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El trono de los reyes por alessa san

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Notas del capitulo:

Mi emoción quema con la intensidad de mil soles.

Nunca esperé terminar un capitulo antes de fin de año buajajaja. Gracias por las lecturas y a aquellas bellas personas que dejan review mil besos y abrazos.

¡Por cierto! Hice un Facebook para conocer gente nueva y de otros lados :) pueden buscarme cono Less Ziur, también estoy con ese mismo nombre en FanFiction, pero aún no he publicado nada ahí jajaja

Espero este nuevo capítulo les guste.

Desde donde estaba podía ver a la perfección las cosas en la ciudad. Veía a las personas que caminaban de un lado a otro por las calles, veía perfectamente el número de serie de cada uno de los automóviles que estaban estacionados, incluso de aquellos que estaban en movimiento.

Notaba la sutil danza de cada una de las hojas en los árboles, y las parpadeantes luciérnagas en aquel parque a cuadras de donde estaba.

Lo impresionante no era la larga distancia a la que se encontraban los objetos de sus ojos, sino, que todo lo que veía era tan claro como si estuviese a plena luz del día, a pesar de ser casi media noche.

Su cuerpo se irguió y se tiró del último piso del enorme edificio hacia el vacío, sin esfuerzo alguno redujo la velocidad con la que caía cuando sus pies tocaron la superficie plana de los cristales en las ventanas. Caminó sobre ellas como si fuese una calle cualquiera, y después saltó hasta un edificio más pequeño.

Sus ojos, de un color ámbar, se ajustaron cuando algo se movió a una velocidad increíble sobre aquel hospital. Sonrió, levantando sus mejillas, ambas tatuadas con un par de líneas gruesas cada una. Era interesante ver como aquellos seres se peleaban entre sí. Pero no se quedó por mucho tiempo, la orden de regresar le fue dada y la acató de inmediato.

Saltó de edifico en edificio hasta llegar con su invocador a varias manzanas de distancia. Tiró al suelo la persona que estaba a su espalda, el cadáver de una chica que no conocía, cubierta con una capucha negra. La sangre aún emanaba de su esbelto cuerpo a través de las perforaciones que le hizo con su arma.

Era todo por esa noche para ambos. El invocador levantó la mano para dar su orden, pero antes de que pudiera desaparecer a su proyección, la cabeza de este último rodó por el suelo y su mano fue herida a lo largo de su dorso. Como si fuese agua el resto del cuerpo cayó al suelo desapareciendo, y el invocador salió corriendo por su vida.

Una espada dorada volvió a ser enfundada, y la invocación con una extraña armadura de oro y capa roja se dio la vuelta para regresar con su invocador.

 

*****

 

No importa cuántas veces programara la alarma, siempre terminaba despertándose antes de que esta sonara. Sin embargo, siempre se quedaba mirando el techo hasta que diera el primer pitido.

Era lo bueno de levantarse temprano, se podía poner a reflexionar.

Durante ese tiempo se ponía a pensar las cosas que iba a hacer durante el día, la ropa que iba a usar, lo que almorzaría, comería y cenaría. También pensaba sobre las cosas que necesitaba terminar en el trabajo, las que iba a empezar y otras que solucionar.

Con mucho ánimo movió sus pies y llevó su cuerpo hasta el baño y miró su reflejo en el espejo.

Tenía veintiséis años, vivía en un buen departamento, no sabía conducir, pero no importaba, su empleo era genial y cada día pasaba algo diferente, no tenía pareja y no pensaba casarse por ahora. Estaba bien con eso, disfrutaría su soltería.

Todos los días en la vida de Kazunari Takao eran completamente diferentes.

Llevó la rebanada de pan blando con mermelada a su boca tratando de disfrutarlo ya que su tostadora estaba descompuesta y siempre olvida mandar a arreglar el aparato, aunque había pensado en comprar uno nuevo, tal vez un modelo más reciente, quizá también una cafetera que pudiera programarse y así, al levantarse por las mañanas, tener café recién hecho. Sí, eso haría cuando tuviera el presupuesto.

Dio las gracias por su rápido desayuno y después salió de casa con rumbo al trabajo.

Las puertas automáticas de la enorme empresa donde trabajaba se abrieron, y él entró corriendo para alcanzar el elevador. Trabajar en el décimo piso no era tan malo, podía ver el paisaje de la ciudad por la ventana y era asombroso.

- ¡Takao! ¡Llegas tarde muchacho! –.

Su jefe inmediato de nuevo le regañaba. Mencionaba cosas como puntualidad, respeto y responsabilidad, solo para terminar hablando sobre trabajo en equipo y otro sinfín de valores, aunque solo hubiese llegado un par de minutos tarde. Pero estaba bien, su jefe tenía razón, solo pudo esbozar una enorme sonrisa y disculparse.

El pequeño cuarto en el que trabajaba siempre estaba lleno de papeles. Archiveros que llegaban hasta el techo y parecían vomitar documentos. Al fondo una enorme copiadora y a un costado de esta su siempre fiel carrito de distribución.

Tomó la tabla con los nuevos pedidos y los acomodó por importancia. Al parecer tenía que entregar unas copias de unos archivos a la sala de junta directiva.

Para algunos el ver a Takao siempre trabajando era costumbre. Le conocían desde recepción hasta el último piso del enorme edificio de al menos más de veinticinco pisos de altura. Al chico de simple vestimenta y con un estilo de vida promedio siempre se le veía trabajar con una sonrisa en el rostro.

Takao terminó de acomodar todos los papeles a tiempo en sus carpetas correspondientes y puestos de la manera en la que se le había ordenado.

- Te lo repito Shintarou, tener algunas de las acciones de esa compañía no estaría mal –.

- Siempre queriendo más de lo que puedes controlar, Akashi –.

Para Takao, el ver al director de la empresa, Shintarou Midorima, era extraño. Y no es que sea extraño de mala manera, simplemente ver a su gran jefe era raro, se sabía que él casi no se encontraba en la empresa y arreglaba muchos asuntos de negocios fuera, incluso del país.

A su lado, uno de los grandes empresarios de Japón y amigo de su jefe, Seijurou Akashi. La amistad y en ocasiones rivalidad de ambos era bien conocida por los empleados de ambos.

Kazunari se excusó y salió de inmediato de aquella sala cargando una pesada caja con papeles para desechar, dejando a ambos imponentes hombres hablar de negocios.

Sin embargo, en un descuido, tropezó con alguien y tiró los papeles al suelo.

- ¿Te encuentras bien? No deberías de mover cosas que te tapan la vista –.

La suave voz le hizo voltear, frente a él estaba un chico que aparentaba su edad. El cabello negro y largo, sumado a sus ojos color jade y largas pestañas, le daban a su rostro un aspecto levemente afeminado.

- ¡Sí que eres un descuidado Reo-nee! –.

- Ya te he dicho que en horas de trabajo no me llames así, Hayama –.

- ¡Lo siento! ¡Lo siento, Mibuchi! –.

Ambos chicos ayudaron a Takao a recoger los papeles. En cuanto Reo entregó unas copias a Takao se dio cuenta de que el chico llevaba una mano vendada.

- Deberías de tener más cuidado en el trabajo ¿Tu mano está bien? –.

- Lo está – con lentitud cambió de mano cuando recibió los viejos archivos, ocultando la mano herida de la vista de Mibuchi.

En cuanto terminaron Takao agradeció por su ayuda y salió caminando con prisa del pasillo, bajo la mirada atenta de Reo.

- ¿Sucede algo malo? –.

- No, no es nada. Démonos prisa para ayudar a Sei con el trabajo después –.

 

*****

 

Una vez más había terminado su día de trabajo. Todo fue bien. Todo estaba bien.

Al menos esta vez logró alcanzar el último tren con rumbo a su estación. Al menos esta vez no tuvo que quedarse tiempo extra en la compañía, sonriendo y fingiendo que todo estaba bien.

Dejó caer su cuerpo en el asiento, notando que el vagón estaba casi vacío, solo él y un par de personas al fondo.

Ahora era el momento en que borraba esa tonta expresión de su cara y las lágrimas de impotencia amenazaban con salir de sus ojos.

El mundo de Takao se desmoronaba cada día más y más, temía por el momento en que se volviera loco, y nadie, ni su familia, se preocupaba por él.

Era cierto, su vida era un asco.

“Ser mejor en la vida”

Era lo que siempre se repetía cada día antes de dormir. Lo que más deseaba en el mundo.

No conocía a ninguna persona con peor suerte que la suya; con una vida tan monótona, tan aburrida.

Todos los días se levantaba antes que el despertador sonara, y mientras esperaba a que el primer pitido de la alarma se emitiera él se quedaba mirando el maltratado techo de su diminuto y feo departamento, pensando en lo mala y pésima que era su vida, en que, si nunca les hubiera dicho a sus padres que su sueño no era ser enfermero sino ser un cantante, tal vez ahora tuviera tan siquiera el apoyo de ellos.

Probablemente si ellos le hubieran dado una oportunidad, escuchar alguna de sus composiciones o tan siquiera escucharlo cantar todo sería diferente.

Pero no es así.

Está completamente solo, consiguiendo a penas un trabajo en una oficina como el chico de las fotocopias, sobreviviendo con un salario suficiente, viviendo en un edificio viejo, comiendo todos los días pan blando y tomando café instantáneo porque ni siquiera para una decente cafetera le alcanzaba. Todo se iba en pagar la mensualidad de aquel departamento donde lo único entretenido era el escuchar los gritos de sus vecinos de arriba cada noche, los gemidos de la prostituta que vivía a lado y la música espantosa del sujeto de abajo.

Pensaba que en su vida nunca conseguiría nada.

Hasta ese día.

Cuando tuvo la oportunidad de revisar sus redes sociales y su correo en la computadora de su trabajo, escondido de su molesto jefe de piso; en la bandeja de entrada tenía un extraño mensaje que decía “felicidades” y cuando lo leyó pensó que era algún tipo de broma. Pero se equivocaba.

Dos noches después de que se topó con ese mensaje, un extraño sujeto con una máscara de perro se apareció frente a él y le explicó muchas cosas sobre un tal trono de los reyes, incluso para su sorpresa le enseñó cómo realizar una invocación, el resultado, fue que frente a él se encontraba un tipo igual a él, pero con una extraña vestimenta.

Los ojos de color ámbar se fijaron en él. Las mejillas pintadas con unas extrañas líneas negras, su cuerpo cubierto por una tela negra y debajo un traje algo ajustado.

Aquel sujeto lo último que le dijo fue que, si quería ganar, necesitaba matar a las otras seis personas que estaban involucradas en todo esto.

La idea de poder desear lo que quisiera cautivo su atención. Pensó que de esa manera podía arreglar las cosas con sus padres, volverse un famoso cantante o tan siquiera un mejor estilo de vida.

Sin embargo, él no quería matar a nadie. Saber que por su culpa iba a hacer infeliz a una familia no era lo suyo. La idea de traer sufrimiento no era lo suyo.

Pero para esos momentos de su vida ya había matado a alguien. Aquella chica que se encontraba en lo alto de un edificio. Pero ella tenía la culpa por verle el rostro a su proyección, tal vez si la dejaba con vida de seguro iría con la policía. No correría el riesgo, y en un impulso ordenó que la matara. Y así fue, solo cuando vio el cuerpo a sus pies se dio cuenta del error que había cometido. Ya no sabía en lo que se había convertido y el miedo se apodero de nuevo de él.

Ordenó a su proyección retirarse, pero antes de que pudiera pensar en cómo deshacerse del cuerpo algo le atacó, y sin más, huyo por su vida, como el cobarde que siempre ha sido.

El nombre de su estación fue pronunciado por el altavoz del tren y de inmediato se puso de pie para poder llegar de una vez a su casa.

No deseaba saber de nada ni de nadie esa noche.

Mientras caminaba no podía de dejar pensar en lo sucedido en esa noche que había matado a la chica. Pero al mismo tiempo se sentía aliviado, según lo que su proyección había investigado, era un peleador por el trono de los reyes, así que no estaba tan mal después de todo. Ahora tenía que preocuparse solo de cinco personas más.

Una diminuta sonrisa de satisfacción se apodero de sus labios, las siguientes cuadras que caminó estuvo todo bien, hasta que dio la vuelta en una esquina y debajo de la luz de una lámpara pudo divisar a alguien con una capucha, la misma que aquella chica utilizaba.

- Así que… tú eres… el invocador… que… patético – el encapuchado levantó el rostro, siendo visible incluso debajo del gorro de su atuendo, sin embargo, sus ojos estaban tapados por un vendaje donde letras rojas resaltaban de la sucia tela, letras que escribían la palabra “misellus”.

Las manos del encapuchado tomaron la pose de alguien que sabe de arquería, y de la nada aparecieron en sus manos un arco y una flecha, y en un instante el peligroso proyectil fue lanzado con suma potencia.

Antes de que llegara al cuerpo de Takao, esta fue desviada por su proyección. En su mano sostenía una daga con la cual detuvo el ataque, una segunda aparecía en su otra mano y ahora armado con ambas atacó al encapuchado.

Los golpes entre ambos eran esquivados con sorprendente agilidad, ninguno de los dos había logrado gestar alguno, quedando todos en el aire. El encuentro se había convertido en una pelea sigilosa, donde lo que más provocaba ruido eran sus ropas moviéndose contra el aire, y las dagas de la proyección de Takao cortando el viento. Una pelea que parecía no tener un ganador aparente. Una pelea la cual Takao usó de distracción para huir del lugar.

Las flechas del encapuchado salían disparadas al parecer sin trayectoria, pero en realidad cuando parecía tener a la proyección en su mira, este la esquivaba rápidamente.

De un movimiento el encapuchado logró alejarse saltando hacía el cielo, apuntando en una pirueta contra la proyección, quien, en un instante también tenía ahora en sus manos un arco y una flecha. Ambos lanzaron sus tiros, las flechas chocaron una contra la otra en el aire, tocando cada una la punta de la contraria. Las astillas de ambas flechas se regaron por el lugar, pero las del encapuchado comenzaron a formarse hilos, apresando las piernas de la proyección y dejándole inmóvil.

Al tocar el suelo, el encapuchado volvió a jalar la cuerda de su arco, cuatro círculos mágicos le rodearon y una línea de magia salía del centro de cada uno de ellos alimentando a la flecha en sus manos.

En las manos de la proyección aparecieron de nuevo sus dagas, cortando los molestos hilos para después esperar de frente el ataque. Cuando este fue lanzado un susurro salió de sus labios – fast rhythm – en fracciones de segundo estuvo al lado del encapuchado, empuñando su daga a nada de gestar el golpe ganador de ese encuentro, sin embargo, del encapuchado un tercer brazo salió de su hombro rasgando su ropa y deteniendo el golpe dejando que le atravesara la mano con su daga a través de su palma.

Un segundo encapuchado salía del cuerpo del primero, blandiendo en su otra mano una espada que fue detenida por la proyección.

- Slow rhythm – el cuerpo del segundo encapuchado comenzó a ir más lento, siendo aprovechado por la proyección para atacar y cortar su garganta, la sangre emanó como una pequeña explosión manchando el cuerpo de ambos.

En un segundo un tercer encapuchado salió del primero, pero este en vez de atacar corrió emprendiendo una cacería contra el invocador.

- Recalculando… añadiendo información nueva… maestro, ordenes… recibido – murmuró el primero, empujó el cuerpo del segundo encapuchado haciendo que cayera al suelo, para después comenzar a desaparecer formando varios colibríes.

Para la proyección de Takao era hora de regresar con su invocador antes de que ese tercer encapuchado lo matara.

 

*****

 

Takao corría lo más rápido que sus piernas le dejaban, no sabía cuánto había recorrido, pero estaba empapado de sudor y el aire le faltaba, los músculos le quemaban y dolían, incluso perdía el equilibrio de vez en cuando.

Su cuerpo se dio por vencido y terminó recargado contra una pared, parecía que se había alejado lo suficiente de la pelea, esperaba que su invocación supiera que hacer en ese momento, y, sobre todo, que le detuviera para que no lo mataran.

Algunos pasos sonaban cerca de su posición. Cuando se dio cuenta de quién era, ya era demasiado tarde para volver a correr, además su cuerpo no podía ni moverse. Todo ese tiempo que tuvo una vida sedentaria ahora le estaba cobrando factura. Moriría de una horrible manera. Su vida pasaba frente a sus ojos cuando el encapuchado levantó la mano junto a su espada, pero el dolor no llegó a su cuerpo.

De repente el encapuchado se encontraba sin brazo, y un segundo ser se encontraba a un costado de él. La plateada armadura resplandeció bajo la tenue luz de la lámpara, y la espada brilló en sus grabados rojos. La espada se volvió contra el cuerpo del encapuchado y más cortes se hicieron en él, hasta que la cabeza del contrincante salió rodando hasta los pies de Takao, dejando al cuerpo en un charco de su propia sangre.

Su cuerpo estaba demasiado cansado, demostrándolo incluso en el hecho de que no podía gritar del miedo o de la impresión causada. Solo se limitaba a ver los ojos contrarios de aquella cabeza, los ojos de una chica que acababa de ser asesinada por una invocación.

Solo así supo que seguía él en la lista de aquel ser, y su proyección no se encontraba cerca como para defenderlo o ser usado de señuelo.

La extraña máscara que cubría los ojos de la invocación desapareció y un pequeño escalofrió recorrió la nuca de Takao. Necesitaba alejarse de ese lugar.

- ¿Tienes miedo? –.

Los ojos de Takao chocaron con unos irises castaños de menor tamaño. Sus palabras se atoraban en su garganta y el pecho le dolía; quería vomitar, gritar, huir de ahí lo más pronto posible.

Una flecha interrumpió entre ambos, Furihata tomó su espada y la usó para cortar la flecha en dos. Una sonrisa se apoderó de sus labios cuando vio a la proyección de Takao sobre la lámpara más cercana. La proyección se acercó lo suficiente como para interponerse entre su invocador y el demonio.

- Todo está bien, no te voy a matar… he venido aquí a hablar contigo – le dijo a Takao, pero la proyección no retrocedió solo ladeo la cabeza esperando a escuchar más – ¿oh?... ¿será acaso que le liberaste de sellos? –.

- Si –.

- ¿Cuántos? –.

- Tres –.

La risa de Furihata sonó estridente, era lo más gracioso que había escuchado hasta el momento y lo más tonto que había visto durante toda su existencia.

- ¡Realmente eres un cobarde! Nunca había visto a nadie darle hasta el poder de razonar a una proyección –.

- Si solo quieres burlarte, entonces lárgate – la proyección volvió a tomar una pose de ataque ahora con sus dagas, pero Furihata solo levantó la mano para mostrar que ya estaba más tranquilo.

- No tienes de que preocuparte, es en serio que solo vine a hablar – su arma y armadura desaparecieron, y esto solo provocó que la proyección retrocediera hasta llegar a lado de Takao. – Te vi sabes… observando la pelea en el hospital… bueno, en realidad era tu invocación ¿Cierto? – el segundo mencionado solo asintió con la cabeza.

- ¿Q-Qué quieres? –.

- Mi maestro quiere que unamos fuerzas… el humano que mataste hace unos días era solo un señuelo, y como podrás haberte dado cuenta, aún hay más – apuntó con su índice la cabeza en el suelo.

- Yo no lo mate… yo no fui… fue… -.

- Tu proyección, tu alma, tu orden… fuiste tú –.

Los ojos de Takao miraron al suelo, de ellos salían lagrimas constantemente. Él no quería hacerlo, fue solo un impulso que tuvo de hacer que esa chica, quien le había visto el rostro, no dijera nada.

Furihata pudo sentir la desesperación del pelinegro, y lo único que pudo hacer fue aprovechar el momento de debilidad – Yo lo haré por ti. Si te unes a mí no tendrás que usar a tu proyección de nuevo para matar gente. Seré yo quien llene mis manos de sangre –.

Las dulces palabras engañaron por completo la frágil mente de Takao. Su mano se estiró hasta tocar la contraria y cerrar un trato entre ambos.

- Todo estará bien… te prometo que mi invocador no te hará ningún daño… Takao – sus manos regresaron a sus bolsillos mientras se alejaba – Por cierto, tengo un plan que estoy seguro no fallará. Pero para eso te necesitamos. Takao, solamente tú puedes hacerlo… y no te preocupes, yo estaré cerca para protegerte –.

Una sonrisa que parecía sincera, una alianza que podría ayudarle para terminar con toda esta locura. Por primera vez en su vida, Takao sentía que alguien realmente le ayudaría.

 

 

Acto 4.
El peor peleador.

Notas finales:

Me encanta expresar a Takao de esta manera. Es el típico chico con otras aspiraciones pero que siempre hacia feliz a mamá y papá, y el día en que se “reveló” fue rechazado por ellos.

La invocación de Takao tomó la forma de aquello que más quería, en este caso, así mismo, pero con una actitud diferente, capaz de sobrellevar muchas cosas.

¡¡¡Gracias y saludos!!!

También ¡¡FELIZ AÑO NUEVO ADELANTADO!!


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