Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reasons to love por ViBanaII

[Reviews - 215]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

14/11/2016

Mis hermosas criaturas!!! Los extrañé muchisimo! Espero no hayan entrado en la desesperación por no ver actualización. Lo siento. 

Este capítulo... Qué decir? 

Hay revelaciones!! Nuevos encuentros y finalmente... El  cierre de la segunda etapa de esta historia. Lo que quiere decir, que en el siguiente capítulo entramos a la etapa final.

Dedicado a todos mis hermosos lectores fantasma :D Los adoro. 

Es un poco tarde y me siento algo cansada, así que no me extenderé mucho más. 

Lean tranquilamente :)

X

 

Naruto sonrió ampliamente al verlos entrar por la puerta de su consultorio, hasta que se fijó en las personas que iban tras ellos y se dio cuenta que ninguno era quien esperaba. Recomponiéndose con rapidez, logró que su decepción no se notara y sonrió profesionalmente mientras se ponía de pie para darles la bienvenida.

–Buenas tardes, bienvenidos –dijo el doctor–. Adelante por favor; tomen asiento –indicó señalando las sillas frente a su escritorio.

–Buenas tardes. Gracias –dijo uno de ellos, sentándose rápidamente.

¡Nadu, Nadu! –gritó uno de los pequeños atrayendo la atención de los mayores.

Entonces Naruto se olvidó de ellos y se acercó a ambos bebés, agachándose a su altura de para saludarlos.

– ¡Mizu-chan! Mira que preciosa estás –dijo sonriendo a la pequeña, luego se volvió a su hermano–. Yu-chan, tu cabello está más largo que la última vez… hay que hablar con papá –. Estirando sus manos, esperó a que los niños las chocaran para después pasar a besar sus mejillas–. ¡Aprendieron rápido! –exclamó el rubio emocionado porque los niños habían reconocido el nuevo saludo que les había estado enseñando en la últimas semanas cuando se habían reunido una tarde luego de que dejara las cosas claras con Sasuke en aquella cena unos cuantos meses atrás.

– ¡Carga Nadu! –exigió la pequeña rubia, estirando sus brazos en su dirección.

Sin obtener resistencia de su parte, Mizuki se vio en los grandes brazos del doctor que tanto le gustaba.

– ¡Hola, hola, hola! –canturreó la pequeña con expresión risueña en su rostro.

–Hola preciosa –dijo, recibiendo un baboso beso en su mejilla de su parte. Entonces, escuchó como uno de los hombres se aclaraba la garganta, explotando la pequeña burbuja que había creado con la pequeña. Se sonrojó, entendiendo enseguida que era extraño que tuviera ese tipo de trato con los niños, cuando se suponía que sólo era el doctor que lo atendía–. Lo siento, es la costumbre –dijo tímidamente–. Soy Naruto Uzumaki, el pediatra a cargo de los niños…

Naruto esperó en silencio a que los otros se presentaran, no obstante solo fue posible cuando uno de ellos le dio un codazo al otro para que hablara.

– ¿Qué? Ah, soy Itachi Uchiha, hermano de Sasuke –se presentó finalmente, estirando la mano para estrecharla con el doctor–. Él es Deidara, mi pareja…

–Es un gusto –asintió mientras tomaba asiento con Mizuki aun en sus brazos–. ¿Pueden cargarlo? Cuando viene se inquieta y no le gusta estar ahí –indicó señalando al pequeño pelirrojo que había empezado a hacer pucheros, claramente disgustado por haber sido olvidado ahí.

Deidara tomó al niño sentándolo en su regazo, para luego mirar de nuevo al doctor.

–Es realmente increíble que Sasuke no haya venido –comentó para sí mismo en voz alta, siendo escuchado por la pareja.

–Tenía que salir de la ciudad por negocios y no podía ir con los niños –respondió Itachi–. Se están quedando con nosotros.

–Oh, no era necesario responder; disculpen mi imprudencia –dijo el rubio mientras sonreía avergonzado–. Entonces, ¿por qué vienen?

– ¿Revisión de rutina? –murmuró Deidara tentativamente.

–Bueno, él dijo que usted sabría que hacer –explicó Itachi, encogiendo lo hombros.

Naruto los miró fijamente durante unos segundos y después sonrió con diversión

–Lo supuse –comentó–. ¿Hace cuánto se están quedando con ustedes? –cuestionó mientras buscaba las carpetas que contenían el historial médico de ambos pequeños.

–Cuatro días –respondió Itachi con simpleza.

– ¿Han notado algo diferente en ellos durante ese tiempo?

–Eh… Mizuki se ha estado quejando últimamente y come poco. Sasuke dijo que podría tener algún dolor en su estómago y que debíamos hacerle masajes, pero, sinceramente no sabemos cómo.

Naruto se enderezó en la silla y posteriormente se puso de pie llevando a la niña a la camilla para recostarla y empezar a revisarla. Todo bajo la atenta mirada de los tíos de la pequeña y su hermanito. Tras un par de minutos, Naruto se volvió para mirarlos.

–Está reteniendo gases de nuevo –dijo, revelándoles lo que tenía la niña–. No es muy grave, así que no se asusten. Pueden acercarse para que sepan lo que tienen que hacer.

Los mayores se pusieron de pie acercándose a la camilla lo suficiente para mirar atentamente los ejercicios y masajes que el rubio doctor estaba haciéndole a Mizuki mientras les explicaba el procedimiento, hasta que empezó a expulsar los gases que tenía, echándose a reír en el proceso junto a Yusuke.

– ¿Te parece muy gracioso preocupar a tus tíos, no? Eres una pequeña traviesa –comentó el rubio al terminar con la niña–. No seas tan mala con ellos, ¿eh? –Le dedicó su característica brillante sonrisa, antes de tomarla nuevamente en sus brazos y entregarla a Itachi–. Bien, ahora vamos con el pequeño hombrecito de la casa –indicó, señalando a Deidara para que dejara a Yusuke en camilla y así, repetir el mismo procedimiento que con su hermana–. ¿Está comiendo? Ya lo puede cargar –dijo poco después cuando ya lo había pesado.

–Come, pero no tanto como su hermana –respondió Deidara con el niño ya en sus brazos y de vuelta a su silla–. Incluso aunque esté enferma puede comer más que él.

Naruto asintió lentamente mientras lo escuchaba y revisaba el historial médico del niño.

– ¿Hay algo malo? –preguntó el rubio repentinamente preocupado.

–Actualmente está pesando poco menos de diez kilogramos –respondió–. Está dos kilogramos por debajo del peso que debería tener para su edad. La última vez que vinieron estaban en un peso adecuado, de hecho, ese es el peso que tenía en ese entonces y lo ha mantenido allí.

– ¿Cómo es eso posible? –Se cuestionó Itachi mirando al doctor con el ceño fruncido. A Naruto, aquel gesto le recordó al padre de los pequeños–. Tratamos de no saltarnos todas sus comidas, incluso sus meriendas. Sasuke fue muy insistente con ello.

–No es tan malo como puede parecer y no es nada que no podamos resolver –dijo el doctor tranquilizando a la pareja, aunque se sintiera un poco contrariado con lo que estaba diciendo.

Sabía que era normal que algunos bebés no estuvieran en el peso exacto para la edad que tuvieran; sin embargo, conocía de primera mano los cuidados y lo estricto que podía ser Sasuke en cuanto a todo lo que tuviera que ver con sus hijos, y que Yusuke presentara bajo peso (aunque nada exagerado) era realmente extraño, comparado con el pequeño bultito brillante que era su hermana.

– ¿Cuál es la solución? –demandó el Uchiha con una expresión que Naruto interpretó como molesta y preocupada.

–Vamos a hacer un listado de los alimentos que consume actualmente y veremos qué cambios se pueden hacer… –empezó diciendo el doctor para después iniciar con el listado de alimentos y los nuevos que podían incluir y así, pasar a explicar todo el proceso que seguirían, hasta la próxima vez que regresaran a su consulta.

– ¿Eso es todo lo que tenemos que hacer? –preguntó Itachi mientras revisaba la hoja con anotaciones que Naruto le había entregado–. ¿Se pondrá bien si seguimos esto al pie de la letra?

–Seguiremos esta rutina durante cuatro meses, si ustedes o el padre de los niños notan algo anormal, pueden traerlo antes de tiempo. Por lo pronto, les pido que no se preocupen y le informen al señor Uchiha acerca de esto, ¿de acuerdo?

–Sí, doctor –asintió Deidara poniéndose de pie para dar por terminada la consulta–. Gracias por todo… no sabíamos que estaba ocurriendo con ellos.

–Entiendo su preocupación, pero les aseguro que no es nada grave –reafirmó Naruto poniéndose de pie también–. Esto sucede a menudo… Ahora, ¿Mizu-chan? Tienes que cuidar de tu hermano, ¿está bien? Tienes que hacerlo comer.

La pequeña en brazos de Itachi le miró por largos segundos, antes de asentir como si hubiera comprendido lo que le estaba diciendo.

– ¿Yu? –murmuró señalando a su hermano con la mano.

–Así es, preciosa. Tienes que cuidar de él.

– ¿Ella le entiende? –preguntó Deidara con evidente curiosidad.

El doctor le sonrió.

–No realmente, pero sabe que algo no está exactamente bien. La conexión entre mellizos y gemelos es más fuerte que cualquier otra entre hermanos de diferentes edades –explicó recordando que hace mucho tiempo atrás, ya había hablado con Sasuke sobre eso–. Pueden hacer que uno ayude al otro y podría resultarles más fácil.

–Mucha gracias por ayudarnos, doctor –agradeció nuevamente Deidara, estriando su mano para estrecharla con la suya.

–Es mi trabajo –respondió Naruto dándole una gran sonrisa–.Si no tienen más dudas, los veré hasta la próxima consulta.

La pareja se despidió y dejaron que el doctor lo hiciera también del par de hermanos, quienes tras una pequeña rabieta porque no se querían alejar del rubio, finalmente lo hicieron, siendo obligados por sus tíos.

–Debemos darnos prisa.

Naruto escuchó decir al Uchiha mientras avanzaban hacia la salida con él siguiéndoles unos pasos atrás, porque, como siempre, ellos habían sido sus últimos pacientes y ya no tenía nada más que hacer en la clínica.

–Mamá nos matará si llegamos tarde a la cena –continuó el mayor–. Hoy regresan Sai y Gaara de su viaje y nos quiere a todos en casa.

Naruto se detuvo en cuanto escuchó aquellos nombres en la conversación que realmente no tenía por qué estar escuchando. Una desagradable sensación se instauró en su pecho luego de eso y no pudo evitar que viejas memorias invadieran su mente. ¿Tenía que recordar aquel pasado justo en ese momento? Suspiró profundamente mientras intentaba borrar aquel doloroso hilo de pensamientos.

–Supongo que hay cosas que no pueden seguir dejándose atrás –murmuró para sí mismo, retomando su camino hasta el parqueadero donde estaba su auto, sin detenerse a saludar o conversar con las enfermeras u otras personas con las que se cruzó–. Lastimosamente, no puedo ser quien tome esa decisión –se respondió cuando estuvo sentado y seguro en el interior de su carro.

Tras unos largos minutos en silencio, dejando que sus pensamientos volvieran a correr sin tregua en su mente, llegó a la conclusión acerca de algo que había estado sopesando durante la última semana, sin embargo, no había tomado muy en serio porque no lo veía necesario… hasta ese momento.

Tomando su celular, buscó el número que deseaba y esperó a que la otra persona contestara.

¿Hola?

Abuela.

¡Naruto! ¿Cariño, cómo estás?

Bien, muy bien abuela –murmuró–. Yo… quería pedirte un favor.

Tsunade esperó pacientemente a que el menor hablar y le hiciera aquella inusual petición, cuando sabía que Naruto no era de los que se alejaba y dejaba todo de un momento a otro. No obstante, pudo percibir por su voz, que realmente necesitaba hacerlo. Y frente a eso, no podía objetar.

¿Sólo dos semanas? –Inquirió la anciana con duda–. ¿Por qué mejor no tomar todo el mes? Tú nunca descansas o tomas vacaciones…

No es necesario tanto tiempo, abuela –negó enseguida–. En realidad, será mejor si es solo una semana…

– ¡No! –exclamó Tsunade interrumpiéndolo–. Dos semanas es lo mínimo que permitiré.

Naruto resopló y después sonrió.

–De acuerdo, dos semanas –aceptó–. Pero las tomaré a partir de la otra semana, quiero dejar todo en orden…

–Sí, sí chico, lo que digas, pero te irás, ¿de acuerdo?

–Bien, gracias abuela.

–Cuídate, cariño. No olvides cenar.

Colgó después de prometerle que comería algo esa noche, aunque no tuviera realmente apetito. Era más la costumbre de un viejo hábito infundado por su madre, el que le impedía saltarse las comidas sin importar cuan tarde fuera o cuan mal se sintiera.

Se puso en marcha de regreso a su hogar, cuando a mitad de camino su teléfono empezó a sonar. Activando el manos libres, pues seguía conduciendo, contestó.

– ¿Hola?

Tu, dobe idiota, ¿por qué no me llamaste en cuanto terminó la consulta?

Naruto no pudo evitar sonreír y echarse a reír al escuchar a una de las personas que había estado extrañando.

Hola Naruto, ¿cómo estás? –Habló irónicamente, escuchando como el otro bufaba a través de la línea–. Ah, teme… estoy agotado, ha sido una larga semana. ¿Por qué no me dijiste que saldrías de la ciudad? Hoy me sorprendí al ver a tu hermano y su pareja con los niños.

Eso es lo de menos –escuchó decir, logrando que su expresión cambiara por una infantil mueca–. Itachi me dijo lo que está pasando con Yusuke, ¿cuán malo es?

Le dije a tu hermano que no había que preocuparse de más –respondió el rubio–. Pero como eres tú, tendré que repetir todo…

Estoy a punto de tomar un vuelo de regreso, Naruto.

Teme… en realidad no es nada grave –aseguró utilizando un tono de voz bajo y tranquilizador–. Yu-chan ha mantenido el mismo peso desde hace tres meses aproximadamente, cuando debería haber ganado al menos dos más.

¿Por qué? No hay nada de malo con su alimentación…

Lo sé, Sasuke –murmuró–. Y aunque no debería, he replanteado una nueva alimentación para Yusuke por unos cuantos meses, para ver su evolución.

– ¿Tendrá que tomar medicinas?

No, ¡pero sí mucho ramen! –exclamó sonriendo–. Sé que dejaste de darles muchas cosas que les gustan, teme. No seas tan estricto sólo por querer que estén bien; a veces no es bueno… –Sasuke suspiró y Naruto supo que le estaba dando la razón–. Teme –murmuró poco después.

¿Hay más? Sabía que Itachi no me estaba diciendo todo –dijo y el leve tono de preocupación se hizo nuevamente presente.

–No es nada que tenga que ver con los niños.

– ¿Entonces?

Te extraño teme –confesó tímidamente, sonrojándose, aunque no hubiera nadie para verle–. ¿Cuándo regresas?

La próxima semana.

A Naruto se le dibujó una pequeña pero triste sonrisa en los labios luego de escucharlo responder. Aunque supiera que a Sasuke no se le daba nada bien eso de expresar su emociones o lo que pensaba cuando entraban en terreno sentimental, se le hacía todavía complicado aceptarlo. Porque él era explosivo, siempre había sido así, incluso cuando pasó por momentos difíciles a lo largo de su corta vida. Simplemente amaba expresar sus sentimientos y decir todo lo que pensaba sin que después tuviera la necesidad de retractarse… Sin embargo, con Sasuke y la extraña relación que llevaban (porque ni siquiera le habían dado nombre a lo que eran), había tenido que reprimirse en muchas ocasiones durante los meses que llevaban viéndose y no estaba muy a gusto con eso.

Debo colgar Sasuke –dijo finalmente. Ya no tenía ganas de seguir hablando y pronto llegaría a casa; lo que menos quería en ese momento, era a su hermana atosigándolo con preguntas sobre quién era la persona con la que hablaba; porque no le podía decir que se trataba del menor de los Uchiha, cuando nadie, ni siquiera sus padres, sabían del otro y la relación que mantenían. Ambos lo habían dejado claro desde aquella cena, su primera cita. Sasuke lo había sugerido porque en ese entonces estaba con la tonta idea de “vamos con calma” y Naruto había estado de acuerdo, pero no porque le gustara la idea del menor, sino más bien porque no quería que todo el mundo supiera que él andaba con un Uchiha, y menos, cuando había alguien de por medio que no lo quería en su vida y todo lo que le rodeaba. Eso, por supuesto, incluía a los Uchiha. Además, también cambiaría ante la sociedad y la percepción que pudieran tener de él. Porque, no sólo era un doctor y ya, no. Naruto era doctor, también empresario (aunque realmente nunca consideró dedicarse a esta carrera),  y en un futuro no lejano, pasaría a ser el heredero del imperio que conllevaba el apellido de sus abuelos y el de su padre. Y ya era mucho para él, cuando sólo quería pasar desapercibido y vivir su vida como quería. Por supuesto, nunca pudo, ni podría conseguir todo lo que deseaba. No cuando aún faltaba un golpe más, para que su desastrosa vida, por fin estuviera en calma.

Descansa, Sasuke. Adiós –fue lo último que pudo decir, porque inconscientemente se había formado un nudo en su garganta, gracias a todos los pensamientos que invadieron su cabeza, tocando fibras que lo habían puesto sensible.

Naruto aparcó en el garaje de su casa y luego tomó sus pertenencias, para dirigirse al interior y de allí, tomar camino hacía su cuarto, notando que no había nadie en casa que lo recibiera. Supuso que su padre estaría con sus abuelos e Ino en algún lugar con sus amigos. No le dio mucha importancia, pero eso no impidió que una anhelante sensación se postrara en su pecho y el recuerdo de su madre, recibiéndolo cuando era joven y llegaba a casa, le quemara, haciendo todo más doloroso.

Un suspiro con sabor a amargura y tristeza, escapó de sus labios mientras ingresaba a su habitación y se dejaba caer en la cama, sin importarle nada más. Por esa vez, sólo por esa vez, rompería una de las tantas promesas que había hecho a su madre.

 

* * * * *

 

Sasuke había permanecido por lo que parecía mucho tiempo, mirando hacia el techo desde la cama del hotel donde se hospedaba por esos días, pensando en lo último de la conversación que había mantenido con Naruto.

Había percibido en su voz el cambio que tuvo al final, antes de colgarle sin esperar una despedida de su parte. Sabía que algo andaba mal, pero por más que pensara en qué podría estarle haciendo daño, no pudo realmente descubrir nada… Nada más de lo que ya sabía y de lo cual, trataba con todas sus fuerzas de cambiar. Porque una mínima parte de él sabía que Naruto era sensible y lo que más deseaba en ciertos momentos, era que le correspondiera, no igual, pero al menos con un poco más de lo que supuestamente le daba.

También había descubierto, en ese corto tiempo junto al rubio, que su vida no era tan brillante como parecía, y, aunque le hubiera gustado saberlo todo, Naruto había sido muy claro al hacerle saber que no hablaría de ello, al menos no por el momento. Pero también le había dejado claro, que a él, si bien no era partidario de la cursilería, sí le gustaba tener y compartir momentos lindos con la persona con la que estaba, en este caso, él. ¿Y qué había hecho hasta ese entonces? Quejarse cada vez que el rubio hacía o decía algo que consideraba “romántico” y responder con algún gesto o palabra cortante, pese a que se había ablandado lo suficiente gracias a sus hijos. Era algo con lo que no podía y ahora le estaba pasando una dolorosa factura. Porque le agradaba Naruto, le tenía confianza, hasta se había llegado a encariñar con él y sus hijos lo adoraban. Yusuke y Mizuki parecían saltar y chillar de la emoción cada vez que veían al doctor. ¿Acaso no era suficiente? Ah… faltaba algo. ¿Amor, no? Bueno, Sasuke no es que supiera exactamente cómo amar a alguien más que no fueran sus hijos o su familia. Él más bien podría considerar que quería a Naruto. Pero ¿qué tanto lo quería? Porque ni siquiera había pensado en la posibilidad de presentarlo a su familia, amigos o todo el mundo... No, hasta ese momento. 

Así, con una nueva y latente resolución, decidió que emprendería una silenciosa campaña para hacer que aquel rubio, su rubio, se sintiera querido, feliz y sin dudas acerca de lo que él podría estar sintiendo. Porque ya era hora de darle un nombre a su relación; uno que no significara tanto y mucho menos fuera insignificante. Y aunque la idea, para su edad pudiera parecerle un tanto ridícula, le propondría a Naruto que fuera oficialmente su novio y lo presentaría a su familia… Porque quería ir en serio; darle una oportunidad al rubio y a sí mismo.

Dios, un escalofrío había recorrido su espina dorsal al haber pensado en ello. Era la primera vez, y secretamente espera que fuera la última, en la que haría algo como eso.

 

* * * * *

 

Ino recorría alegremente el centro comercial mientras veía las vitrinas de las tiendas, buscando algo bonito que pudiera regalar a su hermano antes de que se fuera de viaje y pudiera descansar. Estaba muy contenta de que su hermano hubiera tomado la decisión de alejarse aunque solo fuera durante un par de semanas, porque estaba segura de que lo necesitaba desde hacía mucho tiempo. Sólo que Naruto era muy cabeza dura y muchas veces hacía lo que realmente no quería, porque no le gustaba pensar en él cuando creía que había alguien más que pudiera necesitarle; bueno, quizás tuviera razón, pero no la suficiente como para que se dejara a sí mismo en un rincón y viera únicamente por los demás.

Más determinada que antes, Ino siguió con su recorrido por el centro comercial, deteniéndose en la plazoleta de comidas para comprar alguna bebida refrescante y seguir con su tarea; no obstante, sus deseos de comprar se vieron opacados por una familiar figura que parecía caminar a una moderada distancia de donde ella se encontraba pero en una dirección opuesta, ignorando así su presencia. Pero ella no quería ni permitiría que una oportunidad como esa, se escapara de sus manos, porque, de otro modo, nunca lo volvería a ver. Así que, dejando su bebida de lado y ajustando su bolso, emprendió una corta carrera hasta quedar tras aquella persona y saltar sorpresivamente sobre su espalda, para luego susurrarle al oído, aun sin soltarlo, un feliz y hasta malicioso: Te encontré, acompañado de una infantil sonrisa.

–Hola –murmuró, sintiendo como el mayor se tensaba cada vez más y su respiración se hacía más pausada–. Gaara…

 

Hacía mucho tiempo que Gaara no se sorprendía ni llegaba a perder la calma por nada, ni siquiera por el loco que tenía como pareja. Sin embargo, no es como si el viejo Gaara, ese que había dejado en el pasado, pudiera decir lo mismo. Porque ahí se encontraba, a punto de sufrir un colapso por todas las emociones que se estaban desbordando rápidamente de su interior, sólo por la presencia de aquella joven que aún se aferraba a él.

–I, Ino…

– ¡Sabía que eras tú! –Exclamó la menor soltándolo para girarse y quedar frente a él. La expresión en su rostro era de completa emoción, estaba feliz de verlo–. ¿Te sientes bien? Estás pálido –comentó enseguida, al notar su aspecto.

–Yo, ah… cómo, tú, cómo.

Ino se echó a reír al ver como el pelirrojo se ponía nervioso y tartamudeaba, haciéndose un pequeño y adorable lío ante sus ojos.

–Me alegra tanto verte ¡por fin! –Siguió diciendo la rubia, percatándose de que el mayor parecía mirar en todas direcciones, como si estuviera buscando a alguien–. ¿Sucede algo, viniste con alguien?

Gaara la miró nuevamente dándose cuenta de la mirada de inocente curiosidad en su rostro, a la espera de su respuesta, cuando, de hecho, era él el que quería preguntar lo mismo.

– ¿Qué? –fue lo único que pudo articular. Se golpeó mentalmente por parecer tan tonto frente a ella cuando era el mayor de los dos.

–Ah, no has escuchado lo que dije… –se quejó, rodando los ojos disgustada por ese hecho–. No has cambiado, mucho. Sigues siendo un panda despistado –dijo con una gran sonrisa.

La respiración de Gaara se detuvo por unas milésimas al escuchar aquel apelativo. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez que lo llamaron así? Como fuera, no pudo evitar que una diminuta sonrisa adornara su rostro luego de eso.

–Entonces, ¿estás con alguien? –preguntó nuevamente, regresándole al presente.

– ¿Qué? No… no estoy con nadie –susurró bajando la mirada, sintiéndose incapaz de decir la verdad–. ¿Tú estás con alguien? –se atrevió a preguntar, deseando, rogando que su respuesta fuera negativa; porque sería insoportable que lo estuviera, cuando apenas se sentía capaz de respirar y formular adecuadamente palabras que parecieran coherentes ante ella.

– ¿Me ves con alguien más aparte de ti? –Preguntó lo obvio, provocando que Gaara resoplara porque seguramente había pensado que era una pregunta estúpida–. Entonces, vamos.

– ¿Qué? A dónde… ¡Ino!

Pero fue inútil porque la menor decidió ignorar sus protestas y en cambio, lo tomó de la manga de su abrigo y lo arrastró por aquel largo corredor, hasta lo que parecía ser un solitario patio interno rodeado de algunas plantas y sillas donde fue obligado a sentarse. Aquella escena se le hizo tan familiar, que fue como si el tiempo en el que no se habían visto, fuera cosa de días y no de años como realmente había sido. Se sintió tan bien. Pero también llegó a sentirse fuera de lugar, como si ahora no supiera que hacer luego de eso. No sabía qué decir o hacer. No tenía ni la más remota idea y nada parecía querer llegar a su mente para no sentirse de repente incómodo porque había olvidado cómo comportarse. No obstante, olvidó todo eso cuando sintió nuevamente como los brazos de Ino rodeaban su cuello en un nuevo abrazo que no pudo ni quiso evitar. Así que le correspondió. Entonces la abrazó tanto como le fue posible y sus ojos se cerraron mientras una gran sonrisa iluminaba su rostro, disfrutando de aquella calidez.

–Solo esta vez. Lo diré solo esta vez –le escuchó susurrar contra su cuello. Así que esperó–. Maldito panda insensible. Te odié –dijo manteniendo su posición–. Pero te amo tanto que ya no importa. Me alegro tanto de haberte encontrado.

Y no dijo nada más; sólo se mantuvo ahí, con su rostro escondido en su hombro mientras las lágrimas silenciosas escapaban de sus ojos y mojaban el abrigo del pelirrojo sin importarle o temer porque él se enojara, porque sabía que no la haría.

–Lo siento –susurró mientras se dedicaba a acariciar su espalda, calmando a la chica–. Lo siento, lo siento –repitió una y otra vez.

Se mantuvieron así por unos cuantos minutos, los suficientes para que Ino se calmara y se alejara, terminando con aquel abrazo para mirarle nuevamente a la cara. Gaara buscó en el bolsillo interno de su abrigo un pañuelo, y luego lo pasó lenta y delicadamente por el sonrojado rostro de su acompañante.

– ¿Llorar no es tan útil si después tu rostro luce horrible? Eso era lo que decías –recordó tras terminar con su pequeña tarea, haciendo sonreír a la menor.

–Se hacen excepciones –asumió suspirando levemente–. ¿Cómo estás? –Preguntó cambiando de tema–. Mejor no respondas eso. ¿Qué tal el trabajo y tu vida en general?

– ¿Bien? Supongo –respondió tentativamente.

Ino volvió a suspirar.

–En realidad, no respondas nada –dijo–. De hecho, ya lo sé –Gaara arqueó sus cejas con incredulidad y sorpresa–. Deberías saberlo mejor que nadie, Gaara.

–No entiendo –respondió con sinceridad.

–No sé si lo dices en serio o sólo te estás haciendo el tonto –comentó, suspirando por lo que sería su tercera vez–. El hecho de que te alejaras, no impedía que supiera de ti. Desde tu graduación en la universidad, tu relación con aquel Uchiha, tu trabajo, tus proyectos.

–De… de qué…

Su corazón empezó a latir con dolorosa fuerza, el aire empezaba a escapar de sus pulmones haciendo su respiración más lenta, y sus ojos escocieron. El dolor de su pasado, las viejas memorias. Así que de eso se trataba, ¿no? Se había levantado ese día con la extraña corazonada de que tendría un día diferente a los acostumbrados. Saldría con Sai, recorrerían el centro comercial porque su pareja necesitaba cosas que ya no recordaba, y lo había dejado ir solo porque no tenía ganas de soportarlo. Finalmente había recibido un golpe de alguien a quien nunca esperó encontrarse tan casualmente, hasta tenerlo donde estaban. Eso era… lo sabía. Estaba listo.

–Gaara, nunca importó que nos odiaras hasta el punto de romper toda relación con nosotros y no reconocernos en público. Nunca te olvidamos…

– ¿Gaara?

La reconocida voz para uno y desconocida para otro, los sobresaltó, impidiendo que continuaran con lo que parecía una íntima e importante conversación. Ambos se giraron para mirar a la persona que había llamado al pelirrojo, encontrándose con un desconfiado  (Ino reconoció que también lucía dolido) pelinegro, que los miraba a ambos con seriedad. Gaara contuvo el aliento por un par de segundos, antes de dejarlo escapar.

–Sai…

Ino sintió como la tensión entre los tres aumentaba considerablemente al escuchar el nombre escapar de los labios de Gaara. Por la expresión en su rostro, supo que no esperaba que lo encontrara; y mucho menos con ella a su lado en una posición un tanto (en realidad muy) comprometedora.

 

–Te perdiste de mi vista, así que estaba buscándote –escuchó decir a Sai–. Supongo que estabas muy entretenido –escupió las palabras de manera cortante; era bastante obvio que estaba molesto y celoso. Lo había visto todo.  

E Ino supo que Gaara le había mentido al decir que estaba solo, cuando claramente no había sido así. Se giró rápidamente para mirar de nuevo a Gaara y reconocer algo de miedo y nerviosismo en sus ojos. Estúpido panda, en su interior seguía siendo el mismo.

La tristeza la embargó mientras se ponía lentamente de pie y hacía una muy mínima reverencia a Sai. Ino lo sabía todo, también que ella formaba parte de un pasado que él nunca revelaría.

–Mucho gusto. Soy una vieja amiga de Gaara –fue capaz de decir antes de girarse y mirar al pelirrojo–. Me ha dado gusto saber de ti y ver que estás tan bien–dijo, dedicándole una rota sonrisa que hizo que el corazón de Gaara volviera a doler–. Lo siento, debo irme. Cuide bien de él –pidió a Sai antes de marcharse, sin detenerse una sola vez y sin escuchar ningún grito clamando su nombre y pidiéndole que regresara; porque sabía que él no era de los que gritaba ni perseguía. Fue mejor así.

Ino era joven, apenas tenía veinte años, pero ya había sufrido mucho en su corta vida. Perder a su madre, a su hermana y luego a aquel pelirrojo que tanta dicha le había traído durante muchos años, así como ella a él. Pero era consciente de las cosas y aceptaba la realidad, sin importar cuan dolorosa pudiera ser. No se arrepentía de haberse cruzado en su camino; sin embargo, odió el hecho de ser sólo una parada temporal. Porque el pasado debía dejarse atrás. Lastimosamente, era un pasado que seguía caminando y revoloteando en su presente, porque no quería dejarlo. La paciencia es una virtud. Su madre lo había mencionado alguna vez hacía muchos años atrás. Recordó exactamente que fue cuando todo empezó a cambiar y la partida de Gaara de su vida también fue parte de ello.

Limpiando sus lágrimas, se alejó rápidamente del centro comercial. No comentaría lo que había sucedido a nadie. Ella no había ido a comprar, no había visto a lo lejos una familiar figura y nunca se había acercado a él. Ese día, Ino no había hablado con Gaara.

 

Sai Uchiha, de veintinueve años, era pintor profesional y el segundo de tres hermanos. Se podía considerar que nunca había experimentado realmente lo que era sentirse dolido, enojado o celosos con una verdadera razón. No hasta que conoció a Gaara. No hasta aquel día en el que lo encontró abrazando de una forma tan íntima a una desconocida mujer. No hasta que decidió quedarse lo suficientemente lejos para no ser descubierto y ver qué pasaba. No hasta que vio aquella desconocida expresión en el rostro de Gaara; una que ni siquiera él había visto en todos los años que llevaba con el pelirrojo. Y no pudo soportar la horrible presión en su pecho. Así que se acercó, interrumpiendo algo que nunca alcanzó a escuchar; hablando en un tono que nunca consideró utilizar con su pareja y viendo como aquella mujer se ponía de pie, le decía cosas de las cuales solo entendió lo último, para después marcharse. No le importó. Ahora sólo quería una rápida explicación que el pelirrojo parecía no dar, por estar mirando en aquella dirección por donde la mujer se había ido, ignorando su presencia. Al menos eso estaba creyendo, hasta que Gaara se puso de pie, situándose frente a él para darle un sorpresivo beso que lo tomó desprevenido; apenas había sido una ligera presión contra sus labios, antes de que se separara y lo mirara fijamente.

–No te hagas una idea equivocada acerca de todo lo que viste, ¿de acuerdo? –Le dijo utilizando un bajo tono de voz.

–Pero, ella, tú…

–Era solo alguien de mi pasado; una vieja amiga, así que no te preocupes –le aseguró. Sabía que Sai lo malinterpretaría todo. Bajo esa fachada de romántico alegre y despreocupado, se escondía un inseguro hombre que no podía resistir traiciones ni un corazón roto–. No te enojes, ni desconfíes de mí, nunca, ¿sí?

– ¿Nunca? –murmuró con duda. ¿Cómo era capaz de seguir creyendo en él a pesar de todos los secretos que sabía le ocultaba?

–Nunca –. Gaara lo besó nuevamente, esta vez fue un roce prolongado–. Quiero que tengas claro que te amo, Sai. Eres mi presente y lo único que me importa ahora.

Ah sí, el amor lo ayudaba.

Gaara nunca supo realmente por qué dijo todo eso en ese momento, en aquel lugar. Mucho menos intentó preguntarse por qué le había mentido con lo último cuando era todo lo contrario. Amaba a Sai, tanto como le era posible; y sí, era su presente. Por desgracia, no era lo único importante en su vida. Por desgracia, tenía que compartir eso con alguien más.

Notas finales:

A que no se esperaban lo de Sasuke y Naruto... :)

Y mucho menos esperabana a Ino, Gaara y Sai!
Una parte del pasado de Gaara tiene que ver con Ino, pero qué tipo de relación tuvieron... o tienen? 

Hagan sus apuestas! 

Me aman y me odian por dejar todo a medias, lo sé.

Hasta pronto preciosos.

xoxo Al.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).