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El trono de los reyes por alessa san

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— En otras noticias, el día de ayer se reportó un atentado contra la empresa Ítem. Se especula que un grupo terrorista irrumpió en las instalaciones atacando con una especie de gas y una bomba. Las víctimas fueron más de trescientas personas, incluyendo al presidente de la compañía: Shintarou Midorima. Las investigaciones aún están siendo llevadas a cabo para dar más detalles de lo ocurrido… por otro lado, la empresa AkaCorp, en su rama de seguros, ha respondido de inmediato a las demandas de las familias afectadas. Hoy por la tarde se llevará a cabo el entierro de las víctimas en este atentado… aún se desconoce la causa del porque el ataque. En otras noticias, el cantante de la banda GRA… —

Himuro miraba atentamente la pequeña pantalla que estaba en la cocina, las imágenes pasadas por el noticiero eran evaluadas bajo su analítico ojo. Aunque la evidencia para él aun no era clara, más por el medio en donde veía las cosas, estaba seguro de que las muertes fueron provocadas por un peleador.

— ¿Está todo bien? — preguntó Mayuzumi.

— Si —.

No preocuparía al chico con la información que recién sabía, su invocador era ingenuo y un completo novato en cuestiones mágicas. Se había dejado manipular por las lindas palabras de Kuroko, y ahora jugarían por ahí a salvar víctimas.

Chihiro había dejado un plato con comida frente a él.

— No sabía que te preocuparías por mí, digo, no era necesario que me hicieras algo de comer. Ya te lo he dicho, mi existencia en este mundo es por medio de ti, yo no necesito algo como comer —.

— Entonces no lo comas, lo haré yo cuando regrese en la noche —.

Mayuzumi trató de quitar el plato de la mesa, pero fue impedido por Himuro.

— No te precipites, lo comeré — probó la comida y quedó sorprendido, pensaba que su cocina era mala, la presentación de plato dejaba mucho que desear, pero en sabor era bueno. — Nada mal, al parecer ya puedes decir que serás una buena esposa —.

— No digas tonterías ¡Soy un hombre! —.

— Tranquilo, no tienes por qué alterarte, solo bromeo. Pero es cierto, tu sazón es bueno. Sumado a eso sabes hacer el quehacer de la casa, manejas tus propios gastos y apuesto que cuando termines una carrera y seas alguien que gane un salario podrás mantener una casa tu solo —.

— Viniendo eso de ti, supongo que puedo tomarlo como un alago —.

— Solo recuerda que para mantener a tu hombre feliz también necesitas ser bueno en la cama —.

— Eres un maldito hablador —.

Tatsuya reía, era de alguna manera gratificante hacer repelar a Chihiro. Esa era su manera de hacer que la tensión en su invocador disminuyera y que el flujo de magia que lo alimentaba se mantuviera constante. Podía sentir una buena cantidad de magia que era otorgada por Mayuzumi, sin embargo, sabía que no era todo lo que podía obtener del chico. El ojo que se encontraba debajo de su flequillo podía ver a la perfección el fluir de magia y había algo que le estorbaba.

El flujo que se movía a manera de cascada desde arriba de su cabeza hasta sus pies parecía delgado. La magia que se expandía por el cuerpo de su invocador era casi cortada de tajo desde su inicio.

— Por cierto Chihiro ¿Qué vamos a hacer el día de hoy? —.

— Es día de escuela y no puedo faltar. Sé que no te gusta ese lugar, pero no puedo dejar de lado mis estudios. Mi madre me lo dijo una vez; si quiero triunfar en la vida, lo único que necesito saber está en los libros —.

La mirada de Himuro se sintió como una repentina daga. Parecía que le había molestado lo que dijo hace un instante.

— También me reuniré con Kuroko, al parecer quiere que hablemos de algo importante —.

— Entonces no tengo de otra más que seguirte como un perro fiel y cuidarte desde la sombra —

— También iré a ver a mi abuela — interrumpió.

Repentinamente Himuro sintió cierto dolor en el estómago. No pudo volver a meter otro bocado a su boca.

— Estoy seguro de que ella puede darme respuestas —.

— Comprendo —.

La voz tan fría con la que respondió sorprendió a Mayuzumi. En el poco tiempo que había convivido con el demonio, Himuro nunca había actuado tan serio, con excepción de las veces que lo ha visto pelear.

— ¿Hay algo mal? ¿Hay un peleador cerca? —.

— No. Llámame si necesitas ayuda — y sin dar más explicaciones desapareció, dejando a Chihiro extrañado por el repentino comportamiento.

 

*****

 

Las flores que cargaba pesaban mucho. El arreglo en si era más grande que él y eso que era de una estatura alta, aunque claro, como siempre exageraba.

La corbata se la había ajustado el propio Seijurou, y su garganta por poco se obstruye por completo. Vestir para un funeral era más incómodo que el mismo hecho de estar ahí sin conocer a la familia o al difunto.

A su lado iba Reo, guiándolo para que no se estrellara contra alguien por culpa de las flores que cubrían su vista.

Alguien lloraba, una niña por lo que pudo escuchar, y su madre consolándola. Por el balbuceo, podía deducir que era la hermana del difunto, y al verla con el rabillo del ojo, lo corroboró. El cabello esmeralda al igual que sus ojos delataba a la familia entera.

Reo le detuvo, y de inmediato pudo escuchar a Akashi hablar.

— Mi más sentido pésame señor Midorima. Shintarou era un buen socio, pero sobre todo, un excelente amigo. Tanto yo, como mi padre, así como todos mis empleados, estamos de luto por su perdida. Él no se lo merecía, es decir, tiene mí misma edad, por lo que es un golpe muy fuerte para todos. Aún tenía mucho por vivir —.

— Tú fuiste el único verdadero amigo que tuvo mi hijo. Aunque me he puesto a pensar si realmente fue una buena acción el dejarle la empresa a tan joven edad. Nunca dude de su capacidad, pero, ojalá hubiera sido yo quien estuviera ahí —.

El hombre comenzó a romperse frente a Akashi, abrazándolo para llorar en su hombro, — gracias por venir — sollozó.

Seijurou palmeó su espalda y se separaron.

Hayama dejó las flores lo más cerca que pudo de la foto de Shintarou y realizó una reverencia. Cuando se levantó, sus ojos por reflejo voltearon a ver las paredes. Rodeando la foto del difunto presidente de Ítem se encontraban las otras de los empleados.

La cara conocida captó su atención. Takao salía con una pequeña sonrisa en esa foto. Frente al retrato se encontraba alguien, por su vestimenta pudo ubicarlo como uno de los sacerdotes que estaban impartiendo oración en el lugar.

Kotarou se acercó lo suficiente hasta quedar de lado del religioso que rezaba completamente concentrado. Con cuidado dejó una pequeña flor -que había quitado del ostentoso arreglo- frente a la imagen del pelinegro.

— ¿Amigo tuyo? — susurró la suave voz del sacerdote.

— No realmente. Solo crucé palabras con él un par de veces. Me parecía alguien solo. Pero creo que pudo haber sido un buen amigo —.

— Ya veo. Al parecer eres alguien de buen corazón que puede hacer muchos amigos —.

Hayama volteo a ver al sacerdote, y pudo al fin apreciar el rostro del contrario. Cabellos y ojos marrones, estos últimos con unos irises pequeños, aunado a un rostro que sonreía amable y comprensible. El chico no era apuesto, pero por un momento se sintió en completa paz.

— Kotarou, date prisa y lleva un café a Sei. Y no se te olvide uno para el señor Midorima —.

Reo cortó el trance con su sola presencia. La mente de Hayama había quedado en blanco un momento, pero con un par de sacudidas se recuperó y salió dando grandes pasos para atender el encargo encomendado por Mibuchi.

— ¿Qué estás haciendo aquí Furihata? —.

El nombrado se sorprendió un poco, juntando sus manos en su pecho, apretó el rosario entre ellas para darse un poco de valor.

— Lo siento, Mibuchi-san — el tono de voz realmente sonaba avergonzada, cosa que desubicó a Reo. Conocía a Furihata como un demonio retorcido y algo cruel, no como el pequeño sacerdote tímido que estaba junto a él.

Furihata continuó hablando, interrumpiendo los pensamientos de Reo.

— Como demonio tengo la libertad de estar donde yo quiera, sin embargo, como invocación, tengo la obligación de estar cerca de mi invocador cada que se expone al mundo —.

Los ojos de Reo se abrieron como platos, volteando la cabeza a todos lados buscando al invocador de Furihata.

Desde que hicieron la alianza, Reo no ha tenido la oportunidad de conocerlo. Todo el trato había sido por medio de Furihata, y ya era hora de que ambos entablaran conversación cara a cara.

— ¿Dónde está? — preguntó Mibuchi algo alterado. Alrededor de ellos había una infinidad de personas; familiares de los difuntos, personal de la funeraria, incluso más sacerdotes hablando con personas apoyándolas.

De inmediato, Reo cayó en cuenta sobre la ropa que Furihata vestía. Una larga sotana negra, el alzacuello blanco y en sus manos un rosario y una biblia.

— Deja de jugar conmigo — espetó Reo — No puede ser un sacerdote… es imposible —.

— En este juego, todo es posible — mencionó Furihata.

Mibuchi no creía tal cosa. Aun pensaba que Furihata jugaba con él. Definitivamente nunca se llevaría bien con el demonio. Estuvo a punto de reclamarle, pero cuando iba a decir algo, Akashi llegó a su lado.

La mirada roja se topó con los ojos castaños, un breve silencio se hizo presente, el cual fue interrumpido por el mismo Akashi con una superficial risita.

— No creo que por aquí encuentre a alguien que practique su religión — mencionó Seijurou.

— Solo estamos aquí para poder escuchar. Poder liberar un poco la pena de sus almas. Todos merecen ser escuchados, no importa quien sea —.

Akashi miró a su alrededor, los sacerdotes presentes solo escuchaban a los familiares de los afectados y solo hablaban lo esencial.

— ¿Quien sea? — cuestionó Akashi.

— De quien sea y en donde sea — contestó Kouki.

A la pequeña reunión llegaron un par de sacerdotes. Ambos altos, uno de ellos -el más alto- con cabello de cabello gris oscuro y ojos más rasgados que los presentes fue el primero en hablar.

— Es hora de retirarnos Furihata — y sin más intercambio de palabras se alejó de todos.

Aquella acción no pasó desapercibida por Reo, que desconfiado siguió con la mirada el camino que seguía el sacerdote alto.

— Discúlpenlo, el padre Liu es un poco reservado — se escusó el otro sacerdote. No tan alto como Liu pero si lo suficiente, cabello castaño y ojos del mismo color. Las cejas pobladas le daban a su rostro un aspecto más relajado sumado a su torpe sonrisa. — Muy distinto al penoso Furihata ¿verdad? — agregó.

— ¡Kiyoshi-san! No diga esas cosas por favor — repeló Furihata.

Kiyoshi soltó una risa y palmeó la espalda del más pequeño. — Es hora de irnos Furi, esperan por nosotros en el estacionamiento —.

Sin más que agregar, ambos hicieron una reverencia a Reo y Akashi antes de retirarse.

— Que personajes tan extraños e intrigantes — soltó Akashi.

— Lo son — contestó Mibuchi.

 

*****

 

Kuroko respiró profundamente, miró su celular para corroborar la hora. Había llegado antes a la hora que había acordado con Mayuzumi. Sus manos sudaban y se encontraba algo nervioso. Deslizó su mano dentro de la mochila que colgaba a su costado, adentro, tocaba el anulador en forma de daga que se encontraba envuelta en tela, aferrándose a ella buscando la seguridad que le hacía falta en ese momento.

Su ritmo cardiaco descendió y una nueva inhalación profunda se coló por sus fosas nasales.

Levantó la mano cuando vio a Mayuzumi y este le contestó de la misma manera.

— Necesito mostrarte algo —.

Tetsuya guio a Chihiro hasta el tren. Un par de estaciones después se encontraban en otro distrito, las calles se encontraban casi vacías, las tiendas en su mayoría eran de flores. La calle principal los guiaba hasta unas escaleras flanqueadas de árboles, y al llegar arriba, lo que pudo haber sido un prado, elevaba de su suelo incontables tumbas y caminos entre ellas.

Para Kuroko el lugar era tan conocido como la palma de su mano. Caminaba sin voltear a ver las tumbas hasta que dio con una en específico. Era negra, y las flores que se encontraban sobre ella ya estaban marchitas. Kuroko limpió la tumba del polvo y removió las diminutas plantas que habían crecido.

— ¿Taiga Kagami? — leyó Chihiro en la lápida — ¿Quién era? —.

— Mi mentor en el trono de los reyes — contestó Kuroko, —al igual que tú, yo inicie siendo un completo novato. No entendía nada, pero Kagami me propuso una alianza y a ayudarme a entender este juego. Realmente era una persona maravillosa —.

Cuando Kuroko era un novato, conoció a Kagami mientras escapaba de una proyección demasiado agresiva. En ese entonces, su proyección era de sí mismo, viéndose como alguien fuerte y sin temores absurdos. Para la tercera vez que esa proyección hizo desaparecer la suya, su poder mágico ya estaba por los suelos.

Entonces, como si de un milagro se tratara, Kagami apareció con su propia proyección mandando atacar al otro, defendiendo a Kuroko. A partir de ese momento ambos formaron una alianza y Kagami dio su total apoyo a Kuroko.

Sin embargo, al ser Kuroko uno de los peleadores más débiles, Kagami era el que siempre defendía a ambos, hasta que una invocación, un demonio de cabellos dorados que participaba en aquella pelea, lo mató.

— Kagami me mostró todo lo que pudo sobre este juego, incluso me regaló el anulador. Lo admiro por tener la fuerza y paciencia necesarias por haberme enseñado todo lo que pudo. Yo tenía quince años cuando fui metido en todo esto; con esta, será mi tercera vez participando —.

— ¿Cuál es tu deseo? — la pregunta de Chihiro era sincera, pero aun así tomó desprevenido a Kuroko. No pensaba que fuera a querer saber eso.

— Al principio, nunca pensé que iba a pedir si ganaba. Creía que cuando llegara el momento decidiría, sin embargo, ahora mi deseo egoísta es volver a tener a Kagami conmigo —.

— ¿Y qué te hace pensar que si él revive, te amará? —.

Himuro hacia acto de presencia, miraba la lápida sobre la que se encontraba escrito el nombre de Kagami.

— El amor es doloroso, y hace que los humanos hagan cosas estúpidas y sin pensar. No importa a quien sea dirigido el afecto, incluso el amor hacia la familia los vuelve débiles — mencionó el pelinegro.

Kuroko cerró los ojos por un momento, ordenó que su proyección apareciera y en cuestión de milisegundos la imponente figura de Kagami apareció. La armadura resplandecía con los tenues rayos del sol al atardecer, volviendo el color cobrizo de la misma a un dorado.

El suave frio comenzaba a sentirse en sus rostros, y la brisa acentuaba el mismo calando en las mejillas. En el cielo, los colores naranjas, violetas y algunas pinceladas de color rosa indicaban el próximo anochecer, con el cual debían de ser cautelosos.

La proyección con forma de Kagami se acercó hasta Kuroko, abrazándolo por la espalda, una de sus manos acunaba su rostro y la otra cruzaba fácilmente su cuerpo hasta su cadera.

— Este Kagami es todo lo que me queda del real. Mi fe hacia él es tan grande y pura como me he permitido creerlo. Rezando cada día por volver a ver el real —, lentamente la proyección iba desapareciendo como pequeños brillos rojos. — Ese es mi deseo, el milagro que quiero que pase. Al final, nos enfrentaremos para decidir al ganador, así que solo pido mantengas esta alianza hasta entonces —.

Kuroko extendió su mano, y Mayuzumi la suya estrechándolas fuertemente, cerrando por completo el pacto entre ambos.

 

*****

 

Hacia el oeste de la ciudad se encontraba una iglesia, la cual era responsable de un orfanato.

La risa de los niños llenaba el lugar mientras todos se reunían alrededor del sacerdote Furihata. Con los ojos vendados trataba de atrapar a uno de los pequeños, pero estos eran muy escurridizos. Cuando al fin se hizo de uno, no evitó el hacerle cosquillas.

— Estoy seguro de que este es Koichi — mencionó el castaño.

— No, no — repeló el niño — soy Hiroshi —.

Furihata empezó a reír con fuerza y acarició la cabeza rapada del pequeño.

— A menos que Hiroshi se haya rapado en pocos minutos, estoy seguro de que eres tú Koichi —.

Al quitarse la venda le corroboró que era el menor rapado. Frente a él el resto de los niños se acercaban y reían al ver el puchero de Koichi.

— No es justo, soy el más fácil — se quejó Koichi.

— Todos tienen algo que los distingue. Por ejemplo, Hiroshi tiene el cabello suave y le da cosquillas que le toque la nuca — respondió Furihata.

Pasar tiempo con los niños del orfanato le daba mucha paz y alegría al castaño.

Una sombra se posó en su espalda, y la alta e imponente figura del sacerdote Liu le tapó la luz del ocaso. Instintivamente Kouki apretó al niño contra su pecho queriendo protegerlo.

— Es tarde — empezó a hablar Liu, —vayan de regreso al comedor, pronto las monjas servirán la cena — sentenció.

Todos los pequeños salieron corriendo hacia el edificio principal del orfanato. Cualquiera de ahí le tenía miedo al padre Liu, su altura y mirada imponían demasiado.

Furihata se puso de pie viéndolos alejarse, en cuanto el ultimo niño entró al edificio, él comenzó su camino directo a su habitación, siendo seguido por Liu.

— He hablado con los otros sobre tu propuesta de salir a algún sitio con los huérfanos — dijo Liu.

— ¿Qué dijeron? —.

— Fue rechazada — el caminar de Kouki se detuvo, y Liu solo agregó — todos opinamos que no estamos económicamente estables para derrochar dinero en ese tipo de actividades —.

— Pero… —

— No repliques Furihata — la dura mirada hizo callar al castaño. — Te recuerdo que soy a quien tienes que guardar respeto aquí hasta el día en que te vayas —.

Al encarar a Kouki pudo ver la mirada llena de decepción y el rostro con tristeza. Un bufido salió de su boca y se acercó al menor tomándolo por los hombros.

— Esos niños son felices con solo tenerte jugando con ellos. Incluso algo tan simple como un almuerzo al aire libre estará bien, siempre y cuando tu estés ahí —.

Liu tomó de la barbilla a Furihata, alzando su rostro para que le viera directamente. Con su pulgar comenzó a delinear el labio inferior del castaño, recorriéndolo con lentitud, después acunó el rostro y comenzó a acortar la distancia entre ambos.

— Padre Liu — llamó la vivaz voz de Kiyoshi Teppei haciendo que el par se alejara, — que bien que también este aquí el padre Furihata. La cena ya está lista, los estamos esperando —.

El ambiente se sentía pesado de repente.

— ¿Interrumpí algo? — preguntó sin entender nada Kiyoshi.

— Vayan a cenar, en un momento los alcanzo — dijo Liu.

— ¿Pasa algo padre Liu? — volvió a preguntar Kiyoshi.

— Mañana daremos una misa para aquellos que perecieron en el atentado de Ítem, así que iré a revisar si hay suficientes hostias — dijo antes de irse por el pasillo.

Por un momento lo único que sonaba en el pasillo eran los pasos de Liu. En cuanto desaparecieron Kiyoshi puso su mano sobre la cabeza de Furihata.

— No te tomes tan a pecho lo que te haya dicho el padre Liu, él es una buena persona — dijo el más alto.

Ambos caminaron en silencio con dirección al gran comedor.

— ¿No será ningún inconveniente si hago un día de campo con los niños en el jardín? — preguntó Furihata.

— No creo — contestó Kiyoshi. — Algo dulce alegrará sus corazones — el pequeño sacerdote arqueó una ceja, confundido. — Estoy seguro de que ningún niño te negará un pedazo de pastel — agregó con una sonrisa.

Furihata contestó el gesto con su propia sonrisa.

 

*****

 

La casa de su abuela había sido parte de su adolescencia, después de que su madre tomó la opción de separarlo de su familia. Sin embargo, estar de nuevo en la sala tomando té con la abuela se sentía de alguna manera ajeno.

— ¿Qué te trae aquí? — preguntó la anciana sin rodeos. Ella sabía que Chihiro era demasiado independiente a pesar de su edad, le dio esos indicios desde que lo acogió.

— Sé de antemano que tenemos sangre de magos, pero yo siempre fui un desastre para la magia. Así que vengo aquí para pedir tu ayuda con algo que me supera —.

La señora miró un poco sorprendida a su nieto, por más que quiso educar a su nieto en las artes mágicas no pudo. Tanto su hija como el mismo Chihiro se negaban a eso, el de cabello gris tenía otras aspiraciones y ella respetaba eso.

— ¿Qué te molesta? —.

— El trono de los reyes —.

Un silencio inundó la sala. La anciana miró con ojos bien abiertos a su nieto. ¿Podría ser que el pasado siempre los arrastrara a días de desconcierto y temor?

Después de dejar su tasa de té en la mesita de centro puso toda su atención en Chihiro.

— Déjame verlo, al demonio — dijo la señora.

— Si — contestó Mayuzumi un poco confundido.

“¿Podrías venir, Himuro?”

En un momento Tatsuya se manifestó detrás de Chihiro, luciendo su negra armadura. El casco desapareció y con paso firme se acercó a la anciana. Una de sus rodillas tocó el suelo estando frente a ella y tomando su mano depositó un suave beso en el dorso.

— Tan hermosa como siempre, Chiyo —.

— Y tu tan joven y galante como siempre, Tatsuya —.

Mayuzumi estaba confundido ante la familiaridad de los dos.

Su abuela solo sonrió y pidió a Himuro tomar asiento con ellos.

— Si quieres saber acerca de Himuro y por qué tu madre odia la magia, te tengo que contar acerca de la pelea por el trono de reyes de hace diecinueve años —.

Acto 6.
En todo un día

Notas finales:

:D


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