Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sexting por Princesa de los Saiyajin

[Reviews - 72]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

21

Inestabilidad

 

Ambos jóvenes tomaron asiento juntos en una de las filas de espacios en el autobús. Vegeta seguía alborotando un poco su cabello, luego de que su madre se lo había “arreglado”. Goku posó su mirada en la ventana, buscando distracción entre los edificios que dejaban atrás con gran velocidad. Tragó saliva y respiró profundo.

     En esa ciudad a donde se dirigían había vivido demasiadas cosas horribles, fue la cuna de su desgracia. E, incluso, se había sentido inmensamente feliz de haberla abandonado. Pero ahora tenía que cumplir con la promesa que hizo. Bueno, no había sido una promesa exactamente, el Saiyan seguramente le hubiera permitido retractarse en cualquier momento si decidía no acompañarlo.

     No obstante, Vegeta también necesitaba apoyo, y no podía ser egoísta y negárselo. Acompañar a Vegeta en su última cita con el psicólogo era una forma de expresarle que lo quería, una forma de amor más sincero; porque, muy a su pesar, todavía no podía acostumbrarse a las muestras físicas.

      De momentos se sentía bobo, esas dos semanas habían sido duras para él. Muchas veces en el pasado abrazó a Vegeta y durmió entre sus brazos sin problema alguno. Pero ahora no se sentía bien con ello, su corazón latía desmesuradamente y un pequeño temor interno se acrecentaba. Constantemente las dudas en su cabeza aumentaban, y no podía ahuyentar aquella sensación de creer que cada cosa que haga (referente a su relación) estaría mal.

     Y no es para menos. Nunca en su vida había tenido pareja, y tampoco tenía el conocimiento adecuado para poder saber cómo se debía actuar en una relación. Si bien una parte de él le decía que sólo debía dejarse llevar y actuar de acuerdo con sus impulsos, una vocecilla traviesa y burlona le decía que no era así.

     Su novio era demasiado paciente, le había dicho perfectamente que no había inconveniente si quería distancia y que siguieran de acuerdo al ritmo con el que se sienta cómodo. Sin embargo, también comenzaba a sentirse inseguro en ese detalle, temiendo que el exceso de interrupciones por su incomodidad llegue a cansar al mayor.

     En los entrenamientos se sentía bien, excelente de hecho. Pero a la hora de tener la mirada de Vegeta fija en él, con una sonrisilla ligeramente seductora, o con una expresión atractiva y coqueta, no sabía cómo reaccionar. Sentía que el corazón se saldría de su pecho, y lo veía todavía muy lejano a pesar de que ahora estaban formalizados como una pareja.

     ¿Vegeta se hartaría de él si sigue negándose a besarlo? Tampoco es como si el Saiyan insistiera tanto, en realidad se limitaba mucho, o parecía que no le interesaba tanto hacerlo. Pero, al final, era lo que una pareja hacía para demostrar su cariño. Y no podía negarlo, también quería poder disfrutar una tarde entre los brazos del más bajo besándose un rato, abrazándose con cariño, o simplemente sentir la respiración del otro cerca de la suya.

     Mas no se sentía capaz de ello. Muy a su pesar, muy en el fondo, todavía sentía que no lo merecía. Algo bastante complicado, considerando que muy apenas había aprendido a ver lo positivo de su persona. Vegeta todos los días le recordaba, con palabras y pequeñas acciones, lo valioso y significativo que era para él. Entonces, ¿por qué todavía se aferraba a la idea contraria?

     —¿Eh? —se sorprendió al sentir la cabeza del más bajo apoyándose en su hombro—. ¿Qué…? N-no te duermas, Vegeta. No sé dónde es el lugar al que iremos.

     —Tú también vivías en esa ciudad—bostezó y se acomodó de mejor manera.

     —Vegeta, no te duermas.

     —¡Bah!, no me dormiré—volvió a abrir los ojos—. ¿Qué piensas?

     —Nada.

     —¡Hmph! Ahora dime la verdad.

     —Sólo… ¿Tú te cansas de que siempre estoy cortando los momentos?

     —Kakarotto, el simple hecho de estar a tu lado es suficiente para mí. Lo otro no es importante, de verdad.

     —¿Estás seguro?

     —Kakarotto, tú y yo tenemos algo que nadie reemplazará. Cuando entrenamos, o jugamos videojuegos, incluso con la forma de caminar juntos que tenemos, tú y yo tenemos una gran coordinación. Conocemos perfectamente al otro, podemos pasar todo el día y toda la noche sin aburrirnos. Cualquier pareja puede estar de empalagosa, Kakarotto; pero no cualquiera podrá tener la conexión que tú y yo tenemos. Somos el equipo perfecto.

     —Gracias, Vegeta—una sonrisilla tímida se mostró en sus labios.

     —Ven, toma una siesta. El viaje será largo. —El Son apoyó su cabeza contra la del Saiyan, cerró los ojos y dejó que el autobús en movimiento lo arrullara.

 

***

 

Parpadeó un poco, acostumbrándose a la luz; se incorporó, sintiendo un poco de dolor en el cuello a causa de la mala posición en la que se había dormido. Miró hacia la ventana, recordando aquellos paisajes llenos de edificios de oficinas. Miró hacia el Saiyan, que todavía tenía los ojos cerrados.

     —¿Te dormiste? — preguntó, mas no recibió ninguna respuesta—. Vegeta, despierta…—lo movió un poco.

    —¿Qué? — la voz ronca pero algo baja le preguntó—. ¿Eh? ¡Ouch! —se tocó el cuello, al parecer él también se había lastimado por una mala posición.

     —Vegeta…

     —¿Qué dices? —miró por la ventana—. Todavía falta, no te preocupes.

     —¿Estás seguro?

     —Sí—su celular vibró, lo sacó y se lo mostró—. Calculé más o menos el tiempo para poner una alarma por si me dormía.

     —Oh…—bajó la mirada—. Lo siento.

     —No te disculpes. ¿Descansaste?

     —Sí—volvió a apoyar su cabeza contra la del Saiyan—. ¿Después de que termines tu cita iremos a tu casa?

     —Podemos ir a comprar algo de comida, lo que tú quieras.

     —Quisiera algo de arroz y pollo condimentado — sonrió al sentir la mano del mayor tomando la suya—. ¿En serio no tienes miedo de que alguien…?

     —Ya te dije que no—soltó aire en un pesado suspiro—. Sé dónde venden onigiris, ¿te gustaría?

     —Ya te harté, ¿verdad?

     —¿Qué? ¡No! ¡Hmph! — volvió a soltar aire—. Kakarotto, no puedes vivir con miedo cada segundo de tu vida. No hacemos nada malo, y pese a que ante sus ojos sí lo es, ambos sabemos que tienen que cambiar su mentalidad—tomó su mochila y se la colocó—. La siguiente parada es la nuestra, ¿no se te queda nada?

     —No, tomé todo.

     Bajaron cuando el autobús frenó y caminaron un poco por la banqueta, para alejarse del tumulto que esperaba abordar el transporte. Una vez continuaron su camino, Vegeta decidió volver a hablar, retomando su conversación.

     —No me gusta ver cómo cedes ante las peticiones de los demás. Si no haces nada malo, ¿por qué dejarlos tratarte así? —aprovechó el momento donde cruzaron la calle para tomarle la mano al menor—. Si nunca les pones un alto, ¿cuándo se detendrán y entenderán que ellos están actuando mal? —Goku se detuvo—. ¿Me equivoco?

     El Son miró a su alrededor, sí había muchas personas; algunas pasando rápidamente para ir a trabajar o a la escuela, algunos vendedores ambulantes de dulces, así como parejas y grupos de amigos charlando mientras caminaban. Goku miró a Vegeta, estaban ambos de frente en medio de la banqueta. Se hizo un poco hacia atrás, pegándose contra el muro que conectaba a un parque, para evitar estorbar tanto a los que pasaban; el Saiyan también se acercó al Son, dejando espacio libre a sus espaldas para los que caminaban.

     El más alto se quedó viendo un largo rato el rostro serio de Vegeta. El mayor lo veía de forma inexpresiva, sin decir nada, esperando que él tomara la palabra. El menor, en su mente, tuvo que admitir que tenía razón; de una u otra manera se debía poner un alto a esas personas; quizá no sólo por él, sino también por otros chicos que pudieran estar en una situación similar.

     Vegeta era alguien justo, que incluso iría contra el mundo entero por defender lo correcto. Además, al mismo tiempo que hacía eso, lo hacía sentir seguro. Soltó un suspiro y miró al suelo. Lo llenaron unas enormes ganas de decirle “no, no te equivocas. Soy yo el que no puede hacerlo”, pero no fue capaz de admitirlo.

     —No…—fue lo único que alcanzó a salir de sus labios.

     —¿Quieres que te compre un caramelo? —sonrió ante la pregunta, que le fue hecha acompañada de una ceja ligeramente alzada.

     Miró unos segundos aquel rostro sereno, donde una discreta línea se había formado en su ceño a causa de las múltiples veces que mostraba una expresión molesta. Pero esos ojos, atentos a él, le intentaban trasmitir algo de calma pese a que no lo dijera. Mordió su labio inferior a la par que sus mejillas se comenzaban a colorar.

     Se inclinó hacia adelante y, por un segundo, pudo ignorar el bullicio alrededor suyo para besar al mayor. Un beso casto, algo rápido, para después abrazarse a aquel cuerpo—. Aishitemasu, Kakarotto—le dijo Vegeta en el oído tras el inesperado acto.

     —Ya vámonos, llegaremos tarde a tu cita—la sonrisa algo burlona y maliciosa que el mayor mostró lo hizo avergonzarse más.

     —Claro, vayamos—la mirada maliciosa la mantuvo mientras caminaban, pero esta vez hacia el frente. Incluso una sonrisilla discreta se divisaba en sus labios.

     —Deja de burlarte—el mayor soltó una risilla baja.

     —Tenemos que cruzar la calle—tomó su mano y llegaron a la esquina, esperaron que el semáforo cambiara y a que todos los autos se detuvieran para poder atravesar aquella avenida.

     —¿Extrañas vivir aquí, Vegeta?

     —Para nada. Me atrevería a decir que mi vida ha mejorado desde que nos mudamos—entraron a un lugar que parecía una clínica. Subieron al segundo piso y Goku tomó asiento en una silla de espera, con las cosas de ambos a un lado—. Te dejaré mi celular, para que juegues un videojuego o veas un video si te aburres. Espero no extenderme mucho.

     —Descuida, Vegeta. Tómate el tiempo que necesites.

     El Saiyan tomó aire y entró al consultorio una vez que habló con la secretaria y le autorizó el pase. Goku miró el teléfono unos segundos, apreciando el reflejo de su rostro en la pantalla apagada. Sin ánimos de nada, guardó el móvil y únicamente se dispuso a leer los múltiples carteles informativos que había en las paredes.

 

Luego de una hora y veintidós minutos, por fin salió. Volteó hacia él, notó cómo se despedía del doctor y de la secretaria, para después acercarse a donde estaba. Se sentó a su lado y estiró sus brazos, duraron unos segundos en silencio.

     —¿Nos vamos?

     —Claro. ¿Te fue bien?

     —Sí… Bueno, hablamos de muchas cosas. Incluso me dijo…—pasó la mano por su propia cabellera—que me notaba más feliz que la última cita. Le hablé de ti.

     —¿Le hablaste de mí?

     —Sí. Le conté algunas cosas que pasaron, de la tranquilidad que sentí cuando mamá te aceptó, de cómo fui bien recibido por tu madre; todo eso. Me dijo que era prueba de que por fin estaba recuperando el rumbo de mi vida, y que tenía una mejora—el Son le sonrió—. ¿Nos vamos?

     —Claro—se levantaron y buscaron la salida. Goku, al ver la serenidad y paz que tenía Vegeta reflejada en su rostro, se sintió muy feliz por ello.

     Caminaron hasta un restaurante cercano, y pidieron algo de comida. El Son incluso se emocionó por la tradicional decoración que tenía el interior. Disfrutaron de un momento a solas, donde conversaron un poco sobre cosas triviales.

     —¿También le contaste a Tarble? —preguntó tras lo dicho por el mayor.

     —Sí. Creo que no lo entendió correctamente, pero se lo tomó bien. Es un niño, todavía no entiende bien la transición de amistad a relación, pero se puso feliz al saber que podrá jugar contigo más tiempo—el Son bajó la mirada, con una sonrisilla—. ¿Quieres un postre?

     —Sí quisiera.

     —¿Quieres dango, dorayaki o mochi?

     —Dorayaki. ¿Lo compartirías conmigo?

     —Por supuesto.

   La orden final fue servida, comieron y se retiraron. Caminaron por la acera despacio, incluso Goku había adquirido la valentía suficiente para tomar de la mano al mayor. Vegeta no parecía haber olvidado de la ubicación de los distintos lugares donde estaba. Aunque, claro, sólo habían sido nueve meses fuera de ese lugar; contrario a él, el Son llevaba casi cuatro años cumplidos desde que abandonó la ciudad.

     —¿Entonces siguen activos todos los servicios? —preguntó cuando estaban a menos cuadras de su hogar.

    —Esta casa está más cerca del aeropuerto. Si mi padre en algún momento llega de viaje, prefiere quedarse aquí la noche antes de conducir hasta la Montaña Paoz. Además, es posible que si le ofrecen un ascenso quiera mudarse de regreso—el Son se detuvo—. ¿Qué pasa?

     —¿En serio haría que todos se muden? Pero… ¿y la Montaña Paoz? Creí que les gustaba el lugar.

     —¿Eh? Claro, claro… —volvió a tomar su mano y lo hizo seguir caminando—. Hice un acuerdo con él, porque sabe que yo no quiero volver aquí en un tiempo. En caso de que reciba un aumento y deban regresar aquí, me quedaré en la Montaña Paoz y terminaré la preparatoria. También me serviría para acostumbrarme cuando vaya a la universidad y deba rentar un departamento cerca.

     —¿Universidad?

     —Sí, Kakarotto. ¿Tú no…?

     —Es sólo que…—soltó una risilla baja—. Ni siquiera lo he pensado.

     —Bueno. En algún momento, si decides estudiar, podemos rentar un departamento juntos cerca del campus—el Son incluso sintió el calor aumentar en sus mejillas tras la propuesta—. O incluso sólo hacernos compañía.

     —Me gustaría. —Siguieron caminando hasta que por fin llegaron a su destino.

     Se trataba de una casa posicionada en un terreno amplio, un jardín grande tanto delantero como trasero, delatando que la familia Saiyan tenía una buena posición económica. La casa tenía dos pisos, y se visualizaba una chimenea en el techo. Además, había tres casitas de madera contiguas en una orilla.

     —Espera aquí, mamá pidió que primero hablara con el vecino.

     —Claro, Vegeta—le dedicó una sonrisa y se recargó contra la cerca blanca que rodeaba el patio delantero.

     Hizo un ademán de saludo cuando el hombre seguía a Vegeta al interior de la casa. Puesto que la madre de su novio había pedido, por precaución, que revisaran la casa por dentro para confirmar que nadie había forzado las cerraduras y estuviera escondido.

     Mientras ellos hacían el recorrido, se quedó admirando las florecillas moradas que se ubicaban en las esquinas interiores de la cerca, lucían como espiguillas lilas en pequeños arbustos; además de que brindaban un agradable perfume. Se quedó mirando con más detalle las plantas, adornaban también las esquinas del muro de la casa.

     —¿Acaso son flores de…? —estiró su mano y arrancó una, para acercarla a su nariz y olfatearla un poco—. No…

     —Gracias por acompañarme—escuchó al Saiyan despidiéndose del hombre.

     Goku bajó la mirada, sintiendo de pronto unas increíbles náuseas. Las lágrimas no tardaron en llenar sus ojos, incluso comenzó a gimotear bajito. Sus nervios aumentaron demasiado, tenía semanas sin haber tenido una recaída, pero en ese momento todas aquellas emociones negativas volvían de golpe a su cuerpo. ¿Cómo era posible que no le dijera acerca de eso? Un detalle pequeño pero muy importante.

     —¿Vamos adentro, Kakarotto? —preguntó llegando a su lado—. ¿Eh? ¿Qué ocurre?

     —Nada…

     Comenzó a caminar, adelantándose y evitando la mirada del más bajo—. ¿Qué diablos pasa? —lo sostuvo del brazo, pero el menor únicamente se libró del agarre para continuar caminando—. No ahora…

     Goku entró a la casa y, guiándose porque la sala y la cocina se visualizaban en el primer piso, buscó en el segundo piso la habitación que pudiera pertenecer al Saiyan. No se le dificultó identificarla, ya que la otra puerta inmediata mostraba una decoración infantil, y la de Vegeta algunos trofeos llenos de polvo.

     Se sentó en el suelo recargándose en la pared, tragó un poco de saliva a como el nudo en su garganta se lo permitía Abrazó sus piernas y siguió llorando, esta vez no pudo contenerse y su llanto fue algo escandaloso. Comenzó a encajar las uñas en sus brazos, en un intento de evitar arañarse nuevamente como la desesperación alguna vez lo orilló.

     Podía superar todo, que tuviera una expareja que fuera tan bella con montones de certificados que avalaran eso. ¿Pero una familia? No había forma de reemplazar u ocupar el lugar de una pareja y un bebé en camino.

     Se levantó rápidamente y, rogando por que fuera un baño, abrió la puerta que había aparte de la entrada. Se acercó al inodoro cuando lo visualizó y vomitó en él. El cambio drástico de emociones había provocado aquel malestar intenso que ahora presentaba.

     Una segunda arcada lo hizo inclinarse y sostenerse en el muro. Con su cuerpo temblando siguió sollozando, su rostro ya estaba empapado de lágrimas y la saliva escurría de la comisura de sus labios, goteando en el agua ya turbia del inodoro. Bajó la palanca y continuó sollozando, un largo tiempo duró en esa posición, desahogando su sentir.

     Llegó el punto en que terminó agotado. Intentó regular su respiración, caminó despacio al lavabo y enjuagó su boca. Se miró en el espejo, el reflejo mostraba sus ojos hinchados, su rostro enrojecido y su expresión de desesperación. Intentó relajarse, aunque el sólo imaginar que trataba de ocupar un lugar que no le correspondía era demasiado para soportarlo. Estiró su cabello, respiró hondo y tomó valor para salir a la habitación.

     Buscó su cepillo de dientes y el dentífrico, para lavar su boca y quitar cada rastro del sabor de los ácidos estomacales. Aunque cada vez que trataba de cepillar su lengua sólo sentía que volvería a vomitar, pese a que ahora su estómago ya estaba vacío. Se enjuagó y una vez más se miró.

      —Debo salir…—pensó luego de un largo suspiro. Volvió a lavar su rostro y lo secó con la parte baja de su playera. Se observó a detalle, creyendo que por fin había reducido la expresión de dolor en su tez.

     Caminó hacia afuera, encontrándose con Vegeta sentado contra la pared de enfrente, mirándolo con expresión seria. Evitó su mirada, se sentó nuevamente contra la pared y abrazó sus piernas—. Debemos hablar. ¿Qué ocurre?

     —Nada.

     —Kakarotto…—insistió, esta vez con un tono más alto.

     —Vegeta… ¿algún día me ibas a decir la verdad?

     —¿Verdad? ¿De qué diablos hablas? —incluso había alzado sus cejas por la sorpresa de la pregunta.

     —Tú… —tomó aire profundamente intentando adquirir valor—. Tienes muchos arbustos de lavanda en tu jardín.

    —Ah, sólo algunos. ¿Por qué?

     —Tú…—tragó saliva, sintió los ácidos estomacales subírsele en el esófago y regresar de nuevo a su estómago. La impresión que había presentado fue demasiado, que el reflujo era mayor—. Dijiste que Kyabe olía a lavanda, y que su pareja había plantado lavandas en su jardín para recordarlo…

     —¿Yo dije eso? ¿Fui tan específico? —incluso se puso a pensar—. Fue el día de la cita, ¿cierto? —cayó en cuenta de algo, se levantó y comenzó a caminar hacia él—. Oh, oh, oh. ¿Tú crees que Kyabe y yo…? —el Son desvió la mirada—. Kakarotto, mírame—Goku alzó la vista, con sus ojitos llenándose de lágrimas con cada segundo que pasaba—. Kyabe y yo no tuvimos ninguna relación.

     —Pero las lavandas…

     —Hey, mírame—el Son asintió despacio, limpió con su antebrazo las lágrimas que alcanzaron a salir—. Perdona que haya sido tan específico aquella vez y que no haya aclarado las cosas cuando llegamos. —El menor tragó saliva—. Lamento haberte provocado esta reacción.

     —Vegeta—susurró su nombre, el Saiyan subió su mano hasta el rostro del menor, acariciándole la mejilla—. ¿Por qué las flores?

     —Por una historia completamente ajena a eso—buscó en su mochila un chocolate que estaba guardado y lo mordió, ofreciéndole primero al Son que se negó—. Cuando era pequeño solía traer varias mascotas a casa. Sobre todo, perros; había antes un refugio para animales cercano, lo cerraron cuando quisieron ocupar el área para una notaría pública. Yo era voluntario cuando tenía como doce años. No sé si notaste que había tres casitas de madera algo viejas en la entrada.

     —Sí las noté.

     —La lavanda no sólo tiene propiedades relajantes, o sirven de decoración. También sirve como repelente para pulgas. Y como a veces los traía a casa para bañarlos o curarles heridas, tener un “repelente natural” era mejor opción, los químicos podrían lastimarlos—soltó una risilla baja—. Y mamá creyó que era buena idea, para ver si dejaba las peleas por un tiempo, por ocuparme con los animales. Lo cierto es que esos tres meses fueron bastante tranquilos; pero luego cerraron el refugio para cambiarlo a otra zona y volví a dar problemas.

     —¿Entonces sólo era por eso? —el mayor asintió, Goku sólo atinó a pasar sus manos por su cabello, se veía arrepentido y frustrado—. Perdón.

     —Kakarotto, ahora que lo mencionas, acepto que tengo parte de responsabilidad porque se abrió este espacio de duda—soltó aire, aunque no se veía molesto, sino preocupado por la expresión que tenía el Son. Goku, por su parte, sólo empuñó sus manos fuertemente, casi lastimándose—. Acércate.

     Lo acomodó y, como pudo de acuerdo a la diferencia de estaturas, lo abrazó con cuidado, sintiéndolo temblar un poco. Acarició su cabellera, consiguiendo que volviera a sollozar, permaneció un rato así, teniéndolo entre sus brazos intentando consolarlo.

     —Debes pensar que yo…

     —No pienso nada—lo interrumpió. Le tomó las manos para que dejara de herirse—. Te confieso que, ante la misma situación, yo hubiera pensado igual. Y también habría sido una impresión grande que no sabría cómo reaccionar—para ese entonces ya estaba un poco más tranquilo, iniciando el proceso de relajación—. Posiblemente habría salido y habría golpeado algo—el menor soltó una risita, delatando que por fin estaba tranquilo—. Del 1 al 10, ¿qué tan grave fue?

     —Ocho…—soltó aire y tocó su abdomen—. Creo que dormiré un poco.

     —Salgamos—se levantó y le extendió la mano—. Quiero que vayamos a un lugar que te gustará.

     —No creo sentirme bien para ello.

    —En el camino te sentirás bien. Anda—dudoso tomó la mano del mayor.

     Fueron a la salida, Vegeta aseguró bien la puerta y guardó la llave. Goku notó que la noche había caído ya, y que en el cielo no podía divisarse ninguna estrella debido a la contaminación lumínica. Sonrió con un poco de ternura cuando vio al hombre que los acompañó esa tarde y a su esposa sentados sobre mecedoras, disfrutando de la paz nocturna.

     —¿A dónde van, muchachos?

     —¿Eh? —se aproximó a la cerca de la casa de su vecino para que consiguiera escucharlo—. Vamos a dar un paseo, volveremos en un rato.

     —Tengan cuidado, muchacho—pidió el adulto volviéndose a acomodar en su asiento.

    Vegeta tomó la mano de Goku tan sólo perdieron a la pareja de vista. Las calles eran iluminadas por farolas, donde una que otra luz parpadeaba. El Son iba despacio, tocando su abdomen con la mano libre. No se veía muy convencido de haberlo acompañado.

     —¿Quieres que, de regreso, compremos algo de helado? —al Son se le iluminó la mirada, Vegeta soltó una risita baja al notarlo—. ¿Chocolate?

     —Napolitano—sus mejillas se ruborizaron cuando respondió.

     —Es aquí—se detuvo frente a una casa, cuyo jardín estaba adornado con múltiples arbustos de lavanda, tapizaban toda la orilla de la cerca y toda la orilla del muro de la casa. Además de que había unas plantitas pequeñas colgando a cada lado de la puerta principal.

     —¿E-es la casa de…?

     —Sí. Lindo jardín, ¿no crees? —el Saiyan se recargó contra la cerca, mirando el pasto verde y frondoso.

     —Bastante… Vegeta, no deberías tomar tanta confianza. La gente que pasa puede pensar que quieres entrar a robar.

     —¿Qué? Estoy viendo las flores, que ni se quejen. No es asunto suyo—Goku sonrió, pero borró su sonrisa al notar las cortinas correrse rápidamente en el interior de la casa.

     —¡¿Qué hacen ahí?!—un muchacho salió de la casa, con un bate en mano—. ¡Váyanse!

     —¿Sin saludar primero? —respondió el Saiyan, bajando de la cerca con un salto. En ese momento le causó un poquito de gracia que el mayor tuviera que colgarse de la madera para poder alcanzar los arbustos y haber cortado una florecilla.

     —¿Vegeta? —soltó una risilla y recargó el bate dentro de la casa—. Creí que ahora vivías en otra ciudad.

     —Montaña Paoz. Vine sólo por esta noche—el chico les abrió la reja para que pasaran—. Kakarotto, te presento a Soul. Soul, te presento a Kakarotto.

     —Hola—chocó su puño con el Son—. Pasen, ¿les sirvo algo?

     —¿Tienes algún té? Kakarotto no se siente muy bien—llegaron al interior de la casa y los guio a la cocina.

     —¿Canela está bien? —el menor asintió algo apenado—. Pondré la tetera.

     —Creí que te estabas quedando en ciudad del Norte.

     —Tomé un año sabático, para ayudar a mamá con su vivero. Necesitaba un respiro del estrés, las clases me tenían harto. Además, quería pasar tiempo con el profesor Gohan. Por cierto, sería bueno que pasaras a visitarlo algún día.

     —En otra ocasión, he estado ocupado—miró hacia la ventana—. ¿Cómo les ha ideo con las ventas?

     —Bastante bien. Aunque no faltan los clientes pesados—cuando el agua hirvió vertió los palitos de canela para que siguiera hirviendo—. ¿Volviste a entrenar?

     —Sí, me preparo para la competencia. Kakarotto también entrena.

     —Eso es genial, me gustaría ir a apoyarlos algún día—sirvió el té y le colocó la azucarera a un lado junto con una cuchara.

     —Gracias.

     —¿Entraste al equipo de béisbol?

     —Sí, aunque no tuvimos una buena temporada—soltó una risilla—. Creo que tengo algunas galletas de chispas de chocolates. ¿Quieren?

     —No, gracias. Estoy bien—el Son se veía bastante apenado por el recibimiento del chico que, pese a que minutos atrás parecía amenazarlos con un bate de béisbol, realmente era un chico increíblemente amable.

     —Si quieres algo más sólo dilo—miró al Saiyan—. ¿Entonces sólo pasarán esta noche aquí?

     —Así es. Mañana temprano tomaremos un autobús para regresar, tenemos clase el lunes y ya imaginarás.

     —Por lo menos cada vez estás más cerca de graduarte—notó que el Son había terminado su bebida—. ¿Quieres que te sirva otro poco?

     —No, gracias. Con eso fue suficiente. Te lo agradezco mucho.

     —Pensé que tal vez podrías dejarnos ver tu jardín trasero—mencionó Vegeta.

     —¡Lo hubieras dicho antes! —se levantó con una sonrisa—. Vengan, chicos. Hay muchas flores naciendo esta temporada.

     Los guio hasta la puerta trasera. Conectó una extensión que colgaba a un lado en el muro, por la ventanilla se alcanzó a divisar un aumento en la iluminación. Abrió la puerta y la sorpresa se plasmó en el rostro del Son al ver las maravillas que tenía.

     Había una pequeña fuente eléctrica hacia la derecha, con unas lucecitas en el suelo del jardín. Tenía muchas macetas, la mayoría se trataba de plantas para su venta, pero tenía de todo tipo. Desde un pequeño cerezo que muy apenas medía un metro, así como rosales, flores como orquídeas; incluso una parra que tenía unas uvas en su base, seguramente su primer fruto.

     El ambiente nocturno le daba un toque mágico a ese paraíso, donde una gran combinación de perfumes inundó sus fosas nasales. Dio unos pasos hacia adelante, siguiendo al chico que movía unas cuantas macetas en el suelo para abrir paso.

     —Anda, no tengas miedo, puedes ver todo lo que hay.

     —¿Puedo?

     —Sí, con confianza—animó el mayor de los tres. Goku, maravillado, se abrió paso para ver todo lo que había ahí.

     —¿Te gustaría llevarte algo, Vegeta? —comenzó a charlar con el Saiyan, que se quedó cerca de él arrancando una hoja a la planta de menta y después llevándosela a la boca—. Hey, no te comas eso.

     —También vendías semillas, ¿cierto?

     —¿Semillas? Sí, tengo algunas. ¿Buscabas algo en específico? Muchas marcas que venden en los supermercados no funcionan bien, tengo unas que compré cuando fui a una zona rural.

     —Fresas—el más alto se puso a pensar—. Frambuesa también está bien.

     —Tengo unas cuantas bolsitas. Tu mamá siempre hacía postres, ¿es por eso?

     —Tal vez —soltó una risita—. ¿Entonces sí tienes?

     —Sí. Iré a buscarlas—el chico entró a la casa, así que Vegeta aprovechó para mirar con detalle a Goku, que estaba muy ocupado olfateando todas las flores que encontraba. Sonrió y volvió a arrancar otra hoja de menta para meterla en su boca—. Una de fresa y otra de frambuesa—oyó a sus espaldas. Soul tenía una caja en sus manos y leía las etiquetas de las bolsitas—. La tierra allá es fértil, podrás sembrar cualquier cosa.

     —Por ahora estaré bien con esto—hizo el pago debido; se sentó en la orilla del muro de contención del desnivel del jardín trasero, y Soul se sentó a su lado—. ¿La señora Ox-Satán sigue vendiendo hamburguesas?

     —Sí, su local sigue donde mismo. ¿No han cenado?

     —No. Iré a comprar algo, ¿lo cuidarías, por favor?

     —Claro—el Saiyan se retiró y, luego de unos minutos, el Son por fin se dio cuenta de su ausencia—. Fue a comprar algo de comida—le avisó.

     —Oh, está bien—se sentó al lado del mayor—. Tienes muchas cosas bonitas aquí.

     —¿Todavía te sientes mal?

     —¿Eh? —rascó un poco su brazo mientras bajaba la mirada—. No, ya estoy mejor.

     —Te notas triste, ¿quieres hablar de eso?

     —Yo…—tragó saliva—. Es sólo que…—titubeante, sobre todo conociendo que era un tema delicado para el mayor, decidió continuar evitando mencionar detalles—. Me dejé llevar por mis emociones por un malentendido que yo solo me creé.

     —Oh… creo que sé a qué te refieres. También me ha pasado—levantó su mirada hacia el cielo—. Nuestra mente es nuestro peor enemigo, y la forma de vencerlo es comprobar las cosas que nos hace imaginar.

     —Toqué un tema que no debí y creo que lastimé a Vegeta, aunque no me lo diga.

     —¿Vegeta?, ¿lastimado? —soltó una risita baja—. ¿Fue reciente? Luce demasiado animado. Te lo digo yo, que lo conozco desde hace casi tres años.

     —¿En serio? —soltó aire—. Aun así, no debí…

     —Tal vez si me cuentas mejor te podría decir si de verdad es un tema que le haya afectado. Aunque, insisto, no luce afectado por algo. —Volvió a ver al Son por el enorme silencio que se formó entre ellos—. Fue sobre Kyabe, ¿cierto? —el menor cerró sus ojos con fuerza—. Hey, tranquilo. Está bien.

     —Yo creí que Vegeta iba a tener un bebé con Kyabe. Malinterpreté las lavandas que tenía en su jardín—miró la sonrisilla burlona del más alto—. ¿Q-qué?

      —Nada, sólo es divertido que de verdad pensaras eso sólo por unas flores—sonrió—. ¿Has visto el parque principal? Está tapizado de lavandas—miró al cielo—. Él no tendría por qué mentir u ocultar algo como eso. Además, Vegeta jamás haría algo como eso, ¿sabes? Él no es un irresponsable.

     —¿Irresponsable?

     —Kyabe fue importante para mí, pero yo, como el mayor, debí tomar un poco más de responsabilidad. Las cosas pasaron y, bueno, Kyabe quedó encinta. ¿Tienes idea de qué tan poco probable es que un doncel se embarace sin necesidad de tratamiento previo? Casi nula—soltó un suspiro—. Kyabe había recuperado el brillo en su mirada, tenía ilusiones.

     —Imagino que tú también—el mayor asintió.

     —Por muchas razones, empezando porque no tenía ni siquiera un trabajo, era demasiado joven, teníamos todo en contra. Pero iba a esforzarme, de verdad iba a hacerme cargo—revolvió su cabellera—. Kyabe estaba feliz, él no quería ver las consecuencias de un embrazo a tan corta edad y yo tampoco se lo quería hacer ver, no le quería arrebatar las ilusiones que tenía. Pero Vegeta no estaba contento con la idea, incluso me amenazó.

     —¿Te amenazó?

     —Por no haberme cuidado. Aunque, no es fácil tomar postura sobre eso; Vegeta también se sentía feliz porque Kyabe volvía a ser una persona alegre, aunque atentaba con su salud por ser demasiado joven—el Son asintió, entendiendo que era difícil tomar una decisión así—. Quería que yo estuviera más al pendiente de Kyabe, más de lo que ya lo hacía, y así ambos cuidaríamos de él. Yo me enteré del embarazo tres días antes de lo que le hicieron, se me vino todo abajo.

     —Lo siento.

     —Tranquilo. Estoy bien—miró al cielo—. Algún día, en muchos más años—aclaró—, nuestras almas volverán a encontrarse. Y, mientras tanto, quisiera cumplir algunas metas que tengo. Donde quiera que esté, sé que él me espera. Así que quisiera continuar, por ambos.

      —Soul, si algún día necesitas a alguien, sabes que puedes contar con Vegeta. Y también puedes contar conmigo—el mayor le sonrió—. Seamos amigos.

     —Claro que sí—oyeron la puerta abrirse, era el de cabello en forma de flama—. Hey, Vegeta. ¿Encontraste abierto?

     —Sí, dejé la comida en la mesa. Aunque hay una señora afuera, diciendo que venía a recoger un pedido.

     —Debe ser la señora Yang—se acercó a una esquina y tomó una maceta con una orquídea—. Ahorita vuelvo.

     Vegeta ocupó el lugar donde antes Soul estaba. Goku atinó a columpiar sus piernas en un intento de distraerse del nerviosismo que le ocasionaba el estar cerca del Saiyan a solas. Sintió la mano del más bajo tocar la suya, al mirarlo notó que tenía su vista fija en el cielo.

      —Lamento lo de hace rato.

      —Kakarotto, sólo te pido que confíes en mí. Y que me dejes saber qué es lo que te incomoda. Sólo eso—el menor soltó aire y sonrió, notando que Vegeta seguía sereno, en un estado de paz tan grande; él ya había conseguido estar tranquilo con la vida y consigo mismo.

     El primer día, cuando se conocieron, Vegeta tenía una expresión de fastidio, y de molestia, un rostro intimidante que intentaba decir que pelearía en cualquier momento con quien se le atravesara en frente. Y, aunque ahora esa última expresión seguía, podía notar con esos ojos entrecerrados y ceño relajado, que el Saiyan por fin estaba en paz. Aquella felicidad de la que se había privado, por su propia familia y por la sociedad que lo rechazaba, la había recuperado. Incluso se atrevería a decir que, con esa mirada, se veía mucho más apuesto que cuando lo conoció.

     —Vegeta—lo llamó, el más bajo volteó a verlo.

     Colocó su mano en el hombro del mayor y aproximó su rostro al suyo, para unir sus labios en un suave beso. Al terminar se abrazó a él e intentó ocultarse en su hombro—. Definitivamente no esperaba esto—Goku se separó para verlo, tenía sus mejillas enrojecidas. Vegeta colocó su mano en la barbilla del menor y volvió a besarlo.

     ¿Cuántas veces su Kakarotto tomaba distancia porque se ponía ansioso ante la cercanía de alguien más? Claro que no le molestaba, pasar tiempo con él haciendo cualquier cosa era suficiente para él. Pero ver aquellos ojos dudosos y nerviosos lo hacían saber que Goku sí quería, pero todavía tenía un poco de miedo.

     Pero ahora, luego de una pésima tarde, se mostraba demasiado seguro. Por fin recuperaba la confianza perdida en sí mismo, y era capaz de tomar la iniciativa en aquel acto—. Canela…—le susurró en el oído cuando se separaron. Y, en lugar de avergonzarse, Goku soltó una risita baja.

     —Así que un buen amigo, ¿eh, Vegeta?

     —Yo nunca dije que fuera sólo un amigo—miró al chico que los veía recargado en el marco de la puerta—. ¿Te importaría?

      —Vengan a cenar—le dijo riéndose.

      Los menores entraron y, por primera vez para los viejos amigos en mucho tiempo, pudieron disfrutar una cena en tranquilidad y paz; riendo, contando historias, pero sobre todo volviendo a vivir.

 

Al terminar de comer, ambos adolescentes se retiraron para evitar caminar más tarde en la oscuridad de la noche. Además, su viaje de regreso a Montaña Paoz sería temprano, por lo que necesitarían descansar bien.

     —Gracias por haberme llevado, Vegeta. Me gustó mucho—ambos caminaban de regreso a la casa Saiyan.

     —No es nada, podemos volver cuando quieras.

     —¿Tienes la llave?

     —Sí, la tengo—saludaron con ademán a la pareja que seguía en las mecedoras—. Buenas noches—dijo el mayor para que lo oyeran.

     Entraron y cerraron bien, subieron hasta la habitación del Saiyan y acomodaron unas mantas en el suelo, para poder dormir. Cuando terminaron de alistar todo se acostaron abrazados, Goku apoyando su cabeza en el pecho del mayor, arrullándose con el sonido de su corazón latiendo.

 

***

 

—Goku, cariño, ¿seguro que tu mami vendrá? Ya pasó mucho tiempo—preguntó la mujer, llevaban bastante tiempo los cuatro esperando en el estacionamiento de un restaurante.

     —Sí, señora Saiyan—respondió un poco apenado—. Puedo esperar yo solo, no se preocupe.

     —No te voy a dejar solo aquí—Goku siguió jugando con Tarble, mientras Vegeta salía con un cono de helado para el más pequeño.

     —Gracias, Veg—el niño tomó el helado y comenzó a comer, dejando de jugar. Como el Son ya estaba disponible, se paró a su lado y tomó su mano. Con su pulgar le acarició la palma.

     —Mi mamá ya llegó—mencionó cuando la mujer buscaba un espacio disponible.

     —¿Significa que tengo que esperarme hasta el lunes para volverte a ver? —le dijo bajito para que sólo él escuchara. Goku soltó una risita discreta.

     Gine bajó de su camioneta y se acercó a la familia. Disfrutaron de un almuerzo juntos, donde la mamá del Son pudo disfrutar de su amistad con aquella mujer. Al terminar, los Son y los Saiyan se despidieron, Goku esperaba pacientemente en el asiento del auto que su mamá terminara de colocarse lápiz labial para encender el motor.

     —¿Se divirtieron Vegeta y tú? —preguntó guardando su maquillaje y volteando a verlo.

     El menor se le quedó viendo unos segundos, admirando su belleza contra la luz que entraba por la ventana. Gine lucía completamente radiante, y muy feliz. Sus ojos brillaban una vez más e incluso se había rizado el cabello. Aquella mujer se veía mejor que nunca.

     —Sí, nos divertimos mucho.

     —Hijo…

     —Tuve una recaída, y discutí un poco con Vegeta—soltó aire—. Mamá, no sé si voy a poder con todo esto. Me da miedo algún día no contenerme y arruinarlo.

     —¿Cómo te sientes, cariño? —lo abrazó, el menor correspondió gustoso ante el amor de su madre.

     —Bien, ahora. Pero no sé, de momentos me siento demasiado ansioso, siento incluso miedo.

     —¿Quieres hablarlo? — Goku soltó aire nuevamente.

     —No hay mucho que decir. Sólo… mis luchas e inseguridades de siempre.

     —¿Sabes cuándo noto que te olvidas de eso? Cuando te veo entrenando—encendió el motor y condujo despacio—. Te mantienes ocupado en algo que te gusta, y dejas de dudar de ti porque sabes que eres bueno. Tal vez si tomas otra actividad aparte, al mantener tu mente ocupada, podrás ignorar todo eso.

     —¿Tú crees? —ella asintió, despegando la vista del camino sólo por un segundo para sonreírle.

     —Claro. Con el tiempo se te olvidará todo esto—se detuvo en un semáforo en rojo—. Cariño, nunca dudes de ti. Y si sientes que de nuevo algo malo quiere entrar a tu mente, trata de hacer alguna actividad que te guste para olvidarte de eso.

     —Creo que podría probar algo nuevo—miró por la ventana, había una tienda de instrumentos de música.

     —¿Te gustaría aprender a tocar guitarra? Tomma podría enseñarte—el menor volteó a verla, Gine tenía una sonrisilla discreta—. O podría comprarte un violín, estoy segura de que Barry podría ayudarte a aprender.

     —Podría probar con la guitarra—ella, al oír su respuesta, dio vuelta y buscó el estacionamiento del local.

     Y no era para menos la accesibilidad que mostraba Gine: luego de mucho tiempo, su hijo por fin continuaba su vida, y luchaba. Justo como el Son le había prometido, sólo que ahora también podría darse el lujo de ser feliz.

     Antes de entrar al local, la mujer abrazó cariñosamente a su hijo y, con unas lagrimillas de alegría alcanzando a deslizarse por sus mejillas, le dijo teniéndolo entre sus brazos—: Te amo, hijo.

      El menor cerró sus ojos y, con un beso en su mejilla, le respondió—: Yo también te amo, mamá.

Notas finales:

(03/01/2021 By Near)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).