Sólo un dulce más
Ya habían pasado casi seis años desde el derrumbe de la Oval Tower, la isla había vuelto a un estado normal dentro del territorio japonés, permitiendo a turistas ir a las otras atracciones en Platinium Jail. En ese entonces Virus y Trip, al igual que algunos altos cargos del imperio de Toue, debieron salir del país, hasta que se cerraron todas la investigaciones y dictaron sentencias para los que se comprobó involucrados en hechos ilícitos enmascarados tras la empresa, claro, muchos otros consiguieron borrar sus registros y con ellos pruebas que los inculparan a tiempo, tal era el caso de los no gemelos. Tenían una semana que habían vuelto a su hogar, aunque Francia se les hacia cómodo a ambos, había un sentimiento de añoranza que los impulsó a volver a la isla. Realmente ninguno recordaba su vida antes de despertar en los laboratorios de Toue, eran muy pequeños en ese momento, luego allí habían crecido, allí estaban sus recuerdos, sus tiendas favoritas, alli habían hecho su vida, así que al considerar el tiempo prudente, decidieron volver.
—Como han cambiado las cosas, ¿No?—Trip comía un profiterol enorme en una de las mesas de su pastelería favorita.
—Sí... Quien iba a pensar en algo así—Virus por su parte tomaba un expreso más que cargado—Nunca me vi ni en plan romántico contigo...
—No pensé que lo aceptarías tan fácil, creo que fui muy rápido—La sonrisa de Trip seguía siendo igual de traviesa, aunque sin duda se veía un poco más maduro.
—Después creo que muy rápido fui yo, con esa loca crisis de un cuarto de siglo!—El rubio natural parecía conservado en frío, el tiempo no pasaba por él.
—Creo que fue en el momento justo, aunque no se que esperar cuando pases por la crisis de los cuarenta.
—Fue muy estresante para mi pasar de ser un jefe a no tener nada en que ocuparme, ni que delegar, ni a quien vigilar...
—Papi! Papi!—Las animadas voces de un par de niñas de cinco años los distrajo de su charla.
Ambas venían tomadas de la mano, con vestidos a juego, una rubia de ojos azules, con el cabello en una coleta de lado y unos lentes de gruesa montura fuccia. La otra pequeña era pelirroja, de ojos verdes brillantes, traía el cabello suelto y largo hasta la cintura. Ambas llevaban el mismo flequillo enmarcando sus rostros blancos. La apariencia de las pequeñas llamaba la atención, eran demasiado adorables para no notarlas.
—¿Si...?—El mayor era el que había adoptado el papel de papi, de algún modo, las pequeñas mentes de sus hijas acertaban en que él no era precisamente el más masculino en casa.
—Ya escogimos los dulces que queremos, ¡Son pequeños papi!—Las niñas hablaron prácticamente al unísono, los demás comensales volteaban a verlas al escucharlas hablar en francés.
—Pero si ya se comieron dos enormes trozos de torta cada una...
—Papá, tú sí nos das permiso, ¿Verdad?—La rubia se lanzó a los brazos de Trip, sabía que él era más débil.
—Tienen que hablar con él—Aunque estuvo a punto de decir que sí, tuvo que morder su lengua al ver la mirada de advertencia del rubio frente a él.
—No—Virus sabía ser más tajante contra los caprichos.
—¿¡Pero por favor!?—Junto sus pequeñas manitos suplicando.
—¡¿Muy, mucho por favor?!—La pequeña pelirroja hizo lo mismo que su hermana.
—¡Por favor, por favor, por favor!—Repetían una y otra vez con sus agudas vocesitas guindadas cada una de un brazo del mayor, batiendolo entre ambas.
—Uno para las dos, ya han comido demasiada azúcar—Desistió, logrando zafarse de las niñas también.
—¡Gracias papi!
Las niñas se volvieron a ir al mostrador con una gran sonrisa, muy impacientes para esperar en la mesa a que les tomaran y luego les llevaran el pedido. Ninguno de los dos podían evitar sonreír al verlas, eran perfectas. Al principio, cuando en el laboratorio les dieron la noticia que ambos bebés eran niñas, no supieron como actuar, y cuando por fin las tuvieron con ellos, no hubo papá más nervioso que Trip, hasta que cargó a sus pequeñas hijas fue que se dio cuenta que era demasiado joven para ser papá, con veintiún años no tenía idea de que hacer con un pequeño humano que dependía de él, pero la seguridad que mostraba Virus con las niñas se le contagio en apenas unos momentos.
Toda la presión de huir del país reventó en Virus de una forma inusual, Trip jamás lo había visto con episodios de ansiedad y depresión, además se cerró al mundo, absorbiendo por completo el tiempo del menor, al principio de forma psicótica e inestable, y después con arranques de ira sin motivos, hasta que después, con la visita de un amigo de Trip, que Virus corrió del apartamento y todos los vecinos se enteraron, ambos cayeron en cuenta que eran celos, ningunos de los dos tuvo problemas en aceptarlo, en el fondo sabían que habían vivido de esa forma por algo, su estilo de vida no cambió mucho, no eran especialmente mimosos, pero tenían sus momentos, pronto Virus comenzó a insistir con el tema de los niños, él sí tenía la edad para ser padre, y consideraba que era tiempo, fue fácil convencer al menor y basto con ir al laboratorio para encargar una par de bebés, unos mellizos era lo ideal.
La ciencia era algo increíble, no tuvieron que conocer a ninguna chica, sólo les dijeron a los doctores que se aseguraran de que los óvulos vinieran de personas con sus mismas características raciales y luego fueron puestos en un útero artificial perfectamente emulado en el laboratorio. Genéticamente ellas no eran hermanas, pero si se habían desarrollado como mellizas.
Fin.