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Sexting por Princesa de los Saiyajin

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25

Extensión

 

—Me haces cosquillas—se rio al sentir el aire caliente en su oreja. Ambos estaban sentados en el sillón, el mayor abrazándolo por la espalda.

     —Andas más sensible que de costumbre—el menor intentó zafarse al ser besado en el cuello—.  Diablos, quisiera…—despacio intentó meter su mano debajo de la playera del menor, para sentir su piel—. Antes de nuestro encuentro, no me había dejado tocarlo. Ni siquiera podía acercarme, no dejaba que lo abrazara, se incomodaba si lo besaba—posó sus labios en su nuca—. ¿Quieres hacer algo en estos días? Todavía tenemos suficiente tiempo de vacaciones.

     —¿Qué no se supone que hoy llega tu papá? Debes volver a casa—el Saiyan soltó un suspiro—. Veg…

      —Nunca tuve una buena relación con él, eso es todo—extendió su mano para alcanzar su vaso, mientras el Son comía unas cuantas palomitas—. La fiesta navideña… otra vez hubo problemas. “Tu hijo el delincuente que ni siquiera es capaz de compartir tiempo con su familia”—el menor se acomodó, para estar más cerca—. Adoran a mi padre, es muy probable que nos visiten más seguido. Será un fastidio verlos tanto.

     —¿Y si salimos juntos en esas ocasiones?

     —¿Quieres que salgamos? —el menor empezó a reír.

     —Lo siento, sé que te gusta entrenar, pero hace demasiado frío—el mayor cerró los ojos y aferró su agarre.

     —Salgamos, vayamos de nuevo al centro comercial.

     Ante la animada afirmación del Son, sólo se limitó a seguir acariciando aquella piel. ¿De verdad podría ocultar su realidad tanto tiempo? No se trataba de cualquier cosa, se trataba de su orientación sexual en una sociedad tan asquerosa que no permitía que dos chicos se amaran libremente.

     Miró al techo, sabiendo que el menor estaba entretenido viendo el televisor. Esto de ahora, no era sólo una fase… ¿o sí? ¿De verdad quería que esa relación durara toda la vida o sólo era una etapa donde confundió las cosas con su mejor amigo? ¿Iba en serio con Goku o sólo se dejó llevar por el sentimiento del momento?

      —Veg…—el Son arqueó su espalda al sentir el vapor en su nuca, erizándole los vellos de su piel—. N-no…

      —¿Qué? ¿Te gusta que haga esto? —el menor asintió, dejando libre su cuello. Se encogía en su lugar mientras Vegeta comenzaba a besarlo en la nuca—. Su piel está tibia…—coló sus manos por debajo de su playera, acariciando con sus yemas su abdomen—. Quiero escucharlo… —entrecerró los ojos antes de empezar a mordisquear su hombro.

       —¿Qué estás…? —sintió que la mano del mayor bajó hasta su pants, donde acarició por encima de la tela—. Veg… estamos en la sala…

      —Nadie vendrá. Y si lo hacen, los escucharemos si estacionan el carro.

     —Pero…—dejó de resistirse cuando el mayor volvió a mordisquear su hombro—. Está bien. Sí quiero…

      Gracias a que la única luz de la habitación era la del televisor, Vegeta bajó sólo un poco el pantalón deportivo y la ropa interior del Son, dejando al aire el miembro de Goku. Aprovechando que estaba detrás, pudo moverse con facilidad, tocando y estimulándolo rítmicamente. Goku sólo dejaba caer su cabeza hacia atrás, tensándose en su lugar mientras Vegeta lo tocaba.

      —Mgh…—el Saiyan siguió moviendo su mano, esta vez a menor velocidad, al sentir aquel líquido blanco caliente en sus dedos.

       —Eso fue rápido… —jugueteó un poco con aquel líquido viscoso, antes de volver a besar su cuello—. Hmph—se quejó al escuchar el sonido del teléfono principal de esa casa. Estiró su brazo y, con su mano limpia, lo levantó—. ¿Diga? Residencia Son.

      —¿Hijo? ¿Ya vendrás? Tu papá acaba de llegar.

      —¿Acaba de llegar? —repitió. Pudo escuchar de fondo una risita por parte de su hermanito—. Ahhh—soltó aire—, llegaré en quince minutos.

       Colgó. Para ese punto Goku ya se había cubierto y se había acomodado en el otro extremo del sofá. Vegeta lo miró, con un poco de desánimo. ¿Por qué en ese justo momento cuando iba a estar con el Son?

      —¿Entonces te vas?

      —Tengo qué. Aunque no quisiera—tomó una servilleta para limpiar de su mano los residuos del semen del menor.

       —Entiendo…—se acercó para abrazarse a su costado—. Todo está bien, Vegeta. Las cosas saldrán bien.

      —Claro—subió su mano hasta su mejilla y besó al Son—. Ahhh, quiero comerte—lo apresó con fuerza y unió sus labios, succionó sólo un poco para poder introducir su lengua y saborear su saliva en un profundo beso.

       —Vegeta…—empezó a reír al sentir la respiración otra vez en su cuello—. Mañana salgamos. Tengamos una cita—pidió, con una sonrisa. El mayor asintió y deposito un último besito en la frente el Son.

      —Nos vemos mañana—besó sus labios como despedida y salió de aquella casa.

      Tomó su bicicleta, se montó en ella y comenzó a pedalear hasta su hogar. No se sentía preparado para ver a su padre después de tanto tiempo y después de lo que hacía con Goku. Se detuvo enfrente, aparcó su bicicleta en el jardín, y miró por la ventana el juego de sombras correspondientes a los integrantes de su familia.

      Soltó aire y tomó valor para entrar, no sin antes enjuagar sus manos con agua de un grifo que tenían en el jardín. Mojó su cabellera con el resto de agua que quedó en sus manos y entró en la casa. Inmediatamente su mirada se encontró con la del hombre mayor.

      —Hijo—mencionó el hombre con una sonrisa de medio lado, acercándose con el más bajo. En sus brazos llevaba a su hijo menor, quien se aferraba fuertemente a su cuello con un abrazo.

     —Hola, papá. ¿Tu viaje estuvo bien?

      —Sí… Tu madre me contó que tuviste muy buenos resultados este semestre. Estoy orgulloso, hijo—el menor sintió un pequeño vuelco en su pecho por esas palabras.

      “Orgullo” … ¿Esa palabra seguiría siendo la misma cuando se enterara de su bisexualidad, con su presente relación con Goku? ¿El hombre seguiría notando en él sus logros y no su orientación cuando la supiera? ¿Su padre sería capaz de ignorar las voces burlonas y molestas de sus hermanos, primos y tíos que hablarían mal de su hijo, más aparte de lo que ya hacían por ser doncel?

     —La comida sigue caliente, ¿vamos, cariño? —pidió la mujer con su esposo, quien asintió. Ambos, como la pareja amorosa que era, fueron uno detrás del otro al comedor.

      Vegeta sintió un poco de náuseas tras pensar en los incidentes pasados, donde su abuela paterna había sido demasiado dura con su madre. Y ahí estaba ella, fingiendo que todo estaba excelente cuando en más de una ocasión se había roto en llanto por malos tratos, los cuales ocultaba para no causar disputas internas.

       —Tarde o temprano, los secretos siempre salen a la luz —subió a su habitación, tras avisar que se cambiaría de ropa a otra más cómoda, y lavó sus manos—. Pero por ahora, da lo mismo si lo sabe o no.

      Bajó y, por primera vez en mucho tiempo, pudo disfrutar de una comida en compañía de todos los integrantes de su familia. Claro, de esos integrantes que él apreciaba mucho.

 

***

 

—Me parece demasiado tierno que tu hermanito se haya emocionado tanto—comentó, ante la historia del mayor—. Realmente pasa mucho tiempo lejos tu papá. A Tarble le vendría bien pasar tiempo con él—siguieron caminando por todos los pasillos de aquella enorme plaza comercial, donde había múltiples locales de distintos tipos de negocios, tanto de electrónica, restaurantes, librerías, y más.

      —Mi papá tendrá que decirle “adiós” a su privacidad—el Son rio.

      —Por cierto, Veg. ¿Qué querías que hiciéramos aquí?

      —Necesito comprar un nuevo celular. El anterior se estropeó por la lluvia, se mojó totalmente por dentro.

      —Creí que sí pudiste arreglarlo—metió las manos en sus bolsillos—. Lamento que haya pasado eso.

      —No pasa nada, es un celular solamente. De todos modos, ya estaba fallando—tomó la mano del menor, quien sonrió—. Ven, vi uno a prueba de agua en oferta especial. Ayúdame a escoger.

       —Vegeta, no sé nada sobre celulares—soltó una risita nerviosa, antes de percatarse de algo a lo lejos—. ¡Venden algodón de azúcar! —miró hacia donde el Son veía, que era un pequeño local donde tenían esculturas chiquitas de algodón, que formaban figuras de animales.

       —Ve, yo puedo escoger—el menor lo miró—. Toma—sacó su cartera y le dio un billete—. Puedes ir a comer, no te preocupes. Te veo en las mesas en 15 minutos, ¿está bien?

      —Gracias, Vege—besó rápido su mejilla y salió corriendo a aquel puesto de postres.

     El Saiyan sonrió mientras lo veía irse emocionado. Caminó al local y empezó a ver toda la variedad de celulares que tenían en venta. Ciertamente sería buena idea comprar uno a prueba de agua por si se daba un nuevo incidente como el anterior.

      Pasó un largo rato mirando los dispositivos, hasta que por fin se decidió por un modelo y pagó en efectivo. El empleado le entregó la bolsa con las cajas y el adolescente pudo ir a donde estaba su novio. Goku lucía tan adorable comiendo un helado mientras sostenía en su otra mano un algodón de azúcar con forma de pollito.

      —¿Encontraste lo que querías, Vegeta? —el Saiyan asintió—. ¿Quieres helado?

       —No, adelante. Puedes terminarlo.

      Mientras Goku seguía comiendo, Vegeta abrió una de las cajas y sacó el teléfono que había adentro. Lo encendió, revisó nuevamente todas las funciones del dispositivo, y le colocó la mica protectora. Sacó el chip que llevaba incorporado, y metió uno que él llevaba en su bolsillo, ese que tuvo que renovar con su anterior número porque el anterior chip se había dañado.

      Terminando de ajustarlo, sacó el otro teléfono y también le colocó la mica. Goku, que ya había terminado el helado, sólo se le quedó viendo mientras hacía todo eso. Finalmente, después de otros diez minutos estiró sus brazos, y giró un poco su cuello.

      —Ya quedó—encendió uno y trató de enviar un mensaje, el cual sí pudo llegar a su destinatario—. Ya se restauraron los datos, y funciona excelente.

      —Me alegro, Vegeta.

      —Ten. Este es para ti—comentó, extendiéndole el otro dispositivo también nuevo.

      —¿Eh? P-pero… Vegeta, no puedo aceptarlo.

      —¿Por qué no? Sé que no tienes teléfono, y sé que de momentos lo necesitas.

      —Llegando a casa te pago de mis ahorros, pero…

      —De verdad, no es nada, Kakarotto. En serio—el menor estaba titubeante—. Kakarotto, de verdad, no te sientas en deuda. Estaba con muy buen descuento, de verdad —el Son seguía sin tomarlo—. Sé que tienes años sin tener celular propio.

      —El último que tuve… Lo perdí cuando unos chicos me golpearon en el baño—rio sin gracia—. Creo que lo estaba usando, no recuerdo muy buen. Creo que lo tenía en la mano y por eso lo tomaron tan fácil—mordió su labio inferior—. Creo… ¿Puedo?

      —Adelante—el Son lo tomó y, un poco torpe por la manera en que lo sostuvo, tecleó aquella cuenta de correo electrónico que tenía vagamente en su mente.

      —Creo que la contraseña era… Koneko89... Está cargando—alzó sus cejas al ver que accedió fácilmente—. Creí que jamás podría volver a ver estas fotografías—sus ojitos se llenaron de lágrimas—. Creí que había perdido esto, pero se guardaron en la nube.

      El Saiyan se levantó para ir a su lado y lo abrazó por la espalda, mirando la pantalla de aquello que el Son admiraba. Se trataba de fotografías de más de cuatro años de antigüedad, donde se podía ver a la familia de Goku completa. Incluso, al irlas pasando, pudo identificar a quienes creyó eran sus abuelos.

      —¿Es tu hermano? —preguntó al ver esa fotografía, donde estaba el Son de 12 años con un chico de cabellera larga.

      —Sí, es él…—se escuchaba su voz entrecortada, como si tuviera un nudo en la garganta—. ¿Sabes, Veg? Después de lo que pasó, y de lo que hicieron esos chicos, nunca quise volver a tener un teléfono. Ni siquiera uso mi laptop, sólo la uso para las tareas o escuchar música de vez en cuando …

     >>Me dolía mucho que cada vez que tomaba un celular, me hacía pensar lo que pasó. Me daba miedo, demasiado—Vegeta le besó la cabeza—. Estaba asustado, como si en cualquier momento pudiera repetir ese mismo error, y sentía mucha culpa… —sonrió—. Gracias, Vege.

      —Ya, ya…—siguió mimándolo, mientras el menor con toda la nostalgia seguía viendo todos los álbumes de fotografías.

     Duraron un largo rato así. Donde el menor todavía emocionado contaba pequeñas historias que recordaba cuando veía las distintas imágenes. Vegeta lo escuchaba atento, sonriendo de vez en cuando al notar que estaba feliz de recordar muchos de esos momentos alegres que su mente había bloqueado por el terror.

      —Claro que iremos a Janemba’s Park—dijo, cuando el Son le mostró una fotografía de dicho lugar—. Te prometo que iremos.

      —Sí… —sostenía con ambas manos el dispositivo, mirando todavía esa imagen. Abrió la cámara y levantó el celular, para fotografiar al Saiyan—. Es… Lo pondré de fondo de pantalla.

      —Este chico… —notó la sonrisilla que no se borraba de los labios del menor—. Quiero besarlo…—se acercó un poco, pero sólo para acariciarle el cabello. Se abstuvo al ver que estaba suficientemente emocionado mirando todavía la galería.

      —¿Vas a querer que vayamos al arcade? —preguntó, ya que desde hace varios días habían acordado algo así. Vegeta miró aquellos ojos que lo veían con un brillito Asintió, y ambos comenzaron a caminar hasta el local. Goku ni siquiera se había molestado en comer el algodón de azúcar, sólo lo sostenía del palillo con su mano.

      Llegaron a los juegos, y pasaron toda la tarde disfrutando de aquellos videojuegos, tanto clásicos como algunos muy modernos. Vegeta no podía despegar su mirada del Son, quien lucía demasiado feliz. Parecía un chico normal, como si nunca hubiera ocurrido lo del incidente. Goku lucía como cualquier otro adolescente, que reía, que jugaba, que amaba y que disfrutaba de las pequeñas cosas.

       —Esa fue mi última ficha—comentó, cuando en la pantalla apareció un “Game Over”—. ¿Quieres seguir jugando?

      —¿Tienes hambre? Aquí venden pizza y sodas—el menor asintió—. Busca una mesa, ¿sí?

      —Hai.

      Vegeta caminó hasta el área de comida, donde la cajera atendía las órdenes. Pidió una pizza para ambos, así como dos sodas.

      —¿Algo más? Tenemos dulces, chocolates, helado…

      —Esas gomitas de fresa—ella le entregó el paquetito, el cual inmediatamente abrió y comió unas cuantas—. Sería todo.

      Pagó y buscó al menor, que estaba mirando al techo con una sonrisa. ¿Cuánto tiempo había esperado para poder ver ese tipo de expresiones en el menor? Comió otras pocas antes de acercarse a él y sentarse enfrente.

       A los pocos minutos llegó una chica con su orden. Continuaron comiendo, mientras charlaban de algunas cosas triviales. Al terminar, Goku por fin se animó a comer su algodón como postre. Incluso pasearon ya hacia la salida para regresar a su casa.

      —Creo que volverá a llover—mencionó el Son, mirando al cielo oscurecido por las nubes—. ¿Debemos apresurarnos?

      —No sé… ¿Quieres otra aventura como la última vez? —el menor bajó la mirada avergonzada—. Ven—tomó su mano y lo guio al pequeño callejón que estaba enfrente.

       —¿Qué ha…? —pero fue callado cuando el mayor lo besó—. Espera, Veg. Estamos en público.

       —Sólo un poco—volvió a besarlo, colocándolo contra el muro. Poco a poco el menor cedió—. Sabes dulce.

      —Jeje… ¿Quieres de mi algodón de azúcar? —preguntó, extendiendo aquel dulce. El Saiyan soltó una risita al ver la inocente pregunta del chico.

      —Vegeta, ¿eres tú? —al Saiyan sintió que el corazón se le detenía al escuchar esa voz femenina. Volteó, y notó a una mujer de pie, con otro hombre junto a ella. Llevaban bolsas de compras en sus manos—. Sí eres… ¿Pero…? Estás, y con otro hombre… Vegeta, tu padre estará muy decepcionado cuando se entere.

      —Tsk… —pero en lugar de soltar al Son, sólo apretó un poco más fuerte cuando los vio retirándose. Goku apoyó su cabeza en el hombro de Vegeta, y lo abrazó.

      El Saiyan sólo seguía estático, mirando en aquella dirección por donde se había ido la pareja. Seguramente los habían reconocido de lejos, y quiso acercarse a cerciorarse de que era él. Quizá, muy probablemente de hecho, había ido de compras para después ir a su casa a visitar a su padre.

      —Vamos—soltó al menor, quien se negó a soltar su agarre—. Está bien. Pero tenemos que llegar, a aclarar el malentendido…—pero seguía siendo fuertemente sostenido—. Kakarotto, está bien. De verdad.

       —¿De verdad estás tranquilo?

      —Sí, lo estoy—Goku lo soltó despacio—. Anda, vayamos—le revolvió el cabello—. Bueno, pasemos a comprar algunos bocadillos para Tarble.

       —Claro…—siguió al mayor, extrañándose por su inesperada calma. Lo vio pidiendo galletas de una manera bastante amable, y saliendo del local tomándole la mano, muy tranquilo. Demasiado.

        Lo siguió en su bicicleta, cuando ambos ya iban rumbo a la Montaña Paoz. Las gotitas de agua comenzaban a caer como una pequeña brisita, aperlando sus cuerpos con mini gotitas que se mantenían en su ropa y piel.

      —Espera, Kakarotto. Mi mamá está llamando—pidió, deteniéndose. El Son se quedó a su lado—. ¿Sí, mamá?

      —Hijo, tus tíos están aquí en casa—dijo la mujer en susurro—. Dicen que quieren decirle a tu papá sobre Goku. Él está en el bosque con Tarble, no tarda en regresar.

       —Lo imaginaba—soltó aire—. Llego en cinco minutos.

       —Cariño… Si quieres quedarte a dormir en su casa o…

      —No tiene caso que lo posponga ahora que están ahí—respondió—. Te veo allá, mamá.

     —Vegeta…—lo llamó cuando colgó su celular—. ¿Qué te dijo?

      —Están con ella, lo esperan para decirle… Kakarotto, ya sabes cómo son. Tú decides si entras conmigo o no. Va a ser una discusión fuerte, y no te quiero exponer a eso.

      —Te acompañaré—el Saiyan seguía serio—. Recuerda… que te prometí que no te iba a dejar enfrentar problemas solo—el mayor alzó sus cejas—. También se lo prometí a tu mamá.

       —Tú…—sonrió desviando la mirada—. Haces que quiera mandar al diablo esto para ir a tu casa.

       —¿Quieres ir a mi casa? Podríamos ver televisión para que te distraigas—el más bajo lo miró unos segundos y rio quedito.

      —Es increíble que seas tan inocente.

       —¿Inocente? ¿Por qué? ¿Qué querías hacer? —la mirada con una ceja ligeramente alzada lo hizo entender—. ¡Vegeta!

      —Lo dejaré para otro día—el Son asintió, con su rostro sonrojado—. Él quiere, no me rechaza como antes…—sonrió satisfecho—. Ven, vayamos. Estoy listo para pelear.

      Siguieron avanzando, esta vez con más confianza. Las gotitas de agua comenzaron a caer, por lo que apresuraron su andar. Llegando notaron el auto estacionado enfrente de su casa, por lo que caminaron al interior despacio, Vegeta delante de Goku.

      Tan solo atravesaron la puerta de entrada, un grupo de miradas desde la sala se posaron sobre ellos. Echalotte sólo yacía en el sofá, con su mirada baja, mientras una mujer rubia y un hombre pelinegro hablaban. El silencio se hizo más latente cuando la pareja notó la presencia de ambos adolescentes.

       —Vegeta, ¿no crees que es una falta de respeto que traigas a ese muchacho? Mi hermano vendrá dentro de poco y…

      —Tía… Te voy a pedir que tengas más respeto tú. No es tu casa—Goku tragó saliva al escuchar la voz de Vegeta. Si bien no era tan grave como otras veces, sabía que poco a poco se enojaría. El temperamento era algo que todavía no aprendía a controlar.

     —¡¿Otra vez de grosero?! —oyeron una puerta abrirse, giraron su rostro para ver en aquella dirección. El hombre entraba por la puerta trasera con su hijo cargado en brazos; el más pequeñito reía fuertemente a causa de las cosquillas que él le producía.

     —¡Ah! Hermana, no sabía que estabas aquí, ¿qué te trae por…?

      —Debes corregir a tu hijo—mencionó poniéndose de pie. El hombre alzó su mano, en una señal de silencio.

      —No grites, no en frente de Tarble—pidió, con voz serena.

      —Kakarotto, hazme un favor. Lleva a Tarble a mi habitación—pidió.

      Goku caminó despacio hacia el hombre, hizo una pequeña reverencia acompañada de un “Konnichiwa”. El hombre bajó a su hijo, quien inmediatamente tomó la mano de Goku.

       —¡No toques a mi sobrino! —el Son soltó al menor, asustándose por el grito de la mujer.

      —Goku, cariño. Por favor, llévalo arriba—pidió ahora la madre del menor. El Son levantó rápido al pequeño Saiyan y subió casi corriendo por las escaleras.

      —¿Eres tonta o no escuchaste lo que te conté? Ese muchacho le puede hacer algo a mi sobrino y…

      —¡Ya basta! —alzó la voz el Saiyan, quien se había contenido demasiado—. Puedo permitir que me humillen, puedo permitir que hablen mal de mí. Pero última vez que te escucho hablar así de Kakarotto; él es incapaz de hacerle daño a alguien. Y segundo, no quiero escuchar nuevamente que le hablas así a mi mamá.

      —¡Tú…! ¡Vegeta, dile algo a tu hijo! —dijo girándose hacia el hombre, que permanecía de pie, con sus ojos cerrados y respirando hondo.

      —Vete de mi casa—pidió, ella mostró una expresión indignada—. No sé qué quieres, pero no te voy a permitir que vengas a gritar frente a mi hijo pequeño, a gritarle a mi hijo mayor, y a hablarle así a mi esposa.

      —¡Pero…! —el adolescente sonrió altanero al ver cómo su padre, de manera cortés, los echaba de su casa—. ¡¿Ya te dijo tu hijo lo que está haciendo?! —la sonrisa del menor se fue borrando lentamente.

       —Oye, eso no te incumbe. Ya te lo dijo mi padre, vete de nuestra casa.

      —Tu hijo se estaba exhibiendo en público, besándose con ese muchacho que está ahora solo con tu hijo pequeño—el joven tragó saliva, sintiendo que la rabia lo estaba invadiendo—. Esto afecta mucho nuestra imagen, tú debes ponerle un límite para que deje de…

      —Vete, esto no te incumbe. Es un asunto familiar—pidió el hombre, que permanecía todavía con calma.

      —¡Pero…! ¡Aight! —tomó su bolso y tomó de la mano al hombre que la acompañaba, quien se había mantenido callado. Salieron de la casa, y fueron bajo la lluvia hasta su auto, para irse.

      —Tsk… —miró a su madre, que seguía en su lugar. Sus manos estaban juntas sobre sus rodillas, ella veía al suelo con sus ojitos llorosos. Se veía muy afectada.

       Podría inferir que ella había tratado de influenciarlos para que se fueran y evitar eso, quizá con un “sí, yo le digo a mi esposo” para ayudarlo a mantener su secreto. Pero no, había tenido que aguantar sus insultos y groserías durante largo rato, donde se quejaban de él por su orientación sexual y su comportamiento.

      Ella adoraba a su Kakarotto, era de las más felices por su relación. Incluso veía al Son como otro hijo que la vida le había mandado para acompañarlos y cuidar de sus “retoños”. Y verla ahora, sintiendo miedo de enfrentar a esa mujer que llegaba sólo a hablar mal de algo en lo que ella no veía maldad, era algo inaceptable para él.

       —¿Estás bien, mamá? —preguntó, poniéndose de pie frente a la mujer. Con sus pulgares le limpió las lágrimas. Ahí la mujer no resistió y se abrazó al cuerpo de su hijo, ocultando su rostro en su abdomen. El adolescente sólo acarició su cabellera, tratando de brindarle calma.

       —Perdóname, hijo…—susurró, siendo inaudible para el adulto, que había ido a la cocina por un vaso de agua para ella—. Traté y…

       —No pasa nada, mamá. De verdad—le besó la cabeza antes de separarse, para que pudiera beber algo de agua.

        —Toma, Ech…—le extendió el cristal, a lo que ella lo tomó—. Vegeta… ¿me quieres explicar lo que quiso decir mi hermana?

       —No, no quiero explicarte—el hombre volteó a verlo ante la voz seria del menor—. Tsk, ¿qué más quieres que te diga? ¿Esperas que te diga que es mentira? Iré a mi habitación, no estoy de humor para escuchar de ti regaños… No me molestes.

       —Vegeta…—pero el joven no detenía su paso—. ¡Vegeta, hablemos!

      No volteó, solamente fue a su habitación y cerró con seguro. Adentro estaba el Son, quien comía los postres con Tarble mientras jugaban con un juego de mesa. La habitación estaba inundada con música algo alta, que impedía que la discusión que se llevó a cabo en el piso de abajo llegara a oídos del pequeño.

      —Vegeta, ¿estás bien? —preguntó, cuando el mayor entró—. ¿Qué pasó?

       —Bueno, ya lo sabe—se sentó con ellos y comió una pequeña tartaleta de fresa.

      — ¿Y qué dijo? —preguntó, sentándose a su lado.

      —No quise escuchar, de verdad no me siento de humor como para oír más regaños—oyeron la puerta siendo tocada.

      —Vegeta, ¿podemos hablar?

      —No. Lárgate—el Son sintió un poco de pena al ver cómo Vegeta escondía su rostro en sus rodillas con frustración.

      —Goku, es tu turno—dijo el pequeño. El Son tiró los dados y movió su pieza.

     —Rayos, tengo que pagar…

      —¡Voy ganando, Geta! —miró a su hermano, que seguía decaído—. Geta… —se levantó y fue a abrazarlo—. ¿Estás triste?

      —Estoy bien, enano… —levantó la cabeza, para verlo y alborotarle su cabello—. Anda, hazme un espacio. Jugaré con ustedes.

      —¡Sí!

     Luego de un rato jugando, la puerta fue tocada nuevamente. Pero esta vez estuvo acompañada de una voz femenina que hablaba al otro lado de la madera.

     —Vegeta, hijo. Tu papá se está duchando. ¿Me puedes abrir? —el mayor de los tres se levantó para ir con ella.

      —¿Sí, mamá? —ella tenía un rastro de lágrimas ya secas en su cara, pero lucía preocupada.

      —Hijo, creo que deberías hablar con tu padre—él negó desviando la mirada—. Sabes que te ama, hijo y…

      —Quiero tiempo, eso es todo—el pequeño caminó por su costado.

      —Mami, ¿me puedes preparar un sándwich? Tengo hambre—ella cargó a su hijo.

      —¿Tienen hambre, muchachos?

      —No, mamá. Comimos en el centro—ella se acercó a besarle la mejilla a su hijo para abrazarlo después.

      —Te amo, hijo. Te amo mucho… Si necesitas tiempo, está bien. Le diré a tu padre que quieres espacio—se separó y así el joven pudo volver a cerrar con seguro.

      —Vegeta…—el Son se levantó para ir a abrazarlo esta vez.

       Y es que, como era su costumbre, procuraban no estar de melosos frente a Tarble. Siempre se abstenían de abrazarse o besarse. Cuando mucho tomaban sus manos ocasionalmente. Así que ese largo rato difícil, donde el Saiyan había tenido un sinfín de pensamientos negativos, lo habían pasado sin siquiera abrazarse para consolarse.

      —No estoy listo para escucharlo o verlo decepcionándose. Suficiente tuve con decepcionar a todo mundo y fallarle a quienes sí creyeron en mí—Goku siguió abrazándolo con fuerza, sabiendo que, pese a esa calma externa, por dentro el Saiyan sentía dolor. Claro, él también lo vivió cuando se reveló su homosexualidad: el mundo se le vino encima.

      —Está bien. Si no quieres hablar con él, podemos irnos temprano a mi casa antes de que se despierte. Así hasta que te sientas listo—el mayor asintió—. No me gusta verte triste, Vegeta.

       —Ya… —se separó y le revolvió el cabello al más alto—. Recojamos un poco para descansar—pidió, al ver múltiples cartas y billetes de juguete regados por todo el suelo de la habitación.

 

***

 

Está muy frío…—pensó, abriendo los ojos. Después de recoger se habían acostado para dormir. Los padres de Vegeta habían respetado que quería espacio y no habían insistido en hablar, por lo que no fueron molestados en todo ese rato—. Vegeta está tiritando…—pensó al distinguir el cuerpo del más bajo temblando.

      Y es que el Saiyan solía dejarle muchas veces mayor tramo de la cobija, ya que Goku solía ser más friolento; y esta noche no había sido la excepción. Pero al ser una noche helada, ahora el mayor lo resentía más. Se levantó de la cama y, con cuidado de no despertarlo, lo cubrió con toda la cobija, para que pudiera recuperar calor.

     —Tengo la garganta seca… —caminó hacia la puerta y quitó el seguro con cuidado. Salió de la alcoba y bajó a la cocina procurando no hacer ruido.

      Se sorprendió al notar una luz tenue desde ese lugar. Creyó que habían olvidado apagar el foco de la campana extractora, así que siguió caminando. Se llevó un susto al ver el cuerpo del hombre, quien llevaba una bata sobre su pijama. Sus miradas se encontraron cuando el adulto volteó al oír los pasos. Sintió un poco de temor ante su imponente tamaño, puesto que era un hombre muy alto y corpulento.

       —Eh… B-buenas noches, s-señor S-Saiyan—hizo una pequeña reverencia—. V-vine por agua.

      —Claro, deja te sirvo—agarró un vaso limpio y vertió el líquido, después se lo entregó.

      —A-arigato—tomó el vaso y bebió un poco, tratando de calmar su sed para poder huir de vuelta a su habitación.

     —¿No puedes dormir? —el menor alzó su mirada al escucharlo hablándole.

     —H-hace un poco de f-frío, me desperté por eso—terminó el líquido y colocó el vaso sobre la mesa.

     —¿Quieres chocolate caliente? —preguntó, luego de apagar la estufa—. También tengo problemas para dormir, el cambio de horario… aún no me acostumbro a él.

     —¿Chocolate? —el hombre estaba colocando un polvillo café en una taza, para después verter leche caliente—. Ehm…

      —No tengas vergüenza… Ten—le extendió la taza que recién había preparado. El menor la tomó después de agradecer y se sentó en una de las sillas del comedor mientras el adulto se preparaba otra para él—. ¿Cuál es tu nombre, muchacho?

      —Yo… Son Kakarotto Goku—respondió, en voz baja.

     —Mi hermana dijo que tú y mi hijo son pareja. ¿Es cierto? —Goku sostuvo entre sus manos la taza, sintiéndose tenso—. No me gustó cómo se dieron las cosas, llegó gritando demasiado. Gracias por llevarte a Tarble para que no escuche tanta pelea.

     —¿Está enojado?

      —¿Con ella? Sí. No puedo creer que le hablara así a mi familia—se sentó, haciendo un sonido de alivio conforme se acomodaba en la silla.

      —Me refería a… si está enojado de que Vegeta salga con un chico—el hombre miró al techo.

     —Bah… ¿Importa mi opinión? No tiene caso de que me oponga a algo, siendo que estuve ausente tanto tiempo… Muchacho, ¿siempre te quedas a dormir aquí? —el menor hizo un sonido de afirmación—. Supongo que también ya lo han hecho…—el menor bajó la mirada con vergüenza, que le dio la respuesta al mayor—. Bah… sólo… Sólo usen protección. No quisiera que mi hijo tuviera problemas—el hombre se escuchaba ido, casi resignado.

      —Sí, nos cuidamos mucho. Aunque…—jugó nerviosamente con sus dedos—. Supongo que no importaría. N-no debería decirlo, p-porque son cosas privadas. Pero las cosas son diferentes de lo que cree entre nosotros…

     Goku notó cómo una muy disimulada expresión de sorpresa, seguida de otra de calma, aparecía en el rostro del adulto. Como si saber que su hijo fuera “activo”, quitando casi al 100% las posibilidades de un embarazo no planeado, lo hiciera sentirse más tranquilo. Como si ese fuera su temor y molestia de una posible relación homosexual de parte de su hijo.

     O quizá, sólo quizá, tal vez todavía tenía en su subconsciente esa espinita de la “hombría”, la cual Vegeta mantendría al no ser pasivo en el acto sexual. A lo mejor eso aliviaba un poco esos prejuicios que todavía estaba tratando de olvidar aquel hombre. Claro, porque si siempre escuchaba cosas así de su familia, le era más difícil ignorar esa clase de detalles.

     —Vegeta cree que está decepcionado. ¿Lo está, señor?

     —¿Por qué lo estaría? —el menor rascó su brazo con pena.

      —Es que sus familiares siempre se la pasan hablando mal de él por ser doncel. Y luego lo que dijo esa señora cuando nos vio juntos… Teníamos miedo de que usted fuera igual que ellos, y nos rechazara.

       —Bah… Es complicado, muchacho—se preparó una segunda taza de chocolatada, y preparó otra al menor—. Siempre crecí con esas ideas, las escuchaba mucho de ellos, de hecho. Tengo un hermano que en una borrachera tuvo un encuentro con un hombre, ya sabes, un beso solamente, estando ebrio. Me tocó ver cómo mis padres lo castigaban por ello—le pasó su taza—. Creces pensando que eso está mal, y más porque cuando era joven siempre lo escuchaba en la escuela, en casa, en todos lados.

      >>Para mí era “normal” rechazar ese tipo de comportamientos. También por lo mismo nunca veía parejas así, se ocultaban porque la sociedad tenía ese pensamiento. Entonces crecí en un ambiente donde nunca vi eso, nunca tuve que cuestionármelo.

      —¿Y qué lo hizo cambiar de parecer, señor?

     —Cuando me dijeron que Vegeta era varón, por las ecografías, todo mi pensamiento seguía igual. Pero cuando nació y me dijeron que era doncel, algo en mí cambió. Fue un shock total, porque iba en contra de lo que siempre escuché que era “normal”—chasqueó la lengua—. Traté de ocultárselo a mi familia, no por vergüenza, sino porque tenía miedo de qué iban a decir de mi primogénito. Pero el mismo día que nació lo supieron. No me dijeron nada, pero siempre supe que había una decepción por parte de ellos.

       —¿Usted se decepcionó?

      —¿Eh? Fue inesperado, pero no me decepcioné. Sólo creí que era diferente a lo que tenía planeado. Me empecé a cuestionar cosas estúpidas, como “¿cómo lo criaré?”, “¿qué trato debo darle?”. Pero cuando lo cargué, y el doctor me dijo que era muy fuerte y sano, supe que su salud era lo único que debería preocuparme. Vegeta era un doncel, pero seguía siendo un varón. No tenía nada de malo. Las cosas que tenía planeadas seguirían siendo normales. No era un “¿cómo debo tratarlo?”, era un “es mi hijo, y debo cuidarlo como tal”.

     >>Me hizo preguntarme, con eso de que tiene esa capacidad de quedar encinta, ¿qué pasará si un día llega con un novio? Era posible que tuviera novia, incluso hace unos años tuvo una. Pero en esos momentos, cuando él todavía era un bebé, me hizo pensar en las posibilidades de que él saliera con un chico. Si resultaba ser así, ¿qué pasaría? ¿De verdad era tan malo? Si resultaba ser así, ¿qué tendría qué hacer?

      >>Me di cuenta en ese momento en que de verdad no tenía nada de malo. Pensé que yo no iba a tener corazón para rechazarlo. Me empecé a cuestionar esos pensamientos que mi familia me hizo creer, y vi que ellos estaban muy equivocados. Si yo no iba a verlo como algo malo en mi propio hijo, ¿qué me daba derecho a juzgar a otros? De verdad vi que hubo muchos pensamientos malos que eran erróneos.

      —¿Entonces abrió su mente porque Vegeta es doncel?

     —Sí. Me hizo cuestionarme todo lo que siempre creí correcto o incorrecto—se levantó y abrió la alacena—. ¿Quieres un pan? —el menor asintió. El hombre sacó una charola plástica que tenía panecitos de canela y la puso sobre la mesa—. Creo que, como personas, hasta que no vemos algo así de cerca, de verdad nos cuestionamos nuestras ideas.

     —¿Entonces por qué permiten que siempre traten tan mal a Vegeta por ser doncel?

     —Estoy mucho tiempo afuera, muchacho. Cuando estoy aquí, no suelen decir nada. Supongo que confié demasiado en que cambiarían su manera de ser, y que mi hijo y mi esposa no dijeran nada, me hizo seguir creyéndolo… No puedo creer que de verdad sea tanto lo que han pasado.

     —Siempre le gritan a su esposa—el hombre se sorprendió—. Ella no se lo dirá, porque no quiere que usted se aleje de sus hermanos o su mamá. Pero, en el cumpleaños de Vegeta, me tocó ver cómo le decían cosas a Vegeta, sobre que parece delincuente, sobre que debe vestirse “femenino”, sobre que es mala influencia para Tarble. Y me tocó ver como su madre, le decía a su esposa que era una mala mujer, que no podía creer cómo usted se pudo fijar en ella.

      —¿Ella dijo…? —el hombre lucía atónito—. No puedo creer—cubrió su rostro con ambas manos—.  No puedo creerlo, ¿cómo fue capaz de hacerlo?

     —Ellos no se lo dirán. Pero yo estoy cansado de ver cómo ellos callan ante usted las cosas malas de su familia—él lo miró.

     —Gracias por decirme, muchacho.

     —¿Seguirá aceptándolos en su casa?

     —¡Por supuesto que no! —el hombre comió un bocado—. Muchacho, soy padre ahora. Mi deber es cuidar de mis hijos y mi esposa, incluso si es de mi propia familia.

     —Eso significa que… —sonrió—. Vegeta ya no tendrá que pasarla mal con ellos.

     —¿Y tu familia, Goku?

     —Vivo con mamá. Ella sabe que salgo con Vegeta y lo acepta. Ella lo quiere mucho—bajó la mirada—. Mi hermano renta un departamento en Kobe, porque le queda cerca de su universidad. Y mi padre, bueno, se divorció de mamá hace mucho.

     —¿Se divorciaron? ¿Y eso?

     —Por mí. Yo… —sus ojos se llenaron de lágrimas, las cuales limpió rápidamente—. Lo siento, es sólo que me pone algo sensible—mordió su labio inferior—. Señor, no sé si usted se enteró en esa temporada. Pero hace cuatro años, cuando yo tenía 12, se viralizó una foto mía. Foto donde yo estaba desnudo. Papá se enteró, supo también que me gustan los chicos, y… fue una pelea fuerte, me golpeó y me dijo demasiadas cosas sobre lo decepcionado que estaba de mí. Mis padres se divorciaron, él se llevó a mi hermano, y mi madre y yo hemos estado juntos mudándonos seguido.

      —No sé si sea correcto que sigas llamando “padre” a un hombre que hace eso—Goku levantó la mirada—. Como padres, cometemos errores. Pero algo de esa magnitud… En una situación así, lo único que debía hacer era cerciorarse de que estés bien...  Lamento que hayas pasado por eso—el menor sonrió—. Invita a tu madre, para una parrillada el fin de semana.

     —Lo haré. Muchas gracias, señor—el hombre tomó otra pieza de pan, aprovechando que todavía tenía la mitad de su vaso lleno. Goku lo imitó—. Me sorprende que de verdad se tome todo esto con calma. Es solo que Vegeta dijo que usted estaba decepcionado de él por ser doncel. Y que, actualmente se encuentra decepcionado por su manera de actuar.

     —Bah… No es decepción exactamente, sino preocupación. Hay una cosa que aprendí estos años con un compañero de trabajo. Es un hombre mayor que yo, y muy sabio.  Y es que podrías pensar que Vegeta tiene su “carácter fuerte”, pero no es así.

     —P-pero Vegeta se enoja y…

     —Por eso. Eso no es tener carácter fuerte, sino carácter débil. Tiene el temperamento fuerte, y se deja llevar por ello. No te niego que me alegra saber que quiere defender lo correcto. Pero hay límites que no debe tocar para considerarse como buen acto—el menor asintió despacio, todavía con un poco de confusión—. La fortaleza del carácter es dominar el temperamento, para no dejarte llevar por impulsos.

     —Y él se enoja muy rápido y quiere arreglar cosas a golpes.

     —Exacto…—soltó un suspiro—. Sé que debe luchar y defenderse. Pero le falta mucho por aprender para poder controlar todo eso. Aun así, creo que tuvo un avance, al menos no tuvo tantas represalias estos meses.

     —Vegeta de verdad se está esforzando mucho—el adulto lo miró—. De verdad ha tenido un cambio grande. Cuando lo conocí, realmente era muy agresivo. Ahora, la mayoría de las veces se mantiene sereno. Incluso en momentos duros. De verdad pueden estar tranquilos, él ya no se meterá en tantos problemas.

     —Eso me da un poco de paz—se levantó y tomó la taza ya vacía del Son, para lavarla—. No sé si Ech te lo dijo, pero a veces lo que preocupa que se meta con alguien equivocado—Goku asintió, dándole la razón—. Pero te creeré. Ech me contó que tuvo algunos logros, y que “tuvo un amigo que lo está influenciando por el buen camino” — secó los vasos y los colocó en el mueble. El Son bajó la mirada, sintiendo que sus mejillas se acaloraban—. Gracias por cuidar de mi muchacho.

     —¿Eh? ¿Por qué todos dicen eso? Vegeta es quien me cuida a mí—soltó riéndose, el hombre también se permitió reír—. Señor, ¿puedo preguntar si es cierto lo que me dijo Vegeta? Él dice que usted de verdad se decepcionó por que él es doncel. Pero ahora, en todo lo que llevamos hablando, no he notado nada así.

     —¿Por qué creyó eso?

     —Dice que de pequeño lo sobreprotegían, y que usted no hacía actividades con él. Y que tampoco lo hizo con Tarble—el hombre negó con la cabeza.

     —Cuando tenía 3 o 4 años, jugaba con él. Quizá no lo recuerda, era muy pequeño. Le empecé a enseñar deportes, como fútbol americano o béisbol. Pero cierto día me excedí, y lo lastimé. Echalotte me gritó como nunca lo había hecho. No sé medir mi fuerza con niños, soy muy torpe en eso. Y me aterraba volver a lastimarlo, así que decidí ya no intentarlo. Tampoco con Tarble, que nació un poco más pequeño que Vegeta.

      —Supongo que debería hablarlo con Vegeta. Él tiene ideas muy equivocadas sobre usted—el hombre caminó a la sala, y luego de unos minutos regresó con un álbum de fotografías. Movió su silla para sentarse al lado del Son.

     —Esta es—dijo sacando una fotografía, que le pasó al menor. Se trataba de una imagen de él con el pequeño Vegeta de 4 años. Se veía que el menor tenía tierra en su playera de béisbol que le quedaba enorme—. Ese día Vegeta aprendió a batear.

     —Vegeta era tan lindo de bebé—pensó al ver la imagen del Saiyan chiquito, una de una fiesta donde había un pastel con una vela del número 2. Sintió algo de ternura al ver que antes, cuando era muy pequeño, tenía unos cuantos mechones rebeldes que formaban un flequillo.

     —Tarble es tan distinto a Vegeta—comentó, comparando ambas fotografías. En la primera, Vegeta de 4 años llevaba una playera de soccer llena de tierra, y tenía cerca un balón de fútbol, delatando que llevaba rato practicando. En la segunda, se veía a Tarble, también de 4 años, pero jugando con figuras de acción en la sala de una casa, posiblemente de la vivienda donde antes habitaban.

     —Sí. Aunque Tarble también quiere aprender artes marciales, admira mucho a Vegeta…

      —La foto de mi boda—le mostró al Son, quien vio aquella imagen donde estaba la pareja abrazada bailando un vals—. No puedo creer que hayan pasado ya casi veinte años de esto. El tiempo vuela…

      Oyeron unos pasos bajando rápidamente por las escaleras. Voltearon, y vieron a un Vegeta con cabello alborotado, entrando abruptamente a la cocina. Lucía agitado, y sus ojos estaban ligeramente hinchados por haberse despertado tras pocas horas de sueño.

      —¿Qué le estás diciendo? —el hombre empezó a reír bajito.

     —Ya, ya… Sólo vemos las fotografías—se levantó despacio, como si el peso de su cuerpo fuera demasiado—. Vegeta—se acercó a su hijo y lo abrazó, desconcertándolo—. Eres mi orgullo, hijo. No pienses que no es así.

     —Oye, ¿qué diablos…?

     —Y si en algún momento te hice creer lo contrario, me disculpo.

      —¿Qué demonios te picó?

     —Me iré a dormir—se separó—. Creo que tu madre guardó colchas extra en el armario del cuarto de Tarble. Llévense una, será una noche fría.

      Vegeta sólo lo observó irse. Estaba tan desconcertado de ese comentario, que lo único que atinó a hacer fue acercarse a Goku, que solo reía bajito en su lugar.

     —¿Me explicas?

     —Vegeta, él no está enojado de que seamos novios. Al contrario, creo que le caigo bien—el Saiyan sonrió y tomó entre ambas manos el rostro del Son.

     —¿Quién no te amaría, cuando te conozca? —Goku retrocedió un poco en su silla, ante las palabras del mayor—. ¿Entonces lo convenciste?

     —No hubo nada que convencer. De verdad te quiere mucho, Vegeta—el más bajo soltó aire, relajándose—. ¿Podemos ir a dormir? La verdad sí tengo mucho sueño.

     —Claro, ven.

     —¿Puedes ir por otra cobija? Me estaba congelando.

     —Claro que sí.

     Mientras Goku iba a su habitación para extender la colcha, Vegeta iba a buscar otra cobija. La acomodaron en la cama y se acostaron. Vegeta acomodó al Son entre sus brazos, para transmitirle su calor. Lo tuvo un rato así, donde sólo le acariciaba su cabello.

     —Kakarotto.

     —¿Sí, Veg? —respondió en un hilito, estaba bastante adormilado.

     —Gracias por todo…

 

***

 

—Buaaaa—bostezó, estirándose. Se sentó en la cama y rascó su cabeza—. Tengo hambre—susurró. Escuchó risas a lo lejos. Se levantó y se asomó por la ventana al patio trasero. Pudo ver a Vegeta atrapando un ovoide de americano, el cual le había lanzado su padre, e inmediatamente se lo devolvió. La distancia entre ambos era grande, por lo que tenían que arrojarlo con gran velocidad.

     Sonrió al ver aquel cuadro familiar. Buscó una sudadera en la cajonera, se colocó sus tenis, y bajó hasta la cocina, donde estaba la mujer, que veía una serie en su celular mientras cortaba algunas verduras.

     —Buenos días, señora Saiyan.

     —Hola, cariño. Dormiste mucho, estaba preparando ya la comida. Te dejé un emparedado en el refrigerador para que desayunes.

     —Muchas gracias—abrió la nevera y lo sacó, para comenzar a morderlo—¿Necesita ayuda?

     —No, cariño. Estoy bien—le sonrió—. Anda, ve a jugar con mis hijos.

     —Sí—se sirvió un poco de agua, para poder pasar el bocado.

     —Tú… tú le dijiste a mi esposo lo de mi suegra, ¿verdad? —el menor se tensó—. Creo que no tenía el valor de decirle, pero te agradezco que hablaras por mí—lavó sus manos y se acercó al menor, para abrazarlo—. Goku, siempre estás pendiente de mis hijos. Y ahora veo que de verdad te preocupas mucho por mi familia. Te doy las gracias por todo.

     —P-pero… No fue nada…

     —Siempre voy a dar gracias a Kamisama por que aparecieras con nosotros—el Son sintió que un nudo se le formaba en la garganta—. Eres un muchacho muy especial, tienes un corazón enorme y muy puro. Te mereces sólo felicidad, Goku, eres un joven muy bondadoso. Gracias por ser amigo de mi hijo.

     —¿Cómo es posible que ellos me quieran tanto? Nunca creí que serían tan fácil las cosas después de aquello—ella se separó y colocó sus manos sobre sus hombros.

     —Anda, cariño. Ve a jugar con ellos.

      —Sí… —caminó hasta la puerta que daba al patio trasero. Abrió, y sonrió al ver a Vegeta de cuclillas enseñándole a su hermano cómo arrojar el ovoide, mientras el hombre estaba a menos metros de distancia.

      Vió cómo el pequeño lo aventaba, creando una pequeña curva, cayendo perfectamente en las manos del hombre. El Saiyan pequeño saltó emocionado al ver su logro. Tarble miró hacia su dirección, notando la presencia del Son.

     —¡¿Viste mi lanzamiento, Goku?! —el más alto asintió.

      —Lo hiciste excelente. ¡Fue fantástico! —Vegeta caminó hacia él, para recargarse en la pared a su lado, mientras Tarble seguía practicando con su papá—. Me da gusto verlos todos juntos.

     —Me levanté temprano a hablar con él. Estabas tan dormido que no quise molestarte—el Son rio bajito—. Hablamos demasiadas cosas.

     —¿Tendrás mejor relación con él? —el mayor asintió—. Qué bueno.

     —Sigo pensando en que sólo has llegado a mejorar muchas cosas de mi vida—Goku bajó la mirada, tratando de esconderse con su flequillo para que no viera su rostro enrojecido—. Mi padre quiere hacer una parrillada el domingo. Sólo nosotros. Si tu madre tiene descanso, dile que nos acompañe. También Tomma.

     —Claro, Veg—bajó su mano, para rozar la de Vegeta. Su meñique se tocaba con el del otro de forma muy discreta.

     —¡Vegeta! ¡Papá me llevará a comprar con él! —el Saiyan levantó la mirada, viendo a su padre con su hermanito en brazos acercándose.

     —¿Quieren venir? Compraré carbón y carne, para tenerlos listo para este fin de semana.

     —No, estamos bien así.

     —Tarble, sube a ponerte otro abrigo—pidió el adulto, bajando a su hijo quien fue corriendo a su alcoba.

     El hombre fue al interior de la casa, Vegeta caminó detrás de él con varios metros de diferencia, para detenerse en la puerta.

     —¿Pasa algo, Veg? —caminó hasta estar a su lado y ver lo que él miraba. Pudieron ver que aquel hombre alto tenía acurrucada a la mujer en su pecho. Les dieron espacio retirándose de la puerta.

      —¿Entrenamos? —el menor soltó una risita al oírlo. Y es que se notaba que a Vegeta le incomodaba ver a sus padres tan melosos.

     —Pero a solas, él y yo…—rio al pensar que en muchas ocasiones ellos hacían ese tipo de cosas—. Claro, sólo deja que anude bien mi pants—pidió, ajustando la jareta de la cintura, para evitar que se le cayera.

     Se colocó en pose de pelea y, dada la señal de Vegeta, comenzó con sus ataques. Patadas, puñetazos… Hacía un sinfín de combinaciones para tratar de acertar un golpe al más bajo. Pero como él también era bueno en ello, se volvía un reto para ambos poder atinar sus ataques.

     —¡Auch! —se quejó, cuando cayó al suelo—. Rayos, sigo sin aprender a equilibrarme después de un golpe—sonrió y miró al mayor, que le extendía su mano para ayudarlo a levantarse—. Vegeta…—sintió su rostro colorarse al notar cómo las gotitas de sudor se deslizaban desde la barbilla del Saiyan hasta su cuello. Tragó saliva y desvió la mirada—. Dame sólo un minuto para tomar aire.

     —Claro. Te traeré agua.

      Lo observó retirándose, cubrió su rostro con ambas manos y se sintió totalmente avergonzado.

     —Vegeta… en serio me gusta mucho… Todo en él me gusta demasiado…

 

***

 

—¿En serio así se enciende esto? —preguntó, al ver a Vegeta acomodando el carbón en la parte baja de la parrilla con unos cuantos papeles.

     —Sí, ya lo he hecho antes—miró con fastidio hacia donde estaban los dos hombres. Tenían el cofre del auto del Saiyan levantado, ambos veían su interior.

      —Sí, el motor está haciendo un ruido extraño… ¿Sabes qué? Enciéndelo, para que veamos lo que tiene.

      —Sí, dame las llaves…

      Tomma entró al automóvil y encendió el motor, bajó y fue al lado del otro hombre. Ambos veían con detenimiento cada pieza del coche.

      —No te enojes, Vegeta. Sé que fue idea de tu papá hacer esto, y ahora ni siquiera está ayudando. Pero está bien que se junten para arreglar el carro si está fallando mucho—mencionó.

     Goku miró hacia donde estaba su mamá, ella estaba con Echalotte sentadas en unas mecedoras cerca de la puerta mientras charlaban. Sintió un poquito de alegría al ver a la mujer feliz por convivir con su amiga. Gine se había privado durante años de cosas así, y ahora podía disfrutar nuevamente.

     —Kakarotto, mi padre no sabe nada de mecánica—el Son lo miró—. Y por la cara de Tomma, él tampoco sabe nada de motores.

     El menor miró con detenimiento los rostros de ambos adultos, dándose cuenta de que, efectivamente, con sus expresiones faciales delataban que no sabían nada. Rio bajito y se volvió a girar con el Saiyan, que ya había prendido el carbón.

     —¿No crees que deberían dejarlo así? Pueden estropearlo más.

     —Lo arreglaré yo si lo descomponen—colocó la rejilla sobre el fuego.

      —¿Sabes de mecánica? —el otro asintió.

     —Algo. Aprendí cuando mamá tuvo problemas con el coche y no había oportunidad de ir a un taller. Creo que sé lo suficiente, duró mucho tiempo funcionando bien—el Son sonrió.

     —Eso… es bastante atractivo, Vegeta—dijo en voz baja, tomando entre sus manos las pinzas metálicas. El más bajo volteó a verlo.

     —¿Qué dijiste? —se acercó un poco, con una sonrisilla—. A ver, repite eso.

     —Que me parece muy atractivo que sepas hacer tantas cosas—Vegeta se acercó otro poco al escuchar esas palabras.

     —¿Atractivo? ¿También sexy? —el otro desvió la cara con vergüenza—. ¿Quieres verme trabajando?

     —Por favor, dame un respiro. No quiero que me vean así—pidió, girándose y dándole la espalda a todos los demás que estaban a varios metros de ahí.

     —Vamos, sólo bromeo—el Son lo vio de reojo—. Lo siento, no quiero molestarte.

     —Vegeta… —tragó saliva—. Por Kami, siento tanta vergüenza, pero… Sí quisiera, Vegeta—el mayor lo miró rápidamente al escucharlo—. S-sólo n-no me digas estas cosas en público la próxima vez.

     —Trato hecho, a partir de ahora sólo será en privado—el menor le extendió las tenazas, para que comenzara a colocar los embutidos sobre la parrilla—. Kakarotto.

     —¿Sí?

     —Aishitemasu—el Son sonrió bobamente.

     —Yo también te amo, Vegeta.

     Voltearon al oír unos tornillos cayéndose. Aquel hombre había quitado una pieza con ayuda del otro adulto. Seguían conversando entre ellos, mirando el objeto metálico y comentando sobre sus componentes.

     —Diablos, no, no, no—se quitó el delantal y le dio las pinzas al Son, para acercarse a los hombres—. Papá, ¿por qué lo quitaste?

     —Estaba floja. Sólo quiero ver más adentro y…—el menor empezó a empujarlo poco a poco, para que se alejara del auto.

      —Fue tu idea la parrillada, ve al asador—pidió, después miró al otro—. Señor Tomma, vayan. De verdad, yo termino esto—Goku le entregó el delantal al hombre cuando lo pidió. Se acercó despacio a su novio.

     —Vegeta…—vio que se acercaba al coche y comenzaba a colocar la pieza en su lugar.

     —Goku, me traes una cerveza del refrigerador, por favor—pidió el Saiyan mayor.

     —También tráeme otra, por favor.

     —Pero…—miró nuevamente a su novio, que ya se estaba llenando las manos de grasa mientras se asomaba al interior.

     —Anda, ve con él. Hay que mantenerlo lejos antes de que quiera jugar más al mecánico—Goku rio—. Está bien. Ve.

     —Claro—se adentró a la casa, abrió el refrigerador y sacó dos cervezas.

     Sintió un sinfín de emociones al recordar cuántas veces había recurrido al alcohol para sentirse bien. Pero ahora, luego de tantos meses sobrio, podía ser feliz sin necesidad de beber. Sintió un poco de orgullo al ver su avance y salió nuevamente al patio, entregándole las botellas a los hombres.

     —Goku, ven…—el Son, que apenas iba a aprovechar para volver con su novio, se giró al hombre. Sintió que era rodeado por los hombros por el mayor—. ¿Tokio Yakult golondrinas o los Kyojin?

      —¿Se refiere a los equipos de béisbol? —asintió, ahí el menor notó que Tomma también esperaba su respuesta—. Definitivamente los Kyojin. Yomiuri Giants ha tenido excelente racha las últimas temporadas, y tiene más títulos.

     —Goku, eres de los míos—el Son notó cómo Tomma sólo negaba, delatando que esperaba que dijera el nombre del otro equipo.

      —¿Y entre Yokohama Marinos y F.C. Tokyo? —preguntó, señalándolo con su cerveza.

      —Soccer… No sé mucho de fútbol. Pero desde pequeño apoyaba siempre a Yokohama Marinos.

      —No, Goku…—el Son rio al ver la mirada de Tomma, al parecer era de los equipos contrarios a los que él seguía.

     —Lo siento—el Saiyan, todavía sosteniendo al menor del hombro, extendió las pinzas hacia la parrilla.

     —La próxima temporada te llevaré con nosotros al estadio… ¿Ves este punto? —el menor miró la carne, que tenía presente el jugo en la parte superior—. Aquí es cuando debemos voltear—mencionó volteando el corte—. Así quedará suave.

      —Entiendo…—vio que siguió volteando los otros, así que giró su cabeza para alcanzar a ver de reojo a su novio, que seguía con el cofre levantado y ayudándose con múltiples llaves.

      Vegeta volteó a verlo, para guiñarle un ojo. Goku le correspondió su sonrisa, antes de volver a ver hacia el frente, mirando cómo aquella carne seguía en proceso de cocción.

      —¿Ves? Aquí ya está sellándose correctamente—el menor volvió a asentir—. La próxima vez te enseñaré a cocer pollo.

      —Sí, claro.

      ¿En serio ese hombre no lo estaba rechazando? Desde aquella vez donde se presentaron, había sido bastante amable. Y, al parecer, le estaba tratando de enseñar cosas.

      Si su papá hubiera seguido con él, ¿también harían ese tipo de actividades juntos? Como la invitación a ver un evento deportivo con ellos en familia, y ahora conviviendo. Bardock, ¿haría las mismas cosas con él si no hubiera sido una persona tan cerrada de mente?

     —Quisiera ver a papá…—soltó un disimulado suspiro, para después sentir que el hombre se separaba para poder acomodar el carbón del asador. Oyeron que el motor era encendido, así que voltearon. Vegeta había prendido el auto, todavía con el cofre levantado, para después bajar y mirar de nuevo las componentes del coche—. ¿Pudiste arreglarlo, Vegeta?

     —Sí—le dirigió una sonrisa a su novio que se había acercado a su lado—. ¿Ves? Los cables de aquí se habían pegado, y la pieza que habían quitado la pudieron sacar fácil porque posiblemente estaba floja. Realmente era sólo ajustar poquito—le sonrió—. Ya quedó.

     —Suena bastante diferente a cuando lo prendieron ellos—el Saiyan subió al coche para apagarlo—. Buen trabajo, Vegeta.

     —Ya quedó. Nuevo reto: que no quieran volver a arreglarlo—el Son rio. Ahí Vegeta aprovechó para agarrar un trapo y limpiarse las manos—. El próximo fin de semana le hago cambio de aceite.

     —Sí…

     —¿Y de qué hablaban?

     —Deportes.

     —Ay, no. Déjame adivinar: “Los Kyojin son el mejor equipo que se ha visto en este país y nadie ha superado sus títulos”—el menor rio—. Es muy fanático del béisbol. Demasiado.

     —Se nota—rascó su mejilla, mientras veía cómo se acercaba a la llave de agua que tenían en el jardín para poder lavarse bien las manos.

     —Me da gusto que se lleven bien—comentó, llegando con él. Se recargaron contra el auto mientras, a unos metros, los hombres seguían hablando mientras bebían—. Realmente, me siento más aliviado de eso.

     —¿Te preocupaba mucho?

     —Es mi padre. Iba a ser difícil si no lo hacía—soltó aire. Ahí Goku aprovechó para colocar su mano sobre la de Vegeta, discreta y ocultos de los demás—. Pero saber que lo único que le molesta es que me meta en problemas, y no que salga con un chico, me da paz.

     —Jeje—sonrió—. Es bueno, Vegeta.

     —Sí…—soltó aire—. Kakarotto.

     —¿Sí?

     —Gracias por entrar a mi vida.

     —¿Eh? —se ruborizó—. Ay, pero… yo no hice nada—pateó una piedrita.

     —Desde que eras mi amigo, y ahora… De verdad te agradezco tanto—miró al cielo—. Me haces feliz, Kakarotto.

     “Felicidad” … ¿Qué no se habían sentido ambos tan alejados de eso? Goku, desde su incidente, había ido de malos momentos a peores, donde había temido a todo mundo, y se había aislado en su totalidad. Incluso veía increíble el poder encontrar algo más que amistad.

     Y Vegeta, había perdido a su amigo, vivía amenazado diariamente y juzgado, y siempre tenía que pelear para poder defenderse de los otros.

     Dos chicos tan lastimados y aislados, que habían aprendido a crear un brillo juntos, encontrando la luz en el contrario y una paz que creían inalcanzable. Por fin, después de tantos años sufriendo y ocultándose, escondiendo sus emociones e hiriéndose con todo lo que acumularon. Pero ahora, que pudieron dejar todo atrás, se veían más felices y radiantes que nunca.

    —Tú también me haces feliz—su mano fue tomada fuertemente, para después entrelazar sus dedos.

    Y es que, mientras estuvieran juntos, todo sería más sencillo.

     Juntos, podrían ir contra el mundo.

     —Ven, vayamos a comer—dijo, cuando el hombre comenzaba a sacar algunos cortes y colocándolos sobre una vasija.

     —S-sí—dio una vista rápida a todos, cada uno estaba en su asunto. Así que, aprovechando su lejanía, dio un fugaz beso en los labios del mayor, antes de apresurar su paso y adelantarse.

     Vegeta se detuvo, metió las manos en sus bolsillos y lo vio huyendo totalmente apenado. Sonrió, apreciando aquel chico que sólo había llegado a iluminar su vida. Miró al cielo, agradeciendo a Kamisama por que su vida ahora era tan pacífica y que su familia había recibido de esa manera a aquel chico tan especial.

     —¡Vege, ven a comer! —avisó su hermanito, asomándose, por un lado.

     —Ya voy, enano—se acercó a apagar totalmente el carbón que todavía seguía encendido y se aseguró de que todo estuviera en orden.

     Volteó al sentir una mirada fija sobre él, así que volteó. El Son estaba asomándose por la ventana, pero cuando notó que giró, se ocultó. Sonrió tiernamente y terminó de apagar todo para poder ir con ellos.

     —Olvidé mi cerveza—comentó su padre llegando con él, para tomar aquella botella que todavía tenía la mitad de su contenido—. ¿Todo bien, hijo?

     —Sí, sólo revisaba que estuviera apagado—se sostuvo un poco en la mesa, teniendo todavía su mirada gacha—. Papá, de verdad me esforzaré para ya no meterme en problemas.

     —Por tu bien—el menor alzó la mirada—. Tú eres el que sale afectado con historial malo. Y tienes mucho potencial como para estancarte por eso.

     —Sí…—soltó aire y pasó su mano por su cabello.

     —Me molesta recibir llamadas de atención porque huyes, me molesta oír que peleas tanto—el menor bajó la mirada para poder recargarse en la mesa nuevamente—. Pero siempre me ha hecho sentir orgulloso que eres alguien justo—se recargó junto con él—. Trata de seguir siendo bueno, pero mide también tus acciones—le revolvió su cabello—. Hijo, de verdad siempre has tomado muchas buenas decisiones.

     —Sí, sólo… Bah, de verdad ya lo haré—comenzaron a caminar hacia la entrada de su hogar—. Por cierto, se nota que te llevas bien con Kakarotto.

     —Es buen muchacho—pasó su brazo por sus hombros, abrazando a su hijo—. Es una lástima que haya pasado por tanto.

     —Se lleva también bien con Tarble.

     —Tu madre me contó también que has hecho más amigos.

     —Sí, ha sido una buena temporada—entraron a la casa, topándose con las dos familias acomodando las cosas en el comedor para comer todos juntos.

     —Ech, yo bajo eso—soltó a su hijo para ir con su esposa y ayudarla a bajar cubiertos y loza extra de la alacena.

     —Veg—miró a su novio, que se asomó desde el marco de la puerta para extenderle su mano—. ¿Vienes? Me gustaría que nos sentáramos juntos—pidió, con una sonrisa.

     —Claro—extendió su mano, para tomar la del menor y entrelazar sus dedos—. Vayamos juntos…

Notas finales:

20/06/22 By Near


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