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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holi~

Bueno, como dije antes, esto fue un rol. Pero como me inhabilitaron la cuenta perdí la trama... la recuerdo por partes, pero aún así estoy aquí, reuniendo de donde más puedo para publicarlo, no quiero que se quede en la oscuridad... de mi carpeta extra escondida de la pc XD

Por cierto, me creé otra cuenta. Si quieren hubicarme me encuentran en facebook como Krat Fics, allí publico los enlaces de todas las actualizaciones XD

Disfruten de esto

 

 

 

 

Recuerdo que…

 

 

Hibari se sentía satisfecho cuando alejó a los alfa rivales en ese primer día. Peleó con una sonrisa ladeada mostrado su poderío en cada golpe, forzó a unos pocos a pelear en conjunto, gastó las energías que tenía de sobra y su estrés se disipó por el ejercicio físico. No supo cuánto tiempo pasó en esa labor, pero cuando la noche se presentaba se fastidió, nadie digno de enfrentar.

Bufó y soltó un gruñido bajito mientras empezaba a rodear aquella casa, buscando puntos débiles, los tendría más en cuenta pues sabía que por allí atacarían. Pasó su mano por las esquinas de las paredes limitantes, inspeccionando cada tramo mientras dejaba que su aroma envolviera el perímetro de esa casa, testosterona pura con sólo su presencia. Era gracioso que con un poquito de entrenamiento pudiese incrementar su nivel animal, incluso podía ser capaz de dejar su marca por días debido al poder del aroma que despedía por cada poro. Fue sencillo después de pasar los 18 años… su padre tenía razón: su casta superaba a las demás, como sólo pocas podían hacerlo

Al terminar su tarea sólo ingresó al patio, sin decir palabra alguna, sin dar explicaciones, cumpliendo con su parte de aquel pacto.

El primer celo de un omega era tan fuerte que, aunque las ventanas de ese hogar estuvieran cerradas y reparadas, podía percibir el dulce perfume que ese castaño despedía. Para cualquiera sería asfixiante, una invitación poderosa para una noche de sexo sin recato. Hibari gruñó al pensar en aquello, le parecía demasiado asqueroso verse aplastado por instintos tan bajos como esos. Su madre le dijo que un omega debería tener el derecho de enamorarse como cualquier beta, que debería elegir con quien quedarse pues con ella así fue. Era lo único que Kyoya le agradecía a su abuelo, el hecho de haber protegido a la persona más cálida que en toda su vida vio… a pesar de que su madre murió muy joven dijo haber vivido como quiso

 

 

—Kyoya Hibari —la voz gruesa del beta retumbó en los oídos de Hibari que de inmediato hizo contacto visual

—Hum —un monosílabo, ni siquiera eso, sólo un leve gruñido o algo por el estilo era lo que soltaba pues necesidad de palabras no había

—Entra… al menos te puedo proveer de una cena —Iemitsu se hallaba parado a pocos pasos, lo miraba con desconfianza todavía

—Sólo debe decirme en qué lugar puedo reposar unas horas —habló con seriedad

—Demuéstrame que no sucumbirás ante el instinto, que no tocarás a mi hijo y serás bienvenido en esta casa

—Entonces ya cumplí —Kyoya habló con seriedad. Sin mirar nada en realidad, ingresó a la casa. Fue dirigido por una sonriente castaña que, con un leve movimiento de cabeza, lo llamaba para ingresar al comedor  

 

 

Una cena silenciosa, miradas interrogantes, preguntas que no se hacían. El aroma de Tsuna era potente pero aun así el azabache no parecía afectarse por aquello. Iemitsu lo analizó con cuidado, cada movimiento o expresión facial… no vio nada sospechoso y eso era raro. Nana simplemente sonreía, nadie le quitaba la felicidad de pensar en la libertad de su hijo; confiaba en ese alfa porque no veía malicia en él. Los esposos vieron comer al alfa en absoluto silencio y calma, el mismo que demostraba poderío en cada poro que tenía. Aroma fuerte, las heridas ocasionadas por las peleas se curaban con rapidez, una habilidad conocida en ciertas familias con extrañas descendencias sólo de alfas, betas… y pocos o nulos omegas. Pero esas familias eran las más poderosas, ¿qué haría entonces uno de ellos rondando por allí cuidando de omegas en su primer celo? Era simplemente imposible… ese tipo de alfas eran lo mejor de lo mejor en esa sociedad y generalmente no abandonaban sus cunas de oro

 

 

—¿Qué quieres aquí?

—Pelea —fue la simple respuesta de Hibari quien terminaba su té y dejaba todo en la mesa, bien colocado, sólo para ser retirado. Tenía finos modales

—¿De dónde vienes? —el rubio se rascaba la mejilla mientras seguía soltando preguntas

—No le incumbe

—¿Eres de las grandes familias de alfas? —Iemitsu lo veía con desconfianza

—No es su asunto

—Te quedarás hasta el final del celo de Tsu-kun, ¿verdad? —habló Nana cortando la dura inspección de su esposo

—Sí

—De verdad te lo agradezco —sonrió denotando emoción en sus ojos. Hibari la miró por largo rato para después levantarse y dar una reverencia en agradecimiento—. Espera, Kyo-kun… te mostraré tu habitación

—¡No dormirá dentro! —Iemitsu estalló en pánico enseguida

—Lo hará —dictaminó Nana—. No sabemos si intentarán entrar en la noche y no arriesgaré a Tsu-kun —miró severamente a su esposo

—No sabemos si este tipo atacará a Tsuna en la noche

—Entonces puede vigilarme… porque dormiré en la habitación de su hijo —habló Kyoya sin inmutarse por la mirada asesina que le dedicaron. Olfateó el lugar para hallar el rastro, caminó despacio, sintiendo los pasos presurosos del mayor beta en esa casa, los reclamos y demás. Los ignoró todos— si tengo menos área que vigilar, es más efectivo que evite que un alfa marque a su hijo

—Jamás te quedarás solo con Tsuna —era un padre sobreprotector

—Entonces vigíleme, pero sea silencioso porque odio que interrumpan mi siesta —habló con dureza mirando directamente al beta dueño de casa

 

 

Letargo…

 

 

Tsuna estaba dormido cuando Hibari entró en la habitación. Iemitsu reclamaba en voz baja por la osadía del desconocido, pero fue totalmente ignorado. El azabache sólo se ubicó en una esquina de la habitación, se sentó con las piernas flexionadas parcialmente, cruzó sus brazos, acomodó su cabeza en la pared y cerró los ojos. Iemitsu se quedó en esa habitación también y Nana cobijó al recién llegado para que no pasara frío. La castaña agradeció en susurros, le cedió a Hibari la protección de su hijo pues no tenía en quien más confiar. Y si en el peor de los casos Hibari marcaba a Tsuna, ella estaría segura que su único retoño estaría protegido… no sabía que más hacer.

Hibari vio fijamente a Nana y ella sólo le sonrió. Era una rara respuesta hacia alguien que podría ser una amenaza potencial

 

 

—A mi madre… le hice una promesa —habló cuando las horas pasaron y el cansancio les ganó a algunos. En silencio la castaña acomodaba al castaño y al rubio que se había quedado dormido al pie de la cama para mantener su faceta protectora con el jovencito

—¿Y cuál fue? —Nana se arrodilló cerca del azabache y sonrió

—Tratar a todos como iguales —Kyoya admiró a la castaña un rato más, fijándose en cada detalle en el rostro maduro— le dije que nunca más vería a un omega ser arrebatado del lecho de su familia a través de la violencia

—¿Por qué esperas 24 horas?... —Nana escuchó la historia de su hijo, obviamente le trajo curiosidad desde el principio y quería quitarse esas dudas de una vez— ¿Por qué no lo ayudaste desde que su celo inició?

—Porque los omegas en el fondo son sólo sanguijuelas que quieren ser marcados por un alfa y liberarse de todo problema —la castaña se sorprendió por las crueles palabras del azabache, pero no refutó, quería terminar de escuchar—, porque sus mentes están tan dañadas que ellos mismos piden ser sometidos y porque al final no luchan. Es patético

—Y por eso querías ver a Tsu-kun pelear

—Quise ver si valía la pena protegerlo. —miró de reojo al jovencito que se removía entre las cobijas de su cama—. Pude haberle prometido muchas cosas a mi madre, pero también tengo mis propios pensamientos y mandatos —habló mientras volvía a acomodarse y veía por la ventana—. No apoyo la violencia contra los omegas marcados, pero tampoco soy el héroe de todos esos herbívoros que sólo serán el lastre de la sociedad

—Creo que te entiendo, Kyo-kun —Nana sonrió con melancolía—, pero también desearía que fueras más amable, tanto como para proteger a cualquier omega y darles una vida calmada y feliz

—No haré eso —dictaminó cerrando sus ojos— porque quien no lucha, no gana

—¿Te irás cuando el celo de Tsu-kun acabe?

—Sí

—¿A dónde?

—No lo sé

—¿Y tu familia?

—Mi madre murió cuando yo tenía cinco años —Kyoya se sorprendía por estar hablando tanto con esa mujer, pero esa mirada era tan dulce como la de su madre, tanto que no podía resistirse. Tal vez esa necesidad de no ver morir la memoria de su madre lo empujaba a charlar con esa mujer y hacerle entender su ideología—. Mi padre tiene metas y se concentra en ellas, pero no es de mi incumbencia… No necesito nada de él y me gano todo yo solo

—Quiere decir que estás por completo solo

—Me gusta eso

—No creo que sea así… debes sentir la soledad… la falta de calor humano —se apiadó—. Extrañas a tu madre, eso puedo verlo —Nana sentía compasión por el azabache de mirada dura. No podía imaginarse la vida de un niño sin su madre, mucho menos lo que tuvo que pasar Kyoya en su vida para forjar esa mirada fría y desolada.

—Una mujer dulce, llena de vida que vio a su hermana ser golpeada y arrastrada por un alfa poderoso. Murió de dolor y desesperación

—Y para no ver a nadie más así… prefieres no entablar algún vínculo afectivo —la castaña sonrió con dolor, pues era madre, no desearía ese destino para nadie

—Puede ser —sonrió de medio lado al ver la dulzura en la mirada ajena— pero no lo creo necesario

—Todos necesitan a alguien que les quite los amargos momentos

—Tengo 27 años sin esas necesidades… soy un carnívoro, un cazador en solitario

—Estás muy solo, eso es lo que veo. El hecho de que hables conmigo lo demuestra— sonrió Nana con ternura

—He charlado con usted porque me recuerda a mi madre. La única omega que he amado en esta vida —aunque de cierto modo, mintió

 

 

Silencio después de aquella plática. Kyoya no era muy hablador, pero siendo reciente el aniversario de la muerte de su madre estaba un poco más susceptible a recordarla y asociarla con la madre de ese omega fastidioso que estaba removiéndose en su cama. Como fuere, cerró sus ojos sintiendo la leve caricia en su cabello por parte de la mujer que después desapareció dejándolo en paz.

Silencio agradable, al menos hasta que el beta empezó a roncar. Hibari no era de aguantar aquellas cosas, así que lo agarró y lanzó fuera de esa maldita habitación. Quería paz y la consiguió después de gruñirle al beta, además, cuando Nana entendió el asunto se llevó a su esposo sin opción a reclamo. Era una mujer agradable y bastante intuitiva.

Hibari simplemente volvió a su posición, o eso intentó, pero antes de siquiera cerrar los ojos sintió una presencia extra a los alrededores: un alfa pensando en sorprenderlo con la guardia baja. Salió por la ventana sin hacer ruido, se subió al techo y esperó un rato. Ningún ataque y eso le demostraba que había alfas muy jóvenes rondando por la zona, se planteaba la posibilidad de enfrentarlos y enseñarles que el respeto se gana con fuerza y no con artimañas como esas.

Conquistar a un omega en celo no les daba estatus ni les convertía en alfas hechos y derechos. Malditos herbívoros idiotas.

 

 

—Hum —regresó a su lugar cuando escuchó un susurro proveniente de aquel omega que poco le importó desde que lo conoció. No le dio mayor atención hasta que sintió que el muchachito se levantaba, le dio la espalda y buscó acomodarse nuevamente, pero claro, ya había pasado por una situación como esa anteriormente—, ¿Qué haces, herbívoro?

—Huele bien —el castaño se había embelesado al percibir a un alfa cercano, un aroma potente, duro… erótico para cada sentido que poseía—. Huele muy bien —se acercó hasta acariciarle la espalda

—Aléjate —advirtió alejándolo con un rudo movimiento—. Vuelve a tu cama

—Por favor —su voz se suavizó, su parte humana no estaba actuando, estaba dormida… lo dominaba la necesidad de ser sometido, de dejarse llevar por su celo, de sentir a aquel alfa tan cerca como para que sus esencias se mezclaran, fueran uno y…

—¡He dicho que te alejes! —gruñó en tono alto, como advertencia y lo empujó lo suficiente para hacerlo caer de sentón— tu seducción no funciona conmigo, herbívoro

—Por favor —su voz suave no quedaba de lado. En esa oscuridad sólo se veían sus perfiles. Tsuna no estaba pensando, abrió sus piernas y extendió sus brazos como clara muestra de aceptación al alfa enfrente suyo— Hibari-san… tome…

—¡Cállate! —rugió enfadado, odiaba esa sumisión en los omegas, pero entendía que era la subida de hormonas, así que sólo quería callarle la boca como fuese

—Hibari-san… —Tsuna se levantó contoneando sus caderas, paso calmado, sus ojos entrecerrados. Se acercó al azabache con calma, gimiendo bajito, casi en un ronroneo. Se relamió los labios hasta que estuvo enfrente del más alto y levantó sus manos para hacer contacto con aquel rostro perfilado

—Herbívoro —levantó su brazo y lo bajó con fuerza. Un solo golpe preciso, en el ángulo perfecto. Vio al cuerpo del castaño caer como muñequito y apenas le agarró antes del golpe contra el suelo—. Odio que se ofrezcan —dijo mientras lanzaba aquel cuerpo a la cama dejándolo como cayó. Se iba a acostar, pero recordó la amabilidad de la castaña de aquella casa y frunció su ceño mostrando sus colmillos levemente marcados—. ¡Joder! —se acercó y sin cuidado alguno acomodó al castaño y lo cobijó. El omega no despertaría hasta el siguiente día, así sería mejor.  

 

 

Y para evitar más de esas escenas y vanos intentos de seducción por parte de ese mocoso, tomó una medida preventiva. En las noches Tsunayoshi sería esposado, literalmente, pues a pesar de los reclamos de Iemitsu, Hibari aprisionó las muñecas del castaño a la cabecera de la cama para que dejara de molestarlo en las noches. Después de todo no quería golpearlo todo el tiempo o algún daño colateral tendría ese herbívoro.

Una semana, una dura semana para los padres del castaño quienes, aun con temor, cuidaban de su hijo en el día, rogando porque Hibari no perdiera ni una pelea, escuchando los gritos, los golpes y reclamos de los alfas fuera de casa. Fue difícil. Mucho más aquel día en donde todos los contrincantes se unieron contra Hibari y al final del día el azabache mostraba sangre cayendo de su labio, ceja, rasguños y su ropa hecha tiras, pero aún seguía invicto. Las habilidades curativas hacían lo suyo en ese cuerpo de alfa bien forjado y maduro, así que al final del periodo de primer celo de Tsunayoshi estaba como cuando llegó: sin moretón o rastro de agresión alguno, y por extraño que pareciera, con una pequeña avecilla sobre su cabeza. Una esponjosa y amarillenta figurita que revoloteaba recitando el nombre de su dueño.

El castaño, ya lúcido, sólo vio al azabache recoger las pocas cosas que había adquirido en esos días, entre ellos una parada de ropa que la propia Nana le regaló, sus tonfas, unas esposas metálicas y una chaqueta de cuero. Los agradecimientos se dieron con prisa y el azabache después de un simple “hum” y una reverencia leve hacia la dueña de casa, se dispuso a partir… pero claro, de nuevo no fue fácil

 

 

—A un lado, herbívoros —Kyoya debió imaginarlo. Tenía ciertas figuras en frente suyo. Lambo, Takeshi, Haru, I-pin, Irie, Enma, Squalo, Fuuta… se presentaron en orden y él solo se abrió paso y se alejó por la calle solitaria

—¿Qué hacen aquí? —Tsuna miró a sus amigos y ladeó la cabeza en una interrogante fijada

—Queríamos verte, Tsuna —sonrieron, pero después de tan solo unos segundos se disculparon— pero ahora… disculpa, queremos ir a hablar con Hibari-san

—¿Hablar con él? —levantó una ceja extrañado. No los entendía

—Te salvó… y nosotros… bueno

—Entiendo —el castaño sonrió, no era tan mala idea y sólo empujó a los allí presentes para que fueran detrás del azabache

—Gracias —corearon antes de empezar a correr detrás del que ya estaba dos cuadras y media lejos de ellos

 

Cuando tenían algo importante que hacer, los herbívoros eran rápidos. A Kyoya le molestaba eso porque ya imaginaba lo que le iban a pedir.

 

—A un lado, herbívoros… Me estorban

—Hibari-san —lo rodearon, y aun temblando ante su imponente presencia, continuaron—. Por favor… nosotros…

—Me estorban… muévanse… o kamikorosu —amenazó con furia y los miró con prepotencia

—Por favor… de verdad necesitamos su ayuda —el más joven de ellos, Fuuta, fue el valiente en hablar, mirando al mayor con firmeza—. Nuestro celo…

—No me interesa

—Si me ayudó a mí, ¿por qué no a ellos? —la voz de Tsuna se escuchó, los había seguido debido a una corazonada. Pero el azabache sólo empujó a la chica de cabello negro y siguió con su camino

—Por favor, no queremos sucumbir en nuestro primer celo. No queremos ser arrebatados de nuestras familias —suplicó Enma

—VOOOIIII, no le ruegues —reclamó el más alto de ellos, que, a pesar de su porte duro y de su carácter explosivo, era un omega y tenía pavor a llegar a la mayoría de edad como cualquier otro

—¿No me dijo que quería luchar? —habló Tsuna siguiendo al azabache— si los protege, peleará hasta el cansancio

—¿Con los mismos alfas debiluchos? —bufó molesto—. No me interesa. Cumplí ya mi parte contigo… ahora déjame en paz, herbívoro

—Vendrán más… los rumores se esparcirán. Más alfas vendrán a Namimori… cada vez más interesados —Tsuna se puso en frente de Hibari y sus amigos junto a él para así cortarle el paso al alfa huraño— más alfas igual de interesados que usted en pelear, vendrán. Alborotados por el olor de un primer celo

—Hum —apretó los labios para guardar compostura

—Acepte quedarse… Usted obtiene sus oponentes y nosotros protección en esa etapa difícil —Lambo habló con voz temblorosa

—Yo no soy su maldito protector… —le superó el enfado, la incomodidad. Los miró con furia— Por perturbar mi paz… kamikorosu —amenazó sacando sus tonfas, pero los chicos no se movieron

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

¿review?

¿Qué parejas creen que triunfarán? Tengo curiosidad


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