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Años dorados. por LolitaHernandez

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Notas del capitulo:

Buenas, buenas. 
No saben lo que me costo escribir este capitulo.
Media bolsa de chocolates.
MEDIA BOLSA. 
Jamás me sentí tan buena escritora. Seré George R Martin empezando por el peso... Luego vendrá la fama internacional o al menos esta llegando con esos reviews que me dejan, ternuritas eue 

Unas aclaraciones: No apoyo la pedofilia aunque sea consesuada. Humbertos es un "sobrenombre" que se le pone a los pedofilos, Ninfa es como se le denomina a las niñas que sostienen relaciones con estos hombres, eso o Lolitas. Ambos son tomados del libro Complejo de Lolita que habla del complejo de Elektra y relata casos de Lolitismo (Pedofilia). Esto y la inclusión del tema del incesto es solo porque me resultan interesantes dada su presencia en la historia y la psicología, nada mas.

Light se levantó temprano, se puso el conjunto que dejo sobre la silla una noche antes, paso frente a las puertas de los chicos dando ligeros toques a la madera para despertarlos y bajo a la cocina a preparar el desayuno.
Se detuvo frente a la puerta del refrigerador escarlata al ver una nota pegada a este.

“Ni te molestes, ya nos fuimos”

Contuvo un suspiro de frustración.
Fue a prepararse para la entrevista que tenía en dos horas.

A una semana de haber llegado a Japón, iban a la escuela. Habían llegado a tiempo para empezar el ciclo registrados en una escuela cercana al barrio donde vivían ahora.



Mello caminaba rápido por culpa de su enojo contenido; prisa por llegar a la escuela no le daba.
Solo quería alejarse de Nate que caminaba a su propio ritmo.

Near no intentó nada por alcanzarlo sabiendo de antemano el desenlace de “brillante” idea.

 No habían cruzado palabra en una semana lo que no era cosa nueva tomando en cuenta su largo historial de dejarse de hablar y comenzar a hacerlo cuando eran obligados por la circunstancia.

El albino casi lo hace pero quiso que esta circunstancia fuera solo suya.

Cuando estaban por doblar la esquina del edificio de tres pisos, grande pero de aspecto soso por sus fríos tonos y ventanales, aspecto solo levantado por sus jardineras distribuidas por él amplísimo patio delantero, Mihael se detuvo y se recargó contra el barandal de hierro frío que resintió más al tener el cuello descubierto por haberse atado el cabello en una coleta baja. Su hermano no reparó en él y siguió su camino dentro de la escuela esquivando a otros que se paraban a platicar con sus compañeros después de no verse tras las vacaciones; Near entró al edificio sin reparar en nada a su alrededor como no fuera por donde caminaba. Mihael solo esperó a tenerlo lejos de su vista para poder sacarse una barra de chocolate del interior del abrigo y distraerse con el llegar de quienes serían sus compañeros que, en cambio, no dieron cuenta suya tomándolo por los muchos que se teñían de rubio como si fueran transgresores de la sociedad.

Mello no puede decir que su imagen no le importa y mucho menos como la tomen otros: Sus conjuntos siempre son de colores oscuros que se esmera en lucir con buen gusto. Su joyería son solo rosarios de cuentas de color negro o plata que cuida limpiándolos con paños (Light le enseño a hacerlo cuando el primero de sus rosarios llego a sus manos). Su cabello es su orgullo. Siendo su hermano anormal con ese albinismo, él quedo como precioso con su cabellera rubia que desde niño mantuvo hasta los hombros y conservaba en buena estado con rigurosos tratamientos.

Ahora, por ejemplo, todo su conjunto es negro y ajustado, cosa que Light reprobaría, pero es poco notorio con el abrigo negro largo que se puso encima.

Podía haber jurado que era el mejor vestido de ahí juzgara a sus compañeros que no tenían la misma devoción por su imagen personal como él… Hasta que lo vio.

Un chico.
De cabello castaño y ojos de color desconocido por esos googles que llevaba. Facha de motero por razón de los guantes largos, playera de rayas y chaleco afelpado aunque no se bajara de una moto si no un Mustang de los buenos tiempos color rojo nada escandaloso.
Se estacionó cerca de él y se bajó con parsimonia siendo recibido por un sequito de colegiales más o menos de su edad y de vestuario igual de atrevido lo que sonsacó a Mello al haberse creído rompedor de normas y haberse encontrado con otros más salvajes además de preguntarse cómo fue que no los vio antes entre la marea de chicos “cero a la izquierda”.

Empezó un barullo que antes no hubo: Ahora todos hablaban alto, al mismo tiempo y de esa conversación comenzada pudo rescatar el interrogatorio que le hacían al recién llegado.

“¿Dónde andabas?” “Pensamos que no llegarías al primer día” “O que te saltarías las primeras horas” “Como un príncipe encantador en su caballo: llegas a salvarnos del tedio” “El viejo Matt dando su primera buena impresión a las chicas”

Matt.

Así se llamaba.

La preguntas no fueron respondidas pues él castaño solo se río, tomó su mochila del lado del pasajero antes de subir el cristal de este y se abrió paso entre la gente (O más viene esta le abrió el camino) mientras las atenciones a su persona proseguían.
El grupo conformado por cuatros varones y dos chicas lo siguieron como perros saltándole alrededor felices por su ingreso.

Mihael permaneció ahí viendo como ingresaban terminándose la barra de chocolate. El timbre sonó, aplastó la envoltura de su caramelo entre sus manos y la desecho en un bote cercano.

Mientras caminaba a su salón guiándose por el folleto dado en la inscripción fue pensando en su difícil aceptación entre ese grupo de gente que a Matt seguían porque habitualmente estos grupos se encontraban sin una cabecilla que pudiera atraerlos como insectos a un farol que era cuando entraba él y se llevaba toda la atención así como la sumisión completa del grupo dispuestos a sus caprichos. Ahora, con alguien ya al frente de este grupo que significaba una gran entrada a la nueva escuela le resultaría más difícil adaptarse lo que ya tenía como algo predecible siendo que no hablaba de haberse cambiado solo de escuela si no de país.

“De nuevo: Gracias Light” Pensó rechinando los dientes.

Cuando pensaba que toda complicación estaba salteada al ser quien es, hablando de que él es lo más fenomenal que podrían encontrarse en sus vidas, resultaba que toda orden social en esa escuela ya estaba bajo el yugo de un tal Matt.

“Nombre idiota”

Esa primera impresión de Matt acabó con toda autoestima de Mihael.
No exageraba pues bien, andando los bastante lejos del castaño, pudo escuchar esas exclamaciones de otros alumnos que lo recibían con igual clamor que su selecto grupo.
Luego estaban esos profesores que de buenas a primeras daban la apariencia de ser lo más serio y se dejaban la careta a un lado para saludar al dichoso.
Ni siquiera a él, en Londres, lo habían querido así.

Mihael puede sonar elitista.
Bien.
Lo es.

Siempre procuro rodearse de lo más movidito en sus colegios siendo líder en estos por su brillantez pues fue de lo que más se cuidaba: Que no hubiera ninguno más listo dentro de su grupo de amigos para poder sacarles todo el partido posible.
Aunque Near más tarde le dijera que si bien podía estar rodeado de idiotas no podía pretender que ninguno de estos fuera un falso.
Que de frente lo adoraban y a sus espaldas comentaban.
Near se ganó ese golpe en las costillas.

Ahora, no teniendo las mismas oportunidades de conocer más gente al ser recién llegado a Japón tendría que pegarse a ese grupo.

Su salón era el primero del segundo piso. Las ventanas en el interior lo dejaron ver que ya todos estaban adentro; profesor incluido. Inhaló profundo, toco dos veces y se asomó.

- ¿Me permite…?

- Entre, apresúrese. Quiero esa puerta sellada pero no la azoté, solo eche el pestillo.

“Buena presentación, viejo cascarrabias” Sin embargo entro y como antigua costumbre tomó asiento hasta atrás. Miradas sobre su persona no faltaron lo que lo alegro un poco pues noto que una de las miradas era de un miembro del grupo de desatracados que vio en la entrada estaba en el mismo salón y sentado en la parte trasera opuesta a la suya.

Viejo no era la palabra correcta: Aquel era un hombre en sus cuarentas a juzgar por las pocas canas en sus sienes pero que parecía estar en su mejor momento al verlo posible candidato de policía malo. Era rubio, ojos azules, espalda y mentón cuadrados.

Echo al suelo su mochila, un movimiento brusco que hizo al profesor torcer la boca un poco pero quien se recuperó pronto para seguir su presentación.

- Como decía antes de esa interrupción mi nombre es Anthony Rester. No permito que me llamen por mi nombre si no por mí apellido. Antes de que alguien lo mencione o cuestione, sí, soy americano. Trabaje trece años en Estados Unidos y vine aquí  tras escuchar sobre la disciplina además de la excelencia académica en Japón lo cual espero que sea cierto. Serán mi primer grupo de enseñanza aquí así que espero… Por todos los cielos ¿¡Ahora qué?!

Eso podía ser bien secundado por la clase que observaban anonadados a Matt que al haberse quedado afuera del aula notando de paso que el pestillo había sido echado abrió la ventana que daba al pasillo y saltó por esta al interior tirando las cosas del pupitre de quien estaba sentado cerca de la ventana.
Las risas se suprimieron al mirar la cara de póker de Rester quien solo miraba al recién llegado que se reía de su propia torpeza.

- Pff, Perdón. Esta no fue mi idea de una magnifica llegada pero es que no parecía que quisiera detenerse en su discurso de bienvenida y…

- Siéntese y cállese antes de que decida que fue una pésima haber venido.

El profesor habló con seriedad pero el castaño pareció no darse cuenta pues solo ensancho más su sonrisa- Lo sé. Sé que esta difícil eso de levantarse de la cama solo para ponerse delante de unos chicos que no pretenden nada más allá que su título para callar a papá.

Rester no parecía contento con esa respuesta, se frotaba el puente de la nariz en señal de frustración.
Mello sintió que los colores se le venían a la cara por solo ver semejante esfuerzo del castaño de hacerle la pelota al profesor que claramente no tenía paciencia para esto.
Casi esperaba que él maestro lo regresará por la ventana.

Pero no ocurrió.
Después de un suspiro resignado que se escuchó más por todo el silenció en que se hundió la clase que esperaban lo mismo que Mello, el profesor pareció tranquilizarse pues prosiguió con tono neutro.

- Este bien, ya pase pero procure solo contestar cuando yo le inquiera algo. Además, hágame el favor de sentarse lo más lejos posible de mi escritorio… Por el resto del semestre.

Matt asintió con fuerza, animado echándose la mochila al hombro mientras terminaba de recoger las cosas que tiró. Antes de ir a sentarse le mostro el pulgar en muestra de triunfo a Anthony quien solo cerró los ojos dando otro resoplido.

A estas alturas Mello miraba a la pared colindante en un intentó porque nadie viera su sonrojo de vergüenza cubierto además por su cabello que servía como cortina en esas ocasiones. Era la primera vez que pasaba por un momento tan bochornoso y más que fuera ajeno. Solo no podía con la idea de que él pudo haber hecho algo así si no estuviera en su sano juicio.
Había que ser de verdad imbécil como para dejarse en ridículo.

Así fue como la imagen de chulo que tenía de Matt se vino abajo en menos de una hora.

Una mano tocó su hombro y volteó esperando no haber llamado la atención de su mentor.

Fue algo peor.

Matt, ya con los googles sobre su cabellera, dejaba ver sus ojos por fin: Verdes. - … ¿Eres polaco? ¿O porque las mejillas rojas?

Mello hizo un mohín antes de estamparle la mochila en la cara a su compañero.

Como primer ejercicio del día todo lo que hicieron fue pintar con acuarela.
Tal vez no sirviera de nada más adelante pero era lo único que podía mantenerlos callados hasta el almuerzo.
Pensó que el café adulterado lo animaría un poco pero tuvo que haber adivinado que la dosis ese día debía de duplicarse o de otra manera no hubiera estado al borde de un colapso al llegar al aula y encontrarse con todos esos pequeñajos saltando, hablando a gritos como si hubieran desayunado un bol de azúcar.

“Y justo hoy” Se dijo Gevanni.

El karma no estaba a su favor desde hace meses.
Enseñaba en una escuela de USA. Una escuela privada de bachiller para señoritas que se ubicaba en New York.
Enseñar en una escuela de esas fue su sueño por una simple razón: Las ninfas. Esas niñas faltas de atención que se hacían muy accesible ante un, para nada modesto, apuesto y joven profesor como él, soltero y con el plus de enseñar filosofía donde en vez de fijarse en pensamientos que cambiaron al mundo se desvió a los romántico arrancando suspiros de amor a sus pupilas que solo podían encantarse todavía más.

Gevanni le sacó provecho a su guapura consiguiéndose admiradoras que suspiraban al verle pasar y lo tenían por profesor predilecto a quien escogían como encargado para actividades extracurriculares como campamentos donde estas gozaban la tarde nadando en el lago… Con el bikini de temporada.

Duró tres años en donde tuvo tres novias por cada año pues las relaciones empezaban y terminaban con cada ciclo escolar. Sus compañeras fueron de lo más tiernas. No eran exuberantes como el resto de adolescentes si no planas pero de encantadoras facciones haciendo verlas como muñecas de porcelana y de vestir tan fino que las acercaban todavía más a su prototipo de compañera sentimental.

Hablamos en tiempo pasado.
Todo terminó cuando fue encontrado en el salón de música con la última de sus compañeras haciendo una ópera… Y no con los instrumentos hallados en la sala.

Su jefe, el director, no daba ni un centavo por su salvación frente al padre de la pequeña Melanie cuyos grandes ojos azules soltaron lágrimas de cocodrilo frente al rector cuando este llamaba a su padre y Gevanni solo podía estrujarse las manos mientras internamente se la mentaba a su ex adorada.
Unas lágrimas conmueven al jurado, dijo el director.

Por suerte no hubo juicio.
El padre de Melanie estaba harto de este constante descubrimiento de su hija que parecía tener ya una larga lista de amantes Humbertos (Llamando así a los hombres mayores que tienen una relación con una menor de edad) que prefirió que esto se quedará fuera de los tribunales para evitar destapar a su hija como una devora hombre con rostro de muñeca.

“La prensa sensacionalista la acabaría… Y a mí” Dijo el hombre.

Así que arreglaron que su hija podía permanecer en la escuela hasta graduarse ya que esta era la tercera a la que la cambiaban en lo que iba del año escolar, el incidente debía permanecer a la sombra por lo que el conserje testigo fue comprado y al director le hicieron una donación importante que pudo pagar una piscina profesional en la escuela.

Gevanni tendría que irse.
Sin nada.

“Hasta me debes y solo por querer alzarte de tu miseria a costillas de mi hija”
No le reviró y solo tomó su chaqueta antes de irse.

Anduvo días pensando en lo que haría a continuación.
No estaba fichado por el director que por indicaciones del padre agravado prefirió que Gevanni se fuera libre para evitar escrutinios de la justicia más adelante pero era cierto que seguir trabajando por el mismo área iba a ser igual de peligroso que si estuviera fichado.
Fue entonces que recurrió a Anthony Rester, antiguo compañero en la escuela para niñas.
Un hombre con porte de militar y mañas como las que hubiera tenido de haber entrado a la guerra de haber llegado a tiempo. Anthony enseñaba en una escuela solo para varones pues sus enseñanzas en la de niñas fueron bien criticadas por sus tratos duros a jovencitas tan mimadas mientras que en las de varones la disciplina era bien vista.

Una vez Rester se cansó de batallar con idiotas tanto en el alumnado como en el profesorado que investigo y dio con una oportunidad en Japón donde la excelencia académica era de las mayores en el mundo así como la rectitud en los pupilos se lo explico a Gevanni a lo que este se aferró a su pierna suplicando que lo llevase con él.
El veterano pensó que algo escondía su compañero a quien reconocía contento con su puesto en la escuela para niñas así que a fuerza de preguntas y amenazas se lo sacó.
Cuando lo supo, en vez de escandalizarse, le prometió que lo devolvería por el buen sendero empezando por irse juntos a Japón.
Después lo forzó a aceptar el puesto en esa escuela mixta donde el impartiría clases además de que tomará cursos inferiores a los que el acostumbraba.

Lo dejo sin chances de comenzar algo en serio por más que quisiera.

Es así como tenemos al galante Don Juan metido en este salón donde ahora los chicos pintan con acuarelas mientras hablan de la última moda estúpida del Internet.

Solo puede quedarse viendo al reloj sobre la puerta esperando el toque del almuerzo y poder escaparse a donde Rester no lo siga para preguntarle cómo le fue en su primer día y pueda contestarle algo horrible como: “Genial, solo estuve a un segundo de tomarme todos los frascos de pintura con la esperanza de que la etiqueta donde dice que no son tóxicas sea una vil mentira”.

Había que reconocer que por lo menos el mayor ya había pensado bien en donde iría a meter a Gevanni.
No podía cambiar de profesión dado su título de enseñanza pero nadie dijo que no podía cambiarlo de grados ni de ambiente.
Su problema fue que estuvo en una escuela llena de adolescentes hijas de magnates y ex reinas de belleza.
En esta escuela estaría con simples niñas hijas de personas normales sin ninguna dote extra de belleza además de ser menores a lo que él ya estaba acostumbrado.
A estas niñas les faltaba la gracia que a sus antiguas alumnas les sobraba incluso si su desarrollo por tardío le recordaba anhelo por una ninfa pero era un pensamiento parado cuando miraba esas facciones que las acompañaban y ninguna era merecedora de halagos como a sus antiguas musas.

Suspiro.
Esta melancolía lo acabaría.

Queriendo distraerse se levantó y empezó a andar entre las hileras de pupitres echando una mirada a todo arte primerizo de los jóvenes aunque inconscientemente estuviera buscando la piel de porcelana, la cabellera bonita y los ojos grandes entre una marejada de solo piel sin cuidado extra, cabellera dejada a su suerte y ojos pequeños como característica principal de la población en ese país.

De verdad que Rester había tenido cuidado.
Lo estrangularía con sus propias manos tan pronto lo viera.

Finalmente lo encontró entre las filas de en medio, cerca de la ventana.
Era acosado a preguntas por una niña que pintaba divino como si hubiera nacido con un pincel en la mano; tierna pero de apariencia simple para su gusto exigente, con dos coletas y vistiendo un conjunto rosa pastel con zapatos guinda.
Nada llamativo.

Fue el chico quien en verdad lo atrajo.
Vestía un cárdigan gris que le venía grande con una playera blanca por debajo y un pantalón de vestir negro además de sendos zapatos. Un vestir muy formal para un niño de su edad que lo acercaba todavía más a su sueño acerca de un muñeco. Además del encantador detalle del chiquillo jugando con un mechón de su cabello.
La expresión de este era neutra a su parecer pues solo podía ver como no dejaba de mirar a su compañera que se entusiasmaba con su propia conversación donde el no participaba activamente más que para asentir cuando creía necesario.

Puede que jamás se halla fijado en los varones por considerarlos carentes de esa apariencia frágil.
Hasta que por fin halló al primer espécimen que parecía cumplir con todos los puntos en su lista de virtudes de ninfa.

La prueba de fuego.

Se encorvo a la altura de los niños provocando una reacción de espanto a la pequeña y nada en el albino que solo lo miró sin dejar de jugarse el cabello.

- ¿Puedo saber lo interesante?

El chico solo encorvó un poco la ceja mientras la niña, nerviosa, volvía la vista al frente mientras pasaba sus manos por la hoja.- Nada,  es solo que, como ni él ni yo somos de aquí, quise saber de donde era exactamente.

- Concéntrese en su trabajo, señorita…

Linda –Contestó la niña con una sonrisa de mil soles.

- Linda sigue tu acuarela, después interrogas.

Menos animada la niña asintió lanzando una mirada de soslayó a su compañero.
Esperó a verla trabajar con el pincel cuando se decidió a hablar ahora con el otro.
Noto que la hoja perteneciente al albino seguía en blanco.
Se acuclilló a su nivel notando como este desviaba la mirada a la ventana aledaña produciendo una holeada de ternura en él por tan tímido que se mostraba.

- ¿Y tú? ¿Se puede saber porque no estás trabajando? Es dibujo libre. Puedes plasmar lo que quieras.

- Estoy ejerciendo mi libertad no dibujando nada.

La respuesta le supo a sarcasmo así que contestó a su vez.  

- ¿Y su nombre, señor libertad?

El niño se tomó unos segundos en los que suspiraba, descansaba su mano sobre la mesa y volvía su mirada a Gevanni.

- Nate Lawliet.

Era el nombre perfecto para este muñeco de carne y hueso.

- ¿Light Yagami?

Light levantó la mirada del suelo ante el llamado.
Otra vez en sus cavilaciones, debería poner un hasta aquí a su consiente si no quería llegar a tener un accidente.
Reconociendo al hombre que lo llamaba, se acercó a saludarlo.

- Sí, soy yo. Usted debe ser Shuichi Aizawa.

El nombrado sonrío por el acierto mientras estrechaba con firmeza la mano de Light provocando en él un ligero escozor por lo duro; empezaron a caminar después de haberse despedido de la recepcionista que atendía en la planta baja.- Así es. Ven, acompáñame al elevador. Me temo que deberé llevarte directo a tu lugar de trabajo, la visita guiada tendrá que ser fuera de horario laboral. Verás, estamos a final del mes y todos los departamentos están entregando reportes así que una intromisión no les dará gracia.

- No hay ningún problema.

Había dos elevadores; uno para subir y otro para bajar esto con la finalidad de evitar congestionamientos.
El de entrada, por la hora, estaba vacío mientras que el de salida traía a los mensajeros.

Subieron al correspondiente. Una vez la puerta se cerró después de que  Shuichi presionará el botón, continuó.-  Tu padre me dijo que acabas de llegar de Londres con tus hijos después de tu separación.

“Papá te arrancare ese bigote” Un ligero tic asomó en el rostro del castaño pero se esforzó por ocultarlo.- Si, como verás es una cuestión muy personal…

- Y por eso lo dejaremos de lado. Light no quiero ser severo en tu primer día aquí pero espero que las inconsistencias de tu vida personal las mantengas lejos del área laboral.

La interrupción sin embargo no amedrentó a Light. Más bien lo llevó a sus tiempos en el trabajo cuando se le reconocía por estricto y frío.
Hasta que llegaba cierto inglés y le derrumbaba el teatrito.
Quiso pegarle a la pared.
- Puedes estar tranquilo Shuichi. No recibirás ninguna queja respecto a mi trabajo y menos una interferencia en el cumplimiento de este.

- Soy amigo de tu padre y por ende tuyo pero te recuerdo que en este caso también soy tu superior así que háblame como debes.

- Le hablare como tal, señor Aizawa.
 
- Bien, es un comienzo. Sé que tu integración a Japón es reciente así que te puedo dar un poco de tolerancia en cuanto al trabajo de este mes pero de ahí no habrá misericordia.

- No lo necesito, en serio, señor Aizawa, puede contar conmigo en plena capacidad.

- Esas son grandes palabras, Light.

- Y mis actitudes más.

Lo último casi le saca una sonrisa a Aizawa pero supo encubrirla. Llegaron a un piso lleno de cubículos y Aizawa dejo que Light saliera primero del elevador.

Este es planificación y compras –Dijo cuando llegó a su lado. Light observaba todo: Desde la instalación misma hasta los empleados que no se percataban de su presencia. Como Shuichi le advirtió todos estaban ocupados con la entrega de material de fin de mes.- No deberé darte una instrucción precisa dada tu experiencia previa. Todos los datos que necesitas los encontrarás en tu cubículo.

- Por supuesto, señor Aizawa.

Caminaron hasta un cubículo en medio de la gran sala y Light dejo su portafolio a un lado. Observó las hojas de cálculo puestas antes en su escritorio. Con una sonrisa pequeña volvió a mirar al mayor.- Pensé que era más trabajo.

El de barba asintió.- Lo es, solo que por tu experiencia no lo notas. Escucha dado que ya te estas ganando mi estima deja que te de un consejo.

- Por supuesto, nada me agradaría más.

¡MATSUDA! –Grito Shuichi de repente provocando un ligero susto en Light que alzó sus hombros por la impresión.

Y un hombrecito vino corriendo del otro extremo de la sala con un montón de papeles entre manos además de un café. Apenas podía verse entre ese montón de carpetas.- ¿Si, señor Aizawa? –Asomó su rostro tras esa torre dejándose ver no solo un hombrecillo si no uno joven con una sonrisa que parecía ser fácil.

Aizawa puso su mano sobre el hombro de Light provocando que este volviera a verle pero aquel seguía mirando al recién llegado.- Quiero que conozcas a Light Yagami, tu nuevo compañero, Light este es Touta Matsuda.

El nombrado hizo malabares para poder desocupar sus brazos hasta que se le ocurrió dejarlo todo sobre el escritorio de Light que no hizo ninguna observación a esto estando más concentrado en la expresión de hartazgo que ponía Shuichi ante la incompetencia del otro. Ya libre Matsuda le ofreció la mano a Light.- ¡B-bienvenido! Espero podamos trabajar juntos.

El castaño no pudo menos que corresponder el saludo- Gracias, es un gusto.

Su superior volvió a arremeter.- Light como puedes haber adivinado ya este es todo mi consejo: Lo que haga Matsuda NO lo hagas.

Matsuda solo pudo frotarse el cuello avergonzado y Yagami no supo que decir en consuelo teniendo en frente a su jefe. Aizawa por su parte dio media vuelta y agrego algo mientras se iba.- Soy tu superior pero no directo. El jefe de tu departamento es otro. Habiendo aclarado todo esto paso a retirarme; ten en mente mi consejo.

Claro… -Contestó en baja sin molestarse en ser escuchado por el otro que ya se iba. Volvió a mirar a Matsuda.- Escucha, no sé realmente como seas pero no creó que seas tan malo como te describe. Tu imagen conmigo sigue sin mancharse. Me pareces alguien agradable.

Touta, que seguía consternado por lo presenciado, seguía frotándose el cuello hasta escuchar a Light. Como un interruptor volvió a mostrarse tan emocionado como cuando llegó.- ¿En serio? ¡Gracias! ¡Tú también pareces agradable! –Extendió los brazos como si estuviera dispuesto a darle un abrazo al de ojos castaños pero en cambio lo que consiguió fue tirar la torre de papeles que traía minutos antes además del café que cayó justo encima de ellos.

Se quedaron unos segundos en silencio mirando el desastre de papeles y café derramados sobre la alfombra ocasionando murmullos de compañeros que andaban cerca.

Hasta que Matsuda se animó a hablar.

- … ¿Mi imagen sigue limpia?

- La tuya si pero la de la alfombra no tanto.

Alguien debía advertirles que el jefe estaba en su oficina al final del pasillo. Oficina con paredes de cristal por las que podía ver que al menos una cuarta parte de los empleados estaban como idiotas viendo el desastre.

Rechino los dientes a la par que se levantaba de su escritorio de caoba haciendo a un lado la gran silla giratoria en la que estaba sentado.
Quiso dar beneficio para que corrieran los desubicados que atinaban a verlo pararse delante de los cristales como fiera que espera a que sus presas no lo adviertan.

Los que lo notaron se fueron pisando en blandito esperando no azuzar más a la fiera. Dejaron a Light y Matsuda solos que seguían viendo la mancha como si en algún momento fuera a secarse.

Al jefe esta actitud no le tomaba por sorpresa cuando se trataba de Touta, empleado inútil que tuvo que adherir a su equipo de trabajo tras perder una apuesta con el resto de jefes de departamento. A este ya lo tenía sentenciado por la misma incompetencia.

Al nuevo no lo conocía, ni siquiera había leído su solicitud ni visto su foto. En medio de una junta atareada le informaron del nuevo integrante pero eso lo tuvo sin cuidado hasta ahora que comprendía que solo podía esperarse otro inútil.

Rabiando todavía más, sintiéndose víctima de las bromas del resto de jefes, abrió la puerta de su oficina y apresurándose a llegar donde, ahora por fin, hacían algo con la mancha.

Light había tomado unos pañuelos que guardaba en su maletín y limpiaba la mancha mientras Matsuda recogía los papeles ahora inservibles en tanto se deshacía en disculpas.- N-no sé qué me paso, es solo que estoy nervioso y haberme tomado un café cargado no mejoro nada. Siento que tu primer día aquí sea un desastre por mi culpa. Con el trabajo que de por si tienes ahora comienzas tarde por mi causa.

El simplemente negó, con una ligera sonrisa para tranquilizarlo como hacía antaño con sus compañeros más nerviosos. Sabía que debía contar con sus compañeros en los peores momentos como fechas de entrega por lo que debía portarse lo más comprensivo con estos.- No te preocupes. En verdad. Esto no significa nada para mí, el trabajo no es tanto como lo hace ver el señor Aizawa.

- Lo será muy pronto.

La voz a sus espaldas hizo a Matsuda levantarse de repente. Light no tuvo que pedir explicaciones y se levantó pero sin la misma rapidez que el otro. Entonces se volvió a ver a quién sería su jefe el cual se vio muy sorprendido cuando lo vio pero no lo tomó como algo verdaderamente importante.

- Buenos días, disculpe que no le de la mano es solo que ahora mismo estaba limpiando el café. Soy Light Yagami.

El jefe solo lo miraba sin lograr articular una palabra hasta que consiguió pasar saliva adecuadamente y lograr sonreír como nunca hacía.- Mikami Teru, tu jefe. 

Notas finales:

¡¿De nuevo aquí?! ¡¿No tuvieron suficiente?! ene

Mentira.
Gracias por leer y por los reviews que se que me dejarán.

¡¿VERDAD?! 

Hasta luego, nenes.


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