Enferma aceptación
Aoba despertó de su largo sueño, o eso suponía, porque se sentía descansado, pero no sabía realmente cuanto había dormido. Con pereza se estiró en la amplia cama de cobertor negro, buscando con su mirada a los no gemelos que lo habían dejado exhausto, pero estos no estaban en la habitación, así que se levantó lentamente, pues la sesión de sexo que habían tenido había sido un poco ruda y se coloco uno de los bóxers que estaban en el piso. Ya había pasado un año desde que los rubios lo tenían encerrado en su casa, o apartamento, aún no sabía, no había ventanas, sólo contaba con los all mates para saber que hora era.
Aoba era alguien muy bueno por naturaleza, y al final término acostumbrándose a su nueva vida de cautivo, por un momento se llegó a sentir enfermo por comenzar a depender de los no gemelos para sentirse bien, pero a estas alturas eso ya había quedado en segundo plano, de alguna retorcida forma los necesitaba, no quería perderlos. A veces pensaba en como había llegado a tener esos sentimientos tan diferentes por ellos, y suponía que podía ser ¿por culpa? Él tuvo una vida feliz, lejos de Toue, con una familia normal, con unos padres felices y una abuela cariñosa, mientras que Sei fue sometido a tantos experimentos como probablemente los mismos no gemelos. Si Toue no hubiera tenido esa malsana obsesión, ninguno de esos niños habrían perdido sus vidas para ir a parar a esos laboratorios, si él no hubiese sido creado, Trip y Virus llevarían una vida feliz en sus países de origen... En el fondo, Aoba sentía que era por su culpa que ellos eran así.
Aoba tomó un pequeño profiterol de la mesa de los dulces de Trip, esperando que el agradable sabor espantara sus angustiados pensamientos y salió del cuarto comiendolo. No pudo avanzar mucho por el pasillo cuando escuchó como algo de vidrio se rompía en la cocina, se quedo quieto escuchando lo que sucedía.
—¡No, no! ¡Ya sueltame! ¡Trip!
Las cejas de Aoba se juntaron de forma preocupada, tenía miedo de lo que podía suceder con ellos, jamás había escuchado a Virus gritar, por lo que apresuró el paso a la cocina. Aún después de convivir todos sus días con ellos, seguían siendo impredecibles, aunque ellos nunca habían peleado le preocupaba que sucediera algo entre el par rubio, a veces no lograba leer lo que realmente pasaba por sus cabezas. Cuando casi ponía un pie dentro de la cocina un sonido nuevo para él lo hizo paralizarse, bajar la guardia. Virus se reía de forma descontrolada, pero melodiosa y agradable. Aoba se quedo viendo a los rubios, era una faceta de ambos que era nueva para él, hacia apenas una semana que lo habían dejado libre dentro del lugar, pero Aoba no solía salir mucho de los cuartos, siempre estaba cansado.
Ambos estaban sólo con sus camisas blancas de botones y bóxers color vino, Trip tenía a Virus acostado sobre la isla de granito de la cocina, manteniéndolo apresado con su cuerpo mientras le hacia cosquillas y este se retorcía y pataleaba tratando de quitar las manos del menor de su cuerpo. Cuando el antiguo pelirrojo consideró que ya estaba bien, se apoyó con ambas manos y los codos estirados a los lados del mayor, quien respiraba con dificultad, este llevó su mano izquierda al pecho de Trip y luego lo apunto con su dedo índice, como si con eso fuese suficiente para realmente frenarlo.
—Eres un crio...
—No... Tu eres muy viejo. ¡Oh, Aoba!—El menor uso su característico tono altibajo para decir su nombre.
—Estas descalzo, cuidado te cortas, Trip rompió la ensaladera—El de cabellos celestes sonrió, no había pasado nada, sólo estaban jugando.
—Si haz sido tú con tu cabezota—Trip hizo algo parecido a un puchero y Virus se sentó dejando que sus piernas se balancearan—Quédate allí, tu también estas descalzo.
Trip se acercó hasta Aoba y lo cargó por la cintura, este obedientemente se abrazó a su cuello y rodeo con sus piernas la cadera ajena, compartieron un corto beso y luego el menor lo dejó sentado a un lado de Virus para poder recoger el desastre en el piso.
—¿Dormiste bien?—Preguntó Virus aún sosteniendo su quijada luego de besarlo con calma. Aoba asintió ligeramente.
—¿Que quieres que compremos para almorzar?—Ya Trip estaba echando los vidrios en la papelera.
—Yo... No lo se, lo que ustedes quieran estará bien.
—¿Seguro, Aoba-san?—La mano del rubio se deslizó hasta su hombro—¿No hay algo, en especial, que te apetezca?
El chico negó apenas con un movimiento de su cabeza, y una pequeña sonrisa. Virus lo abrazó por los hombros y él se dejo hacer, se sentía bien, pronto sintió como otro par de manos frías lo abrazaban por la cintura. No podría nunca llegar a comprender que nivel de daño le habían echó el par de no gemelos, que de pronto nada más sentir su calor lo hacia sentir bien. Habían corrompido todo de él, hasta el más profundo de sus deseos había pasado a ser para ellos. Ya no le importaba nada, aún si querían amarrarlo, dañarlo, someterlo, él aceptaría con gusto con tal de tener también momentos como en ese instante.
Fin.