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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Hola gente! Tanto tiempo. Bueno, en realidad solo pasó 1 mes, pero para mi fue como si hubiese sido más tiempo. Todavía no me acostumbro a actualizar una vez x mes.
12 capitulos de esta historia. Al principio iba a quedar más corto, pero al final decidí probar un pequeño experimento nacido de un impulso repentino jeje. Una forma de jugar con la narración, espero que no moleste mi pequeño atrevimiento.

El camino desde el departamento de los Ishida  hasta el de los Yagami nunca fue tan silencioso. No incomodo, sino silencioso. A pesar de eso, T.K no se dio cuenta. No sintió el silencio. Tampoco el viento congelado; y ni siquiera la mano de Tai en su hombro durante todo el trayecto. Su mente se había quedado atrapada en la charla con su hermano de hacía unos minutos atrás.

..…

-¿Otra vez te irás a la casa de ese tipo?- le había preguntado Matt al entrar a su habitación.

El mayor cerró la puerta tras de sí y se apoyó en esta, cruzando los brazos.

-Sí- contestó T.K con firmeza sin darse la vuelta, mientras guardaba un pijama en su mochila- y no le digas “ese tipo”, se llama Tai.

Dentro de su mente se hizo una idea de adónde iría esa charla. A pesar de todavía estar sobrecogido por lo de Andy, se dijo a si mismo que debía soportar de la mejor manera lo que su hermano le diría. Seguramente no era bueno. Matt nunca decía nada bueno de Tai, y eso dolía.

-T.K ¿Hasta cuándo seguirás con esto?

-¿Hasta cuándo dejarás de ser tan idiota?- preguntó retóricamente el menor- Ya te lo dije, no estoy jugando, le quiero en serio.

Matt le miró fijo.

-¿Cómo sabes que lo quieres de verdad? Nunca tuviste una novia ¿Cómo sabes que no te sentirías aun mejor queriendo a una chica?

T.K se quedó quieto. Era verdad: él nunca había tenido una novia ni algo parecido a una.

-Simplemente lo sé, no necesito compararlo con nada ni nadie- dijo cerrando la mochila- el también me quiere.

En ese momento se dio cuenta que el episodio con la mamá de Andy le había hecho sudar a lo loco y que tenía la camiseta completamente empapada. Se la sacó.

-¿Nunca pensaste que esto es solo es una etapa? ¿Algo temporal?

T.K no contestó, no quería hablar del tema. Odiaba que su hermano dudara de sus sentimientos, además de rechazar su relación con Tai. Era mejor evitarlo y no contestar. Ignorando al mayor, buscó entre los cajones del armario alguna camiseta presentable para vestirse y así irse de una vez.

-En el tercer cajón tienes camisetas limpias- le dijo Matt al ver que no encontraba ninguna.

Hizo de cuenta que no escuchó, pero fue directamente al tercer cajón. Allí estaban.

-Solo quiero que recapacites antes de que salgas herido, T.K- dijo el mayor- ese chico de seguro tuvo novia en el pasado ¿Verdad?

T.K no pudo evitar ralentizar sus movimientos. No esperaba ese comentario ¿A qué apuntas, Matt? Pensó. Sin mirar a su hermano a la cara, afirmó con la cabeza. Tai había tenido algunas novias, se lo había dicho.

-Pregunto porque es raro que alguien como Taichi no sea popular entre las chicas. Y si le gustaban las chicas antes, eso significa que puede conocer alguna chica que le guste… quizás Taichi sea el que esté pasando por una etapa de curiosidad y tu quedaste envuelto en el medio.

El menor hizo de cuenta que no escuchaba mientras se vestía con una camiseta verde. No quería oír.

-T.K…- le llamó su hermano, con una extraña afectividad en su voz.

T.K pensó no hacerlo, pero inevitablemente fijó, por primera vez desde que Matt entró al cuarto, sus ojos celestes en los del mayor.

-No quiero sonar cruel, pero lo que digo es que no deberías aferrarte a algo que pasó porque sí en un verano, que eso no te defina… tú tienes derecho a elegir lo que quieras, solo quiero lo mejor para ti.

-Me voy.

Fue lo único que dijo el menor luego de ponerse una campera limpia y calzarse la mochila en la espalda. Salió del cuarto y caminó por el pasillo hasta la cocina, donde Tai esperaba sentado en la mesa. Quería sacudirse las palabras de Matt, así que se obligó a sonreír, o por lo menos hacer una mueca feliz.

-¿Vamos?

…..

-T.K… ¿T.K?- le llamó una voz.

Solo entonces se dio cuenta que era Tai. Le hablaba desde algunos segundos, pero él no se había dado cuenta por pensar en el pasado.

-Disculpa si estuve muy callado en el trayecto- le dijo el castaño mientras seguían caminando; faltaba solo una calle para llegar a su casa.

¿Tai había estado callado? Se preguntó el rubio al procesar lo que le decía el moreno. No lo había notado tampoco.

Conectándose poco a poco con la realidad, miró a Tai a la cara, topándose con sus ojos marrones. Sin que pudiera hacer nada, se perdió en ellos. Solo allí se dio cuenta que las palabras de Matt no podían arrebatarle ese sentimiento que lo invadía al ver esos ojos de chocolate. Por primera vez en la tarde que ya moría, se liberó de lo sucedido con Andy y de las palabras de Matt. Esos ojos lo liberaban.

Cerró sus ojos y apoyó su mejilla en el hombro del mayor, a la vez que lo abrazaba, mientras seguían caminando.

-¡Woaw!- exclamó Tai riendo, pasando el brazo derecho por detrás de la espalda del menor para abrazarlo- nunca te habías mostrado así de cariñoso en público.

Era verdad, se dijo T.K por dentro, pero lo necesitaba; esa tarde había sido notoriamente desagradable. Disfrutó del calor del cuerpo de Tai unos segundos más, y luego se soltó. Aquello era peligroso. Estando tan cerca de la casa del moreno, algún vecino de este podría verlos. Y no quería causarle problemas a Tai.

-No pedí que me soltaras- dijo el oji-café con una sonrisa.

T.K bajó la mirada avergonzado, pero sonriente. Estar apoyado en Tai era uno de sus mayores placeres, pero no era el momento, a pesar que al mayor no le importaba.

Caminaron 50 metros más y doblaron en la esquina. A T.K se le borró la sonrisa. En ese instante no supo porque, pero las ganas de sonreír se evaporaron, dejando una sensación amarga en su lugar. A sus ojos llegaron la imagen de una chica que no conocía, parada en la entrada del complejo habitacional donde vivía el castaño. Era como si esperase a alguien. Cuando se acercaron lo suficiente, ella miró al moreno y sonrió.

-Tai, te estaba esperando- dijo, para luego abrazarlo.

La sensación amarga creció.

 -Sora ¿Por qué no esperaste adentro?- respondió el oji-café sonriendo, rodeando a la chica con sus brazos- hace mucho frio aquí afuera.

-Quise esperarte aquí, no hace tanto frio.

En ese momento, la chica miró a T.K por primera vez. El rubio no vio ni indiferencia, ni odio, ni maldad, ni desprecio en los ojos marrones de esa chica. Pero no le gustaron. Así, sin motivo. Era la primera vez que no le agradaba alguien sin siquiera conocer a esa persona, y eso le confundía.

-Él es T.K…- dijo el moreno presentándolo-… un amigo, T.K, ella es Sora, una de mis mejores amigas desde la infancia.

-Hola, mucho gusto- le saludó la peli-naranja.

T.K se obligó a sonreír y asentir con la cabeza como para devolver el saludo de alguna forma.

-Que chico tan apuesto- dijo la chica de casi su misma estatura (más alta por escasos centímetros) de manera amistosa.

-¿Te diste cuenta?- respondió Tai sonriendo, rodeando los hombros del menor con su brazo- le vivo diciendo que trabaje como modelo, yo sería su representante- con su otra mano le despeinó el cabello- nos haríamos ricos.

Los dos adolecentes de 16 años rieron. No se dieron cuenta que el menor de 14 no los acompañó en la carcajada. T.K solo borró la forzada sonrisa mientras Tai y Sora reían, como si no tuviese energía para nada más. Ni siquiera se avergonzó. Aquella extraña sensación de incomodidad y tristeza le seguía presionando el corazón, impidiendo que la vergüenza tuviese cabida en él. Sin que los mayores notasen su seriedad, les siguió por detrás mientras subían las escaleras del complejo habitacional, a la vez ellos conversaban de asuntos que no le consentían.

Llegaron a la vivienda de los Yagami, donde no había nadie por el horario del trabajo de los padres de Tai y porque Kari había salido a una cita con Davis.

Sora y T.K se sentaron en los sillones de la sala de estar, a esperar a que el moreno trajese del estudio del señor Yagami un libro que Sora le había prestado. Una razón muy extraña para venir, pensó T.K, teniendo en cuenta que Sora y Tai se veían todos los días en la escuela. ¿Por qué no esperó a que Tai se lo llevase el día siguiente a clases? ¿Por qué tenía que estar allí en ese momento?

El blondo se sorprendió de como se quejaba en su interior, como si no pudiera evitarlo. ¿Qué le había hecho esa chica? Se preguntó. Nada. No había razón para desear que no estuviese allí. Hasta se había mostrado simpática con él.

-Y… ¿Desde hace cuanto conoces a Tai?- preguntó el ojiazul... quizás hablando con ella haría que ese extraño rechazo se esfumara.

-Lo conozco desde que íbamos a la primaria- contestó la peli-naranja, cruzando las piernas- creo que puedo decir que soy la no-familiar que más conoce a Tai- agregó riendo.

T.K escuchó atentamente. Esa chica era muy amable y simpática ¿Por qué ese rechazo no desaparecía?

-Y tú ¿Cómo lo conociste?

-Ah, desde enero de este año, no tanto tiempo como tú- contestó el menor, bajando la vista- él y su familia fueron a la cabaña de mi papá en un pueblo cercano, y nos tuvimos que quedar con ellos porque no podíamos volver ya que el puente-carretera de ese pueblo se rompió.

-Aun así se volvieron muy cercanos ¿No?- preguntó Sora sin perder ese tono genuinamente amigable en su voz, parecía estar de buen humor- digo, para que Tai quiera que vinieras a dormir a su casa, tiene que ser así.

-Sí sí, muy cercanos.

“Más cercano de lo que tu imaginas” pensó el ojiazul con cierta malicia, sorprendiéndose “¡No! Deja de ser un idiota T.K… parece una buena chica”.

-Me alegro mucho, Tai debe estar rodeado de buenos amigos en este momento- suspiró la peli-naranja.

T.K levantó la vista y observó confundido a Sora ¿A qué se refería con eso?

-De seguro sabrás que los padres de Tai no están pasando un buen momento en sus trabajos, la crisis los está afectando- continuó Sora, notoriamente dolida- conociéndolo a Taichi, sé que odia aquello por su forma de ser, por su impulso de querer ayudar a todo el que necesite una mano.

T.K se quedó callado mientras digería la información que de cierta forma ya sabía, pero que ahora adquiría peso en él. Bastante peso.

-Tai siempre antepone el bien de los demás antes de su propia seguridad ¿Verdad?- preguntó el ojiazul, recordando el ataque al profesor, las peleas de Tai con los abusones en la villa turística y también la pelea contra los mismos estúpidos el año anterior, cuando el moreno defendió a ese chico menor de su escuela.

-Se ve que ya lo conoces bien… es así desde niño, intenta ayudar a los demás, incluso cuando no puede hacer nada o no le corresponde hacerlo.

El menor asintió, viendo un punto fijo en la pared. Allí lo comprendió. No podía contarle a Tai lo de Andy ¡Dios! ¡Gracias al cielo no lo había hecho! Eso solo significaría cargar aun más al castaño de preocupaciones. Antes había pensado en decírselo y pedirle ayuda al respecto, pero ahora entendía que Tai no necesitaba lidiar con ello; suficiente tenía con lo de su entrenador y los problemas económicos y laborales de los padres.

No, tenía que hacerse cargo él mismo, se dijo.

-Aquí está el libro- dijo Tai, apareciendo por el pasillo con un libro amarillo en la mano- ¿De qué hablaban?

-De nada- contestó T.K automáticamente.

Sora se levantó del asiento y recibió el libro.

-Pude habértelo llevado mañana a clases, no era necesario que te molestaras en venir- dijo el moreno.

-Ah...bueno, no es una molestia para mí venir aquí- contestó la peli-naranja.

T.K, aun sentado en el sillón, no pudo evitar estar pendiente del tono de voz y de los gestos de la chica. Nervios, notó nervios en ella. El rubio inhaló y exhaló pesado, pero lejos de calmarse, se inquietó aun más.

-De igual manera, me gusta visitarte.

La muchacha apoyó la mano en el pecho del castaño, pero la retiró rápidamente.

-Bueno, es hora que me vaya.

-¿No quieres quedarte a cenar? Cocinaré con T.K- dijo Tai.

-Me gustaría, pero tengo que comprar algunas cosas que me encargó mi mamá, debo apresurarme antes que las tiendas cierren- contestó Sora- nos vemos, Tai.

Allí, cuando los dos mayores se despidieron con un beso en las mejillas, T.K notó algo raro: un brillo especial adornaba los ojos de Sora. Era como si aquellos ojos marrones de la muchacha se encendiesen al ver a Tai. Lo había visto cuando ella saludó al moreno por primera vez, pero no le dio importancia.

Allí se dio cuenta, como si un telón se hubiera abierto al frente suyo, que eso era lo que le molestaba, lo que le incomodaba de esa chica. Lo había tenido al frente suyo todo el tiempo, pero no lo supo reconocer.

Pensó que ese resplandor se vería lindo en el mirar de cualquier otra persona; una mirada con ese fulgor, era una mirada de cariño, de fidelidad, de ternura, de alegría. Pero en ella no. En ella no se veía bonito; era un brillo molesto.

Sin embargo, aquello no era lo único. También tuvo otra certeza: ya había visto ese brillo en alguna otra parte hace tiempo. Pero... ¿Dónde?

No lo recordaba. A pesar de intentar, no lograba que su mente le dijese donde había visto ese fenómeno. Sabía que lo había visto hace poco tiempo, pero no sabría decir el lugar, momento, o individuo al cual le brillaron así los ojos al ver a otra persona.

-Adiós T.K, un gusto- le saludó la peli-naranja con una sonrisa sincera.

T.K batalló para sonreír y despedirla agitando la mano.

Nunca le había costado tanto sonreír.

------------------------*--------------------

T.K se cepillaba los dientes, observando su reflejo en el espejo del baño de la habitación de Tai. Mientras dejaba que la espuma se acumulara en su boca, Tai entró al pequeño cuarto de baño y lo abrazó por detrás. El blondo sonrió y se inclinó hacia delante para escupir en el lavamanos. Sin deshacer el abrazo, Tai le limpió la boca con una toalla.

-Te veías muy lindo con los cachetes inflados mientras te cepillabas- le susurró el castaño al oído- ínflalos de nuevo.

El rubio no pudo evitar reír.

-No

-Vamos, hazlo por mí.

T.K vio esos ojitos marrones en el reflejo del espejo, implorándole. Sin creer como estos evaporaban su resistencia, infló los cachetes, aunque solo por un par de segundos; la risa y la vergüenza no le permitieron hacerlo por más tiempo.

Tai rió con él y le besó el cuello por detrás, haciendo que abriera la boca en busca de aire. Liberó delicadamente un brazo y acarició el cabello del moreno, a la vez que veía el reflejo de ambos en el espejo.

Entonces, sus ojos azules le mostraron algo raro. Se quedó quieto, petrificado.

El espejo al frente suyo le estaba dando la respuesta a la duda que había tenido horas antes. Tenía algo raro en su mirar, una especie de brillo. El mismo brillo que había visto en los ojos de Sora cuando se despedía de Tai.

Allí se dio cuenta.

“Donde había visto aquel extraño brillo antes… fue en mí mismo” pensó ante la irrefutable evidencia. Mientras más observaba su reflejo, más se convencía de que Sora y él compartían aquel brillo en los ojos al estar con Tai.

Sí, él y Sora compartían la misma mirada cuando veían al moreno, pero… ¿Eso significaba que Sora sentía lo mismo que él por Tai?

¿Acaso eso era posible? Se preguntó. ¿Acaso compartían el mismo sentimiento? ¿La peli-naranja sentía esa misma profunda alegría que él al estar con el moreno? ¿Esa misma necesidad de pasar tiempo con Tai, de asegurarse que estuviera bien? ¿Acaso ella se sentía completa en presencia del oji-café, y sentía que a su vez lo completaba a Tai, al igual que él?

No. No, no y no ¡No! ¡Lo suyo con Tai era especial! Solo era de ellos dos, nadie más podía tenerlo.

Las palabras de Matt regresaron a su conciencia, escapándose de ese calabozo mental en el que las había intentado aprisionar:

“Y si le gustaban las chicas antes, eso significa que puede conocer alguna chica que le guste”

-¿T.K?- escuchó que le llamó el mayor. Cuando se dio cuenta, se encontraba afuera del baño, con Tai tomándolo de la cintura y frente a él -¿Pensabas en algo? Te veías ausente.

T.K parpadeó un par de veces, obligándose a volver a la realidad. Levantó ese poquito que necesitaba levantar la vista para volver a ver esos ojos marrones, esos ojos únicos para él.

-No, nada- contestó, rodeando el cuello del castaño con sus brazos- solo pensaba en lo afortunado que soy de estar aquí, contigo.

Sin pedir permiso, besó los labios del moreno con una intensidad que sorprendió a este, pero que luego correspondió gustoso. T.K no se privó de usar su lengua, de morder esos labios, de hacerle saber a Tai lo que significaba para él compartir esos momentos.  

-Vamos a dormir- dijo el menor sonriendo, una vez separaron sus labios.

En la mente de los dos desfilaron pensamientos obscenos con respecto al cuerpo del otro, pero tal fue la sorpresa que al acostarse juntos en la cama del mayor, el sueño los apabulló sin que siquiera se dieran cuenta. Es que en realidad, las experiencias de uno y otro durante ese ajetreado día les habían cansado física, pero sobre todo mentalmente. El cansancio le ganó a la calentura del momento. Tan solo alcanzaron a darse algunos besos y caricias por más inocentes, antes de que se durmieran uno sobre el otro, envueltos en el reconfortante calor que sus propios cuerpos desprendían.

-------------------*----------------

Al despertarse, T.K aprovechó unos cuantos segundos más para gozar de la comodidad de esa almohada, su almohada: el pecho de Tai.

Bostezó apegándose suavemente, aun más, al cuerpo del castaño.

No había dormido toda la noche allí, en la cama del moreno junto a este. A eso de las 7 de la mañana, la alarma de su celular le despertó, pero la apagó rápidamente para no despertar a Tai. Somnoliento se pasó a la bolsa de dormir que había preparado al lado de la cama, ya que a esa hora los padres de Tai se levantaban para empezar su rutina e ir al trabajo. Así se aseguraba, por si alguno de los padres del moreno entraban a la habitación, de no ser atrapados durmiendo juntos y abrazados. No supo si se volvió a dormir esperando, pero cuando escuchó que los adultos salían del departamento, volvió a subirse a la cama, enredándose calurosamente al dormido Tai de nuevo y cayendo ante el sueño al instante, sumido en la comodidad y el placer.

No le molestaba hacer ese tipo de cosas con tal de poder estar así con el castaño, sin que los adultos se enterasen. Valía infinitamente la pena.

Sintiéndose menos encadenado al sueño y más despierto, después de unos cuantos minutos se irguió un poco sobre el colchón apoyándose en su codo derecho. Observó al moreno dormir como si contemplara una pintura o una escultura en un museo. Admiró detenidamente esa belleza que descansaba a su lado, que a pesar de apreciarla cada vez que podía, lo deslumbraba como si fuera la primera vez. Vio el pecho desnudo de Tai; el cómo subía y bajaba tan mansamente le llenaba de paz, su vientre saludablemente marcado, sus hombros, sus brazos. Su cara. T.K admiró esa cara. Siempre era Tai el que le elogiaba su aspecto y le llenaba de cumplidos sobre sus ojos celestes o lo sedoso que era su cabello rubio. Mientras que él casi nunca alababa los atributos del castaño, no porque pensase que Tai no era atractivo, sino porque los halagos y las palabras dulces nunca fueron su fuerte.

Pero sí, Tai era muy apuesto, incluso más que él, pensó el ojiazul. Tai era la persona más bella que había conocido. Tal vez no lo decía la cantidad de veces que el moreno merecía, pero era así.

De manera lenta, acarició ese cabello castaño, y con el mismo movimiento rosó parte de la mejilla del dormido Tai. ¿Cómo alguien podía decirse estar vivo si no había acariciado ese pelo, esa piel? Se preguntó el rubio, sumergido en esa aura de tranquilidad y bienestar que le regalaba la presencia del mayor. El moreno movió un poco los labios sin despertarse, haciendo que T.K sonriera a punto de reír, pero se contuvo para no despertar a Tai y cortar con esa invaluable escena.

Se separó un poco y contempló de nuevo el cuerpo del castaño, esta vez en su totalidad. Le envidaba sanamente, era un cuerpo perfecto. Quería tener la fisonomía de Tai, ser más como él en cuanto a lo físico. El oji-café se había convertido en su modelo a seguir. En el último tiempo, T.K había intensificado sus entrenamientos, esforzándose más y más con el recuerdo de los músculos definidos del moreno como meta, pero no veía resultados. Sin embargo, estaba lejos de abandonar su ilusión. Sí la mayoría de sus compañeros se hacían cada vez más grandes y fuertes ¡Él también podía! Claro que sí.

Mientras veía los pectorales del castaño, T.K vio como este, todavía dormido, introdujo su mano por detrás su cabeza, debajo de la almohada. Sus ojos celestes se desviaron hacía las axilas del mayor, pobladas con vello. Inmediatamente se arremangó la manga de su pijama y revisó su propia axila izquierda, completamente lampiña. Suspiró. Se pasó la mano por esa zona más lisa que el cristal, intentando captar con el tacto algún vello que escapara a su vista. Nada, ni rastros. Observó detenidamente, agudizando la vista hasta que le dolieron los ojos, pero tampoco vio nada; ni siquiera un intento de brote de pelo en esa parte de su cuerpo. Repitió el proceso en la axila derecha pero tuvo el mismo frustrante resultado.

Chasqueó la lengua entre los dientes, desilusionado.

Frunciendo la boca hacía un costado, posó su vista en otra cosa que le llamó la atención.  El bíceps flexionado de Tai, producto de la posición que había adoptado dormido. Rápidamente, como si no tuviera tiempo que perder, volvió a arremangarse y flexionó su brazo haciendo fuerza. Comparó su musculo con el del moreno, y se enojó al ver que aun dormido y relajado, el brazo de Tai parecía más fuerte. Mordiéndose el labio inferior, hizo toda su fuerza y se tocó el bíceps con la mano izquierda.

-Si haces más fuerza en vano, te puedes lastimar.

T.K dio un respingo y observó sorprendido como el mayor le sonreía desde abajo.

-Que forma divertida de empezar el día- le dijo entre risas, mientras él sentía que la cara se le prendía fuego y que la lengua se le enredaba por la vergüenza al intentar dar una explicación.

Tai no pudo evitar sonreír y pensar que nunca se cansaría de que lo primero que vieran sus ojos al despertar fuese al rubio a su lado. De manera rápida pero cuidadosa, tomó del brazo al menor y con un movimiento sutil intercambió posiciones, quedando él arriba del ojiazul; le tomó de las muñecas y las presionó contra el colchón, a cada lado de su cuerpo.

-Intenta liberarte- dijo divertido, viendo a T.K a los ojos.

El rubio enserió la cara aceptando el reto y comenzó a hacer fuerza para liberar los brazos de su agarre. De inmediato, Tai supo que este no lo lograría: lo tenía bien agarrado y la fuerza de T.K, por más cara divertida y adorable que hiciese por el esfuerzo, no era la suficiente. El menor dejó de intentar zafar sus dos brazos a la vez y concentró toda su energía en despegar su brazo derecho del colchón, pero no pudo. Luego lo intentó con el izquierdo, pero no hubo caso.

Viendo que el blondo se cansaba y habiendo satisfecho su deseo de jugar un poco, Tai le soltó las muñecas y se dispuso a acostarse a su lado de nuevo.

-No- le detuvo el rubio jadeante - vuélveme a agarrar, quiero soltarme por mi mismo.

Tai miró esos ojos azules, algo confundido, pero sobre todo curioso. Vio determinación en ellos; quizás determinación mezclado con esa terquedad que a veces T.K mostraba, pero de igual manera le pareció adorable.

¿Cómo podía decirle que no?

Haciendo caso, se volvió a posicionar encima del ojiazul y  le tomó las muñecas, presionándolas contra el colchón a ambos lados de su cuerpo. Preguntó “¿Listo?”, a lo que el rubio contestó afirmativamente con la cabeza, y el juego comenzó otra vez, con T.K haciendo toda la fuerza posible.

Por dentro, Tai pensó que si antes era muy difícil que T.K se soltase, ahora sencillamente no había forma; la fuerza del menor había disminuido en comparación con el primer intento. Aun así, el blondo parecía no querer rendirse. El castaño sonrió ante esa testarudez, pero creyó que ya era demasiado al ver que la cara del ojiazul se ponía cada vez más roja.  

Antes de volver a liberar al menor se le ocurrió una idea, curioso de ver cómo este reaccionaría.

Pasó de una sonrisa triunfadora a una expresión de desconcierto y, lentamente, dejó que T.K le moviera los brazos, simulando cansancio. Haciendo expresiones como si de verdad hiciese todo su esfuerzo, permitió que el rubio poco a poco fuera dando vuelta la situación, y al final, este quedara encima de él. Adornó aun más su actuación respirando agitado, exhausto.

Vio como T.K, con la cara roja y la respiración agitada a más no poder, le miraba a los ojos desde arriba, sonriendo con la boca abierta y sus ojos sorprendidos, como si no pudiera creer que le había ganado.

-¡Lo hiciste!- felicitó al rubio, pero una risa furtiva lo sorprendió, que intentó aplacar tapándose la boca.

El rubio lo notó, y poco a poco fue desdibujando la sonrisa y bajando las cejas, adoptando una expresión de duda y desconfianza.

-¿Te dejaste ganar?

-¿Qué? No, no, no, no- contestó Tai rápidamente agitando las manos, pero de nuevo su cuerpo le traicionó y volvió a reír, ante ahora la mirada enojada de T.K.

-Eres un idiota.

Le dijo el blondo, para bajarse de arriba suyo y acostarse dándole la espalda, enrollándose en la sabana.

-Ya T.K, no te enojes, era solo un juego- dijo Tai sin poder evitar sonreír, recostándose sobre su codo izquierdo y deslizando un dedo por la espalda del menor.

Este solo se movió más a la orilla de la cama, alejándose de su dedo.

-T.K, no seas tan infantil.

-No soy infantil, tú eres infantil- le contestó el ojiazul sin moverse.

Tai hizo girar los ojos con gusto, disfrutando del nunca berrinchudo T.K. Sin dejar de sonreír, tomó uno de esos dorados y despeinados mechones e intentó hacer un rulito con su dedo. El rubio se alejó de nuevo.

-Ey, esta es mi cama después de todo, ve a hacerte el ofendido en tu bolsa de dormir- dijo el moreno aguantándose la risa, dando pequeños empujones al menor.

-Vamos, vamos, a levantarse- continuó, ahora dándole empujoncitos en la espalda con su pie.

Solo paró cuando escuchó el fugaz “Whoaaa” del rubio y vio como este caía de la cama, desapareciendo de su vista.

Tai frunció la boca y se encogió de hombros, reconociendo que se había propasado un poco con la fuerza de los empujones.

-Ups, perdón.   

Criaturas extrañas

Despertó y observó somnoliento a su alrededor. Sin ninguna clase de apuro, estiró sus patas delanteras y luego las de atrás. Bostezó abriendo sus fauces, dejando ver una serie de puntiagudos y afilados colmillos. Comenzó a caminar haciendo caso a su instinto y luego dio un salto a otra superficie un poco más alta. A su paso y ante su natural indiferencia, diferentes cosas que estorbaban en su camino fueron cayendo al suelo. A veces, hacían un fuerte ruido y se despedazaban en varios pedacitos. Eso no era un problema, ya que esos seres que vivían con él siempre se encargaban de hacer desaparecer los objetos rotos; aunque no entendía porque volvían a poner cosas por donde él solía caminar, solo para él que las vuelva a voltear.

4 criaturas, mucho más grades que él y de esas que andaban por doquier, vivían allí en su territorio. Parecían ser una especie de manada.

Había una de esas cosas que era la más grande de los cuatro y era la que emitía los sonidos más graves; seguramente el macho líder. Ese era el que menos le agradaba. Varias veces le había intentado golpear con esas largas extremidades inferiores mientras gruñía: ¡Gato, fuera de aquí! Afortunadamente, esa criatura cada vez pasaba menos tiempo en sus aposentos. Se iba cuando empezaba el día y volvía recién cuando este terminaba. Aquello pasaba ya desde hace algún tiempo y estaba bien que así sea. No le agradaba.

Después había una hembra que de vez en cuando le acariciaba la cabeza y le daba comida; al parecer la segunda en mando de la manada. La querría mucho más de lo que lo hacía si no fuera porque en algunas ocasiones le había perseguido bramando cuando él tiraba una de esas cosas que solían estorbar en su camino allá en las alturas. Esa hembra, un tiempo atrás, había sabido ser la segunda en tamaño de ese conjunto de bestias, pero ya no. Otro de esos seres, que hace algunos ciclos del clima era más pequeño que ella, la había alcanzado en altura.

Esa tercera criatura, un macho menor, le caía bien, ya que generalmente le acariciaba el pelaje y lo dejaba dormir sin interrupciones.

Además, ese macho menor era una fuente de alimentos. Esa criatura era la que más frecuentemente abría una gran cosa blanca que irradiaba un frio mortal y extraía de ella alimentos. Rara era la vez que no estuviera devorando algo. Por lo general, ese ser engullía comida mientras caminaba por todo el territorio. Su instinto le decía que debía seguir a ese macho cada vez que este hacía eso, ya que por lo general dejaba un rastro de migajas u otros restos que él aprovechaba para comer.

Pero a pesar de que la criatura glotona tenía un comportamiento aceptable para él, la que más quería era a una hembra menor, la más pequeña de la manada. Ella le ofrecía como justo homenaje una cantidad generosa de alimentos periódicamente en un mismo sitio, además de regalarle las más largas sesiones de caricias. El regazo de esa criatura era muy abrigado y cómodo, ideal para dormir y escaparle al clima que se acercaba a su etapa más fría.

Había percatado que esos extraños animales se dirigían a él emitiendo el sonido de “Miko, Miko, ven aquí”, mientras movían esas extrañas pezuñas que no usaban para caminar. Nunca entendió que significaba aquello para esas bestias, así que siempre se alejaba de ellos cuando hacían eso. Muchas veces planeó echar a esas criaturas extrañas de su territorio, pero el estar en compañía de ellas le facilitaba satisfacer sus necesidades de comida y abrigo, así que les permitiría seguir allí mientras continuasen con esa labor.

Caminó parte de su territorio y saltó hacía otra superficie para llegar a una abertura de la cueva. Sus sentidos le indicaron que afuera la temperatura no era agradable, así que decidió no salir y se dispuso a lamer sus extremidades. Un ruido detuvo su rutina natural; un ruido que ya había escuchado antes y que despertaba su instinto de cacería al instante. Era una de esas criaturas pequeñas, frías, que tenían una coraza dura y que emitían luz cada vez que chillaban mientras se sacudían vibrantes. Se preparó para dar un salto y caer sobre uno de esos seres que muchas veces había intentado cazar, pero que tenían la protección de los integrantes de la manada. Justo cuando estaba a punto de brincar, la bestia comilona apareció de la nada y atrapó a la presa, pero no se la llevó a las fauces, sino a un costado de su cabeza.

-T.K… ¿cancelarlo? ¿Por qué?... ¿Estás bien? Te oyes triste… vamos dime…  ¿Matt? ¿En el hospital?... voy para allá. 

Ofuscado, maulló hacía esa criatura en señal de su descontento por robarle la presa.

-Ahora no Miko, pídele comida a Kari cuando llegue, tengo que irme.    

Notas finales:

Como verán, este capitulo está enfocado más que nada en nuestro T.K, en su forma de ver las cosas. Creo que últimamente venía dándole protagonismo solo a Tai . Espero que les haya gustado, hasta la proxima!


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