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Tradiciones Rotas. por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Hola, espero les siga gustando la historia y les traigo un regalo para semana santa, he aprovechado de escribir ahora que estoy algo inspirado y que tengo tiempo antes de que la tesis me absorba.

gracias por leer y comentar.

 

CAPÍTULO XV

TRAIDOR

 

El olor de las rosas penetraba por sus fosas nasales, nublándolo, despistándolo, sus ojos se sentían pesados, con cada segundo que pasaba respirando aquellos pétalos de rosa sentía que sus parpados estaban hechos de rocas de tanto que pesaban, escuchaba a lo lejos los reclamos de sus compañeros que poco a poco iban disminuyendo pasando de un grito a murmullo hasta llegar a un total silencio, antes de terminar de caer preso con el poco de energía que aún le quedaba saltó desde el lugar que se encontraba tan alto hasta sobrepasar la nube de color rosa que cubría el coliseo.

Aioria tras ver el panorama se lanzó en picada hacía el suelo, siendo su puño el que aguantaría tal impacto. Su puño alcanzó el suelo, pero al mismo tiempo que chocaba con este sintió espinas clavársele en el dorso de sus dedos y sus nudillos, el intenso dolor inicial lo acompaño un adormecimiento total de su extremidad derecha, no pudiendo mover más sus dedos, no respondiendo a lo que él quería, aquel golpe no sólo destruyó el piso y parte de lo que sea que estaba sobre él, no, también aquel fuerte ataque había generado una onda expansiva que dispersó los pétalos, su dulce aroma y una gran cantidad de polvo.

El caballero de Leo llevó su mano izquierda a su boca evitando inhalar lo más posible todo el polvo que se comenzaba a adentrar a sus pulmones, cuando la pantalla de naturaleza y tierra se deshizo el santo dorado pudo notar el verdadero panorama que había bajo de ella.

Cientos de enredaderas se removían por el piso, por las paredes, por entre las gradas y todo espacio que faltase rellenar con aquel singular verde de sus ramas, cada una cubierta con puntiagudas espinas que rodeaban los cuerpos de los caballeros dejándolos inmovilizados, a soldados, caballeros de bronce, plata e inclusive a los caballeros de oro, todos tenían sus ojos cerrados y ninguno parecía estar consciente de lo que los apresaba.

El caballero de la quinta casa miró a los alrededores, buscando alguna manera de parar las enredaderas que continuaban creciendo sin parar, no podía tomarlas directamente con sus manos, porque en primer lugar tan sólo su mano izquierda aún le respondía y en segundo si tan sólo era pinchado por alguna de esas espinas de seguro le ocurriría lo mismo, aquella era una técnica poderosa, casi sin puntos débiles, el moreno fijó su atención en un solitaria rosa de color rosado, la única flor entre toda las ramas, ese debía ser el tallo principal de la enredadera, con la flor cortada lo demás dejarían de moverse o al menos eso era lo que Aioria esperaba que pasara.

Aioria concentró su poder en su puño izquierdo, estaba lejos de la flor y la enredadera volvía a moverse por entre los escombros que había producido su anterior ataque, quizás sólo podía utilizar un solo ataque y ese sería el encargado de pulverizar la rosa, las palabras “Lightning Bolt” salieron de sus labios y un poderoso rayo de luz fue directo hacia la rosa destruyéndola al contacto y rompiendo parte del coliseo debido a la poderosa carga de cosmos que había utilizado el león.

Cuando no hubo rosa las enredaderas se detuvieron, dejaron de crecer, dejaron de moverse y poco a poco comenzaban a secarse hasta terminar como simples ramas con espinas, al mismo tiempo uno a uno los caballeros comenzaron a abrir sus ojos, se levantaron del suelo quitando las enredaderas que los atrapaban, yacían desorientados, perdidos, confusos de lo que les había ocurrido, pero no lo suficiente como para olvidar lo que había ocurrido con los jueces del inframundo y aquel hombre.

—¡Fuimos ridiculizados! — Gritó un caballero de plata logrando obteniendo un grito de afirmación de muchos de los presentes.

— ¡Busquemos al traidor y que reciba su castigo por profanar tierra santa! — Gritó otro caballero entre la multitud.

— ¡Busquen al omega! — respondieron los demás mientras aumentaban sus furibundos cosmos.

Pero aquello no pasaría, no mientras el león estuviese presente, él no dejaría que nadie osara tocar un cabello de Saga, no dejaría que se iniciara una cacería de brujas, era momento de ordenar el santuario, un santuario que ahora no poseía patriarca, un santuario con un caballero menos, un santuario que fue atacado, un santuario sin Saga; Aioria se mantuvo en su lugar y como cada uno de esos que alzó su cosmos para dar caza a la cabeza del omega Aioria hizo lo mismo, uno más poderoso, uno que dejó a los caballeros quietos como estatuas mirándolos, los dorados que alcanzaron a observar la lucha del león contra Aiacos retrocedieron un paso recordando la escena, con temor de ser tomados por aquella ira que encegueció los ojos verdes del leonino.

— ¡Basta! — su voz resonó por todo el coliseo, cada hombre se mantuvo quieto y el silencio se apoderó del lugar — ¿Ir por el omega? ¿Castigar al patriarca? ¿Es que acaso no lo ven? — Preguntó al aire sabiendo que no tendría ninguna respuesta— Ese omega fue capaz de mantener a ocho dorados y dos jueces del infierno presos en una ilusión ¿Creen que ustedes lograrán darle castigo? — Aioria molesto, iracundo, con Minos por obligar a Saga a confesarse, con los caballeros por no ver la valentía que tuvo, con Saga por haber huido y consigo mismo por no haber sido lo suficientemente fuerte como prometió que sería.

— ¡Pero él nos engañó, nos mintió a todos, traicionó los sagrados valores y creencias de este lugar, que es lo que debemos entender, Aioria! — el caballero de escorpio fue el primero en encarar al león, su rostro estaba molesto y al igual como una lucha de poderes el dorado fulgor comenzó a rodear su armadura.

— Ese traidor como tú lo llamas, puso primero la seguridad de nosotros, de todos los de aquí presentes, antes de pensar en él, confesó la verdad ¡Para que ni Kanon, ni Camus, ni Afrodita, ni Aioros y ni yo fuéramos desmembrados ante todos sus ojos que no fueron capaces de hacer nada! — Lo último caló fuertemente dentro de Milo que giró su rostro al ver que no tenía como argumentar las palabras de Aioria, se quedó en silencio sintiendo la pesada mirada verde que parecía querer taladrarle la cabeza hasta morir.

— El patriarca huyó, Saga huyó del santuario, hemos perdido al patriarca; pero hay cosas más importantes de las cuales ocuparse por el momento, dos jueces ingresaron al santuario, fueron capaces de romper las protecciones de Athena, no tenemos tiempo para enfrentarnos contra alguien que no seríamos rivales— El ambiente había cambiado de un momento a otro, el caballero de leo pasó de provocar temor, a provocar respeto, un respeto que inconscientemente los demás presentes comenzaban  asimilar como la nueva cabeza del santuario, todos ellos eran alfas, existía un orden jerárquico al cual obedecer y en esos momentos Aioria pasaba a  tomar el vacío puesto que Saga había dejado

— Un grupo se encargará de llevar y curar a los heridos que hacían guardia, cuando se recuperen deberán ser interrogados, un grupo pequeño de soldados bajará al pueblo a buscar información relevante entre los pobladores; todos los demás se formarán en grupos con un caballero de plata como líder, deben recorrer los límites del santuario, busquen indicios de que las entradas hayan sido forzadas o que las barreras hayan decaído, cuando hayan terminado que los líderes se dirijan hasta el templo del patriarca y entreguen la información recolectada, los caballeros dorados nos reuniremos  para tomar las decisiones respeto a lo que ocurrió, ahora ¡Vayan! — Fue lo último que dijo el león antes los caballeros, ninguno replicó su ordenes, ninguno dudó y con tan solo un asentimiento los hombres comenzaron abandonar el coliseo a cumplir sus misiones.

El león suspiró pesado ignorando a todos los dorados que quedaban ahí, cerró sus ojos y buscó a Saga, trató encontrar alguna estela de su cosmos que haya quedado dentro del santuario, pero no existía nada, Saga ya no estaba ahí, se había machado para quizás nunca más volver, pero Aioria no quería pensar en aquello, no quería imaginarse una vida sin Saga, por eso hizo una nueva promesa y aquella era que cuando todo se calmara, lo buscaría, por tierra, por el mar, bajo cada rocas, sobre  el verde  de los árboles, él lo buscaría y no se rendiría hasta encontrarlo.

— Aioria — su hermano lo obligó a abrir sus ojos, para tomarle atención — No encuentro a Afrodita, no está — el rostro de Aioros lucía preocupado, nervioso un rostro que de seguro él también hubiese tenido si no se sintiera tan desolado.

— Aioros, Afrodita… ya no está, se marchó — el rostro moreno de Sagitario parecía haber perdido color, parecía haberse percatado de una realidad horrible, una donde el caballero de piscis ya no estaba cerca.

— Pero él… él no tenía por qué marcharse, él…— los titubeos de Aioros fueron interrumpidos por el menor.

— Aioros, ambos huyeron, Saga y Afrodita uno no podía abandonar al otro, donde uno se fuese el otro lo seguiría, así funciona la lealtad, los códigos, el compañerismo, el cariño, la amistad… si no había cabida para un omega dentro del santuario, no habría lugar para dos— El león giró su rostro al decir última línea, dejando aquellas palabras un sabor amargo en la boca, una presión en su pecho y una interrogante en el rostro de su hermano.

— Tu lo sabías…—dijo el mayor en un susurro y obteniendo un cabeceo afirmándolo.

— El santuario poseía muchos secretos, secretos que debían ser guardados, que prometí guardar, Saga y Afrodita eran uno de ellos, debí ser más fuerte Aioros, él debió callar, si él hubiese elegido callar antes que a mi ninguno de los dos hubiese huido— la voz del castaño era dolorosa, su cabeza cabizbaja no dejaba ver aquellos humedecidos orbes que en cualquier momento desbordarían en lágrimas.

— Debí ser más fuerte, Aioros, él no debió haberme elegido — las lágrimas comenzaron a caer sin poder contenerlas, mojando el piso bajo sus pies, Aioria había terminado de romperse al comenzar a hablar, quizás era su angustia o los rastros de la tristeza de Saga que aún se colaba por su vínculo, Aioria no fue capaz de detenerlo y mostrar sus sentimientos ante su hermano.

El caballero dorado por un momento se sorprendió, algunos otros lo observaban a ambos curiosos por la escena, pero el caballero de Sagitario no era tan sólo un alfa, no era sólo un caballero, era un hermano mayor, un hermano mayor que abrazó al menor y acarició su espalda en aquel silencioso llanto.

Pero Aioria no era el único, no, porque mucho más allá del santuario, más allá del pueblo, por las montañas, corriendo entre un denso bosque un chico de cabellos azulados y piel pálida dejaba caer sus lágrimas sin control, sintiendo el dolor de Aioria ardiendo en su marca, sintiendo la tristeza de Aioria en su corazón, Saga recordó una vez haberle mencionado al león que debían dejar de mencionar a Shakespeare o todo terminaría en tragedia, cuánta razón había tenido en aquel entonces, cuan acertado había sido su comentario, aquello era una tragedia para ambos chicos, una tragedia que había roto sus corazones.

 

 


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