cómodo y dormir era mayor. Y, como la cuota mensual de su departamento había aumentado, esas horas extra en su trabajo habían hecho presencia con más frecuencia.

      Si lo hubiera hablado… ¿habría evitado romper aquel corazón? Tal vez sí, tal vez no… Pero por tanto tiempo no pudo borrar de su mente ese “siento que no te intereso lo suficiente, y creo que te forcé mucho a estar junto conmigo. Creo que lo mejor es terminar…”.

     ¿Debió haber luchado?

     No iba a cambiar nada. Él no podía dedicarle tiempo, ¡tenía que salir adelante en esa ciudad completamente solo! No tenía el privilegio de muchas otras personas de su edad que sólo tenían como responsabilidad el estudio, ¡él estaba completamente solo y tenía que valerse como adulto! Pese al arrepentimiento y culpabilidad, sumado al deseo de volver con ese chico que tenía un peculiar olor a menta, decidió mantenerse lejos. Por el bien de ambos, y por respeto al más bajito.

     Y, claro, el rompimiento de esa relación, más el agotamiento extremo y su falta de alimento (por la falta de apetito por depresión post ruptura y su escasez de alimento variado por la mala economía que tenía esa temporada) terminó hospitalizado. ¡Ni siquiera cuando fumaba había dañado tanto su cuerpo como en esos momentos, donde se lastimó y llegó a su límite!

     Su salud mental también estaba afectada. ¡Su madre lo odiaba por cosas que no eran su culpa! ¡Ya no tenía a su hermano! ¡Ya no tenía a su novio! Estaba completamente solo… Y, por su bien, trató de salir adelante solo.

     Con el tiempo fue aceptando cosas, y superando traumas pasados. Mejoró como persona, y trató de cuidarse más. Se disculpó por lo ocurrido consigo mismo, convenciéndose de que era lo mejor y al final no fue culpa de nadie, y volvió a su rutina solitaria.

      —Creí que tendríamos problemas para llegar por la lluvia—oyó decir al rubio luego de apagar el motor—. ¿Entramos para hablar en la sala? Hace demasiado frío.

     Miró esos ojos azules. ¿No había repetido la misma historia con el Kahn cuando lo vio la primera vez en el restaurante? Se atrevería a decir que esa atracción había sido mayor. Esos ojos azules que tenía, poco comunes en Japón, sumado al cabello rubio, fue algo que le llamó la atención desde el principio. Pero esa invitación a convivir junto con ellos que le ofreció fue suficiente para ver que ese chico era algo especial.

     Y esas miradillas que le dirigió le hicieron identificar que era mutuo. ¡¿Y cómo no?! Barry podría ser el mejor actor, mejor modelo, tal vez hasta el mejor violinista de la ciudad. Pero había algo que él no podía hacer bien, y era disimular cuando alguien le gustaba.

     —Claro—bajó y siguió al mayor. Iba despacio, sintiendo un alivio ante la calidez de esa casa—. ¿Qué tiene esa bolsa? —preguntó, refiriéndose a aquella bolsa grande que tenía impresa la marca de ropa que había modelado ese día.

     —Un regalo que envió el diseñador. Algo, para ambos…

     —Entiendo… —vio que la colocó sobre la mesita de la sala y el rubio se sentó en el sofá tras encender la chimenea, sin importarle mojarlo. Se sentó a su lado y se le quedó viendo hasta que decidiera hablar.

     —Zeshin… sólo se abrazaron, ¿cierto? —preguntó volteando a verlo. El pelinegro pudo identificar esos ojos vidriosos.

     —Sí, sólo fue un abrazo—se acomodó mejor para poder verlo bien—. Fui a hacer una compra que necesitaba, y me lo topé. Hablamos, y fuimos al callejón. Me hizo compañía mientras te esperaba; me abrazó cuando le di la noticia de que me aceptaron en la escuela de enfermería… Acordamos quedar como amigos, después de todo, nos agradamos todavía.

     —Me lo suponía—sonrió relajado y se dejó caer hacia atrás, mirando al techo—. Sólo dile que tiene prohibido volver a enamorarse de ti.

     —¿Eh? —soltó una risita. Esa curvatura de labios se desvaneció despacio—. La persona que te acompañaba es tu padre, ¿cierto?

     —Me reuní con él—cubrió su rostro con su antebrazo—. Necesitaba dinero para poder vivir en donde necesitaba, por un empleo nuevo. Se lo di para que no volviera a buscarme.

     —¿Te buscó sólo por eso? Creí que quería verte, eres su hijo y…

     —Él jamás quiso tener un hijo—miró aquellos ojos verdes que lo veían atento—. Está bien, no lo culpo… Hice cuentas con lo que me dijo en nuestra reunión. Tenía 19 años cuando yo nací, mi papá tenía 27. Siempre creí que tenían la misma edad, me equivoqué. Si fuera él, tal vez también habría estado asustado.

     —¿Qué pasa?... —acercó su mano para pasarla por su cabello—. Hay algo más, ¿qué ocurre?

     —No sé si quiero seguir trabajando en la actuación—miró al techo—. Le tengo demasiado agradecimiento a Gohan y a Mister Satán, ¡pero…! —cerró los ojos—. No estoy bien, Zeshin. Quiero alejarme de la industria por muchas cosas.

     —Habla con ellos, sé que te entenderán… —siguió acariciándole el cabello.

     —No quisiera defraudarlos, pero…—se hizo hacia adelante y cubrió su rostro con sus manos—. ¡Estoy harto! ¡Harto de todo! Quiero renunciar, quiero huir de aquí. Quiero dejar ese maldito lugar que sólo me hace sentir infeliz. Quiero que mi familia deje de llamarme sólo para pedirme cosas. ¡Porque cuando los necesité, no estuvieron!

     >>Me dejaron solo, ¡ni siquiera me gusta mi trabajo! ¡Nunca me gustó! ¡Viví un infierno cuando era niño! Y ahora... Odio todo. ¡Estoy completamente harto! Papá me envió a trabajar porque necesitaba dinero en lo que la empresa volvía a funcionar, y cuando lo hizo, él me abandonó. ¡Todo el mundo me abandonó! Mis padres, mis amigos siempre se alejaban de mí por mi posición... Todo el mundo tarde o temprano lo hacía...

     —Barry, yo no...

     Lo abrazó con cuidado, intentando consolarlo en aquel mar de lágrimas que lo ahogaba.

     —Yo no te abandonaré... Como tu pareja, o si algún día terminamos y somos sólo amigos, yo no te abandonaré... —el rubio lo miró y después correspondió el abrazo, ocultándose en el hombro de ese chico.

      —Debes pensar que soy egoísta por quejarme por cosas como esta, cuando tú has pasado por cosas peores…

     —¿Por qué haría menos tus problemas? —siguió pasándole la mano por su cabello—. Yo te escucharé siempre.

     —Ahhh—soltó aire y se alejó un poco—. Fue un día complicado.

     —Algo—sonrió—. Ya podemos descansar, mañana no iré a trabajar.

     —Eso es increíble—sonrió—. Me siento feliz de poder estar contigo.

     —Son pocas ocasiones donde coincidimos—miró la bolsa de papel que estaba húmeda—. Por cierto, ¿qué te dieron?

     —No sé, no lo he visto. Dijo que era parte de la colección “romántica” de temporada navideña, pero no sé qué es. Dijo que era para que lo disfrutara con mi pareja.

     Zeshin se acercó para tomar la bolsa y ver su interior. Soltó una risita al ver el contenido, incluso tuvo que dejarla a un lado para seguir riendo. El Kahn lo miró confundido, esperando que explicara por qué le causaba tanta gracia.

     —¿Qué es?

     —No creí que te llamara la atención probar disfraces… Creo que podría ser interesante, pero… Esto es demasiado—volvió a reír. Sacó una diadema que tenía unida una decoración simulando cuernos de reno—. ¿Qué se supone que haga con esto? ¿Sacarte un ojo?

     —¡¿Qué?! —miró con vergüenza el contenido de la bolsa—. Te juro que sí es buen diseñador, aunque para estas cosas no tanto…

     —Esto me gusta—sacó un par de guantes blancos—. Muy al estilo de Bugs Bunny, pero me gusta.

     —¡Ya no te burles! —cubrió su rostro con vergüenza—. Creí que era algo diferente.

     —Esto tiene peluche—sacó un bóxer rojo—. Nunca te lo he dicho, pero este color te favorece.

     —Esto es vergonzoso…

     —Quitando la cornamenta, no me molestaría usarlos contigo—el rubio lo miró—. Si quieres…

     —Zeshin…—mordió su labio inferior—. Nunca hemos… llegado al final… ¿Tú quisieras…?

     —No me molestaría probar—lo miró—. Aunque se necesita bastante preparación, podríamos esta noche… ¿Qué dices? Tenemos todo.

     —No sé… —rascó su mejilla, avergonzado—. Pero…—tragó saliva—. Sí quiero, Zeshin.

     —Bien… —se levantó—. Me bañaré arriba, te veo en tu habitación.

     Lo vio alejarse, mientras se quitaba aquella liga con la que anudaba su cabello. Lo miró entrar a su habitación por una bolsa, para después perderse en las escaleras. La espalda del más bajo era algo ancha, pero no fornida. Ese chico era delgado, su abdomen no era firme, al contrario, tenía su piel algo flácida. Era un cuerpo bastante normal.

     Sin evitarlo colocó su mano en su propio abdomen, firme y marcado, que había tenido que formar para poder ser contratado por las empresas como modelo. Sintió un poco de tristeza, ¿qué no había tenido que bajar de peso cuando tenía sólo 16 para que no dijeran que estaba “engordando”? Pero ¡¿cómo no iba a subir de peso, si tenía un aumento en masa muscular?! Era su temporada cuando había iniciado a practicar boxeo, pero que tuvo que hacer dieta para mantenerse con peso bajo, aunque su musculatura aumentara.

     Soltó un suspiro y fue a su habitación con aquella bolsa en mano. Entró al baño y se duchó, lavando muy bien sus genitales y su trasero, sintiendo cómo su corazón latía muy fuerte debido al nerviosismo, pero ansias por estar con el pelinegro.

     Se recargó contra el azulejo de la pared. ¿Era necesario que él…? Si bien el pelinegro no había dicho nada, ¿era correcto asumir que Zeshin tomaría el rol pasivo esa ocasión? Tragó saliva, soltó aire y cerró la llave del agua. Se acercó a su teléfono y colocó en el buscador cómo dilatarse.

     Apagó el celular, tomó la cajita de preservativos y se colocó uno en el dedo. Abrió envase de lubricante y dejó que el líquido se deslizara sobre sus dedos. Volvió a la zona de la regadera para comenzar, alzó un poco su pierna y llevó su mano hacia atrás con toda la vergüenza que nunca había sentido con tanta intensidad.

     Siguió preparándose, lavándose constantemente y deseando que sí haya puesto el seguro correctamente para que Zeshin no entre y lo vea en esa vergonzosa posición. Terminó, arrojó el preservativo en la papelera y volvió a lavarse. Secó bien su piel, y sacó de la bolsa aquel bóxer rojo. Secó su cabello y se colocó ese gorro navideño. Finalmente, se colocó los calcetines y los guantes.

    Se miró unos segundos en el espejo, todavía dudando de su cuerpo. ¿Qué no incluso un chico le había sugerido utilizar esteroides? Claro que se negó sabiendo que era muy joven y esas sustancias dañinas. Pero nadie había hablado acerca de que alguien tan joven no tenía por qué tener un cuerpo que luciera “demasiado adulto”.

     Soltó aire, se colocó un poco de loción y se animó para salir. Abrió la puerta y se encontró con el pelinegro acostado en la cama, vestido con un bóxer blanco. Sonrió y se recargó contra el marco de la puerta, mirando a ese chico de cabellera larga.

     —Insisto, el rojo se te ve bien—el rubio caminó hacia él y se acomodó en la cama frente a él—. Definitivamente te quedan mejor los guantes que al conejo.

     —Zeshin…—soltó una risita, relajándose por sus palabras. Se acercó un poco más a su rostro y lo besó—. Te quiero.

     —Barry, yo también te quiero—tomó aquella mano enguantada y la apresó.

     Rompieron la ligera tensión con besos cariñosos, llenos de dulzura pero que poco a poco aumentaban el calor de sus cuerpos. De los besos pasaron a las caricias, donde sus manos llegaron a las zonas íntimas. El tacto de sus yemas en sus pechos, mientras se besaban con más intensidad era suficiente para que ya se marcara en sus bóxers el sus semierecciones. Para Zeshin era ligeramente extraña la sensación de la tela suave de los guantes pasando por su piel.

     —No te lo había dicho, pero me gusta tu cabello—mencionó cuando se separó—. Casi no conozco personas de cabello rubio en Japón. Es bastante inusual.

     —Ahhhh—se ocultó en su hombro—. Me vuelves loco—comenzó a besarle el cuello—. Me gustas bastante, Zeshin—bajó un poco más, a su pecho, para seguir deslizando sus labios ahí—. Te quiero—le susurró en el oído antes de pasar su lengua.

      —¿E-eh? O-oye… n-no…—sin embargo, aquella lengua húmeda siguió paseándose por su cuello, justo en su manzana de Adán dio una pequeña presión con sus labios.

      —Zesh…—se incorporó, se quitó despacio los guantes, estirando cada uno de los dedos antes de deslizar la tela de sus manos y dejarlas libres. Bajó despacio su bóxer, sólo hasta los muslos para dejar a la vista su entrepierna. Miró al más bajo mientras se estimulaba un poco. Sus mejillas estaban sonrojadas y su mirada centrada en el pelinegro. Zeshin soltó aire mientras volteaba a ver la mesita de noche, donde estaban los empaques.

     —Creo… que te será más sencillo si me doy la vuelta—el rubio extendió su mano para agarrar un condón y colocárselo, mientras el pelinegro se giraba y se apoyaba en sus rodillas.

      —Esto…—tomó el lubricante y se lo colocó. Miró el cuerpo del más bajo, su espalda, donde tenía aquel tatuaje. Observó desde su nuca hasta su espalda baja, y finalmente aquella zona íntima.

     Sintió un escalofrío en todo su cuerpo. ¿Qué no había estado con una chica así, en esa misma posición, pero jamás se había fijado en eso? No, ni siquiera tenía punto de comparación. La espalda de ese chico era ancha, y, a pesar de la posición, podía alcanzar a ver sus testículos.

     —Espera, ¿él piensa que si lo hago de frente no podré…?—con ayuda del dispensador dejó gotear sobre esa zona el  lubricante.

     —Puedes hacerlo—el rubio hizo un sonido de afirmación antes de sostener su miembro y acercarse. Ejerció un poco de presión para ir adentrándose en su interior—. A-AH… Eh, baka, hazlo un poco más despacio…

     —Sí—se apoyó contra su espalda, para disminuir su ritmo—. Si bien antes me gustaban las chicas, ahora ni siquiera puedo pensar en alguien que no sea él… —le retiró el cabello de su espalda con cuidado, para acercarse a su nuca y besar despacito—. Es la única persona que me produce esto—cerró sus ojos y aspiró su aroma—. Mi chico…—abrazó su cintura y bajó su mano a su miembro, para comenzar a masturbarlo.

     —O-oye… No… —giró un poco su cabeza, sintiendo cómo Barry se acomodaba para alcanzar su rostro y darle un beso bastante incómodo, donde terminaron únicamente tocando sus lenguas.

     —Zesh…—pasó su lengua de nuevo por su cuello antes de comenzar a mover su cadera, sintiendo el calor de su interior abrazar su pene de una manera única, que jamás había tenido.

      Empezó a moverse, lo más lento posible, mientras seguía masturbándolo. Su pecho tocaba la espalda blanca del más bajo, sentía que el sudor de ambos se combinaba humedeciendo sus pieles, y un pequeño sonidito de choque de pieles hizo eco en la habitación.

     —Barry…—cruzó sus brazos sobre la almohada y se inclinó hacia adelante—. Si lo haces así, no duraré—sintió el pulgar del Kahn tocando a modo circular su glande—. E-espera, me están temblando las piernas.

     —No te soltaré, no te preocupes—siguió sosteniendo su cintura con su brazo, para evitar que con un espasmo se cayera y se pudiera lastimar la entrepierna, mientras que con el otro se apoyaba en el colchón con fuerza.

     Siguió moviéndose a un ritmo más rápido, oyendo de cerca esos sonidos que escapaban de los labios de ese chico de ojos verdes, oyendo en aquellos suspiros y ruiditos el placer que él estaba siendo capaz de producir. Tragó saliva y volvió a acomodarse cerca, en su cuello, y dejó de reprimir esos soniditos. Barry comenzó a gemir en el oído del otro, cosa que nunca se había atrevido a hacer durante su acto.

     —Ba…

     —Zesh—volvió a besarle la nuca—. Aishiteru.

     —Ai… ¡AH! —arqueó un poco su espalda, chocando con el pecho del rubio. Sintió aquel calorcito del semen en el látex en su esfínter. Eso sumado al tacto caliente de la mano de Barry en su intimidad fue suficiente para que él también se corriera.

     —Espera, Zesh, n-no te dejes caer—el pelinegro se acostó con cuidado en la cama, mientras recuperaba su respiración. Veía con sus ojitos entrecerrados al más alto, que seguía posicionado sobre él. Soltó una risita mientras se giraba para verlo, alzó sus brazos para alcanzar su cuello, acercarlo y besarlo apasionadamente—. ¿Eso…?

      —Yo también te amo—con sus pulgares presionó las mejillas del de ojos azules—. Barry, en serio me importas demasiado.

     —Zesh, yo…—frunció sus labios—. Lamento no haberte dicho que me encontraría con…

     —Oye, no tienes que darme explicaciones. Yo entiendo.

     —Pero…

     —Confío en ti.

     —Zesh…—sonrió—. Eres el mejor.

     —Jejeje, no es para tanto. Eres lo mejor que me ha pasado en tanto tiempo, que no quisiera que tuviéramos peleas por cosas estúpidas.

      —Zeshin… —tragó saliva—. ¿Todavía… quieres…? ¿O prefieres dormir?

     —¿Eh? —rio—. ¿Quieres una segunda ronda?

      —Es sólo que…—soltó una risita avergonzada—. Creí que tú querrías, ya sabes, tomar las riendas.

      —¿Eh? —soltó una risita—. ¿En serio dejarás que lo haga? —el rubio asintió, consiguiendo que el de ojos verdes tragara saliva—. ¿De verdad?

     —Lo pensé mucho, y siento que no sería justo que siempre tú estés “abajo”—su rostro estaba enrojecido a causa de la vergüenza—. Incluso me preparé.

     —¿Tú te…? —un movimiento de cabeza le dio la razón—. Já—miró al techo con una sonrisita—. No pensé que de verdad aceptarías, por eso ni siquiera lo mencioné.

     —Zesh, en verdad puedes—el pelinegro asintió despacio, riendo muy bajito—. ¿Eh? ¿Qué…? —Zeshin se acomodó sobre él, aprovechando que tenía las piernas ligeramente separadas. Se posicionó ahí y se quitó la liga de su cabellera—. ¿Z-Zesh?

     —Dame un segundo—alborotó un poco su cabello antes de volver a atarlo, esta vez mejor recogido—. Ahora sí, con tu permiso…—se inclinó hacia adelante para poder besarlo.

     El Kahn se dejó hacer, sintiendo un poco de incomodidad el estar dejándose hacer por parte del más bajo. Sintió las manos del pelinegro pasearse despacio en sus hombros, pectorales y brazos. Por primera vez estaba sintiéndose vulnerable ante otra persona. Sin embargo, con cada caricia la temperatura de su cuerpo iba aumentando, su piel se erizaba y su respiración se volvía menos rítmica.

     —Zesh… —sintió que la lengüita del otro se movía cerca de su oreja, para finalmente mordisquear un poquito el lóbulo.

      ¿En serio era tan sensible en esa zona? Ahora entendía un poquito las reacciones que tenía Zeshin cuando le besaban el cuello. Sin embargo, nunca creyó que él tendría un punto tan sensible y que ese chico lo haya notado a la primera.

     —Creo que volveré a prepararte… —tomó los muslos del rubio, para separarle sus piernas y colocarse entre ellas; de modo que las rodillas del rubio casi tocaban su pecho—. Sólo por si acaso…

     Alcanzó el envase de lubricante, se colocó un preservativo en los dedos y lo lubricó bien antes de rodear aquella zona erógena de su cuerpo. El rubio se notaba tenso, su cuerpo sufría espasmos con cada movimiento circular. Incluso dio un pequeño respingo al sentir esos dedos introducirse dentro de él.

     —¿Es mal momento para arrepentirme? —comentó el rubio al sentir ese movimiento de adentro hacia afuera.

      —¿Eh? —se detuvo, para mirarlo—. ¿Quieres que me detenga?

      —N-no…Era broma… tú sigue—cerró los ojos y trató de respirar hondo, para relajar su cuerpo. Porque, no era que no disfrutara, sólo era incómodo. Incluso en su entrepierna completamente erecta, con un poquito de líquido preseminal en la puntita, era evidente que aquel tacto le estaba despertando todos sus sentidos.

     —Creo que ya—comentó antes de tirar el preservativo en el suelo y colocarse uno nuevo esta vez en su miembro.

     —Ah-Ah- ah—unos pequeños quejiditos entrecortados fueron saliéndose de su garganta conforme ese pelinegro se abría paso en su interior. Esos soniditos se perdieron en el cuello del más bajo cuando éste se inclinó hacia adelante a besarle la mejilla—. O-oye…

      —はい、蜂蜜? (hai, hachimitsu) (¿Sí, cariño?)—preguntó con sus ojos entrecerrados, seguía con su movimiento de caderas despacio, un ritmo tan lento donde se iba acostumbrando poco a poco. Incluso el rubio se tensaba ante cada caricia en su piel acompañada del vaivén.

      —Eh… Sólo… Nada…—cerró los ojos y dejó que ese chico siguiera tocándolo, esta vez en su entrepierna, la cual ya tenía venitas marcadas y estaba más enrojecida de la punta.

     —Shhh—volvió a lamerle la oreja. Barry ya no resistió y se abrazó al cuello del menor—. Relájate… —aumentó la velocidad de sus movimientos—. Amo tu olor a canela—susurró en su oído—. Comes demasiados pastelitos, siempre te pillo por ello—volvió a lamerle el lóbulo de la oreja—. Barry, en serio te quiero mucho.

     —Eh-eh…—arqueó su espalda tomando aire profundamente—. Ese… ahí…

     —¿Aquí? —buscó sus labios para seguir besándolo.

     ¿Desde cuándo se había vuelto adicto a los besos de ese rubio? Era inevitable querer besarlo cada vez que veía esos labios. Y esa sonrisa que tenía, tan perfecta, con esos dientes blancos y brillantes resaltaban esa miradita azul que tanto le gustaba.

     —Ahh—presionó los brazos del chico cuando eyaculó. Un sonido grave salió de su garganta acompañando su orgasmo.

     —Hachimitsu…—siguió besándole el hombro y cuello, sin dejar de moverse, esta vez un poco más rápido—. Mhg—sus piernas temblaron un poco al sentir cómo su entrepierna era apretada un poco más ante el cuerpo tenso del mayor, consiguiendo que también se corriera. Bajó su mano al abdomen del rubio, para juguetear con el líquido blancuzco en sus músculos—. ~Ahhh—apoyó su frente en el hombro del más alto—. Amo estar contigo… —soltó una risita perdida, sintió los brazos de Barry abrazarlo así que salió de su interior, se quitó el condón y lo dejó caer a un lado de la cama, y finalmente se acomodó sobre él.

     —Zeshin… te amo mucho—lo abrazó fuerte, moviéndolo de un lado a otro—. Mucho, mucho, mucho…

      —¿Eh? ¡Baka! —exclamó, se quitó de encima y se acomodó mejor en el colchón, librándose de él—. ¡Baka!

     —Perdón, me dejé llevar—rio bajito, luego le prestó más atención—. ¿T-te lastimé? —se refirió a las marcas de sus dedos en los brazos del pelinegro.

      —Eres bastante pasional—cerró los ojos—. No me molestaría salir sin mangas a la calle para que todo mundo capte la indirecta de lo que hago con su “Barry Kahn”.

     —En serio lo siento—soltó aire y lo miró, con sus ojitos preocupados.

      —Está bien. Después de todo ya es temporada de invierno. No se notará con las mangas largas… Además, no lo hiciste intencional—le sonrió—. En serio, no hay problema— el rubio se acomodó sobre él—. Ya, ya… No te pongas así.

      —Tendré más cuidado la próxima vez—el pelinegro le dedicó una sonrisa tranquilizadora, para que ese chico pudiera evitar la culpabilidad que siempre se le notaba cuando hacía una cosa mal, por más pequeñita que fuera—. Aishiteru…

     —Tienes demasiado sudor en la frente—se refirió a que los poquillos cabellos que caían en su frente se habían quedado un poco pegados en su piel por la humedad. Bajó sus manos a sus hombros—. ¿Te has ejercitado más estos días?

     —¿Eh? Un poco, ¿te gusta? —se acomodó y mostró su musculatura.

      —Bastante—paseó su mano por el pecho firme del Kahn—. Pero… no te sobreexijas, Barry. No le hagas daño a tu cuerpo—esos ojitos azules lo miraron con un brillito—. En serio, si decides dejar de hacer ejercicio, seguirás siendo el chico más apuesto para mí.

      —¿En serio no te molestará?

      —Barry, mientras no caigas en el otro extremo, cualquier decisión que tomes para mí está bien—el rubio sonrió enormemente—. De verdad, eso es lo de menos. Como seas, tú me gustas.

      —Ay… —amplió su sonrisa. Sus ojos, que eran un poco caídos y rasgados, se cerraron casi por completo ante ese gesto de felicidad que mostró—. Gracias, Zeshin.

      —¿Qué pasa? —el más alto soltó aire y se acostó a su lado, quedando cerca—. Barry, ¿quieres hablarlo?

     —No sé, tenía miedo de que dijeras que sí te podría dejar de gustar—soltó una risita y miró al techo—. En la empresa me juzgaban demasiado por mi físico. Aunque no lo creas, no solía ni siquiera modelar sin camisa. No me sentía cómodo.

     —¿En serio? ¿Por qué?

     —Pues… Creo que me incomodaba la idea de que alguien me viera. Puede parecer tonto que pudiera grabar escenas en bóxer, pero jamás sin camisa.

      —Barry, ¿alguien te tocó?

      Un largo silencio se formó entre ellos tras esa pregunta directa. Barry seguía mirando al techo, con una sonrisa. Pero esos ojos, esa miradita perdida y pensativa, poco a poco mostraban unas pequeñas lagrimitas.

     —Tenía seis años. Papá me había llevado a una audición cuando tenía cinco. Era un proyecto, iba a ser el hijo de la familia en una novela. Pero… —soltó aire—. El director me dijo que había nuevo productor, yo no lo conocía, pero cuando fui a buscar al director porque necesitaba algo, me encontré a ese hombre en la oficina. Me ofreció de los pastelillos que estaba comiendo, y acepté.

     >>Cada día que me lo topaba, me ofrecía dulces o bocadillos. Lo creía una persona muy buena, pero… Un día, donde hubo pocos empleados, me invitó a su oficina a comer dulces. Me pidió que me sentara en sus piernas, “para que le contara qué iba a pedirle a Santa Claus”. Incluso en ese momento todavía no veía nada raro, había hecho algo similar con el Santa del supermercado.

     >>Pero después me tocó el pecho, fue una caricia, no solo un toque accidental. Me dijo que quería jugar conmigo a algo “muy divertido” pero que no le dijera a nadie. Me asusté y salí corriendo. Ese viejo era bastante gordo, por eso no me podía alcanzar. Pero yo en realidad estaba muy asustado.

     >>Cuando mi papá llegó a recogerme, le conté todo lo que pasó—su voz se quebró—. Y me regañó, me dijo que no estuviera inventando cosas, que decir “mentiras” de ese tipo haría que me echaran de la producción y que necesitábamos ese dinero porque él tenía problemas en el trabajo.

     >>Cada vez que veía a ese hombre lo evitaba. Me daba miedo hasta ir al baño solo, tenía que pedirle a una de las asistentes de maquillaje si me llevaba, pero al baño de mujeres, porque estaba muy asustado. Cierto día ya no resistí, y me fugué de la producción. Fui a la zona departamental del centro de la ciudad, papá me había dicho una vez que… mi padre… trabajaba ahí. Yo sólo lo conocía de fotos, y fue suficiente para poder distinguirlo. No es tan complicado encontrar una cabellera rubia natural—soltó una risita.

     >>Lo vi, me acerqué corriendo. Pero cuando me vio, él se alejó… Me sentí abandonado al ver que ni siquiera se acercó a ver qué me ocurría—soltó aire—. Bueno, esa era mi perspectiva de pequeño. Ahora que lo pienso a profundidad, creo que su pareja lo violentaba. Si se enteraba que yo era su hijo, quizá habría sufrido más.

     >>Yo lloraba mucho en casa, mientras estaba en el columpio del patio, y Tomma me vio una ocasión, él hacía trabajo de jardinería ese fin de semana. Era mi vecino… Cuando le dije, me dijo que debía decirle a mi papá. Me dio tanta vergüenza decirle que él no me creyó, que le dije que no. Recuerdo que incluso lo amenacé, diciéndole que si le decía a papá yo lo iba a odiar—volvió a reírse—. Supe que él fue quien metió la denuncia, y cuando fue la policía a investigar al set, otras empleadas decidieron denunciar también actos de acoso por la misma persona. No sé si siga en prisión, espero que sí.

      —Barry…—el rubio lo miró, sus ojos estaban hechos un mar de lágrimas—. Por eso lo odiabas, ¿no? Porque no te escuchó cuando tú estuviste viviendo eso…

    —No sé, tal vez sí—el pelinegro se acercó a abrazarlo—. Zeshin, ¿tienes idea de qué debió ser para ese niño sentirse tan sucio luego de eso? Y que nadie me creyera…

     —Barry… Yo sí te creo—el rubio quebró, llorando más escandalosamente—. Fue horrible que hayas vivido eso.

     —¡Y ese imbécil de mi papá ni siquiera me creyó! Decía que yo sólo trataba de llamar la atención, pero ni siquiera quería volver…—comenzó a gimotear—. Cuando lo arrestaron, me sentí más tranquilo. Aunque con un poco de culpa, era un niño, ¡claro que sentía culpa por que una persona terminara en un “lugar horrible”, aunque esa persona fuera igual de horrible!

     >>Y… simplemente no me quedó opción que trabajar como actor infantil. Incluso le tomé un poco de gusto, porque hice nuevos amigos. La gente me quería, y todos querían cuidarme. Creó que me sentí bien por eso, y no quise dejarlo—suspiró muy fuerte—. Pero comencé a ver de nuevo esas mismas acciones, y lo que me pasó en Kobe la última vez sólo hizo que volvieran todas esas náuseas que alguna vez sentí.

     —Barry, renuncia—el rubio lo miró—. No estás feliz, ¡ni siquiera quieres continuar! Y ellos no dejarán de ser esa clase de personas. Si tú quieres dejarlo, yo siempre estaré contigo para apoyarte—el rubio se acurrucó contra él, mientras seguía llorando—. Si decides continuar con la música, yo seré siempre tu espectador…—subió su mano a su cabellera para acariciarla con cuidado—. Y si decides simplemente ser un estudiante, yo siempre estaré ahí para estudiar en la misma mesa que tú—esos orbes azules lo enfocaron.

     >>Y si sólo quieres quedarte en casa, yo siempre estaré ahí, para compartir un desayuno o cena a tu lado. Te esperaré en tu cama todas las noches antes de dormir, y también estaré todas las mañanas—le dio un besito en la frente—. Nunca te dejaré.

      —Eres el mejor—se acomodó mejor en su pecho—. No voy a compartirte con nadie—bromeó.

     —Jejeje, ¿celoso?

     —¡Es cierto! ¿Llegó bien a su casa?

     —Sí, llegó perfecto. Me envió mensaje casi al momento, vive cerca de esa zona—el rubio soltó aire—. Lamento que nos hayas visto así.

      —Está bien—se acomodó mejor—. Entiendo, eres abrazable.

      —Ghhh—se levantó, desconcertando al rubio—. Espera, no te muevas.

     Salió de la habitación, sin importarle estar paseándose completamente desnudo por la casa. A los minutos regresó, con algo en mano. Sus mejillas estaban completamente rojas, pero tenía una expresión determinada.

      —Escucha, esto es demasiado pronto. No te asustes, no te presionaré ni nada. Pero si hay un error que no repetiré es el de no seguir mis instintos. Y cuando vi esto, pensé en ti—caminó hasta estar frente a él, se sentó en la orilla de la cama y lo miró—. Es más, preferiría haberlo hecho vestido—el rubio sólo lo veía atento—. Barry, cuando me lo topé, fue cuando estaba comprando esto—sus manos estaban cerradas, escondiendo aquel objeto—. Barry, quiero estar contigo siempre—abrió sus manos, al mismo tiempo que abría esa cajita que tenía, mostrando las argollas—. ¿Me permites estar contigo?

      —Zesh…—tragó saliva—. ¿En serio…?

     —¿Es demasiado pronto? —comentó al ver su silencio.

     —Bueno, no me había pasado por la mente —rio un poco nervioso—. Pero sí me quiero casar contigo, Zeshin.

     —¿C-casarnos? —repitió en susurro, sintiéndose otra vez preso de los brazos del rubio.

     Esos anillos eran de promesa, no de compromiso. Al parecer ese chico que a veces portaba joyas costosas, no sabía distinguir entre los tipos de argollas. Sonrió, cerró los ojos y correspondió el abrazo. Ser un matrimonio, al menos en esa ciudad, todavía no era posible. Pero, ahora que lo mencionaba, sonaba hasta dulce pensar en él como su esposo.

     Incapaz de quitarle la emoción a ese rubio de la idea que él entendió, decidió dejarse llevar por la misma ilusión.

      —No hay prisa para la boda, pero gracias por aceptar casarte conmigo… Por cierto, no te lo dije. Pero no son vacaciones, renuncié a mi trabajo para estar contigo…

 

 

 

***

 

—¡Estoy muy orgulloso de ti, Vegeta! —exclamó el Son. Ambos estaban frente al periódico mural de la escuela, donde el nombre del Saiyan encabezaba la lista de mejores promedios.

     —No es para tanto—miró al menor—. Estás en el cuarto puesto, ¿me permites llevarte a comer para festejar tu logro?

    —Veg...— bajó la mirada con pena—. Tú eres quien consiguió el mejor lugar, ¿por qué quieres que nos festejemos a mí si tú eres el que tuvo mejor resultado?

     —Kakarotto, toda la vida fui ratón de biblioteca. Tú eres quien empezó casi desde cero. Creciste demasiado académicamente.

      —Veg, yo antes también tenía buenas notas. No sólo es ahora.

      —Kakarotto. Te conozco, sé que odias la clase de historia y la de geografía, y a pesar de ello mejoraste tus calificaciones. ¿En serio me vas a mentir diciéndome que siempre ha sido así? Te he pillado saltándote esas tareas porque no te gusta. Y, aun así, hiciste el esfuerzo este semestre.

       —¿E-en serio te diste cuenta?

      —Sí—tomó sus manos—. Kakarotto, siempre reconoceré tu esfuerzo. Y en esta ocasión no haré la excepción. ¿Vamos?

       —Veg…—ensanchó su sonrisa—. ¡Claro que sí!

     Aprovecharon el inicio de las vacaciones para ir a su restaurante favorito, sorprendiéndose de que Zeshin no se encontrara ahí. Y es que ya habían sido varias ocasiones cuando llegaban y no lo encontraban. Supusieron que tenían muy mala suerte que coincidían sus visitas con los días de descanso del pelinegro.

      —Amo los duraznos el almíbar con crema—metió un enorme bocado en su boca. Sus mejillas estaban ligeramente coloradas, tenía un brillito en los ojos y se veía demasiado a gusto. Vegeta sólo lo veía con una sonrisa—. ¿Estás seguro de que no quieres un postre?

      —Adelante, está bien. Guardo lo mejor para el final.

     —¿En serio? ¿Y qué es? —una ceja alzada y una sonrisilla coqueta del mayor lo hizo caer en cuenta—. ¡Vegeta!

       —Sabes que no me gustan los dulces. Así que esperaré a que lleguemos a casa—el menor rio un poco nervioso.

      —Yo… a mí también me gustaría, Vegeta.

     El mayor sólo cerró los ojos y después se acomodó para mirar al techo, con una expresión serena. Y es que, debido a la última semana de exámenes, no habían podido disfrutar momentos de pareja. Por lo que esas sesiones que antes tenían, donde se sentaban en el suelo de su habitación para besarse un rato en la soledad de la casa, se habían visto interrumpidas por un pequeño distanciamiento y ocupación en otras labores.

     Pero ahora esos momentos agradables para ambos podrían retomarse. ¿Y qué mejor manera que ese día que no tenían más compromisos? Principalmente, porque ahora Goku no tenía restricciones. Si bien la timidez y vergüenza ahí seguían, él disfrutaba participar en esas sesiones de besos y abrazos donde podían ser libres para expresarse su amor.

     —Quisiera que fuéramos a mi casa esta vez. No me siento muy cómodo a veces haciéndolo, sabiendo que Tarble puede interrumpir en cualquier momento—el Saiyan rio bajito—. Veg, ya terminé—mostró el plato vacío.

     —¿Quieres otra cosa? —el menor mordió su labio inferior—. Anda, dilo.

     —Sinceramente no, Vegeta. Quiero que vayamos a casa—el mayor sonrió—. Estuvimos bastante tiempo distanciados.

     —Iré a pagar la cuenta. ¿Te adelantas? —el menor asintió y salió del local. Vegeta se acercó con la cajera para darle el dinero correspondiente—. Disculpe, ¿el mesero Zeshin no trabajó hoy? Soy su amigo y quería saludarlo.

     —Él ya no trabaja aquí—el Saiyan mostró sorpresa—. De vez en cuando hablo con él, ¿quieres que le dé un mensaje tuyo?

     —¿Eh? No, no es necesario. Después me comunico con él. Gracias.

      Salió y se quedó un rato mirando al cielo, antes de querer ver al Son. Que Zeshin no estuviera ahí implicaba que aquella oferta de Barry, la cual le había mencionado con anterioridad, había sido aceptada. No obstante, tenía un poco de duda en ese momento sobre el destino incierto del pelinegro. ¿Qué no había rechazado tanto la propuesta porque, de terminar con Barry, se quedaría sin nada?

      Entendía el miedo del de ojos verdes, uno que no le confesaría al rubio. ¿Pero qué no la lógica dictaba que, al cortar su relación, esa “responsabilidad” que Barry quiso tomar ya no tendría por qué ser cumplida? Sacó su teléfono, para escribirle un “Vinimos a verte, dijeron que renunciaste. Si llegas a necesitar algo, puedes decirnos. Nosotros te apoyaremos”.

     No tardó en recibir un “Tranquilo, todo está bien. Gracias, de todos modos”. Frunció el ceño, se acercó a la zona de aparcado de bicicletas y subió a la suya, aprovechando que el menor ya la había desencadenado.

      —¿Pasa algo, Veg?

      —Bahh—soltó aire—. Zeshin renunció, supongo que Barry le va a pagar la escuela y todo lo demás.

      —¿En serio? ¡Qué bueno!

      —¿Bueno? Si ellos terminan, ¿qué pasará con Zeshin? Dejó su empleo, su departamento… No le queda nada.

      —Oh…—bajó un poco su voz al oír eso. Después sonrió—. Eso no pasará.

      —Oye, sé que confías mucho en él, pero si…

       —Vegeta, sé que no te agrada todavía Barry. Pero estarán bien—se acercó y lo abrazó, el Saiyan todavía estaba tenso—. Vegeta, no todas las personas son malas. Al menos no él.

      —Hmph—abrazó la cintura del menor—. Bah, si le hace algo, me encargaré de él. Está advertido.

      —Jejeje—cerró los ojos y aspiró profundo—. ¿Sabes? Creo que muchos en la escuela te tienen miedo. Bueno, eres muy hábil en artes marciales, y siempre parece que iniciarás una pelea…—el Son subió su mano hasta el cabello del Saiyan—. A pesar de todo, te conozco. Y sé que eres una buena persona—sintió un besito en el cuello—. Te quiero, Veg.

       —Hmph—volvió a besarle ahí, antes de aferrarse con más fuerza—. Demonios, ¿cómo es posible que me controles tanto?

       —Vegeta, ¡vayamos a casa ahora! —se separó—. Por favor.

       —Andando.

      El estar ahí, en pleno estacionamiento, les creaba una pequeña limitación para sus muestras de afecto. No necesitaban voltear para saber que había mínimo alguien que los veía mal, por el simple hecho de ser dos chicos mostrándose cariño. Esa ligera sensación de ser observados se presentaba cuando se tomaban de la mano, o se abrazaban. Llegaba a ser incluso molesto, puesto que tenían que separarse y buscar un lugar mucho más privado para continuar.

      ¿Pero qué ocurría con una pareja heterosexual? ¡Nunca decían nada! Incluso llegaba a ser ignorado y pasado de largo. Una situación bastante complicada para ambos, que poco a poco sentían que las hormonas querían ligarlos más y más, haciéndolos estar juntos en un abrazo o beso.

     —¡Vegeta, no te quedes atrás! —exclamó girando su cabeza. El más bajo sonrió y dejó de apreciar el pequeño espectáculo de ver a Goku delante de él, para llegar a su lado.

      —¿Unas carreras? —el menor negó—. ¿Temes perder?

      —Jejeje, no es eso. Comí demasiado—redujo un poco la velocidad, hasta que por fin se detuvo—. No quise decírtelo, pero me gusta ir despacio. Estar aquí me trae calma—miró al cielo—. Veg, estuve pensando mucho, y no quisiera que peleáramos.

     —¿Pelear? ¿Por qué pelearíamos?

     —Bueno… A veces te distancias cuando piensas en otras cosas—desvió la mirada—. Como cuando pasó lo de tu familia—soltó aire—. Y cuando me dejaste solo en la escuela por ir por medicamento.

      —Tsk—suspiró también—. Sobre la situación de mis familiares, sabes que molestan demasiado. No es justo para ti recibir esa clase de trato cuando yo esté de mal humor.

      —Lo entiendo. Pero créeme que es divertido oírte maldecir—el Saiyan rio—. He aprendido palabras que no sabía que existían.

     —Bueno, entonces te iré enseñando otras nuevas. Quizá nos visiten en Navidad—el menor sonrió.

      —O podemos pasar Navidad juntos.

      —¿Qué dices?

      —Vegeta, desde… lo que pasó… Yo no he pasado una Navidad en compañía de alguien. Siempre solía quedarme encerrado en casa, creo que fueron cuatro ocasiones donde estaba yo, solo, frente a la chimenea—sonrió—. Me gustaría tener mi primera Navidad junto a ti.

       —…—tragó saliva, incluso sus mejillas se habían colorado un poco debido a esa confesión del Son.

      —Podemos estar en mi casa. Así no tienes que aguantarlos a ellos.

      —Diablos—empezó a reír, cubrió su rostro con su mano—. Dices tantas tonterías.

       Goku acomodó su bicicleta, colocándola en el suelo antes de acercarse nuevamente a abrazar a ese chico. Y es que en ese lenguaje Vegeta-Mundo, un “dices tonterías” dicho con esa expresión facial, significaba que había tocado aquel corazón duro y había dicho algo que le gustó oír.

      —Te quiero mucho, Veg—oyó un gruñidito, atinó a reírse—. ¿Eso es un “sí”?

      —Ya sabes—correspondió ese abrazo, mirando el bosque que los rodeaba.

      Subió su mano hasta la altura de sus omóplatos, para dar pequeñas palmaditas. ¿Cómo era posible que ese chico se haya convertido en lo más importante que tenía en menos de un año? En esos momentos lo único que podía pensar era que ese chico de cabello alborotado tenía una sencillez enorme y una bondad inmensa, donde las pocas cositas que tenía las quería compartir.

      Presionó un poco más fuerte, inhaló profundo y sonrió. El avance del Son ese año, desde que lo saludó por primera vez, hasta ese momento, era enorme. Antes ni siquiera era capaz de levantar la mirada. Ahora, era él quien le pedía que pasaran juntos un día tan especial.

     —Veg, estás sosteniendo un poco fuerte—el Saiyan relajó sus músculos un poco.

     —No tengo ganas de soltarte—el menor rio—. Diablos, eres tan adorable—lo sostuvo fuerte, dio un giro rápido para quedar inclinados, él sosteniendo la mayor parte del peso del menor, y lo besó—. Hueles a durazno.

      —Espera, ¡no me sueltes! —estiró su brazo hacia el suelo, temiendo caer. El mayor fue descendiéndolo lentamente, hasta que quedó sentado.

      —Nunca te he dejado caer, y nunca lo haré—se puso de cuclillas a su lado—. ¿Te asustaste?

      —¡Claro que sí, Vegeta! Sentí que me iba a caer—hizo un pequeño puchero—. Pero…—desvió la mirada—. Sólo avísame la próxima vez que lo hagas.

     —Lo haré—dio una pequeña caricia en su cabeza—. Vamos.

     —Sí, Veg.

      Lo ayudó a levantarse y volvieron a viajar hacia la casa del Son. Pasaron primero por la casa del Saiyan, viendo el patio vacío al igual que la cochera. Siguieron, encontrando todo lo contrario en casa de Goku, ya que estaba la camioneta de la mujer.

     —¡Mamá está en casa! —acomodó la bicicleta junto a la entrada con una sonrisa, volteando a ver al mayor. Su mirada se tornó un poco apenada—. Creo que ya no podremos…

     —Creí que querrías hablar con ella—el Son se ruborizó completamente—. Podemos cerrar con seguro la puerta.

      —No… Comamos con ella—rio nervioso—. Mañana podemos seguir tú y yo.

     —De acuerdo.

     Entraron a la vivienda, encontrándose con un ambiente de risas, de una femenina y otra masculina. Ambos se acercaron a la cocina, que era donde ambos adultos estaban comiendo juntos.

     —Goku, Vegeta. Muchachos, hola—saludó el mayor.

     —Buenas tardes, señor Tomma—saludó el menor de todos. Goku se acercó a abrazar a su madre cuando ésta extendió sus brazos—. Hola, mamá. Teníamos mucho tiempo sin coincidir.

     —Perdón, hijo. Ha sido una temporada un poco complicada…

     —Está bien, mamá—sonrió correspondiendo completamente aquel abrazo—. Siempre voy a estar orgulloso de lo que haces.

     —Mi Kakarotto—hizo un movimiento de un lado a otro sin soltar a su hijo, como si lo meciera un poco—. Vegeta, hola. ¿Cómo estás?

      —Bien, señora Son. Muchas gracias por preguntar.

      —¿Les sirvo algo para que coman? Nosotros apenas vamos a comenzar a comer.

      —Sí, mamá. ¡Morimos de hambre!

     Vegeta dirigió una rápida mirada a Goku. Sintió ternura al ver que estaba tan emocionado de comer en familia, que poco le importó tener el estómago lleno y correr riesgo de una indigestión por el exceso. Pero eran pocas ocasiones en las que podían estar él y su mamá juntos, degustando sus alimentos, que decidió ignorar el posible malestar que le daría.

     —¿Cómo te fue en la escuela, Goku?

     —Muy bien, señor Tomma—tomó los palillos y comenzó a comer el arroz—. ¿Y a usted, cómo le ha ido?

     —Bien… ¿Y Barry? ¿Ya no los ha venido a visitar?

     —No, pero siempre llama—dejó el pedacito de pollo tempura a mitad de camino al ver cómo su mamá le daba un pequeño golpecito amistoso en el hombro a su colega—. Etto…

     —Me alegro de que sigan en contacto—la mujer se sentó al lado del hombre y comenzó a comer ella también.

     Goku, por su parte, comenzó a picar el pedacito de pollo, sin poder seguir hablando con él luego de esa acción. Sintió la mano de Vegeta tomar la suya por debajo de la mesa; volteó a verlo y sonrió. El Saiyan chasqueó la lengua antes de mirar a los adultos.

      —¿Acaso están saliendo? —ambos vieron con sorpresa al más bajo, que había preguntado directamente.

      —¿Q-qué dices, Vegeta?

     —¡Vegeta! —recriminó su novio.

      —¿Es un no? —insistió, sabiendo que al menor de los Son aquella duda lo seguía carcomiendo por dentro, pero era incapaz de preguntar él.

     No pasó desapercibido para Goku que Gine le había dado una miradita rápida a él, como nerviosa de su reacción. Fue ahí que el menor se dio cuenta de que había algo más entre ellos.

      —Mamá… ¿Es verdad? —ambos adultos se miraron de reojo—. Está bien, no me enojaré si es cierto.

     —Hijo… —se levantó de la mesa para ir con él—. Sé que aún piensas en tu padre, y…

     —Mamá, hace mucho que no pienso en él. En serio—sonrió—. Además, si tú eres feliz con el señor Tomma, para mí está bien—a ella se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas—. Siempre te voy a apoyar en tus decisiones, mamá.

      —Kakarotto—su voz cortada conmovió todavía más al menor—. Gracias, cariño—lo abrazó con fuerza, ahogando su pequeño llanto en la cabellera frondosa de su hijo.

      —Imagino que ya lo sospechabas, Vegeta—comentó el hombre, el Saiyan seguía comiendo pese a la emotiva escena de los Son.

      —Sospeché que se gustaban desde hace bastantes meses… Son pésimos ocultándolo—alcanzó a oír una risita de Goku ante ese comentario—. Aunque no me corresponde por ser un asunto de familia, de todos modos está mi advertencia hacia usted: si les hace algo a alguno de los dos, se las verá conmigo.

      —Me parece justo, muchacho—sonrió—. Espero que cuides así de bien a Goku del resto.

      —Claro que lo hago—metió un pedazo de pan en su boca—. No puedo esperar a que Kami haga todo el trabajo.

      —¡Vegeta! —todavía oculto en el pecho de su madre empezó a reír. Incluso la mujer que estaba sollozando rio.

      —Hijo, te amo—le besó su cabeza antes de separarse e ir a su silla.

     Y, como si ese momento no hubiera ocurrido, siguieron comiendo en familia, llenándose de risas el lugar y disfrutando completamente. Incluso, ahora que ya había sido revelado aquel secretillo, la pareja de adultos se veía más tranquila, como si el temor que tenían de que el Son se alterara, al ser ya finalizado en buenos términos, podían disfrutar su amor libremente.

     Incluso Goku sintió bastante empatía con ellos. Claro, él tenía miedo de revelar su homosexualidad por el “¿qué dirán?”. Y su madre, como mujer divorciada, también temía que su propio hijo rechazara a un hombre que no era su padre; aparte de que ella también tendría que luchar con lo que pensarían los demás al tener una segunda pareja.

     Terminaron de comer y ambos adolescentes, adoloridos del estómago, subieron a la habitación del menor para sentarse y reposar—. Diablos, no debí pedir una segunda ración. Pero estaba deliciosa la comida.

      —Perdón por decirle que te sirviera al principio, es sólo que tenía muchas ganas de estar con ella—el Saiyan, todavía con una expresión de pesadez por la incomodidad en su abdomen, alzó su brazo para abrazar de lado a su novio.

     —Está bien. Entiendo—le dio un besito en la mejilla y le acarició un rato la cabellera.

     Hubo un largo silencio, que se limitaba en Vegeta dando movimientos en su pelo, y Goku disfrutando aquel tacto dulce que el mayor le brindaba con cariño.

     —Vegeta, estoy muy feliz—el mayor hizo un sonido, para que supiera que lo estaba escuchando—. Es que… lo había perdido todo. Amigos, familia… Y ahora siento que tengo todo de nuevo, ¡y mucho mejor que antes! —se giró un poco hacia él para pasar su brazo por su abdomen, abrazándose a aquel cuerpo tibio—. Extraño a papá, y a Rad. Pero papá no me quiere ni ver, y mi hermano ya no se volvió a contactar con nosotros a pesar de que sabe nuestra dirección y número de teléfono—soltó aire—. Está bien, supongo. Él posiblemente tenga cosas que hacer, y tiene derecho a formar su vida incluso aunque sea alejada de nosotros.

     >> ¿Pero sabes qué? Me siento bien con lo que tengo. Creo que nunca más volveré a sentirme solo—sintió un besito en la cabeza—. Otra vez soy feliz, Vegeta.

      —Me alegra, Kakarotto—volvió a besarlo—. ¿Sabes qué…? —buscó sus labios y dio un duradero beso, uno donde tomó sus mejillas entre sus manos y dejó que fuera su cuerpo el que actuara para demostrarle todo su aprecio. Se acercó a su oído y susurró—: Desde que te tengo, yo también lo soy de nuevo…

 

***

 

—¿Entonces no cenarás con nosotros, Kokun? —preguntó el menor. El de cabellera alborotada se puso de cuclillas frente a él.

     —Lo siento, no creo que sea buena idea. Tus tíos y yo no nos llevamos bien—le revolvió el cabello—. Pero te prometo venir después a jugar contigo.

     —¡Sí! —lo abrazó—. Gracias por el regalo.

      —De nada. Espero que te guste—oyó los pasos del Saiyan bajando las escaleras. Volteó y sonrió al verlo vestido con un abrigo café—. Vegeta…

      —¿Nos vamos ya? —el menor sonrió y asintió—. Adiós, Tarble.

      —Hmph, yo también quiero ir—hizo un pequeño puchero mientras cruzaba sus brazos. Goku sintió ternura, era como ver a un mini Vegeta pero adorable.

      —No—respondió cortante el mayor—. Debes quedarte.

       —¡Kokun! —miró al más alto—. ¿Me llevas?

      —Etto…—se volvió a acomodar de cuclillas—. Tarble, tu hermano y yo vamos a ir a un lugar algo lejos, y vamos a caminar mucho. Te vas a cansar—el menor volvió a hacerle un puchero—. Otro día podríamos ir, ¿te parece?

      —¡Vegeta nunca me quiere llevar! —el Son soltó un suspiro. Llevarlo no era un problema, ¡podrían hacerlo!

      ¿Pero cómo le decía a ese niño que quería un tiempo a solas con su novio para poder seguir en ese proceso de conocerse? Esas charlas sin restricciones que tenían, mientras sus manos se tocaban y podían decirse sus sentimientos ajenos al mundo. Sentía un poco feo el ser “egoísta” y querer tiempo solo con Vegeta. Pero tampoco no quería ser tan bondadoso como para renunciar a ese pequeño deseo.

      —¿Ya se van, hijo?

      Volteó a ver a la mujer que llegaba a la sala. Tenía unos tubos en el cabello para formar rulos, y vestía una bata. Miró de nuevo a Tarble, que seguía viendo al suelo con sus labios fruncidos. Le revolvió su cabellera y se acercó al oído del menor.

      —Quería darle una sorpresa a Vegeta, y no dejan entrar niños a lugar. Si te llevo, ya no se la podré dar—susurró.

      —¿En serio? —Goku asintió—. ¿Qué le darás? —murmuró, tratando de mantener el secreto del Son.

      —Le conseguí boletos para su película favorita—colocó su dedo índice sobre sus labios en señal de silencio, para que no dijera en voz alta—. Te prometo que para tu cumpleaños te llevaremos a pasear, ¿de acuerdo?

     —¡Sí! —miró al Saiyan mayor—. Que te diviertas, Vegeta.

      —¿Eh? Claro… —miró al Son, que sólo se encogió de hombros—. Ya nos vamos, mamá.

     —Cuídense, hijo. Llámame cuando regresen a casa, ¿está bien?

      —Sí—le revolvió el cabello a su hermanito—. Pórtate bien, enano.

      —¡Adiós, Vege!

      Salieron al patio delantero, tomaron sus bicicletas y se acomodaron en la calle.

     —¿No quieres que te preste una sudadera? Hará frío más tarde.

     —¿En serio? Sinceramente tengo un poco de calor—el mayor asintió y comenzaron a avanzar.

     No tardaron tanto en llegar al centro de la ciudad. Fueron al cine y compraron palomitas para ambos junto con sodas grandes—. ¿Entonces qué película quieres ver? Puedo comprar las entradas…

      —Mira—le extendió dos papelitos que sacó de su cartera—. Sorpresa.

     —¿Es…? —los tomó—. Pero si estaban agotados desde noviembre, ¿cómo…?

     —Sabes que conocemos a alguien que tiene contactos—el Saiyan lo miró—. Sé que lo querías desde hace mucho.

      —Esto… en serio, es fantástico—el Son rio—. ¿Asientos en la última fila?

      —Yo… también quise una parte para mí—rio nerviosamente—. ¿Vamos? Es la sala G, y ya hay gente entrando.

     —Sí, claro.

     Siguió al menor con una sonrisilla. Ese Goku nervioso, pidiendo tiempo para estar juntos, era todo lo contrario a lo que conoció. Tan atractivo pese al pequeño temor que tenía de decir las cosas que le gustaban. Buscaron sus lugares y se acomodaron, él abrazando al menor con su brazo derecho mientras el Son se acurrucaba contra él.

      Esa manía que tenía de acariciar esa cabellera alborotada, mientras Goku subía su mano con palomitas para darle, era un hábito que se había formado con el tiempo para ambos. La película inició, y Vegeta dejó de comer para prestar atención a cada escena. Mientras tanto, Goku sólo se dejaba acariciar por el mayor, que pese a su mirada fija en la pantalla, no había dejado de darle suaves palmaditas en la cabeza.

     —¿Me das de tu soda? Le pusieron demasiado hielo a la mía—pidió, el Saiyan le entregó su vaso—. Esto es aburrido. Debí haber visto la precuela, no estoy entendiendo nada.

     Sintió una nueva caricia en el cabello. Levantó la mirada y rápidamente el Saiyan volteó, para darle un fugaz beso antes de volver a ver la pantalla. Goku soltó una risita baja antes de también mirar hacia adelante. Sintió que sus mejillas se encendían al ver que la protagonista comenzaba a besarse con el otro personaje; desvió la mirada, incómodo de presenciar escenas como esa. Y es que, en películas de acción, muchas veces le daban “desarrollo” a una pareja poniendo a los actores actuar momentos íntimos.

      —Tenemos dos minutos—oyó en su oído. Levantó la mirada y rápidamente fue besado.

      Cerró los ojos y se dejó llevar, correspondiendo los besos del mayor que tenían un pequeño sabor a sal por las palomitas. Sintió la mano de Vegeta subir a su mejilla, para seguir besándolo de forma silenciosa pese a la soledad de la sala—. Veg, te perderás la película—susurró, el aire caliente de su respiración llegaba al rostro del mayor.

      —En estos momentos estoy considerando pagar por verla en internet—volvió a unir sus labios con los del menor, masajeando despacio—. Sabes a caramelo.

     —Vegeta…—volvió a ser besado—. ¿Es correcto esto…? —susurró, aquel vaporcito caliente lo estaba embriagando—. Es que… —sintió de nuevo un beso es sus labios—. No, nada… olvídalo…

      —Kakarotto…—le susurró en el oído, esta vez fue Goku quien unió sus labios otra vez—. Aishi…

       Un estruendo de las bocinas los hizo separarse, no sin que el menor diera una ligera mordidita por el susto—. ¡Lo siento, Vegeta! —susurró al ver que el Saiyan se tapó la boca después de eso.

     —Está bien—tenía un poco inflamado el labio inferior, sólo atinó a reír—. ¿Te asustaste?

      —Sí—llevó la mano del otro hacia su pecho—. Mi corazón está latiendo demasiado fuerte—soltó aire, se acomodó mejor contra el cuerpo del otro, para relajarse.

      —Tranquilo…—comenzó a acariciarle la cabeza—. Puedes terminar las palomitas, te ayudará a calmarte.

      —¿Ya no quieres? —el Saiyan negó, para después darle un besito en la mejilla—. Gracias.

     Terminaron de ver la función, para después salir y buscar alguna otra atracción para divertirse. Decidieron ir directamente a un centro comercial, para ver los locales de antigüedades, los de ropa, entretenerse en un arcade, y otras cosas para matar el tiempo. Finalmente, fueron a un local para comer y probar algo diferente. Se sentaron en la barra al no ver una mesa sola en un lugar aislado y pidieron algo de arroz con pescado.

     —Esto está delicioso—con los palillos robó una bolita de atún del plato del otro.

     —¿Mh? —miró cómo Goku saboreaba aquel bocadillo con sus ojos cerrados, tratando de disfrutar cada una de las especias—. ¿Quieres el otro? —miró el brillito en la mirada del Son. Con sus propios palillos le llevó a la boca—. Disfruta.

      Vegeta apoyó su cabeza en su puño mientras, luego de que pasara el bocado, Goku comenzó a platicar acerca de su niñez. Si bien el tema de 12-15 años fue algo que, aunque superado, no quería tocar; el tema de su infancia era cosa que le gustaba. Vegeta sonreía mientras veía aquel rostro animado que no dejaba de hablar.

      —¿Y qué hay de ti, Vegeta? ¿Tú sí tuviste mascotas?

       —¿Eh? —sacudió la cabeza, tratando de analizar, mínimo, las últimas palabras del menor para poder responderle algo—. No, nunca. Sólo los cachorros del veterinario que cuidaba, fuera de eso ninguna.

      —Vaya… Siempre he querido un perrito—sonrió—. Pero… no podría cuidarlo bien. Mejor no—rio un poco nervioso.

      —Sí…—volvió a acomodarse en su puño para seguir viéndolo—. ¿Y en un futuro?

      —¡Claro que sí! Aunque…—sus mejillas se pusieron totalmente rojas—. Bueno, no lo sé. Creo…

      —¿Qué piensas? —soltó una risita al ver su expresión. Buscó su mano por debajo de la barra, desapercibida de todas las personas—. Dime.

      —No, nada. Es algo tonto.

      —Nada de lo que dices es tonto. Dime, ¿qué pensaste?

      —Es sólo que… Antes de conocerte—aclaró—, yo pensaba que sería lindo tener un perrito. Todavía dudaba si encontraría a alguien para mí, pero creía que sería lindo cuidarlo juntos—rio muy nervioso—. Te dije, es algo bobo.

      —No lo es…—apretó su mano—. Es difícil atender bien una mascota, sabiendo que tendremos que trabajar mucho terminando la universidad. Pero entre dos, siempre es más simple.

     —¿Tú…?

      —Claro que me gustaría, si me lo permites—Goku mordió su labio inferior ante la respuesta. Sin necesidad de terminar la oración, Vegeta había adivinado qué quería decir.

     —Gracias—se dedicaron una curiosa sonrisa, un poquito juguetona, acompañada de una mirada fija. Sólo se vio interrumpida cuando Goku bajó la mirada, totalmente ruborizado.

      —Vamos a casa, ya es tarde y bajará la temperatura.

      —¡Hai!

      Pagaron y se retiraron. Compraron unos últimos dulces para comer en su trayecto a la salida de esa plaza comercial. Se detuvieron afuera, donde todavía estaba techado, al ver una lluvia muy ligera, casi una brisa, que había iniciado. El cielo estaba oscuro por las nubes que lo cubrían.

       —¿Había pronóstico de lluvia para hoy? —preguntó el Son.

      —Que yo recuerde, no—miró hacia adentro de la plaza—. Creo que tenían paraguas en el piso uno, iré a pedir uno. ¿De acuerdo?

      —Sí, yo te espero—su mano fue soltada lentamente antes de que Vegeta entrara. Se quedó mirando las calles, sintiendo una corriente de aire frío acariciar sus brazos que no tenían ninguna protección—. ¡Ouch! —miró a la persona que iba corriendo y que chocó contra él.

      —Discul… ¿Goku? —el Son puso una mueca de disgusto muy discreta—. Por dios, es increíble que me haya topado contigo. ¿Ya se te quitó lo raro o sigues igual?

      —¿Eh? Hmph…

 

***

 

Soltó aire aliviado al ver que encontró un último paraguas. Algo positivo, considerando que, aunque tomaran un taxi, tendrían que caminar hasta donde dejaron sus bicicletas bajo la lluvia. Llegó a la planta baja, pero antes de empujar la puerta de cristal, vio cómo Goku desviaba la mirada antes de que un chico con el que hablaba se alejara corriendo.

      —Kakarotto, ¿pasa algo?

      —¿Eh? —su voz se escuchaba bastante baja—. No pasa nada.

      —Oye, ¿pasó algo con él? ¿Te dijo algo o…?

      —No pasó nada, Vegeta. De verdad.

      —Hmph—el mayor soltó un gruñido—. Prometiste que no volverías a ocultar las cosas—el menor mordió su labio inferior antes de bajar la mirada—. Te daré tiempo para que te relajes, ¿de acuerdo? Esperaré.

      —No te enojes, Veg…—pensó al ver su ceño fruncido, intentó decir algo, pero el mayor le dio la espalda.

      El Saiyan comenzó a caminar, sólo unos metros, para sentarse en unos cubos de concreto que había como asientos públicos. Goku soltó un suspiro, se acercó y se sentó en el cubo contiguo, con su mirada gacha. Mientras veía el suelo, no pudo evitar sentir un poco de ganas de llorar.

      Entendía la molestia de Vegeta, había prometido ya no ocultarle nada, y decirle si tenía algún problema. Y ahora… Su novio conocía perfectamente todos sus gestos, pudo identificar rápidamente que algo había ocurrido; y no querer decirle para no preocuparlo, luego de ese fantástico día, estaba siendo causa de sus problemas.

      —¿Estará muy enojado? —miraba sus zapatos, viendo cómo gotitas de agua que caían salpicaban un poco su calzado. La lluvia había aumentado de intensidad, había muchas personas yendo de aquí a allá con paraguas e impermeables, tomando taxis con urgencia, y más. Fue en ese momento que se percató de que ninguna gota caía sobre él.

     Miró hacia arriba, después miró hacia el Saiyan. Vegeta había abierto el paraguas y lo había inclinado hacia él; el más bajo estaba mojándose, pero tenía su brazo extendido para cubrirlo a él. Se le quedó viendo, estaba serio mirando al frente.

 

(Imagen ilustrativa hecha por soy_nerymiaudol: https://i.postimg.cc/5t5fft3t/Lluvia.png)

 

      —Vegeta…

      —Que esté enojado no significa que no cuidaré de ti.

     Se le formó un nudo en la garganta al oír esas palabras. Tomó el paraguas al notar un pequeño temblor en la mano del otro por tenerlo en esa posición tanto tiempo, y se cubrió con él.  Tomó aire hondo, sin quitar la vista del suelo.

      —Respeto que no quieras decirme algunas cosas—volteó a verlo—. Pero sí se te nota demasiado el cambio. De un segundo a otro te quedaste demasiado serio. Y sé que el imbécil tuvo algo que ver…

     —El chico me insultó—el Saiyan gruñó bajo—. Él era uno de mis compañeros de clase que me molestaba. Pero… —empezó a reír, confundiendo al Saiyan—. Pensé devolverle las malas palabras, pero no pude—lo miró—. Vegeta, no te quise decir porque en verdad no me molesta.

      —Pero…

      —Vegeta—sonrió—. Yo no sé cómo le haces para insultar sin sentir remordimiento. Creo que no puedo usar palabras fuertes sin sentir ganas de pedir disculpas a la otra persona, aunque ella haya empezado—incluso Vegeta rio un poco—. No puedo ser así.

      —Eres alguien muy bueno, eso ocurre—Goku mordió su labio inferior bajando la mirada, tenía una sonrisilla discreta, con su sonrojo y un brillito en la mirada—. ¿Entonces estás bien con ello?

      —Claro que sí, Vegeta—volvió a dirigirle la mirada—. Estoy perfecto.

     —Entonces… ¿Vamos a casa?

      —Yo… ¡Espere! —se levantó rápido y corrió hacia una señora que caminaba con su niño en brazos, acompañada de una muchacha—. Tenga, puede llevarse el paraguas.

     —¿En serio, muchacho? Pero ¿y tú?

     —Yo estoy bien, de verdad. Puede llevárselo—insistió. Ella agradeció, junto con la otra mujer que iba con ella, para cubrirse y así proteger al pequeño niño de la lluvia que cada vez era más intensa.

     Caminó de regreso con el Saiyan, sintiendo cómo su piel se iba mojando. Vegeta se levantó, se quitó su abrigo, y se lo colocó al menor. Estaba tibio y seco por dentro gracias a la tela impermeable que lo cubría. Goku sólo se dejó hacer, mientras el de cabellera en forma de flama le abrochaba los botones.

       —No quiero que te resfríes—levantó la mirada cuando cerró completamente ese abrigo. El Saiyan colocó sus manos en su cintura y le dio un casto beso—. ¿Ya no tienes frío?

      —¿Notó que estaba temblando? —Goku se acomodó contra el cuerpo del otro, abrazándolo y ocultándose en su hombro.

      —Vamos a casa—besó su mejilla—. Kakarotto…

       Ese aire caliente en su oreja lo hizo estremecerse, incluso tembló un poquito por el nerviosismo. Tragó saliva, y sólo hizo un sonido de afirmación como respuesta. Se separó y comenzaron a caminar por las calles, ignorando el mal instante y enfocándose únicamente en llegar pronto por sus bicicletas e ir a la casa del menor.

      Iban pedaleando bajo la lluvia, con el aire frío, pero con una sonrisa en sus labios por poder compartir juntos esos momentos de felicidad. Adentrándose al bosque, en la soledad de la calle, podían reír como un par de locos sin miradas juiciosas y sin nadie que pudiera dañarlos.

     —No, no, no…—frenó abruptamente. El Son también se detuvo—. ¡Diablos! —seguía riéndose, a pesar de darse cuenta del daño que tenía la llanta trasera, que se había roto la cámara interna y estaba desinflada ya—. Pésima suerte.

     —¿Fue un clavo o algo?

     —Posiblemente que no le haya dado mantenimiento en mucho tiempo—miró al menor—. Será mejor que te adelantes, Kakarotto. Ya es tarde, y está lloviendo demasiado.

     —No, está bien. Caminemos juntos.

     Siguieron avanzando, arrastrando las bicicletas y yendo despacio. Pasaron por la casa Saiyan, viendo un montón de autos estacionados afuera, mirándose varias sombras borrosas por las ventanas. Corrieron para alejarse de ahí y no tener encuentros inesperados. Después continuaron con calma, caminando lento, apreciando cada paso que podían dar uno al lado del otro, siguiendo con sus risas y plática amena.

     Goku reía demasiado—. No puedo creer que de verdad hayas hecho eso cuando eras niño—le prestó un poco más de atención—. Te ves muy distinto con el cabello así—se refirió a su cabello sin forma por el agua.

     —¿Para bien o para mal?

    —¿Eh? —a pesar de que su piel estaba fría, se ruborizó—.あなたは私が何があってもあなた’好きだと知っています。(anata wa watashi ga nani ga atsu te mo anata wo suki da to shitsu te i masu) —susurró, muy bajito. (Trad: Sabes que me gustas sin importar nada).

      —¿Qué dices? —pero el menor adelantó su paso.

     —No lo diré—comenzó a correr riéndose—. ¡Alcánzame si puedes! —su bicicleta cayó cuando la soltó para huir.

      Vegeta no se quedó atrás. Dejó caer la suya y comenzó a perseguir al otro, también riéndose. Cuando estuvo cerca, Goku volteó, deteniéndose un poco y consiguiendo que el mayor chocara con él, cayendo encima. Seguían oyéndose carcajadas de ambos en la soledad de ese lugar, sólo ellos entendían esa felicidad que los llenaba y esa paz que tenían de estar juntos.

      —Te tengo—le dijo en susurro, todavía posicionado sobre él. El vapor tibio de su voz alcanzó los labios del menor—. Ahora sí, ¿qué dijiste?

      —Dije que me gustas mucho sin importar nada—Vegeta alzó sus cejas con sorpresa—. ¡Me da mucha vergüenza decírtelo siempre! —cerró los ojos—. Tú me gustas mucho.

      —Kakarotto—el menor abrió despacio los ojos, con timidez—. Kakarotto…—subió su mano a su mejilla y unió sus labios con los suyos—. Aishitemasu—le dijo en su oído—. En serio me vuelves loco—besó su mejilla antes de volver a verlo de frente.

      A ninguno le molestaba estar recostados sobre el pavimento, en medio de la nada, bajo la torrencial lluvia y el frío del ambiente. Estaban inmersos en el contacto de su piel en esa posición mientras sus miradas se perdían en la del otro.

     —Kakarotto—no resistió y volvió a besarlo.

      Ambos se besaban con cariño, rodaban en medio de la calle, volviendo a reír cada vez que daban un giro repentino, sin cortar su abrazo. Una vuelta hacia la izquierda, otro giro hacia la derecha. Con sus cuerpos rozándose y su calor compartiéndose en un tierno contacto donde ambos sólo querían liberar todo su cariño con esos amorosos besos.

      —¡Ay! —gritó el menor cuando comenzaron a rodar por el pasto y el musgo.

     —Ouch—se quejó—. Me encajaste la rodilla en el muslo—miró con una sonrisa al menor que estaba sobre él—. Luces tan bien a contra luz—subió su mano a la mejilla roja del menor.

     —Vegeta…—se inclinó hacia adelante, para volver a besarlo.

      —Diablos, no quiero soltarte—le despegó el flequillo húmedo del rostro—. Vamos, ya está oscureciendo.

      —S-sí…

      Regresaron unos metros para recoger sus bicicletas, y apuraron sus pasos para llegar a su hogar. Tardaron casi 20 minutos hasta que por fin visualizaron la casa. Entraron rápidamente, sintiendo ambos un alivio por la calidez interior.

     —Vegeta, te puedes duchar en mi habitación—llegaron ambos ahí, Goku sacó ropa de un cajón—. Yo me bañaré en la de enfrente.

     —Claro.

     Goku buscó su toalla de baño, su cepillo de dientes con el dentífrico, y fue a la otra habitación. Lavó sus dientes y se metió bajo la regadera. Inevitablemente sintió nerviosismo al tocar sus labios, luego de todos esos besos que se dieron, acostados en el pavimento, con sus cuerpos juntos, sintiendo la calidez del otro mientras sus bocas se unían para demostrarse su amor.

      Con cada giro que daban sus cuerpos se rozaban y el calor de su cuerpo aumentaba. Tímidamente bajó su mano hasta su entrepierna, sintiendo un cosquilleo enorme al recordar vívidamente cada roce que tuvo contra el cuerpo del más bajo cuando estaban juntos. Se apoyó contra el azulejo de la pared mientras comenzaba a masturbarse, nervioso por todo ese momento intenso que tuvo con el otro.

     —Mgh—cerró los ojos—. Vegeta…

     Kakarotto—oyó de repente del otro lado de la puerta—. Entraré por tu ropa, para lavarla.

     —S-sí, claro—la recogió del suelo para pasársela a través de la cortina plástica.

      Tan sólo oyó que la puerta se cerraba de nuevo, siguió en su labor. Cada vez que recordaba cómo su cuerpo se tocaba con el otro de forma involuntaria sentía de nuevo ese nerviosismo.

 

***

 

—Vegeta…—murmuró, al verlo encendiendo el televisor que habían instalado juntos en su habitación.

     —Pondré una película. ¿Quieres?

      —S-sí…—se sentó a su lado, se sirvió un poco de la soda que llevó el otro, y bebió despacio.

     —¿Pasa algo? —el menor negó—. ¿Te sientes mal?

     —No… —empezó a reír—. De verdad, estoy bien—fue abrazado—. Me cuesta estar con él después de lo que hice…

      —¿Qué las películas americanas no pueden sobrevivir sin meter escenas así? —comentó el mayor al ver en la pantalla cómo los protagonistas se besaban con desesperación mientras se desnudaban.

      —¿Cómo es posible eso? Eso… ¿eso son sus lenguas o qué tienen en la boca? —incluso ladeó su cabeza para intentar descifrar lo que ocurría.

     —Beso francés—bebió un poco de su soda, el menor mirándolo lo hizo dejar el vaso de lado—. Sí, son sus lenguas.

      —¿De verdad?

      —Ajá.

      —Oh… —volvió a ver la pantalla, la escena había sido cortada y ahora estaban en una escena de acción—. ¿Tú alguna vez has hecho eso?

     Un profundo silencio se presentó. Goku lo miró, pero Vegeta no volteaba.

     —Vegeta, sabes que no me voy a enojar.

     —Sí—soltó aire—. No tanto como esa película, eso es bastante exagerado. Ahí parecen alienígenas tratando de alcanzar el cerebro del otro para succionarlo—miró al menor—. Fue un beso francés por curiosidad, fue en su casa. Pero ella usaba ortodoncia esa temporada, y tenía un alambrito suelto. Después de eso, ya no lo volvimos a intentar, me había raspado un poco.

     —Oh… ¿a ti te gusta eso?

      —La verdad no. No quería ni siquiera intentarlo, pero insistió algo. Francamente, la idea me desagradaba.

      —Entiendo—bajó la mirada y jugó con sus dedos—. ¿Qué se siente?

      —¿Qué dices? —lo miró—. Eh, pues… No sé, en mi experiencia terminé con una ligera rasgadura. ¿Por…?

      —Yo… Nada, sólo que… Me gustaría probar.

     El mayor sólo se quedó serio. No dijo nada, y el menor sólo mantenía su mirada gacha, con sus ojos fijos en sus manos.

     —¿De verdad?

      —S-sí… —lo miró—. Sé que dices que no te gusta… Bueno, si no quieres no, yo…

     —No, si tú quieres…—ambos se miraron un largo rato—. Sólo deja apago el televisor.

     Buscó el control remoto, apagó la pantalla y se acomodó para verlo. Subió su mano hacia su mejilla, para acariciar con su pulgar. Se acercó y dio primero un beso casto, consiguiendo que el menor tuviera un sonrojo pronunciado sólo con eso.

      —Sólo relájate—pasó su pulgar en el labio inferior del menor—. Separa muy poco.

      Se acercó a besarlo, esta vez moviendo despacio sus labios contra los del otro. Vegeta movió su lengua hacia adelante, para poder buscar la del otro y tocarla. Sintió cómo el cuerpo del menor se tensaba al tacto. Hizo un movimiento circular que fue imitado por el Son, que trataba de seguir el ritmo.

      Se separó y se limpió el labio. A Vegeta también se le habían ruborizado las mejillas por ese contacto con el menor. Por su parte, Goku cubrió su boca con ambas manos, su respiración era un poco acelerada, incluso se le notaba en sus hombros cómo intentaba tomar aire.

     —¿Era lo que pensabas? —preguntó el mayor.

     —Se sintió bien…—respondió un poco entrecortado. Se descubrió su boca y bajó sus manos a sus rodillas.

      —Sí, se sintió bien… Demasiado… No me molestaría hacerlo de nuevo—comentó. Goku mordió su labio inferior.

      —A mí tampoco.

     Vegeta se movió un poco hacia adelante, se acercó a su rostro y volvió a besarlo. Ambos retomaron un beso, donde sus lenguas se tocaban entre curiosas y tímidas. Sus respiraciones se mezclaban mientras ellos seguían compartiendo un beso profundo. Duraron largos minutos, donde lo único que escuchaban eran sus propias respiraciones que se agitaban cada vez más.

      —Esto es un poco intenso, jeje—rio un poco nervioso escondiéndose en el hombro del más bajo, aferrándose a su playera.

      —Podría serlo más—comentó besándole la mejilla para después acariciar su cabello.

      —¿De verdad? —oyó un sonido de afirmación—. ¿Podemos…?

     —¿Quieres? —el menor se buscó el pecho de Vegeta para ocultarse, parecía muy tímido y avergonzado—. De acuerdo, sólo apagaré la luz.

      El mayor se acercó al interruptor para apagarlo, extendió su mano para ayudar al otro a ponerse de pie y se acercó al escritorio del Son. Colocó la lámpara encendida en la silla, que le brindó a la habitación una iluminación débil, lo suficiente para ver todo lo que había ahí.

     —Puedes sentarte arriba—Goku asintió, acomodándose en la orilla del escritorio, para que Vegeta se colocara frente a él—. ¿Me das permiso de tocar aquí? —preguntó refiriéndose a su cintura.

     —S-sí—subió sus manos a la nuca del otro. Una vez más cerró sus ojos para poder besarlo.

     Sentía el cuerpo cálido de Vegeta, ese pecho contra el suyo, aquellas manos abrazándolo con cariño. Y ese olor tan peculiar, esa fragancia masculina que siempre percibía, ese curioso olor que sólo alcanzaba a aspirar en él y en nadie más.

      —Vegeta—se escondió en su hombro, tomando aire. Sintió un besito en su piel.

      —Diablos, hueles demasiado bien—Goku empezó a reír al sentir el aliento en su cuello—. Me gustas tanto.

     Entre sus besos formaron parte también las caricias. Donde Goku buscaba más proximidad con Vegeta, buscando sentir más su cuerpo contra el suyo mientras descubría esa forma diferente de demostrar aprecio. Se movió un poco en su lugar, para que el otro se inclinara hacia adelante y así tenerlo más cerca.

     Vegeta, por su parte, sólo lo sostenía de la cintura. Sentía las manos de Goku aferrándose un poco a su playera, mientras se tensaba con cada beso. El menor tenía su rostro enrojecido, con un temblor en su cuerpo por el tacto.

      —Espera—bajó sus manos hacia sus genitales—. Tenemos que separarnos.

     —¿Qué pasa? —tenía sus mejillas igual de rojas que el menor, junto con su respiración agitada.

      —Es que…—se veía bastante arrepentido, tenía sus ojos cerrados por la vergüenza y sus manos seguían cubriendo su entrepierna.

      —¿Qué ocurre? —subió una mano a su mejilla—. Sabes que puedes contarme cualquier cosa.

     —Es que…—sus ojos se llenaron de lágrimas—. Yo me…

      —Tranquilo…—bajó su mirada, notando la incomodidad del menor, luego la volvió a subir. Se aproximó para abrazarlo, esta vez de modo que Goku se ocultara en su hombro y que no le diera vergüenza al menor por verse de frente—. ¿Es porque tuviste una erección? —Sólo escuchó cómo el menor empezaba a sollozar—. Hey, tranquilo, no pasa nada… —Goku lo vio—. Mira bien, no sólo fuiste tú.

      —¿Qué? —con curiosidad bajó su mirada, dándose cuenta de que a Vegeta también se le había comenzado a marcar una semierección. Y es que la fricción y roce había hecho que ambos tuvieran esas reacciones mientras se besaban.

       —Intentaba hacerme hacia atrás para que no lo sintieras, no quería que pensaras mal ni que te incomodaras—el menor tenía sus mejillas húmedas con unas gotitas de lágrimas rebeldes—. Tranquilo, no debes sentirte culpable.

      —¿No te molesta?

       —Hey—se acercó a su oído—. Está bien. Estamos en un lugar privado, solos, en un momento íntimo que los dos queremos. No pasa nada. —En ese momento el Son fue capaz de quitar su mano de sus genitales, para volver a subirla a la nuca del mayor—. Nunca te voy a culpar de algo malo.

       —Me daba mucha vergüenza—limpió con su antebrazo los residuos de lágrimas, sin embargo sus ojos todavía estaban bastante acuosos—. Es que yo… a veces tengo sueños—se escondió como pudo en su hombro—, y hace rato…

      —Es normal—la acarició la espalda—. No llores, ¿sí? No pasa nada. ¿Ves? A mí también me ocurrió, no es algo de lo que tengas que sentirte tan mal.

      —S-sí—recibió una caricia en su mejilla, acompañada de un beso en la frente—. Veg, ¿te molesta si seguimos?

     —Claro que no—inclinó sus hombros hacia adelante.

      —Si quieres puedes acercarte más—Vegeta acató, pero mantenía su cadera separada del menor—. Quisiera tenerte más cerca—con sus piernas rodeó al Saiyan, sintió su cuerpo temblar cuando se rozaron.

     Vegeta volvió a abrazarlo, inclinándose hacia el frente para que sus cuerpos estuvieran totalmente juntos. Una vez más lo besó, sintiendo cómo el menor, con su nerviosismo y temblor de su cuerpo, se rozaba con él, haciendo que esa fricción aumentara el calor de sus cuerpos.

      —Mgh—hizo un quejido chiquito al sentir el aliento caliente en su oreja, la respiración de Vegeta estaba igual de agitada—. Es un poco incómodo… la madera del escritorio…

     —¿Quieres… ir a la cama? —preguntó entre bocanadas de aire. El menor asintió—. Sostente fuerte, yo te llevo.

     Goku se aferró con fuerza a su cuello, con sus piernas todavía alrededor de la cadera del otro. Sintió aquellas manos tomarlo de los muslos antes de levantarlo y llevarlo rápidamente al colchón, donde lo dejó caer con cuidado. Goku se colocó el antebrazo en la frente, tratando de calmar su respiración agitada. Vegeta levantó su playera y se la quitó, el menor, ante ese movimiento, se le quedó viendo.

      —Disculpa, me dio un poco de calor…—revolvió su propio cabello—. Dame unos segundos, en un momento me la vuelvo a poner.

      —No me importaría seguir sin ella—el Saiyan tragó grueso. Y se acercó a besarlo cuando pudo recuperar el aire perdido.

       Pero ¿qué no él también tenía ese mismo deseo? Esa ligera curiosidad y ansias por estar más cerca de ese chico, más en ese momento donde sentía que poco a poco se perdía compartiendo entre sus besos su saliva. ¿Qué no le desagradaba la simple idea de tener que compartir fluidos con alguien? Desde que conoció al Son eso le había dejado de importar, compartían a veces sus bebidas, tomaban del mismo vaso cuando todavía eran sólo amigos; y ahora, estaba ahí, deseando poder seguir haciéndolo por más tiempo, poder retomar esos labios y sentir el toque ligeramente áspero de sus lenguas, combinado con el sabor de su saliva.

      —Ahhh—soltó un suspiro cuando Vegeta se separó, limpió con su puño esa salivita que se escurrió de sus labios. El Saiyan bajó su mano al abdomen del más alto, para intentar subirle la playera y así abrazarlo de la cintura tocando su piel—. ¡E-espera! ¡No! —tomó su mano, impidiéndole subirla.

      —¿Eh? ¿Pasa algo…?

     —Es que…—mordió su labio inferior—. No, no creo que te guste. Es que… Antes yo…

     —¿Por qué no me gustarías? —una sonrisa de medio lado hizo sonrojar más a Goku.

      —Es que… —fue soltando la mano de Vegeta, para cubrir su propio rostro. El Saiyan subió despacio la playera del menor, quien únicamente se destapó el rostro para poder quitársela. Destapó sus ojos sólo un poco para ver la mirada amorosa que tenía el otro.

      Una mirada que no lo juzgaba, que lo veía con cariño. Que no se enfocaba en aquellas cicatrices de heridas autoinfligidas, y de aquellas que otros le ocasionaron. No, Vegeta veía con una expresión enamorada ese cuerpo del Son, antes de acercarse a darle un tierno y amoroso beso, contrastante a los otros ligeramente candentes que recién se habían dado.

       —Me gustas tanto…—le besó la mejilla—. Demasiado…

       —Vegeta…—se ocultó en el cuello del otro, mientras recibía besitos en su hombro—. Vegeta…—se movió un poco, rozando accidentalmente su entrepierna con la del mayor—. ¿Eso es…? —se aferró con fuerza a la espalda del otro.

     Era inevitable sentirse presa de la situación que aumentaba la temperatura de su cuerpo. No podía quitársele de la mente esa expresión del mayor que lo veía con gran cariño. ¿En serio ese chico estaba tan enamorado que no se fijó en todas esas marcas en su piel? Volvió a moverse, sintiendo otra vez el roce de su entrepierna con la del otro.

     —Vegeta…

      —¿Sí? —lo miró—. ¿Qué pasa…?

      —Es que yo estoy… —tragó saliva—. Y tú también… —Goku se veía demasiado nervioso—. ¿Tú quieres hacer “eso”?

      —¿Eh? —se tensó—. Sé que estoy así, pero no es que yo te vaya a obligar a nada que no quieras, Kakarotto, yo…

      —Es que… yo sí quiero —miró al otro, su rostro estaba completamente rojo.

      Un enorme silencio se formó entre ambos, donde Goku únicamente cubría su boca con ambas manos. Se sentía tan nervioso de haber confesado su pequeño deseo que había surgido luego de esa tarde intensa llena de caricias y contacto.

      —Hmph—desvió la mirada tras romper ese silencio—. Escucha, sé que yo soy…—gruñó por lo bajo—. Pero no voy a… —soltó aire—. Lo que trato de decir es…

     —Está bien—el mayor lo vio—. Eso no me molesta a mí…

      —¿De verdad? —arqueó una ceja, se notaba un poco sorprendido.

     —S-sí, Vegeta...

     Al mayor se le erizaron los cabellos de la nuca tan sólo de escuchar esas palabras. Tragó saliva y asintió lentamente. Sintió que de pronto el aire se le iría tras oír las palabras del otro. Miró a su alrededor antes de mirar de nuevo al Son.

      —¿Sabes en qué consiste?

      —Creo que sé lo suficiente

       —Kakarotto… —mordió su labio—. ¿Recuerdas dónde pusiste las cosas de la vez pasada?

      —Están en el último cajón

      Bajó de la cama para acercarse a la cajonera y sacó aquella bolsa. Volvió a la cama y arrojó el contenido sobre la sábana. Se posicionó encima de Goku, colocó sus manos, una a cada lado del rostro del menor, y volvió a besarlo.

       El Son correspondió al instante. Los dos, sin deshacer su abrazo, estuvieron un largo rato girando sobre el colchón, abrazándose, besándose y paseando sus manos por la espalda del contrario.

      —Puedes tocar, Kakarotto… —le susurró en su oído, llevando la mano del menor a su pecho.

       —¿Eh? —su mano temblaba, sentía vergüenza de estar sintiendo aquella piel desnuda. Subió también su otra mano, para, con ambas, sentir los pectorales del otro. Después llevó sus manos a sus brazos, donde se distinguía un poco de musculatura—. Esto es vergonzoso, no puedo—se ocultó en su hombro, consiguiendo una risita enternecida del otro.

      —Kawaisugiru—murmuró en su oído antes de bajarle el pantalón despacio, junto con la ropa interior. Goku, por acto reflejo, se cubrió la entrepierna. Quedó únicamente en calcetines bajo la mirada del más bajo.

      —N-no me mires tanto, Vegeta…

      Sólo recibió una mirada serena antes de volver a ser besado. Goku se sintió tan avergonzado, pero al mismo tiempo una vergüenza bastante “pacífica”.

      ¿Qué no ya había sido visto desnudo por medio mundo? Ese día que su foto se volvió viral, había sido visto esa parte privada de él. Incluso había llegado a sentir miedo de que Vegeta sintiera asco de ver ese mismo cuerpo que ya había sido conocido por demasiadas personas.

      ¡Pero no! Sólo había amor en esa mirada, una expresión de sorpresa al ser la primera vez que podía apreciarlo, siendo la primera vez que se sintió listo de mostrar su intimidad ante los ojos del otro. Fue en ese instante que sintió que la persona de aquella fotografía ya no existía, y que ahora era alguien completamente distinto, que se podía mostrar por primera vez ante alguien a quien amaba, y quien lo quería demasiado.

      —Ahhhh—arqueó su espalda hacia adelante, temblando mucho—. No me muerdas el cuello—pidió al sentir aquellos incisivos que presionaban despacito, sin intensiones de marcar siquiera, sólo era un jugueteo con una mordida.

       —Hueles demasiado, creo que más que de costumbre…—besó su hombro por última vez antes de incorporarse. Ya tenía unas gotitas de sudor en su frente—. Creo que será más simple si te pones de lado—intentó guiarlo, para que se acomodara de costado para después flexionar una pierna. Incluso le facilitó una almohada al menor para que la abrazara mientras él hacía aquella labor.

     Colocó un preservativo en su dedo, chorreó el lubricante en la zona y comenzó con una pequeña estimulación externa, antes de comenzar a introducirlo. Estuvo un rato así, dilatando con una mano y dando caricias en su piel con la otra.

     —Esto es demasiado extraño—mencionó, sólo se alcanzaban a ver sus ojitos, el resto de su rostro y pecho estaban siendo tapados por la almohada que abrazaba—. Es bastante vergonzoso.

     —¿Duele esto? —hizo un movimiento, el menor negó con un sonido—. ¿Y esto? —recibió una afirmación—. Esto tardará.

     —Vegeta, ¿cómo es que sabes hacer estas cosas?

     —Tsk—desvió la mirada, bastante avergonzado, sin embargo, con sus manos seguía en aquella preparación.

     —No lo has hecho nunca, ¿verdad? Entonces, ¿cómo…?

     —Cuando me di cuenta de que me gustabas—miró al techo—. Quise saber más de qué tenía que pasar respecto a otras cosas. Ya sabes, investigué sobre departamentos que rentaran a parejas homosexuales, cerca de la universidad que tengo en mente.

     >>No porque pensara que tenía garantizado que serías mi pareja, sino porque inevitablemente fantaseé un poco. Una cosa llevó a la otra, y cuando me fui a dormir tuve un sueño húmedo relacionado. Me dio curiosidad saber cómo diablos tendrían que ocurrir las cosas si llegase a dar un momento entre los dos luego de eso; ni yo estaba seguro totalmente de cómo era a detalle.

      —Oh… entiendo—soltó una risita tierna—. La verdad a mí me daría miedo investigar sobre eso, porque me podrían aparecer imágenes reales de personas y… ¡me da vergüenza eso!

     —Créeme que es bastante incómodo hacer investigaciones así, que no te redirijan a links de ese tipo—miró aquel rostro ruborizado, que estaba bastante relajado—. Leí… leí sobre algo. Espero encontrarlo.

      —¿Encontrar qué, Vegeta?

      —Dame un segundo—metió su dedo, apuntando hacia la vejiga. Hizo un movimiento ligeramente circular, acariciando y dando presión muy leve, únicamente estimulando.

      —O-oye… eso… Me está—llevó sus manos a su entrepierna, encogiéndose en su posición—. Espera…

      —Ya está…—sacó su mano y arrojó hacia la papelera el látex. Con ayuda del paquete de toallitas húmedas limpio sus manos para quitar el exceso de lubricante y que no se le resbalara el nuevo preservativo de sus dedos.

     —Siento demasiado fuerte un hormigueo—Vegeta despacio fue quitándole la almohada, notando lo tenso del menor por su estremecimiento y esas reacciones de su cuerpo—. Me tiembla todo el cuerpo.

      —Sh sh sh—lo ayudó a girarse hacia arriba. Goku todavía estaba tan tenso que ya ni se molestó en cubrir su entrepierna—. ¿Quieres ayudarme?

     —¿Eh? —el Son vio que ponía más cerca de él—. N-no sé cómo se pone esto.

      Vegeta tomó el preservativo, y se acercó más al Son quien, con pena, bajó el pants del Saiyan. Sus manos temblaban, se notaba que tenía bastante vergüenza. Se sentó también y, tomando valor, bajó aquel bóxer, dejando a la vista el miembro del más bajo.

     Goku no podía mantener la vista al cuerpo del Saiyan, quien aprovechó ese momento para quitarse las prendas y, cuando el menor volteó, le colocó el condón en la mano.

     —¿Quieres hacerlo?

     —S-sí—miró aquel cuadrito del empaque.

     —Sólo estira la esquina, de los cortes que ya tiene—el menor miró esos triangulitos de los bordes. Lo estiró, deslizándose rápidamente y rompiéndose, dejando en perfecto estado el látex. Tomó el condón, que parecía más un arillo porque estaba todavía compacto—. Ese es el lado que va contra la piel… Ajá, esa. Sólo presiona la punta antes de colocarlo.

      Goku hizo lo que dijo, presionando aquella burbujita que tenía en la punta antes de ponerlo contra la piel del Saiyan, sintiendo un montón de vergüenza estar tocando la zona íntima del otro, siendo la primera vez que vivía eso.

     —Que no quede aire en la punta, presiona… Así está bien, sólo deslízalo despacio.

     El menor lo fue desenrollándolo hasta la base, sintiendo que su mano temblaba conforme tocaba más. Subió su mirada al terminar, sintiéndose vulnerable ante ese ceño fruncido que lo miraba fijamente.

     —Aishitemasu…—rompió el silencio y le dio un besito en la mejilla.

     Goku se fue dejando caer hacia atrás al sentir que lo besaba nuevamente en los labios de una forma cariñosa. Sintió las manos de Vegeta bajando desde su pecho hasta sus muslos, donde lo hizo flexionar sus piernas y separarlas, dejando espacio para acomodarse y estar más cerca de él.

     Vegeta colocó más lubricante en la zona, antes de posicionar la punta. Empezó a ejercer presión, sintiendo cómo su glande entraba poco a poco en ese lugar cálido. Se inclinó hacia adelante, buscando contacto con el menor. Pero Goku cubría su rostro con sus antebrazos.

     —Hey—al ver que no se dejaba ver, bajó a su cuello para besar ahí mientras terminaba de entrar en él.

     —Mhg—hizo un sonidito, destapándose la cara. Vegeta aprovechó para buscar sus labios, evitando que se escondiera nuevamente—. Veg…

      —Aishitemasu—susurró en su oído, antes de comenzar a moverse despacio—. Te quiero tanto…—mordió su hombro.

     —~Aaahhhh—Goku pasó sus manos a su nuca, abrazando al más bajo. Tenía sus ojitos entrecerrados, y su pecho subía y bajaba. Tenía que contener la respiración para tratar de relajarse—. Mggghhhh—sus piernas tenían ligeras contracciones involuntarias cuando el Saiyan comenzó a moverse—. Aaaaaahhh.

      Vegeta sentía que la piel se le enchinaba al oír la voz del otro, haciendo esos soniditos que delataban que consiguió hacerlo sentir bien. Ya ni se molestó en tratar de besarlo por más que lo quería, Goku inmediatamente se separaba para poder exhalar y soltar uno que otro suspiro

     —Grrrr—un suspiro tan bajo que se podía confundir con un gruñido salió de la garganta del Saiyan, inhaló hondo, sintiendo que poco a poco el aroma del menor lo embriagaba—. No se está reprimiendo—pensó al oír todos los sonidos del Son ante cada caricia que daba.

      ¿Y cómo no? Ese chico no tenía su mente contaminada por los comentarios de la sociedad de la cual se aisló. Goku no reprimía su voz al estar con él en el acto, no guardaba hacia sus adentros su sentir para no verse menos masculino. No, ese chico dejaba salir sus suspiros y gemiditos, con la única pena de estar en un acto tan íntimo por primera vez.

      —Diablos…—se incorporó, quedando con su espalda recta. Revolvió un poco su cabello en forma de flama antes de seguir con su movimiento de cadera. Cerró sus ojos un poco, dejando salir el aire de su garganta como un gruñidito bajo.

      —Pss, Veg…—Vegeta parpadeó un poco—. Pss, Vegeta.

       —¿Eh? —enfocó al Son—. ¿Qué… ocurre…?

      —Te quiero—una sonrisita torpe apareció en los labios del más alto. Estiró sus brazos hacia arriba, con intenciones de alcanzar al Saiyan.

      Vegeta sonrió y se volvió a inclinar hacia adelante, para ser abrazado por el cuello. Bajó su mano para tocar la piel del Son, desde sus brazos hasta su pecho y abdomen. Finalmente tocó la entrepierna del otro, para estimularlo. Los sonidos que el otro soltó fueron más fuertes, su pecho subía y bajaba rápido. Incluso estiró un poco entre sus dedos el cabello negro del más bajo.

      —¡MGH! —Vegeta encajó sus dientes en el hombro del menor al sentir los arañazos en su espalda. Siguió moviendo su mano, estimulando al menor quien tenía espasmos con cada toque—. Vege…

     Sintió que un líquido caía en su mano. Bajó la mirada, notando que entre sus dedos escurría ese líquido blancuzco. Lo soltó para apoyarse mejor y moverse un poco más rápido, siendo la fricción y el calor en conjunto, con esa voz diciendo su nombre de fondo un estimulante que no podía resistir.

      —Vegeta… —se aferró con más fuerza a su cuello, hasta que un peculiar aumento de calor, proveniente del látex dentro de él, lo hizo sobresaltarse. Sintió un roce interno que le causó un intenso hormigueo en su entrepierna—. Ve… ¡GETA!

      —Ka… Kakarotto—buscó sus labios, atinando a besar rápido—. Shhh, shhh, shhh—intentó hacer esos sonidos para tranquilizarlo, Goku tenía su pecho subiendo y bajando abruptamente.

        Dejó salir aire, miró el chorrito de semen que estaba en el abdomen de Goku, incluso una última gotita viscosa se deslizaba por la base.

      Miró el rostro del menor, tenías sus ojitos cerrados sus mejillas estaban completamente rojas y trataba de recuperar el aire perdido. Se inclinó a besarle la mejilla antes de salir de su interior. Se quitó el condón, lo anudó y lo arrojó a la papelera. Tragó saliva, sintiendo que el calor de la habitación seguía muy alto.

     —Vege…. —susurró, su mirada lucía un poco perdida.

     —Kakarotto…—se acostó a su lado, buscando rodearlo con uno de sus brazos. El menor permanecía casi inmóvil, sólo se limitaba a regular su respiración.

      Vegeta comenzó a pasar su mano por los brazos del menor, tratando de que, con sus caricias, quitarle un poco lo tenso a sus músculos. Se acercó a darle un beso en los labios, aprovechando que el otro ya había conseguido relajarse.

      —¿Eh? —no fue correspondido. Sonrió y subió la sábana hasta arriba, para cubrirse así ambos—. Descansa…

 

***

 

Abrió los ojos al oír el sonido de una puerta siendo cerrada. Parpadeó un poco, sintiendo que todo daba vueltas. Miró hacia el origen del ruido, topándose con el Saiyan que secaba su cabello. Éste, al darse cuenta de la mirada sobre él, volteó.

     —Kakarotto…—el menor se sentó, tapándose debajo de la cintura con la sábana. El mayor se sentó en la orilla de la cama, cerca de él. Goku sólo tenía la mirada gacha—. Buenas noches—el menor rio por el tono de formalidad con el que lo dijo—. ¿Descansaste bien?

       —S-sí…—levantó la mirada, inmediatamente sus mejillas se encendieron. Atinó a cubrirse el rostro con sus manos—. No puedo creer que hayamos hecho…

      —Lo sé…—sonrió. Goku levantó la mirada, ahí Vegeta aprovechó para acercarse a darle un beso—. ¿Quieres tomar una ducha?

      —Sí—Vegeta buscó en la cajonera un cambio de ropa para el menor. Goku todavía se mantenía cubierto, luego soltó un suspiro y dejó la sábana a un lado, y caminó al cuarto de baño—. Ya ni para qué me cubro, has visto demasiado de mí.

      Vegeta soltó una risita al oírlo decir esas palabras—. Lavaré las cobijas. ¿De acuerdo?

      Goku sólo asintió antes de meterse al baño. El Saiyan miró al techo y sonrió cerrando los ojos. Abrió la ventana, para que la habitación se ventilara un poco y se perdiera ese peculiar aroma evidencia de su acto. Quitó el juego de sábanas y fundas de las almohadas para bajar al cuarto de lavado de aquella casa. Metió todo en la lavadora y se sentó a un lado, en el suelo. Inevitablemente comenzó a tararear una canción mientras recordaba todos esos momentos que había tenido ese año con Goku.

     Tantas discusiones por problemas internos que ambos tenían… ¿cómo era posible que siguieran juntos luego de tanto? Quizá porque desde el primer momento supieron que eran el uno para el otro, y el destino los hizo luchar por mantener aquella amistad. Y después, justo el momento en que ambos corazones se conectaron, trataron de mantenerse juntos.

     ¿Qué no su Kakarotto tenía tantas dudas sobre su aspecto físico? ¡Incluso minutos antes de su acto todavía las mantenía! ¿Pero qué imbécil ciego pensaría que ese chico no es atractivo? ¡Por el amor de Kami! Era el chico más guapo del universo.

     Y esos ojitos negros que tenía el Son, que se iluminaban cada vez que veía algo que le gustaba, los sentía como un par de constelaciones, donde se reflejaba cada una de las luces que lo rodeaban para dar un toque único y especial. Y esa sonrisa, esa sonrisa que le tomó meses conseguir que mostrara y que ahora él podía tener el orgullo de ver casi a diario.

     —Me pregunto qué dirá cuando le diga que mi padre quiere que estudie la universidad en Francia, para que me den un puesto similar al suyo al terminar de estudiar—oyó cómo la lavadora hacía ruido al desechar el agua jabonosa—. Francamente no quiero irme del país, supongo que sólo me queda ser el número 1 aquí para poder salir adelante sin tener que alejarme de él.

      —Hola, Veg—oyó decir desde la puerta. Sonrió al ver al Son recién duchado asomándose por el marco de la puerta.

      —Kakarotto…—lo vio acercarse para sentarse a su lado, acurrucándose en su costado—. Diablos, debo decírselo. Pero este es el peor momento para hacerlo.

      —Muero de hambre—soltó una risita al oírlo decir esas palabras.

       —Kakarotto…—subió su mano a la cabellera del menor—. Ahhh—soltó un suspiro—. Debo decirte algo.

      —Te escucho, Veg—lo miró. El Saiyan tomó aire—. ¿Es… malo?

     —Papá me dijo que, terminando la preparatoria, cree conveniente que vaya a Europa con él a estudiar, y volver a Japón sólo en las vacaciones—el rostro del menor se tornó serio—. Es obvio que le diré que no, sólo quería que lo supieras…

      —Eso…—bajó la mirada—. Supongo que, si es por tu bien, no tienes que preguntarme a mí.

      —Oye, me gusta Japón… Aquí tengo mi vida entera—el menor lo miró de nuevo—. Sólo tengo que dar un cien por ciento—le besó la punta de la nariz—. Déjamelo a mí, no me separaré de tu lado.

       —Pero… bueno, si tuvieras que hacerlo, yo te esperaría. De verdad—sonrió—. El tiempo que sea necesario, Vegeta.

      —¿En serio? —el menor volvió a asentir—. Serían meses, si eso llegase a pasar.

     —No importa, después de todo, creo que tú algún día llegarás a hacer viajes como tu papá. Si no es ahora, supongo que sería en un futuro… Costará acostumbrarse.

      —Tal vez—oyó el ciclo de secado iniciar en aquel electrodoméstico—. Será difícil.

      —Sólo… no te enamores de alguien más estando allá, ¿está bien?

     —¿Eh? —soltó una risita—. ¿Por qué me enamoraría de alguien más, si tengo todo lo que necesito contigo?

     —¿Q-qué dices? —rio nerviosamente mientras desviaba la mirada—. No… Ay, tonto Vegeta…—murmuró completamente avergonzado.

     —Siempre pensaré en ti…

     —Jeje, ¿sabes? Tal vez suene tonto, pero a veces siento que, por la facilidad que tienes para tocar instrumentos musicales, tú serías buen artista—el Saiyan le besó la mejilla—. Tendrías demasiados fans… Creo que en ese momento sí me sentiría un poco celoso, jeje…

     —I never… never… Never as far away as it may seem, no —comenzó a cantar en su oído—. Soon we’ll be together. We’ll pick up right where we left off—mordió despacio el lóbulo de su oreja, Goku tuvo que tapar su boca con sus manos—. Paris, London, Tokyo. There’s just one thing tan I gotta do… Hello, tuck you in every night on the phone. Hello, tuck you in every night—besó su mejilla—. And I can hardly take another goodbye. Baby, won’t be long. You’re the one that I’m waiting on…

 

(Trad: Yo nunca... Nunca.. por más lejos que parezca). Pronto estaremos juntos. Continuremos justo donde lo dejamos. París, londres, Tokyo. Sólo hay una cosa por hacer. Hola, te tranquilizaré en las noches por teléfono. Hola, te tranquilizaré en las noches... Y apenas puedo con otro adiós. Cariño, no tardaré mucho. Tú eres a quien yo espero)

 

      —¿Siempre me esperarás, como yo a ti, Vegeta?

      —Hello, tuck you in every night on the phone—lo abrazo con fuerza. Goku se acurrucó bajo su brazo, solo prestaba atención a aquellas palabras que cantaba el mayor—. Guy I’ll be thinking about you worldwide, worldwide, worldwide—Goku mordió su labio inferior, algo emocionado, por escuchar esas palabras—. Guy I’ll be thinking about you worldwide, worldwide, worldwide—buscó sus labios—. Guy I’ll be thinking about you…

 

(Trad: Hola, te tranquilizaré cada noche por teléfono. Chico, yo pensaré en ti en todo el mundo, en todo el mundo, en todo el mundo...)

 

     —Le gustarías a muchas personas si te conviertes en artista—rio un poco—. Eres muy talentoso, sé que si te lo propones podrás hacer música increíble.

      —Yes, I may meet a million pretty girls that know my name (Trad: Sí, podría conocer un millón de lindas chicas que conozcan mi nombre) —el menor abrió sus ojos para verlo—. But don’t you worry. Cause you have my heart (Trad: pero no te preocupes, porque tú tienes mi corazón)—llevó la mano del Son a su propio pecho—. Que no se te olvide jamás, Kakarotto.

 

      —Yo…—sus mejillas estaban completamente rojas—. Ay, ya no me hagas avergonzarme. Suficiente tengo con lo otro—Vegeta rio un poco, le besó la frente y se levantó para sacar las cobijas de la lavadora.

     —Iré a hacer la cama. ¿Calentarías agua? Tenemos ramen en la alacena—el menor asintió antes de que ambos tomaran rumbos distintos—. Diablos, es tan adorable…—murmuró tan sólo entró en la habitación—. No lo quiero dejar…

     Se acercó a cerrar la ventana, todavía pensando. Era cierto que tocaba varios instrumentos, ¿pero lo suficiente como para ser artista? No, no era su objetivo. Ser acosado por personas no era algo que realmente soñara. ¿Pero qué hay de compartir con el mundo esa pequeña canción que estaba escribiendo para su Kakarotto? Que todo el mundo supiera que ese chico lo era todo para él…

     Sonrió, sintiéndose algo estúpido. ¿Por qué pensaba en publicar una canción que todavía no estaba terminada? Decidió ignorar eso y colocó las cobijas en la cama, tiró el contenido de la papelera en la papelera del baño y lavó sus manos bien.

     Bajó a la cocina, encontrándose con el menor vertiendo el agua caliente en los bowls. Llevaron ambos recipientes a la habitación, junto con bolsas de frituras y dulces, además de algo de bocadillos de carne del día anterior. Se sentaron en el suelo, encendieron la televisión y se acomodaron uno al lado del otro.

     —¿Eh? ¿Qué pasa? —preguntó al ver al Son acercándose un poco más a él, de una forma muy discreta.

      —No, nada—sonrió—. Es sólo que… siempre me ha gustado mucho tu perfume, eso es todo—rio un poco antes de meter un poco de aquellos fideos en su boca.

     —¿Perfume? —el menor, todavía con unos cuantos fideos colgando de su boca, volteó—. Yo no utilizo ningún perfume… ni siquiera el antitranspirante tiene olor.

      —¿Mgh? —masticó un poco rápido, antes de volver a hablar—. Pero…

     —¿Sí? —al menor se le iluminó la mirada. Se acercó a Vegeta, olfateando. Se acercó tanto, que Vegeta, conforme trataba de hacerse hacia atrás, terminó cayendo en la alfombra con el menor encima—. Oye, ¿qué rayos…?

     —Es que…—se ocultó en su pecho.

     —¿Eh? ¿Kakarotto? —Goku solamente se acostó ahí, apoyando su cabeza sobre aquel pecho. Vegeta subió su mano a aquella cabellera alborotada.

     —Me deprimía un poco no poder percibir tu aroma—el Saiyan siguió acariciando su cabello—. Tú dijiste que percibir un olor de la otra persona era símbolo de que había ese “vínculo” porque la otra persona era “apta” para ti. Me hacía sentir un poco mal no poder yo olerte a ti, cuando todos los demás sí podían con su pareja.

     —Pero sólo es un detalle pequeño, no importante…

     —Para mí sí lo era, Vegeta. Por eso me alegra saber que siempre lo pude percibir—levantó la mirada—. Es que todos podían, y yo no… No era justo.

     —¿Eh? —rio, le revolvió el cabello y dejó que se volviera a acurrucar sobre él—. Sólo te diré… que de nada sirve tener un vínculo si no tienes la felicidad y la confianza que nosotros tenemos. Así que nunca compares lo nuestro con lo del resto del mundo—buscó una bolita de carne y la comió, intentando incorporarse sólo un poco para poder tragar.

     —Vegeta… —el Saiyan seguía comiendo—. Vege…

     —¿Sí?

     —Feliz Navidad—escuchó una risita un poco infantil por parte del menor. Goku se sentó a un lado, permitiéndole al mayor incorporarse.

     —Feliz Navidad—buscó aquellos labios para besarlos—. ¿Algún deseo o regalo que quieras?

     —Jeje, hace un año pedí algo… —el Saiyan lo oía atento—. Un amigo.

     —¿Un amigo?

     —Estaba solo, Vegeta…—sonrió—. Me alegra que mi deseo sí se volviera realidad.

     —¿Soy yo tu regalo? —bromeó, Goku se ruborizó totalmente.

     —¡No lo digas de esa manera!

     —Entonces…—se inclinó hacia adelante, tomando aquella mano y entrelazando sus dedos. Goku empezó a tartamudear—. ¿Quieres jugar con tu regalo?

      —¡Ya no me molestes!

      Vegeta sólo rio ante aquella expresión avergonzada del más alto. Le dio un besito en la mejilla antes de envolver entre sus manos aquel rostro sonrojado. Se le quedó mirando un largo rato, con una expresión serena y tranquila, bastante enamorada.

      —No sé qué diablos hice para merecerte, pero agradezco a Kamisama por ponerte en mi camino—rio sin gracia—. Tuve peleas callejeras, agredí a demasiadas personas, y todavía sigo siendo considerado un “problema” por muchas personas. Pero… debí haber hecho algo bien para encontrarte—Goku lo miró con un poco de pena—. O de verdad fui un gran problema que por eso me envió a alguien que me tranquilizara—ambos rieron—. Kakarotto, si yo pudiera hacer alguna cosa para cambiar tu pasado, créeme que lo haría.

     >>Si pudiera dar todo lo que tengo… No, si pudiera dar mi vida con tal de que pudiera borrar aquello, yo lo haría—el menor sintió que se formaba un nudo en su garganta—. No puedo hacerlo, lamentablemente… Pero siempre te acompañaré, para que nadie te vuelva a lastimar.

     —Vegeta…—sonrió—. Gracias.

     —No es nada…—acarició su mejilla—. ¿Una cosa que quieras este año?

     —Realmente no, Vegeta. Estoy feliz con lo que tengo—recibió un beso en los labios—. ¿Puedo… estar más cerca de ti?

     —Ven acá—colocó un cojín debajo de él, para crearse un poco de altura. Goku se acomodó contra su pecho, para ser abrazado por la espalda—. Pareces una zanahoria con esa sudadera—el menor rio—. Ya, tranquilo… Verás que a partir de ahora todo saldrá bien para ambos… Haré que esté bien para los dos.

      —Vegeta… —abrazó aquellas manos que tocaban su pecho—. Te amo.

     El Saiyan sólo besó su hombro—. También te amo, Kakarotto.

     —Jeje… Eres el mejor, Veg—sintió aquella respiración en su cuello—. ¡Me haces cosquillas!

     —¡Hueles tan bien! —dio una mordidita en el hombro del otro—. Me vuelves loco…

      —¡Ya! —empezó a reír—. ¡Vegeta…! —se giró, para poder sostener las manos del mayor y que dejara de provocarle aquel cosquilleo.

      —Nunca más vuelvas a ocultar esa sonrisa, Kakarotto—el menor mordió su labio inferior—. Por favor, nunca dejes de sonreír.

      —No… nunca más, Veg—sintió esa mano subir a su rostro, acariciando su mejilla.

     —Ven acá, Kakarotto—Goku se acomodó más cerca, siendo abrazado cálidamente.

     Vegeta sintió cómo el menor se acomodaba en su cuello, aspirando también.

     Goku se dejó mimar, con esas caricias en su cabello y aquella calidez de ese cuerpo. Abrió sus ojos para apreciar aquel perfil. Vegeta era un chico guapo, pero bastante amable. Una persona tal cual había soñado durante años, y que por fin tenía con él. Que llegó para ser su amigo, confidente, salvador y algo más…

     Todas aquellas cosas que había vivido, esos sentimientos negativos, todas las agresiones sufridas y cada insulto recibido por fin podían quedarse en el olvido, y poder disfrutar su nueva vida junto a ese chico. Que, más que su novio, era su alma gemela.

      —Kami, gracias…

 

 

**********

 

Notas finales:

 

 

¡Hola! ¿Qué tal? Espero les haya gustado el capítulo.

 

 

 

Jeje, me insistieron estos meses por la actualización…

 

Ahí está su pinshi actualización, +32K palabras >:v para que no se quejen.

 

 

 

(Ojo, el "pinshi" no es por grosera ni porque me moleste. Jeje, lo escribí pensando en un video de "El Tona" del intercambio de San Valentín donde le regalan una paleta y él dice "Ahí está tu pinshi balón". Hagan de cuenta que el mismo tono jeje Pero lo traigo con amor. Es humor, no crean que me molesté).Este capítulo… Es el ¿final de temporada? Como se pudieron dar cuenta, hubo un cierre hermoso c: Pudimos ver que Goku ya perdió muchos miedos, y que ahora es feliz al lado de su mamá, de sus nuevos amigos y de Vegeta :3

 

Sé que hay muchos puntos que quedan abiertos, pero por ahora podemos estar tranquilos porque la paz que Goku siempre soñó, por fin la tiene :D Luego de todos esos años de sufrimiento, él ya es feliz de nuevo.

 

Sé que di demasiados spoilers, y que muchos terminaron siendo falsos… ¡Pero era lo mejor! Si no, iba a ser muy esperado el cierre bonito unu Y yo prefería que creyeran que habría tragedia JAJAJAJA ¡Sorpresa! Todo fue mentira XD

 

Por ahora, sólo podemos ver algunas cosas:

 

-Light es un solecito.

 

-Bashin supremacy

 

-Siempre debemos escuchar cuando los niños digan que se sienten incómodos con algún adulto, o si alguien les hace algo “extraño” o los toca. ELLOS NO TIENEN LA MALDAD PARA IMAGINAR O INVENTAR COSAS ASÍ.

 

-Vegeta siempre respeta y escucha a Goku. El diálogo y consentimiento fueron la base para que Goku pudiera quitarse todos sus miedos e ir a su ritmo.

 

-Goku por fin pudo ser feliz :D y Vegeta también.

 

 

 

 

 

No sé qué será del fic, sinceramente.

 

Sí quisiera continuarlo, es mi prioridad entre todos los fanfics. No obstante, tengo el sueño de convertirme en escritora profesional, y quisiera aventurarme el próximo invierno para terminar mi manuscrito y probar suerte en alguna editorial.

 

 Por ahora, quisiera traer un cierre (planeo que sólo sea temporal), para probar suerte en algún proyecto original.

 

Como saben, “Sexting” es una historia donde yo me he desahogado y he expresado mis emociones y opiniones de muchos temas. Hasta hace unos meses había caído en TCA y una depresión. Ya salí un poco de eso, y ahora me siento mucho mejor.

 

Lo que más me animó fue que la banda que sigo desde mi niñez (así es, hablo de los poderosísimos Big Time Rush), regresaron de su descanso. Es la banda más hermosa para mí, de verdad, fueron la primera que yo escuché diciendo que no estoy sola, que soy una chica especial que no necesita compararse con nadie más, y que no soy invisible.

 

He revivido muchas bonitas emociones gracias a esta noticia, :D

 

No sé, siento que todo aquello malo de esta temporada en mi vida, aunque es imposible de borrar, es más fácil ignorar gracias a ellos :D

 

Incluso quise hacer un homenaje en este fanfic, precisamente en este capítulo, colocando un fragmento de “Young Love” (la parte que canta Barry), y un fragmento de “Worldwide” (en serio, esta canción es imposible de superar. Siempre que la escucho se me enchina la piel).

 

Bueno, sólo quería decirles eso. Exteriorizar un poquito mi felicidad, y hacerles saber que, en el caso de que este fanfic no pudiera ser actualizado nuevamente, sería porque 1. Ya me siento mucho más feliz y tranquila conmigo misma, a comparación de cuando inicié. 2. Quiero probar en la escritura profesional.

 

No me retiro (al menos no creo hacerlo jeje) Sólo quería compartirle lo que pasa por mi mente con mis proyectos actuales y futuros. Los amo, gracias por leer hasta aquí.

 

¡Gracias por todo!

 

Atte. Princesa de los Saiyajin

 

 


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