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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Hola gente! Como les trata este 2018? Perdón por tardarme tanto en volver a aparecer. No pude dejar el cap antes de irme de viaje, y cuando volví, escribir no era una de mis prioridades (pero si deseos), el estudio, trabajo y todas esas cosas que todos sabemos. Pero en fin, aquí está la continuación.

Ah, antes de dejarles leyendo, quiero avisar que tomé prestada una escena de una peli argentina que se llama "Tiempos de valientes", una comedia. Me pareció una escena muy genial, y que se adaptaba de 10 con lo que pasa en una parte de este cap. Espero que les guste. El que vio la peli sabrá que parte es.

El propio susto le hizo darse media vuelta de inmediato. Era Tai.

Aun atontado por las continuas sorpresas, se estremeció al verlo de esa forma: los hombros caídos, la boca entreabierta, la mirada apagada y ausente. La tristeza que el castaño irradiaba le pegó justo en el centro del pecho.

-Tai…- dijo dando temerosos pasos hacía el moreno, sin siquiera saber que decir.

Los nervios que había sufrido con Virginia cesaron de golpe, dejando tras de sí un vacio de sensaciones y pensamientos. La situación se le hizo tan irreal e impactante a la vez, que su cuerpo se desconectó de su mente como si todo se tratase de un sueño, o mejor dicho, una pesadilla. Lo único que pudo hacer fue observar a Tai a los ojos, mientras el silencio se acentuaba impenetrable al bullicio de los alumnos saliendo de la escuela y revoloteando con normalidad por allí.

Lo primero que su mente le permitió hacer, luego del susto inicial, fue explicar, a pesar que Tai todavía no reaccionaba, todo el episodio con Virginia. Sin detenerse a tomar aire, contó sobre el trato que la chica le había obligado a cumplir, y que aquel beso había sido sorpresivo. La torpe velocidad con la que le salían las palabras, y los tartamudeos, le obligaron a repetir algunos conceptos más de una vez, ya que ni él, en su prisa, había entendido lo que quiso decir. La cara de Tai no cambiaba a pesar de sus explicaciones, y eso, le angustiaba aun más.

Cuando terminó de contar lo sucedido, se quedó atento a los ojos del castaño, pero sintió que Tai no le veía, a pesar que esos ojos marrones le apuntaban. Era como si el moreno se hubiese desconectado del mundo, y usaba solamente el dolor y la tristeza como combustible para respirar. Eso hacía las cosas peores. Solo ahí T.K entendió que su explicación había sido un intento inútil de remediar lo irremediable. Cada segundo de silencio clavaba un alfiler en su corazón. Pudo sentir que estaba al borde del llanto. La falta de respuesta del mayor le hizo pensar que dijera lo que dijera, nada podría hacerle borrar la imagen de Virginia y él besándose.

“¡Tai no merece esto!” se recriminó a sí mismo, mientras los ojos se le humedecían y apretaba los puños.

Tai le había visto besarse con otra persona ¿Que importaba lo que él pudiera decir ahora? Seguramente para el castaño ya no importaba. El daño ya estaba hecho, y había sido demasiado.

¿Qué podía hacer? ¿Qué podía hacer para solucionar eso? Se preguntó, en busca de una solución que no llegaba.

Pensó que si tenía que tirarse a los pies de Tai, y pedir a los gritos perdón, lo haría, sin importarle nada: ni que estuviese en público, ni de lo patético que se vería eso, ni su orgullo. Sabía dentro suyo que en realidad había sido una víctima de ese beso furtivo, pero el miedo de estropear el cariño de Tai le obnubiló y le borró la capacidad de distinguir culpas, meritos y desméritos. Sin embargo, la tristeza de esos ojos marrones le hizo perder rápidamente la fe en esa idea, y supo que ni sus ruegos servirían.

Bajó la cabeza y cerró los ojos con fuerza, en un intento de contener las lágrimas. Ahora Tai se daría la vuelta y se iría, en un silencio que marcaba el final, y él no podría hacer nada. Solo quedarse allí, inmóvil, llorando en silencio y odiándose a sí mismo como nunca nadie se había odiado.

-T.K…- escuchó finalmente la voz de Tai, a la vez que una mano inesperada se posaba sobre su hombro-… está bien, te creo.

Para el rubio, aquello sonó demasiado irreal. Milimétricamente levantó la vista, y se refregó un ojo ya que las lágrimas no le dejaban ver. Tai le miraba con su semblante normal, esbozando una sonrisa, la cual, sin duda para T.K (y eso le pareció aun más sorprendente) era sincera.

-¿Por qué lloras? No hiciste nada malo- le dijo el castaño.

T.K, aun suspendido en el vacio de la sorpresa, intentó limpiar su garganta ya preparada para el llanto.

-¿En serio?- preguntó sin intención, automáticamente.

-Claro que si, recuerdo haber visto a esa chica caminar con un perro ese día en la plaza… no vi que nos fotografiara, pero ahora que lo recuerdo, no nos dejó de clavar la mirada después del beso… no le di importancia.

T.K bajó la vista, sin la capacidad de sentirse aliviado por la conmoción que le provocó el miedo de perder a Tai ¿Todo estaba bien? ¿Tai no estaba enojado o dolido? Esa posibilidad nunca se le había pasado por la cabeza. La calidez de la voz del mayor le reconfortaba y le desorientaba al mismo tiempo.

-Hey…- dijo el castaño tomando de los hombros al menor, al ver que seguía extrañamente desanimado-… ven conmigo.

Tomó al ojiazul del brazo y entró a la cafetería al frente de la escuela. Mintiendo que este se sentía mal, pidió a la cajera permiso para que T.K usase el baño de caballeros. Una vez dentro, sigiloso y veloz, verificó que fueran los únicos allí, espiando por debajo de las puertas de los sanitarios. Trabó la entrada del baño con pasador, necesitaban privacidad. Con suavidad, apoyó al menor contra la pared y se le puso en frente.

-T.K…- dijo tomando al blondo de las manos, este le esquivaba la mirada, aun con los ojos tristes-… quizás no te lo digo lo suficiente, pero te amo- tomó al ojiazul del mentón y le movió suevamente la cara para que lo viera a los ojos-… sé que puedo ser celoso a veces, créeme que lo odio, odio los celos, odio ser tan celoso, así que no voy a dejar que aquello arruine nuestra relación, no lo permitiré. No soy un loco celoso ni nada por el estilo... bueno, ya no.

El rubio, a pesar de seguir con los ojos enrojecidos, esculpió en sus labios una leve sonrisa.

-Así está mejor- sonrió Tai- no te sientas culpable, sé que me dices la verdad y confío en ti, T.K… sí, está bien, me doy cuenta como te miran los demás- dijo blanqueando los ojos exageradamente, para luego fijar su vista en aquellos ojos celestes que le observaban atentos- pero nadie te mira como yo- agregó con confianza.

Vio como T.K rió por lo bajo, sus intentos de animarlo funcionaban. Ver a T.K sonreír, a pesar que seguía viéndose como un cachorrito mojado, le plantó la necesidad de besarlo; no por excitación o cachondez, sino como una forma necesaria de protegerlo y hacerle saber que estaba junto a él. Tomó al menor de la mejilla y se acercó a su rostro. Le besó. Aquellos labios siempre sabían bien, la textura justa, los movimientos apropiados. Al final del beso, apoyó su frente con la del rubio e hizo rosar sus narices de un lado al otro.

-Ahora iremos a buscar mi celular del service, y, ya sé que hace frio pero, podríamos tomar un helado… yo pago.

-No- le dijo seco el blondo. Tai retrajo su cabeza hacia atrás, no se lo esperaba- yo pago.

Sonrió al ver que T.K volvía poco a poco a la normalidad.

-Está bien, pero la próxima no lo aceptaré.

Salieron de la cafetería rumbo al servicio técnico donde Tai había dejado su celular para que lo reparasen y le quitaran todo el chocolate que le había quedado desde la escapada con Matt.

Mientras caminaban por la ciudad hacía el service, con un viento invernal soplándole en las espaldas, Tai notó a T.K envuelto en el silencio que dejan las situaciones angustiantes e incomodas. Lo tomó como algo esperable, pero que necesitaba ahuyentar rápidamente por el bien del menor.  

“¿Tanto le afectó el creer que me enojaría con él?” se preguntó Tai, internamente “Que tierno” pensó, reconociendo que el hecho de que al rubio le preocupara tanto su relación, le reconfortaba de cierta manera.

También se fijó que el rubio, intentando ser disimulado, se tocaba los labios con la yema de los dedos y la mirada distante.

-¿Sigues pensando en ese beso?- preguntó, solo con la intención de molestar inocentemente y mover el ambiente.

-¡No! No, no, solo es que…- contestó el ojiazul, evitándole la mirada-… fue mi primer beso con una chica.

Tai sonrió. Siempre que pensaba que ya había explotado toda la ternura del menor, este salía con algo nuevo. Era inagotable.

-Entonces- dijo en un tono pícaro- ya que conoces como besa un chico y una chica ¿Cuál beso te gusta más?

El rubio se desbalanceó y le miró sorprendido.

-¿Qué cosas preguntas?- le dijo este, a la vez que su cara tomaba color rápidamente.

Tai amaba esa clase de expresiones “¿Por qué eres tan dulce, T.K?” Pensó.

-No contestaste mi pregunta.

T.K bajó la vista, con su rostro ruborizado a más no poder.

-Tú ya sabes que los tuyos.

Se detuvieron a esperar a que el semáforo en la avenida les permitiera el paso.

-¿Quieres que te de uno ahora?- preguntó el castaño, sin dejar de sonreír.

T.K se sobresaltó.

-Nos podemos meter en problemas de nuevo- dijo viendo hacía todos lados, como en busca de un enemigo escondido entre la gente que iba y venía por aquella esquina de la ciudad. Tai rió.

Tras caminar unas cuadras más, llegaron al local donde Tai había dejado el celular. Este pagó el arreglo y lo retiró. Después se encaminaron hacía una heladería cercana, donde T.K pagó dos helados y se sentaron a disfrutar de ese placer fuera de estación. Se tomaron su tiempo para reponerse del episodio con Virginia, retomando mediante charlas, risas y miradas, el trato cotidiano pero especial entre ellos.

Al salir del local, el moreno prendió su celular y casi se le trabó por la cantidad de mensajes que le llegaron de golpe. “Vaya, parece que todo el mundo se puso de acuerdo para hablarme justo estos días que no tuve el celular ¡Cuantos mensajes!” dijo viendo la pantalla del móvil “La mayoría son de Sora”.

Entonces, al evocar a Sora, Tai recordó lo que esta le había dicho aquella mañana, y que le dejó algo confundido.

-Oye T.K- dijo guardando el celular en su bolsillo- ¿Por qué le dijiste el viernes a Sora que mi partido se jugaría al mismo tiempo que el de ella?

A T.K se le cerró la garganta. Por un momento había logrado olvidar su mentira y sus intenciones de apartar a Tai de Sora. Había llegado la hora de responder por sus acciones.

Tai le había creído (cuando cualquier otra persona hubiese dudado) lo sucedido con Virginia, merecía saber la verdad, pensó.

Formuló las oraciones en su mente, y su boca se prestaba a decirlas, pero estas murieron antes de nacer cuando las palabras del castaño en el baño de la cafetería se reprodujeron por si solas en su cabeza.

“Odio los celos”

Perdido en esos ojos marrones que lo observaban fijo, T.K dudó si estos soportarían otra decepción el mismo día. Algo dentro suyo le gritaba que no.

-¿Acaso te confundiste?- le preguntó Tai, poniéndole una mano en el hombro.

-Ah, sí… me confundí con los horarios, lo siento- dijo automáticamente, agarrándose de esa última pregunta del moreno como quien se agarra de un salvavidas.

-Ya veo, no te preocupes- contestó el castaño con una media sonrisa- pero… ¿Por qué no me lo dijiste antes?

-Supongo… que me olvidé je- dijo T.K, rascándose la nuca- parece que es verdad lo que dicen de los rubios- agregó viendo el suelo.

Tai se abalanzó sobre él, abrazándole y revolviéndole el pelo.

-Hasta que por fin lo admites- le dijo riendo- mi rubio cabeza hueca.

T.K rió sin ganas, preguntándose en su interior porque no podía comportarse de manera normal cuando se trataba de Sora.

“Bien hecho, T.K… Tai confía en ti, y tú le recompensas mintiéndole. Eres una basura, Takeru” Fue el pensamiento que se le instaló en la cabeza durante el resto del día.

Cena incomoda

La rubia iba de aquí para allá, desde la cocina hacía el comedor, acomodando platos, cubiertos, vasos, y servilletas; hace mucho tiempo que no preparaba la mesa para cuatro personas. Ya había terminado la salsa al champiñón y la esparció sobre el jugoso trozo de carne que se horneaba a fuego lento en el horno. Ya tenía las papas hervidas y listas para hacer el puré, solo faltaba que los comensales llegaran. Natsuko Takaishi sabía que la cocina no era uno de sus puntos fuertes, pero aquella noche debía esforzarse si quería causar una buena impresión. No solo a sus dos hijos adolecentes, quienes al parecer habían perdido hace tiempo la fe en sus dotes culinarios, sino también a Greg, el hombre con el que venía “saliendo” hace algunos meses.

Todavía le daba algo de vergüenza, incluso en la propia intimidad de su mente, llamarle “novio”, a pesar de que la cosa ya iba bastante encaminada.

El estar de novia después de tantos años de soltería, le recordaba aquellos despreocupados y divertidos años de su adolescencia, que ya parecían quedar muy lejos. Aquel viaje imaginario al pasado le gustaba y distraía, pero al mismo tiempo le traía ciertos auto-reproches: como el haberse privado de conocer a más personas antes de formalizar con Hiroaki. Recordando cómo era ella un poco más de una década y media atrás, se le plantaba la seguridad de que hubiese sido pretendida por más de uno durante sus mejores años, si tan solo no se hubiera casado tan joven. Se sabía, en ese entonces, bonita, coqueta, divertida, espontanea… todas características que extrañaba y que muy pocas personas, casi nadie, le atribuirían en el presente.

¿Cuántos hombres hubieran estado tras ella si hubiera seguido soltera por más tiempo? ¿Cuántas miradas la hubieran hecho sentir deseada, codiciada, si no hubiera conocido a Hiroaki? ¿Su carrera de periodista hubiera tenido otro destino? ¿Uno, quizás, más importante o trascendente, en una ciudad donde si pasaran hechos importantes? ¿Hubiera incluso podido llegar más lejos en el Judo?

Sí, el “¿Qué hubiera pasado?” le visitaba de vez en cuando, y a veces se quedaba imaginando cuantas cosas serían diferentes si hubiera esquivado por más tiempo la vida de esposa y madre, y luego la de madre soltera. A pesar de eso, no se arrepentía de nada y dejaba que esas ideas se le escurrieran sin mancharla realmente. Tenía a sus dos hijos, quienes eran su vida entera. Le iba bien en su trabajo, ganando notoriedad e importancia, y había encontrado a un hombre que la acompañase y que le recordara que todavía era una mujer capaz de entrar en el juego de la seducción. Las cosas iban muy bien. ¿Cuántas personas podían decir que las cosas iban bien, en la crisis económica que sufría la ciudad? Muy pocas, debía sentirse afortunada.

“Vamos, Natsuko” se dijo viéndose al espejo del pasillo, acomodándose el cabello y levantándose los senos con las manos “Todavía estás bien, ni siquiera llegaste a los 40s”

La puerta del departamento se abrió, interrumpiendo el silencio.

Primero entró Take, seguido de Yamato. Al último y cerrando la puerta tras de sí, Greg. Natsuko caminó hacía el comedor con los brazos abiertos.

-Ya están aquí, que bueno- dijo, dándole un beso en la frente al menor de sus hijos, quien saludó con una voz extrañamente baja y sin ánimos, para luego ir directamente  a la mesa, cabeza gacha.

Aunque se extrañó del decaimiento de su hijo, continuó con los saludos.

 -Hola, Yamato- saludó abrazando a su hijo mayor.

El rubio correspondió incomodo el abrazo.

-Hola, mamá- dijo, anticipando la no tan disimulada olfateada en busca de olor a cigarro que su madre solía hacerle al abrazarle. Esta vez no fue la excepción.

Luego, fue el turno de Greg.

-Aquí el comisario Greg reportando…- le dijo, haciendo la mímica de hablar por su radio de policía-… que los patitos fueron entregados a mamá pato Kggghh esperando órdenes.

-Hiciste un buen trabajo- contestó la rubia, abrazándolo- tu siguiente orden será que te sientes y disfrutes de lo que cociné con tanto esmero.

Greg le sonrió, y acercó su rostro para besarla.

-Greg- susurró Natsuko, apoyándole un dedo en los labios y retomando algo de distancia- no frente a los chicos.

El uniformado de sereno bigote castaño resopló sin molestia y sonrió.

-Está bien- contestó, mientras sacaba su mano izquierda de su espalda- mira lo que traje.

Los ojos celestes de la mujer se abrieron de par en par. Nunca había visto una botella de vino tan cara de cerca, fuera de un mostrador.

-Greg… esto es muy caro- dijo sin salir de su asombro, pero sin poder dejar de admirar la etiqueta del vino- no debiste.

-Puedo darme algunos lujos de vez en cuando, quería que la compartieras conmigo- sonrió el hombre.

-Claro, un poco no hará mal.

Al pedido de la dueña de casa, todos se sentaron en la mesa. Natsuko se sentó en la cabecera, con sus dos hijos a cada lado, sentados uno frente al otro. Greg se sentó al lado de Take, mientras destapaba la botella y servía el costoso vino en la copa de Natsuko y en la suya.

-Matt ¿Quieres un poco?- preguntó con una sonrisa el delgado uniformado, peinando su cabello castaño (que cada vez cedía más espacio a la frente) hacía atrás con una mano, sosteniendo el vino con la otra.

Matt observó a Greg, serio. Por lo general, era indiferente a los chistes de los adultos que trataban de comportarse "cool" con él, sin embargo, los chistes de ese tipo le caían particularmente pesados y sin gracia. Le miró a los ojos, esos ojos que siempre le habían llamado la atención para mal: eran celestes. Pero no celestes vistosos, sino celestes extraños. Eran más claros que los de T.K y su madre, tanto, que ya llegaban al borde de lo anormal.

La luz de las lámparas le golpeaba a ese tipo en la cara de tal forma, que acentuaban sus mejillas consumidas, las cuales le hacían parecer más viejo que los cuarenta y tantos años que decía tener. También le realzaba las irregularidades en el tono de piel de la cara, como si hubiera tomado sol de manera dispareja. Solo al estar sentado con él en la misma mesa, Matt se dio cuenta del aspecto calavérico de ese tipo.

-Tiene 16 años- exclamó su madre, alejando la botella de su vaso- ni lo pienses, Greg.

El uniformado solo rió y apoyó el vino en la mesa, guiñándole un ojo. Él no respondió con nada más que su rostro serio.  

Natsuko, ignorando el intercambio de miradas de su hijo con su novio, no podía evitar sonreír mientras cortaba el trozo de carne con salsa de champiñones en medio de la mesa. El aroma cosquilleaba en la nariz.

“En serio parece apetitoso” pensó con orgullo, y hasta llegó creer que en realidad no era mala en la cocina, sino que no tenía la suficiente práctica por culpa del trabajo.

Le sirvió a Yamato, esperando secretamente, como si fuera una niña que hace algo bien y espera ser felicitada, sorprenderlo por sus recién descubiertos dotes culinarios, pero cuando le dio un vistazo un poco más detenido a su hijo mayor, la sonrisa se le evaporó de inmediato. Se le acercó al oído y le susurró:

-Te dije que cuando vinieras a esta casa, te sacaras esa porquería de la oreja.

Hubo un cruce de miradas, a las cuales ambos ya estaban acostumbrados. Yamato refunfuñó. Con ambas manos se sacó el pendiente y se lo guardó en el bolsillo.

Natsuko volvió a sonreír para ayudar a cuidar su buen humor, pero al ver a su izquierda para servir a Take, la sonrisa se le pausó de nuevo: el menor seguía viéndose decaído, con su mirada perdida en el servilletero. Sus hombros, la posición de su cabeza, sus ojos tristes, todo indicaban preocupación y malestar.

-¿Take, que te pasa?- preguntó, mientras con una mano le tocaba la frente y le acariciaba una mejilla- ¿Algo anda mal?

-No, está todo bien- contestó el rubio, demostrando en su tono de voz que no era verdad.

-Eso suena a problema con las mujeres- dijo de manera bonachona Greg, dándole al menor palmadas en la espalda.

-Take aun es chico para eso- dijo Natsuko, tomando el plato de Greg para servirle.

-¿Qué?- rió el uniformado- ¿En serio crees que Takeru aun se chupa el dedo? Mira este rostro- dijo tomando a Take del mentón con suavidad- de seguro no tiene que mover ni un dedo para que se peleen por él. No estés desanimado, Takeru, si te fue mal con una chica, con tu apariencia conseguirás otra pronto… si tan solo te peinarás así- agregó levantando el flequillo del rubio en puntas- así te ves un poco mayor.

-Conozco muy bien a mi hijo, Greg, sé que él es un chico integro y que no anda en esas cosas- dijo la dueña de casa con seguridad- y no lo peines así, le queda mejor su look actual- mencionó achatándole el flequillo a su hijo.

T.K, ignorando por completo las manos que revoloteaban en su cabello, apenas levantó levemente la mirada de su plato, para observar a Matt a los ojos.

El rubio mayor se topó con esa mirada celeste, sorprendido de la tristeza que le transmitió. Era como si T.K necesitase conversarle con la vista.

A pesar de no haber hablado con T.K sobre el tema, la conexión que tenía con su hermano le dijo de inmediato que había algo que le preocupaba, y, a pesar de no saber el motivo de aquel estado de ánimo, pudo descifrar una palabra en esos tristes ojos claros: Taichi.

T.K bajó la vista.

“¿Qué hiciste ahora, maldito idiota?” preguntó el rubio mayor entre sus pensamientos, refiriéndose al moreno.

-¿Cómo estuvo tu día hoy, Greg?- preguntó su madre, sentándose con el plato ya servido.

-No quiero aburrirlos contando lo monótono que es el trabajo en la comisaria- contestó el sujeto de bigote- alimentaría los prejuicios de que los policías somos vagos- rió.

-No sé si es un prejuicio…- dijo Matt por lo bajo.

-Yamato- le llamó la atención su madre, frunciendo los labios por enojo y con su típica cara de “No me hagas pasar vergüenza, o ya verás”.

-…digo, debe ser difícil mantenerse recto en una institución que está tan corrompida- continuó Matt, llevándose el tenedor a la boca con toda la calma del mundo, a pesar de la mirada de advertencia de su madre.

-¡Yamato, por favor! ¿Es necesario hacer esa clases de comentarios ahora?- alzó la voz la rubia, comenzando a mostrar cierta alteración en la voz.

-No, no Natsuko, está bien- dijo Greg con una sonrisa, sirviéndose más vino- es verdad que hay de todo dentro de la fuerza, pero creo que el problema principal son los sueldos en la policía en esta ciudad. Si los sueldos subieran, estoy seguro que no habría corrupción.

-Los maestros de escuela y los médicos también están ganando miserias y no se corrompen- agregó el rubio con calma y soltura.

Levantó la vista del plato, topándose con los ojos de Greg. Este lo veía fijamente, ya sin esa sonrisa bajo el bigote, como si le analizara.

Silencio.

-Tu muchacho siempre tan sincero y diciendo lo que piensa, Natsuko- dijo el adulto sonriendo y adoptando una postura relajada de nuevo, pero sin romper el contacto visual con Matt- me agrada.

Antes de que Natsuko pudiera pedir perdón por las habladurías de Matt, y cambiara el tema forzosamente para rescatar su cena de la incomodidad, el teléfono celular de Greg sonó.

-Disculpen, necesito atender esta llamada- dijo el uniformado, levantándose de la mesa- con permiso.

Greg caminó hasta el balcón y deslizó el panel de cristal tras de sí.

Cuando Natsuko estuvo segura que su novio hablaba por teléfono y no podía escucharla gracias a la aislación sonora de la puerta de cristal, miró fulminantemente a Matt, ya sin la necesidad de ocultar su enfado.

-Yamato ¿Podrías comportarte?- le retó, susurrando pero con firmeza.

-¿Qué hice?

-Tú sabes de que hablo- le dijo, levantando un dedo- lo único que quiero es tener una cena con mis dos hijos y una persona importante para mí, en paz ¿Es mucho pedir? Se supone que eres el mayor.

Matt no contestó. Bajó la vista, sorprendiéndose del enojo que había descubierto dentro suyo durante la conversación con Greg. Justamente él no era el indicado para hablar de moralidad o ética, y lo sabía. Centrándose y reconociendo que no ganaría nada arruinando la velada, continuó comiendo, en silencio y sin levantar la vista.

-Y Take, deja de jugar con la comida- agregó la rubia, esta vez cambiando de hermano.

-No me gustan los champiñones- dijo T.K con un hilo de voz, moviendo uno de los hongos de un lado al otro en el plato.

Greg volvió a la mesa y el resto de la cena transcurrió en calma, con solo los adultos conversando entre sí.

Terminada la comida, Matt lavaba los platos, mientras tarareaba una de sus canciones favoritas.

-Te dije que yo lavaría cuando volviese- le dijo su madre, apareciendo en la cocina, mientras se colocaba en la oreja un pendiente coqueto de muchos brillos.

-Está bien, yo me encargo- contestó el rubio- ¿Adónde vas?- preguntó, su madre se había vestido con ropa elegante e informal. Era raro verla así.

-Iré con Greg a un pub, volveré pronto- ella le colocó una mano en la mejilla- cuida a tu hermano ¿Si? No se acuesten tarde, mañana tienen escuela.

-Sí, sí, no somos niños- dijo Matt, blanqueando los ojos.

Natsuko se acercó a su oído y susurró.

-¿Sabes porque tu hermano está así de decaído?

Matt contestó que no. Él se preguntaba lo mismo. El menor se había ido directamente a su habitación después de cenar, cayendo dormido al instante, evitando así toda posible charla con él.

A pesar de no saber qué pasaba, Matt, dentro de su mente, no podía dejar de vincular a Yagami con aquella tristeza, y también, al mismo tiempo, por primera vez se dio cuenta de lo profundo que había calado aquel castaño dentro de su hermano.

Melodías

Comenzaba a anochecer, y Tai subía pesadamente las escaleras hasta su casa. Todavía no podía reponerse del susto que había sufrido hacía algunos minutos, cuando esperaba con T.K fuera de una tienda a que pasaran a buscar al menor. Una patrulla policial se detuvo frente a ellos. Cuando vio a Matt dentro, y el oficial de bigote, quien conducía el auto, llamó al rubio menor con su mano, inmediatamente el estomago se le dio vuelta. No pudo evitar pensar que habían atrapado a Matt por sus fechorías con la banda del taller abandonado, y que la policía venía por T.K por quien sabe que motivo. "¿Tai qué pasa?" le preguntó el ojiazul al notar su repentina petrificación "es el novio de mi mamá, cenaremos todos juntos esta noche".

Su susto solo había durado contados segundos, pero fueron suficientes para que el cuello y los hombros le quedaran entumecidos, acompañando a un pulsante pero tenue dolor de cabeza.

En un intento de liberarse de la incomodidad, realizó movimientos de calentamiento y elongación con sus hombros y cuello, que no sirvieron de mucho, e ingresó a su casa. No había nadie. Sus dolores y su pereza le impidieron preguntarse dónde podía estar su familia. Indiferente a la soledad, caminó hasta su habitación, sacándose el abrigo, y se tiró boca arriba en su cama.

El ver a esa chica besar a T.K le había dejado tensiones en el cuerpo y el alma, y la confusión con el policía había terminado de estrujarle los nervios.

Suspiró con el brazo apoyado sobre los ojos, reconociendo que no había sido la jornada con el rubio que había esperado, pero decidió dejar de pensar en eso. Se enfocó en la dicha de haber disfrutado la compañía de T.K y el placer de haber recuperado su celular.   

Disfrutó de la oscuridad acogedora, interrumpida solo por tenues rayos de luz artificial que entraban por la ventana cerrada necesariamente por el frio. Revisó su celular sin mucho interés, poniéndose al día con las novedades de los diferentes grupos de conversaciones, que se habían atiborrado de mensajes en el lapso en el que estuvo incomunicado.

Un brilló que detectó con el rabillo del ojo llamó su atención. Sobre su escritorio, algo reflejaba la luz artificial que se colaba por la ventana. Impulsado más por el aburrimiento que por la curiosidad, se levantó de la cama. Tomó al CD entre los dedos, y no reconoció que era hasta que vio en el dorso, escrito con bolígrafo, el nombre de la banda de Matt. Solo entonces recordó que nunca había escuchado aquel CD, como le había dicho al rubio que haría, sino que lo había pospuesto sin intención, empujado por las obligaciones diarias y su despiste innato. Meditó si su cansancio era suficiente impedimento para posponer aquello otra vez, y tras unas idas y vueltas sin argumentos, se sentó en el escritorio frente a su equipo de música.

Colocó el CD dentro, y, a pesar de saber que estaba solo, se calzó los auriculares para poder escuchar con detenimiento. Se recostó sobre su silla, descansando los pies en el escritorio de su cuarto, y presionó "play". En la oscuridad de la habitación que lo envolvía, los golpes de batería, los rifs de guitarra y las notas graves de un bajo endiablado entraron por sus oídos.

"Suenan bien" fue lo primero que pensó, a la vez que su pie se movía por cuenta propia al compás de la canción.

La calidad de la grabación era mediocre, y hasta se podía oír a alguien toser y hablar de fondo, sin embargo no opacaba la calidad de la interpretación. La voz de Matt le electrizó el sentido de la audición.

"¿Ese es Matt?" se preguntó a sí mismo, dudando, aun sabiendo lo mucho que puede cambiar la voz de una persona cuando canta. Y sobre todo cuando canta tan bien.

Toda su atención se posó en la voz de la banda. Ahora entendía porque T.K hablaba tan bien de su hermano y su banda. No se había dado cuenta, pero las tres canciones que iba escuchando las había disfrutado en un placer que solo la oscuridad y la música juntas pueden liberar.

El CD intercalaba covers de canciones famosas, temas propios de la banda, canciones famosas, temas propios. Los covers eran canciones de su agrado, las cuales ya eran tan viejas como conocidas y amadas por las masas desde años antes de que él o Matt nacieran, y que les trajo incontables recuerdos y emociones. Los temas propios no estaban nada mal tampoco. De forma natural e involuntaria, la tarea de analizar lo que escuchaba pasó a ser un viaje de placer por el puente que la música construía a ese lugar tranquilo e intemporal que todos saben encontrar cuando escuchan buenas canciones. Ya no juzgaba si sonaban bien o mal, tan solo se dejaba llevar. A pesar de disfrutar el CD sin el estorbo de la mente, el moreno fue consciente que la canción que más le gustó, y que sin darse cuenta la reprodujo tres veces seguidas, fue un cover de la canción "Don´t go away", de Oasis. En esas sensaciones en las que voló durante los casi 5 minutos de la canción, se dio cuenta de lo parecida que era la voz de Matt, por lo menos durante el canto, con la del cantante de esa banda.

Mientras se seguía introduciendo dentro del CD, el fugaz pensamiento de que la idea de Matt de ser famoso ya no era tan loca le sorprendió. Tuvo que admitir, a fuerza del disfrute de sus interpretaciones, que aquella banda liderada por ese idiota rubio tenía por lo menos lo necesario para competir en el ambiente musical.

Continuó escuchando todas las canciones, algunas más de una vez, hasta finalizar el CD. Se sintió extrañamente complacido por las melodías que acaban de acariciarlo. Incluso los dolores del cuello y cabeza habían desaparecido.

Sin embargo, cuando se sacó los auriculares, aquel placer fue cortado por las tijeras de un llanto proveniente de la cocina...          

Notas finales:

Aquí les dejo la canción que se nombra casi al final del cap: 

 

https://www.youtube.com/watch?v=WNudrlGfeos

 

Siempre cuando me lo imaginé a Matt cantar en su banda, me lo imaginé con una voz como la del cantante de Oasis. Y la letra de esta canción me parece que encaja o puede tener cierta conexión, en su mayoria, con la situación de Matt en el fic. No sé que dirán uds jaja, pero bueno, así lo veo yo.

Hasta la proxima! espero que no me tarde dos meses de nuevo. suerte!


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