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Sexting por Princesa de los Saiyajin

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9

Hipocresía

 

—Goku, iré a trabajar—avisó asomándose a la habitación, su voz era baja y serena—. Llámame si necesitas algo.

     El menor no dijo nada, sólo seguía viendo hacia el techo con la mirada perdida, habiendo escuchado perfectamente a su madre. Gine no lo dejó volver a la escuela, aterrada de la idea de que nuevamente era acosado por sus compañeros. Y con buena razón, cuando el adolescente se había quitado la camisa notó los moretones en su torso.

     Además, había escondido todos los objetos punzocortantes de la casa; eso incluía tijeras, cutters, y artículos de oficina, así como también ocultó los cuchillos de la cocina e incluso los tenedores. Gine temía seriamente por la integridad física de su hijo, consciente de que el menor podía llegar a ser más extremista.

     Sin embargo, para Goku no era fácil esa última opción que tomó la mujer. Necesitaba desahogarse, estaba teniendo una crisis de ansiedad a causa de reprimirse. Odiaba con toda el alma arañarse los brazos y el rostro, necesitaba sentir el filo de la cuchilla contra su piel, ver la sangre escurriendo de su brazo y tocarla, jugar con el líquido carmín entre sus dedos.

     Y, así como en sus últimos meses de primer grado, se comprometió con su mamá a estudiar por su cuenta para sólo presentar un examen final de acreditación. Gine se rehusaba a que volviera, por más que se lo discutió e insistió en que “todo estaba bien” ella sabía que no era así. Era así que ahora el menor se dedicaba a estudiar en casa.

     Soltó un bufido de desesperación, las cobijas lo ahogaban pero sentía demasiado frío sin ellas. Ese mes encerrado en su habitación, sin salir para nada, lo tenían agotado. Rascó su cabeza y se levantó con pesadez de la cama, levantó su brazo derecho y se olió un poco, colocando una mueca de desagrado al percibir un mal olor proviniendo de él. Había reducido sus baños a tres por semana, por lo que ahora que llevaba dos días sin ducharse sentía que verdaderamente necesitaba uno.

     Buscó ropa en su cajonera y se metió bajo la regadera. Su cuerpo desnudo era acariciado por el agua tibia. Soltó un suspiro, y con la llave abierta fue deslizándose hasta llegar al suelo frío. Se quedó sentado, recordando demasiado a su chico de ojos azules. En esas últimas semanas había tenido demasiados sueños con él.

     Algunas pesadillas, donde a él le ocurría algo en su viaje dentro del avión, o algún accidente en una zona cualquiera de Francia. Otros donde ambos se tenían que despedir, donde al final Goku caía por un abismo sin poder alcanzar la mano del mayor. Incluso una ocasión soñó que tenía su boca cosida y no podía gritar para atraer la atención del más alto que se alejaba.

     Pero otros… En otros sueños se veía en situaciones más íntimas. Soñaba que la tarde en su casa 17 se despojaba de todas sus prendas húmedas frente a él, para después acercarse y besarlo profundamente estando desnudo. En otras soñaba que llegaba más allá, quedando ambos sin ropa y rozando sus entrepiernas en un vaivén rítmico.

     —Demonios—miró su entrepierna, había reaccionado ante los recuerdos de sus sueños.

     Pero, ¿cómo no evitarlo? Aquel chico era demasiado atractivo físicamente, y aunque nunca tuvo el gusto de verlo descubierto, sí tuvo la oportunidad de besarlo, acariciar su espalda mientras sus respiraciones se mezclaban y volvían una sola. Llevó su mano a su miembro, sintiéndolo rígido pero no tanto. Lo sostuvo bien y deslizó sus dedos por la extensión del falo.

    Mientras efectuaba aquel trabajo manual comenzó a fantasear. Imaginaba que era 17 quien lo tocaba, que se acercaba a repartir besitos en su cuello, que acariciaba sus muslos con delicadeza en lo que se abría paso para estar más cerca de él. Mordió su labio inferior cuando subió la temperatura de su cuerpo, sentía como si fuera a estallar por las sensaciones que llegaban. Abrió los ojos sólo unos segundos, para volver a cerrarlos y concentrarse el tacto de sus dedos contra su intimidad.

     Su pecho subía y bajaba, pero el Son lo único que podía notar era que con cada movimiento de su mano su espalda se arqueaba con ligeros espasmos. Movió su mano más rápido, rozando su palma con más fuerza. Unos gemiditos reprimidos alcanzaban a salir de su garganta, simplemente no podía resistir más, sus piernas se encogían y los dedos de sus pies los tensaba. Se estremeció cuando liberó su semen en su mano luego del intenso orgasmo.

     Miró unos segundos aquel líquido blanco, jugó un poco con la viscosidad que tenía, para finalmente enjuagar sus manos con el agua. Sus piernas seguían temblorosas, con dificultad consiguió ponerse de pie. El calor de su cuerpo se concentraba en mayor medida en sus mejillas, las cuales seguían en un intenso color carmín.

     Terminó de ducharse, en un intento de ignorar lo sucedido minutos atrás. Aunque lo cierto era que sentía un poco de vergüenza. Si 17 estuviera ahí, ¿él sería capaz de incitar al mayor a un acto más profundo? No, imposible. Además, dudaba si el de ojos claros acceda a ir más allá de un simple beso. Y, bueno, eso era lo que le gustaba del mayor: que sólo tenía buenas intenciones con él. Tal vez debía dejar de pensar perversiones y recordar sólo las cosas dulces que el mayor le dedicó a él.

     Salió únicamente con una toalla amarrada en la cintura. Miró el desastre de su habitación, pero sinceramente no tenía ánimos de hacer algo con respecto a ello. Sólo buscó un cambio de ropa, se vistió y se tiró sobre la cama. Miró al techo, luego alzó sus brazos para observar las múltiples cortadas. Eran muy… tétricas.

     —Diecisiete estaría decepcionado de mí—pensó tras recordar cómo el muchacho, completamente preocupado, le había pedido que fuera fuerte antes de despedirse—. Necesito hablar con él—cruzó sus brazos sobre su pecho, en un inconsciente intento por autoabrazarse—. Tal vez…—miró hacia su escritorio, donde reposaba su laptop. Se incorporó y caminó hacia allá.

     La sostuvo y volvió a la cama. Levantó la pantalla y la encendió, tecleó inmediatamente “Facebook” y esperó que la página cargara. Tardó unos segundos en recordar su correo y contraseña, marcándole “invalid password” en más de una ocasión. Quizá había perdido para siempre el número de teléfono de 17, pero tal vez, con un poco de suerte y una búsqueda profunda, podría encontrar su perfil en aquella red social.

     Cuando logró acceder pensó en inmediatamente escribir el nombre del pelinegro. Sin embargo se sorprendió al ver el enorme número de notificaciones, solicitudes de amistad, y mensajes que tenía. Tragó saliva y fue a su perfil.

<<¡Púdrete!>>

     —¿Pero qué…?

<<Eres un asco>>

     —Pero yo no…

<<Muérete>>

 

<<Te odio>>

 

<<Eres una zorra fácil>>

     Las lágrimas se acumularon en los ojos del Son al mirar velozmente cientos de publicaciones hechas en su muro de personas a quien no conocía, o que alguna vez fueron sus compañeros de clases. Abrió el buzón de mensajes y, sin abrir el de algún destinatario en específico, notó que todos eran mensajes de odio, al igual que las publicaciones. Volvió al inicio, meditando lo que vio.

     Todos se habían tomado la molestia de expresarle lo horrible que era, demostrarle que su homosexualidad no era más que un error y que no estaban de acuerdo a que fuera gay. Además de decirle que no era más que un “regalado” por haber enviado aquella fotografía. Luego de ver todo eso ni ganas le quedaban de buscar el nombre del ojiazul, suponiendo que a esas alturas el mayor ya no seguiría pensando lo mismo sobre él.

      Limpió una lágrima que alcanzó a salir con la palma de su mano y decidió cerrar sesión. Tin… El sonido de un nuevo mensaje lo sorprendió, sobre todo porque todas las publicaciones y mensajes que vio databan de hace más de tres semanas, por lo que se extrañaba de que ahora llegara uno nuevo, además de que la conversación se desplegara en la pantalla.

     Se trataba de su viejo amigo, Yamcha, quien le había pedido tiempo pero que jamás volvió a acercarse a él. Luego de su rechazo incluso dejó de topárselo en la escuela. Miró el chat abierto, notando que meses antes también había enviado mensajes. Se puso a leerlos, quedando sorprendido por lo que contenían.

 

Yamcha Akiyama:

Septiembre 21 del 2077 a las 17:23

Goku!!! Cómo estás???!!

Perdón por todo T^T

Déjame explicarte xq me tuve que alejar. Yo no quería u.u

Octubre 28 del 2077 a las 11:14

Se que me porte muy grosero, pero tengo una buena explicación!!!

Por favor déjame explicarte Goku!!!

Diciembre 25 del 2077 a las 0:39

Tal vez no mires esto, quizá me odies por la forma en que te di la espalda cuando me necesitabas.

Sólo quería desearte una feliz navidad.

Enero 1 del 2078 a las 0:12

¡Feliz año nuevo!

Una vez más te pido disculpas por lo que pasó. Enserio quisiera que respondieras mis mensajes, necesito hablar contigo. Quisiera que nuestra amistad no se perdiera por mi estupidez :c

Goku por favor perdóname!!!!

Febrero 14 del 2078 a las 14:49

Sabes? Recordé cuando fuimos a la fiesta de la escuela y que Milk te persiguió por todo el patio jajajaja Recuerdo que te subiste a un árbol porque no querías casarte en la kermesse con ella.

Y luego tú y yo fuimos a comer hotdogs mientras ella te buscaba XD

Goku, en serio te extraño. Quisiera que me perdonaras por todo lo que pasó, de verdad necesito a mi mejor amigo, quisiera tenerte conmigo otra vez T^T

Perdón por mi estupides. Feliz día, mejor amigo…

Mayo 9 del 2078 a las 0:01

Feliz cumpleaños Goku!!!!

Diciembre 25 del 2078 a las 0:24

Goku ya me resigné a que no contestarás :c

Pero seguiré insistiendo

Todavía tengo la esperanza en que contestes y sepas que lo siento tanto por todo lo que pasó

Feliz navidad Goku

Enero 1 del 2079 a las 0:13

Feliz año nuevo Goku :´D

Hoy

GOKUUUUUUUU!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

 

     El Son se sorprendió demasiado por la cantidad de mensajes que estuvo recibiendo por parte de su viejo amigo. Nunca se imaginó que Yamcha realmente necesitaba tiempo, pero que al final recapacitaría y querría volver. Se sintió un poco melancólico, si Yamcha lo hubiera acompañado en ese trayecto quizá le habría sido más sencillo.

 

Yamcha Akiyama: GOKUUUU!!!! ESTÁS AHÍ!!!!???? POR FAVOR CONTESTA!!!!

 

     Seguramente al pelinegro le apareció el ÖÖVisto luego de regresarse a leer los mensajes anteriores. Suspiró hondo, no sabía qué responderle a su viejo amigo, no se sentía preparado para volver a hablar ni con él ni con nadie. Se había alejado tanto de la sociedad en general que le parecía incluso extraño la idea de querer entablar conversación con alguien.

 

Yamcha Akiyama está inciando una videollamada

Rechazar           Responder

 

     Se sorprendió demasiado al ver esa solicitud de llamada. Tragó saliva y decidió responderla, ¿qué era lo peor que podría pasar? Ya había sido lo suficientemente humillado, incluso públicamente, como para que sufriera algo peor. Además, el chico estaba a cientos de kilómetros de distancia. Lo único que podría hacerle era escribirle mayúsculas esperando que muriera, o decirle sus verdades directamente, cosa que no eran novedad y a las cuales se había acostumbrado en ese año y medio.

     —¡Goku!—gritó emocionado el joven al otro lado de la pantalla tan sólo respondió la videollamada. Se veía incluso impactado de que la aceptara.

     —Hola, Yamcha—respondió en susurro, se había acostumbrado a no convivir con nadie que sentía que su lengua tropezaba las palabras que intentaban salir.

     —Goku…—el chico se veía afligido—. ¿Qué… qué te pasó? Te ves demasiado… triste…

     —Pues… la gente me odia jeje—rio sin gracia—. Ya te imaginarás por qué…

     —Oh, sobre eso…

     —Yamcha, ¡¿con quién estás hablando?!—se escuchaba una voz femenina a lo lejos.

     —Con un compañero de clases—respondió en voz alta el joven. Se escuchó cómo ella intentaba abrir la puerta, forcejeando con la perilla.

    —Escuché que dijiste Goku… Que ni se te ocurra estar hablando con ese desviado…

     —¡Dije “Soul”!—respondió en voz alta. El Son notó cómo Yamcha cambiaba de lugar a uno más alejado de la puerta, en una esquina, para colocarse audífonos—. Perdón por eso—dijo en voz más baja—. Goku, yo no me alejé de ti porque quisiera, sino porque mis padres me obligaron, diciendo que eras mala influencia o que juntarme contigo me traería mala reputación. Me sentí forzado a alejarme—cerró sus ojos, se veía sus labios temblorosos, como si quisiera llorar en cualquier momento—. Y cuando los enfrenté, papá me golpeó.

     —Yamcha…

     —¿Puedes ver esta cicatriz?—señaló su mejilla—. Me partió la piel con su anillo de bodas, sólo fue un rasguño pero quedó marcado para siempre.

     —No debiste haberles discutido—el pelinegro negó lentamente.

     —Lo que no debí es alejarme, Goku—empezó a sollozar—. Tú eras mi amigo, tú estuviste conmigo siempre que lo necesité… Me necesitabas y yo te fallé.

     —No, no me fallaste, Yamcha, tú no…

     —Todos se burlaban de ti y jamás intervine, debí defenderte, debí tratar de hacerlo…—el Son se mantuvo en un largo silencio mientras el chico lloraba, demasiado desesperado y culpable.

     —Yamcha, te perdono…—habló serenamente, causando sorpresa en el mayor—. No podías hacer nada, y si lo hacías posiblemente habrías sufrido lo mismo que yo…

     —Hubiera sido divertido que ambos estuviéramos juntos en eso… Tal vez habríamos podido contra todos—limpió sus lágrimas sonriendo un poco.

     —Me pareció raro ya no encontrarte en los pasillos…

     —Cuando mamá se enteró que estabas en la misma escuela que yo se aferró en trasladarme a otra. No quería que conviviera contigo. Y todas las fotografías que teníamos juntos las tiró a la basura, al igual que la chaqueta que me obsequiaste en navidad. Ella también quería que me deshiciera del llavero, le dije que yo lo tiraría… Decidí devolvértelo a tirarlo—soltó aire—. Había una niña en la escuela, hija de una vecina. Esa niña es muy chismosa, le habría dicho a mamá que seguimos hablando. Y yo… sinceramente tenía miedo, Goku.

     —Te creo, considerando lo que te hizo tu papá. Él era un señor muy estricto.

     —Sí… Hace poco me topé con tu hermano, quise preguntarle por ti pero vi a lo lejos que discutía con tu papá. No quise interrumpir…

     —Hace demasiado que no hablo con Raditz—el chico se mostró confundido—. Mis padres se separaron, y papá se quedó con él.

     —¡¿Qué?! Imposible, no puede ser verdad…

     —Sí…—soltó aire—. De hecho, ya no vivo donde antes. Mamá y yo nos mudamos hacia la Ciudad del Este.

     —¿Ciudad del Este?—repitió—. Mi abuela vive por allá—notó cómo miraba hacia donde estaba la puerta en forma cuidadosa—. Goku, quiero volver a verte. Iré a quedarme en casa de mi abuela y te buscaré.

     —Pero, Yamcha…

      —Goku, no volveré a dejar que mis padres me prohíban estar con quien quiero—se veía muy determinado—. Es más, aprovecharé el fin de semana largo por el asueto, ¿te parece bien? Mañana tomo un autobús y me quedo hasta el domingo en la tarde.

     —Yo…—sonrió un poco, sintiendo alivio, calma, un poco de paz—. Yo también quiero verte…

 

***

 

Se sentía demasiado incómodo. Había tomado las calles menos transitadas para asistir al reencuentro con Yamcha, con el fin de evitar inconvenientes con algún paseante, pero tenía miradas fijas sobre él por parte de cualquiera que lo reconociera. Llegó por fin al lugar solicitado, se ocultó detrás de la fuente, por el lado que daba a un edificio, mirando al suelo de forma nerviosa.

     —¡Goku!—escuchó su nombre. Alzó la mirada y miró al pelinegro que, cuando verificó que se trataba de él, había corrido hasta estar frente él y abrazarlo con fuerza—. Goku, amigo…

     —Yamcha…—sintió el pecho agitado del más alto y escuchó los sollozos que soltaba. No pudo evitarlo y también comenzó a llorar. Todos los sentimientos que le traían aquel abrazo, el tener a su amigo, el saber que alguien todavía lo estimaba y lo quería.

     —Lo siento—se separó un poco—. Es sólo que me siento muy feliz de verte otra vez, amigo…—limpió sus lágrimas con ambas manos.

    —Yo también te extrañé…—se permitió sonreír, de una forma tímida.

     —Goku…—susurró, tomó su rostro con ambas manos y lo examinó—. Te veo más delgado…—el Son desvió la mirada—. Me siento mal por abandonarte así.

     —Está bien, yo me lo gané—suspiró. Fue abrazado nuevamente. Yamcha era al menos 10 centímetros más alto que él, por lo que podía acomodar su cabeza perfectamente en el espacio que quedaba entre su cuello y hombro.

     —No, tú no tuviste la culpa de nada… Quisiera que los demás lo supieran—miró otra vez al rostro del menor—. ¿Vamos a comer a algún lado?

     —Yo…—miró hacia todas direcciones.

     —¿Te incomoda algo?—bajó la mirada—. ¿Crees que te reconocerán?

     —Ya lo hacen…

     —Bueno, confundámoslos un poco—se quitó aquella gorra de béisbol que llevaba y se la colocó al revés al Son—. Y ahora…—coló unos mechones de cabello por el agujero que formaba en la zona donde estaba el velcro—. Ta-dá, ahora pareces, como diría mi tía, un adolescente rebelde.

     —Jaja—soltó sin querer una risita.

     —De verdad es más complicado reconocerte, Goku, tu cabello es lo que te delata a primera vista.

     —E-está bien—tartamudeó un poco—. Vamos…

     Caminaron hacia una pizzería cercana y se sentaron en una mesa al fondo. El mayor se permitió pagar todo, dejando a un apenado Goku. Ambos se sentían un poco incómodos con el silencio, pero había sido demasiado tiempo sin dirigirse palabra que les costaba mucho llenarlo.

     —Y dime, ¿seguiste practicando artes marciales?—rompió el silencio.

     —No, dejé toda actividad extra.

      —¿Sabes? Yo seguí entrenando, pero pensaba mucho en ti. Cuando sucedió lo de la foto no podía creerlo. Digo, en ocasiones fuimos a la piscina juntos, o nos cambiábamos donde mismo luego de la clase de Educación Física—rascó su mejilla—. Pero pensé, “Goku no sería capaz de nada”. Al final de cuentas supuse que yo no sería de tu tipo jeje…—se volvió un poco más decaído—. Tú nunca hiciste nada malo, no tendrían por qué juzgarte… —soltó aire—. Mamá se enteró también, más por una vecina, y me regañó por querer seguir hablándote. Incluso Krillin estuvo presente cuando mis padres me regañaron y pasó esto—señaló su mejilla.

     —¿Krillin?

     —Sí. Vio cómo mi padre me golpeaba. Al final le dije que se fuera, que todo estaba bien. Pero… bueno, fue una discusión muy larga—miró al techo—. Mi vecinita le dijo que tú estabas en la misma escuela, mamá se encargó de hacer el papeleo necesario para cambiarme de colegio. Lo último que supe de ti, por parte de esa niña chismosa, fue que te tiraron por las escaleras y que expulsaron al bully de la escuela… ¿Estás bien?

     —Fue un año difícil—una chica colocó un par de sodas frente a ellos, segundos después llegó con una enorme pizza; hizo una reverencia y se fue.

     —Me lo imagino. Cada vez sentía más impotencia, y no podía comunicarme contigo. Cuando empecé a llamarte y no respondiste quise comunicarme contigo por Messenger, pero tu última conexión fue hace más de un año. Por eso cuando vi que te conectaste el martes te envié rápido un mensaje.

     —Me desconecté de todo—tomó una rebanada después de que Yamcha comenzara a comer—. No sé si viste todo el odio que me publicaron.

     —Sí… Qué idiotas—bebió un poco de soda—. ¿Sabes? Milk todavía habla de ti… creo que ella es la única que te apoya.

     —¿En serio?

     —Sí… O, bueno, hablaba muy bien de ti. Eso era hasta que Maron, la prima de Bulma, la llamó urgida, ya sabes, porque esperaba salir con un gay al no recibir citas con nadie.

     —Oh…

     —Luego de esa humillación no volvió a mencionarte… Pero yo sé que todavía está preocupada por ti, siempre fue alguien muy cariñosa contigo.

      —Sí…—recordó a la dulce niña que era Milk. Alguien que, si bien era empalagosa, siempre estuvo para él. Se sintió mal por nunca haberle podido corresponder, pero era preferible esa opción, Milk se merecía a alguien mejor.

     —Goku, ¿quieres ir al arcade después?—el Son asintió—. Genial, hay uno cerca de aquí.

     —Sí—sonrió, esta vez un poco más aliviado. Una vez más tenía a quién llamar amigo.

 

***

 

—¡Hay uno detrás de ti!—gritó el mayor, esperando que Goku reaccionara y matara al soldado. Con una ágil combinación de comandos en el control su jugador volteó y disparó en el cráneo a uno de los enemigos.

     —¡Yamcha, cuidado!—pero no fue tan hábil como él. Tardó en reaccionar y asesinaron a su jugador. Goku, al distraerse, también perdió.

     —Rayos…—ambos rieron.

     Ese fin de semana lo habían pasado juntos, yendo a distintas atracciones de la ciudad. Y, para encubrir la identidad del joven, Kakarotto usaba la gorra de Yamcha, debido a que efectivamente su cabellera alborotada era la que delataba quién era en realidad.

     —Yamcha—la mujer se asomó a la sala. Llevaba puesto un rebozo y llevaba en sus manos una bolsa de malla y un monedero pequeño—. Iré a comprar algo para hacer la cena—acomodó sus enormes gafas—. Cierra bien la puerta.

     —Sí, abuela—acompañó a la mujer a la salida, pidiéndole que tuviera mucho cuidado, posteriormente cerró con seguro la puerta.

      —Las galletas que preparó estaban deliciosas—mencionó comiéndose la última que quedaba en el tazón—. ¿Y ahora qué quieres hacer?

      —No sé… ¿Qué te parece jugar verdad o reto?

     —¿No te parece que estamos demasiado grandes para eso?

     —¿Qué? ¿Tienes miedo?—el Son aceptó la provocación.

     —Vale, escojo reto—cruzó sus brazos sobre su pecho, desafiándolo.

     —Mmm… te reto… a beber jugo de limón… Sin diluir, sin sal, sin nada…

      —Sencillo…—se mostró confiado. Fueron a la cocina, exprimieron tres limones y el Son bebió de un trago el jugo, haciendo demasiadas muecas y tosiendo mucho al final.

     —Jajajaja, ¿no que muy simple?—empezó a reírse. Goku bebió agua sola para quitar la acidez en su boca y regresaron a la sala.

     —Pudo ser peor—sonrió maliciosamente—. ¿Verdad o reto?

     —Verdad.

     —Cobarde.

     —¿Qué? Sólo previne una posible venganza—mostró sus dientes en aquella astuta sonrisa.

     —Mmm…—se puso a pensar—. Bah, no se me ocurre nada bueno. ¿Quién te gustaba?—eso pareció bajar los ánimos del mayor, quien borró su sonrisa y se tornó más serio.

     —Alguien que me sigue gustando—desvió la mirada—. Escoge otra cosa, por favor.

     —¿Eh?—se aproximó a él—. Yamcha, ¿quién es esa persona?

     El pelinegro levantó la mirada, se veía indeciso, tímido, queriendo esconder más tiempo aquel secreto, llevárselo a la tumba si fuera necesario. Pero no, el Son ansiaba saber la respuesta y, teniendo frente a él a su mejor amigo, le costaba seguir ocultándolo.

     —Me gustas tú.

 

 

Un silencio profundo inundó el lugar. Los ojos del pelinegro mostraban una sinceridad profunda, y un poco de miedo también; Yamcha no podía estarle mintiendo, menos en un momento como ese.

     —Yamcha, yo no te correspondo—el mayor cerró los ojos y bajó la mirada—. Yo siempre te vi como un amigo…

     —Lo sé—buscó su mirada—. Goku, dame una oportunidad… Por favor.

     —¿Qué?

     —Por favor, déjame estar contigo. Sé que fui un idiota, pero… de verdad siento cosas por ti—sus ojos se llenaron de lágrimas—. Goku, mis padres no me cambiaron de escuela porque fuéramos amigos, sino porque les dije que tú me gustabas.

     —¿En verdad?

     —Sí—lo miró a los ojos y se acercó más—. Por favor, Goku, dame una oportunidad.

     —Yo…—sintió la respiración del mayor mezclarse con la suya—. Está bien—sonrió de medio lado—. Podemos intentarlo.

     —Gracias—sonrió también.

     Lentamente acercó sus labios con los de él, tomó su barbilla y acarició su mejilla con su pulgar. Finalmente unió sus labios en un suave y tierno beso. Al separarse soltaron una risilla tímida y avergonzada. Ninguno de los dos se pensó estar en esa posición con el otro.

     —¿Quieres ser mi novio?—el Son mordió su labio inferior mientras sonreía—. ¿Eso es un sí?

     —Sí…

      —Haré todo lo posible para poder verte todos los fines de semana, ¿te parece?

      —Es perfecto…

 

***

 

Una extraña relación a distancia comenzó. Goku todavía se sentía ligeramente incómodo, no se acostumbraba todavía a estar de ese modo con su mejor amigo. Además, seguía sin ánimos de conectarse nuevamente a las redes sociales, por lo que tampoco se comunicaba mucho con Yamcha. Si acaso sólo cuando el mayor lo llamaba por teléfono, entendiendo también que no podía ser tan seguido por los problemas que tendría su novio con sus padres.

     Y los fines de semana que se veían los ocupaban yendo al parque, jugando baloncesto o videojuegos. Aunque, el último fin, se habían encerrado en la habitación de Yamcha en casa de su abuela, y se besaban durante horas. Besos pequeños, suaves, lentos y ligeramente inocentes. A Goku le incomodaba un poco, pero creía que era por el cariño que Yamcha le tenía.

     Y parecía muy probable. Él también hizo lo mismo cuando estuvo con 17, se dejó llevar con besos y caricias en la oscuridad de su habitación. Se sintió de pronto culpable, por pensar en el recuerdo de Lapis mientras salía con Yamcha. Pero, en su defensa, nunca le mintió al mayor, fue claro en que le costaría tiempo verlo de otra manera diferente a la amistad.

     Bueno, tal vez excusarse no era tan correcto. Pero sentía un vacío, el ojiazul realmente lo había marcado, y el haberse descomunicado de aquella manera no ayudaba en nada. Miró la hora en el reloj de pared. ¿Sería apropiado terminar con Yamcha luego de cuatro semanas de relación? Aunque se esforzaba, no lograba sentir nada por el chico.

     Además, temía terminar necesitándolo únicamente para mejorar su estado de ánimo, llegar a usarlo para sentirse bien. No sería justo para Yamcha. Pero tampoco podía romperle el corazón. Estaba entre la espada y la pared, no estaba seguro de poder elegir apropiadamente, porque cada vez que miraba la sonrisa del más alto, cada que veía sus ojos brillantes y escuchaba un “gracias por estar conmigo después de todo” sentía su pecho oprimirse.

      Quizá no merecía tanto amor por parte de él.

      Ahí iba una vez más con su inseguridad, su sentimiento de insuficiencia. Tragó saliva, esperando encontrar una decisión que pudiera ser buena para ambos, lo que menos deseaba era herirlo. Pero tampoco quería seguir con él, en más de una ocasión pensó en Lapis estando entre sus brazos. Y se sentía tan asqueroso por hacerle eso a alguien que sólo tenía buenas intenciones con él.

     Pero simplemente no podía olvidarse de 17, no tanto por su físico (que por cierto era superior al de Yamcha), sino porque en ningún momento  le dio la espalda. Siempre estuvo dispuesto a apoyarlo. Y es por eso que no podía sacárselo de la cabeza, siempre fue bondadoso con él. Aparte de que sus sentimientos eran correspondidos, nunca hubo una traición, una mentira, o el fin de su “relación”. Nunca acabó, y he ahí el problema.

     Desde que Lapis apareció en su vida, desde que lo vio en la fila de la montaña rusa, en ese instante sus destinos se cruzaron. Le era más complicado olvidarse de alguien con quien desde el primer instante tuvo una conexión muy especial, algo completamente mutuo.

     Suspiró hondo y salió, cerrando bien la puerta principal. Se colocó la gorra y caminó hacia la humilde casa de la abuela. En el trayecto siguió pensando, se sentía incapaz de cortar con él. Además, era muy poco probable que 17 volviera, era incluso estúpido considerarlo. Tocó el timbre y a los segundos aquella dulce mujer abrió la puerta.

     —Pasa, pequeño—el Son se adentró y fue directo a la habitación de Yamcha, quien llamaba por teléfono. Cerró la puerta y le sonrió al chico.

      —Oye, te tengo que colgar…—susurró unas palabras más—. ¿Podrías guardar eso en la caja de la esquina?—pidió, señalando muchos videojuegos. El Son asintió y ayudó a su amigo.

     Yamcha se acercó al lado contrario luego de que el de cabellera alborotada le diera la espalda. Comenzó a acomodar cosas que estaban sobre la mesa, entre ellas muchas figuritas decorativas que pertenecían a la anciana. Tan sólo terminó, volteó a ver al Son, que colocaba el último videojuego dentro de la caja. Goku se sentó en la orilla de la cama, con una sonrisa pequeña, muy tímida. El menor todavía conservaba dejes de tristeza en su expresión.

    —Y… ¿qué quieres hacer?

     —Esto—caminó hacia él, tomó su rostro con ambas manos y unió sus labios en un demandante beso. Goku no entendió muy bien el cambio o prisa en él.

      Y sí, le incomodaba un poco, pero más que nada era por la anterior idea que había pasado por su mente mientras caminaba por las calles. No podía corresponderle, seguía pensando demasiado en 17, no podía sacarse de la cabeza al ojiazul. Y no, Yamcha no sabía nada de la existencia del otro pelinegro en su vida, porque si se enterara sufriría demasiado.

     —Yamcha… no puedo hacerte esto, no puedo seguir contigo de esta manera—separó despacio el cuerpo del mayor, empujándolo con sus manos en su pecho—. Creo que lo mejor será que terminemos esto antes de que alguno de los dos salga herido…—susurró, casi inaudiblemente, sintiéndose mal por cortar su relación.

     —¿Qué?—una sonrisa burlona apareció en su rostro—. ¿Crees que tienes derecho de cortar conmigo? ¿En serio te sientes digno para eso?

     —¿Qué dijiste Yamcha?—frunció el ceño, dolido y ofendido, pero sintiendo sus palabras como las múltiples agresiones que le contó que sufrió en toda su ausencia.

     —Lo que oíste—apresó sus manos y se colocó sobre él, aferrando su agarre para que quedara contra el colchón—. Goku, ¿en serio crees que puedes venir a acabar con todo?

     —Yamcha…—sintió los labios del mayor contra los suyos. Lo besaba de forma tierna, muy dulce. Quizá ese pequeño arranque de ira fue por miedo a perderlo, porque lo quería tanto y no quería que se separara. Cerró sus ojos un instante cuando sintió que besaba su cuello, después sintió que le daba un chupetón. Abrió los ojos y se concentró en el techo, el mayor le estaba dejando algunas marcas.

     Giró su rostro hacia la pared, intentando ignorar cómo su cuerpo quería reaccionar. Pero entre más lo intentaba no podía sacarse de la cabeza todos los sueños húmedos que últimamente tenía. Y lo peor de todo no era eso, sino que en ellos estaba con Lapis, no con Yamcha. Miró hacia adelante por encima del hombro del pelinegro, intentando identificar un diminuto objeto que reflejaba la luz de la bombilla.

     —¿Qué es eso?—quitó al pelinegro de encima y caminó hacia la mesita. Notó que era el teléfono del mayor recargado contra una figurilla de porcelana, y medio oculto detrás de otra. Lo tomó y confirmó su temor: la cámara estaba encendida y estuvo grabando en su dirección.

      Ya se imaginaba qué pudo venir después: tener relaciones sexuales para después humillarlo públicamente con esa grabación. Tragó saliva, intentando contener las ganas de llorar y borró la grabación que estaba en curso. Verificó rápidamente que no tuviera otras en su galería, y dejó el celular en su lugar. Miró con decepción al mayor, quien sólo fruncía su ceño con un poco de fastidio.

     —¿Por qué, Yamcha?—empezó a decir, conteniéndose para no gritarle lo horrible que era al haber hecho eso.

     —No lo entenderías, Goku…

     —¿Por qué mentiste, Yamcha?—demandó saber.

     —No te mentí, Goku. Al menos no antes, yo…

     —¡Eres un idiota!—gritó. Caminó hasta estar frente a él y verlo algo fúrico—. Confié en ti, Yamcha.

     —Goku—se veía levemente afligido, el Son no lo notó, pero Yamcha tenía sus ojos un poco vidriosos—. Déjame explicarte—tomó sus muñecas con un poco de fuerza.

     —Suéltame, Yamcha—pero el mayor se puso de pie e intentó besarlo, Goku giró su rostro y forcejeó para librarse. Tan sólo consiguió que una mano estuviera libre lo golpeó en el rostro.

     Yamcha cayó y se golpeó antes con la mesita de noche, se hirió en la frente por el impacto. El Son, pese a todo su tiempo alejado del mundo de las artes marciales, todavía poseía la fuerza en un golpe imprevisto. Además, sentía mucho dolor, rabia, coraje… Todas esas emociones se acumulaban en su interior, tenía unas intensas ganas de llorar, de desahogarse. Se sentía tan estúpido, tan imbécil.

    —Niños, ¿qué está pasando?—la mujer se adentró en la habitación—. ¡Ay, por Kamisama!—miró a Yamcha que estaba sentado en el suelo, con unas gotitas de sangre deslizándose por su frente—. ¡¿Qué pasó?!

    —Me caí—respondió cortantemente el chico. Miró una última vez a Goku, quien no resistió y salió corriendo.

     El Son huía, huía de ese lugar donde pasó buenos momentos con su mejor amigo, huía de la persona que por unos días lo había tratado bien y le entregó el amor que tanto necesitó, huía de aquella relación que lo hizo sonreír una vez más. Huía porque todo se había tratado de una mentira.

     Todo fue falso. Yamcha nunca quiso algo con él, Yamcha lo había utilizado y él patéticamente se dejó llevar. Sólo porque le había dedicado palabras bonitas y buenos momentos creyó que era real. Sólo porque alguna vez el chico fue sincero con él pensó que en esta ocasión sería de la misma manera. Ya debía ser hora que entendiera que no porque le dijera las cosas de frente, con voz dulce, significaba que fuera cierto.

     Llegó a su hogar. Entró y fue directo a encerrarse en su habitación a llorar sentado contra la puerta. ¿Por qué tuvo que hacérselo él?, ¿por qué no alguien más? Tal vez habría sido más fácil asimilarlo si otro chico le habría venido con la mentira de que lo amaba, quizá ahí se habría negado por el recuerdo de Lapis o por su miedo a las personas que lo trataban bien (porque en la mayoría de los casos terminaba fatal).

     Pero no. Tuvo que ser alguien que en el pasado había ganado su confianza, alguien a quien a pesar de todo era capaz de abrirle la puerta una y mil veces más. Yamcha era su mejor amigo, nunca se pudo esperar algo así de él; se lo creería a cualquiera, a sus excompañeros o a otros amigos, pero no a él, no a su mejor amigo, no con quien creció, no alguien que lo había seguido desde primer grado de primaria.

     —¡¿Por qué?!—empezó a arañar su rostro, desesperándose. Miró el vaso en el que se llevó agua en la noche y lo arrojó contra la pared, estrellándolo. Gritó, rasguñó sus brazos, golpeó el muro raspando sus nudillos.

     Desquitó con golpes en la pared su frustración, terminando con las manos sangrantes. Tomó aire profundo, miró el desastre hecho y buscó una escoba para limpiarlo. Ya más relajado fue a lavar sus manos en el grifo del baño. Se miró en el espejo, tenía sus ojos hinchados por las lágrimas, su cabello estaba desordenado, sus mejillas tenían las líneas marcadas por sus uñas y su rostro otra vez se volvió una mueca compasiva llena de lástima por sí mismo.

    Se colocó unas banditas que su mamá le había comprado hace tiempo, luego de enterarse de los cortes se había encargado de llenar la casa de objetos para curación médica. Se colocó varias en las manos en los raspones, encargándose de desinfectar bien antes. Trató de organizar un poco su cabellera antes de salir del baño.

     Tal vez debía empezar a quererse un poquito y no correr en los brazos de cualquiera que lo tratara bien. Aunque, en este caso, era casi imposible suponer que el chico le haría semejante barbarie. Yamcha había sido su mejor amigo, había estado con él apoyándolo en muchas cosas. Con Zarbon, por ejemplo, que llegó amablemente, le creyó porque fue amable desde el primer momento, pero después se volvió su bully.

    Pero Yamcha había sido su amigo desde años antes que ocurriera su tragedia. ¡Habían sido mejores amigos por 6 años! ¡Juró que estaba enamorado de él y hasta lo besó en más de una ocasión! Pero… todo acabó. Desde un inicio, desde que el pelinegro le había dicho que debía alejarse de él, desde aquel momento había perdido a su amigo.

     Buscó en un cajón sus llaves y retiró el Yamcha chibi. Era hora de dejarlo ir… Tiró el llavero al cesto de basura y fue a recostarse en la cama. Debía deshacerse del recuerdo del chico, ya no tenerle ese mismo cariño de antes, desapegarse a él y a todos. Lo mejor era considerarlos simples conocidos, debía temer ahora sobre la sinceridad de sus palabras.

    Una vez más confirmó qué tan sólo se encontraba en ese mundo tan inmenso…

 

***

 

—Hijo, iré a cubrir el turno nocturno—avisó mientras se colocaba el abrigo—. Mi amigo dijo que te aplicará el examen para la acreditación en junio, ¿te parece bien?

     —Sí, he estudiado demasiado. Además, apenas estamos en mayo, falta demasiado—intentó animarla, ella sonrió y se acercó a darle un beso en la frente.

     —No abras a nadie, y no te desveles tanto.

     —Sí, mamá—la mujer se fue, sólo escuchó el sonido de la llave atrancando la perilla.

      Fue a la cocina, abrió el refrigerador y sacó el enorme pastel de chocolate. Cortó un enorme trozo y regresó a la sala. Su cumpleaños había sido el fin de semana, y por ello su madre quiso consentirlo con un pastel para ambos. Lo único bueno de aquel día fue que recibió una llamada de Raditz para felicitarlo, pero el de cabellera larga aclaró que no podía volver a llamar porque su padre lo había metido en una preparatoria estilo militarizada, por lo que sus llamadas eran muy restringidas.

     Escuchar una vez más a su hermano lo había hecho muy feliz, aunque no era lo mismo a tenerlo a su lado, y en verdad necesitaba estar con él. Tomó el control de la TV y la encendió, cambió canales esperando encontrar algo bueno dentro de la programación.

<<”Y en unos momentos más hablaremos de Lapis Gero, número tres en este top de “Modelos juveniles masculinos más populares este año en Francia”>>

     Se detuvo al oír aquel nombre que mencionó la conductora de aquel programa juvenil. No sabía el apellido de Lapis, pero el país y el nombre era una ligera coincidencia que no quiso dejar pasar.

 

A continuación vamos a mencionar a un chico llamado Lapis Hero. Tiene actualmente ocho meses trabajando en la industria de la moda como modelo de la Alta Costura. Tiene apenas 19 años, casi 20, y es proveniente de Japón. Volviendo de los comerciales mostraremos este chico con gran futuro.

 

     —¿Japón? ¿Diecinueve años? ¿Lapis?—susurró, observando el comercial de limpiadores de piso—. ¿Se convirtió en modelo? —metió un bocado de pastel en su boca, recordando inconscientemente su primera y última cita con él—. Pastel de chocolate y maleada de fresa…

 

Hola, ya estamos de regreso. Aquí les presentamos al chico del que estamos hablando—en la pantalla apareció una fotografía a escala de grises de un chico de cabello a los hombros, con una mirada seductora—. Este apuesto chico lleva ya ocho meses trabajando como modelo, ¡y está aquí con nosotros!—la cámara dejó de enfocar el rostro de la conductora para mostrar un cuadro completo donde, en otro sillón frente a ella, estaba el susodicho—. ¿Qué te parece si nos cuentas tu historia?

      —Hola a todos, mi nombre es Lapis Gero. Tengo diecinueve años, en cuatro meses cumpliré veinte…

 

     La mirada del Son se iluminó al ver a aquel muchacho. Era muy guapo, con un cuerpo atlético, sus brazos descubiertos por las mangas arremangadas demostraban que se ejercitaba, y una sonrisa con una blanca dentadura que resplandecía muy brillantemente. Además vestía una playera blanca de mangas verdes que le quedaba un poco ajustada, remarcando sus pectorales.

     —¡Diecisiete!—sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas al ver a aquel muchacho, vistiendo la playera que le prestó la última vez que se vieron. Y su voz se oía tan perfecta con aquel acento extranjero, se perdía más viendo al chico en lugar de leer los subtítulos.

 

—Yo llegué a Francia hace un año y medio aproximadamente. Soy estudiante de intercambio, y mi idea principal era dedicarme exclusivamente al estudio. Pero, bueno, en una ocasión acepté ir a un lugar público con unos amigos, ellos me obligaron en realidad jeje, y un hombre se me acercó y me dijo: “Oye, tienes buen físico, ¿no te interesa trabajar conmigo?”, y yo me quedé así—hizo una mueca de susto y confusión, consiguiendo risas en el público—. Ya después me aclaró que trabajaba en una agencia de modelaje—volvieron a reír—. Al principio a mí no me interesaba, pero después pensé que sería una interesante oportunidad, estaba en un lugar de moda exclusiva. Además de la oportunidad de ahorrar para poder independizarme para cuando vuelva a Japón.

     —¿Quieres independizarte tan pronto?—el chico asintió—. ¿Y dime, para vivir solo o ya piensas estar con alguien?—las mejillas del pelinegro se sonrosaron—. Dime, ¿hay alguien en tu vida? Creo que a todas las chicas les interesa saber eso.

     —Hay… hay alguien en mi vida—sonrió algo avergonzado.

     —¿Alguien que conociste aquí, en la capital del amor?

     —No, alguien que conocí en Japón…—mordió su labio inferior y su expresión se entristeció un poco—. Tengo demasiado tiempo sin poder comunicarme con esta persona…

     —¿En serio? ¿Cómo la conociste? ¿Cómo fue que consiguieron flechar a un chico tan guapo como tú?

     —En una feria, en la montaña rusa—sonrió, el chico estaba muy sonrojado—. La última noche que estuve en Japón estuve a su lado, y… fue la mejor noche de mi vida—volvió a mostrar una sonrisa avergonzada—. No me malinterpreten, no estoy hablando de cosas indecentes. Esa noche estuvimos juntos, porque dos años separados es demasiado tiempo…

     —¿Cómo sentiste este tiempo distanciados?

     —Difíciles—se mostró afligido—. En serio quisiera reencontrarme con esta persona…

     —Creo que acabas de romper el corazón de muchas chicas en el mundo—hubo risas—. ¿Piensas seguir modelando cuando regreses a Japón? Claro, si es que decides volver…

     —No lo sé, no es un mundo que me agrade mucho… Agradezco la oportunidad, y las enseñanzas que tuve. Además, gracias a esto conocí a Mirai, a quien considero mi mejor amigo, pero…—pensó muy bien antes de volver a hablar—. Creo que volveré a los estudios, y me encargaré de llevar una vida tranquila—sonrió—, quiero un perrito, y no imagino fuera de casa todo el día sin poder atenderlo—más risas.

     —Dime, ¿cómo te sientes al saber que tu hermana gemela también se dedica a esto pero desde Japón?

     —Fue sencillo de asimilar, mi hermana siempre estuvo muy interesada en el modelaje… Incluso hay varias agencias que me han llamado porque quieren una sesión de fotos de ambos juntos mostrando varias marcas, pero, no sé, no me siento cómodo con la idea.

     —¿Algún motivo en especial?

     —Mmm… Amo a mi hermana, en serio la quiero mucho, pero no tengo muy buena relación con ella últimamente. Aunque somos gemelos somos muy diferentes y a veces tenemos choque de ideas—ella asintió—. Quizá me animo a realizar una o dos sesiones, por ella más que nada, pero no me siento muy interesado en la idea.

     —¿Hay algo con lo que quisieras cerrar esta entrevista antes de que pasemos con nuestro siguiente invitado?—el chico asintió.

     —Sólo quiero hacer un mensaje dedicado a la persona que te conté. Jeje, ni siquiera sé si lo oirá, pero si así fuera me sentiría feliz. Que todo el mundo lo sepa—aclaró su garganta y miró fijamente hacia la cámara, con una mirada compasiva y dulce—. Sólo quiero decirte que eres lo mejor que me pasó en Japón, y que deseo volverte a ver. No sé cómo expresarte lo importante que eres para mí, yo…—sus ojos se llenaron de lágrimas—, ni siquiera sé si estés bien, espero que así sea. Eres más fuerte de lo que crees, por favor… por favor sigue adelante. Yo haré todo lo posible por volver pronto y estar a tu lado, ayudarte en tus batallas, sólo… sólo no decaigas…—la cámara enfocó a la conductora, que se veía sorprendida y confundida por el llanto del chico, Lapis cubrió su rostro con una mano—. Lo siento, pero… de verdad yo me enamoré de ti—concluyó, moviendo sus labios en un “pequeño”, esta vez no en Francés, sino en su idioma natal.

     —Bueno, continúen con nosotros, a continuación hablaremos de otro chico…

 

     Aquella mirada la sintió como si de verdad fuera dedicada hacia él, como si no hubiera distancia entre ellos, como si en realidad estuviera ahí, frente a él, dedicándole todas aquellas frases sinceras. Goku pudo identificar aquella última palabra, esa con la que siempre se refería cuando hablaban. 17 seguía esperando por él, seguía viéndolo de la misma manera. Ese chico todavía creía en él, y seguía queriéndolo de igual manera. Un amor fugaz, de adolescentes, uno que cualquiera supondría que no duraría. Pero era algo mutuo, y hasta ahora seguía intacto. Y, aunque no funcionara al final, sería suficiente para que permanecieran juntos como una buena amistad.

     Lapis era la única persona que hasta ahora le daba esperanzas en que sí existían las buenas personas en ese mundo. Él era la única alma buena que le quedaba, quien tenía un corazón tan inmenso que incluso pudo sentir el calor de su persona desde Francia hasta su actual lugar.

     —Supongo que no puedo rendirme todavía—miró sus brazos, destrozados con múltiples cicatrices que le recordaban diariamente la basura que era—. Tal vez todo el mundo me ha dado la espalda, pero el día que Diecisiete lo haga será el día en que dejaré de creer en las personas buenas. Creo… creo que el día que él me odie, ese día en realidad no podría soportarlo. Ese día realmente perdería las ganas de vivir…

Notas finales:

(08/12/2019) By Near


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