Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sexting por Princesa de los Saiyajin

[Reviews - 72]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

11

Sosiego

 

A través de sus ojos entrecerrados se filtraba una luz blanca, muy brillante. ¿Era acaso el paraíso, o el lugar a donde iban las almas? Claro, siempre y cuando la suya no haya sido condenada por haber cometido el suicidio. Parpadeó un poco para poder acostumbrarse y abrió sus ojos, inspeccionando el lugar donde estaba. No era el Edén, se trataba de una habitación de hospital. Miró su cuerpo, sábanas blancas y sus brazos conectados a un tubo que le suministraba suero.

     Cerró una vez más los ojos, somnoliento por las múltiples medicinas le administraron.

 

***

 

—¿Cómo sigue mi hijo?—preguntó la mujer acercándose a su compañero.

     —Ha estado teniendo una mejoría. Su estado de conciencia es de unos minutos cada dos o tres horas—ella asintió, un poco más aliviada—. La enfermera está muy pendiente de cualquier reacción que tenga.

     —¿Ha comido?—el hombre afirmó con un movimiento de cabeza.

     —Está llevando una dieta muy blanda, para evitar que se dañe más. Aunque deja los alimentos a la mitad, la falta de correcta alimentación previa al incidente le está provocando algo similar a la narcolepsia—ella suspiró—. Gine, ¿cómo te sientes? ¿No puede venir algún otro familiar a vigilar a tu hijo? Has estado quedándote casi todos los días completos.

     —Lo sé, pero… de verdad, soy la única.

     —Gine…

     —Taro, gracias por preocuparte. Pero de verdad estoy bien, no insistas en pedirme que deje de preocuparme por mi hijo.

    —De acuerdo. Puedes pasar a verlo si quieres, quedan al menos quince minutos dentro del horario de visitas.

    —Gracias.

    La mujer aceptó la invitación, se adentró a la habitación y se llevó la sorpresa de que Goku estaba despierto, mirando con serenidad al techo. El Son giró sus ojos en dirección a Gine cuando notó su presencia en el cuarto.

    —Hijo…

    —Mamá…—ambos se quedaron en un gran silencio incómodo.

     —Hijo, no te voy a cuestionar el porqué de tu cometido—el menor se sorprendió de escuchar sus palabras—. Creo… creo que ya hemos hablado tanto de este tema y… No sé si sea lo mejor, pero no voy a seguir prohibiéndote que tomes tus decisiones, yo…—las lágrimas salieron y las limpió con la manga de su suéter—. Te amo hijo, pero ya no sé cómo tratar contigo este asunto. Si quieres hacerlo, sólo… sólo no olvides que te amo tanto y…

     —Perdón, mamá…—ella cubrió su boca con su mano—. Fue un impulso y…—cerró los ojos—. Lo siento.

    —Hijo, yo lo único que quiero saber es quién te hizo daño—la presión arterial del Son aumentó—. No intentes desviar el tema, es importante que proceda y…

    —No puedo decirte, mamá.

    —¿Te amenazaron?—el Son negó—. ¿Por qué no me quieres decir?

    —No puedo hacerle eso…

     —Hijo, sólo piensa que si tú no haces nada, dejas que esta persona esté libre. Si fue capaz de hacerte eso a ti, puede hacérselo a alguien más—el Son cerró los ojos con un poco de dolor.

    —¡No puedo hacérselo a Lapis!—ella se asombró.

     —¡¿Él…?!

     —No, su hermana…—cubrió su rostro con sus manos—. Él la quiere mucho, y sé que no soportará que ella termine en la cárcel o peor.

     —Hijo…—cerró los ojos con impotencia—. Sé que aprecias mucho a ese muchacho, pero la justicia es importante. Goku, un policía vendrá mañana a preguntarte qué pasó. Yo… haré lo que tú me digas.

    —Dile que la persona era alguien que cubría su rostro y no reconocí la voz—soltó aire, resignada.

     —Está bien, hijo—se acercó, se sentó a su lado en la cama y acarició su cabello—. Me quedan sólo cinco minutos antes de que acabe el horario de visita, ¿necesitas algo?

    —Quiero que me perdones—ella sintió que en su garganta se formaba un nudo de dolor ante esas palabras.

    —Te perdono hijo…—abrazó el cuerpo casi inmóvil del menor—. Te pido que sigas siendo fuerte, por favor…—el asintió.

     —Lo seguiré intentando…—Gine tragó saliva. Tenía que dejar libre a su hijo, a tal punto que si él decidía acabar con su vida ella lo dejaría hacerlo—. Gracias, mamá—bostezó—. Ve a descansar, te ves agotada. Yo estaré bien—mostró su brazo con la aguja encintada—. No iré a ningún lado—volvió a bostezar.

    —Gine—entró un médico—, debes salir.

    —Ya voy, Taro—miró a su hijo—. Vendré mañana a verte—besó su frente—. Descansa, pequeño—Goku se acomodó mientras la mujer lo cubría con la sábana, Gine tarareó la canción de cuna con la que lo dormía cuando era niño.

    Cuando por fin se quedó dormido salió de la habitación, sintió un vacío entre sus brazos pero la sola idea de aquel momento donde lo vio casi morir le hizo ver que, tenerlo en esa cama de hospital no era lo peor que podía sentir.

    —Deberías ir a casa, puedo cuidar de Kakarotto por ti—la mujer volteó a ver al hombre que le habló. Negó lentamente y volvió a ver hacia la ventana de la habitación, sólo un minúsculo espacio no era cubierto por las persianas y era de ahí donde podía apreciar a su hijo.

     —¿Qué haces aquí?

     —Sólo quería pasar a saber cómo estás.

     —Bien, gracias. Ya te puedes ir—sintió una mano posándose en su hombro. Tragó saliva y volteó a verlo—. ¿Qué se te ofrece? Es tarde, vete a casa.

     —Gine, estás realmente agotada—ella desvió la mirada—. Insisto, ve a casa, te puedo cubrir. A Kakarotto no le hará bien verte cada día más demacrada mientras él mejora—cerró los ojos y empezó a sollozar—. ¿Qué es lo que harás? Él… sufre demasiado aquí.

    —Todos concuerdan en que debo dejarlo ir… Dicen que tarde o temprano se suicidará y que debería dejar de apegarme a él—limpió sus lágrimas, el hombre la abrazó y ella sólo atinó a esconderse en su pecho—. ¡Es un niño! ¡No puedo vivir sin mi hijo!

    —Gine…—acarició su cabello, en un intento de tranquilizarla—. ¿Permanecerás aquí o volverás a la Ciudad del Este?

     —Me iré a la Montaña Paoz. Hay una casa en venta, es un poco costosa y ni siquiera he ido a verla. Pero busqué en línea la ubicación y se ve muy bien.

     —¿Cuántas deudas tienes ya?

     —…—soltó aire—. Las suficientes como para tener que trabajar otros 60 años.

     —Te daré el dinero que necesites—ella se separó.

     —No voy a aceptar nada…

     —Gine—colocó sus manos en sus hombros—. No es sólo por ti. Es por Kakarotto también.

     —Pero…—miró otra vez a través del vidrio. Su hijo estaba al borde de la desesperación, necesitaba paz. Y no sólo él, ella también requería un poco de tranquilidad, era indispensable que ya no sintiera que su pequeño estaba en peligro para no rozar el límite de su cordura.

      —Por él.

       —Está bien…—bajó la mirada—. Aceptaré. Sólo por él.

      —Excelente. Gine, ve a casa y duerme un poco. Me quedaré aquí.

      —Cuida de él—pidió en un hilillo de voz.

     Caminó a pasos muy lentos hacia la salida, realmente estaba fatigada. Había incluso dormido en sillas cubriéndose con su bata blanca como si fuera una sábana, con el fin de estar ahí por si su hijo presentaba una alarma y necesitaran confirmación urgente. Pero ahora, que Goku ya estaba fuera de cualquier peligro y en un par de días lo darían de alta, tal vez podría ir a casa y descansar un poco.

     Cuando tomó el ascensor que bajaría hasta el estacionamiento se quedó reflexionando un poco. Goku tenía un alma tan noble que estaba dispuesto a callar y no delatar a su agresor, con el fin de que su amigo Lapis no se decepcionara de un familiar querido. Sonrió de medio lado, su Goku siempre había sido así.

    Rio nostálgicamente al recordar cuando en una ocasión ya tenían advertido a Raditz que, si cometía una travesura más, cancelarían las vacaciones en unas cabañas cercanas a un lago, donde podrían nadar o pescar. Eso era cuando él tenía 8 y Goku sólo 6; y durante un juego habían roto un jarrón que, si bien no era costoso, ella amaba.

    Y Goku, para evitar que se cumpliera el límite de 3 de Raditz, había aceptado toda responsabilidad. Porque no sólo era prevenir un regaño a su hermano, sino también prevenir que no afectara las vacaciones familiares. Le causó un poco de gracia cuando, regresando de su viaje, Rad había confesado que él lo había hecho por accidente y que estaba dispuesto a aceptar el doble de castigo que su hermano.

    Tal vez nunca se había dado cuenta de lo afortunada que era al tener un hijo tan bondadoso y que siempre pensaba en el prójimo. Y, ¿por qué no?, darse un poco de crédito por haber criado tan bien a sus dos hijos.

    Ahora la pregunta verdaderamente importante era, ¿por qué su pequeño era castigado de esa manera? ¿Acaso fue un error de ella en el pasado y, para que le doliera más, el karma había actuado en Goku? ¿O acaso la maldita sociedad estaba tan podrida que no podía dejar de herir a otros?

    —Ojalá se pudran en el infierno…

 

***

 

—Perdón por haberte preocupado—se disculpó, ambos ya iban en la camioneta rumbo a su apartamento. La mujer soltó aire.

     —No pasa nada, hijo…—apretó el volante—. Una noche me cubrió… un amigo… Y fui a casa a hacer las maletas y asear un poco.

     —¿Nos mudaremos?—la miró con sorpresa, ella asintió sin quitar la mirada del camino—. ¿A dónde?

     —A la Montaña Paoz. Hay una casa muy bonita y tiene un granero cerca. Podríamos usarlo como almacén, o bien crear un espacio de entretenimiento. Tomma me dijo que el dueño lo usaba para guardar sus dos autos, la zona es como un bosque, no hay oportunidad de criar animales.

     —¿Nos iremos hoy? ¿Qué hay de tu trabajo?

     —Desde el día del incidente solicité un cambio. El hospital queda a media hora de la casa. Y sí, hijo, nos iremos hoy. Sólo llegaremos para subir todo al auto—. Goku, quiero preguntarte algo. ¿Por qué había una botella casi vacía de whisky en tu habitación?

     —Debió ser del antiguo dueño—ella alzó su ceja y lo miró seriamente, el menor entendió que esperaba la verdad—. La compré un día, creí que me ayudaría a relajarme y no ser tan brusco contigo.

     Y, una vez más, ahí estaba: Goku siempre preocupándose por los demás.

     —¿Fue cuando te quedaste dormido en ropa interior?

     —Sí.

     —Hijo, ¿cómo es posible que te hayan vendido aquella botella?

     —Le ofrecí al vendedor el cambio—ella soltó aire—. No bebía mucho, sólo un trago mezclado con soda…

     —Goku, ¿fue con eso con lo que dejaste los cortes?

     —Olvidaba mis ganas de cortarme luego de beber un poco—ella pasó su mano por su cabellera—. Aunque… ya no tengo ganas de hacerlo, hace mucho dejé de sentir necesitad de lastimarme.

    —¿Y ahora sólo quieres beber alcohol o cómo es que sustituiste una adicción con otra?

     —Mamá, no soy alcohólico. Me gustaba la sensación, pero si lo piensas bien es similar a cuando comes mucho helado de chocolate—ella soltó una risita—. ¿Me compras un helado?

     —Te compraré el galón entero, hijo—el Son disfrutó un poco aquellos labios que esbozaban una sonrisa sincera, hace tanto que no veía una expresión así en el rostro de su madre.

     —Mamá, ¿has sabido algo del hijo de la señora Tights?

     —¿Su hijo? Bueno, no he ido al departamento. Pero la noche que vine recuerdo que las vecinas decían que ella lo corrió de la casa—volteó a ver a su hijo cuando apagó el motor—. ¿Por qué preguntas?

     —Es que… yo a veces pasaba tiempo con él, era como un amigo. Me dijo que se iría de casa porque su mamá  lo trataba mal, y quería saber si se arrepintió o si realmente se fue.

     —Sinceramente no tengo idea, Kakarotto—ambos bajaron y tomaron el ascensor—. Hijo, quiero saber una cosa.

     —¿Cuál, mamá?

     —¿Sigues odiando a tu padre por lo ocurrido?

     —Mamá, nunca lo odié…—bajó la mirada—. Nunca, nunca lo odié…

     —¿Quisieras que él volviera con nosotros?

     —¿Eh?—miró a la mujer, luego sonrió un poco—. Mamá, si lo que intentas saber es si aceptaría o no que tengas otra pareja, sabes que siempre apoyaré todo lo que decidas—la mujer se sonrojó un poco, después mostró una mirada completamente desconcertada, dos acciones que Goku no notó porque se apresuró a salir del elevador cuando las puertas se abrieron.

     —¿Por qué dices eso, Kakarotto?

     —¿Eh? ¿No era eso?—la miró antes de entrar a la casa—. Es que… te vi hablando con otro doctor y…—soltó una risilla—. Mientras me atendía me dijo “tu mamá es muy bonita y una mujer especial”—ella estaba completamente roja.

    —Hijo, ve por tus cosas—decidió olvidar el tema mientras se iba a su habitación por las suyas.

    Goku fue a su alcoba, todavía percibía en su garganta una sensación similar a cuando tenía los tubos en su esófago. Se estremeció un poco, había estado semiconsciente durante dos o tres minutos, y había sido horrible. Incluso había perdido todo interés a reintentarlo de esa manera. Aunque, por ahora, lo único que quería era poder volver a ver a Gine todos los días así como ese minuto donde ella sonrió. Esa pequeña acción fue como una recarga de energía para él.

    Tomó todas sus cosas y salió, la vio llamando por teléfono, como reclamándole a alguien mientras conservaba las mejillas en color carmín. Suspiró hondo, sí aceptaría si su mamá quería estar con otra persona; pero eso no quería decir que no extrañara todavía a Bardock. Él era su padre, pese a todos los problemas vividos, todavía lo quería mucho.

    —Hijo, ¿estás listo para irnos?—el menor asintió—. De acuerdo. Montaña Paoz, allá vamos…

 

***

 

El viaje fue largo, de casi cuatro horas y constantes paradas para recargar combustible. La mujer conducía a velocidad media, tomando carreteras para poder ir rápido y sin perderse. Luego de unos minutos de iniciado el viaje Goku se quedó dormido en el asiento del copiloto. Con los rayos de sol iluminando su rostro, la mujer sólo confirmó que su hijo era como un ángel, siempre con buenas intenciones aunque alguien le hiciera daño.

    Miró su mano en el volante sólo un segundo. Ya no portaba su anillo de bodas y, contrastantemente, seguía casada con Bardock. Había dejado de usarlo desde el momento en que el hombre la había llamado por teléfono, todavía molesto, y le había pedido el divorcio. Pero eso no quería decir que había tirado a la basura aquella argolla, sino que la había anudado en listón y la usaba de collar. Ese anillo había pertenecido a la bisabuela, abuela, y madre de Bardock, era una tradición.

    El bisabuelo de Bardock había comprado esa sortija a unos cazadores de fortunas que se disfrazaban de gitanos y robaban joyas a la realeza. Con esa le había propuesto matrimonio a la mujer de su vida. Se casaron y tuvieron siete hijos. El primogénito, un varón, recibió como regalo de su madre su anillo de compromiso para que con él, debido a la mala economía que poseían en ese tiempo, pudiera proponerle matrimonio a la mujer que amaba.

     Y ese hombre y esa mujer se unieron en nupcias. Para honrar lo que su madre había hecho por él, hizo lo mismo y le dio a su primogénito, Turles, para que le propusiera matrimonio a Sharotto. Y, cuando Bardock cumplió 19 años, ellos se la entregaron y así él le pidió que se casaran.

    En su adolescencia conoció a Sharotto, y le había tomado cariño a la mujer. Lamentablemente su suegra falleció tiempo después de su boda cuando el cáncer terminal se apropió de su cuerpo. Nunca antes vio a Turles tan deprimido, y eso que a él le tocó presenciar muertes de sus amigos y compañeros de batalla en una guerra donde combatió.

    Se sentía muy… extraña. Pese a todo el dilema en que la familia se vio envuelta seguía sintiendo un poco de apego a Bardock. Habían pasado tantos momentos juntos que era casi imposible que él haya reaccionado de esa manera en aquel día. ¿No lo había soñado? ¿Realmente el padre de sus hijos golpeó al menor de esa manera? Había pasado tanto tiempo que ahora le era un poco borroso aquel recuerdo.

     —¿Ya llegamos?—murmuró un adormilado Goku removiéndose bajo el cinturón de seguridad.

     —Casi, estamos en el centro de la ciudad—ambos observaron los múltiples locales que había, pero que también era poca la gente que los visitaba. Para ser cuna del comercio en la ciudad, estaba desierto—. ¿Quieres que compremos algo para comer?—preguntó señalando un restaurante.

     —Sí—Gine condujo hasta la ventanilla de autoservicio y pidió un par de hamburguesas dobles con tocino y refrescos extra grandes, además de una buena ración de papas fritas. Después de todo, la dieta había sido rota hace mucho, y una vez al año un pecadillo como aquel no afectaba.

     —Taro me dijo que te había dado días extra en el hospital como prevención, pero que ya podías recuperar tu alimentación normal, y…—volteó a ver al Son, que ya estaba comiendo y tenía las mejillas llenas de comida cuando ella lo miró. Gine soltó una risilla tierna y limpió con su dedo un poco de cátsup que tenía en la mejilla, para llevárselo a la boca—. Por lo menos la salsa de tomate es buena.

     Siguió conduciendo, aceptando las papas fritas que su hijo le llevaba a la boca para que no se distrajera del camino. Se sentía como cuando Goku era sólo un bebé y que con sus pequeños dedos intentaba compartirle la papilla de manzana que le preparaba todas las tardes.

     —Está muy solo en este lado de la ciudad—comentó el menor, la gran calle estaba en medio de una zona llena de árboles altos, podría decir que parecía un bosque.

     Conforme más se adentraban la distancia entre cada casa era mayor, pero por la espesura de la naturaleza no se alcanzaba a distinguir la próxima vivienda. Era un paisaje maravilloso, era un lugar tan tranquilo y agradable desde el primer instante, incluso parecía un pecado estar ahí profanando una de las creaciones de la naturaleza.

     —¿Esa es nuestra casa?—señaló una vivienda muy grande, de dos pisos con fachada de piedra, que tenía un letrero de “EN VENTA” colocado en el jardín.

     —No, es más adelante. Tomma me dijo que ya habían quitado todas las señales para que sepan que está vendida—la mujer avanzó casi un kilómetro, preguntándose si se había equivocado y efectivamente la anterior era su hogar. Pero no era posible, las fotos que le envió su amigo eran de una vivienda diferente.

    Visualizó por fin una casa, que daba aires de ser una cabaña por las paredes adornadas de leños y algunas rocas de montaña. Y metros a la izquierda había un enorme granero color rojo clásico pero añejado, dándole un estilo más hogareño. La vivienda era de dos pisos y lucía encantadora.

     —Es muy bonito…—comentó su hijo cuando apagó el coche y bajaron—. De verdad… amo este lugar—sonrió un poco, apreciando los árboles que había a lo lejos, aunque para cualquiera pudiera ser tenebroso, a él le parecía una belleza que ansiaba explorar—. ¿Eh? ¿Qué es esto?—se acercó a una bicicleta con un listón rojo recargada en la puerta. Tomó la tarjeta que colgaba del manubrio y leyó en voz alta—. “Gine, toma esto como un regalo de bienvenida para tu hijo, espero que la disfrute. Adentro dejé unos víveres como muestra de aprecio por todo el tiempo que convivimos tú y yo, espero poder encontrarme contigo en el futuro y salir un día de estos contigo y con tu pequeño. Tomma”.

     —¿Tomma?—repitió, el menor sonrió insinuadoramente—. Goku, no es lo que crees.

     —Si te llama por teléfono o algo, agradécele de mi parte, mamá—miró la puerta—. ¿Puedo entrar?

     —Claro, pasa—siguió al menor al interior de la casa. Tal como había dicho el hombre, los servicios de electricidad y agua ya estaban instalados debidamente. Sonrió al ver sobre la mesa bolsas con productos diversos.

     Goku se aproximó a la cocina, había alacenas de madera atornilladas a la pared, y había puertas bajo la barra como pequeños almacenes. La mesa central era de vidrio, y como base se usaba un gran y viejo tronco. Había exactamente seis sillas bien repartidas alrededor, pero éstas eran de madera con molduras de flores.

     Caminó de regreso a la sala principal, frente a la puerta. Había un sofá recubierto de tela color ocre, así como un sillón alargado frente a un mueble, donde reposaba un televisor. También había una mesita central entre éstos, imitando a la del comedor por ser de vidrio con base de tronco, aunque era mucho más pequeña. Y, en una pared más atrás, había una chimenea.

     Subió las escaleras e inspeccionó las habitaciones. Había dos individuales, ocupadas únicamente con una cama y un ropero. Sólo que una se diferenciaba de la otra por tener un pequeño balcón que daba a la parte trasera de la casa. Miró con asombro la inmensidad de aquella propiedad. No podía distinguir nada a lo lejos aparte de árboles. Se recargó contra el barandal negro y miró hipnotizado el paisaje. Era sencillamente perfecto.

      Siguió su recorrido por la casa, esta vez a la habitación del fondo. Al entrar notó que era más completa que las otras y además poseía una cama matrimonial, con unas mesitas de noche a cada lado que tenían una lámpara cada una. Había un ropero y una cajonera, y tenía su propio baño. Entrando a este notó que tenía regadera y bañera.

     Salió y siguió investigando, maravillado por la arquitectura de la casa. Lo hacía sentirse como en un cuento. Bajó las escaleras y abrió una puerta que estaba a un lado de estas. Daba a la parte de atrás, había muchas hojas secas en el suelo. Miró alrededor y notó que pegado al muro trasero había una zona que sobresalía rectangularmente del suelo. Se acercó y notó que tenía dos puertas encontradas, pero las sellaba una cadena con candado.

    ¿Era correcto abrirla? Llevado por la curiosidad buscó una piedra cercana y golpeó el candado viejo un par de veces hasta que consiguió romperlo. Quitó la cadena y levantó las puertas. Adentro estaba muy oscuro y le llegaba un ligero olor a humedad y al moho que adquirían las cosas añejadas. Volvió a la camioneta de su madre a buscar una lámpara del kit de emergencias y volvió a las compuertas.

     Iluminó el interior y vio que había una escalerilla pegada a la pared. Bajó por ella y entró al cuarto subterráneo. Notó una bombilla en el techo y se estiró para alcanzar el cordel que colgaba de ella. El cuarto se iluminó completamente, por lo que apagó su lámpara de mano. El lugar estaba lleno de polvo, y había insectos muertos por doquier.

    Sonrió con ternura al notar que parecía un pequeño taller de carpintería, con unas pajareras sin concluir. Quienquiera que haya sido el dueño anterior había tenido buenas intenciones. Siguió observando las paredes, había un mueble justo en la esquina a donde casi no llegaba la luz. Se acercó y notó que era un botellero con algunas botellas de vino.

    Quitó el polvo de una y leyó la etiqueta. ¿A quién engañaba? No sabía nada de vinos, por lo que sólo conocería su nombre. La dejó en su lugar y acarició sus brazos, el cuarto era un poco frío. Visualizó unas escaleras ascendentes a una puerta. Avanzó y abrió la puerta, abriéndose paso a la pared intermedia frente a la chimenea. Al notarla mejor se percató de que era una puerta oculta, ya que no se advertía su existencia.

     —¿Hijo?—la mujer se asomó por el segundo piso—. ¿Te gusta la casa?

     —Es muy bonita—comentó. Y no mentía, se había enamorado de aquel lugar. No sólo porque parecía tener muchos misterios y ser atractiva, sino porque se sentía cálida como un verdadero hogar.

     —Bien. Empecemos por acomodar las cosas y después prepararé algo para cenar…

 

***

 

Habían pasado ya varias semanas desde su nueva mudanza. Había sido un cambio radical en comparación con las anteriores casas que habían habitado. Goku, sinceramente, se sentía mucho más tranquilo en ese lugar, no había ruidos, ni gente extraña que lo juzgara, ni mucho menos se sentía acosado como antes.

     —Ya está—murmuró dejando el martillo a un lado.

     Aquellas casitas inconclusas las había terminado en los meses viviendo ahí, incluso se había permitido hacer otras con ayuda de los tablones de madera que estaban en ese sótano. Estuvo buscando entre los libros que encontró en la casa cómo trabajarlas para poder continuar con el proyecto de quien antes residió.

     Además, gracias a una idea que le llegó, colocó unos alambres en forma de gancho para, en lugar de clavar un árbol y lastimarlo, poder colgarlas en una rama. Salió del sótano con dos casitas en mano y se adentró al bosque, buscando un buen lugar para colocarlas. Sonrió con ternura al ver que sus trabajos anteriores ya habían sido utilizados como nidos por algunas aves y podía oír el chillido de los pajaritos recién nacidos.

    Las colgó y regresó a la casa, soltó un suspiro pesado y subió hasta el techo de su casa, trepando por los troncos que simulaban una escalera pegada a la pared. Se recargó contra los ladrillos de la chimenea y sacó un cigarrillo, prendió la punta y aspiró, dejó salir el humo y miró al cielo.

    —Me siento un poco aburrido… Espero que Zeshin esté bien a donde quiera que haya ido, lo extraño…

     Recordaba con cariño las tardes donde ambos conversaban apreciando la inmensidad de la ciudad, de cuando fumó por primera vez y el mayor lo estuvo intentando convencer de que no lo hiciera porque se podría arrepentir en el futuro. De cuando tuvo que decirle adiós para siempre pero ese muchacho castaño lo había hecho sentir normal durante su convivencia juntos.

    Miró el cigarro, sabía horrible, le causaba mal sabor de boca y apestaba su ropa, no le ocasionaba el más mínimo beneficio. Pero lo hacía sentirse como si tuviera a un lado suyo a aquel chico, quien nunca le recordó su error, sino que lo ignoró porque a final de cuentas no importaba.

     Metió el cigarrillo en una botella de agua con otras cinco colillas que tenían ya semanas ahí y bajó. Fue a ducharse y mientras estaba bajo la regadera un ligero hormigueo recorrió su cuerpo. Estaba algo contenido, esos meses había sufrido por las hormonas de la edad y muy seguido tenía sueños húmedos, los cuales cada vez se volvían más candentes. Y, como todo adolescente, le era imposible evitar reacciones cuando pensaba en eso.

     El agua fría caía por su cuerpo, pero eso no lograba bajar la temperatura corporal que aumentó. Con resignación fue deslizando su mano por su abdomen, bajando lentamente; entrelazó sus dedos en su vello púbico, acariciándolo; luego tomó ese pedazo de carne entre sus manos, y empezó a frotarlo. Primero lo hizo lento, torturándose; luego aumentó la velocidad, siéndole imposible retener unos cuantos suspiros y uno que otro gemido.

    —Ahhh—gemía lo más bajo que podía, por la vergüenza pese a que sabía que estaba solo en casa—. Ahh… mmgghh.

     Fantaseaba con que unas manos ajenas lo tocaban de esa forma tan delicada y placentera, no con una persona en específico, sino que simplemente alguien lo deseaba de una forma carnal y lo hacía sentir bien con movimientos tan precisos.

     Movió su mano más rápido, el líquido pre-seminal se estaba haciendo presente, pero era llevado por el agua que seguía cayendo sobre él. El clímax estaba cerca, su mente sólo estaba en blanco, no podía pensar en nada más. Sus mejillas estaban en un rojo intenso, sus ojos levemente cerrados, su cuerpo contrayéndose por el enorme placer que sentía. De pronto una corriente eléctrica recorrió toda su columna vertebral, su espalda se arqueó a la vez que los chorros de semen eran expulsados, manchando su mano.

     Enjuagó sus manos y terminó de ducharse. Escuchó la camioneta de su madre estacionándose afuera, así que se apresuró a vestirse para bajar a recibirla. Al verla sonrió, Gine una vez más se veía tranquila, serena, como si lo ocurrido hace ya 3 años jamás hubiera pasado.

     —Mamá, ¿cómo te fue en el trabajo?—le preguntó, ayudándole a acomodar en la mesa las bolsas de víveres que cargaba.

     —Bien, hijo—el menor escuchó el sonido de otro auto aparcándose enfrente de su hogar—. Tomma se quedará a cenar—el menor asintió y la vio ir a abrir y recibir a su invitado.

     Una ligera sensación de celos recorrió su cuerpo. Celos de un hijo que todavía amaba a su padre y le costaba aceptar la idea de que su madre encontrara a otra persona. Sin embargo, ya habían sido tres años en los que Bardock los había dejado y no se había vuelto a comunicar con ellos. Así que, en parte, entendía que Gine quisiera empezar de cero con alguien más.

     —Hola, Goku—saludó el hombre al menor.

     —Buenas tardes, señor Tomma—estrechó su mano—. Gracias por la bicicleta que me obsequió.

     —No es nada—acercó una silla y se sentó luego de la invitación de la mujer, colocó una bolsa con varias charolas plásticas dentro—. Me permití traer un poco de sushi, Gine.

     —Gracias, Tomma—la mujer tomó las charolas y sirvió en platos la comida.

    —Goku, quería preguntarte, ¿piensas regresar a la escuela?

     —Bueno, ya tengo mi certificado de secundaria y presenté el examen de admisión de la preparatoria Esfera del Dragón…

     —¿En serio? ¿Ya te dieron los resultados?

     —Sí, aprobé el examen, pero… —miró de reojo a la mujer que le daba la espalda mientras terminaba de servir.

     —Ah… Gine, ya lo hablamos—la mujer no respondió, sólo se quedó callada—. Goku, yo creo que tenerte aquí encerrado no es lo mejor. Creo que ha pasado suficiente tiempo y puedes integrarte a la sociedad, eres un muchacho agradable y con grandes aptitudes, sería un desperdicio desaprovechar tu talento e inteligencia teniéndote casi cautivo… Claro, siempre y cuando tú quieras volver.

     —Sí quiero—se apresuró a decir, luego bajó la mirada—. No… no espero poder relacionarme apropiadamente con los demás, pero sí me gustaría volver a estudiar.

     —Te entiendo—colocó su mano en su hombro, el Son lo vio con sorpresa, eran acciones que en un pasado Bardock había hecho con él—. Goku, tienes todo el derecho de hacer lo que quieras, de tomar tus propias decisiones, cumpliste quince años hace unos meses y… eres lo suficiente maduro como para poder elegir bien.

    —Gracias, señor Tomma—el hombre le sonrió.

     —No es nada, Goku.

    —Listo—la mujer colocó los platos y palillos frente a cada quien.

     Mientras la mujer y el hombre se ponían a conversar, Goku comió en silencio. No mentía, quería volver a la escuela, sentirse como alguien normal y llevar una vida normal. Después de todo, lo que había sufrido en el pasado había sido tan cruel y despiadado que cualquier cosa que le hicieran en su nueva escuela sería una ligereza.

     Además, quería creer que los chicos de preparatoria podían llegar a ser levemente más maduros a los de secundaria. Aparte, el semestre realmente duraba sólo cuatro meses restando las vacaciones y la semana de exámenes finales, sería para él más simple alejarse de alguien que le hiciera daño ahí por el tipo de horario académico que llevaría.

     Quizá, y sólo quizá, ya se habían olvidado de la maldita foto. Quizá en este lugar no era tan mal visto la homosexualidad. Tal vez ahora no tendría aprobación pero sí tolerancia, y eso sería más que suficiente para que recuperara las ganas de continuar con su vida.

     Aunque tenía que admitir que su aislamiento le había traído dificultades para comunicarse con otros, que su falta de amigos le provocó un poco de retraimiento social y que sin importar cómo lo quisiera ver, no se sentiría cómodo al estar tanto tiempo con un desconocido, principalmente con alguien que tuviera un aura negativa. Algo así como alguien que no inspirara confianza.

      No obstante, no todo estaba perdido. El que su madre todavía le dedicara pequeños momentos de su día le había hecho mantener bien su habla, además de haber conocido a Zeshin y tenerlo como amigo. También el hecho de que tuvo un profesor que lo había hecho sentir miserable casi a diario, le creó una pequeña resistencia a los insultos y otras frases despectivas, por lo que era probable que esta vez sí podría estar en una escuela.

     —Ayer hice un pay de manzana y canela, ¿gustas un poco, Tomma?

    —Por favor, Gine—aceptó el hombre el postre.

     —Goku, ¿quieres?

     —No, mamá—se puso de pie—. Iré a mi habitación, muchas gracias por la comida. Un gusto conocerlo, señor Tomma.

     —Igualmente, Goku.

     El menor subió hasta su alcoba y se sentó en el suelo, recargándose contra la base de la cama. Seguía muy pensativo por lo que dijo el hombre, realmente parecía que confiaba en que él ya tenía la edad suficiente para poder valerse de sus propias decisiones, pese a que no le conocía con exactitud; además, había ya vivido varias consecuencias de las decisiones que tomó en el pasado y no estaba de más hacerlo otra vez pero con un tema diferente.

     —Está decidido, volveré a la escuela y trataré de rehacer mi vida…

 

***

 

Pedaleó con calma, cuidando mucho no atravesarse en la calle. Llegó hasta la escuela y aseguró con una cadena su bicicleta en el área especial para eso. Miró muchos chicos y chicas buscando sus salones, así que formó parte de aquel tumulto y encontró su aula. Ya había varios estudiantes acomodados en los lugares del frente, así como a mediación. Notó que el asiento de la esquina, justo hasta el fondo, estaba vacío, así que se apresuró a ocuparlo.

    Tal vez había aceptado la idea de iniciar una nueva vida, pero también temía que otra vez lo excluyeran o que se alejaran de él, después de todo había pasado tanto tiempo alejado de la sociedad que no sabía cómo reaccionarían cuando lo reconocieran. Sacó un cuaderno y un lápiz e intentó despejar su mente dibujando.

     Se le habían pasado ya 3 años esperando que la sociedad cambiara para poder ser feliz, pero su aislamiento le había impedido comprobar si ya había ocurrido. A lo mejor ya podría seguir tranquilamente, quizá su error pasado ya había quedado en el olvido y enterrado en un baúl donde sería casi imposible sacarlo.

     Pero también cabía la posibilidad de que no fuera así. Y Goku lo entendía, además se había acostumbrado malamente a una vida oculto, se le pasó una parte importante de su vida mintiéndole a su madre con respecto a su manera de sentir, la había engañado para conformarla y hacerla sentir menos preocupada.

    Sin embargo, había aprendido a vivir así. Por lo que ahora la decisión de empezar una vez más no le parecía tan descabellada; al contrario, era probable que pueda salir adelante si se lo proponía. Y si no, podría volver a esconderse de la sociedad un par de años más hasta que haya un cambio considerable para su bienestar.

     De sólo recordar el incidente se sentía un estúpido. ¡¿Cómo pudo haberse dejado engañar?! Ese chico le había mentido, Broly le había dedicado minutos, noches y días conversándole animadamente. ¿Pero de que le servía ahora aquello? Jugó con él, se burló de él, lo había tomado cuando más vulnerable se encontraba y ahora sólo le quedaba arrepentirse del pasado.

     Y era peor cuando recordaba a 17. Era irónica la forma en que se conocieron, y cómo él había sobrepuesto su cariño hacía alguien que no conocía. Si tan sólo nunca hubiera conocido a Broly… No, no se trataba de eso. Cuando él envió aquella maldita fotografía, Broly había dicho amarlo, y eso fue lo que verdaderamente le hizo creer que había algo especial, eso aumentó sus esperanzas y había quitado todo deseo de estar con alguien más.

     Si tan sólo él no hubiera enviado aquella fotografía posiblemente Broly le había dicho mil y un cosas revelando sus verdaderas intenciones y su verdadero ser. Quizá si eso hubiera ocurrido habría sido una mejor lección acerca de nunca enviar contenido privado. ¡Pero no! Él tenía que escoger ese camino y arruinar todo.

     Miró cuando la profesora se adentró al salón y hacía su presentación, para después iniciar su clase. Goku, como cuando era más pequeño, prestó atención a la mayoría de las cosas que los profesores que tuvo a lo largo del día le decían. De vez en cuando se distraía un poco, intimidado por la presencia de tantas personas cerca de él. Pero en otras se sentía ligeramente incluido en el mundo otra vez.

     Llegó por fin la hora de salida, así que guardó sus cosas para poder irse. Durante el día sintió ligeras miradas en su dirección, pero no tan intensas como cuando estaba en la escuela de Ciudad del Este. Eso era un buen avance, e incluso un ligero alivio para su persona.

     —Un día largo, ¿no?—dijo un muchacho sentado a dos bancos delante de él, colocando sus brazos detrás de la cabeza. Este chico tenía cabellera rubia larga y ojos cafés, vestía una playera sin mangas color morado en conjunto de unos jeans y zapatillas deportivas.

     —¿Eh?—sintió un estremecimiento cuando notó que estaban solos los dos en el salón, todos habían salido ya. Su corazón se aceleró un poco, una vez más sentía miedo de alguien que se acercaba de esa manera en un salón de clases.

     —¿Qué? ¿No me vas a hablar?—se puso de pie y tomó su mochila, se le quedó viendo al Son que se quedó estático en su lugar, no notaba que temblaba, sólo sentía que lo ignoraba.

    —Tranquilo, no pasa nada… Ah, sí, claro. Un día pesado—se colgó la mochila y salió apresurado, con su mirada baja y con los ojos del rubio sobre él hasta que se perdió de su vista—. Él no me hará nada, tengo que superarlo. Nadie más me hará lo que Zarbon y Dodoria…

     ¿Qué tanto había sido el daño psicológico que le provocaron aquellos dos que ahora le costaba aceptar un intercambio de palabras con alguien sin creer que lo llevaría a un rincón y lo golpearía sin cesar? Pero al final no habían sido sólo ellos dos: también Yamcha, varias chicas, su propio padre, su maestro privado, y Lazuli…

    Se sentía estúpido teniendo miedo, pero no podía culparse, habían sido varias veces que alguien se acercó amigablemente y había sido torturado cruelmente. Todavía recordaba las veces que lo humillaron, que lo llevaban al sanitario para colocarlo contra los azulejos fuertemente y patearlo un par de veces, de cuando lo metieron al bote de basura e incluso cuando entre varios lo grabaron siendo ahorcado.

     Tomó aire y se calmó, tenía que ir superando poco a poco esos nervios que tenía.

   

    

La primera semana fue complicada, le costó un poco perder la inquietud ocasionada cuando era observado por otras personas. Incluso escuchó una vez una conversación de dos chicas cerca de los casilleros, donde hablaban de él. Goku había sido reconocido desde el primer instante, seguramente su apariencia había levantado sospechas y, cuando los maestros lo nombraban en voz alta para tomar asistencia, había sido confirmado.

     Aun así, no se hablaba mal de él abiertamente, ni mucho menos se acercaban a dañarlo, contrario a sus experiencias pasadas. Era posiblemente criticado, pero no hacían nada para hacérselo saber. Esa era la clase de acciones que había deseado, si bien no podía ser tolerancia sí era una situación muy parecida. Por lo que los días estudiando en esa escuela eran más amenos a los que antes había tenido.

     Así que, aceptando a su vez que no sería sencillo entablar una amistad con alguien, se había creado una costumbre de irse en las horas libres a sentarse bajo un árbol cerca de los límites de la escuela, rehusándose a la convivencia o más bien entendiendo que no tendría una amistad siquiera.

     —Oye, Goku, ¿no te gustaría hacerme un álbum con tus fotos?—levantó la mirada para ver a quien le había hablado, sólo para volverla a desviar.

     Se trataba de Barry Kahn, un muchacho de penúltimo semestre y el chico más popular de la escuela; el que era centro de atención por haber salido en un par de comerciales de televisión. Él tenía un futuro asegurado como actor de cine, por lo que era admirado por muchas chicas. Sin embargo, como aún no estaba totalmente “descubierto” como estrella, aprovechaba cualquier oportunidad para atraer algo de atención. Eso incluía hacer bromas de otros para enaltecerse.

     Conforme pasaron las semanas Goku había aprendido a ignorarlo, al fin y al cabo el chico no tenía tanto interés en él. Lo que sí era una noticia agradable era que, a sabiendas de que iba a poder ser mal visto, siguió con sus altas calificaciones. Kakarotto era un chico muy listo, que comprendía muchos temas a la primera y que fácilmente podría llevar materias avanzadas.

     Sólo era su inseguridad social la que le creaba obstáculos, por lo que se sentía excluido por cada una de sus acciones, tanto por su homosexualidad como por su responsabilidad e inteligencia. Pero seguía intentándolo, sobrellevaba el temor de reintegrarse buscando alternativas en casa como la construcción de pajareras o cocinando una de las muchas recetas de la abuela, o bien leyendo un buen manga antes de dormir.

    Además, estaba reconsiderando seriamente el entrar a un equipo representativo de la escuela, deseaba volver a practicar artes marciales; incluso se había puesto a entrenar en su casa para liberar la tensión de su cuerpo y recuperar su condición física. Detallitos como esos lo estaban fortaleciendo nuevamente, sin embargo no iba a ser sencillo para alguien con sus temores y miedos, por lo que este gran avance sólo era un peldaño en su necesidad.

     —Bah, necesito un respiro de todo esto—jugó con el lápiz entre sus dedos haciéndolo girar varias veces.

     —Bien, alumnos, es todo por hoy—concluyó el profesor y todos comenzaron a guardar sus cosas.

     El Son soltó aire y se levantó, caminó hasta la salida y se detuvo afuera del gimnasio. Se quedó ahí afuera, dudando demasiado. Apretó la correa de su mochila y se animó a entrar. El espacio no era tan grande, ya que tenía dos pisos. Se acercó a un maestro que regañaba a unos chicos de box.

     —Disculpe, ¿sabe dónde está el entrenador de artes marciales?—el hombre miró molesto al menor.

     —Segundo piso.

     Y tan sólo Goku se alejó aquel hombre continuó gritándoles a los adolescentes. El de cabellera alborotada subió las escaleras y se topó con un espacio casi solitario, sólo quedaba un hombre pelinegro de cabello corto y un adolescente rubio, a quien el Son ya conocía.

     —Buenas tardes, ¿es usted el entrenador de artes marciales?—el hombre sonrió y asintió.

     —Hola, muchacho. Soy el maestro Egawa.

     —Es sólo que… quería entrar a un equipo…

     —¿En serio? ¿Y tienes experiencia en algún arte marcial o es tu primera vez?

     —Cuando era pequeño practicaba Kung-fu, pero tengo varios años sin volver a practicar.

    —Ya veo… Mira, estamos en pleno torneo, por lo que si decides entrar podrías participar hasta el próximo semestre. ¿Está bien? Además así recuperarías tu condición—el Son asintió—. Shapner, tráeme una hoja de registro—el rubio se acercó a un escritorio al fondo y regresó con una hoja y un bolígrafo—. ¿Nombre?

     —Son Kakarotto Goku.

     —¿Edad?, ¿fecha de nacimiento?

     —15 años, nací el 9 de mayo del 2065.

    —¿Sabes tu peso y estatura?

    —Creo que 1.68 y 58 kilos.

    —Estás un poco bajo de peso para tu estatura—comentó el mayor—. ¿Semestre?

     —Primero.

     —Bien, Goku. Te presento a Shapner, él también es de primero, pero lo he entrenado desde que tenía 7 años. Él te va asesorar y puedes entrenar con él cuando quieras, para que comiences a prepararte. Entenderás que estoy un poco ocupado por el torneo de Tae-Kwan-do y de Karate, son muchos los equipos que administro. Cuando vaya a terminar el semestre me encargaré de apoyarte, ¿está bien?

    —Sí, gracias, coach.

    —No es nada.

    El Son se despidió y volvió a bajar las escaleras. Salió del gimnasio y caminó hacia la salida. Se sentía un poco más seguro, el maestro Egawa no lo miraba mal, ni lo hizo sentir menos, no lo insultó y ni siquiera le quiso negar la entrada al equipo. Recordó sólo un segundo a Zhou Sai'aku, su maestro privado que lo maltrató durante meses en su propio hogar. Era una diferencia abismal entre ambos, pero una que el menor agradecía.

     —¡Goku!—escuchó su nombre, así que volteó, el rubio corría con intenciones de alcanzarlo. Se detuvo y continuó caminando cuando el de ojos cafés llegó a su lado, esta vez acompañándolo en su trayecto—. Oye, es genial que quisieras integrarte al equipo.

     —Sí, gracias…—murmuró y bajó la mirada.

    —¿Estás bien? Es sólo que… bueno, han sido varias veces las que he intentado acercarme y me evitas—el menor se tensó—. ¿Quieres que me vaya?

     —¿Por qué quieres acercarte?—preguntó desencadenando su bicicleta, el mayor esperó pacientemente a que terminara.

    —Sólo que… no lo sé, luces tan triste, apagado. Algo así como si no quisieras estar aquí.

     —No importa—murmuró y siguieron caminando, sin cortar conversación.

     —¿Tienes miedo?

     Goku se detuvo y miró al más alto. No, no era más alto, eran de estatura exacta; podía ver justo enfrente aquellos ojos cafés que no planteaban burlarse, sino que lucían levemente preocupados. Shapner de verdad tenía interés. Verlo a él era como ver a Zeshin una vez más.

     —Goku, no sé si te has dado cuenta, pero todos en la escuela saben quién eres—el Son miró al suelo, todavía impactado—. Lo de la foto, ya no la circulan, pero sí han hablado de ella en varios grupos. Siendo francos nadie le tomó suficiente atención, de hecho, hasta parece que la sensación actual es Barry—Goku comenzó a sentir unas ganas de llorar inevitablemente—. También se viralizó un video hace mucho de ti siendo golpeado por un chico rodeados de mucha gente.

     —Zarbon…

     —Escucha, es tu decisión confiar en mí o no, pero de verdad no tengo intención de hacerte algo malo. No me importa si de verdad eres gay, o lo que sea, quiero llevar las cosas tranquilas contigo.

    —Yo…—apretó entre sus manos el manubrio de la bicicleta, unas lagrimillas se desbordaron de sus ojos.

    —Ven—lo atrajo y lo abrazó, palmeando un par de veces su espalda. Eso hizo llorar al pelinegro—. No pasa nada…

    Para Shapner era fácil decirlo, pero para Goku parecía algo casi imposible. Un… un alguien que no le estaba dando la espalda y que se quería interesar. Que se acercó de frente, directo, sin falsas mentiras de “me arrepentí de no haberte ayudado”, sino que vino con un “sé lo que hiciste, todos lo saben. Pero no es importante ya”.

    —Tranquilo—se separó y colocó su mano en su hombro—. Mañana entrenemos un poco, ¿te parece? Para conocernos mejor. Te pediría que fuera esta tarde, pero mi novia es un poco impaciente y tengo una cita con ella.

   —Claro…

    El chico golpeó ligeramente su hombro en modo amistoso para despedirse y se fue en dirección contraria a donde iba Goku. El pelinegro se permitió sonreír un poco, subió a su bicicleta y pedaleó hasta su hogar. Una minúscula felicidad lo había llenado.

 

***

 

—¿Entonces no te inscribirás el próximo semestre?—preguntó luego de recostarse ambos en la colchoneta, sudaban demasiado por el intenso entrenamiento que habían tenido.

     —Tengo que trabajar para poder pagarme la inscripción. Ahorraré para saldarme los estudios y regresaré en agosto.

    —Entiendo… Ehm, Shapner, gracias por los entrenamientos.

    —No agradezcas, fue divertido. Además, de verdad eres bueno. Posiblemente puedas ganar el próximo torneo.

    —¿Tú crees?

    —Sí—se incorporó—. Goku, hoy es el último día, ya pasamos las materias, ya no tenemos pendientes aquí, y ya mañana inician las vacaciones. No tardan en cerrar la puerta principal, será mejor irnos.

    —Claro.

     Se puso de pie y se colocó una sudadera. Tomó su maleta deportiva y ambos bajaron hasta salir del gimnasio. Después caminaron hasta la salida, en completa paz y tranquilidad.

    —Goku, siempre me pregunté, ¿por qué no hablabas con nadie en clase?

     —Creo que la respuesta es obvia.

     —Oh, eso… Bueno, no importa, ellos se lo pierden. Eres muy agradable, aunque creo que también afecta lo que de vez en cuando dice Barry.

    —Sí, ese idiota… En fin, no pasa nada—desencadenó su bicicleta y salieron a la calle.

     —Goku, ¿dónde pasarás la Navidad?

     —En mi casa, no tengo a dónde ir.

     —¿Irías a la Ciudad del Sur conmigo? Mi abuela tiene una casa grande y puedes quedarte conmigo. Sería divertido.

     —Sé que es muy probable que mi mamá trabaje ese día y tenga que pasarlo solo, pero, de verdad, no tienes por qué preocuparte. Estaré bien—el rubio rascó su cabeza con pena—. Te lo agradezco, y sí me gustaría. Pero prefiero estar en casa y esperar a que mamá regrese del trabajo.

     —Entiendo. Bueno, nos vemos después, amigo. Tienes mi número, de todos modos intentaré venir cuando compitas para apoyarte—se despidieron con un abrazo—. Adiós, Goku.

     —Adiós, Shapner.

     El camino a su casa fue sereno, no tuvo percance de ningún tipo. El clima había cambiado muy poco, pero la temperatura era más baja aunque el cielo luciera igual. Allí, en esa zona del país, el cielo era mayormente nublado y daba la impresión de que llovería en cualquier momento, pero no era temporada de lluvias todavía.

    Avanzó hasta la penúltima casa de ese camino. Miró unos segundos la vivienda, ya habían quitado el letrero de “SE VENDE”, posiblemente alguien ya la habitaría. Pero, a juzgar por las luces apagadas al interior y que seguía todo cerrado, supuso que todavía no pensaban mudarse.

    Dejó de prestarle atención y continuó su camino, pese a que sería su vecino una gran distancia los separaba y era poco probable que tuvieran que convivir forzadamente. Llegó a su casa y se apresuró a entrar. Fue a ducharse y bajó a comer algo. Después vio un poco de televisión.

     —Goku, ya llegué—avisó la mujer entrando. Se retiró el abrigo y lo colgó en el perchero—. ¿Cómo te fue?

     —Bien…—miró a la mujer—. ¿Vamos a comer al restaurante de hamburguesas?

    —No lo sé, estoy un poco cansada y había demasiado tráfico, están comenzando a instalar adornos de navidad en el centro.

    —¿Puedo ir?

    —Está bien, busca dinero en mi cartera.

    El Son buscó en el bolso de la mujer y, luego de diez minutos, por fin encontró una cartera entre todas sus múltiples pertenencias. Sacó un par de billetes y salió de su casa, tomó la bicicleta y se apresuró a llegar al restaurante. Era cierto, las calles ya habían sido adornadas con luces que, a esas horas de la tarde, ya habían encendido y deslumbraban con sus coloridos tonos.

    Esperó en la fila del restaurante, era muy larga. Pidió su orden y esperó a que estuviera lista. La recibió y se sentó en una silla, intrigado por el noticiero que hablaba de un hallazgo en la comunidad de donceles, al parecer ellos también podrían procrear gemelos o mellizos. Goku se permitió sonreír un poco, era algo verdaderamente bueno para ellos.

     Volvió a su hogar, encontrándose con que su madre se había quedado dormida en el sofá. Apagó el televisor, fue por una cobija y una almohada y regresó a la planta baja para arroparla y acomodarla en una posición más cómoda. Finalmente apagó las luces y subió a su habitación a comer allá.

     Desde que había llegado a Ciudad del Norte sentía que su vida mejoraba con cada día que pasaba. En el fondo, una parte temerosa de su ser le decía que tarde o temprano esa felicidad terminaría y que lo hundiría de nuevo en el abismo, esta vez más profundo de donde ya no podría escapar.

    Pero otra parte, con más fuerza, le daba ánimos, diciéndole que por fin había acabado todo lo malo y que ahora sí estaría en paz. Sonrió con serenidad y se recargó en el balcón, admirando la belleza del bosque en la oscuridad.

    En el pasado había sufrido demasiado, pero era momento de sacudirse el polvo y poder levantarse. Era momento de recuperar su dignidad y volver a esforzarse; incluso, si lo reconsideraba, no sabía quién de ambas partes había perdido más: si Broly que ahora era un delincuente perseguido y que merecería un montón de años en la cárcel, o él a quien tarde o temprano olvidarían.

    Lo anterior era ahora sólo un capítulo que no tuvo final feliz, pero que actualmente debía separarlo de su presente y seguir. Era hora de resignarse a que esa estúpida foto ya no la recuperaría, pero no era el fin de su vida. Quizá, y sólo quizá, si se esforzaba lo suficiente y trabajaba duro podría ganarse el respeto de la gente una vez más. Y, por supuesto, eso haría.

    Reflexionó unos minutos más, no todo el mundo era malo. Tomma, por ejemplo, lo trataba demasiado bien, nunca lo discriminó ni a él ni a Gine. Incluso él había sugerido que se mudaran a esa casa por su bienestar, además de apoyarlo para que regresara a la escuela.

    Y Shapner también había insistido con él para que le diera una oportunidad para ser amigos. Shapner no hizo lo que Yamcha, no le mintió para atraparlo en sus redes y después dañarlo y traicionar su confianza. No, el rubio nunca tuvo esa intención; el de ojos cafés era sincero e incapaz de hacerle daño de algún tipo. Agradecía a Kamisama que hubiera todavía personas así de buenas en el mundo y que se las haya puesto enfrente. Porque no sólo se trataba de Shapner, sino también de Zeshin.

    Luego del incidente con Broly había conocido justamente a dos personas que se acercaron con franqueza y le tendieron la mano en señal de amistad, sin malas intenciones de trasfondo. Y, si bien de Zeshin se tuvo que separar y Shapner se alejaría por trabajo, creía que fue una bendición que aparecieran justo cuando había perdido las esperanzas.

    Y no es que dejara fuera a 17, pero al mayor lo había conocido antes de la divulgación de las fotos. Él, junto con su mamá, era el único que no enterró los sentimientos previos luego de lo ocurrido. Lapis… él había mostrado que la amistad y el cariño verdadero son para siempre, sin importar nada.

    —Ahora que lo pienso…—se dijo mirando la luna—. Dicen que la tercera es la vencida… He conocido justo a dos personas que me han tratado bien, pero por razones de fuerza mayor se han tenido que alejar un poco. ¿Será que la tercera persona que esté conmigo sea para siempre, sin irse por nada en el mundo?

 

***

 

—Ay, hijo, gracias por venir a verme—abrazó al menor—. Tengo sólo quince minutos libres, tendré que entrar al quirófano y… no sé cuánto tarde—acarició su cabello—. Perdón por dejarte solo otra Navidad.

    —Está bien, mamá. No importa, estoy orgulloso de ti—sacó de su mochila varios tuppers con comida dentro—. Cociné y te traje algo por si te da hambre—ella lo vio enternecida—. Espero te guste.

    —Seguro así será—besó su frente—. Tengo que ir a guardarlo y después iré al piso donde está mi paciente. Gracias por venir, Goku. Me alegraste mi día.

    —De nada, mamá.

    Gine se sentía viva otra vez. Actos como ese proviniendo de Goku eran como una medicina que curaba todas sus heridas. Para ella no pasó desapercibido que en esos meses el menor se había vuelto más alegre. Ella sabía de las pajareras que construía, que incluso en una ocasión hizo un bebedero para abejas, que había sembrado algunas hortalizas, y que también había reparado unas tejas del techo.

    Su hijo también aportaba en las labores de la casa, como la limpieza y cocinar. Era autosuficiente, la apoyaba lo más que él podía. Goku había dejado todo rastro de tristeza para poder volver como una persona más fuerte y que iba de frente al mundo. Con un amor grande hacia la naturaleza, y hacia el resto de los seres vivos.

    Orgullosa, y más animada, volvió a su trabajo…

 

Goku pedaleó por las calles, desde el hospital, hasta el rumbo donde estaba su casa, a los inicios de la Montaña Paoz. Era 24 de diciembre, Noche Buena, por lo que había locales cerrados, pero las viviendas se veían llenas. Había familias enteras transportándose seguro a visitar a otra parte de la familia. Las veía con un poco de tristeza, pero en el fondo alegrándose de que pudieran estar juntos.

    Aquella bicicleta, con la cual viajaba a todos lados, fue el mejor regalo que Tomma le pudo haber dado, era muy útil en aquella ciudad. Además, gracias a ello podría visitar más seguido a su madre en sus horas de descanso en el hospital. Bajó justo cuando ya estaba cerca, para continuar caminando. El atardecer, pese a que era nublado y frío, era bonito. No se sentía triste, se sentía sereno.

     Mientras continuaba su camino a pie podía apreciar mejor la belleza de ese cielo y de los árboles cubiertos con una fina capa de hielo, resultado de la noche anterior donde heló. Esa zona del país no nevaba, pero sí bajaba la temperatura lo suficiente para que el agua pudiera congelarse y granizara incluso. Por lo que el paisaje se comprendía de cristalitos de agua cubriendo el bosque.

     Miró hacia el frente y observó que en el jardín de la casa “vecina” había un niño pequeño que recién salía de su hogar, posiblemente a jugar, ya que había un triciclo y varios juguetes en el suelo. En la cochera estaba estacionada una camioneta familiar color vino. Por fin aquella familia se había mudado, probablemente desde hace varios días, pero apenas en ese momento lo había notado.

    Pasó al lado del jardín, el niño volteó a verlo. Goku le dedicó una sonrisa amistosa. El pequeño era pelinegro, con unos enormes y brillantes ojos negros. Lucía de cuatro o cinco años, y parecía que era muy inquieto por la cantidad de juguetes esparcidos en el jardín.

    —Hola—el pequeño se acercó al más alto.

    —Ah, hola. Pequeño, ¿no quieres volver a adentro? Hace mucho frío aquí afuera y te puedes enfermar—pero el menor negó mientras señalaba su enorme chaqueta.

    —Nop—el Son soltó aire y se colocó de cuclillas frente a él—. ¿Por qué estás solo? Te ves triste…

    —Mi mamá trabajará, es doctora y tiene que salvar vidas—le explicó, al menor se le iluminaron los ojos, maravillado de oír aquello.

   —¡Wow!

   —Sí. Pero no estoy triste, sólo estoy cansado. Además tengo mucho frío—tiritó audiblemente—. Deberías ir adentro, en serio está helando.

    El menor fue corriendo al interior de la casa. Goku creyó que por fin había entendido que era malo para su salud exponerse a aquel frío. Se incorporó y siguió caminando, sólo unos pasos, antes de ver al pequeño volver a salir de su casa corriendo.

    —¿A dónde vas, hijo?—oyó una voz femenina gritándole desde el interior de la casa.

    —Ten—le entregó un caramelo y un muffin adornado como el rostro de Santa Claus con el glaseado—. ¡Que tengas feliz navidad!

    —¿Con quién hablas, hijo?—la mujer se asomó por la puerta principal. Tenía tubos en la cabeza y únicamente un ojo maquillado, preocupada había salido interrumpiendo su arreglo.

    —Gracias, pequeño—agradeció—. Feliz navidad a ti también.

    El menor le dedicó una sonrisa y corrió a donde estaba su mamá, contándole que había hecho una buena acción y le había dado dulces a un alma solitaria que estaba pasándola mal en noche buena. Por otra parte, Goku subió a su bicicleta y se apresuró a llegar a su casa, notando que estaba cayendo sobre él una ligera brisa, avisando que pronto se convertiría en tormenta.

    Al entrar se fue a cambiar rápidamente para no enfermarse. Volvió a la cocina y preparó un poco de chocolate caliente, fue al sofá y envuelto en cobijas encendió el televisor y colocó una de esas muchas películas que todos los años transmitían en la víspera de Navidad.

    Pasaron las horas, llegando a la medianoche. Una vez más sentía triste ese día, año con año tenía que estar en soledad frente al árbol navideño, sin regalos, sin amigos, sin familia. Sonrió de medio lado, su madre en esos momentos estaba trabajando, haciendo lo que no cualquiera se atrevería, ayudando a otras personas a sobrevivir luego de estar al borde de la muerte.

     Soltó un suspiro y mordió el muffin que el niño le regaló. De pronto sintió unas enormes ganas de comprar juguetes e írselos a regalar. Ese acto inocente y dulce enterneció su corazón. Tal vez otro día iría a verlo y quizá llevarle unos dulces o pastelillos. Claro, siempre y cuando la madre del menor se lo permitiera.

    Miró el reloj que marcaba justo las 12:34 am.

     Agradeció una última vez a Kamisama por mostrarle en su camino a 17, Zeshin y a Shapner; y permitirle tener también a su madre con él. Después suspiró, ligeramente resentido. Deseaba a alguien que no fuera sólo pasajero, sino a alguien que se quedara para siempre.

    —¿A quién engaño? Estoy celoso de que todos tienen pareja y yo jamás podré tener—soltó un bufido y alborotó con ello su flequillo—. Aunque lo cierto es que mientras tenga un amigo esos sentimientos de soledad desaparecieron. Sólo… sólo necesito un amigo que esté conmigo todo el tiempo.

 

***

 

—Goku, ¿a dónde vas?—preguntó su madre adormilada entrando a la cocina.

    —No tuve tiempo de decírtelo, casi no te vi en las vacaciones. Hoy regreso a clases—ella se sorprendió.

    —¿Qué día es?

    —7—lavó los trastes que ensució en su desayuno.

     —Ay, hijo, disculpa. Pero ha habido muchas emergencias por accidentes por alcoholismo, accidentes con pirotecnia y…

    —No te preocupes, mamá. Yo entiendo—le sonrió—. Iré a la escuela, llegaré como a las 2. Es tu día de descanso, ¿verdad?

    —Sí. Por favor ten cuidado.

    —Adiós, mamá.

    Salió y fue a la escuela. La temperatura ese invierno fue muy baja, era muy distinta a las otras ciudades donde había vivido; pero tal vez se conservaba más pura y acorde a la temporada porque no había tanta contaminación. Además, se encontraba en una zona cercana a una montaña.

    Llegó y encadenó su bicicleta. Caminó hasta su salón y entró. Este era diferente al del año anterior, en el de ahora los bancos estaban dobles, dispuestos para compartir escritorio con un compañero. Mordió su labio inferior, si Shapner estuviera ahí él podría ser su compañero. Pero no. Le tocaba quedarse solo en aquel lugar de la esquina. Sus compañeros eran los mismos, si acaso con algunas ausencias.

    Todas las mesas ya estaban ocupadas por al menos una persona, por lo que los últimos en llegar al salón tendrían que elegir a su pareja. Ya se veía venir lo que sucedería: todos harían lo posible por no sentarse junto a él, no sólo por lo hecho por la foto o por ser gay, sino por ser el “niño raro” que no hablaba por nada. Se había aislado demasiado de sus compañeros que ni siquiera sabía qué podrían pensar de él.

    —Chicos, hay un aviso—anunció un chico de lentes parándose al frente del aula.

    —¡Hey! ¡Cállense! Va a hablar el repre—habló otro muchacho en voz alta, haciendo que la mayoría guardara silencio—. ¡Ya cállate, Mai!—le dijo a una chica que seguía charlando. Ella sólo lo vio con ofensa y desvió después la mirada.

    —El prefecto me dijo que tendríamos un compañero nuevo en nuestro grupo. Se supone que no tendríamos cambios aparte de los que se den de baja, pero dijo que él se transfirió y en los otros salones no hay espacio. Y, bueno, eso era todo.

    El chico fue a su lugar, y empezó a conversar con sus amigos. En segundos el salón volvió a llenarse de ruidos y risas. Goku soltó un suspiro, apoyó su rostro en su puño mientras su codo se sostenía sobre la mesa. Miró hacia la puerta del aula, deseando internamente todavía que Shapner entrara ahí y le dijera que siempre no se daría de baja.

 

 

Bufó con fastidio, rascó su nuca un poco y entró al aula. Miró muchos rostros desconocidos, así que sólo se dispuso a buscar espacios vacíos donde pudiera sentarse. Caminó entre las mesas sólo unos pasos antes de ser llamado por alguien.

    —¿Tú eres el nuevo?—preguntó un chico de lentes.

    —¿Es de tu incumbencia?—pensó—. Sí, soy yo.

    —Ah, bueno. Soy el representante de grupo, si necesitas algo sólo dímelo.

    —Vaya lamebotas—hizo un gesto de afirmación y cuando se volteó rodó los ojos.

    Inspeccionó rostros y personas, hasta que sus ojos se encontraron con la figura de un chico sentado en la esquina, miraba hacia la ventana con indiferencia. Su cabellera era curiosa, alborotada y desordenada, con un abundante flequillo en la frente. Sus ojos, a juzgar por lo que alcanzaba a ver, eran de color negro. Su piel era blanca, ligeramente rosada. El chico, posiblemente notando su mirada, volteó.

    —¿Está ocupado este lugar?—le preguntó.

    —¿Eh?—Goku miró con sorpresa al chico que le había hablado. Se trataba del estudiante transferido—. No.

    —Bien, lo tomaré.

    El pelinegro se acomodó a su lado derecho. El Son lo observó disimuladamente mientras ordenaba sus cosas. El chico… le inspiraba un poco de desconfianza. Sentía un poco de intimidación con su persona, se veía “fuerte de carácter”. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Él no podría ser como Zarbon… ¿o sí?

 

***

 

Se sentó contra el árbol y entrelazó sus manos en su cabello con un poco de frustración. Aquel chico nuevo no había dicho nada salvo cuando lo nombraban en las listas de asistencia. Se había mantenido callado y prestando atención en todo momento. Pero eso no evitaba que se sintiera nervioso, de vez en cuando notaba que aquel pelinegro lo veía de reojo.

    Era absurdo que se sintiera así por alguien a quien no conocía y que nunca en su vida había visto, era incluso prejuicioso. Pero los daños que le habían hecho tantas personas lo tenían en un estado de alerta todo el tiempo con respecto a las personas nuevas. Aunque, insistiendo con Zeshin y Shapner, quizá sí estaba juzgando antes de tiempo.

    —Por lo menos subió un poco la temperatura—oyó decir a alguien que se sentó frente a él.

    —¿Qué haces aquí?—preguntó Goku.

     —¿Eh? ¿Te molesta que me siente contigo?—el Son desvió la mirada, sin poderle sostener tanto tiempo la vista en aquellos ojos oscuros que asemejaban dos azabaches.

    —¿Por qué quieres estar aquí, sentado en la tierra entre piedras?

    —Por la misma razón que tú, supongo. Odio el ruido—y era creíble, la escuela se llenaba de gritos, risas y conversaciones variadas que hartarían a cualquiera en cuestión de minutos.

    Goku lo miró unos segundos en lo que él sacaba algo de un tupper pequeño. Ese chico era evidentemente más bajo que él, como por diez centímetros, su cabello estaba peinado hacia arriba, y su piel era de un tono crema. Y esa voz con la que le habló… era grave, pero no grosera o prepotente como se imaginó, al contrario, era serena y algo amable.

    —¿Eh? ¿Quieres?—ofreció de su emparedado, el cual estaba partido en dos partes.

     —No gracias. Provecho—desvió la mirada, un poco avergonzado y sintiendo sus mejillas ardiendo.

     —Vaya, veo que tienes nuevo amigo—oyó aquella voz burlona. Levantó la mirada y sólo confirmó las sospechas de quién podría ser.

     Mordió su lengua, intentando calmarse. Cuando convivía con Shapner era principalmente en horarios donde él no los encontraría, y sobre todo lejos de su vista, por lo que el rubio nunca tuvo ningún problema con Barry. Pero ahora que el nuevo se había acercado por su cuenta, temía que sufriera las consecuencias de sus errores pasados y de la estupidez de ese chico de grado superior.

    —¿Por qué? ¿Alguna queja?—la voz grave y tosca del más bajo lo hizo sorprenderse. Miró inmediatamente hacia él, ¿qué diablos hacía?

    —Más bien intentaba salvarte de él, pero si no quieres escucharme…

     —Oye, se te cayó el cerebro—el rubio miró al suelo por instinto, pero al entender sus palabras miró furioso al pelinegro, que sólo sonreía burlonamente—. Lárgate de aquí, eres molesto.

     —Espera… no me digas que no sabes quién es él—señaló al Son, que sintió cómo su cuerpo se tensaba.

    —Escucha, Ricitos de Oro, estás agotando mi paciencia. Es mejor que te vayas de aquí antes de que me enoje de verdad…

    —Entiendo, me iré—se acercó al oído de Goku—. Veamos cuánto te dura tu farsa, rarito…

    Y luego de susurrarle aquellas palabras Barry se fue, dejando a un nervioso Goku en su lugar. Temblaba un poco, ¿acaso ese chico nuevo no sabía quién era en realidad? Una parte de él quería ser egoísta y no decirle, esperar a que se enterara de otra parte pero que mientras pudiera disfrutar de alguien que no lo odiara allí. Pero a su vez temía de las consecuencias que el chico sufriría sólo por relacionarse con él, no soportaría ser la causa por la que otros fueran contra él.

    —Sea lo que sea que te haya dicho, ignóralo. Se ve que sólo quiere llamar la atención.

     —Tú… ¿sabes quién soy?

     —¿Eres una clase de artista o alguien famoso? Porque no recuerdo haber visto alguna obra tuya.

     —Mi nombre es Son Kakarotto Goku—explicó.

      —Sigo sin saber quién eres—metió una uva en su boca—. ¿Eres el hijo de un político o algo?

     —No… olvídalo…—susurró. Bajó la mirada. Ese chico no sabía quién era, pero lo que menos deseaba era que se enterara. Debía alejarse, dejarlo ahí y mantenerlo distante, Barry podría hacerle algo o…

     ¡Grrrrrr!

     Sus mejillas volvieron a ponerse color carmín cuando su estómago gruñó fuertemente. El más bajo también lo escuchó, por lo que sonrió de medio lado burlonamente. Goku, por su parte, sólo se sintió avergonzado.

     —Anda, insisto—volvió a ofrecer de su sándwich. Al Son no le quedó más que aceptarlo.

     —Gracias.

     —No es nada, Kakarotto.

     “Kakarotto”… ¿Hace cuánto que alguien no lo llamaba así? Todos lo conocían sólo como Goku, y los únicos que usaban aquel nombre era su familia. Era lindo que alguien lo llamara por ese nombre, y no por el nombre que aparecía en aquel chat donde se ridiculizó con palabras bonitas a un desconocido.

     —Por cierto, ¿cómo te llamas?—se animó a preguntar. En clase había oído su nombre, pero el nerviosismo y el temor que lo llenaron lo hicieron no prestar suficiente atención a aquel detalle.

     —Me llamo Vegeta Saiyan…

Notas finales:

(17/01/2020  By Near)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).