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El trono de los reyes por alessa san

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Para un invocador que proyecta un alma, tiene la lealtad asegurada.

Siendo una parte de sí mismo, la proyección es la manifestación del alma misma tomando la apariencia de un ser querido, alguien que signifique algo en su vida o la manera en la que uno se visualiza. Sin embargo, solo son seres que actúan bajo instinto y por órdenes, por eso, cada invocador que proyecta su alma tiene cinco sellos que le dan “inteligencia” a dicha alma, a cambio de la cordura de la misma persona.

Sellos demasiado básicos, pero que son necesarios.

El primer sello es la acción libre, aquel que lo libera le da a su proyección cierto entendimiento y la libertad de poder invocarse en cuanto sienta hostilidad hacía su invocador.

El segundo es el juicio, dándole a la proyección la capacidad de entender lo que es bueno y lo que es malo.

El tercer sello consta del razonamiento, donde la proyección es capaz de decidir; a partir de este sello, el invocador puede tener problemas para controlar a su proyección, incluso a sí mismo. Después que este sello es roto, los pensamientos del propio invocador pueden volverse confusos.

El cuarto sello le da a la proyección la personalidad, la forma en la que se desenvuelve naturalmente esa alma, que a veces es muy diferente a la del invocador.

Y el último, el quinto sello da la total autonomía a la proyección.

Takao había liberado tres de los cinco sellos, pero contrario a lo que cualquiera podría creer, su proyección aún le obedecía como desde el primer día.

Sin embargo, sentía cierta paranoia. Por su mente la idea de que cualquiera podría ser su enemigo en la pelea por el trono de los reyes era constante. Pensaba que podría ser su jefe directo, ese hombre siempre le regañaba por llegar minutos tarde; tal vez el chico de los almuerzos o cualquiera de sus compañeros de piso.

Esta pelea por el trono de los reyes era un chiste.

Había visto a dos chicos comunes pelear sobre el techo de un hospital, el encapuchado que usaba al parecer jovencitas inocentes como cebo para pelear, un chico que se veía demasiado inocente era un demonio con el cual había entablado una alianza hace semanas; incluso él era un chiste, un asalariado promedio con una vida aburrida. Nada más que un mal chiste.

Su mano tembló una vez más cuando trató de presionar el botón de copiado, errando y cancelando todo lo que estaba siendo imprimido para la junta ejecutiva del día. Ahora tendría que iniciar de nuevo.

- ¡Takao! No puedo creer que estés fallando en algo tan sencillo –.

- Yo… no… – tembló una vez más, tenía miedo de que su jefe descubriera su peculiar secreto de que era un invocador, y ambos terminaran en una pelea en medio de la oficina. Claro, si es que su jefe era un invocador. Después de todo solo son siete personas ¿cuál era la probabilidad de que alguien de la oficina fuese otro más como él?

- Si no te sientes bien puedes tomarte el día muchacho o si quieres descansar un rato –.

- Creo… Creo que descansaré un rato, señor –.

Takao fue hasta la sala de empleados, a esa hora del día siempre estaba desocupada, así que pudo recostarse en el sillón más grande del lugar. Su mente le estaba jugando malos ratos, así que sería mejor por el momento no liberar más sellos de su proyección o terminaría haciendo alguna locura.

La puerta fue abierta de golpe, un chico rubio entró refunfuñando varias cosas al parecer sin sentido, pero en cuanto vio a Takao su cara de molestia e irritabilidad se transformó en una de sorpresa. Con una sonrisa apuntó a Takao y su voz eufórica sonó en la sala – ¡Ah! ¡Tú eres el chico caja! Así que realmente trabajas aquí – una risa estridente salió de sus labios y se acercó hasta Takao sentándose en el sillón de enfrente.

- Por supuesto que trabajo aquí ¿Qué más haría en este lugar? –.

- No sé. Reo-nee pensó que de seguro eras una clase de espía de otra empresa que se coló para robar información de los jefes –.

- ¿¡E- ¿¡En serio!? –.

- En realidad eso lo pensé ahorita –.

- Ya veo. Aunque en realidad soy yo el que no los reconoce de ningún lado –.

Otra risa estridente fue producida por el rubio – de hecho, nosotros somos los que no somos de esta compañía. Mi jefe es Seijurou Akashi y soy el asistente de su asistente… ya sabes, el chico que les carga las cosas o les lleva el café. Y dime chico caja ¿Cuál es tu puesto aquí? –.

- No soy el chico caja, soy Kazunari Takao. Y trabajo en el área de papelería de la empresa –.

- Deberías de decir que por tus manos pasan papeles muy importantes para causar más impacto… y mucho gusto Takao, yo soy Kotarou Hayama –.

La puerta volvió a abrirse y de ella entró el jefe de Hayama. Su semblante daba a entender que no estaba del todo contento, y su entrecejo se arrugó más en cuanto vio a Hayama y a Takao.

- Al parecer te dije que no te alejaras tanto Kotarou –.

- No me sentía bien en la junta, así que decidí salir un poco –.

- Puedo despedirte en este instante, pero no lo haré, simplemente dejaré claro mi descontento en el siguiente reporte de tu servicio y las faltas que has cometido –.

Hayama no dijo nada, simplemente se levantó para salir de la sala de descanso bajo la atenta mirada de Akashi.

La presión se sentía en el ambiente, incluso Takao se sintió regañado por las mismas palabras que Akashi había mencionado para Kotarou – por cierto, si mal no recuerdo, tú eres el de las copias… si te sentías mal desde un principio ni siquiera te hubieras presentado a trabajar. Retrasas a los demás y me retrasas a mí. Además, dejas mal a la empresa donde trabajas por esos retrasos. Toma mis palabras más que como un simple concejo, si no estás listo ni para copiar un simple documento y dejarlo en una carpeta en el escritorio de tu jefe… renuncia –.

Y Akashi salió de la sala dejando a un Takao con la mirada perdida en el suelo. Y lo que más le dolía era que el pelirrojo podría tener razón ¿En qué pensaba? Desde en la mañana se sentía mal, fue un martirio el abrocharse los botones de la camisa, incluso cepillarse los dientes. Las duras emociones que sintió la noche de su incidente fueron demasiado para su frágil cuerpo.

Sus manos cubrieron su boca, la quijada le temblaba y sus ojos no dejaban de sacar lágrimas. En un impulso salió corriendo de la sala hasta las escaleras de emergencia y llegar al techo que estaba a unos cuantos pisos.

Al llegar se sintió más libre, soltó un grito, lo más fuerte que pudo y comenzó a llorar. Las palabras de desprecio que había recibido a su persona toda su vida hacían eco en su cabeza. El odio claro que le tenían sus padres retumbaba una y otra vez martilleando su cordura.

Su vida era un asco, si moría a nadie le interesaría. Estuvo tentado a saltar del techo, pero la mano de su proyección le detuvo.

Los ojos ámbar miraron a los grises, por un momento se sintió seguro, y esa seguridad le hizo que abrazara a su proyección y llorara todas sus frustraciones.

- Siempre… siempre quise ser como tú, pero no tengo la fuerza, y es doloroso… así que, por favor, no me dejes caer –.

Y así es, su proyección jamás lo dejaría caer en la locura por culpa de los demás. Haría todo lo que estuviera a su alcance para poder salvarlo.

 

*****

 

Miró por última vez su reflejo en la ventanilla del tren. Sus ojos apagados y caídos, el cabello levemente alborotado y lo desaliñado de su ropa. Pereciera que estaba regresando de beber después del trabajo, pero en realidad solo era cansancio.

El jefe de Hayama, Seijurou Akashi, al parecer fue y habló con su gran jefe Shintarou Midorima. Después del regaño impartido por el peliverde, su jefe directo le siguió sermoneando hasta que la boca se le secó. Entonces, le dejó archivando viejos documentos, cuando se dio cuenta era demasiado tarde así que tuvo que correr para alcanzar el último tren.

Estaba agotado, tanto física como mentalmente. No quería saber nada, pero como siempre la suerte no está de su lado nunca. La idea de llegar a su departamento y descansar se esfumó cuando al abrirse las puertas lo primero que vio fue al demonio castaño sonreírle como si fuesen amigos de siempre. A su lado, una señorita de cabello negro le acompañaba, ella se despidió de él y subió rápido al tren.

- ¿Tu invocadora? –.

- Yo diría más como alimento de magia –.

La cara de Takao le dijo claramente que no entendía

– Los humanos tienen cierto nivel de magia, unos más que otros. Lo que yo hago es alimentarme de esa magia para incrementar mis poderes. Lo que me proporciona mi invocador es suficiente como para permitirme estar en este mundo y pelear por él, pero aun así es desgastante para ambos. Así que uso mis habilidades mágicas para dejarles un pequeño parasito que les robe magia y vaya directamente a mi –.

- Suenas como un incubo –.

- No me compares con esos bastardos. Somos totalmente diferentes –.

- ¿Por qué me cuentas todo eso? –.

- Somos compañeros ahora, así que puedo contarte una que otra cosa –.

- Entonces, si dices que puedes robar magia de esa manera, de seguro entre a todas esas personas que les has puesto el parásito, uno de ellos puede ser un invocador –.

- En realidad puedo ver el flujo de la magia de los invocadores, por lo que trato de evitarlos. El flujo es diferente entre una invocación a una proyección, pero tienen casi el mismo patrón de flujo en sus cuerpos –.

- ¿Me localizaste a mí por ese flujo?... ¡espera! ¿Entonces ya sabes quienes son los otros peleadores? –.

- Si y si –.

- ¡Dime! Somos compañeros, ¿no? En ese caso dime quienes son –.

- En realidad, solo sé de cinco. Dos de los cuales son tú y mi maestro, los otros son tres son estudiantes –.

- ¿Qué sucede con los otros dos? –.

- Uno de ellos se esconde demasiado bien, y es aquel que maneja desde las sombras al encapuchado. Cuando uno de sus peculiares clones desaparece lo hace como un montón de animales de una sola especie, siendo uno de ellos el verdadero y muy difícil de rastrear ya que se separan y todos tienen el mismo flujo de magia –.

- ¿Qué sucede con el segundo que no encuentras? –.

- Es ahí donde tu entras en esta alianza – su mano iba a tocar la cabeza de Takao, pero este le rechazó al instante. – Ese lugar donde trabajas, está rodeado por un enorme campo mágico que distorsiona los flujos de todos los que entran y salen de ahí. A ti te encontré de casualidad cuando mataste a aquella chica… –.

- ¡Hablas mucho! Di a que quieres llegar – interrumpió Takao.

- Para deshacerse del campo mágico, hay que atacar desde adentro, y son muy especiales con la seguridad en tu trabajo, es por eso que formé una alianza contigo –.

Takao dudó por un momento, si él decía ser un demonio entonces no tendría muchos problemas con burlar la seguridad y la vigilancia del edificio, pero por una vez después de mucho tiempo se dispuso a creer en las palabras de alguien.

- ¿Qué tengo que hacer? –.

Una sonrisa surcó los labios de Furihata.

- ¡Eso es fácil! –.

La noche dejaba solas las calles, y más las que estaban cerca del edificio donde vive Takao, las lámparas tenían una luz muy tenue y algunas parpadean, otras más ni siquiera encendían.

Furihata se adelantó un par de pasos y se puso enfrente del camino de Takao, obstruyéndole el paso. Una muy sutil sonrisa adornaba la boca del castaño, y sin previo aviso, sus labios se estamparon con los de Takao en un sorpresivo beso.

La proyección de Takao apareció queriendo atacar a Furihata, sin embargo, esta se congeló al instante sin poder moverse absolutamente nada, ni siquiera la brisa de la noche lograba mover el cabello negro de la proyección.

En cuanto el beso terminó, las rodillas de Takao tocaron el suelo, mientras sus ojos parecían perdidos en la nada. De sus mejillas parecían resaltar sus venas teñidas de un color negro, que parecían moverse hacia el resto de su cuerpo antes de desaparecer.

- Eso fue Soul breaker… No te preocupes Takao, solo necesitaba dar más libertad a tu proyección. Mañana te sentirás igual que hoy, solo que un poco menos cuerdo – sus pasos se alejaron de ambos, sus manos regresaron a sus bolsillos y la sonrisa se expandió en su rostro. Su risa burlona iba quedando como un eco mientras él desaparecía.

 

*****

 

El sol era demasiado brillante durante las mañanas para su gusto, por eso siempre dejaba la cortina completamente extendida. Odiaba a los pajarillos de sus vecinos de a lado, siempre cantaban, pero no tan fuerte como ahora.

Aunque no se podía quejar del buen aroma que inundaba su pequeño departamento. El olor a café recién hecho llegó a sus fosas nasales, acompañado del dulce aroma de panqueques.

- ¡Buenos días! – su proyección estaba de pie frente a su cama, con una bandeja de comida en sus manos cargando precisamente panqueques y café. La sonrisa enorme y los ojos ámbar brillantes y vivos resaltaban de su rostro. Una risa estridente, incluso más potente de la que Hayama pudo dar el día en que lo conoció, salió de su boca, obligando al verdadero Takao tallarse un par de veces sus ojos – ¡Deberías de ver tu rostro! Es como un “no lo creo” – y otra risa salió de su boca.

La bandeja fue dejada sobre sus piernas, todo en ella se veía delicioso.

Una mirada rápida a su alrededor le hizo dudar de si estaba en el mismo departamento que rentaba. Se veía más brillante, con vida. Los canarios en su jaula cantaban con vigor, ahora entendía él porque era tan insoportable su ruido.

Sin embargo, él no se sentía con el mismo entusiasmo que su proyección parecía tener. Ahora que lo recordaba, él nunca había sido tan expresivo, su proyección era como una copia exacta de él mismo, pero más optimista. Era extraño de ver.

También recordaba que hoy era el día en que iba a ayudar a ese demonio para dar con el paradero de otro peleador. Sin embargo, algo faltaba en sus recuerdos, algo relacionado con un beso.

Antes de que sus mejillas lograran ponerse rojas, su proyección habló: - Todo está bien – Takao volteó a ver a su proyección, la sonrisa confiada permanecía en sus labios y parecía no quererse ir – yo me encargaré de todo, así que todo está bien. Soló haz lo que haces todos los días en tu trabajo, y no falles… también tienes que darte prisa o se te hará tarde –.

Si, su proyección le había prometido que nada malo le pasaría. Así que estaba bien obedecer lo que decía de vez en cuando, aunque no se sintiera con ánimos ni de dejar su cama.

 

*****

 

Cualquiera que viera a Takao en ese instante sabría que algo no andaba bien con él. La palidez de su piel y las ojeras bajo sus ojos lo delataban, se le notaba cansado y estaba más ausente de lo normal.

El día de hoy llegó mucho más temprano de lo usual, casi media hora de adelanto, y siempre había llegado tarde por minutos. Su jefe no lo sermoneo como en otras ocasiones, es más, lo elogió, pero la mirada vacía que le dedicaba el chico era más que suficiente como para alejarse.

El entorno de Takao expedía tristeza, dolor y una fuerte desesperación. Sin embargo, trabajó mejor que en otras ocasiones, todos sus encargos fueron cumplidos al pie de la letra y entregados satisfactoriamente. Durante el día no hubo quejas para la pequeña oficina de papelería. Todo lo que le decía su jefe él lo cumplía a tiempo. Como si de la noche a la mañana el chico torpe y que siempre trataba de sonreír bajo cualquier circunstancia se esfumara y fuese remplazado por uno más sombrío pero trabajador.

Para el resto de los trabajadores parecía ser un día normal en el enorme edificio, como si nada hubiese cambiado. Sin embargo, la tragedia puede pasar en cualquier momento.

El atardecer estaba llegando a su fin junto al día laboral, varias personas del piso de Takao platicaban sobre ir al bar a tomar un par de tragos o lo que cenarían al llegar a sus casas. Su jefe fue de los primeros en retirarse, y cuando ya no tuvo a su jefe observándolo Takao caminó hasta las escaleras de emergencia.

Su jefe era un buen hombre, era amable y justo. Sabía que tenía familia ya que siempre presumía a sus hijos a pesar de ser ya adolescentes. Su complexión robusta lo hacían parecer un hombre de buen carácter y dócil. Los empleados le saludaban y él respondía con una sonrisa. Antes de salir del edificio siempre entablaba una rápida platica con la recepcionista mientras ella le pasaba unas hojas de trabajo para el día de mañana.

Los pasos resonaron por las escaleras, la proyección de Takao hacía acto de presencia en el lugar. Sus ropas oscuras y la tela que cubría su cuerpo llamaron la atención de la gente a su alrededor y los murmullos no se hicieron esperar. El hombre que era el jefe de su yo real volteó topándose con él.

- Takao, muchacho… ¿Qué clase de ropa es esa? ¿A caso es una broma? –.

La amplia sonrisa de la proyección apareció en sus labios, y sus brazos se extendieron todo lo que podían a sus lados – Si, es una broma. Y espero que todos caigan muertos de risa –.

De repente las luces del edificio se apagaron, varios gritos y murmullos resonaron por los pasillos, quejas de personas que estaban por terminar un trabajo importante y no habían guardado la información.

Círculos de un color verde y con escrituras extrañas comenzaron a aparecer, los había en todos lados, desde el techo, las paredes, el piso, incluso puertas y ventanas; de todos tamaños. Parecían tapizar el interior del enorme edificio.

- Last laugh – pronunció la proyección, y en un instante un gas verde comenzó a salir con presión de cada círculo.

Las personas que respiraban el gas caían al suelo y convulsionaban en risas, para después quedar inmóviles y con una sonrisa en su rostro, muriendo después de eso. Con eso, esperaba tan siquiera lograr sacar de su escondite al peleador.

- Espero esto sea suficiente, demonio. Te dejo el resto a ti – pensó la proyección mientras caminaba entre los cuerpos recién fallecidos.

 

*****

 

La compañía Akashi era reconocida por su excelente calidad en todos los servicios que prestaba.

Los dueños de la empresa daban excelencia, y demandaban que sus empleados fueran igual. El porte y la elegancia eran necesarios, a tal grado que todos usaban un incómodo y ostentoso traje, no importa en el área que trabajaran, incluso usar corbata era obligatorio.

Y todo ese régimen era molesto para Hayama. Solo logró entrar a hacer sus prácticas profesionales ahí gracias a su amigo Reo Mibuchi, y que en parte conocía un poco a la segunda cabeza al mando de la compañía, Seijurou Akashi.

Sentía que ambos le presionaban de más, pero eso no importaba. La paga estaba bien y, desde hace unos cuantos meses se dio cuenta de que sus sentimientos por su compañero, Reo, eran más que de simples amigos.

El pelinegro le contaba todo, incluso sabía de sus preferencias sexuales, de su bar favorito y los pequeños shows que daba ahí de vez en cuando; pero el día en que se confesó el de ojos color jade le respondió un “hay alguien que me gusta mucho, y estoy dispuesto a pelear por su amor”.

Lo peor de ser rechazado es saber quién era aquel que ocupaba actualmente el corazón de Reo, y ese era nada más y nada menos que el pelirrojo sentado al lado de él. Era incomodo estar viendo los rostros de un triángulo amoroso que va hacia un solo sentido.

Él estaba enamorado de Reo, Reo de Akashi, y Akashi estaba casado con su trabajo.

Lo único bueno de estar tan enamorado era que podía leer a la perfección a Reo, y su cara de mal presentimiento le alertó en seguida.

- Sei, no creo que sea necesario ir a la empresa de Midorima. Es de noche, están a punto de cerrar y sería molesto llegar –.

- Tengo asuntos importantes que terminar con Shintarou –.

- Si, pero… –.

La dura mirada que Mibuchi recibió por parte de Akashi le hizo cerrar la boca de golpe. Hayama, molesto, trató de convencer a su jefe, pero una mirada de advertencia por parte de este también le calló.

El auto llegó hasta el estacionamiento subterráneo, la oscuridad del lugar era iluminada por los faros del auto. Para pasar la hora de salida, aún había demasiados autos de los empleados estacionados.

- Kotarou, llama a emergencias. No se preocupen, yo iré a ver – mencionó Reo antes de salir de inmediato del auto y correr hasta la entrada, aun bajo los reclamos de Hayama para que se mantuviera en el auto con ellos.

La pantalla de su móvil fungía como lámpara en ese momento. No había rastro de gente, pero la puerta estaba abierta.

Mientras más caminaba, más difícil era poder ver, algo comenzaba a cubrir su vista y cuando menos lo espero, pequeñas risas salían de su boca de manera involuntaria.

Ahora podía darse cuenta, su barrera de seguridad había sido violada. De alguna manera un peleador pudo entrar al edificio y atacar desde adentro.

Extendió su mano y dio la orden de aparecer. Frente a él un círculo mágico de un tono dorado aparecía, haciendo emerger a su proyección. Una armadura dorada cubría su cuerpo, y una capa roja, tan roja como el cabello de la proyección le adornaba. Los ojos heterocromáticos se abrieron y en cuanto vieron a Reo se inclinó tomando su mano y besando el dorso.

- Sei, despeja esta niebla –.

La proyección parecida a Seijurou Akashi tomó su espada, igual de dorada que su armadura, y con un blandir de ella la neblina que había dejado el ataque de Takao se dispersó. Pero la escena que descubrió no era nada agradable, personas tiradas en el suelo, con una sonrisa perturbadora en sus rostros, como si les hubieran obligado a sonreír mientras morían de manera lenta. Sus ojos demostraban la desesperación de poder ponerse a salvo. Todos los cuerpos parecían ir hacia la salida, hacia la dirección de donde se encontraba Reo.

- Así que ¿Qué te trae por aquí, Reo? – la voz sonó a través del pasillo, recargado en el otro extremo se encontraba Furihata pareciendo esperar al pelinegro.

- Eso debería de preguntar yo– la proyección de Reo tomó una posición de ataque.

- No te preocupes, no estoy aquí por ti. Solo vine terminar un pequeño trabajo. Te dije que exterminaría la pequeña rata escondida en este lugar –.

- Pudiste haberlo hecho de otra manera. Muchos murieron – se quejó.

Furihata extendió sus brazos hacia los costados, sonriendo de igual manera – ¡Es un simple juego! No hay nada mejor que jugar con la mente de las personas ¿No crees? Ese pobre chico no hizo ninguna hazaña durante este juego, así que solo es un estorbo, un peón–.

- Estás demente –.

- No, no Reo, déjame decirte algo, para un demonio, la vida puede ser eterna puede ser aburrida–.

Reo no dijo nada, la proyección en forma de Akashi no bajaba la guardia frente al demonio.

- El peleador que está en este edificio ha roto los cinco sellos. Una pelea entre tú y él no sabría quién de los dos ganaría. Podrías morir, y perder la valiosa oportunidad de tener el trono de los reyes… no tienes de que preocuparte por mí, tu sabes que ni yo ni mi invocador lo deseamos –.

Reo mantenía una mirada incrédula, Furihata suspiró ante eso. Simplemente no era posible para ambos congeniar bien.

- Escucha, yo sé cómo terminar esta pesadilla, tanto la de este edificio como la absurda pelea por el trono de los reyes, así que no tienes nada de qué preocuparte. Tanto yo como mi invocador te hemos jurado lealtad –.

- Ya veremos si es cierto –.

- No tienes de que preocuparte, ya debes salir de aquí antes de que el verdadero entre y se encuentre en peligro de muerte… – dijo señalando a la proyección similar a Akashi – yo me encargaré del otro peleador – en un instante su armadura apareció cubriendo su cuerpo – deberías de llamar a una ambulancia, posiblemente aun quede alguien vivo –.

 

*****

 

Los pasos de Takao cada vez eran más pesados, subir las escaleras al techo se había convertido en un martirio para él, aún le quedaban más de diez pisos por recorrer. Las voces en su cabeza resonaban con claridad. Los gritos de sus padres cuando le rechazaron por querer cumplir sus sueños, las burlas de aquellos que dijeron ser sus amigos, los regaños de sus maestros, las quejas de su casera cuando se retrasaba un par de días con la renta, los gritos de auxilio de sus compañeros de trabajo. Sentía que se volvía a cada instante más loco.

Susurraba palabras de perdón y recalcaba a cada rato lo inútil que era mientras las lágrimas empapaban sus mejillas.

Su único deseo por conseguir el trono de los reyes era poder ser más como su proyección. Poder dejar de tener miedo y dejar de ser un cobarde. Poder tener las agallas que le hacían falta para ascender en el trabajo o al menos ser espontaneo o ser más alegre. Cualquier cosa estaba bien. Podía ser un simple deseo tonto y egoísta, pero para él, estaba bien.

Comenzaba a tener alucinaciones, personas que en su vida jamás había visto, todas con sonrisas. Incluso había un sacerdote frente a él, aunque al tratar de pasarlo pudo sentir como chocaba su hombro con el de él.

- Realmente no te vez nada bien –.

Lentamente giró su cuerpo para poder encarar al religioso, quien era más alto que él. Un mareo le hizo trastabillar hasta la pared más cercana, al sentir la plana superficie con su espalda dejó que su cuerpo se deslizara hasta sentarse en el descansillo de forma cuadrada de las escaleras.

- Has estado jugando con mucha magia, y con tu alma –.

- Yo lo siento, no quería – se disculpó sin querer, sus ojos nublados por las lágrimas distorsionaban la imagen.

- Ahora es hora de purificarte, joven –.

Takao negó con la cabeza y comenzó a arrastrarse, subiendo las escaleras lentamente.

De la nada fue lanzada una flecha contra el sacerdote, pero esta fue golpeada por la espada de Furihata y cortada en dos.

- Pensé que habías prometido que tu invocador no le haría daño al mío –.

- Y así es, soy alguien de palabra; para sacar la basura estoy yo –.

Las dagas de la proyección aparecieron en sus manos y de un brinco ascendió dos pisos para después atacar a Furihata.

El golpe metálico entre las armas resonaba con fuerza, haciendo eco en las escaleras de emergencia. Cada golpe era dado en el aire, ambos usaban el barandal de metal para impulsarse y chorar en medio, donde un error los podía llevar a una caída libre de más de quince pisos de altura.

Sin embargo, a ellos parecía no importarles. Brincaban de lado a lado y peleaban como si estuvieran en tierra firme, como si el hecho de no tener donde apoyar los pies mientras sus armas se encontraban fuese importante. De hecho, la escalera daba un buen lugar de batalla.

Takao seguía alejando al demonio de su yo real, y al parecer el sacerdote estaba más interesado en su pelea que en matar a su invocador – ¿Al menos mi insignificante ayuda te sirvió? – preguntó, con cierta molestia en su voz.

- Por supuesto, necesitaba sacarte de tu escondite. Una vez que te mate, podré seguir con mi plan –.

- Maldito mentiroso – de un momento a otro Takao se encontraba peleando a alta velocidad contra Furihata, usaba el flash rhythm para gestar golpes con sus dagas en las áreas desprovistas de armadura en su rival.

En un ataque se impulsó con ambos pies del barandal para mayor rapidez, Furihata se notaba muy mal herido por la secuencia de ataques anterior y su cuerpo caía ensangrentado, Takao estaba seguro de que con este último golpe ganaría. Pero en cuanto estuvo lo suficiente cerca de él, recibió una fuerte patada por parte de su contrincante impactándolo contra la pared más cercana.

- ¿Creíste que con ese poder tan absurdo podrías ganarme? Necesitarás más que estos tontos raspones para matarme – dijo Furihata poniendo sus pies sobre el pasamanos en forma de tubo. Sus heridas comenzaban a curarse, dejando intacta su piel – esto terminará pronto –.

Furihata salto de un lugar a otro antes de impulsarse y empuñar su espada contra la proyección.

- Slow rhythm – ahora el castaño parecía ir a un ritmo anormal al de los demás, su salto se alentó en el aire, dándole tiempo suficiente a la proyección de aparecer su arco y una flecha, apuntando directamente a Furihata – solo necesitaba tocarte una vez para que pudiera hacer efecto, y me dejaste incluso lastimarte… yo gano – sentenció.

Tres círculos mágicos que iban de mayor a menor tamaño aparecieron en frente de la punta de la flecha. Ráfagas de viento salían de la misma punta.

La flecha fue lanzada, los tres círculos le daban impulso y fuerza, pero antes de que impactara contra el castaño este regresó a su ritmo normal logrando esquivarla justo a tiempo y poder alcanzar el barandal más cercano. El proyectil impactó contra la pared, haciendo un gigantesco hoyo que atravesó al edificio, provocando que grandes trozos de concreto de la construcción cayeran de él.

Molesto, la proyección siguió disparando contra Furihata flechas mágicas, pero sin menos potencia. Su cabeza no procesaba como es que había roto su encantamiento de Slow rhythm, era simplemente imposible. En un arrebato de ira lanzó tres flechas las cuales fueron esquivadas, sin embargo, eso mismo le detuvo.

De la boca de la proyección salía sangre y su pecho dolía demasiado. Sin darse cuenta una de las flechas había seguido su curso normal, y aquel que recibió el disparo fue el mismo Takao. Un disparo justo en el corazón. Volteó de inmediato hacia su enemigo, haciéndose la pregunta mental de cómo pudo suceder todo eso.

- Soul breaker – contestó la pregunta no formulada –, es algo que puedo usar de muchas maneras, incluso para robar, aunque sea una vez, la habilidad de alguien… en tu caso, fast rhythm – Furihata se sostenía del barandal con una mano, pero subió a las escaleras como si nada, mirando como el Takao real se debatía entre la vida y la muerte.

La proyección de Takao corrió hacia su yo real. No entendía del todo, ¿acaso había sido tomado por sorpresa en algún punto del encuentro y puesto bajo un hechizo mágico?

- Es lo malo de liberar el quinto sello, aparte de ver la locura del invocador, la proyección olvida lo fundamental de ser lo que es, el protector de su dueño. Y eso es una de las cosas más crueles que se puede ver en una pelea por el trono de los reyes – mencionó el sacerdote.

Ahora entendía, algo había pasado entre ellos y lo había olvidado.

Takao escupió sangre y su espalda tocó el piso, sentía el cuerpo pesado y la vista se le borraba, las únicas imágenes que captaba eran las de las escaleras conduciendo al techo, pero estas parecían ser infinitas.

La proyección trató de llegar a él y tomar su mano, su condición era parecida a la de Takao en el suelo, todo era borroso y era difícil mantenerse de pie, su mano trataba de tocar la de su invocador, pero esta había desaparecido y el resto de su brazo lo hacía de igual manera, borrándose lentamente, como si su existencia ya no fuera necesaria.

Colérico, volteo a ver a los dos que le había traicionado tanto a él como a su yo real.

- ¿Quién eres tú? – pronunció con dificultad, mientras la sangre se escurría de su boca.

- Un simple sacerdote que viene a guiar el camino de los muertos a su juicio… regocíjate Kazunari Takao, pronto dejarás este mundo para pertenecer a uno mucho mejor – le mencionaba a la proyección, tratándolo como si este fuera el real. Después de todo, la proyección terminó de consumir al verdadero Takao al liberar el quinto sello.

La otra mano de la proyección trató de alcanzar la pierna del padre, pero esta desapareció completamente al igual que el resto del cuerpo. Takao había muerto definitivamente.

- Este juego es más interesante sin estorbos como él ¿No crees? – Furihata miraba el cuerpo de Takao, su ojo derecho brillaba intensamente de color rojo, corroborando que el flujo de magia de Kazunari había desaparecido anunciando su muerte.

- Lo más sabio ahora es salir de aquí antes de que la policía llegue –.

Para ellos, el tablero estaba puesto, y las piezas comenzaban a moverse. Ahora solo quedaban seis peleadores para conseguir el trono de los reyes. Cinco piezas más por derrotar para poder coronarse.

 

Acto 5
El primer caído.

Notas finales:

Últimamente me dio por revisar mis viejos fics y de repente me encontré leyendo este, cuando menos me di cuenta ya le había avanzado en la historia. No es mucho lo que he escrito, pero espero esto les agrade.

Fue un largo... realmente laaaargo tiempo sin ponerme a pensar en este fic o en revisar mi cuenta. De hecho, me percaté de que al parecer un fic mio AoMura desapareció de la plataforma y no lo tengo guardado en la lap o en algun otro sitio, así que F en comentarios.

No creo que en este tiempo mi escritura haya mejorado exponencialmente, así que perdonen errores de dedo. También cambié muchas cosas de la idea original que tenía mi yo de pasado, espero que para mejor.

La categoría irá cambiando por cuestiones de trama, pero estarán avisados :)

Espero difruten de este fic y que no pasen otros mil años para actualizar je je

Saludos.


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