Capitulo 3
La travesía acababa de empezar y eran pocos los días que llevaban navegando. Se daba por hecho que, hasta llegar a su lejano destino, tendrían que pasar por muchos peligros y obstáculos, pero de momento el único inconveniente que habían tenido era una gran nebulosa verde de raras características. Dicha nebulosa no era nociva pero en ella se ocultaban ciertos pequeños seres con un nombre muy peculiar.
–Malditas lapas verdes –se quejaba Luffy, y no para menos, puesto que el capitán le había encargado arrancar todas aquellas lapas que se habían incrustado en la parte inferior del barco, una a una. Dicho de otra forma: ahora se encontraba sobre un andamio colgado desde la cubierta poniendo a cada instante todo su esfuerzo para vencer esos persistentes e infinitos bichos.
–Vamos chico, con mas brío –le dijo Shanks completamente tumbado sobre la tabla dándose un buen baño de rayos uva provenientes de sol que andaba cerca, excepto en la cara pues la llevaba cubierta por su sombrero–. Que a este paso no llegas a la hora de comer.
–Si tu me ayudaras...
–Si yo te ayudara...
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Mientras tanto, en el despacho el capitán, Mihawk discutía con su teniente y con el doctor el camino a tomar.
–Una vez llegados a este punto –señaló en el mapa–, navegaremos por la ruta del Cinturón de Asteroides y...
–¡Un momento! –se quejó el narizotas consiguiendo por enésima vez en esa mañana que los dos oficiales pusieran los ojos en blanco–. ¿El Cinturón de Asteroides? ¿Es que quiere matarnos? ¿No ha oído...?
–Lo he oído todo respecto al Cinturón, Profesor. No hay ningún peligro, es una ruta poco habitada por las supersticiones pero no significa que no sea segura.
–Pero...
–Además, la ruta no nos llevara atravesando el Cinturón sino que navegaremos cerca de él.
–A mi me parece una insensatez.
–Es lo mejor si quiere llegar al tesoro antes de que le salgan canas, Profesor –intervino el teniente Smoker–. Piense en esto como una forma de superar sus miedo.
–¿Miedo? ¿Porqué piensa usted que es miedo? –se aturrulló–. Lo que me ocurre es que tengo una grave enfermedad llamada “si voy por el Cinturón de Asteroides me muero”.
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Por otra parte, en la cubierta, un hombre rubio con los codos apoyados en la barandilla, pelaba un trozo te madera con un cuchillo y los restos volaban fuera del barco perdiéndose en el universo.
–Te veo entretenido –Law se apoyó de espaldas a la balaustrada, justo a su lado.
–¿Me sugieres algo mejor que hacer? –sonrió–. Ni tan siquiera podemos beber.
–Cierto. Ese tema lo llevo peor de lo que pensaba, ¿sabes? –se alzó de hombros con una sonrisa–. Y eso que soy el más abstemio de por aquí –hizo una pausa. Empezó a hablar en un tono serio, duro–. Oye, Marco ¿Porque te apuntaste a este viaje? Tu no eres avaricioso, ni te gusta ir de teatrero.
El rubio le miró de reojo al de las perlas. No le costó mucho entender de que iba esa pregunta. Continuó pelando la madera.
–Si te preocupa el que me eche atrás te diré que planeo que este sea mi último trabajo, por lo que me conviene tan poco como a ti que salga mal.
El moreno se rió entre dientes, más relajado.
–No me esperaba esa respuesta pero la verdad es que te pega.
–Tú piensas huir con Eustass ¿verdad?
Se le borró la sonrisa.
–Huir no sería la palabra exacta. Asentarnos muy lejos estaría mejor.
–Lo conseguiréis si se calma un poco.
–Eso es más fácil decirlo– dijo un algo molesto mientras se masajeaba el hombro–. A él, menos que a ti, le gusta este fingir, se enrabieta mucho. Pocas veces le he visto yo tanta ansias de matar.
–Yo diría que tú lo tienes peor que él. Bastante trabajo da hacer un papel como para que se le añada estar pendiente de una persona. No sé ni como consigues que se calme.
–Con maña y paciencia –contestó con segundos significados.
–Me alaga que me tengas confianza para contarme tus intimidades pero, de verdad, prefiero que te las guardes.
–Has empezado tú –dijo con simpleza. De repente su mirada topó con algo que estaba tras el rubio y su gesto se tornó receloso–. Mejor hablamos después, Marco, no me gusta que me miren mientras tengo una conversación agradable –se separó de la barandilla y abandonó a su compañero.
Marco, sin entender nada, giró la cabeza hacia el otro lado. Subiendo las escaleras hacía la popa se encontraban dos de los tres hermanos D. Monkey, concretamente los dos más mayores. Ambos cuchicheaban mirándole.
No es que la situación le agradara, pero él no era como Eustass, ni tampoco la cosa era para formar un numero. Si querían hablar de él pues que hablasen. Que él supiera, en ese mismo momento, no estaba haciendo nada malo.
Con toda la tranquilidad del mundo, Marco siguió arrancándole la piel a ese pobre e inocente trozo de madera.
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Momentos antes de que esto ocurriera Ace estaba tranquilamente en la popa, observando la estela de los propulsores y como a su paso dejaban las estrellas atrás. No habían pasado muchas cosas desde el desembarque, pero tener esa vista ya lo convertía en un viaje que merecía la pena.
–Ace.
–Ah, Sabo. Hola.
–¿Que?– le dio un codazo–. Luciéndote en popa.
–¿Hum?– su hermano señaló disimuladamente con la cabeza hacía atrás, y disimuladamente el pecoso miró hacia atrás, encontrándose con la pared. Entendió que debía levantar un poco mas la mirada y se topó con la ventana que daba al despacho del capitán, donde se podía ver perfectamente la espalda del teniente Smoker.
–Le he pillado, hace un momento no te quitaba ojo de encima. Lo tienes encandilado desde el primer día que te quedaste mirando su pecho de piedra.
El moreno se puso mas rojo que un tomate.
–¿Pero que dices? ¡Yo no hice eso!
–Pues será mejor que se lo expliques a él porque pareció que malentendió tus babeos –sonrió con malicia–. ¿O es que no te disgusta la idea de que vaya confundido?
–¡Claro que me disgusta! – dijo abandonado las escena y dirigiéndose a cubierta.
–Vamos Ace, no te enfades por eso – le siguió su hermano–. Siempre has sido tan evidente y torpe para estas cosas... Me hace gracia.
El pecoso hizo caso omiso mientras su hermano seguía hablándole hasta que se paró en seco justo delante de la escalera que daba a cubierta, haciendo que Sabo se chocara con él.
–¿Y ahora porque te paras?
–Ahí enfrente... esta ese... ¿como lo llamó el Profesor? Piloxiano ¿no? Cada vez que me lo encuentro me pregunto qué será eso.
–A mi también me da curiosidad... ¿Por qué no vas y le preguntas?
–Ni de coña ¿Qué pasa si es un insulto refinado que se ha sacado el Profesor?
–Que te arrancaría la cabeza de cuajo –dijo con sarcasmo–. Vamos, Ace. ¿Dónde está aquel hermano que no dudaba en meterse en bronca con tipos que le sacaban más de treinta años?
El pecoso le miró a los ojos, cabreado. Con Sabo por sacar a relucir su pasado así como así, con sigo mismo por haberse vuelto tan imberbe.
–Eres un manipulador asqueroso –dijo bajando las escaleras.
–Aquí te espero –le despidió simpático.
Ace anduvo unos cuantos pasos hasta rebasar la distancia con aquel hombre rubio.
–Hola...–le salió una voz débil y con gallos. Tosió para aclararse la garganta–. Hola – el otro le miró.
–Hola.
–Esto –se rascó el cogote mirando para para el suelo–Yo soy... El del otro día...
–Sí, Ace D. Monkey, el chico que empuje sin querer. Mis disculpas.
–No, si no importa, no era por eso. Es que.... veras, tengo una duda.
–¿Una duda? –tiró el resto de madera por la borda y guardó el cuchillo en la vaina del cinturón al tiempo que se apoyaba de espaldas a la barandilla, todo para hablar cara a cara con Ace sin tener que darle tortícolis; pero el pecoso lo interpretó como un gesto bastante agresivo–. Pues dime.
–Es que... no se si te hará gracia... Veras, es que cuando chocamos el Profesor te llamó por algo que no se lo que es, y era para ver si tu me lo podías aclarar. Pero no sé si es un insulto.
–Bueno, no te preocupes –dijo tranquilo–. En el ambiente en que me muevo más de una cosa me han llamado.
–¿Seguro?
–El que no parece seguro eres tú.
–Ya... bueno, te llamó... piloxiano.
Tras un corto silencio el rubio carcajeó.
–No te preocupes, no es un insulto, es un gentilicio, soy de Pilox.
–¿De Pilox?
–Es normal que no sepas de él. Es un sitio bastante alejado de aquí y de cualquier lugar, poco turístico. Su órbita va siguiendo un sistema solar trinario, uno de los pocos que existen. Sí consigues llegar sin morirte achicharrado todo el paisaje que veras sierras de volcanes en erupción junto con ríos y mares de lava.
–Vaya... parece un sitio duro de vivir. O de sobrevivir.
–Para los nativos no tanto –sonrió y se alzó de hombros–. Nosotros somos como nuestro planeta, cuerpos compuestos de fuego de arriba a abajo y de fuera a dentro.
–¿En serio? Perdona que te diga pero no lo aparentas.
–Bueno... –se rió un poco –. Ahora no estoy en mi verdadera forma, por eso no doy el tipo. Digamos que los piloxianos que se aventuraron a dejar el planeta no podía sobrevivir fuera de él. Somos capaces de cruzar el espacio por nosotros solos, pero si no tenemos cerca la fuerza de una estrella solar podemos pasarlo realmente mal. Así que mis ancestros crearon un genoma que les permitió evolucionar. Yo soy heredero de eso y por ello tengo ahora dos cuerpos, el que ves –se señaló así mismo –, muy parecido al de vosotros, los humanos. Y el considerado “de verdad” –paró de hablar un momento,el chico parecía muy interesado en todo lo que le decía–. ¿No te asustas?
–¿Hum? ¿Porque debería asustarme?
–La gente que ve a un piloxiano suele temerle por... –se pensó antes de hablar–. Ya sabes, por eso de que nos podamos trasformar en bestias de fuego y lo destruyamos todo.
–Bueno, tampoco es que parezcas que vas a estallar de un momento a otro –bromeó amable–. No te abrían dejado enrolarte. No sería práctico.
A Marco le impresionó la respuesta, no solo por el contenido sino por la sencillez con la que fue dicha. Su boca se curvó. Ese chico era, quizás, demasiado inconsciente.
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Desde una posición discreta, Marco y Ace eran observados por un par de tripulantes.
–Ese idiota no sabe la diferencia entre fingir y hacer de niñera –comentó Catalina.
–No seas tan dura.– saltó Teach con camaradería–. Marco siempre a sido así, ser antipático nunca estará en sus planes.
–Una cosa no saber ser antipático y otra muy diferente pavonearse. A que te apuestas que le hacer el truco de... ¡Oh! –resopló exasperada–. Ya lo hizo.
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Marco le mostró la palma de su mano derecha a Ace.
–Un... dos...tres... – con la izquierda chasqueó los dedos y como si de una orden se tratase se formó en esta una hoguera de fuego celeste con destellos amarillos.
–¡Vaya!– exclamó sorprendido e muchacho–. Es de verdad.
–Claro, ¿que te creías? –le dijo falsamente ofendido–. Pero este no es el el truco en si –rió–. Veras, los piloxianos podemos ver el alma de las personas con nuestro fuego, que se trasforma de color según quien lo toque.
–Ya –sonrió con suspicacia–. no pienso poner la mano en el fuego. Y no me refiero a una forma de hablar.
–No era ponerla en el fuego, hombre –rió amable–. Basta con poner tu mano bajo la mía, así cambia de color –vio que el joven dudaba–. ¿Tienes miedo?– le dijo un poco rentándole.
–Ya te he dicho que no– dijo un poco indignado. Volvió a mirar la mano ardiendo y comenzó a poner acercar la suya.
–Vaya, vaya – apareció Sabo–. Así que esto es un piloxiano.
Los otros dos miraron al recién llegado con cara de incógnita. Sabo se presentó con educación, cosa que hizo darse cuenta a Ace y a Marco que ellos no lo había hecho propia mente. Una vez respetadas las normas de cortesía, le contaron al hermano rubio sobre el planeta Pilox y su gente, así como porqué la mano de Marco estaba en plena combustión.
–Que interesante. Te importa si pruebo yo primero.
–Claro que no. De todas formas tu hermano no parecía muy echado para alante –bromeó y sintió la mirada afilada de Ace.
Sabo se acercó a Marco y colocó su mano bajo la del piloxiano.
–Vaya, se volvió azul eléctrico.
–Es es tu color – comenzó a explicar Marco–. Por el deduzco que eres un persona bastante intelectual y tranquilo e... intuitivo ¿Me equivoco?
–No, pero solo dijiste lo bueno – respondió burlón Ace por su hermano.
–Yo también te quiero – dijo apartando la mano.
–¿Vas a probar?– le ofreció de nuevo Marco al pecoso.
Ace se quedó el fuego celeste y dorado, no las tenía todas consigo en cuanto a pasar por eso. Pero...
–¡Alaa! ¡La mano le arde!!!– gritó Luffy desde la otra punta de la cubierta corriendo hacia ellos con estrellas en los ojos –¿No te duele?
–Eh... No.
–¡Como mola! ¡Encima es celeste! ¡Y dorada!
–Luffy, prueba a poner su mano debajo de la suya –le incitó Sabo.– ya veras que divertido.
–¡Si! –sin pensárselo puso la mano. Esta vez las llamas tomaron un color rojo intenso y desbocado. Los dos hermanso mayores se apartaron pensando que se les iban a quemar los rasgos faciales.
–Hiperactivo, optimista, te gustan los retos, impaciente e inconformista.
–Eso también podía saberlo yo sin fuego piloxiano –comentó el pecoso.
–Oye, Luffy –le dijo Sabo–. Ahora que lo pienso, ¿tú no estabas despegando las lapas del casco?
–Shanks se quedó dormido y aprobeché para escapar –parecía satisfecho de su travesura.
–Chico –le avisó Marco–, yo ya he navegado con Shanks y eso lo vas a tener que pagar.
–¡Pues que problema que no tengo dinero! –carcajeó victorioso mientras los otros tres le miraba escepticos.
–... Ace –le habló el piloxiano–. ¿Vas a probar?
Ace resopló. La verdad, no eran las llamas lo que le preocupaban, si no lo que el otro podía sacar de ellas, pero no parecía que su habilidad fuese muy indagadora, al menos no lo había sido con Sabo y Luffy. Además, él era el mayor de los tres, si los dos pequeños lo habían hecho el quedaba un poco ridículo quedándose atrás. De esta manera asintió y colocó su mano bajo la de Marco.
Entonces, sin saber muy bien como pasó, el piloxiano sintió algo al tocar Ace su mano. Si lo hubiera descrito dirían que fue como un calambre, pero tampoco tuvo un instinto de apartarse, más bien al contrario.
–Ahora es naranja.– dijo Luffy despertándole de su ensoñación.
–¿Que significa el naranja?– preguntó Sabo.
–También es un color muy enérgico –explicó un poco azorado–, aunque no tanto como el rojo. Eres alegre, muy comprensivo y...
–Regañón –apuntó Luffy –. También es regañón –bromeó, esperando risa de Sabo y de Marco y alguna queja de Ace, pero no llegó ninguna de esas cosas. Se dio cuenta, así, de que los tres miraban a su espalda. Marco incluso había apagado el fuego de su mano en ánimo de retirada.
Al girarse, Luffy, se encontró con Shanks, que le sonreía y le fruncía a el ceño. El cocinero el dio un capón con la mano robótica.
–¡Au! –se llevó las manos a la cabeza con las lágrimas saltadas–. Al menos hazlo con el de carne.
–Ya, ya. Menos quejas y más trabajo grumete –le agarró de la chaqueta igual que Smoker el primer día–. Vaya, Marco, así que tu numerito del fuego de color. No le hagáis mucho caso, niños. Tiene la misma fiabilidad que el horóscopo –volvió la cara a Luffy –. Y tú, chico, como no quites todas las lapas del casco te quedas sin comer.
–¿¡Qué!? ¡Pero si ya me estoy muriendo de hambre! ¡No puedo trabajar con el estomago vacío! –le hacía pucheros.
–Ah –le hizo una burla tirándose de su párpado humano–, ignoraba que ese fuera mi problema.
Eso fue un tocado y hundido para Luffy. En cuanto el pelirrojo lo soltó, corrió hasta le andamio para seguir quitando lapas como si la vida le fuera en ello.
–Impresionante – dijo Ace–. Lo tienes firme.
–No me hizo falta mucho tiempo para darme cuenta de que su estomago es su punto débil –se rascó detrás de la nuca–. Pero hablando de firmes, mejor nos dispersamos fingiendo que hacemos algo por el mundo porque ahí ya esta el simpático de nuestro capitán haciendo ronda.
–Es verdad– dijo Sabo– Bueno, ya nos veremos en la comida.– despidió con la mano.
–Hasta luego – se despidió también Ace.
Y los dos hermanos se fueron. Shanks miró a su compañero.
–Marco, no te encariñes mucho, no es buena idea –tras aconsejarle puso pies en marcha para irse pero...
–Señor Akagami – le llamó el rubio con cierto énfasis– Es mejor que mantenga ese consejo para usted.
–¿Hum? ¿Porque me dices eso? –preguntó, no entendía que la cosa fuera con él.
–Usted y el chico tienen el mismo color. No me refiero solo al rojo, también ha sacado el mismo tono, las mismas características. Decir que es casualidad es demasiado.
–Marco –puso una sonrisa amable–, Pilox es un gran planeta y los que habitan en el un gran pueblo, pero os fiáis demasiado de supersticiones y predicciones. No te dejes llevar por eso.
Continuará...