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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

 

Hola mucho gusto, nos volvemos a encontrar muy pronto, encontré motivación y las ideas de como seguirlo así que para manterner la idea fresa he escrito más pronto de lo usual saludos y gracias como siempre por leer

 

Aclaraciones:

Voz de mando: Un alfa posee una voz especial con la cual es capaz de dejar a cualquier alfa sumiso ante el, es como cuando los animales se gruñen para demostrar poderío.

Numeritos entre parentesis(): en las notas finales pongo algunas referencias que use para el fic y unas aclaraciones extraslo que podría generar dudas.

 

Advertencía del cap: Sad moments, odio al autor, cosas inventadas, Frase de Shakespeare.

 

CAPÍTULO XIV

DEFENSIVA

 

El aire en el coliseo parecía volverse más seco que nunca, todo caballero que estaba en él le estaba costando horrores tragar un poco de saliva, miraban a ambas figuras y el poderoso cosmos que despedían, muchos de ellos deseaban correr despavoridos, sus instintos de sobrevivencia estaban completamente despiertos esperando cualquier movimiento de los contrincantes y demostrando ser dignos portadores de su armadura se mantenían quietos aún en las gradas.

Los aspirantes a caballeros de bronce temblaban en su sitio y otros intentaban mantener una pose firme y fiera evitando ser amedrentados por ser los más cercanos a los hombres, temían por lo que les pasaría si es que llegaban a caer en las manos de esos dos peligrosos sujetos, no sabían que de que podrán llegar a ser capaces, no conocían la crueldad que podía llegar a tener un juez del inframundo y aún no estaban preparados para vivirla en carne propia.

Saga fue el que se encargó en romper aquella atmósfera de silencio y precaución, todos los presenten se giraron hacía al patriarca al notar aquel poderoso cosmos emanar de la cabeza del santuario, para después ver como de un salto caía grácilmente al suelo, una aura dorada lo rodeaba, un aura que gritaba peligro por todos lados, la tierra a su pies se revolvía un poco, una que otra piedra se elevaba desde el suelo siguiendo el flujo del cosmos, se notaba que el hombre no estaba contento con la intromisión de aquellos dos pero a pesar de todo aquello su caminar era sereno y tranquilo; pero eso no parecía intimidar a los hombres que llevaban la armadura negra.

— Creo que el portador de malas noticias en este caso soy yo señores Aiacos y Minos, estamos en medio de un torneo importante para nuestros caballeros y ustedes no poseer una invitación para estar aquí— La voz de Saga era firme, no titubeaba, sus palabras fluían con serenidad, había llegado hasta estar frente a ambos hombres resguardando a los participantes del torneo tras su espalda— Así que su tan esperado día tendrá que esperar, abandonen tierra Santa ahora. —Lo último no fue una advertencia, tampoco fue una sugerencia, no, aquello había sido una orden, aquella orden adornada de una poderosa fluctuación del cosmos del geminiano obteniendo una mueca malhumorada por los visitantes.

—Veo que será de la forma difícil entonces…—Ambos jueces se lanzaron contra el patriarca al mismo tiempo, Saga no temía, Saga confiaba en su poder, confiaba en su cosmos y en que el sólo podría con ambos jueces.

Pero el patriarca no se movió ni un centímetro, tampoco ningún golpe fue alcanzado, otros dos destellos dorados se pusieron a modo de barrera entre el patriarca y los jueces produciendo una nube de polvo que obstaculizó la vista por unos segundos. Los puños de Garuda eran detenidos por un muy molesto león, que aplicaba fuerza contra el otro evitando que se moviera y por otro lado se encontraba un caballero con unos característicos cabellos celestes haciendo lo mismo contra el juez de Grifo.

— Veo que no entienden las reglas de nuestro santuario, antes de una reunión con el patriarca deben pasar por once caballeros (1)— La voz de Aioria fue fuerte y clara, con aquella voz de mando digna de un Alfa, sus manos se mantenían fuertemente agarrotados contra las de Aiacos que fruncía el ceño y miraba con odio a los ojos del león.

No tardó mucho tiempo para que los nueve caballeros restantes se posicionaran a los costados del patriarca haciendo notar su cosmos. Los demás santos miraban desde las gradas asombrados y temerosos, algunos agradecían por encontrarse del lado de Atenea y no ser aquellos dos hombres que se habían atrevido a provocar la furia de esos poderosos guerreros, el ambiente que una vez se sintió seco ahora estaba plagado de la energía de los hombres que estaban en la arena del coliseo dispuesto a luchar.

Pero esos hombres no eran nombrados jueces del infierno sólo porque sí y eso lo iban dejar claro frente a todo el santuario. Aumentando su cosmos fueron capaces de liberarse del agarre de ambos caballeros y lanzar al pisciano contra las gradas y al otro contra la pared dela arena, los siguientes en atacar fueron el caballero de tauro que haciendo uso de su gran fuerza y honor al animal de su signo envistió al de caballos color plata haciéndolo retroceder varios metros más atrás mientras que el juez Aiacos esquivaba con dificultad el filo de Excalibur de capricornio.

— Aioros, revisa el estado de Aioria, Camus, tú ve por Afrodita, Mu lleva los más jóvenes a algún lugar seguro lejos del coliseo, Virgo, comanda los santos de plata hacía los límites del santuario para evitar el ingreso de algún otro visitante indeseado, los demás se quedarán aquí para luchar— Saga dictó sus órdenes como el líder que era, obteniendo un simple asentimiento de sus caballeros para después salir disparados a cumplir las órdenes que habían sido encomendadas.

Los dorados se enfrentaban fervientemente a los jueces, sincronizando sus ataques haciéndolos retroceder, evitando el golpe que iba ser destinado para sus compañeros. Saga aún se mantenía al centro de la arena y cerrando sus ojos dejó su poder actuar, todo el coliseo comenzó a cambiar de forma, las gradas se invertían hacía el cielo, la arena se partía y se elevaba, el piso y paredes se transformaban en escaleras, en arcos de puerta, el cielo se dejó de ver para tener sobre las cabezas de todos los presentes sólo escaleras, gradas, entradas hacia otros lugares, formando un perfecto laberinto(2), una trampa adecuada para que ninguno de los que estaba dentro de ella lograran salir, sólo existía un caballero capaz de reconocer la naturaleza de aquella técnica y era aquel caballero que portaba la armadura de géminis.

Kanon se mantuvo quieto por unos instantes, intentando procesar lo que estaba ocurriendo , era el laberinto que él podía recrear en géminis pero mucho más poderoso, más intrincado, inclusive este era capaz de sentirse real y transformar el espacio de donde se encontraban, el caballero de géminis buscaba con su mirada al patriarca no pudiéndolo encontrar por ningún lado, su cosmos se mimetizaba con el laberinto, estando en todas partes a la vez, pero Kanon sabía que se encontraba en lo más profundo de este concentrado manteniendo la ilusión intacta y atrapándolos a todos.

Los dorados se mantenían luchando contra los jueces, algunos chocando contra los pilares de la ilusión y otras lanzados hacía arriba pero cayendo de espalda sobre el suelo de aquella rara dimensión en la que estaban, los jueces lucían molestos, sus cosmos eran incapaces de deshacer tan perfecta jaula, no eran capaces de encontrar un punto para salir, ni sentir donde se encontraba el creador de aquella ilusión, ya que su poder estaba plagado por todos lados desde el aire, hasta el suelo que pisaban.

Eran dorados sí, con un gran cosmos, pero aun así enfrentarse a un juez no era tarea fácil, el primero en quedar inconsciente fue el caballero cáncer, tras recibir de golpe una de las técnicas de Minos, Aldebarán a pesar de su gran fuerza no pudo evitar ser lanzado hacía otro lugar del laberinto quedando fuera de batalla, escorpión aún no perdía aquella mueca divertida tras asestar su aguja atravesando la surplice de Garuda, pero su emoción ni duró mucho tras ser golpeado por Minos, los caballeros fueron cayendo uno a uno, quedando de ese grupo solo Kanon que dificultosamente se ponía de pie, debía aguantar a que llegaran los otros cuatro que aún permanecían dentro del laberinto, tenía una técnica poderosa a su disposición pero necesitaba tiempo para formarla y entre aquellos dos monstruos no era capaz de lograrlo sin ser golpeado antes.

Los caballeros que habían parado el primer ataque de Aiacos y Minos y los que habían ido por ellos se habían encontrado a un Magullado Kanon que aún se mantenía luchando. Aioria sentía a través de su lazo la tranquilidad de saga y aquello lo calmaba, sabía que se encontraba en un lugar seguro, pero no por eso dejaba de asombrarse del poder que guardaba el sumo sacerdote del santuario, sentirse atrapado dentro del laberinto le hacía difícil relacionar a aquel sonriente y gentil Saga que él conocía con el creador de la ilusión y aquel poderoso cosmos que lo envolvía todo.

Pero dentro de su sorpresa y alivio había otro sentimiento y aquello era ira, una ira inmensurable contra los intrusos, contra los que osaron profanar tierra santa y osaran atacar a Saga, sus dientes chirreaban, sus uñas se ponían blancas de tanto presionarlas contra su palma, el poder del dorado se enardecía, sus compañeros que estaban a sus costados se alejaron de la impresión, eso no era normal, no al menos para uno de ellos, esa aura que rodeaba al caballero de Leo era características de los alfas que ven amenazados a sus parejas, de aquellos alfas que su habilidades parecen aumentar y además se cegaban cuando su manda se ve amenazada, pero se suponía que para ellos no podía ser posible algo como tal, ya que ningún caballero podía tener a alguien a quien proteger que no fuese la diosa de la sabiduría.

— ¿Vaya que sucede caballero dorado, atacamos a alguien especial para ti? —Preguntó burlón el hombre de cabellos largos y negros que no alcanzó a formar una mueca de risa.

Los ojos verdes de Aioria parecían tener un brillo propio, su mano aprisionaba la cabeza de Aiacos contra el suelo, el juez sentía la presión de aquella fuerza directo en su cabeza, gritaba de dolor al sentir aquella presión aplastarle el cráneo, el de cabellos negros tomaba con ambas manos el brazo del león que no aflojaba su agarre ni un centímetro a pesar de que aplicaba todas sus fuerzas.

El casco comenzó a trisarse entre las manos morenas del caballero de Leo, sus compañeros se mantenían alejados al igual que el otro juez que tampoco se atrevía a acercar a ayudar a su compañero, sólo sentir aquella aura asesina que él dorado producía, dejando un escalofrío por toda la espina dorsal del guerrero de Hades.

Hasta que finalmente aquel resistente casco se rompió en cientos de pedazos por la fuerza de Aioria, dejando de paso fuera de batalla al hombre se cabellera negra, pero antes de que la furia de su cuerpo acabara con el juez el obscuro poder de Minos se dispersó por el lugar y unos hilos fueron se deslizaron por el cuerpo de los presentes controlando en su totalidad sus movimientos, teniendo ahora a cinco caballeros rehenes de sus hilos.

— Esto se acabó, muestra tu presencia ante mí o despedazare a estos cinco muñecos que tengo entre mis manos— El juez de cabellos plateados habló al aire sabiendo que el patriarca lo escucharía y después de unos cuantos segundos el laberinto comenzó a desaparecer, volviendo todo el lugar a cómo debería estar en un principio pero mostrando a los demás santos que habían perdido dispersados por todo el coliseo y al actual patriarca aun al centro de la arena como si en todo ese tiempo no hubiese movido un sólo musculo.

— Aquí estoy, Minos, ahora será mejor que dejes ir a mis caballeros— Habló Saga a modo de advertencia, el laberinto pudo haberse acabado, pero aquel poderoso cosmos que nacía desde él no había menguado un solo instante a pesar de haber mantenido su poder a la misma intensidad por todo ese tiempo.

El juez estaba por replicar, estaba a punto de enseñarle a aquel hombre cuan ruin podía se run juez hasta que una brisa paseó por el coliseo, un viento que movió los cabellos azulados del patriarca y que llevó consigo su esencia al muy desarrollado sentido del olfato de Minos, una mueca divertida apreció en su rostro y unos blancos dientes se mostraron en su boca.

— Te daré a tus preciados caballeros por cinco condiciones, cada caballero por una condición cumplida, solo aquello, nadie saldrá herido y juro por mi dios Hades que nos marcharemos tras aquello— La sonrisa de Minos no cesó teniendo un mal presentimiento por parte de Saga, algo andaba mal y lo sabía, pero veía a aquellos cinco hombres, a Afrodita y a Aioria sin mover un músculo ni poder decir nada bajo el total mando del poder de Grifo así que sólo asintió con su cabeza.

— Pídeles a todos en el santuario que vuelvan al coliseo— Dijo, Saga asintió nuevamente y llamó a cada santo del santuario con su cosmos, algunos aparecían de inmediato, agitados y temerosos por ver la escena ante sus ojos. los dorados que estaban incontinentes despertaron tras ser llamados sintiendo cada músculo entumecido y adolorido por la batalla recién librada. El primero en ser entregado fue Kanon que fue a parar cerca de su gemelo.

— Ahora que están todos los presentes diles a todos tu nombre, fuerte y alto— Prosiguió el juez.

— Mi nombre es Saga, Patriarca del santuario de Atenea— Respondió en voz alta, todos los presentes, santos dorados, de plata, bronce y soldados miraban confundidos la escena. El segundo en ser entregado fue Camus que fue lanzado cerca del patriarca.

—Quítate la máscara Saga, es hora que tus soldados conozcan tu verdadero rostro— Hubo un silencio por parte de todos los presentes, nadie nunca había visto el rostro del patriarca, nadie podía ni siquiera imaginar cómo se veía, verlo sin ella era casi un tabú dentro del santuario, un tabú que estaba a punto de romperse.

Sólo se escuchó la exhalación de sorpresa de todos en el coliseo rompiendo el silencio, tras aquella máscara se escondía alguien demasiado parecido al caballero de géminis siendo este el más pasmado de todos, eran muy parecido pero con ciertas similitudes que los diferenciabas, piel más blanca, cabellos más sedosos y rebeldes, unos ojos verdeazulados que relucían al brillo del sol, labios color carmín y facciones mucho más finas, en ese momento algunos comenzaron a sentir que algo no andaba bien. El tercero en llegar al lado de Saga fue Aioros.

— Jura que, tras recibir al quinto caballero, nos dejarás marchar sin que ninguno de tus santos nos obstruya el paso— el de cabellera plateada obtuvo las palabras “Lo juro” proveniente del chico de cabellos añiles tras su petición. El cuarto en ser liberado fue Afrodita que fue ayudado a levantarse por el caballero de Sagitario.

— Ahora Saga, dinos tu verdad, dile a todos lo que en realidad eres…— sonrió— cuéntales a todos tus Santos, a todos los presentes que no eres más que un mugroso y sucio omega que les mintió a todos— La sonrisa de Minos se ensanchó lo más que pudo tras sus palabras, tras ver el rostro del patriarca y la cara de espanto de cada uno de los caballeros del lugar.

—Saga, no lo hagas— dijo Afrodita con su cara llena de espanto.

— Yo soy Saga, Patriarca del santuario y es cierto, soy un omega, soy el omega que los ha engañado todo este tiempo…— Minos rió tras aquellas palabras, los demás aún permanecían paralizados, en sus lugares, sin poder creer aún que aquel hombre poderoso, aquel ser tan respetado, fuese un omega, una burla al santuario, blasfemia a sus costumbres y sacrilegio al nombre de su diosa. El quinto caballero dio a parar a los pies de Saga, sintiendo el dolor y miedo propio de Saga en su corazón.

Tan sólo unos segundos bastaron para que Minos abriera las alas de su surplice y de un fuerte ventarrón desapareció de la vista de todos junto al cuerpo de Aiacos. Lo siguiente fue el cosmos de cada uno de los presentes arder en furia, un montón de miradas dirigiéndose a aquel punto azulado al medio de la arena, miradas de odio, rencor, repudio, asco, cada alfa en las gradas alzaba su voz de mando, pero más allá de sentirse sumiso ante ellos, su corazón sólo se rompió al igual que aquella ilusión que había creado bajo la máscara del patriarca.

Saga sintió un fuerte aroma a rosas llenar el lugar y el cosmos de afrodita alzarse como jamás lo había hecho—Tangled Rose(3) — Saga lo escuchó nombrar aquella técnica que jamás había oído de su compañero, el campo se llenó de pétalos de rosa, como un niebla de color rojo que evitaba cualquier visibilidad, sintió su mano ser jalada por el mismo creador de aquella niebla y ser llevado corriendo lejos del coliseo, lejos de los santos, lejos de Aioria, lejos de todo lo que alguna vez consideró su hogar.

 

“Con veneno ha apresurado su muerte. ¡Cruel! no me dejó ni una gota que beber. Pero besaré tus labios que quizá contienen algún resabio del veneno. Él me matará y me salvará.”

 

Notas finales:

 

(1)    Pongo once, ya que en esta historia y al igual que en el canon Dhoko está lejos y muy anciano para seguir portando la armadura de libra, pero todos los demás siguen vivos y coleando, menos Shion claro está.

(2)    Me inspiré un poco en la obra de M.C. Escher “Mundos imposibles” para el laberinto.

(3)    Una técnica especialmente inventada para este fic, Afrodita crea una niebla de pétalos de rosa para distraer a sus oponentes de las enredaderas con rosas que crecen desde el suelo, cada espina posee un fuerte neurotóxico capaz de paralizar a todo aquel que atrape.

 

No me odien por querer ponerle drama.


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