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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:   Hola gente de la página! Espero que todo ande bien. Yo a full jaja, 0 descanso, salvo los domingos. Pero bueno... creo que todo esfuerzo trae sus recompensas. Me sorprende lo que tardé para escribir este cap. Cuando lo empecé pensé "ah, este capitulo estará en dos semanas" pero terminó tardando más de un mes (un poquito más). No encontraba tiempo, hasta que llegó el finde XL por los feriados en mi país. Agradezcan que en Argentina a la mayoría de la gente no le guste trabajar jajaja

Les dejo el capitulo 19. Erotismo a la vista.

Su departamento regalaba dos vistas majestuosas. Por un lado, los presumidos edificios de la capital lucían sus luces de gala, uno eclipsando al anterior. La interminable ida y vuelta de los autos, los monumentos coquetamente iluminados y cuidados, las exageradas marquesinas de los teatros y boliches, y demás extravagancias de metrópolis embebían los ojos de vigor y locura urbana con todas sus posibilidades y más aún.

Si uno paseaba su vista hacía el otro extremo del ventanal que rodeaba el departamento, se encontraba con la contracara. Paz. La paz que emanaba del océano, incorruptible y sereno en la oscuridad de la noche sin luna. De vez en cuando, se paseaba por la bahía un yate con fiesta y descontrol en su cubierta, con el derroche y la exuberancia como ingredientes principales.

Apoyado sobre el vidrio del ventanal, Manuel Finobili no prestaba atención a la noche de gran ciudad que lo rodeaba. Con un vaso de whisky con hielo en una mano, y su tablet de marca extranjera en la otra, revisaba las fotos publicadas en una revista virtual sobre la cena de gala que había reunido en la noche anterior a toda clase de famosos y figuras de los diferentes ámbitos. Lo hacía por el solo placer de analizar cómo había salido él en las fotos. Pero se dio cuenta que cada vez le costaba más que ese placer no cayera por el acantilado del desencanto.

"Paul tiene razón" pensó mientras con el zoom analizaba las patas de gallo de su “yo” virtual "ya no me conviene sonreír para las fotos"

Apagó la tablet para que esos pixeles no lo siguieran lastimando, y la tiró sin cuidado sobre la moderna y costosa mesita de diseñador del comedor. Se tomó el resto de lo que le quedaba de whisky en el vaso y se encaminó al mini-bar para recargarlo. Pasó por detrás del sillón donde Paul Larenz escribía sin parar en su laptop desde hace una hora, concentrado como solo él podía.

Era difícil, sino imposible, hablar de su vida sin mencionar a Paul. Aquel sujeto, quien conoció haciendo el ridículo usando un traje en la playa, y con más apariencia de alguien derrotado que de un exitoso empresario, le había cambiado la vida.

No recordaba, en los últimos 15 años, haber pasado más de un día sin verlo ni hablar con él. Desde su adolescencia, Paul fue su sombra, su paraguas, su respaldo, su escudo y su espada.

Al principio de su relación, supo dudar de cualquier intención de aquel sujeto, y cada acción de este le despertaba sospecha ¿Por qué ese tipo se preocupaba tanto por él? se preguntaba a sus 17 años, cuando todo en cuanto a Paul era nuevo ¿Acaso era un pervertido? ¿Un explotador? ¿Un busca vida? Todo lo que le ofrecía y prometía era excitante, pero no tuvo que pasar mucho tiempo para que las constantes exigencias y sermones hicieran que se cansara de él.

Que tenía que terminar la escuela, que tenía que dejar de fumar, que tenía que dejar de salir de fiesta todos los fines de semanas (y algunos días de semana también), que tenía que dejar de pasar el tiempo (vagar, según Paul) con sus amigos, que tenía que asistir al gimnasio, que tenía que dejar la comida chatarra, que tenía que ir a los chequeos médicos, que tenía que asistir a los entrenamientos, que tenía que conducir con más cuidado, que tenía que tenía que tenía que tenía.

“¡Dios, como lo odio!” era un pensamiento recurrente por aquella época en la mente de Manu, y solo bastaba que se nombrase a ese (por entonces) castaño para que el humor se le agriara. Y hasta llegó a dudar si el convertirse en jugador profesional valía tal nivel de exigencia.

Sin embargo, a pesar de las molestias, tanto en la mente subconsciente del adolecente, como en su corazón, se despertó una energía que nunca le había abrazado antes y que le alentaba a ver al futuro con ojos muchos más cálidos y optimistas. Y esa energía nacía del hecho de que por fin tenía a alguien con quien enojarse por estar sobre él… por fin tenía alguien que se preocupase por él. No se daba cuenta, y lo hubiese negado hasta la muerte de haberlo hecho, pero esperaba el reto de Paul cuando le provocaba apropósito, saliendo desabrigado o haciendo cualquier otra tontería, y cuando este reproche llegaba, por debajo del enojo que profesaba, su corazón bombeaba un calor reconfortante por todo su cuerpo. Calor que nunca le había despertado su madre, quien apenas veía, ni mucho menos su padre, quien lo había abandonado mucho antes de que Manuel pudiera guardar recuerdos de él.

Sin que se diera cuenta, comenzó a buscar cada vez más la compañía de Paul, y, aunque era difícil sacarle una conversación que fuese ajena a cuestiones del trabajo, aquellas pequeñas charlas de entre rutina constituyeron los momentos más felices de sus 17 años.

Con el paso del tiempo y las exuberancias y entretenimientos que vinieron con la fama y el dinero, su cabeza divagó por otros caminos que le llenaron la mente y le hicieron sentir nuevas emociones. Conoció a mucha gente que llegó a considerar especial o interesante y su círculo social creció a una velocidad arrolladora. Sin embargo, Paul continuó siendo esa molesta e imprescindible parte de su vida. Siempre fue Paul el primero a quien buscaba para celebrar las victorias y los acontecimientos importantes de su carrera, este nunca le abandonó en sus rehabilitaciones por lesiones musculares, ni en las rehabilitaciones por consumos de ciertas sustancias. Paul fue su padrino de bodas en su casamiento, y le acompañó en los momentos de mierda de su divorcio.

Desde que lo conoció, Paul había estado en cada momento importante y no importante de su vida, sus altos y bajos. Ya en la actualidad, Manuel sabía que el lazo que lo unía con ese adicto al trabajo era de esos lazos que solo se puede tener con una persona, una sola vez en la vida. Ese lazo representaba su pasado, y aun representaba su presente, y no se imaginaba un futuro sin él.

Regularmente, Paul le visitaba después del trabajo, aunque a veces era solo para seguir trabajando. Ambos disfrutaban de las penumbras cómodas e intimas, que solo eran percudidas por las luces del luminoso exterior, y los muchos años que llevaban de conocerse les permitía estar en silencio en presencia del otro sin incomodidad.

 -¿Seguro que no quieres algo para tomar?- preguntó mientras se servía más whisky.

El sonido de las teclas se detuvo en seco y los ojos oscuros del peliblanco se despegaron de la pantalla y le apuntaron.

-Cuando vine hace 3 días, ese mini-bar estaba prácticamente lleno, ahora solo veo botellas vacías- le reprochó.

Manuel blanqueó los ojos.

-¿Alguna vez me viste ebrio un día de semana, o antes de un partido importante?- preguntó con orgullo.

Paul continuó escribiendo.

-Solo eso falta, que te conviertas en alcohólico y lo agreguemos a tu curriculum de vicios.

-Nunca es tarde para empezar- dijo Manuel, levantando el vaso en saludo y volviéndose a apoyar en el vidrio del ventanal.

-Lo que si podrías empezar a hacer es cuidarte más, ya es la cuarta lesión de la planta del pie en este semestre, ya no tienes 23 años, Manu- le dijo el peliblanco, por encima del sonido de sus dedos sobre el teclado. Manu miró con fastidio por la ventana- la prensa está empezando a opinar que tu club te paga por descansar, en vez de jugar los partidos importantes.

-Pues que donen mi sueldo a las inferiores del club hasta que vuelva a jugar- dijo el basquetbolista, alzando la voz- como si me importara realmente ese sueldo.

El continuo murmullo del ambiente deportivo le era, desde hace años, tan común como entrenar, sin embargo Manuel a veces deseaba detonar un camión de explosivos en ciertos canales de televisión u oficinas de periódicos.

El whisky pasándole por la garganta le tranquilizaba... un poco. 

-Sabía que dirías eso, así que ya lo gestioné esta tarde- le contestó Paul sin inmutarse- mañana saldrá en los noticieros y periódicos, ya me ocupé.

-Que considerado- se mofó Manuel- ¿Alguna otra noticia nimia que te estés olvidando de decirme?

Paul hizo memoria frunciendo su boca hacia  un costado, pero sin dejar de escribir.

-Ah sí, tu entrevista de mañana en el canal 7 fue cancelada, ya llamaron a otro invitado.

-¿Qué? ¡¿Por qué?!- preguntó Manuel.

Una entrevista en uno de los programas más vistos, en el horario premiun de la TV, siempre era bien recibida ¿Como podía ser que Paul permitiese que se la negaran así nomas?

-¿Por qué te sorprendes?- le preguntó Paul sin mirarlo- hace rato que no juegas por tu lesión, y tu cameo en aquella película del año pasado es noticia vieja... simplemente los productores buscaron a alguien que si fuese noticia.

-Bien, me importa un carajo- dijo Manuel tomando del whisky y cruzando los brazos- aprovecharé para descansar, y eso deberías hacer tú también ¿Hace cuanto que no te tomas vacaciones? Vayamos al sur, a esquiar o no sé, beber en un jacuzzi mientras vemos nevar, algo que no sea trabajo.

-El tiempo es dinero- le contestó Paul, inmerso en su computadora.

-Como si a ti te importara el dinero- se rió el pelinegro- tienes tus cuentas rebalsando de dinero, pero no lo usas para nada, como si tuvieses a alguien a quien heredárselo.

Ni bien terminó de decir esas palabras, Manuel se arrepintió de inmediato. Se las hubiese tragado de vuelta si fuese posible. Se maldijo a sí mismo por hablador, y al whisky por soltarle la lengua de más y tocar temas tan penosos.

Paul detuvo su escribir, con la mirada perdida en la pantalla.

El ver esa expresión ya conocida pero tan poco mostrada por parte de su amigo, iluminada por la luz azulada de la pantalla, hizo que Manuel se hundiese aun más en la pena.

El departamento sucumbió ante un silencio que apestaba a dolor, mientras él sostenía el vaso con ambas manos, inquietas, y bajaba la mirada.

-Paul, lo siento... no quise decir eso...yo…

-…está bien- le contestó Paul, continuando con su trabajo.

Con la expresión de lástima que le despertaba cuando aquel tema volvía a lastimar corazones e impulsaba a maldecir al destino, Manuel suspiró mientras observaba al peliblanco.

-¿Cuánto tiempo pasó ya desde entonces?- preguntó apoyado en el ventanal.

-7 años y 4 meses- le contestó Paul, disminuyendo notoriamente la velocidad de sus dedos sobre el teclado, como si ya no pudiera concentrarse en su trabajo tan fácilmente- en 3 semanas estaría cumpliendo 18 años de edad.

-El tiempo vuela…-dijo Manuel dejando el vaso de whisky en la mesada-… sabes que hago que dejen flores en la tumba todas las semanas ¿Verdad?

-Lo sé, gracias.

-¿Has vuelto a hablar con Verónica?

-No desde que me abandonó, ya lo sabes.

-Paul, sé que es al vicio decir esto…- dijo Manuel, apoyando sus codos sobre la mesada y observando a su amigo-… pero deberías trabajar menos, últimamente estás más ocupado que nunca ¡Y eso es mucho decir! Para colmo, ahora viajas todos los fines de semana…

Paul sonrió y cerró la laptop.

-…sé que nunca fue de mi incumbencia tus viajes de negocios- continuó Manuel- pero es extraño, ni siquiera sé que haces o en que trabajas tanto entre tantos viajes.

-Ya te enterarás, a su tiempo- contestó el peliblanco, dirigiéndose con serenos pasos hacia la salida del departamento, con la laptop bajo el brazo.

Abrió la puerta.

-Deja de tomar esa porquería, nos vemos mañana- dijo para luego salir de la vivienda y cerrar la puerta.

Manuel se quedó en la oscuridad, con las palabras de Paul girando alrededor.

“¿Ya me enteraré? ¿A qué se refiere?” Preguntó en pensamientos, mientras tomaba lo último de su whisky y contemplaba por el ventanal la privilegiada vista antes de ir a dormir.

Tai imaginario

“¿Por qué no nací en un futuro donde se pueda apagar los pensamientos antes de ir a dormir?”

Se preguntó T.K, acostado en su cama y tapado hasta el cuello con las cobijas de invierno. El sueño le esquivaba, y en su lugar le zumbaban pensamientos que iban y venía, sin poder controlarlos como si no fueran suyos siquiera.

Lo descubierto en la computadora de la casa de Tai le había plantado en el cerebro una semilla que germinó y creció a una velocidad de ciencia ficción, convirtiéndose en una enredadera de curiosidades y deseos.

Evitó tocar el tema con Tai durante la salida al cine, no por vergüenza, sino porque dentro de él se instaló la idea que haciendo de cuenta no saber lo que el moreno quería, podría sorprenderlo y jugar al juego de la seducción desde otro lado. Además, todo aquello era muy nuevo, así que también pensó que le sería útil tener cierto tiempo para prepararse mentalmente antes de poner las cartas sobre la mesa.

Una vez de vuelta en su casa, saltó en la computadora de escritorio como un tigre sobre su presa, y, asegurándose de entrar en una ventana en modo incognito, buscó lo que Tai había buscado. No tardó mucho en encontrar exactamente las mismas páginas; le habían causado demasiado impacto como para olvidarlas. Leyó todo lo que pudo, sorprendiéndose de algunos datos e instrucciones, hasta que su madre lo requirió en la sala para que le ayudara con una aplicación del celular.

Cenó y se acostó a dormir, pero si había una noche en la que no podía dormir, era esa.

Numerosas situaciones imaginarias le robaban la atención; películas proyectadas de Tai y él en la intimidad, llevando a la práctica lo aprendido en secreto. Aquellos pensamientos estaban demasiado despiertos, y no se dio cuenta hasta acostarse, pero había pasado las últimas horas del día en un estado de excitación y erección continua.

Él, que regularmente se acostaba boca abajo para dormir, tuvo que hacerlo al revés, porque  la continua presión de su pene contra el colchón solo alimentaba su imaginación como era avivado el fuego cuando se le echa gasolina. Tal fue su sorpresa al percatarse que incluso el minino roce de las sabanas y las frazadas era suficiente para que su atención no pudiera escapar de sus pervertidos pensamientos y de aquel placer involuntario de la fricción en la zona baja.

Resopló y observó el techo de su cuarto en la oscuridad. Con sus fuerzas desgastadas por la continua excitación, y con la seguridad de que no podría dormirse en la brevedad, suspiró y acarició por sobre el pijama el bulto que se le había formado en la entre pierna, avivando aun más el placer que la sola presencia de sus fantasías le despertaba.

Su respiración se volvió más profunda.

Cerró los ojos para que las imágenes de su cabeza fueran más nítidas y dejó que su imaginación tomara las riendas por sí sola. Lo primero que se imaginó fue a Tai en su uniforme de futbol, los recuerdos del castaño en un partido. Este tenía la costumbre de arremangarse los pantalones cortos para estar más cómodo, así hiciera frio o calor. La mano de T.K se cerró por si sola con fuerza sobre sus genitales. El recuerdo de esas piernas eternamente bronceadas le hizo morderse el labio y cerrar los dedos de los pies. Su mano no pudo aguantar más y se introdujo dentro del bóxer.

Su cuerpo entero desprendía calor, y llegó a un punto tal que seguir envuelto en esas frazadas era insoportable. Se destapó con torpeza, mientas continuaba masajeándose por dentro del pijama. El frio dejó de existir. Cuando necesitó más intensidad en su placer, se bajó los pantalones del pijama y la ropa interior, dejando expuesta una erección ya a esas alturas incontrolable. Con su mano más hábil acarició su glande, y con suavidad comenzó a masturbarse. Abrió la boca para respirar mejor. Sumergido varios metros de profundidad en su imaginación, deseó tener a Tai con él en ese momento.

-Hola, T.K.

No se sorprendió ante esa voz, supo que era producto de su imaginación. Al fijarse, tenía a Tai encima suyo, a la altura de los muslos. Vestía su uniforme de futbol.

-Veo que estás ocupado- le dijo Tai sonriendo.

-Esto es culpa tuya- contestó el rubio, agitado, sin dejar de masturbarse.

-No me culpes a mi por tus pensamientos sucios- le dijo divertido el moreno, posicionándose sobre él para besarle.

La lengua de Tai se introdujo entre sus labios y bailó sobre la suya en un compás de lujuria. La intensidad de ese beso asustó al menor, y abrió los ojos solo para verificar que seguía solo y que se lo había imaginado todo. Aun sorprendido, cerró los ojos para que Tai volviese a aparecer encima de él dentro de su mente.

   -Déjame ayudarte- le dijo Tai con una sonrisa picara, agarrándole el pene con su mano imaginaria.

T.K se sobresaltó mientras su mano real aumentaba la velocidad de trabajo. Sin poder meditarlo siquiera, se sacó la parte superior del pijama.

Tai se recostó sobre él y le besó el cuello, haciendo que se retorciera del placer sin parar de jadear, aunque en realidad era su propia mano libre la que le acariciaba el cuello. Mientras los besos imaginarios del castaño descendían, la mano del rubio también lo hizo y acarició sus pezones en conjunto con la lengua de Tai.

-Tai ¿Podrías…

T.K enmudeció al darse cuenta que la camiseta de Tai ya había desaparecido antes de pedírselo.

-¿Cómo lo hiciste?- preguntó entre jadeos.

-Soy un producto de tu imaginación, no soy real- Tai giró los ojos- no estoy atado a las leyes físicas.

-Ah, cierto.

La excitación en ese punto era tanta, que el blondo sintió la necesidad de desnudarse completamente y tirar su ropa hacía un costado de la cama.

En un microsegundo de sensatez, estiró su mano libre y tanteando agarró el servilletero que solía guardar debajo de la cama. Previendo un enchastre total, se colocó dos servilletas en el abdomen para que recibieran el grueso de la descarga cuando llegase.

Tai volvió a besarle, mientras T.K sentía todo su cuerpo sobre el suyo. Cuando el mayor separó los labios de los suyos, le miró con picardía y dándole un beso esquimal dijo:

-Ya sé lo que quieres.

El moreno se paró en la cama, encima de él, y se introdujo los pulgares por dentro del pantalón. Lentamente se lo bajó, moviendo con sensualidad su cintura mientras tarareaba desafinadamente una canción de striptease, quedando en un bóxer azul oscuro con un elástico rojo oscuro, que T.K nunca le había visto pero que indudablemente le quedaba bien.

Tai volvió a arrodillarse sobre él, y le tomó la mano. Se la hizo pasar por sus abdominales imaginarios, la bajó hacía un costado de su cintura imaginaria, sintiendo la suavidad de la ropa interior, y luego la pasó por su muslo imaginario. Una vez el mayor le soltó la mano, y con el corazón a mil, T.K agarró sin vacilación el elástico del bóxer del mayor.

-ah, ah, ah- le dijo Tai juguetonamente, sosteniéndole la mano antes de que pudiera bajarle el bóxer imaginario- las cosas son mucho más excitante si se hacen esperar- le apartó la mano con suavidad- tendrás que esperar para poder verlo.

-Ya lo eh visto muchas veces- le replicó T.K molesto, rojo por la aceleración de su flujo sanguíneo.

-Y lo harás de nuevo, pero cuando yo diga- le sonrió el mayor.

-¿En serio tengo una imaginación tan caprichosa?- se quejó desviando la vista hacía un costado.

Tai le tomó de la barbilla y le hizo mirarle a la cara para besarle de nuevo y apoyar el cuerpo imaginario sobre el suyo otra vez, mientras le ayudaba a masturbarse. T.K se olvidó de todo lo que no fuese Tai y se dejó llevar. Su mano paseó por el aire, pero en su mente se deslizó por la espalda del castaño, hasta terminar en un gustoso agarre de nalgas. La presión del bulto del mayor sobre él no le dejaba pensar en nada más.

Todo su cuerpo le gritó que el final sería todavía más intenso de lo que había previsto, y sin detener el sube-baja de su mano, con la otra agarró dos servilletas más y se las colocó a la altura del pecho.

Tai se volvió a arrodillar sobre él e introduciendo el dedo pulgar adentro del bóxer, lo bajó lo suficiente para que se le viera el vello púbico. Le tomó la mano y se la movió lentamente hacía su entre pierna.

-¿Estás listo?- le preguntó el moreno con una sonrisa que le electrificó todo el cuerpo.

T.K tragó grueso, temblando de deseo y lujuria. Pero cuando estuvo a punto de introducir la mano dentro de la ropa interior de Tai, este desapareció.

El orgasmo lo atropelló con violencia, tanto que lo obligó a contraerse y morderse la mano para no gemir y despertar a su madre en la otra habitación. Con la respiración que emitía los decibeles de una turbina de avión, sintió como si su pene fuera una manguera de bomberos. El semen cayó sobre las servilletas en su abdomen y pecho, pero la potencia de su eyaculación fue tal que sintió el líquido caliente aterrizarle también en la clavícula. Tuvo la necesidad de correr su rostro hacía un costado, por miedo de manchárselo también. Su mano, cansada, fue bajando la velocidad de sus subidas y bajadas. Cuando el semen dejó de correr, T.K se soltó el pene y se desparramó en la cama, exhausto y jadeante.

Tardó un tiempo en recuperar sus fuerzas y la voluntad de moverse. Su mente poco a poco se reinició. Lo primero que hizo fue tirar a la basura las servilletas empapadas y utilizar otras limpias para quitarse el semen restante del cuerpo. Rápidamente se vistió de nuevo, ya que la lenta recuperación de sus sentidos le hizo sacudirse de frio una vez pasada la caliente excitación. Calzándose las pantuflas se fue al baño y se lavó las manos.

“Maldito Tai imaginario” pensó mientras el reflejo en el espejo del lavamanos le devolvía un T.K con más sueño que persona.

Fue a la cocina por agua y volvió al abrigo de su cama, confiado en haber descargado toda la calentura y librarse de las cadenas de sus fantasías sexuales. Se acostó boca abajo, se tapó hasta el cuello y abrazó su almohada, hundiendo su rostro en ella.  

“Espero poder dormir algo ahora” se dijo a sí mismo, y dejando escapar un suspiro en la oscuridad, cerró los ojos.

Pero los abrió de nuevo al sentir una presión aumentando en su parte baja, presionándose contra el colchón.

“¡¿SERÁ POSIBLE?!

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La mañana siguiente fue para T.K una tortura. Nunca había sentido de forma tan abrumadora la sensación de “estar en un lugar y no estar al mismo tiempo”. Su cerebro apenas funcionaba. En la escuela, no pudo hacer otra cosa que ver la pizarra de su salón sin siquiera saber en qué clase estaba. Se ganó el reproche del profesor de matemáticas por tener sobre la mesa los libros de literatura, el enojo de la profesora de inglés por no haber llevado el cuaderno de práctica, y la severa advertencia del profesor de química por haberse dormido sentado durante la clase.

Sus ojos se cerraban solos, aplastados por el sueño, y su actitud fue tan somnolienta que le era imposible simular, aunque por el propio cansancio ni lo intentó.

-Pareces un zombi- se le rió Davis después de que casi se cayera de la silla por dormirse.

Sus ojeras atrajeron la preocupación de sus compañeras y las burlas de sus compañeros. “Estoy bien, no pude dormir anoche, eso es todo” fue la frase que más repitió esa mañana, ante las preguntas de sus amigos. Sin embargo nunca explicó el porqué de su insomnio. ¿Cómo podría explicar que no había podido dormir a causa del ataque de excitación que le produjo un chico? ¿Qué cada vez que pegaba un ojo, fantasías sexuales le impedían el sueño? ¿Qué había roto su propio record en cantidad de veces que se masturbó en una sola noche?

Y lo peor de todo fue que ni la maratón de masturbación le hizo escapar de aquellos pensamientos y deseos que le nacían debajo del estomago.

La oscuridad del día daba la impresión que hacía más frio del que realmente hacía, sin embargo T.K sintió calor emanar de él a todo momento.

A pesar que lo que más deseaba era acostarse y dormir hasta que le doliera el cuerpo, después de clases fue a la escuela de Tai. El castaño le había invitado a presenciar un partido de práctica contra otra escuela.

Sentado en las gradas superiores de la cancha atrás de la escuela del oji-café, T.K se olvidó de su falta de energía y contempló a Tai jugar como si fuera la primera vez. Ni siquiera prestaba atención a cómo iba el marcador. Sus ojos solo se alimentaban hambrientos de Tai, y entregado al placer de ver al moreno jugar y correr, se dejo sumergir en el lago calmo de sus pensamientos pervertidos. Pero ese lago pronto se transformó en un torbellino imposible de resistir: entre barrida y chapoteo en los charcos que se habían formado en el campo de juego por culpa de la llovizna invernal, lentamente el pantalón blanco del moreno comenzó a transparentarse.

T.K tragó grueso. Inmediatamente recordó el episodio con Mimí en el rio, durante el verano. Tuvo la misma reacción fisiológica de aquella vez.

"Solo esto me faltaba" pensó, cruzando las piernas e inclinando su cuerpo para adelante.

Intentó tranquilizarse. Pensando en su profesora de historia usando un bikini, se auto-torturó para que la erección bajara. Se levantó y bajó las escaleras hasta el borde del terreno de juego. Tai se movía continuamente, trotaba, corría, caminaba, siempre esperando el balón por el sector derecho de la cancha.

-Tai...Tai...- intentó llamar la atención del castaño, lo suficientemente fuerte para que le escuchara, pero no tanto como para que las pocas personas en las gradas pudieran oír-... se te ve... Tai... tu pantalón....

     El moreno parecía no oírle, concentrado en el juego.

-Tai...- volvió a llamarle.

Tai aprovechó que el balón había sido pateado lejos para recuperar el aire. Se apoyó sobre sus rodillas, dándole la espalda al blondo.

-¿Qué pasa?- le preguntó viéndolo sobre su hombro, jadeando.

T.K quedó atrapado en ese rostro jadeante y hermosamente despeinado. Sus ojos azules brillaron ante aquella belleza alocada que sabía atesorar cada vez que mirada a Tai. Sin embargo, dejó de admirar ese rostro al darse cuenta de la pose del castaño. Bajó su vista hacía aquel pantalón humedecido que tanto le había alborotado desde las gradas. Tragó saliva con aun más dificultad que antes.

-No…nada importante- dijo acalorado, sentándose en las gradas inferiores, dispuesto a disfrutar de lo que quedaba de la práctica.

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Mientras esperaba en la salida trasera de la escuela de Tai a que este terminase de ducharse, T.K revisaba en su celular las fotos que había sacado secretamente al castaño durante la práctica. Le despertaban placer y culpa por igual.

“Soy un pervertido” se repetía por lo bajo, avergonzado de si mismo pero sin parar de contemplar con zoom el trasero y las piernas del moreno.

-Gracias por esperarme- le saludó Tai, caminando hacía él y acomodándose el bolso deportivo en el hombro.

T.K, a pesar que la sorpresa le había explotado el pecho, disimuló guardar el celular con tranquilidad. Levantó su vista y quiso decir “no hay problema”, pero no pudo. Esos ojos marrones y esa sonrisa le anudaron la lengua. Contempló a Tai como si no lo hubiese visto hace décadas, y envuelto en esa obnubilación cariñosa, se preguntó como el castaño podía verse igual de bien lleno de barro o recién salido de la ducha.

-Perdón por tardarme tanto, pero se sentía tan bien estar bajo el agua caliente- dijo el mayor como si el solo hecho de recordarlo le diera gusto.

El rubio abrió la boca para contestarle, pero fue interrumpido.

-Tai ¿Por qué tardaste tanto? -Sora se acercó, saliendo de la escuela - buena práctica, aunque no anotaste ningún gol- le dijo al oji-café con una sonrisa burlona.

-En el futbol no siempre uno marca goles, sino los partidos terminarían 30 a 27, o algo así- contestó Tai levantando los hombros.

-Está bien, si esa es tu excusa…-continuó la peli-naranja, sin ocultar su buen humor.

-Estás buscando molestarme ¿Cierto?- sonrió el castaño.

T.K, quien no hizo ni el mínimo intento de unirse a la conversación, observó a los dos mayores interactuar entre sí, a la vez que percibía sin dificultad como su propio semblante cambiaba. La facilidad con la que aquellos dos se enfrascaban en su propia charla, y se sonreían mutuamente, le calentaba el aire de los pulmones hasta el punto de doler. Los segundos pasaban muy lentos, y cada palabra de esa chica Sora le parecía innecesaria y molesta ¿Por qué no se iba y dejaba de estorbar?

Sora tomó la mano de Tai. El aire caliente dentro de los pulmones de T.K se prendió fuego, pero solo pudo quedarse inmóvil.

-Tienes las manos tibias, que bueno- dijo la chica- mantenlas calientes con esto.

De su bolso sacó un par de guantes negros de lana.

-Mi mamá los hizo, como está de vacaciones aprovecha para practicar con su hobby de tejer- comentó Sora, mientras le entregaba los guantes a un sorprendido Tai- ella me hizo estos- dijo mostrando sus guantes blancos.

-Vaya, muchas gracias- le sonrió el moreno- aun recuerdo los anteriores que ella me tejió cuando íbamos a la primaria, me sirvieron mucho tiempo.

T.K observó, con la respiración cada vez más pesada, cómo Tai se calzaba los guantes y le sonreía a Sora ¿Cómo era posible que la sola presencia de esa chica le arruinara el ánimo?

-Ah, hola T.K, perdona no te vi- le dijo la oji-café saludándolo.

El rubio apenas sonrió e hizo un movimiento con la cabeza en forma de saludo; tenía miedo que el enojo se le evidenciara en la voz.

-Sabes…- dijo Sora volviéndose a hacía Tai de nuevo-…yo estoy aprendiendo a tejer también, dentro de poco podré regalarte algo, aunque sea simple, como una bufanda o algo así.

En la forma en cómo Sora bajó la mirada, el ojiazul reconoció la timidez producida por el enamoramiento, y el fuego de los pulmones se expandió al estomago y la cabeza.

“Dile que no, por favor, dile que no” pensó T.K observando fijamente al castaño.

-No es necesario jeje, pero gracias igual.

-Solo dame tiempo para aprender a tejer bien- rió la chica- ¿Tienes algo que hacer ahora?

Tai vio a T.K por primera vez desde que Sora había aparecido, y la mirada del menor le hizo extrañarse. Esa mirada azul se notaba rara, incomoda, pero sobre todo dolida. Dudó si se lo estaba imaginando. Lo que sí estuvo seguro, fue que necesitaba hacer algo al respecto.

Tai meditó. Aunque le gustaba la idea de pasar tiempo con su amiga, aquella mirada de T.K le indicó que ahora tenía otra prioridad.

-Acompañaré a T.K a su casa, se está haciendo tarde, luego tengo que ir a acompañar a Kari no sé adónde…ordenes de mi papá- se excusó con naturalidad.

-Está bien, cuídense chicos- los despidió Sora- te veo luego, Tai.

Una vez Sora se fue, T.K, sin decir ni una palabra, comenzó a caminar por la acera con las manos en los bolsillos. Tai le siguió, sin poder evitar sorprenderse. El silencio del menor le hacía ruido, y con cada paso ausente de palabras le invadía la sensación de que algo andaba mal.

-Hace mucho frio ¿No?

Sintió vergüenza por preguntar algo tan tonto y forzado, pero no soportaba más el sorpresivo silencio. T.K solo levantó y bajó los hombros, sin voltear a mirarle.

A pesar de caminar solo un par de metros por detrás del menor, Tai sintió un abismo entre T.K y él. Aquello le asustó. Nunca había sentido el enojo genuino del rubio desde que se habían vuelto pareja, y ahora que este se le presentaba por primera vez, no sabía qué hacer… sobre todo porque no sabía que andaba mal. Entendió que no estaba al frente de un simulacro.

-T.K ¿Pasa algo?- preguntó, sorprendido de sentirse tan atemorizado como curioso.

-Nada- escupió el blondo al aire.

Tai no necesitó más. La tonalidad de ese “nada” se lo dijo todo.

-T.K ¿Qué pasa? Dime.

El ojiazul solo siguió caminando, con los oídos tapados por la rabia.

-T.K…- llamó de nuevo el castaño, pero solo consiguió silencio.

Suspiró. Aprovechando que sus zancadas eran más largas que las del menor, se le adelantó y se le interpuso de frente, obligándolo a detenerlo. Sin ser rudo pero con firmeza, sujetó al rubio de los hombros y lo apoyó sobre la pared de una tienda de zapatos cerrada.

-T.K.

Miró al blondo a los ojos. Solo dijo su nombre, eso era suficiente. Supo que su cara le indicaba a T.K que podía confiar en él y que nada en el mundo importaba más de lo que tenía para decir. Notó como la mirada de T.K lentamente se transformaba, con el enojo evaporándose y dejando tras de sí unos ojos azules de inseguridad. El menor apartó la vista, y su rostro se camufló con el rosa intenso de la pared de la tienda.

-Es que… esa chica Sora…es muy cercana a ti.

Tai quedó atónito, nunca se hubiera imaginado que el problema era…Sora.

-¿Sora?- preguntó como para asegurarse que había escuchado bien.

T.K, aun con la mirada esquiva, asintió con la cabeza.

Que el menor se preocupara de que Sora podía “robárselo” para ella, le dio una inyección de ternura. Frunció los labios mientras veía ese rostro encendido por la vergüenza. Rió de repente, sorprendiéndose a sí mismo. La idea de Sora como otra cosa que no fuese una amiga era demasiada disparatada.

-Estoy hablando en serio- le dijo el ojiazul levantando la voz.

La risa del moreno mutó en una carcajada incontenible.

-¡A ella le gustas!

Tai trató de apagar esas ganas de reír que le nacían desde las entrañas. Apenas podía respirar.

-¿A Sora?- preguntó, aun sin parar de reír- eso es imposible.

-Lo puedo ver en su mirada, Tai.

Al castaño, al toparse con esa mirada triste, las ganas de reír se le drenaron. Tenía una herida que sanar, antes de que pudiera hacerse más grande. T.K no merecía sufrir en vano.

-T.K, de todas las personas en el mundo de las que podrías preocuparte, lo estás haciendo sobre la que menos deberías- dijo con calma, buscando el contacto de esos ojos celestes- si Sora y yo parecemos muy cercanos, es porque somos amigos de la infancia, eso es todo…no hay forma que sea de otra manera.

T.K le observó con concentración, como si internamente luchase contra sus propias dudas y miedos. Bajó la cabeza, y con suavidad la dejó caer en su pecho.

Sorprendido, ya que al menor le incomodaban hasta la medula las demostraciones de cariño en público, sonrió y rodeó a su rubio con los brazos.

-Supongo que tienes razón, soy un idiota- le dijo el ojiazul, sin despegar el rostro de su pecho.

Tai sonrió. Por primera vez era T.K quien lo celaba y no al revés. Un calor reconfortante le recorrió la espalda, alimentado por el hecho de saber que el blondo lo quería solo para sí ¿Y quién era él para negárselo? Estaba dispuesto a ser solo de T.K hasta que el universo mismo dijera basta, y aun así seguiría siendo del rubio.

-Tranquilo, no me dejaré robar- susurró, apoyando su mejilla en esos mechones de oro.

-Aun así le tengo celos- dijo el rubio, sin intención de moverse- ella te conoce por mucho más tiempo que yo, de seguro tienen muchas historias y recuerdos juntos.

-Mmm eso último puede ser verdad- meditó el castaño- pero estoy convencido que nosotros podemos tener nuestras historias juntos, a nuestro modo.

Un auto que pasó por detrás de ellos tocó bocina dos veces, incomodándolos y recordándoles que la ciudad podía verlos. Se fijaron con disimulo alrededor, comenzaban a atraer miradas. Viéndose a los ojos, y sin la necesidad de palabras, acordaron seguir caminando y dejar de ser el centro de atracción.

Con los ánimos más tranquilo, tomaron el bus y llegaron a la casa de T.K donde se despedirían por ese día. En la puerta del edificio donde vivía el rubio, no pudieron evitar mirarse con ganas de devorarse a besos mutuamente, pero la presencia del portero y algunos vecinos se lo impidieron.

-Mañana podríamos ir a chequear esa tienda de discos que está por cerrar- dijo el castaño, con sus ojos instalados en esos labios que necesitaba poseer.

-Sería genial- contestó T.K, con el mismo hambre en su mirar.

Sin ganas de hacerlo, se despidieron, y T.K subió las escaleras con la cara emanando amor. Ya quería que fuese el día siguiente.

Entró a su casa, y se sorprendió al darse cuenta que su mamá ya estaba allí, sentada en la mesa del comedor. Envuelto en sus pensamientos sobre el moreno, la saludó y le indicó que estaría en su habitación.

-Takeru- le llamó su mamá con más seriedad de la de costumbre, reventándole la burbuja de ensueño.

Ella se levantó de la mesa, y le extendió un boletín.

-¿Qué son estas clasificaciones?

Notas finales:

Aquí termina el 19. Con este cap, ya completé el segundo cuarto o sección del fic (lo organicé así previamente). Quedan dos cuartos más, pero como el último cuarto es más cortito que el resto, supongo que es correcto decir que vamos por un poco más de la mitad del fic.
Espero que les haya gustado, un abrazo!


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