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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Hola espero les siga gustando la historía me demoré menos en actualizar, por que ya sé como avanzará esta histiría o al menos tengo la idea de que es lo que se vendrá

gracias por leer, saludos.

 

CAPÍTULO XII

FRASES

 

La luz y la calidez del sol se colaban por entre las cortinas, el patriarca sentía calor, sentía su boca seca, poco a poco comenzaba despertar de una siesta que no recordaba haber tomado, su cabeza dolía un poco y lo atribuía al calor que tenía y de seguro a las horas que había dormido. Aún sin abrir sus ojos quitó de su cuerpo la ropa de cama que lo tapaba, Saga no recordaba en qué momento se había quedado dormido, no recordaba porque estaba durmiendo hace unos minutos y aun sin querer abrir sus parpados llevó su mano a su vientre y esto causó el desencadenamiento de las imágenes que había tenido antes de caer inconsciente.

Ahora si había abierto sus ojos, totalmente asustado por las escenas que había visto, eso era una premoción, de eso estaba seguro, era casi como Shion una vez se lo describió, volvió a llevar su mano a su vientre buscando sentir algo, sentía una sensación fantasma en él, una calidez, un dolor insoportable y seguido de un vacío, todas y cada una de esas imágenes que se sintieron tan reales pero demasiada efímeras para recordar todo, entendía que un peligro se acercaba al santuario y ese peligro traería problemas para él.

Pero ahora la interrogante era si es que él con aquella información podía hacer algo para evitarlo, si es que aquel futuro que vió era posible ser cambiado o seguiría su flujo, aunque el interviniera para modificar el futuro.  La llegada de una armadura negra al santuario era el principal problema y ese color sólo podía significar algo además de problemas seguros y ese algo era que las manos de los lacayos de Hades estarían metidas en todo aquello, no podría saber si el futuro que había visto era capaz de ser modificado, pero prevendría cualquier cosa.

Todo le parecía extraño, la tranquilidad que existía en esos momentos sólo podía significar calma antes de la tormenta, pero una pieza aún estaba sin encajar ¿Qué hacían los sirvientes de Hades cuando Athena no había renacido en esos tiempos? Cuando Hades tampoco daba señales de haber vuelto a la vida. Debía investigar, era tiempo de mover a sus caballeros para recolectar información y de paso necesitaba recordar que más vió, necesitaba saber qué era lo que realmente se aproximaba y como afectaba al santuario.

Saga escuchó el sonido de unas pisadas que se acercaban a su cuarto, ya no necesitaba concentrarse para saber de quien se trataba, podía identificar exactamente quien era, sentía sus emociones aquella inquietud y preocupación que había en el caballero de Leo en esos momentos y de seguro debía tratarse por el pequeño percance que tuvo en Star Hill.

Porque algo pasaba con Aioria, porque no había duda de que el caballero de Leo entendía el hecho de que Saga no necesitaba ser cuidado, de que perfectamente podía enfrentarse el solo a todo el santuario y salir ileso, que Saga podía ser de todo menos frágil pero había algo contra lo que ni Saga ni Aioria podían luchar y eso era sus instintos; de alfa, de omega, esa necesidad imperiosa que nacía inconscientemente desde Aioria de monopolizara a Saga, de protegerlo de cualquiera que quisiese hacerle daño e inclusive a esa necesidad biológica de tener el cuerpo de Saga y volver a marcarlo una vez más, pero cierta parte de él lo obligaba a centrarse a dejar de lado todos esos pensamientos posesivos y respetar a Saga como le prometió que lo haría amar a Saga como él era, no como un patriarca, no como a un omega si no que a Saga el hombre de cabellos azulados, de mirada serena y sonrisa risueña y un tanto perversa.

Cuando el castaño entró a la habitación se encontró con una mirada que cambiaba con la luz, a veces verde como los campos u otras azul como las aguas y unos labios coral que le sonreían cosa que logró en un instante transformar a un feroz león en un amansado gatito que sonreía de vuelta al verlo tan relajado con sus cabellos completamente desordenados, con la ropa de dormir mal puesta y la cama vuelta un desastre, era primera vez que veía un despertar de Saga y en cierta medida se le hacía interesante la capacidad del gemelo de adaptarse perfectamente a un entorno, en como aquel poderoso hombre que se escondía bajo la máscara azul era capaz de amedrentar a medio santuario con tan solo su presencia podía verse tan calmado, inofensivo y hermoso a sus ojos.

— Dime, ¿cómo has venido hasta aquí? ¿Y para qué? —  pronunció logrando que el leonino levantara una de sus cejas— La tapia del jardín es alta y difícil de trepar. Y este lugar es mortal siendo quien eres. —Saga veía como el castaño salía de su ensoñación y curvaba su boca en una sonrisa.

— He saltado la tapia con las alas del amor, porque no existe ninguna barrera de piedra para el amor y, como el amor hace lo imposible posible, tus parientes ¡no podrán detenerme! — Aioria llevó su mano izquierda al pecho y mientras hablaba alzó la otra con la palma abierta apuntando a Saga, sus ojos se cerraron y tras su última frase se agachó hasta poner una de sus rodillas en el suelo dando por ganado el concurso de drama de aquella mañana.

—¿Alguna vez dejaremos de citar a Romeo y Julieta? — Le preguntó el patriarca al caballero de leo entre la risa que se colaba entre palabras.

— Sólo cuando las frases se acaben y tengamos que buscar algún otro libro para estos momentos cursis— y eso fue el detonante para que ambos rieran, Saga acostado en su cama llevando una de sus manos a su boca y Aioria mientras intentaba levantarse.

— ¿Te sientes bien? — El santo de mirada verdosa se había acercado hasta sentarse a un costado de la cama y tomar una de las manos del gemelo acariciando sus uñas, sus nudillos y el dorso tan blanco como un papel.

— Sí, estoy bien, no hay nada de lo que haya que preocuparse, la noche anterior me encontraba en Star Hill, tuve una especie de premonición muy fuerte… pero en realidad no recuerdo muy bien de que se trataba, así que he de suponer que no era de tanta relevancia. — Saga le mentía al castaño, con sus palabras, con su sonrisa, cerrando sus ojos para que la mirada del león no lograra descubrirlo, no necesitaba preocupar a Aioria con temas que sólo le pertenecían a él, él era el patriarca y el encargado de velar por cada uno de los habitantes del santuario.

— Pero…— continuó hablando el omega— no sé cómo llegué aquí— terminó logrando ver una pose incomoda en el otro.

— Verás… sé que quizás te molestes por esto pero fui a buscarte, la verdad fue algo más fuerte que yo, algo como instinto, o algo más que eso, mientras estaba recostado sentí algo dentro de mi pecho por unos momentos, me sentí mareado y pude jurar sentir una nostalgia que no me pertenecía, miedo, pena, tristeza, todo aquello en tan sólo unos momentos, pensé en ti y eso me hizo casi correr hasta el templo— Aioria pausó un momento para ver la reacción que tenía Saga ante su relato, no parecía disgustado, es más veía un brillo de curiosidad que era difícil de esconder en aquellos ojos.

— Cuando no te encontré aquí, me desesperé un poco, algo ardía dentro de mí, como si no pudiese sentirme tranquilo hasta ver que todo estaba bien, te buscaba, pero no te encontraba por ningún lado. — La mano del león seguía tomando la de Saga aumentando la presión de su agarre sin lastimar al otro a medida que recordaba lo que había ocurrido — Salí,  busqué tu olor en el aire y bueno lo seguí hasta el terreno al que sólo el patriarca puede entrar, te encontré tirado en el piso, al parecer inconsciente y sólo pude correr hasta tenerte en mis brazos, no me respondías por más que te hablara y me sentía cada vez más desesperado pero cuando sentí tu respiración y tu cosmos logré calmarme— las palabras de Aioria habían terminado con un momento de tensión

Saga comenzaba a entender, a comprender, a darse cuenta del alcance que tenía aquel lazo sumado al instinto protector innato que posee un alfa, lo maravilloso que podía ser que compartir con alguien algo más allá casi difícil de procesar y explicar con palabras, quizás era en parte algo de instinto, pero mucho más lógico que eso, Aioria había sentido parte de lo que él sintió, las emociones que a él lo abordaron en ese momento y quizás él sentiría lo mismo si el castaño tenía emociones muy fuertes.

— Gracias—  fue lo primero que logró articular— sí, es un lugar Sagrado, pero  tus intenciones no fueron malas, no fuiste a Star Hill para obtener la sabiduría que esconde, fuiste por mí, porque sentiste que te necesitaba y errando no estabas—Saga terminó de hablar con una sonrisa y una mano posándose en el rostro caído que tenía Aioria en ese momento, vió volver a ver ese brillo en sus ojos y por un momento a Saga se le hizo tierno aquella mirada de cachorro arrepentido no controlando las ganas de abrazar al leonino.

Aioria sintió esos brazos acercarse a él, envolverlo, sintió el calor emanado del cuerpo de Saga, sintió su olor, ese delicioso aroma que al parecer se concentraba aún más en las mañanas, sentía la extensión de su piel erizarse, sus dientes vibrar, su corazón palpitar rápidamente y comenzar a reaccionar frente a la cercanía del otro.

Saga sintió una mano colarse por debajo de su camiseta para dormir y la otra arrastrándose por su muslo, no pudo evitar arquear su espalda frente a la corriente eléctrica que paseó por su cuerpo, guió sus ojos verdeazulados a los de Aioria y fue ahí que recordó que el castaño no era un cachorrito, era un león que miraba fijamente a su presa y él era esa presa, no estaba en su celo, pero el calor que sentía en esos momentos era como si lo estuviese, el retumbar de su corazón en su pecho, su respiración agitada, esa ansias de sentir las manos de Aioria recorrer más su cuerpo.

Sus labios se juntaron cuando ambos en completo silencio aceptaron seguir, aún con algo de nerviosismo, no era la primera vez que pasaba, pero esto era diferente, ahora eran dueños de sus propias acciones y si quisieses podrían detenerse en cualquier momento, pero eso era lo que pasaba “sólo si ellos quisiesen” y eso era algo que ninguno de los dos quería.

Saga apoyó su espalda  el colchón de la cama, sentía la brisa del aire tocar su piel desnuda, las manos calientes de Aioria tocar su piel, y el aire que emanaba de sus labios chocar contra su rostro, besos y caricias; dos amantes redescubriéndose, probando una vez más lo prohibido en tierras sagradas, comiendo de aquella manzana de los labios del otro, probando el dulce sabor de un encuentro, el néctar que emanaba desde sus adentros para nutrir el alma del otro, para llenar de éxtasis su torrente sanguíneo, el sudor perlado apareciendo desde sus pieles, los sonidos que nacían desde su garganta que se acallaban con un beso, su cercanía y esa conexión entre ellos que mantenía unidos no tan solo sus cuerpos en una perfecta sincronía.

Entre palabras de amor, besos, cabellos alborotados, pieles enrojecidas por el acto y una sensación de completa felicidad terminaron abrazos sobre la cama, olvidando por completo, la premonición, el miedo, al patriarca y al caballero de leo, para quedar desnudos sin nada que escondiese algo del otro, admirando sus cuerpos, paseando sus dedos por lunares que encontraban en el otro, cicatrices de un duro enteramiento, comparando el hermoso contraste de sus tonos de piel y compartiendo sonrisas que esperaban que duraran la eternidad junto al otro.

 


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