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Between Angels & Insects Edited por urumelii

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Notas del capitulo:

wow, los once capitulos mas dificiles de mi vida XD

 

Después de mil años y una re edción por fin llegamos al final de esta historia, fue una montaña rusa esto. Pero amé el resultado, originalmente había mas tragedia pero me di cuenta que no funcionaba así. 

 

Esta historia la concebí totalmente como pelicula de acicón dominguera y resultó mas que eso, espero jajaj

 

gracias por acompañarme en estos largos años en esta historia, los que la leyeron hace poco y los que la siguieron desde el principio. Es extraño decirle adiós toamndo en cuenta que es la unica historia que no tiene sexo desmedido (?) 

En fin, de nuevo gracias por su paciencia y espero les guste: Les presento el ultimo capitulo

 


 


 


Aoi abrió los ojos, estaba seguro que estaba muerto, aunque no sabía con seguridad qué se suponía que había después de que un ángel moría. La inmensa oscuridad que lo rodeaba no era una de esas cosas que hubiera imaginado, pero ahí estaba, flotando con las alas replegadas, flotando. Flotaba en medio de la nada sin saber si estaba cayendo o ascendiendo o simplemente estaba ahí suspendido en el aire. 


 


Se preguntó si así estaría por toda la eternidad, solo, flotando. Aquel debía ser su castigo por haber fallado su misión, por haber dejado que las voces dentro de Reita ganaran la batalla, por haber muerto junto a Uruha. Sintió una punzada en el estomago al recordad al demonio castaño e inútilmente se giró para buscarlo. Se dio cuenta que aún poseía total movilidad de su cuerpo, pero no podía desplazarse con facilidad. Uruha no estaba. 


 


—Lo siento —fue todo lo que dijo. Su voz resonó como un eco a través de la oscuridad. 


 


Quería echarse a llorar, no sólo por haber perdido a Uruha, sino ser el causante de la destrucción del mundo, por no haber podido salvar nada. Ni a su hermano, ni a su cuñada, ni todos los ángeles que se habían rebelado contra el cielo. Se sintió terriblemente arrepentido de haber pasado su vida cazando demonios, cuando en realidad no eran sus enemigos, volvió a sentir el dolor de Uruha al perder a Sakito y sintió el dolor de haber perdido a Tora. Finalmente dos lágrimas rodaron por sus mejillas. 


 


Fue en ese momento cuando sintió que su cuerpo cedía ante la gravedad, comenzaba a caer y muy rápido, por mero instinto trató de sacar las alas, sin embargo estas no respondieron. ¿Volvería a morir o seguiría cayendo por la eternidad? Cerró los ojos, pero no pasaron más de dos minutos cuando cayó estrepitosamente sobre tierra firme. Una luz destellante filtrados aún con sus ojos cerrados. 


 


Los abrió sin moverse, dejando que sus manos reconocieran el terreno sobre el que había caído, era pasto, fresco. El cielo azul despejado lo recibió, aquella era La Luz que lo había deslumbrado, parecía ser mediodía. Escuchó a lo lejos el cantar de los pájaros, el río correr, las hojas mecerse con la ligera brisa. No hacía calor, no hacía frío, parecía estar en el punto perfecto de equilibrio en el mundo. 


 


Se incorporó pensando que cada parte de su cuerpo sentiría dolor, pero no fue así, se sentía renovado, enérgico incluso. Miró a su alrededor encontrándose en lo que parecía ser un enorme jardín. Observó que había varios animalillos corriendo por ahí, a varios metros de él se encontraba el río que había escuchado y su lado, con sus ojos cerrados, profundamente dormido en un pose que podría ser casi angelical, estaba Uruha. 


 


Se abalanzó hacia él sin pensarlo, el castaño respiraba acompasadamente, un amago de sonrisa se dibujaba en su rostro. En paz. Con el dolor de su corazón lo zarandeó suavemente para tratar de despertarlo. 


 


El castaño abrió lentamente sus ojos, robándole un suspiro  de alivio al ángel. 


 


—Yuu —pronunció Uruha pesadamente—. ¿Qué pasó? —se incorporó, el otro le dio espacio para hacerlo—. ¿Dónde estamos? 


 


—Esperaba que tu me lo dijeras —sonrió de lado. 


 


—Morimos —dijo recordando lo que había pasado—. Fallamos —torció la boca. 


 


Aoi asintió levemente. 


 


—No fallaron —una voz resonó en todo el jardín, no parecía tener genero, ni  edad, tenía un tono neutro que no parecía ser severo ni dulce. 


 


Ambos se quedaron estáticos. 


 


—Hicieron lo que estaba en sus manos, lo intentaron. Por eso no fallaron —siguió la voz—. Esta es su recompensa. 


 


Se miraron sin entender. 


 


—El ángel caído y la llave del Apocalipsis. Han sido recompensados por vivir su amor y no dejarse vencer. 


 


—Espera —dijo Aoi levantándose—. ¿Quién eres? —su voz tembló, alzaba la vista tratando de entender de donde provenía. 


 


—Tengo mucho nombres, muchas vidas. Aoi Shiroyama has cumplido tu deber y te has ganado el jardín del Edén.  


 


Se volvieron a mirar, Uruha siguió a Aoi, tomándolo fuertemente del brazo. 


 


—Gracias —dijo el demonio alzando una ceja—. Pero…¿y los demás? El mundo…Sakito, Shou. 


 


—¿Por qué si han ganado el mejor regalo les preocupan los demás?


 


Aoi tomó la mano de Uruha—. Era nuestro deber ayudarlos —dijo como si fuera obvio. 


 


—¿Sólo lo hacías por ser tu deber?


 


Uruha fue quien negó.


 


—Después de tanto, ¿no merecemos una segunda oportunidad? El mundo, los demonios y los ángeles. ¿Cómo puedo disfrutar algo cuando sé lo que se perdió para lograrlo?


 


Aoi se sentía de la misma manera, no era que no agradeciera estar ahí, en un lugar que transmitía toda La Paz que jamás tuvo en su vida. Pero parecía un final triste y ruin, aún estando a lado de Uruha. No creía merecer una recompensa así, si no podía estar a lado de las personas que le importaban para celebrarlo. Si sabía que no había podido salvar a la humanidad. 


 


—¿No les importa estar juntos? En el mundo serían perseguidos por su amor maldito. 


 


Uruha volvió a negar—. Después de todo, podríamos empezar de nuevo, podríamos intentarlo, sin miedos. 


 


—¿Prefieren regresar?


 


Ambos se miraron con miedo en los ojos. Regresar significaba volver a sentir dolor, seguir luchando, sentir que. No lo volverían a lograr, tener el peso del mundo sobre sus hombros, pero si tenían esa decisión. ¿No sería lo mejor? Sus manos se estrecharon fuertemente, ambos sabían la decisión del otro, era la misma, lo sentían en el corazón. 


 


—Vayamos a patear traseros —dijo Aoi. 


 


Uruha sólo atinó a asentir. 


 


La luz del sol del jardín comenzó a hacerse más brillante, tan rápido que cegó a Aoi por completo. Podía aún sentir la mano de Uruha aferrada a la suya y sintió un fuerte dolor en el abdomen cuando la luz se apagó. El cuerpo del demonio castaño estaba debajo de él, respirando agitadamente. 


 


Habían regresado a la iglesia. Uruha iba a decir algo pero Aoi negó, lo que fuera que estuviera pasando, nadie se había percatado de que seguían vivos. Podía escuchar el relinchido de varios caballos, las trompetas sonando en el cielo, pero no podía ver más allá de donde se encontraban sin llamar la atención hacia ellos. 


 


Y entonces lo vio, parecía ser un enorme monolito de piedra, pero horrorizado se dio cuenta que era un ángel. Un enorme ángel parado a un lado del cuerpo desfallecido de Reita. Tan sólo era uno, eso le devolvió la esperanza, aunque debía medir más de tres metros, mas de veinte, estaba seguro. 


 


Sin embargo, era el único que habas logrado cruzar, que ellos estuvieran vivos debía haber interrumpido el proceso. Reita no parecía estar en ese extraño trance, simplemente yacía inconsciente en el piso. 


 


Aoi invocó su espada, sintiendo que su cuerpo se recuperaba a una velocidad extraordinaria, estar cerca de Uruha hacía que sus poderes se amplificaran. Sus sentidos se agudizaron, escuchó incluso el latir del corazón de Kai, a pesar de estar inconsciente entre los escombros de las bancas. Se alivió sabiendo que sus amigos estaban bien. 


 


Detrás de las puertas de la iglesia, escuchó el sonido de dos espadas chocar, Miyavi estaba peleando con alguien, pero el arcángel era su menor preocupación, si alguien podía sobrevivir a toda esa locura era él. Se dio cuenta que ambos habían regresado apenas unos minutos después de haber perdido el conocimiento. 


 


—No sé pelear —dijo Uruha en voz muy baja—. Pero te cubriré, tienes que matar a ese ángel. Trataré de hacer que Reita reaccione —se aferraba a sus camisa con ambas manos. 


 


—Bésame —fue todo lo que Aoi respondió. 


 


Chocaron sus labios, y el fuerte chirrido de antes volvió a escucharse en toda la iglesia. Ya no estaba temblando, ni lloviendo, sin embargo la tierra pareció estremecerse con ese beso. Aoi entendió que ese chirrido eran los insectos gritando de dolor, por alguna razón, aquella demostración de amor parecía ser la causante de su muerte. 


 


El ángel de veinte metros no parecía haber notado lo que estaban haciendo, parecía estar viendo a lo lejos como las pequeñas criaturas caían muertas por alguna causa desconocida. 


 


Aoi pasó su brazo debajo de la cintura de Uruha acercándolo tanto a él como le fue posible. El chirrido se intensificó; al mismo tiempo que el ángel sintió como sus heridas terminaban por curarse y la energía fluía por su cuerpo en torrentes de luz. Uruha cruzó sus piernas en su cintura, acercando sus cuerpos, rozando ambas caderas en un sutil vaivén. 


 


La luz cayó como un rayo, seguido de un estruendo parecido a un choque, aún así no se separaron. Siguieron besándose, profundizando el beso, descubriendo en medio de ese caos. Las trompetas pararon y el relinchado de caballos sonaba como uno de angustia mas que de euforia. 


 


—¡Se están curando! —Aoi escuchó tan a lo lejos, que no estuvo seguro si de verdad era capaz de oír voces en el campo de batalla o el sabor de Uruha en sus labios lo estaba haciendo alucinar—. Los demonios, los ángeles que combaten con ellos, ¿qué vamos a hacer, Hyde?


 


Las nubes rojas comenzaron a dispersarse, y por un momento Aoi entendió que lo lograrían, al mismo tiempo que chocaba su cadera contra la de Uruha robándole un suspiro que sonó como al mismo cielo. El jardín del Edén no tenía comparación con el sonido que acababa de proferir el demonio debajo suyo. 


 


Sin embargo fue suficiente para que el enorme ángel se diera cuenta que seguían vivos. Antes de que los otros dos pudieran hacer algo, levantó la pierna y empujó el altar haciendo que saliera volando con ellos dos encima. Aoi, vio todo con precisión, fue capaz de tomar a Uruha entre sus brazos y saltar el altar impidiendo que los aplastara contra la pared. 


 


—Son ustedes los que impiden que mis hermanos despierten —sonaba a cien voces, de mujeres, hombres, niños y ancianos—. Mueran de una vez —movió la mano para tratar de aplastarlos, pero Aoi sacó las alas para elevarse en esa iglesia sin techo, aún con Uruha en los brazos. 


 


Un haz de luz cruzó la iglesia, dandole a Aoi de lleno. Sus alas desplegadas en su totalidad, eran más grandes, ya no eran blancas, resplandecían y brillaban como si estuvieran hechas de hilos de oro. Cada pluma, resplandecía de forma imposible generando un reflejo hacia otras partes de la iglesia. Pronto el brillo pareció cobrar vida propio, pues soltó la energía suficiente que hizo que las paredes cayeran a su alrededor. 


 


El espectáculo llamó la atención tanto de los ángeles que se encontraban en el pasillo como los mismos  contrincantes en el campo de batalla. En El Centro estaban ellos dos, abrazados, rodeados de luz ante todo el ejercito de ángeles y demonios quienes había dejado de pelear entre ellos para admirar lo que estaba sucediendo. 


 


—¿Qué está pasando? —dijo Kyo abriendo mucho los ojos, el brillo que despedían las alas lastimaba sus ojos pero no podía despegar la mirada. 


 


—Son alas divinas —explicó Miyavi—. Cada ángel tiene un par de alas normales a menos que haga algo especial para ayudar a la humanidad gana alas doradas y se convierte en algo más que un arcángel. Nunca había visto unas alas completamente de oro —dijo sorprendido a su visión, sus propias alas tenían destellos dorados, pero no se asemejaban ni un poco a las de Aoi. 


 


—Un ángel desterrado —dijo Sugizo a su lado—. Es ahora o nunca. Aoi tiene que matarlo. 


 


—Lo hará —dijo Kyo sin chistar. 


 


Aoi suspiró sabiendo que todos lo miraban e incluso el ángel desterrado desataría su furia contra él. Su única oportunidad era Uruha. 


 


—Trata de romper el puente de Reita —le dijo al oído—. Yo distraeré a este cabrón. 


 


—Algo se me ocurrirá —Uruha se mordió un labio.


 


Se despegaron a regañadientes, sabían que debían separarse para poder lograr algún avance, aunque juntos habían demostrado ser más fuertes. Esperaban que su lazo resistiera lo suficiente. Uruha abrió las alas para volar hacia Reita cuando el sonido de admiración de todos a su alrededor le llamó la atención. 


 


Al contrario de Aoi, él no tenía alas blancas, siempre habían sido negras. Al menos hasta ese momento que el haz de luz parecía iluminarlo a él también, sus alas seguían siendo del color del ónix, pero de igual forma brillaban, como diamantes violetas en medio del cielo de color rojo que luchaba por tornarse azul. 


 


El ángel desterrado movió su brazo hacia el demonio tratando de darle un golpe, pero Aoi se atravesó blandiendo su espada. 


 


—Tu oponente seré yo —sonrió—. ¡Ve!


 


Uruha voló directo a Reita a una velocidad que no se creyó capaz. Tenía una idea de que hacer pero no sabía si resultaría. El chico rubio estaba inconsciente boca abajo, lo tomó por los hombros volteándolo, su rostro tenía una extraña mueca en la cara, como si se hubiera pasmado. Respiraba muy irregularmente y era difícil escuchar los latidos de su corazón, aún si era capaz de escucharlos sin acercarse a su pecho. 


 


Sintió a alguien removerse a su lado, se giró bruscamente dispuesto a defenderse cuando vio al sacerdote a su lado. Se movía con dificultad, pero tenía la suficiente fuerza para caminar. 


 


—No sé qué pasó, pensé que estaba muerto —le explicó sonriendo ligeramente—. La hormiga me partió las costillas, me aplastó y de repente podía moverme de nuevo, respirar. 


 


Uruha torció la boca—. Si bueno, nos ha pasado a todos —le dijo mirando de nuevo a Reita—. Tenemos que despertarlo, sellarlo, algo. —miró hacia arriba donde las alas doradas de Aoi se movían a una gran velocidad, sin embargo el gran tamaño del otro ángel lo hacía casi invencible—. Tengo una idea, ayúdame. 


 


Kai asintió tomando las mejillas de Reita entre sus manos, el chico estaba helado, permanecía con los ojos muy abiertos sin parpadear y parecía tener la quijada desencajada. 


 


Uruha miró a todos lados buscando algo que pudiera serle útil, cuando el ruido de un impacto lo distrajo. El ángel desterrado había logrado tomar a Aoi y estrellarlo contra el piso. Su primer instinto fue moverse y ayudar a su pareja única, cuando notó que su cuerpo no había recibido ningún impacto, no le dolía nada, como si Aoi no se hubiera lastimado y lo confirmo cuando el ángel se levantó como si nada, aún con expresión insolente. 


 


—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló volando de nuevo a la altura de su cara. 


 


Si Uruha no había nada, aquel combate podría durar para siempre. Los ejércitos comenzaban a removerse una vez más, dispuestos a seguir peleando, tenía que intentar algo rápido. Encontró un pedazo de vidrio y se lo llevó a la palma pero fue detenido por Kai. 


 


—¿Te volviste loco? Yo mismo vi lo que tu sangre le provocó, no estarás pensando ayudarlo así —le dijo con miedo en la voz. 


 


Uruha se hizo una cortada en la palma, mirando rápidamente arriba para ver si avi reaccionaba pero seguía peleando contra el enorme ángel. 


 


—Yo ya no soy la llave —dijo acomodándose cerca de Reita, apretando la palma para hacer que la sangre escurriera, dejando caer gotas de esta en la boca del rubio. Después de hacerlo beber se recargó junto a él, tratando de transmitirle la energía suficiente para que reaccionara. 


 


Kai abrió la boca sorprendido de como el cuerpo de Reita parecía curarse de las heridas. Aunque la mueca de sorpresa permanecía en su rostro, su boca se cerró de golpe. 


 


—¿Qué eres entonces? —preguntó con miedo. 


 


Uruha sonrió mirando a Aoi. Sus enormes alas reflejando la luz, encajó la espada en la garganta del ángel desterrado, haciendo que la tierra volviera a moverse violentamente. 


 


El cielo parecía revolverse con grandes nubes negras que aparecían en sus superficie. La lluvia cayó como un torrente de agua, Kai esperó que volviera a arder como la lluvia anterior, sin embargo esta se sentía fresca incluso como una extraña caricia en el cuerpo. 


 


El sacerdote alzó su vista hacia los demás, los ejércitos, donde algunos caían muertos por causa de la lluvia, otros simplemente se arrodillaban ante el espectáculo que estaba dando Aoi. Se giró de nuevo y pudo ver a Kyo y a Miyavi acercándose con los ojos muy abiertos, en medio de ese vendaval podía ver a la perfección gracias al brillo de las alas de Uruha y de Aoi. 


 


—Deja que acabemos con el mundo y todo lo que quieras será para ti —dijo el ángel desterrado en un eco lastimoso. Lo había herido con la espada. 


 


—Este mundo no te pertenece. Nadie más volverá a tener la decisión de acabar con él —la voz de Aoi resonó en todo el lugar, incluso aquellos que se encontraban en lo más lejano del campo escucharon su voz claramente—. Se les dio la posibilidad de decidir y tomaron la incorrecta. Los ángeles seguirán protegiendo a los humanos y los demonios a la tierra. Reconstruiremos este mundo a partir de tus cenizas. 


 


—¿Quién te has creído, maldito ángel caído? —desafió el otro—. No eres nadie junto a mi, nadie te seguirá. 


 


Aoi sonrió de lado. 


 


Reita cerró los ojos, convulsionándose nuevamente. Kai se giró hacia él. 


 


—Resiste —le dijo Uruha en el oído, el cuerpo del rubio se tranquilizó—. Cierra el puente —acarició su cabello y la cicatriz en la mejilla de Renta comenzó a desaparecer. 


 


—¿Qué demonios? —dijo Kai sin poder creerlo.


 


—Aquí se acaba tu vida —Aoi alzó la espada. 


 


—No es posible —dijo el ángel desterrado llevándose una mano al estomago de donde salía luz, parecía como si fuera a estallar—. No tienes esa clase de poder. Nadie puede cerrar el puente —se giró hacia Uruha—. Tu eres una simple llave. 


 


La cicatriz de Reita desapareció por completo, comenzó a toser con violencia. Uruha no apartó sus manos de él, pero fue Kai quien abrazó al rubio para reconfortarlo. 


 


—Yo soy el principio —pronunció Uruha. 


 


—Y yo soy el final —completó Aoi. De su espada salió un chorro de luz que dio directo en el pecho del ángel desterrado. 


 


La Luz envolvió con rapidez a enorme ángel y cuando por fin se apagó, no había nada, mas que la lluvia que caía con fuerza, limpiando la sangre del campo de batalla, llevándose los cuerpos de los traidores, las heridas. Nadie se movió hasta que las nubes de la lluvia desaparecieron, el cielo se iluminó con la fuerza del sol.


 


Uruha dejó a Reita con Kai y caminó hacia Aoi, quien descendía verticalmente. El sacerdote abrazó con fuerza al rubio, quien despertó finalmente. 


 


—¿Qué pasó? —dijo Reita asustado. 


 


—Se terminó —le contestó Kai sonriendo—. Ganamos. 


 


—Tu, te escuché hablarme. En medio de un caos, de ruido, de tantas voces. La tuya sobresalía, encontré el camino, gracias a tu voz —dijo Reita pero cuando iba a decir algo mas, los labios de Kai chocaron contra los suyos en un ligero beso. 


 


—Habrá tiempo —dijo el sacerdote. 


 


Uruha abrazó a Aoi, quien lo recibió rodeándolo fuertemente. Aoi tiró la espada al piso y rodeó a Uruha con ambos brazos. Sus alas ocultas en su espalda, esperó que pasara algo violento por su encuentro, pero todo estaba calmado de nuevo. Se separaron únicamente porque Miyavi llegó a su lado. 


 


—¿Y Gackt? —preguntó Aoi con seriedad. 


 


Miyavi negó, cargaba a Melody en sus brazos—. No lo logró, no sabemos qué pasó. Solo cayó muerto —explicó mirando a su mujer—. Pensé que no lo lograría pero empezó a respirar mejor después de que Gackt…


 


—Lluvia de purificación —dijo Uruha. Había regresado del Jardín del Edén con más conocimiento y sabiduría que antes, ya no eran solo un demonio y un ángel—. Se llevó la traición y a las almas que no merecían vivir. Como en el diluvio universal. 


 


Fue Kyo quien abrió muchísimo los ojos—. Lo vencieron, ¿cómo? —preguntó. 


 


Aoi se alzó de hombros—. Hicimos trampa —se rió, pero fue lo único que dijo—. En realidad fue más labor de Reita, él logró cerrar el puente. 


 


—¿Cómo? —insistió el otro. 


 


—Trampa —fue el turno de Uruha. Se giró, a lo lejos vio como Shou caminaba hacia ellos. Arrastraba la espada y como ellos estaba empapado. Uruha corrió hacia él, abrazándolo. 


 


Shou suspiró entendiendo que todo lo que había sentido en el campo de batalla había sido real—. Los demonios comenzaron a curarse, pero nunca lo llegué a sentir —dijo con hilo de voz, un hueco en el pecho. 


 


—Trató de defenderme —fue todo lo que Uruha dijo—. No podía curarse, él ya no estaba en este plano. 


 


—Dime que no fue en vano —Shou cerró los ojos con fuerza, tratando de aferrarse a una idea que le hiciera sentir menos la ausencia de Sakito. 


 


—No fue en vano —fue Miyavi quien contestó. 


 


El demonio lo miró, deshaciéndose del abrazo de Uruha. No había odio en sus ojos, solo infinita tristeza. Por un momento Aoi pensó que se le echaría encima al ángel, que las batallas continuarían entre los demonios y los ángeles, sin embargo Shou permaneció estático mirando a Miyavi. 


 


—En nombre del consejo y la asociación angelical, te pido una disculpa —Miyavi hizo una reverencia—. Tu gente y mi gente no están en guerra. Te ofrezco el pésame y mi palabra de que la muerte de Sakito será recordada como un acuerdo de paz entre nosotros, una promesa que jamás deberá romperse. De ahora en adelante te ofrezco que trabajemos juntos para sacar a este mundo adelante. 


 


Shou se dejó caer entonces, las lagrimas cayendo con libertad por sus mejillas. 


 


—Que así sea —dijo Kamijo detrás de ellos. Aventó el cuerpo sin vida de Hyde y sonrió. Se desvaneció después de eso. 


 


—Yo… —Uruha trató de decir algo pero no supo qué. 


 


Shou negó—. Reconstruye este mundo Uru, junto con Aoi. Muestrenles a todos que el amor es mas importante que cualquier disputa o malentendido —miraba la tierra debajo de él—. Protejan a la tierra y a los humanos, demuestren compasión por aquellos que han perdido su camino. Aún si ningún humano se ha enterado de esta guerra y para ellos solo fue un enorme desastre natural, guien a la humanidad para una restauración de paz —sonrió cerrando los ojos—. El amor es la energía más fuerte del universo, ¿no? Ahí es a donde vamos al final —su cuerpo se volvió ceniza que voló con el viento. Shou se había dejado morir para alcanzar a Sakito. 


 


Uruha lloraba pero no hizo nada por detenerlo, él hubiera hecho lo mismo si hubiera sido Aoi. 


 


Ryutaro se unió a ellos poco tiempo después, dándoles un reporte preciso de lo que había pasado en la batalla. Al parecer iban perdiendo hasta que una fuerza desconocida comenzó a curar demonios, algunos ángeles se arrepintieron de sus actos y sobrevivieron, los demás murieron con la lluvia. Incluso alguno demonios que no compartían la causa y solo habían asistido para ver el derramamiento de sangre. 


 


—¿Ahora qué? —dijo Kyo. 


 


—Comenzaremos a reconstruir este lugar —dijo Miyavi—. E iremos a la tierra a ayudar con los daños ocasionados. 


 


—Y después tomaremos vacaciones —dijo Aoi abrazando a Uruha—. Estoy harto del trabajo. 

Notas finales:

¿Que les pareció?

 

POdría tener un review por ser la ultima vez?? 

 

les recuerdo que pueden seguirme en mis redes sociales como sugarmeli en twitter, wattpad e instagram y encontrarme en facebook en mi pagina: https://www.facebook.com/urumelii/ 

comparto contenido interesante oknot jajajjaa pero si pueden saber de mis demás fics, cuando se actualizan, datos curiosos y así. 

Ahora que esto ha llegado a su fin es momento de The True Murderous Intent...


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