Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Jeho divoké oči (Ojos salvajes) por yue-sama

[Reviews - 852]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

hola! como estan?

aqui les traigo el ultimo especial de esta historia, espero les guste tanto como a mi.

feliz dia del amor y la amistad atrasado, pero de verdad lo quiero, gracias por el apoyo.

 

aqui el cpa.

 

Especial KB

 

—No podemos ocultarnos más, Mebuki… Ellos crecen. No, no podemos…

 

 

—Para, no hagas esto más difícil —pidió la mujer—. No me pidas separarme de mi niño…

 

 

La mujer lloraba contra el hombro de su esposo, ellos eran un matrimonio muy feliz, al menos hasta que la guerra intervino, y, tal como el resto, lamentaron lo que sucedió en el mundo, por ello, ahora tenían que enfrentar la separación de su familia, ya que ellos eran Betas y uno de sus hijos había nacido Omega… Aunque aún eran muy pequeños el aroma en él niño se hacía cada vez más dulce y el señor Haruno sabía que no podrían ocultarlo más.

 

 

De pronto, una pequeña pelirosa asomó la cabeza mirando a sus papás. Ella estaba enojada, estaba lastimada, tenía muchos sentimientos encontrados. No había pensado que, al regresar a su casa, después de una digna revolcada en el lodo que había dejado la lluvia en el prado, iba a encontrar a su hermanito llorando en el suelo oculto entre las sombras mientras escuchaba como sus padres se lamentaban.

 

 

Ella era Beta, tal como sus padres, pero su gemelo… estaba casi segura de que él no lo era, sin embargo, ella amaba a Bara, lo amaba tanto que dolía, le dolía verlo así. La conexión que ambos tenían —al ser gemelos—, le permitía sentir lo mismo que él, provocando que las lágrimas casi se acumularan en sus ojos.

 

 

Se limpió la cara llena de lodo y se acercó a sus padres, con sus ojos verdes brillando fuertemente y hablando de manera decidida.

 

 

—¡¡Cuando llegue el momento no me separaré de él!!

 

 

Pero el tiempo no perdona, y, cuando Bara presentó como Omega a una edad temprana fue imposible ocultarlo por más tiempo, las fuerzas Alfas no tardaron en llegar a la casa de los Haruno, y, ya que Sakura sabía que eso iba a pasar, no dudo ni en un segundo al ponerse ropa de Bara para oler como un Omega, dejando a su vez que su hermano la marcara con su aroma, después de todo, no era raro que los gemelos tuvieran casi la misma esencia.

 

 

Así, cuando Bara bajó las gradas pudo ver a los intimidantes Alfas que estaban en la puerta y se congeló por completo, miró a su madre llorar desconsolada y a su padre ser retenido con agresividad contra el suelo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a sollozar, quiso retroceder, pero los Alfas posaron sus miradas sobre él, ya que, aunque Bara no lo sabía, los Alfas era muy vulnerables ante un Omega que sollozaba en busca de protección.

 

 

Entonces, cuando el lindo Omega quiso correr, sintió un fuerte apretón en su mano y vio a Sakura colocándose a su lado, mirando al frente decidida y seria, provocando una mirada de curiosidad en ambos Alfas.

 

 

—Vamos… —susurró Sakura, luego le sonrió un poco y Bara sintió la confianza necesaria para seguirla.

 

 

—Sólo se nos informó de un Omega, no de dos…

 

 

—No he presentado como tal —dijo Sakura mirándolo a los ojos—, pero pueden olerme si quieren.

 

 

Al oír eso, ambos Alfas retrocedieron de inmediato, eran oficiales y esa niña descarada les estaba ofreciendo su tierno cuello para que lo olfatearan, ese era un acto de posesión y de confianza que no podía ser entregado tan fácilmente.

 

 

Bara enmudeció al escucharla, ahora entendía porque Sakura había hecho todas esas cosas raras. Sonrió con gracia, aguantándose las ganas de carcajearse. ¡Tenía la mejor hermana del mundo!

 

 

Finalmente, fue el Alfa más joven quién tuvo el valor de acercarse a olerla un poco, sin excederse, para luego asentir mirando a su compañero.

 

 

—Huele ligeramente, pero puede que presente en un futuro.

 

 

—Bien —dijo el otro—, así no tenemos que volver aquí.

 

 

Mebuki y Kizashi miraron como ambos eran etiquetados y no pudieron hacer nada más que abrazarlos con mucha fuerza y despedirlos. Por su parte, Sakura y Bara miraron a sus padres y en silencio caminaron hacia el carro de los oficiales, alejándose del que, hasta ese momento, fue su hogar.

 

 

En todo el camino no se habló, la tensión se sentía en el aire, pero los gemelos nunca soltaron sus manos. El Omega se recostó contra su hermana, esperando que pronto llegaran a la ciudad, y, que ahí, sus vidas fueran mejores.

 

 

*

*

*

 

 

Estaban a punto de cumplir 17 y su vida era dura, Bara miró a su hermana entrar al cuarto con el labio roto y corrió hacia ella, no podía entender como ese orfanato permitía ese tipo de tratos, no se preocupan nada por ellos. El Omega corrió hacia su hermana y la sostuvo, Sakura le devolvió una mirada cansada, después de todo, con el tiempo el brillo en su mirada se había ido apagando, y eso, le dolía.

 

 

Desde que llegaron a la zona Alfa y Omega habían sido transferidos a ese orfanato en espera de que cumplieran la mayoría de edad y pudieran valerse por sí mismos. Los malditos Omegas que vivían ahí eran los responsables de hacer la vida de Sakura una mierda, y, aunque Bara también soportaba su veneno, era en menor cantidad, sencillamente se la agarraban con la Beta al no olerla.

 

 

—Esas malditas ratas me emboscaron. No sé cómo demonios tienen tanta fuerza siendo Omegas.

 

 

—¡Oye! —dijo Bara un poco ofendido, pero Sakura sonrió levemente, y entonces, el Omega decidió curarla—. ¿Otra vez te golpearon por no olerte?

 

 

—Esos malditos piensan que soy una Omega imperfecta, que soy estéril o que se yo, ¡que no pertenezco a este mundo! Mierda, Bara —se lamentó—, creo que todos comienzan a sospechar de mi… no quiero que me deporten a la zona Beta. No puedo dejarte solo.

 

 

Bara la miró y sus ojos se cristalizaron, luego se acercó a ella, abrazándola fuertemente. Tiempo después, cuando dejó a Sakura dormida, salió de su habitación sintiendo su cuerpo pesado. Cuando se disponía a bajar las gradas miró como el grupo de Omegas que siempre los molestaban estaba al pie de la escalera y al verlo dejaron de hablar y de reírse, Bara se encogió y trató de pasar lo más rápido posible por ahí, pero fue empujado y gimió al ver que caería por las escaleras, sin embargo, la caída nunca llegó, en su lugar unas manos lo sostuvieron y luego una risa juguetona se escuchó. Él miró con miedo al Omega rubio, que, divertido, le dio unas palmaditas en el hombro.

 

 

—Ten más cuidado, pequeño Bara, puedes caerte por las escaleras…

 

 

Bara se soltó rápidamente y corrió escalera abajo, cuando no pudo correr más, se detuvo, encontrándose frente a las puertas de la cocina, en donde escuchó la voz de la directora del orfanato junto a la de la cocinera.

 

 

—¡Esa niña pelirosa no me da buena espina! Esa mocosa no es Omega —dijo con saña—. No voy a estar dándole de mi comida y acogiéndola bajo mi techo por más tiempo, llamaré a las fuerzas Alfa.

 

 

Bara se congelo, no podía ser cierto. Se tapó la boca sorprendido.

 

 

—¿Lo cree así, directora?

 

 

—Claro que sí. Esa niña lleva varios años aquí y nunca tuvo un celo, es obvio.

 

 

Bara retrocedió y golpeó una mesa, se maldijo por ser distraído, y al escuchar unos pasos venir, tuvo que correr de nueva cuenta para no ser descubierto. Ahora sentía su cuerpo completamente frío.

 

 

Cuando sus pulmones no dieron para más, dejó de correr, encontrándose en una calle desolada, de pronto, escuchó un sonido fuerte y rápidamente lo reconoció, eran balazos. Miró hacia todos lados buscando el peligro, su Omega estaba erizado, listo para tomar su forma animal y salir volando, sin embargo, un gruñido lastimero lo retuvo. Con todo el valor que no sabía que tenía, se fue acercando al sonido mirando a todos lados una y otra vez, cuando llegó a la última casa de ese barrio pudo ver a un Alfa recostado contra la pared, desangrándose, se le fue todo el color del rostro mientras se ponía pálido, pero aun así, se acercó rápidamente sin importarle nada, y no dudó en poner presión en la herida, el Alfa gruñó de dolor y lo miró fijamente, causando que Bara se cautivara al ver sus hermosos ojos negros mientras notaba que su cabello castaño estaba lleno de sudor.

 

 

—Omega —rugió y Bara enmudeció—, mi pierna —dijo casi sin voz.

 

 

Bara miró la pierna rápidamente notando otra herida de bala ahí, y, con lo poco que sabía de medicina —porque siempre le ayudaba a Sakura a curarse—, se quitó la camisa, mostrando su hermosa piel, y la rasgó para hacer un torniquete con ella mientras el Alfa aguantaba lo mejor que podía, segundos después, las manos temblorosas del Omega comenzaron a hacer presión en la otra herida, mirando lo pálido que estaba el hombre, a pesar de ello, sintió las grandes y frías manos del Alfa posarse sobre las suyas a la vez que su cansada voz le hacía ver algo que no había notado.

 

 

—¿P-por qué estás llorando, Omega?

 

 

Bara no pudo responder, tan solo negó suavemente.

 

 

Pasaron horas —o al menos así lo sintió el Omega—, hasta que escuchó unos gritos, y supo que venían por el Alfa, por lo que se tensó, pero el hombre pareció reaccionar abriendo los ojos y empujándolo levemente, Bara entendió, se levantó y con la piel desnuda comenzó a alejarse. Corrió rápidamente y cuando estuvo en una calle más habitada notó como varios ojos se fijaban en él y no era para menos, ya que iba lleno de sangre y a medio vestir, así que, cuando llegó al orfanato, fue rápidamente a bañarse.

 

 

*

*

*

 

 

Si le hubieran dicho que se volvería a encontrar con ese Alfa y que se enamoraría de él, no lo hubiera creído, el nombre de su Alfa era Koen, era parte de un clan yakuza, y, aunque podía parecer un hombre duro, Koen era amable con él y le quería, era tan dulce como la miel. Sin embargo, ahora lo tenía contra la pared mientras le gruñía al cuello, sometiéndolo.

 

 

—¡No! —rugió enojado—. ¡No lo harás!

 

 

—Necesito dinero, Koen —dijo Bara—. Por favor, déjame hablar con tu jefe, ¡de lo contrario sacaran a Sakura! ¡La deportaran!

 

 

—Pero…

 

 

—Por favor —rogó y Koen lo soltó.

 

 

Se miraron por un largo rato hasta que Koen asintió, después de todo, le debía la vida a su adorable novio, sin él, hubiera muerto desangrado, así que, se subió a su moto con Bara tras él, y con el pesar en su corazón lo llevó con su jefe, al lugar en el que sellaría su destino.

 

 

Por supuesto que Bara fue aceptado mientras que Koen, por su parte, siempre lo ayudó a crecer en espíritu y físicamente, claro está que, al principio, lo habían tratado de puta, pero poco a poco fue creciendo y ganando respeto. Koen se sintió orgulloso de él, cada vez se hacía un Omega más fuerte, y él, lo amaba cada día más.

 

 

Con el tiempo, Bara dejó de ser aquel niño miedoso, su vida con la mafia lo había cambiado un poco, y claro que, estar ahí con Koen le hacía las cosas más fáciles, ya que, sin él, dudaba que lo trataran con el mismo respeto.

 

 

De igual manera, su ingreso económico había mejorado y estaba a poco de tener suficiente dinero para comprar una casa y mudarse con Sakura.

 

 

Sin embargo, no todo es fácil en una mafia, Bara se perdió profundamente cuando Koen había sido hallado muerto, sin él todo se volvió difícil, todo se volvió gris y ya no tuvo motivos para sonreír. Habían hecho planes… planes que nunca se cumplirían. Matrimonio, lazo, hijos… Nada…

 

 

Koen simplemente lo había dejado atrás, y él se lamentó por mucho tiempo, su primer hombre y su primer amor, ya no estaba…

 

 

Se escondió del mundo y a su alrededor se formó un grueso caparazón, soportó lo mejor que pudo la mafia y endureció su carácter, aun cuando estaba débil por dentro y volaba durante horas en el cielo para dejar de pensar, para dejar de sentir, solamente mirando al horizonte y cantando tristemente.

 

 

A pesar de todo eso, hubo alguien que le dio confort, alguien que lo ayudó dentro de la mafia, ¿su nombre? Sai. Él nunca lo dejó desamparado, pues, estar en los Sabaku jamás fue fácil.

 

 

De esa manera, su vida siguió, y, tras unos meses, volvió a tomar un fuerte giro.

 

 

Ese día, entró al orfanato sonando su bolsa de dinero, contento por la gran cantidad de plata que llevaba ahí, siendo cada vez más real el pensamiento de mudarse de ahí con Sakura, sin embargo, toda su buena motivación se largó cuando vio como esos Omegas sostenían a su hermana contra la pared listos para darle otro golpe.

 

 

Rugió enojado y corrió hacia ese Omega rubio.

 

 

—¡Deidara! —gritó.

 

 

El Omega volteó a verlo de reojo, lanzándole un golpe a su hermana haciendo que cayera al suelo.

 

 

Entonces, Bara corrió y agarró a Deidara del cuello estampándolo contra la pared, el Omega chilló y se removió furioso mientras los otros se alejaban para dejar que las fieras pelearan entre ellas. Deidara le dio un codazo soltándose y Bara lo enfrentó agarrándolo del cabello y aprovechando para darle un fuerte golpe en la cara que lo hizo caer contra el suelo desorientado, luego, le dio una patada directo en las costillas dejando al rubio Omega tirado en el piso, y, aunque Bara estuvo a punto de escupirle encima, se contuvo.

 

 

—¡No vuelvas a acercarte a mi hermana! —rugió enojado—. ¡Ninguno de ustedes, imbéciles! —miró al pelirrojo y al otro, notando que ambos retrocedieron asustados mientras que Deidara sólo se encogía en el suelo por el dolor

 

 

Bara levantó su mirada hacia su hermana, notando lo sorprendida que estaba, quiso acercarse, pero un silbido lo sacó de sus pensamientos, por lo que volteó rápidamente notando a dos Alfas parados cerca de donde ellos estaban. Uno, sonreía con burla mientras que el otro miraba lo ocurrido aparentando seriedad, aun cuando era claro que ambos estaban por romper en carcajadas.

 

 

—El dulce Deidara fue vencido —dijo el más alto.

 

 

—¡Cállate! —gruñó Deidara—. Itachi, por favor —lloriqueó.

 

 

El Alfa de pelo azabache se acercó a Deidara y le pegó un zape en la frente para luego hablar.

 

 

—¿Y así quieres ser mi Omega? —dijo burlón y el rubio lo miró fijamente, entonces Itachi suspiró y cargó a Deidara, después le hizo una seña a su compañero Alfa y este acepto burlón, y, sin pena alguna, comenzó a reírse en la cara de Deidara.

 

 

—Ve con ellos Sasori, yo me encargare de esto…

 

 

Bara enmudeció cuando sintió la fuerte vibración en su pecho y miró incrédulo a ese alto Alfa. Tenía unos penetrantes ojos grises, y su cabello era azul, se podía ver que era un hombre hermoso y feroz, por lo que supo de inmediato que era un Alfa poderoso.

 

 

—Bien, Kisame —dijo Sasori.

 

 

Bara se puso enfrente de su hermana y el Alfa comenzó a caminar hacia él, analizándolo, pero el Omega no fue capaz de resistir, sus piernas comenzaron a temblar al olerlo, su aroma era una combinación de coco y algo más fuerte, se le hizo agua la boca, por su parte, el Alfa pareció perder el control de la misma manera y rápidamente compendio todo.

 

 

Estaba frente a su alma gemela.

 

 

Y, después de tanto tiempo de la muerte de Koen, comprendió que las personas podían tener su primer amor con una persona y luego encontrar a su alma gemela en otra…

 

 

Se sintió dividido y quiso huir, pero el Alfa fue más rápido y lo capturó, acercándolo a su cuerpo y provocando que ambos se perdieran en los ojos del contrario.

 

 

Cuando reaccionaron, el Alfa bramó suavecito, solo para ellos.

 

 

—Al parecer tengo que cobrarme lo que le hiciste a Deidara, pequeño Omega —sonó dulce a sus oídos y Bara gimió quedito, reaccionando.

 

 

Kisame tragó duro, levantó su mano y vio como el Omega cerraba fuertemente los ojos, quizás pensando que iba a pegarle, pero Kisame nunca lo haría, mucho menos cuando podía sentir la fuerte conexión que tenía con ese hermoso ser. En su lugar, su mano capturó el cuello del Omega acercándolo de manera arrebatadora hacia su cara y robándole un demandante y codicioso beso. Claro que Bara se derritió en sus labios, y Kisame, no pudo estar más orgulloso de ello.

 

 

—Nos vemos —dijo el Alfa cuando se separaron, echándose a correr y dejando atrás a un torpe Bara que acariciaba sus, ahora calientes, labios.

 

 

*

*

*

 

 

—Para… ¡umm! —gimió fuertemente mientras se sostenía de la mesa.

 

 

Su Alfa lo penetraba desde atrás, comiéndole el cuello con esos dientes afilados mientras él estaba por venirse. El crudo deseo le arrebataba la conciencia y más aún al tener el pene de su Alfa tocando su punto dulce, por lo que sintió mojarse mucho más. Sus pezones erectos rozaban su camisa, Dios, hacía calor y la ropa a medio quitar le estorbaba, pero, al parecer, Kisame había llegado a su casa solo para cogerlo.

Dios, ¿no había podido ser otro día? ¿Un día menos impactante para él?

 

 

La fuerte mordida que le dio en el cuello lo hizo gemir largamente viniéndose con fuerza, con Kisame rugiendo en su oído y erizando su cuerpo.

 

 

—¡Dime que tienes! —demandó, y Bara tuvo que hablar, después de todo, él estaba en un estado muy delicado y Kisame se había aprovechado —tan sólo un poco—, de eso, así que temblando le contestó con suavidad.

 

 

—Estoy embarazado, Alfa.

 

Kisame dejó de moverse, apretó las hermosas caderas de su Omega, y luego de un momento, reanudó las penetraciones con un suave golpeteo hasta que anudó a su Omega y le mordió el cuello rompiendo la suave piel.

 

 

Bara gimió y jadeó, dejándose aplastar por el peso de su Alfa, y, cuando el nudo bajo —después de varios minutos—, Kisame salió de él y lo cargó hacia el cuarto, lo limpió con cuidado y se metió en la cama con él.

 

 

Bara lo miró y se restregó contra él.

 

—¿Por qué no dices nada? —pregunto el Omega.

 

 

—Porque tengo miedo…

 

 

—¿Miedo?

 

 

—Nuestras vidas… Bara, tu y yo somos yakuzas, no debería ser parte de nuestra vida el tener hijos.

 

 

—¿Pero lo quieres, Alfa?

 

 

—Sí…

 

 

Bara sonrió con dulzura y se acurrucó contra él. El tiempo había pasado, ahora tenía 30 años y había vivido tanto con su Alfa, que, aunque bajo su piel y corazón se guardaba el recuerdo de Koen, había aprendido a amarlo.

 

 

Su hermoso Alfa…

 

 

Eran una pareja con altos y bajos, y no sólo por ser de clanes yakuza contrarios, ya que a veces peleaban por cosas pequeñas.

 

 

Su lazo se había creado varios años atrás y no se arrepentía, Kisame era un hombre con heridas, tal como las suyas, pero se complementaban de la mejor manera posible, y ahora, una cría crecía en su interior, y él, estaba feliz.

 

 

Al día siguiente fue directo al clan, varios lo saludaron y él devolvió el saludo, era un veterano después de todo, varios de los jóvenes lo admiraban, más aún al verlo combatir. Era simplemente tierno ver a unos Alfas aspirar a ser como ese Omega.

 

 

Fue directo a la sala donde Sai dormía y abrió la puerta sin pedir permiso, encontrando al Alfa mirando unos papeles.

 

 

—Alfa —saludo respetuoso—, necesito hablar contigo.

 

 

—¿Qué pasa, Bara? —dejó los papeles, y, aunque Sai era más joven que él, Bara lo respetaba mucho.

 

 

—Estoy en estado —dijo tranquilo, mirando al Alfa. Este no pareció sorprenderse y solo asintió fríamente.

 

 

—Creo que lo estuve esperando por un largo tiempo. Felicidades, Bara… Supongo que ahora quieres irte, ¿no?

 

 

—¿Por qué eres tan inteligente, Sai? —dijo con burla y el azabache bufó.

 

 

—Bien, vete. Yo hablaré con Rasa, sólo espero que no me traiciones y te vayas con Kisame… No eres de Akatsuki, y nunca lo serás.

 

 

—Lo sé, Sai —dijo tranquilo—. Nunca lo haré.

 

 

Bara se acercó y besó suavemente la pálida mejilla de Sai, sabía bien que no era fácil salirse de una mafia, pero Sai se encargaría de sacarlo sin ningún daño, así que estaba realmente agradecido con él. Rasa tendría que dar su brazo a torcer con Sai.

 

 

—Déjame ver esa hermosa espalda una vez más.

 

 

Bara sonrió, solo una vez en su vida Sai había visto su espalda, y había sido en un entrenamiento, claro que Bara estaba orgulloso, así que se quitó la camisa y se dio la vuelta dejando ver el hermoso tatuaje que abarcaba toda su espalda, tanto Kisame como él lo tenían —al ser yakuzas—, era una máscara de oni acompañada de unas flores de cerezo, en honor a Sakura.

 

 

Su hermosa y famosa hermana, recordaba como si fuera ayer el momento en el que habían salido del orfanato, siendo libres.

 

 

Un momento después, se puso la camisa y se despidió, ahora tenía que encontrarse con su gemela.

 

 

Antes de salir, miró por última vez el lugar que lo había acogido y lo dejó atrás con una sonrisa triste, alejándose del sitio en el que Koen lo había amado con tanto amor.

 

 

Esperó a su hermana sentado en un café, y cuando llegó, la miró entrar con todo su esplendor y sus guardaespaldas, sonrió de lado e hizo un gesto con los brazos atrayendo rápidamente su mirada. La pelirosa llegó casi corriendo hacia él y fue ahí donde Sakura se enteró de que sería tía.

 

 

*

*

*

 

 

Tres años pasaron y ahora miraba con preocupación cómo Kisame se debatía entre traicionar a Akatsuki o no hacerlo. Bara le había dado el número de Sai para que le llamara en caso de que se decidiera, y en ese preciso momento no sabía si arrepentirse o no. Sabía bien que Kisame era bueno después de todo, quizá ambos se habían metido a los clanes por motivos equivocados, pero nunca dejaron de ser las buenas personas que eran.

 

 

Claro que no se equivocó, tiempo después Kisame armó todo el plan para terminar con Akatsuki, y, a pesar de todo, Bara estuvo de acuerdo en pagarle los vuelos a los Omegas que, alguna vez durante su infancia, hicieron cosas malas contra él y su gemela, él sabía perdonar y tenía claro que la inmadurez de esa etapa les jugó mal a Deidara y Sasori.

 

 

Sabía que las cosas cambiaban, y estaba consciente de que Kisame quería protegerlos, así que planearon todo con cautela, y luego todo explotó, Akatsuki desapareció y ellos también, ya que nunca iban a dejar que tocaran a su cría, así que se fueron a Tailandia, a un lugar en donde sabían que no iban a poder ser encontrados, y se protegieron lo mejor que pudieron.

 

 

Así, Bara miró a su Alfa trabajar las tierras y trataron de ser felices con lo poco que tenían. A veces era duro, pero ellos estaban bien, su bebé crecía cada día más fuerte, y ellos se acostumbraban a su vida actual, por fin podían llamarse una familia normal.

 

 

Bara observó cómo Kisame miraba el cielo tranquilo, y, por primera vez, supo que su Alfa estaba en paz, que era feliz y que no había miedo. Lo vio suspirar con una sonrisa en los labios y él sonrió de vuelta, tal vez parecía que no tenían nada, pero en realidad lo tenían todo.

 

 

Y lo amaba…

 

 

*

*

*

 

 

Extra

 

 

Miró el techo con cansancio, su vida había sido muy buena, claro, quitando el hecho de que su hermosa hija se había casado con el horroroso cachorro de Deidara y Sasori, la ironía le hizo sonreír con sorna.

 

 

Ese día era hermoso, se sentía tranquilo y lleno de paz, miró sus manos arrugadas y recordó que ahora su cabello rosa era blanco, pues desde hace tiempo había dejado de ser joven y hermoso.

 

 

Miró a Kisame entrar por la puerta, tan viejo como él, sin embargo, a pesar de eso, ellos aun recordaban claramente cada parte de su vida.

 

 

Extendió la mano hacia su Alfa y este se le acercó, luego se acostó a su lado y Bara se acurrucó contra él, ronroneando feliz, por su parte, Kisame le besó la frente causando que sonriera mimoso.

 

 

—¿Qué pasa, hermoso Omega?

 

 

—Creo que es la hora… —dijo suave y Kisame se quedó callado.

 

 

—¿Lo sientes? —preguntó después de un largo rato.

 

 

—Lo siento —confirmó.

 

 

—¿Volarás cómo me lo dijiste?

 

 

—Así lo haré…

 

 

Kisame lo apretó más contra su cuerpo besando sus labios, se miraron por largo rato y Bara sonrío.

 

 

—…

 

 

—No estés triste, te estaré esperando… En la otra vida o en la siguiente… No importa cual, siempre nos encontraremos.

 

 

—Lo sé…

 

 

Bara se soltó y miró por última vez a su Alfa, luego caminó hacia la ventana y se desnudó por completo, lloró silenciosamente mientras se transformaba en ave para acto seguido emprender el vuelo y mirar por última vez el ocaso.

 

 

Juego entre los pétalos de Sakura que caían y miró el horizonte, recordando su vida. Había llorado, había sonreído, había amado y odiado, aprendió muchas cosas y de igual manera las enseñó.

 

 

Estaba en paz, estaba listo.

 

 

Cuando la noche cayó y se sintió muy cansado, regresó a su hogar, encontrando a su Alfa dormido contra la fría pared donde se encontraba la ventana, esperándolo… Bara se posó con un suave aleteo en las manos de su Alfa y se acurrucó ahí, esperando… sólo esperando.

 

 

Cuando llegó la mañana siguiente, Kisame despertó con su pareja en brazos, frío y tieso entre sus manos, sus ojos se llenaron de lágrimas y sintió su corazón romperse.

 

 

Bara, el amor de su vida, ahora dormía para siempre.

 

 

Su lindo pajarillo, que no había tenido miedo de amar a un tiburón.

Notas finales:

aqui el tatuaje de bara

tatuaje-clik para ver.

nos vemos


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).