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Me enseñó a vivir por Lemniscata

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Notas del capitulo:

¡Holi!


Mi ánimo no estaba para este capítulo en particular, así que lo destroce y lo volví a unir antes de entregarlo. No tengo beta, así que quizás tenga unos DEDAZOS (es con z, ¿verdad?), no duden en decirme. J


¡Feliz Navidad por adelantado!


Estos días han sido una mierda y esta historia es mi escape… bueno, uno cuando las cosas no se desbordan demasiado. Así que, mi estimado/a lector/a. Este capítulo va dedicado a ti, especialmente la última parte <3


 


¡Disfruten!

Capítulo IV: Superar no, ignorar.


 



“La memoria del pasado no redimía el futuro,


como él se empeñaba en creer”


Gabriel García Márquez



 


Todos los años, hacían una junta en verano, normalmente en agosto, para celebrar los cumpleaños pasados, reunir a la familia y contar las nuevas buenas. Harry, Teddy, Andrómeda y Alioth no pertenecían exactamente a la familia de los Weasleys, pero de todos modos eran invitados a estas fiestas. Aunque lo normal habría hecho esas visitas en La Madriguera, Fleur tenía demasiados mareos y náuseas por su temprano embarazo como para moverse a cualquier sitio por magia o sin ella. Por ello estaban en El Refugio. Era un día agradable, así que luego de instalar la carpa que serviría para hospedar a todos los invitados, las mujeres se habían encargado de hacer la comida, los niños a pasearse por allí y Harry con todos los tíos solteros a poner las protecciones para que ninguna fuera a tirarse por el acantilado o pegarse con una punta de la mesa.


 


Poco a poco más gente empezó a llegar. Antiguos compañeros de Hogwarts, gente que había sobrevivido a la guerra, incluso familia de los Weasleys que solo había visto en la boda de Bill, pero que lo saludaban como si lo conocieran de toda la vida. Avasallado por tanta persona que se le acercaba con adoración, aún cuando había pasado casi una década de la derrota a Voldemort, decidió entrar a la casa. En la sala estaban sentados Alioth, Teddy y Victoire jugando con algún producto marca Weasley que si perdían les explotaba en la cara y les hacía tener partes de animales. Sabía que Alioth y Teddy iban a mantenerse lejos de las masas para no tener conflictos y aquello le causaba alivio y pena en partes iguales, no era justo para Alioth. Pero desde pequeño había aprendido que con solo su presencia, lograba que las personas se molestaran.


 


Se dirigió a la cocina donde Molly estaba despachando los bocadillos mientras Angelina reía contenta haciéndose cargo de las sopas y contando los últimos chismes de los que se había enterado en Sortilegios Weasleys. La mujer mayor que lo había tratado como un hijo apenas lo vio, lo sacó de allí, tratándolo de inútil en lo que se refería a la cocina, así que buscara otra cosa que hacer. Pero no había nada que quisiera hacer. No quería charlar con Ron, Seamus y Dean sobre el último partido, porque hace tiempo que el quidditch no le interesaba y con su mejor amigo solo había tenido que asentir, negar o fruncir el ceño para permitir que la conversación continuara. No quería ir con Hermione que charlaba demasiado emocionada con Percy y Bill sobre algún asunto espinoso del Ministerio o de Gringotts. Tampoco se iba a acercar a Neville que parecía tener una conversación íntima con Andrómeda de la cual no quería saber ni por asomo. Y no quería acercarse a Luna por el simple hecho de que ella siempre había sido capaz de ver más allá de lo obvio y lo que menos quería era preocupar a los demás. Así que decidió quedarse pegado en una mesa, medio escondido, comiendo de los canapés y dulcecitos que iban apareciendo, bebiendo zumo de calabaza, deseando que el día terminara al fin.


 


Harry no pudo aguantar por mucho tiempo más y, silenciosamente, se adentró en la casa de nuevo, pero esta vez fue directo al baño. Se lavó la cara varias veces, hasta que sintió que se desdibujaba y se perdía junto al agua por la cañería. Apoyó ambas manos en el lavatorio y respiró hondo, intentando calmarse. Levantó un poco la vista y se observó en el espejo. Demacrado. Estaba jodido. Su cuerpo tembló, anunciándole un sollozo y solo atinó a agarrarse con fuerza a los bordes de cerámica. Su magia se iba a desbordar de nuevo. Él se iba a desbordar de nuevo. Cerró los ojos para no seguir mirándose e intentó pensar en otra cosa, recitar algún tonto poema, recordar la forma de la habitación de los niños, recrear algún cuento que les había contado.


 


Pero no estaba funcionando.


 


Se soltó al fin y mientras se dejaba caer en el suelo de cerámica, observó sus nudillos volver a recuperar el color. ¿Por qué tenía que ser así? Hundió el rostro entre sus rodillas, abrazándose a sus piernas con fuerza como si así pudiese mantener todo dentro de sí. Por supuesto, no funcionó. Los sollozos se volvieron frecuentes y estaba aterrado con la idea de que alguien entrara y lo viera en ese estado. Tenía tanto miedo…


 


La puerta se abrió con un chirrido. Se aferró más a su cuerpo, esperando alguna pregunta incómoda, algún grito de horror suprimido. Empezó a temblar más. No quería la lástima de nadie.


 


Sintió una mano posarse en su hombro, aquella acción le tomó de improviso y levantó la vista. Frente a él y en cuclillas estaba Draco, se veía ligeramente preocupado, se mordía el labio inferior como si no supiera muy bien qué decir o hacer y tenía los ojos fijos en él. Por alguna razón agradeció que de entre todas las personas que habían en la casa, fuera él quien lo encontrara así.


 


—¿Quieres que llame a alguien, Potter?


 


Harry negó en seguida y miró sus manos, no podía parar el temblor y solo atinó a entrelazarlas para calmarlas un poco. Draco se levantó y extendió una mano hacia él para ayudarlo a ponerse en pie. A Harry aquello le trajo un recuerdo de hace años, de cuando todavía se sentía como en un sueño al enterarse de que era mago y podía estar lejos de los Dursleys por una buena temporada. Esa vez no había querido estrechar su mano, pero ahora las cosas eran diferentes. Se agarró a ella como a una tabla salvavidas y se levantó.


 


—¿Quieres salir a dar una vuelta? —preguntó con cuidado el rubio, como si no estuviese seguro de su propuesta. Harry solo asintió.


 


Bajaron hacia la playa que se formaba entre los riscos, por el otro lado de la casa, así no serían vistos. Harry no estaba seguro si ese camino había sido a propósito o no, pero se lo agradeció. La playa, como era natural, no tenía arena de aquellos paisajes paradisíacos, solo miles de piedras corroyéndose por culpa del viento y el mar. Allí se formaba un sonido extraño, casi un silbido, pero era agradable. Quizás se asemejaba a las películas de terror que Harry había visto obligado con Dudley, pero aquí era especial, era tranquilizador. Porque aquí podía explotar.


 


Draco fue hasta una roca plana y tomó asiento sobre ella, Harry fue hasta su lado, siempre mirando el mar. Ninguno habló y cuando Harry quiso hacerlo sintió todo subiendo desde su estómago, se tiró hacia un lado y vomitó allí, una, dos, tres, no supo cuantas arcadas fueron hasta que sintió el estómago vacío. Durante todo ese tiempo, Draco no se movió, más bien, se le había acercado y había apoyado una mano en su espalda.


 


—¿Mejor? —cuestionó algo preocupado, de nuevo se estaba mordiendo el labio.


 


—Sí… Gracias.


 


—No me agradezcas a mí, yo solo esperé a que terminarás. Además, alguien bajará en algún momento y pisará tu mierda —mencionó con tono jovial, pero seguía jugueteando con su labio.


 


—Supongo es una buena broma…


 


—Uhm, Potter… ¿Quieres intentar algo? Quiero decir, no sé muy bien qué te pasa, pero no me vayas a engañar con lo de mucho trabajo o que algo te sentó mal. Nada de mentiras, ¿correcto? Pero el que no podamos mentir no significa que tengamos que decirnos la verdad, ¿cierto?


 


—Supongo tienes razón.


 


—Perfecto. No preguntaré qué te pasó, pero podemos hacer que tus pensamientos se dirijan hacia otro lado, ¿te parece? Cuando era pequeño y pasaba algo malo, mi madre me obligaba a hacer una búsqueda del tesoro. Luego de un rato hasta olvidaba lo que me tenía mal. Acá no hay mucho, pero podemos hacer esto.


 


De entremedio de una de las rocas cercanas sacó una caracola pequeña y blanca. Tomó la mano de Harry y le hizo extendarla para poner aquella pequeña cosa en su palma.


 


—Nos vamos a tomar una media hora para encontrar de estas, ¿sí? El que encuentra más, gana. ¡Ah! Pero sin magia.


 


Apenas dijo eso, Draco se levantó y saltando por sobre las rocas se puso a buscar, Harry sonrió al verlo en esa actitud tan infantil, nunca habría creído que Draco Malfoy estaría metiendo las manos en la tierra y las rocas para recuperar pequeñas caracolas y que, peor aún, estuviese haciendo todo ese show solo para animarlo. Cerró los ojos, respiró hondo y se levantó también para dar de su parte. No podía dejarse vencer por sus pensamientos.


 


Media hora después volvieron a encontrarse, en una roca alejada a la que él había vomitado. Draco estaba sudado y el flequillo se le pegaba en la frente, además de estar todo enterrado y con la mitad de los pantalones y zapatos mojados. Harry suponía que debía estar en condiciones similares, pero él toda su vida había estado así, por lo que era un espectáculo ver al rubio tan fuera de órbita.


 


—Muy bien, Potter, cuántas agarraste. No cuenta la que te di, por cierto. —empezó con un brillo en los ojos que lo hizo reír. Harry extendió la mano y mostró seis caracolas, eran de diversos colores, pero todas pequeñas. Tomó la más blanca y la guardó en su bolsillo.


 


—Tengo cinco, ¿tú? —Draco tenía una expresión agria en el rostro cuando mostró su mano, en ella solo habían cuatro.


 


Harry palideció apenas vio el número, empezó a hiperventilar y se sintió mareado. Se iba a desmayar. Le iba a dar un ataque cardiaco. Se estaba muriendo y no podía hacer nada. Los oídos le zumbaban, su corazón latía a mil por hora, los pulmones le dolían porque no podía llevarles aires y veía todo borroso y doble. ¿Por qué no desaparecía ese peso en su pecho? ¿Por qué no todo se detenía y ya? Sentía su magia alrededor suyo, como un escudo, como un caparazón. Sí, eso debió haber hecho hace tiempo. Porque solo si se escondía de todo no dañaría a nadie. Porque si él no existiera nadie estaría muerto. Porque todos estarían felices.


 


Volvió de golpe a la realidad cuando alguien gritó su nombre. Le costó procesar que era Draco el que estaba enfrente suyo, observándolo con verdadera angustia, ¿qué había pasado? Se sentía extremadamente cansado, como si alguien hubiese drenado toda su energía. Cuando levantó la mano para quitarse el sudor que le impedía ver, se dio cuenta que estaba llorando. Eso lo desbordó más y tal como un río que ha tenido una represa por mucho tiempo, dejó salir todo, aferrándose a Draco. Qué patético era, las dos últimas veces que no había podido más, había sido con ese hombre.


 


El rubio lo arrastró hacia una zona más plana y se mantuvo callado mientras Harry se iba reponiendo. Cuando al fin dejó de sollozar, miró con vergüenza a su antiguo némesis que miraba distraído el oleaje, como si nada de lo acontecido hubiese sido cierto. Harry se obligó a limpiar sus gafas y respirar hondo, le debía una explicación, lo sabía.


 


—Es el cuatro… —susurró, en un principio sintió que su voz se había perdido con el viento, pero pronto notó los ojos grises del otro fijos en los suyos—. Yo… Yo no sé por qué… Pero después de la guerra no puedo ver ese número…


 


—¿Por una fecha especial o algo? —Harry negó, respiró hondo. Era algo que ni siquiera le había contado a sus mejores amigos.


 


—Cuando todos estaban atentos a los juicios, aproveché de escaparme varias veces al Londres muggle solo. Solía ir a un pub, bebía hasta que ni siquiera podía pronunciar mi nombre y me iba a casa. Entonces conocí a una chica. Trabajaba en uno de los lugares a los que iba… Empecé a esperarla o llegar más temprano para verla. Era muggle, por supuesto y la verdad es que no esperaba que esa relación avanzara demasiado —Harry se agarró las manos, apretándolas con fuerza—. Un día bebí demás y terminé en su departamento. No sé qué hablamos, pero me prestó un libro de leyendas y mitos japoneses. Ah, su familia era de allá. Como sea, los días pasaron y los juicios se volvieron más demandantes, necesitaban de mí siempre. Así que leía esas historias en el tiempo libre… Entonces llegue al número cuatro.


 


—¿Shi? ¿Verdad? Por lo que recuerdo, los asiáticos del oriente tienen problemas con ese número, no solo los muggles…


 


—Sí, bueno, al principio solo fue una curiosidad, pero a medida que pasaba el tiempo yo… Solo no podía estar en una reunión de solo cuatro personas, no podía ver cuatro cosas juntas. Cuando Alioth y Teddy cumplieron cuatro yo constantemente pensaba en que tenían 5 años menos uno… Para ese entonces lo podía controlar así, pero ahora… Ahora todo se transforma… —terminó por susurrar, abrazando sus rodillas y apoyando la barbilla en sus rodillas.


 


—¿Te molesta la muerte porque te sientes responsable de ella? —la pregunta le tomó por sorpresa, pero de todas formas asintió.


 


Draco se levantó y se puso enfrente de él, tapándole la vista del mar con su silueta, se veía serio, más serio de lo que nunca lo había visto. Por un momento pensó que le tiraría la maldición asesina y disfrutó que su final ya no estuviera en sus manos. Pero pronto se obligó a pensar racionalmente y le mantuvo la vista a ese chico, Draco Malfoy no haría algo tan estúpido.


 


—Sé que la has pasado mal, Potter. Esta no era nuestra guerra y terminamos en medio. Sangre pura, sangre sucia, mestizos, squibs. Todos estábamos en el mismo costal de mierda. Tú no eres responsable de la muerte de otros —Draco apoyó su índice en su frente, justo donde estaba la cicatriz que Voldemort le había hecho de bebé—. Ellos te hicieron su símbolo. Tú sólo eras la esperanza. Pero no te define. Tú no mataste a tus padres, ni a Diggory, ni a tu padrino, ni al profesor Dumbledore ni siquiera al Señor Tenebroso. Solo eras un crío, ¿entiendes? No debes culparte de nada, porque nada fue tu culpa…


 


—Pero ellos confiaban en mí, ellos y muchos más. Por algo Teddy es huérfano, por algo el padre de Luna está encerrado en San Mungo… —se quedó callado al sentir que un sollozo le cerraba la garganta.


 


—No, Harry… —Draco lo observaba con verdadera pena—. Nada de eso define lo que eres. ¿Recuerdas que les conté sobre cómo obtuve el núcleo de mi varita? Bueno, también soy el portador de esto —se levantó la túnica, dejando ver la Marca Tenebrosa—. Ni lo uno ni lo otro me definen. No somos personas completamente buenas ni completamente malas. Son las razones de nuestras acciones las que nos definen. Lo mismo para ti. Salvaste a muchas personas y, lamentablemente, no pudiste salvar a todas, pero no debes culparte por ello, ¿entendido? Puedes encontrarte con el hombre más puro del mundo, que no ha matado ni siquiera a una mosca, pero a mirado al lado ante una injusticia y no por vestir de blanco y nunca haber hecho algo malo es bueno. Harry, si lo que necesitas es escucharlo, tú eres una buena persona, una grandiosa persona. Tuviste que vivir cosas horribles y ya es hora de que las dejes atrás y continúes, que avances...


 


Harry asintió, sintiendo el calor de la mano de Draco sobre su hombro. Quería seguir llorando, pero ya era hora de reponerse y volver. Se levantó y se limpió la cara con el dorso de la mano, Draco, por otro lado, se dedicó a tirar hechizo tras hechizo sobre su ropa hasta lograr dejarla impecable. Harry se le quedó mirando fijo varios segundos y cuando cruzaron miradas, el otro le sonrió. Una sonrisa de verdad, sin sorna, sin ironía ni burla. Por alguna razón se sintió avergonzado y desvió su mirada hacia el acantilado. Mientras subían para volver a reunirse con los demás invitados, Harry trataba de convencerse que el sonrojo en sus mejillas era por el ejercicio,


 


Apenas se adentraron a la carpa, Draco se desvió hacia su tía, nunca hablaban mucho, pero parecían lo suficientemente cómodos en la compañía del otro como para mantenerse así. Harry habría querido encontrar un escondite de no ser porque Ron lo agarró antes de huyera y se lo llevó con el grupo con el que hablaba. Una botella de cerveza muggle bien fría terminó en sus manos y mientras daba sorbitos, iba escuchando la acalorada discusión, intentando entender qué tema era el que estaban tratando.


 


—¡Te estoy diciendo que eso es imposible! —decía Ron.


 


—Mira, es lo que todos vimos, ¿verdad, Dean? Eran tres dementores sobre el squib. Aún no entendemos cómo un grupo llegó hasta él y se quedó allí hasta darle el beso, pero eran tres —Seamus, después de la guerra, había sido auror, al igual que Dean.


 


—Pero si van en grupo es porque alguien los está mandando, ¿no? —mencionó Hermione, diciendo lo que todos pensaban, pero nadie se atrevía a decir—. Y, lógicamente no es el Ministerio.


 


—Podría serlo, atacaron a Harry cuando en su verano antes de quinto, ¿cierto, Harry? —preguntó George—. Alguien pudo mandarlos contra el pobre squib.


 


—Pero ese hombre no hacía nada que lo podía vincular a algo, vivía normalmente. Incluso en la guerra se mantuvo escondido y neutral, no podría tener represalias —siguió Ron.


 


Harry dejó de prestar atención un momento de la conversación. Se sentía cansado después de las dos pequeñas explosiones de magia y necesitaba chocolate para recuperarse. Pero la cocina estaba al otro lado de la tienda y no tenía ganas de charlar con nadie, así que se quedó mirando su botella de cerveza, las pequeñas gotas que escurrían y humedecían su mano. La alzó y le dio un buen sorbo. El sabor amargo llegó de inmediato y se obligó a no hacer una mueca mientras tragaba. Cuando volvió a bajarla, se fijó que había creado espuma, joder, nunca podía conseguir empinarla sin provocar un montón de espuma.


 


—Creo que están persiguiendo a alguien —una voz dulce y cantarina vino de su lado, trayéndolo de nuevo a la conversación. Se giró lo suficiente para ver a Luna, que tenía su eterna sonrisa en su rostro—. Alguien que no quiere ser encontrado y los dementores no saben buscar así, solo van.


 


Se produjo un silencio y todos miraron a la chica. No había vuelto a cursar Hogwarts cuando se reabrió, quizás por los recuerdos, quizás por alguna criatura extraña que sólo ella conocía. Después de eso se había dedicado a viajar, últimamente con un tal Rolf que era bien simpático y, por lo que decía Hermione, era descendiente de un escritor famoso o algo así, no estaba seguro.


 


—¿Pero a quién buscarían, Luna?


 


Ella se encogió y sonrió, susurrando algo muy parecido a “nargles”, por lo que los demás le dejaron de prestar atención y siguieron con el tema un poco más antes de desviarlos a otras cosas referentes al Ministerio y al duro trabajo de cada uno. Harry, lógicamente, se apartó de inmediato, con la excusa de que iba a buscar algo para picar, acercándose a una de las tantas mesas de donde sacó un emparedado. No se dio cuenta que la chica de Ravenclaw le había seguido hasta que la escuchó decir su nombre varias veces.


 


—Es una pena, ¿verdad? Ellas están tejiendo sus telarañas y cada vez son más apretadas. Papá estuvo mucho tiempo así, nunca supe cómo logró deshacerse de ellas —el chico se movió incómodo, sin saber muy bien de qué hablaban—. Alioth me contó que Draco está viviendo con ustedes. Es algo grandioso, Harry. Él también está lleno de telarañas.


 


Dicho eso, la chica se retiró a su buscar a su pareja, moviéndose como si estuviera en un vals que solo ella conociera. Luna era definitivamente extraña. La siguió con la mirada y observó que la pareja se acercaba hacia donde estaban Draco y Andrómeda, se presentaban mutuamente y luego comenzaban  a charlar. Draco no parecía tener problemas en las charlas civilizadas, no como él. No se veía incómodo o intimidado, sonreía cortésmente e incluso soltaba alguna risa por algún comentario de la chica. Desde donde estaba no podía escuchar de qué hablaban, pero le habría gustado estar allí, ver a Draco de otra manera. Tragó saliva y fue por su mejor opción: los niños.


 


El resto de la tarde estuvo con ellos, contando cuentos, jugando, haciendo hechizos para su diversión. Poco a poco todos fueron durmiéndose y Harry, con ayuda de Draco que en algún momento se le había unido, los fueron a acostar. Ahora era el turno de los adultos y mientras Ron y George hacían gala de sus fuegos artificiales, todos se iban acomodando en mantas. Ya no había carpas que los cubriera, solo el cielo estrellado y a lo lejos, el sonido del mar.


Harry terminó una de las del fondo, con la peor vista y más cercana a la casa. La gente que se consideraba mayor y ya no estaba para esos trotes se había entrado, así que estaba solo en la manta, estirado boca arriba, mirando parte de la fachada del Refugio y parte del cielo. Iba a cerrar los ojos cuando notó por el rabillo que alguien se sentaba. Giró un poco la cabeza y observó a Draco. Se veía mucho mejor que hace unas semanas atrás, cuando había llegado. Su cabello se veía blanco bajo la única luz de la luna, su piel de marfil, sus rasgos angulosos. Era alguien guapo si te gustaba cierto tipo de belleza. Miraba el cielo, con las piernas estiradas y una enlazada sobre la otra otra. Los brazos apoyados hacia atrás, permitiendo esa postura recostada. Había estado toda la fiesta con una camisa con mangas largas, procurando que en cada movimiento la Marca no se viera, en casa esa preocupación no era tanto. Los niños no habían preguntado nada, Andrómeda no había dicho nada y él… él no lo creía correcto. Ahora mucho menos después de que lo consolara en la playa.


 


Soltó un suspiro y observó a los demás, cada uno estaba metido en su propio mundo, besándose, abrazándose o simplemente acurrucados y hablando. Pero Harry y Draco no harían algo así, ¿verdad? Se fijó de nuevo en él, no se había movido demasiado, parecía disfrutar de la brisa marina que removía sus cabellos cortos. Negó para sí, él no quería que Draco se acurrucara contra él, le susurra o lo besara. No, no, claro que no, es solo que estaba cansado, muy cansado… Se hundió más en su puesto y se giró en su posición, hacia el rubio, pues era de donde se podía ver más que la oscura maleza y la puerta trasera. Este pareció notar el escrutinio y lo miró.


 


Draco se veía siempre tan calmado, se veía siempre dueño y de la situación. Lo hacía odiarlo un poquito por ello, odiarlo a la vez que lo envidiaba. Él también quisiera que sus emociones no lo dominaran siempre hasta el punto de hacer un desastre. Cerró los ojos para dejar de perderse en los del rubio y se enfocó en su respiración. Inhalar. Exhalar. Inhalar. Exhalar. Estaba en ello cuando sintió unos dedos fríos sobre su mejilla. Ahogó la respiración y la retuvo en sus pulmones. Los dedos deslizaron un mechón de cabello detrás de su oreja y luego bajaron lentamente por su cuello, apenas acariciando con la yema de los dedos. Su pulso estaba a mil, ¿por qué estaba tan nervioso? Aún sintiendo el cosquilleo en su piel, se quedó inmóvil varios minutos más antes de atreverse a mirar. Draco había recuperado la postura y parecía tan calmado como siempre. Harry optó por ponerse boca arriba y dejar escapar un suspiro. Eran demasiadas emociones por un día.


 


Contó exactamente sesenta segundos después y se giró, Draco estaba más recostado, con los antebrazos apoyados en la manta y la vista fija en él. Harry se sonrojó al verse descubierto, pero no pudo evitar sonreír. Draco también lo hizo, no era como ninguna sonrisa que le había visto antes, con doble intención, con burla, ni siquiera era sarcástica. Era pequeña, pero real. Completamente real. Draco Malfoy le estaba correspondiendo con una sonrisa real. Se giró de nuevo y se enfocó en el cielo estrellado. Se sentía avergonzado y a la vez tan feliz, era extraño sentirse así por Draco.


 


—¿Cuál es Draco? —preguntó de la nada,


 


—¿Disculpa?


 


—La constelación, ¿dónde está Draco? Ya sabes, el dragón, esa que da tu nombre.


 


El chico parecía confundido, pero volvió a sonreír al entender. Se apegó a Harry, costado a costado y con suavidad tomó su diestra, haciendo que extendiera el dedo. De este modo figuró lo que se suponía era un dragón, susurrando las palabras contra la oreja de Harry, acariciando con el pulgar el dorso de su mano. Harry podía sentir su calor. Estaba avergonzado y ni siquiera veía al jodido dragón, ni siquiera prestaba atención. Su mente solo estaba en un lugar: Draco Malfoy.


 


Como un niño, se dejó arrullar con las explicaciones del otro. Del mito que se formó en torno a la constelación, de los militares que vivieron con tal nombre. Incluso anécdotas estúpidas de su infancia producto de tener un nombre que decía mucho para alguien tan pequeño. No supo cuándo terminó de hablar, pero sí tuvo claro que fue porque se durmió y que Draco jamás dejó de hablar. Por primera vez después de tanto, no tuvo que recurrir a pociones, ejercicios, cigarrillos o sexo casual para tener el cuerpo tan agotado que lo obligara a dormir.

Notas finales:

Espero hayan AMADO esa última parte. En este fic vemos TODO desde el lado de Harry, así que no podemos tener ni idea de lo que piensa Draco de Harry. Pero ESO FUE AMOR PURO ASHDJASKDNASI vale, la autora ha vuelto, jajaja. Mucho amor para ustedes, tengan unas lindas fiestas y nos vemos para este nuevo año (que ojalá sea muuuuuuucho mejor).


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