El tiempo pareció detenerse, el viento comenzó a soplar con más calma y los ruidos del bosque se disiparon. Fue un momento que parecía creado solo para ellos dos.
Los segundos volvieron a correr y Kanzel se despegó lentamente de Lure, mirándolo directamente a los ojos. Le dio gracia y satisfacción verlo tan rojo y avergonzado pero sin ningún rastro de furia, lo cual lo aliviaba, se había dejado llevar por sus impulsos y temía haber arruinado todo. Lure no había correspondido su beso pero tampoco lo había apartado, podía considerarla como buena señal; quizás si había sido demasiado impulsivo…
-Lo siento, me dejé llevar. –se disculpó.
Miró al rubio pero este parecía tener la mirada perdida en el espacio, sin mediar palabra.
-¿Lure?, ¿estás bien?-insistió Kanzel pero el joven Adashyna seguía sin mirarlo. Se acercó nuevamente a él, preocupado. –Lure ¿qué sucede?, háblame, ¿te has molestado?
Vio los labios del rubio moverse pero no comprendió nada de lo decía.
-¿Qué?, ¿qué dijiste?-dijo mientras instintivamente se inclinaba más hacia él para oírlo mejor.
-…muy rápido…
-¿Muy rápido?-Kanzel ahora se sentía confundido.
-Te separaste muy rápido, idiota. –miró a Kanzel enfadado- No me diste tiempo de reaccionar.
Al pelirrojo aquello lo tomó por sorpresa y no pudo por menos que echarse a reír. Se sentía tan dichoso.
Lure estaba más rojo todavía y desvió su grisácea mirada del cielo estrellado al esmeralda de su compañero. Uniéndose a su risa rodeó sus brazos al cuello de él para acercarlo más y acortando esa distancia que los separaba volvieron a juntar sus labios para mezclarse en un beso dulce, apasionado, sin que nada más importara en el mundo.
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Kanzel –ahora recostado en la cama de su habitación-, se sentía lleno de dicha y por qué no decirlo, enamorado también. Después de que aquel beso terminara y se quedaran recostados en completo silencio pero felices, tomándose de las manos siguieron contemplando las estrellas. Kanzel no quiso romper el silencio haciendo más preguntas sobre el pasado de Lure y sus viajes, sentía que podía preguntárselo después, sentía que habría un “después” entre ellos y eso lo ponía de mejor humor si es que acaso era posible.
Estaba comenzando a amanecer y la luz del sol empezaba a colarse a través de la cortina que cubría su ventana. La actividad en su casa comenzaría en un par de horas así que optó por dormir lo que restaba para tener suficientes energías para empezar al día, aunque no estaba seguro si lo lograría, ya se sentía listo para todo.
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Era ya muy cerca de la medianoche, las callejuelas y las casitas de Groys estaban en completo silencio dando a entender que todos dormían, pero cerca de la plaza se encontraba una pequeña cantina a punto de cerrar. El último cliente -un elfo ya totalmente borracho de mediana edad- había sido sacado casi a patadas del lugar. Refunfuñando y con mal carácter había tomado camino para regresar a su casa, una pequeña cabañita cercana al bosque. Entre tropezones y mareos, casi llegando a su destino divisó una sombra oscura a lo lejos, salía del bosque de forma tan natural como si le perteneciera.
-¡Hey! ¿quién está allí?-gritó dirigiéndose a la sombra pero el ser oscuro pareció ignorarlo.- ¡Estás invadiendo mi propiedad!
En ese momento unos nubarrones que tapaban a la luna se alejaron y la luz blanca del astro le dio de lleno al ser oscuro, este volteó hacia el desafortunado elfo y sus ojos rojos centellearon invadiendo de terror a Hör y deseando que nunca lo hubieran sacado de esa cantina.