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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Gracias a los lectores por darle una oportunidad al fic, perdón por la demora y los desvarios que están por leer.

Advertencias del capítulo: Schekesper, miel, dosis de ooc, ya saben más o menos como son mis fics ajajja.

 

 

CAPÍTULO IV

JULIETA

 

 

— ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto— Saga rodó sus ojos frente al habitual acto dramatúrgico de su compañero, Afrodita se había enfrascado en estar siendo parte de alguna novela Shakesperiana y Saga resoplaba al sentirse participe de sus delirios.

Al día siguiente tras la sorpresiva visita de Aioria el caballero de piscis había ido a visitarlo tal como lo hacía cada día y como todo buen confidente escuchó atento y con ojos soñadores toda su plática con el león, platica que termino con Afrodita sonriendo de  lado a lado para luego empezar con su actuación en la que interpretaba a Saga/Julieta cuando se volviera a encontrar con Aioria/Romeo. El gemelo debía admitir que sin ese excéntrico hombre que estaba frente a él estaría completamente perdido sin saber que hacer pero gracias a su buena/mala suerte tenía a Afrodita como su mejor amigo para apoyarlo y despejar su mente de la doble vida que llevaban, doble vida que pasaría a ser triple así como iban las cosas.

— Por última vez Afrodita, no soy Julieta, no veo a Aioria con esos ojos, nunca lo hice y tampoco lo haré, si me juntaré con el caballero de Leo es simplemente para aclarar todo esto, no necesito más problemas ni mucho menos que se sepa que hay alguien como nosotros dentro del santuario, sería mi ruina y bien lo sabes — Afrodita miró hacia otro lado ignorando a Saga y a su pesimismo, mientras Saga con su habitual cara de seriedad tomaba el puente de su nariz para masajearlo y buscar dentro de sí la poco paciencia que él tenía.

— Vamos, Saga, no seas aguafiestas, Leo siente algo por ti, curiosidad, asombro, cariño, amor, llámalo como más te guste por eso vino aquí en medio de la noche cual ladrón ignorando cualquier orden que el patriarca le hubiese dado, sólo para verte, sólo para invitarte a salir— dijo el caballero de piscis con aquella sonrisa de suficiencia que Saga ya sabía identificar, se quedó mudo, sabiendo que Afrodita en parte tenía razón, tenía mucha razón en todo lo que decía pero para Saga existía más de una opción.

— Deja tu dramatismo y tu afición al romanticismo por unos segundos, esto es serio, comprende que esto es serio, somos omegas en tierra santa, somos la manzana en la boca de Eva y Adán, Aioria podría llevarme a una trampa y que cuando entre al bosque aparezcan todos los caballeros dorados para quemarme en la hoguera cual bruja— El rostro serio de Saga seguía sin mostrar emociones mientras veía como el rostro de su amigo pasaba a formar una morisqueta burlona.

— Ahora tú te pusiste dramático, Saga. Leo se verá algo serio, algo guiado por las reglas y normas, un fiel sirviente de Athena… pero no sería capaz de hacer algo tan bajo, además ya sabes cómo se puso contigo en el baño— Saga rehuyó a la mirada sugerente de Afrodita con un notorio sonrojo en sus mejillas, su compostura y la seriedad de su cara se venía abajo cuando recordaba su pasional encuentro con el leonino.

— Cierra la boca caballero de piscis— dijo Saga, Afrodita mantenía a raya su sonrisa tapando sus labios con su boca para evitar que los sonidos que amenazaban a salir desde su garganta escaparan en una sonora carcajada.

—Como usted diga, su santidad— el dorado se inclinó apoyando su rodilla en el suelo— si me permite me retiro, mi templo está hecho un desastre y mis hermosas rosa requieren de mi  atención, si necesitas ayuda con la ropa que usaras para tu cita sólo avísame— el pisciano guiñó un ojo y Saga rodó una vez más sus ojos en una muestra de cansancio y hastió.

—Hasta luego, Afrodita— el chico se quedó solo dentro del templo patriarcal, una soledad que lo obligaba a tener más en cuenta sus pensamientos, sus sensaciones y las ideas que se iban formando dentro de su cabeza y gran parte de ello sólo tenía un nombre “Aioria”.

 

 

***°***°***°***°***°***°°***°***°***°***°***°***

 

La tercera noche había llegado, sobre el cielo se alzaba una redonda luna color plata y un mar de estrellas tintineando, Saga caminaba de un lado a otro en su cuarto, sabía que era tiempo de salir del cuarto y enfrentar sus decisiones, su cuerpo estaba cubierto de la ropa habitual que utilizaba; blanca tela que cubría desde su cuello hasta la mitad de su muslo, sobre él una capucha color azul marino donde había cubierto cada hebra añil sin que ninguna se atreviera  salir de improviso que llegaba hasta arrastrar el suelo.

Armándose de valor y con sigiloso paso abandonó el templo patriarcal, pisaba ligero cual pluma y se escondía entre arbustos y columnas, sentía aquella sensación adrenalínica que recorría sus venas como en antaño cuando él y Afrodita se escabullían por entre los templos para ir a explorar tierra santa y salir del encierro y la seguridad del templo mayor, se concentraba en ser imperceptible, inexistente, cosa para lo cual ya estaba era un experto, atravesó templo a templo, sin ser descubierto, sin ser notado por ninguno de los hombres que habitaban en él.

Saga se detuvo  en el tercer templo, sabía quién estaba ahí, probablemente la única familia que él tenía, un hermano el cual conocía, lo había visto frente a él, tan iguales pero a la vez tan diferentes, un hermano que no conocía de su existencia, que no sabía que a unos templos de distancia había sangre de su sangre, alguien con el cual compartía el mismo día de cumpleaños, pero Saga se había resignado a contemplar la distancia a imaginarse desde lejos como sería el abrazo fraternal, la hermandad y la complicidad que sólo un gemelo podía tener.

Al legar frente al coliseo  su cuerpo se tensó, aun no le gustaba del todo la idea de encontrarse con el castaño a solas en un lugar tan alejado, si Aioria lo atacaba, tendría que defenderse, si se defendía su cosmos se haría notar, y si su cosmos se hacía presente sin portar su disfraz papal la verdad sería descubierta y una a una las piezas de dominó caerían y lo aplastarían por completo revelando su mentira.

Botó el aire de sus pulmones y mentalizándose para cualquier cosa que le esperara en aquel bosque, sus pasos titubeaban a medida que atravesaba la gran edificación, el bombeo de su corazón comenzaba a ser estrepitoso, la adrenalina en su torrente sanguíneo no daba tregua y seguía aumentando sin querer bajar sus niveles, Saga estaba nervioso y se odiaba por no poder controlar su interior.

El patriarca se adentró al bosque finalmente, sintiéndose solo en un mar verde, sintiendo el peso de la oscuridad en sus hombros, sintiendo el ligero dolor de un abandono, Saga se mantenía estoico entre la naturaleza entre a infinidad de las hojas y el pasto, el olor a musgo, a luna llena, el sabor noche, el frío de la brisa que se colaba por entre sus ropas, el gemelo agachó su cabeza por un sentimiento que no sabía clasificar y suspiró dejando todo el oxígeno que sus pulmones guardaban disuelto en el aire del ahora frío bosque.

— ¡Noche, — por unos segundos la piel de Saga se erizó y el brillo volvió a sus ojos— deliciosa noche! Sólo temo que por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño…—Los ojos de Saga se enfocaron  en aquella verdosa mirada, su corazón palpitó con fuerza por unos segundos, obvió la frase y su procedencia, obvió lo cursi del momento y fijó sus  ojos en la mano que se le era extendida.

— Aquí me tienes caballero  de dorada armadura, a la tercera luna como lo había prometido— Saga se mordió la lengua por unos instantes de seguir hablando, envuelto en aquella conversación que se le antojaba novelística, en esa conversación que le cegaba el juicio y al parecer el sentido común del cual siempre estuvo tan orgulloso.

— Y no podría estar más feliz de verte  una vez más que no sea en mis sueños y en mis pensamiento, porque sí, hermosa criatura, tu azulado cabello me ha robado el sueño, y tu pálido rostro mis pensamientos — Saga sentía sus mejillas arder cual fiebre,  escalofríos por su piel, sus manos sudar frío, por un momento se sintió poseído por una de las peores enfermedades que le planeta le pudiese ofrecer, aquella enfermedad que los demás llamaban amor, amor a primera  vista, la primera había dejado estragos en su interior, la segunda se encargó de bloquear su lógica  y la tercera terminó de dar el flechazo final y frente a ese hermoso verde que se fundía con el profundo follaje, Saga se permitió ceder, se permitió tomar aquella mano que quemaba al tacto.

 

 

 

Notas finales:

Espero les guste, sigue abierta la campaña una pareja para afrodita, den sus ideas con total confianza :3


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