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Buenas intenciones por exerodri

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Notas del capitulo:

Hola! No, no están alucinando. Soy yo, actualizando. 3 meses de demora. Nunca me había pasado. Aunque también debo admitir que fueron 3 meses muy ocupados para mí, quizás los más ocupados de mi vida XD Con respecto a esto, anunciaré algo importante en las notas finales. Si todavía estás interesado en leer mi historia, espero que te guste el capitulo. Perdón por la demora.


Capitulo 20: El jefe del jefe

Cárcel de libros

Nadie que lo conocía pudo evitar sorprenderse al enterarse de cómo le había ido a Takeru en ese cuatrimestre escolar. Era sabido que desaprobaba alguna materia de vez en cuando, como la mayoría de los alumnos, pero nadie esperaba tal diferencia de rendimiento de un año al otro. Menos en un chico educado y tranquilo como él. Hasta el preceptor, encargado de transcribir las notas al boletín del adolecente, dudó si no se había equivocado de planilla y tomado la de otro alumno caótico.

Agradeció que la madre del chico no revisara las notas allí en su oficina al momento de entregárselas; conocía la severidad del carácter de la rubia. Aun así, fue un momento que incomodó a ambos.

Ese día, Natsuko Takaishi salió de la escuela de su hijo con el estomago hecho un nudo. Nunca le había pasado. La mirada del preceptor al momento de darle el boletín fue la de alguien que entregaba malas noticias y que no tenía el coraje para decírselas.

Secuestrada por la preocupación, decidió esperar a llegar a su casa para enfrentarse a sus miedos de madre. Una vez en su departamento, lo primero que hizo fue fijarse si Take se encontraba allí. La ausencia del rubio le reveló de repente lo mucho que este se la pasaba afuera en el último tiempo, mucho más de lo normal. Suspirando, dejó al boletín en la mesa para enfrentarle cuando estuviera lista. Prendió la radio con su música favorita para que la animara, lavó y secó los trastes y se preparó un té de anís.

Cuando se quedó sin tareas domesticas que hacer, observó el boletín sobre la mesa, y a fuerza de pensamientos positivos se reprochó el desconfiar tanto de su hijo sin siquiera haber visto el boletín. No tenía motivos para desconfiar. Take nunca había necesitado que lo controlase demasiado para que cumpliera con sus obligaciones, y nunca la había defraudado. Él era un chico responsable y sabía que su deber era estudiar, pensó.

Con la confianza en su hijo y en ella misma como madre restaurada, abrió el boletín en frente de ella. Su estantería mental no soportó el atropello de tantos números escritos con tinta roja; casi todas las materias aplazadas. Las notas en verde, color que la escuela usaba para los “desaprobados”, se podían contar con los dedos de una mano. Solo dos materias estaban aprobadas y escritas en azul: educación física y literatura.

Tal fue su desconcierto, que revisó varias veces si aquel boletín del horror fuese el de su hijo. Las observaciones eran iguales de alarmantes que las clasificaciones. “No cumple con las tareas” “No presta atención en clases” “Carpetas y cuadernos incompletos”.

Jamás se le pasó por la cabeza que a su hijo le había picado el bicho del amor. En su lugar, lo primero que pensó fue que Take se había comenzado a contagiar de Matt y su falta de interés en la escuela, y culpó en parte a Hiroaki para rescatar su ego del hundimiento total.

Cuando el muchacho llegó a la casa, le llamó antes de que este se metiera en su habitación y le mostró el boletín pidiéndole explicaciones. Le extrañó que Take se sorprendiera de sus propias notas, pero no suavizó su enojo. Al revisarle las carpetas, comprobó que las observaciones de la escuela sobre su hijo eran correctas. Casi todas incompletas, a medio copiar, a medio hacer. Trabajos que el chico tuvo que entregar y que nunca entregó, y que ella nunca se enteró de sus existencias. Ejercicios de matemáticas sin completar, o hechos a media, o hechos mal. Se hubiera encontrado con corazones con un “Tai” en el medio, frases melosas de un principiante en el amor, y demás pensamientos que necesitaron expresarse de alguna forma, si no fuera que el rubio se aseguraba de arrancarlos del cuaderno y deshacerse de ellos antes que alguien los viera.

Con la convicción inquebrantable de que para asegurar el futuro de su hijo menor tenía que corregir su comportamiento desde ese momento, implementó un plan de seguimiento y de reeducación voraz y a puño de hierro. Lo primero que hizo fue quitarle al menor la llave del departamento, para que no pudiera salir cuando él quisiese. Desconectó y escondió bajo llave su consola de videojuegos y, a pesar que ella la usaba para regularmente trabajar, también desconectó la computadora. Le bloqueó cualquier ingreso de dinero, controlándole cada gasto, hasta el último centavo, con una minuciosidad que asustaba. Se encargó de conseguir profesores para clases de apoyo para cada asignatura, sin importarle el costo.

Además habló por teléfono con los compañeros de T.K que ella sabía que eran buenos estudiantes, y pactó con ellos reuniones de estudio, fijando días y horarios sin siquiera consultarle al rubio. Le prohibió ir los entrenamientos del club de básquet y cualquier otra salida que no tuviese fines escolares. Ingeniándoselas para escaparse de la oficina del periódico o buscar remplazos para las notas que le tocaba cubrir, se encargó de ser el transporte de T.K a toda hora, llevándolo a la escuela, de las clases de apoyo a la casa del compañero de estudio de turno, y de allí al hogar de vuelta; no para comodidad del menor, sino para saber donde estaba a toda hora.

Le transmitió el plan a Hiroaki para que lo aplicara cuando él estuviera a cargo del ojiazul. Este al principio lo creyó excesivo, pero después prefirió no oponerse a la voluntad de su ex esposa; las notas de T.K le habían asustado en igual medida.

Regalos

Cuando Tai se enteró que ya no podría juntarse con T.K como antes, un pinchazo le alteró el corazón. Se sintió algo culpable por el mal rendimiento escolar del rubio. Aun así, no podía permitir que los separasen. Sin dejarse vencer, pensó, en conjunto con el ojiazul a la distancia, una estrategia que les permitiera escapar de la rigurosidad de Natsuko.

Tardaron semanas, pero idearon un plan que les sirvió como un oasis en el desierto del desencuentro: T.K le pidió a uno de sus compañeros de estudio que sostuviera la coartada ante su madre de haber estudiado juntos toda la tarde, mientras él y el castaño se encontraban en una plaza cercana.

Solo en la falta de cotidianidad, los adolecentes se percataron que no se buscaban el uno a otro para matar las horas, sino para vivirlas.

Tai tenía que tomarse dos ómnibus para ir desde su casa hasta la del compañero del rubio, pero no le importaba. No le importaba enfrentarse a ese invierno particularmente frio y oscuro, y caminar contra al viento y la llovizna que ya se asemejaba a la escarcha. Es más, resaltaba entre la gente sin darse cuenta, exhibiendo al caminar una enérgica sonrisa entre tantas caras largas y hombros encogidos por el frio que pasaban junto a él. Cuando llegaba a la plaza “de los secretos”, y encontraba a T.K esperándolo detrás de los ligustrinos, se olvidaba de todo.

Fue durante esas semanas en las que apenas pudo ver a su rubio, cuando Tai se dio cuenta que T.K tenía el cuerpo hecho a medida para el romance; encajaba en sus brazos a la perfección. No podía evitar tambalear al encontrarse con esos ojos celestes que le tocaban el alma, vibrar al acariciar la suavidad de esa piel clara, y derretirse al ser envestido por esos labios sedosos. El fuego que provenía del interior de sus entrañas calentaba más que el sol, pero aun así, no intentó nada nuevo en cuanto lo sexual, ni tampoco lo insinuó. Sabía que el momento para dejarse llevar llegaría en mejores condiciones. Hasta entonces, supo tomarle gustito a la espera, saboreando a T.K con los ojos y las manos, antes de poder hacerlo con todo el cuerpo… aunque su cuerpo temblara de ganas.

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-¿Hasta cuando me molestarás acompañándome?- se quejó el rubio de ojos azules mientras caminaba por la acera, cubriéndose la mitad de la cara con su bufanda.

-Ya te lo dije- contestó Tai, caminando al lado- ¿Hasta cuándo seguirás con esto, Matt? Deberías dejarlo antes que te pase algo en serio. No siempre tendrás suerte.

Castaño y rubio volvían de la fábrica abandonada, después de cumplir con otra tarea de “delivery” para los jefes de Matt, esta vez sin persecuciones ni amenazas.

-Necesito juntar más dinero, no tengo el suficiente.

- No entiendo como no puedes tener el suficiente- dijo el oji-café, guardando las manos en los bolsillos- no la gastas en ropa, tus instrumentos son viejos, no sales a fiestas, no tienes novia ¿Qué haces con el dinero?

-Eso no te importa- le ladró el ojiazul, mientras se detenían en la parada del ómnibus- hablando de eso ¿Vas a aceptar tu parte del dinero o no? No me siento cómodo quedándomelo.

-Quédatelo, ya te dije que no me importa ese dinero sucio.

Soportaron por unos minutos el viento helado, hasta que llegó el autobús que los acercaría a sus viviendas. Al subir, Matt le dijo al moreno que no se sentara a su lado, pero este no obedeció.

Para evitar que los pocos pasajeros a bordo le escucharan, Tai susurró:

-Oye Matt, estaba pensando…

Esperó a que el rubio le preguntara “¿Qué cosa?” o “¿En qué piensas?”, pues aun creía que alguien tan cercano a T.K no podía tener algo de amabilidad; pero al ver que esperaba en vano, siguió:

-¿Qué pasa si atrapan al jefe de la banda, al “Gordo”? ¿Se acaba el “negocio”?

Matt miró a través de la ventanilla, en silencio y, al parecer, dispuesto a ignorarlo. Tai se rindió, y ya sin esperar una conversación, se acomodó en el asiento con las manos en los bolsillos de la campera. Para colmo, se había olvidado los auriculares, así que sería un viaje aburrido y en silencio.

-Ese idiota no es el “jefe”.

La voz del ojiazul le sorprendió, y giró su rostro hacía este.

-Esa manteca es solo un peón más, un peón con solo un poco más de poder- agregó el rubio, sin dejar de ver por la ventana, y en un volumen susurrado.

-¿Y quién es, entonces?

-¿Yo que voy que voy a saber? Nadie sabe en realidad quien manda.

Aquella frase que salió de los labios de Matt sonó tan extraña, que Tai no pudo evitar que se le despertara la curiosidad.

-Se sabe que el “Gordo” recibe llamados anónimos, indicándole lo que tiene que hacer- continuó el blondo- a su vez, se dice que esa persona anónima recibe las instrucciones de otro llamado anónimo, y así sucesivamente. Nadie sabe donde se inicia. Sea quien sea el que da la orden, tiene muy buena información de cuando hay menos policías en tal lugar, de cuáles son los puntos débiles en los operativos de seguridad, de cuando se mueve mercancía importante de un lugar a otro y cuando conviene robarla, además, tiene contactos suficientemente poderosos para trabajar con libertad.

-Es alguien con buenos contactos en la policía y el gobierno- dedujo el castaño.

­-Si es que es “alguien”, se dice que…- Matt calló de repente cuando un anciano pasó al lado de ellos, caminando hacía los asientos del fondo. Cuando se alejó lo suficiente, siguió-... se dice que en realidad no es uno, sino varios sujetos de altos cargos públicos.

-¿No se sabe nada de ellos?

-Solo se sabe el apodo de uno, que es lo mismo que nada.

-¿Cuál es?- preguntó el castaño, con la atención de los niños pequeños.

-El “Ruso”.

-El “Ruso”- repitió Tai por lo bajo.

Había escuchado aquel apodo sin rostro en el noticiero. Era sabido por el grueso de la población que ese era el nombre clave de alguien metido entre los poderosos, pero como había dicho Matt, eso era lo mismo que no saber nada.

-Que gran parte del gobierno esté involucrado con mafias, ayuda a entender porque esta ciudad se vino a pique tan rápido.

Tai escuchó aquellas palabras salir de la boca de Matt, y pensó que aquel rubio nunca había tenido tanta razón. Y es que hacía un tiempo, Tai había notado que la ciudad donde había nacido y crecido, poco a poco se había marchitado. Parecía otra totalmente diferente.

Los asaltos y fechorías eran más de los que la gente podía lamentar, tantos que ya pasaban desapercibidos. Las estaciones de policía se habían convertido en simples expendedoras de denuncias sin esperanzas, y la propia cara de los pocos policías a quienes les importaban las personas, dolían a desazón. La cantidad de negocios y tiendas comerciales que habían cerrado por los altos impuestos y por los continuos robos, dejaron una marea de locales abandonados y rapiñados. El cuidado de la vía pública parecía olvidado: carteles y señalizaciones rotos, asfalto agujereado por todos lados, alumbrados que no alumbraban, plazas y parques con la maleza llegando a las rodillas, bancas y fuentes dando lastima y juegos oxidados y rechinantes. Todo aquello hacía que a uno se le resbalaran los ojos por no tener algo bonito para ver que los detuviera.

La situación financiera de la ciudad también incomodaba. La inmensa cantidad de despidos había teñido de inquietud a la población, entre ellos a su mamá. Nadie entendía las políticas económicas de los políticos de la ciudad, y ya la mayoría no necesitaba entenderlas para saber que no beneficiaban a nadie más que a los mismos políticos. Aquello, la inseguridad, y la falta de nuevas oportunidades, provocaron un éxodo masivo. Todo aquel que tuvo la posibilidad, había emigrado a otras ciudades, las cuales florecían y prosperaban sin igual, dando la impresión de ser otro país diferente.

Para colmo, el clima pálido y apagado de los últimos meses, entristecía la mirada, día a día.

-Vamos, esta es nuestra bajada- le dijo el ojiazul, jalándole de la ropa y sacándolo de sus pensamientos..

Bajaron del ómnibus y continuaron a pie por algunas calles más, mordidos hasta los huesos por el frio. Mientras caminaban, Tai se arrepintió de no haberse cargado la bufanda, como su mamá le había gritado antes de salir de casa.

Pasaron por el frente de algunas tiendas con carteles de “Liquidación X cierre”. Tai las miró una por una, verdaderamente sin interés y solo por el hecho de entretener la mirada... hasta que llegó a la que ocupaba la esquina de esa cuadra.

-Matt, espera-dijo abriendo bien grande los ojos, y propulsándose hacía la vidriera del local, sin esperar a que el rubio le respondiera.

-¿Qué pasa ahora?- le dijo Matt con fastidio, pero no le escuchó.

Sus ojos marrones se posaban en cada peluche que se lucía en la vidriera de la tienda. Había de todo tipo: osos con grandes corazones, algunos unicornios, ponis, y demás animales de felpa, algunos con un “Te amo”, otros con alguna otra frase de afecto.

-T.K y yo vamos a cumplir otro mes de noviazgo ¿Qué opinas que le regale?- preguntó, achatando su nariz en el vidrio.

-¿En serio me estás preguntando?

-Ese oso con una corona se ve bien- dijo Tai, sin darse cuenta de la cara con la que le veía Matt por detrás.

-T.K no es una quinceañera para que le estés regalando un peluche.

-Tienes razón, un oso ya está muy gastado- dijo el moreno, sin despegarse del vidrio- ¿Por qué están tan caros?

-¿Me estás escuchando siquiera?

-Matt…- Tai, sin escuchar lo que oía, giró para estar de frente al blondo-…dame algo de dinero.

-Toma tu parte de la paga- le dijo el ojiazul, sacando un bulto de billetes del bolsillo.

-¡No saques todo!- se alborotó el castaño, revisando los alrededores- solo necesito un poco… no, ¿Sabes qué? mejor entra conmigo a la tienda.

-¿Qué?- preguntó el rubio atónito, mientras Tai le agarraba del brazo.

-No quiero dejarte solo con todo el dinero mientras entro a la tienda, entrarás conmigo.

-Estás loco si crees que entraré contigo a una tienda de peluches.

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A Tai la felicidad le sobrepasaba en una medida que lo sorprendía. Desde que salió de la tienda, lo único que podía hacer es imaginarse a T.K recibiendo su regalo. Anticipaba una deliciosa sobredosis de ternura al imaginarse las diferentes reacciones del rubio. El peluche que había comprado apenas cabía en sus brazos: un mono regordete con un corazón en el medio de la barriga, del tamaño de un niño de 9 años.

¿Que tenía que ver un mono con el amor? No sabía ¿Era cursi o tonto su regalo? Quizás. Nada le importaba, sabía que su gesto había salido del corazón.

Si bien lo había comprado con dinero sucio, creía que en aquella ocasión podía dejar pasar ese detalle; la sonrisa del rubio valía la pena.

Intentaba seguirle el paso a Matt, quien caminaba casi a los trotes por vergüenza que lo vieran con él. El rubio todavía tenía la cara roja desde que había pagado a la fuerza por el mono y las vendedoras de la tienda los confundieron como pareja.  

Llegaron al edificio donde vivía Matt, y a pesar que apenas podía ver hacía delante por el tamaño del peluche, Tai notó un camión de una importante cadena de electrodomésticos estacionado al frente.

-Ya llegó- dijo Matt con sorpresa, y corrió al interior del edificio.

-¡Espérame!- gritó Tai, dispuesto a seguirle por mera curiosidad. Que el rubio mayor demostrara algo más que enojo o indiferencia era algo demasiado inusual como para perdérselo.

Como pudo corrió detrás de él, obligado a reacomodar sus brazos alrededor del mono de peluche. Aun así, no le costó alcanzar al blondo y subir junto con él al departamento de Hiroaki.

En la puerta de este, dos empleados de la tienda electrodomésticos ingresaban una heladera con un moño por la puerta de la vivienda, ante la mirada estupefacta de Hiroaki.

-¿Qué es esto papá?- preguntó Matt al adulto, en un tono de inocencia fingida que a Tai le hizo mucho ruido.

-Estos señores dicen que me gané esta heladera en un sorteo de la casa de electrodomésticos por ser cliente…- explicó Hiroaki con desconcierto, como si no entendiese.

-Eso está genial ¿No?- dijo Matt, de nuevo con esa inocencia tan mal fingida.

Tai no podía evitar mirarlo descaradamente extrañado. Era como ver a un perro maullar, o viceversa.

-Pero debe haber un error, hace años que no paso por un local de esa cadena de tiendas ¿Por qué yo participaría en ese sorteo?- Hiroaki seguía sin entender.

Los empleados encargados de mover el electrodoméstico tan solo ignoraban al dueño de casa. La indiferencia y el cansancio en sus rostros demostraban que no les importaba nada más que hacer su trabajo e irse lo más rápido posible de allí.

Con descuidada velocidad, pero sin ser bruscos, llevaron la heladera a la cocina, retiraron la vieja y colocaron la nueva en su lugar. Cuando ya estuvo todo listo, le dieron a Hiroaki un recibo de entrega para que lo firmara y así poder finalmente irse de allí.

Este vio detalladamente el papelerío. No había nada raro, era un simple recibo que constataba que había recibido la heladera, sin costos de envío ni nada por el estilo. Lo que sí, no encontró la palabra “premio” o algo referido a un sorteo en ningún lado.

-Además, nunca escuché nada sobre un sorteo en la televisión, o en la radio, o al pasar por el local- agregó el castaño mayor, dudoso de firmar. Todo era demasiado bueno.

-¿Qué importancia tiene eso?- le recriminó Matt- ¿No puedes disfrutar un poco de la buena suerte? Ya no estarás arreglando a cada momento el motor de la heladera, y electrocutándote en el proceso.

Mientras Hiroaki firmaba, Tai pensaba. Él tampoco había escuchado nada sobre un sorteo en aquella tienda de electrodomésticos. Lo hubiera sabido, porque cuando su celular se estropeó, él se había paseado por diferentes tiendas viendo los precios de los equipos, solo por curiosidad.

Algo le decía que ese “sorteo” no existía.

Abrazando el mono de peluche, apoyó su mentón en la cabeza de este y puso su cerebro a trabajar. Solo tuvo que unir el recuerdo de Hiroaki electrocutándose al intentar arreglar la heladera, el supuesto “sorteo”, y la rara actitud de Matt de querer que su padre acepte aquel regalo caído del cielo. Con ya una teoría armada en su cabeza, sonrió y dijo:

-Si, Hiroaki, debería firmar sin más- alzó la voz con un tono despreocupado- a lo mejor esto es un regalo de alguien que lo quiere mucho, y que no tiene otra forma de regalarle esto más que inventar la excusa de un sorteo. De cualquier forma, no sería bueno rechazarlo.

Inmediatamente Matt le clavó los ojos en los suyos, despojándose por completo de esa carita de niño bueno con la que hace tan solo 5 segundos miraba a su padre.

“Si dices algo más, te mato” fue el mensaje que leyó en esas iris azules.

Hiroaki rió.

-¿Quién me regalaría algo tan caro? - preguntó sin esperar respuesta- supongo que tienen razón.

Firmó los papeles y se los entregó a los empleados, quienes sin saludar se retiraron del departamento y cerraron la puerta.

Hiroaki, con su innata curiosidad de saber cómo funcionan los artefactos, analizó detalladamente a su nueva adquisición.

-Esto es más computadora que refrigerador- dijo asombrado- es uno de los modelos más nuevos, debe costar una fortuna.

-La verdad que es muy bonito, lo felicito Hiroaki- dijo Tai.

-Muchas gracias, Taichi- Hiroaki depositó su vista en el adolecente, más precisamente en lo que este cargaba- ¿Y ese peluche que cargas?- preguntó con genuino interés, le había llamado la atención desde el momento en que los menores habían llegado- ¿Es para alguien?- agregó con una sonrisa.

-Así es, es para alguien muy especial- sonrió el castaño, disfrutando de la incomodidad que despertaba en Matt, y que este era incapaz de disimular- mejor me voy, se está haciendo tarde. Hasta pronto Hiroaki, nos estamos viendo, Matt.

El moreno salió del departamento, recibiendo los saludos de Hiroaki y el silencio de Matt, como era de esperar. De camino a su casa, a pie y sin importarle que llamara la atención por el peluche que cargaba, meditó de lo que acababa de pasar. El hermano de T.K andaba por un mal camino, eso era obvio, pero ¿En serio tenía buenas intenciones?

Se dijo que quizás…solo quizás…no tendría que juzgarlo tan severamente.

Día soleado

T.K se despertó lentamente. Abrió un ojo, luego el otro. Se sorprendió del peso de sus parpados. Bostezó. Se sentó en la cama y, con la mirada aun borrosa, se desperezó. Era otro día normal y corriente, sin embargo, a medida que su mente se liberaba de las telarañas del sueño, fue notando algo que lo extrañó. Un brillo raro se asomaba por la ventana.

Tambaleante pero veloz, se echó sobre esta y movió las cortinas de un manotazo, a la vez que sus ojos celestes eran atropellados por la luz, y la sorpresa le empujaba la mandíbula hacía abajo.

Antes de poder procesar lo que veía, el "ring" del timbre se escabulló entre el silencio de la mañana, indicando que alguien había llegado. "Ese alguien"

Sin siquiera calzarse las pantuflas y con un impulso de energía que le nacía del estomago, salió de su cuarto y corrió hacía la entrada del departamento.

-¡Tai!- gritó al abrirle la puerta al castaño, aun sosteniendo del pomo- el sol ¿Lo viste?

Se dio cuenta que su entusiasmo era propio de un niño de la mitad de su edad, pero no lo podía evitar.

-No T.K, caminé hasta tu casa mirando el suelo, no me había fijado- le contestó el castaño con cansancio, cerrando la puerta tras de sí y caminando a la mesa para dejar su bolso de futbol.

El sarcasmo no le gustó, pero no podía dejar de sonreír.

-Idiota- rió, y sin detenerse a saludar a su novio, corrió hacía el balcón; necesitaba corroborar ese milagro una vez más.

Se apoyó al barandal, y aunque la brillantez le hacía doler un poco los ojos, fijó su mirada al cielo. El sol brillaba omnipotente en medio de un cielo azul intenso, sin ninguna nube a la vista que lo manchase.

-¡¿Hace cuanto que no salía el sol?!- preguntó en voz alta.

No era una pregunta retorica, en realidad no recordaba la ultima que vez que el cielo no había sido un manto muerto de nubes.

Extendió los brazos a los costados y cerró los ojos, entregándose a ser bañado por la luz. La temperatura de invierno seguía molestando, pero los rayos del sol eran más reconfortante que cualquier cosa.

Sin embargo, no estaba listo para lo que iba a pasar.

Sus manos fueron sujetas con delicadeza, mientras una voz le susurrada al oído:

-¿Estás feliz?

El cuerpo de Tai le apoyó desde atrás, a la vez que un beso aterrizaba en su cuello.

-Ahora que estás aquí, sí- contestó el blondo con una risita producto del pudor.

Cerró los ojos y disfrutó del calor del sol y del calor de Tai. Aquel día venía siendo inmejorable, y eso que no llevaba ni 10 minutos despierto. Pero su sonrisa se transformó en una mueca de sorpresa cuando sintió el "cuerpo" de Tai contra su trasero, con una dureza que le llamó la atención.

-¿Quieres sentirte aun mejor?- le preguntó el moreno, y sin darle tiempo a responder, el castaño aumentó la presión de su cuerpo contra el barandal, acentuando el "contacto".

T.K tragó grueso, y de repente ya no sintió ni el frio ni el sol en su piel, sino calor, mucho calor. Aun presionado por Tai, se giró para estar de frente a él. Quiso mirarle a los ojos, pero no pudo evitar bajar su mirada hacía aquel bulto soberbio. La delgadez y suavidad de su pijama y del uniforme de futbol del castaño le permitían sentir todo, mientras su corazón se aceleraba y su propio miembro comenzaba a latir, presionado por aquello que parecía una roca.

-¿Estás con mucha energía?- dijo en un intento de calmarse.

-Tú lo has dicho.

Tai lo tomó de la cintura y con un movimiento de cadera desató una corriente que nació en la entrepierna del rubio y electrizó todo su cuerpo.

-Tai, aquí no- dijo intentado sin éxito apartar al castaño-los vecinos podrían vernos.

-Nadie nos verá- respondió el mayor viéndole a los ojos.

T.K se perdió en aquellos ojos marrones, y no le tomó mucho tiempo olvidarse de los vecinos, o el resto del mundo. Con lentitud seductora, deslizó su mano por el pecho de Tai, hacía abajo.

-¿Quieres… que me encargue?- dijo con una sonrisa picara, mordiéndose el labio, mientras la punta de su dedo recorría por sobre el pantalón toda la extensión del miembro del oji-café, sintiendo como este reaccionaba.

-Me encantaría…- le contestó Tai sonriendo-…pero no lo harás con tus manos.

Tai le tomó con firmeza de la cintura, y le hizo girar 180 grados, sorprendiéndolo. El corazón se le congeló cuando el moreno le bajó el pantalón y la ropa interior de un solo movimiento.

-¿Tai?- fue todo lo que alcanzó a decir, con un hilo de voz, mirando a la nada ¿Qué sucedía?

-Ya no me aguanto, te deseo tanto- le contestó el castaño, a la vez que su pene duro y caliente le acariciaba el trasero.

Todo su cuerpo tembló.

-T-Tai- tartamudeó- nunca hemos…

-Shh, no te preocupes, se sentirá bien- Tai le abrazó por detrás con un brazo, mientras con la mano libre, posicionaba su pene para empezar- tan solo respira profundo.

T.K quería decir tantas cosas, sin embargo no era incapaz de reaccionar. De forma automática, se sujetó del barandal del balcón. Intentó hacer caso al moreno y respirar profundamente, mientras su mente era martillada por el miedo y la curiosidad.

De repente, Tai entró.

La conmoción hizo a T.K sujetarse del barandal con toda su fuerza, abriendo la boca en un reflejo incontrolable. Su corazón enloqueció ¡Por fin estaba pasando! Cerrando los ojos, se concentró en saborear esa nueva forma de amor, intentar cazarle el gusto, encontrar la diferencia a lo que habían hecho antes. Su respiración se agitó, al mismo tiempo que su mente se teletransportaba a otro plano. No esperaba tanto placer, nunca se lo hubiera imaginado. Cada milímetro que Tai se adentraba en él, le hacía temblar. Tai comenzó a moverse, primero lentamente, y en cada fricción, la mente del rubio se desintegraba.

Los gemidos del mayor le burbujeaba la sangre. La velocidad de las embestidas aumentó, descontrolando todo su ser. El sonido de la pelvis del moreno, chocando contra sus glúteos, tan solo le encendía más.

-Tai…-balbuceó sin escucharse a sí mismo, ya que de su boca solo podían salir jadeos-Tai…Tai…

-…T.K…

-…Tai…

-…¡T.K!

De repente, aquella voz ya no era de Tai. Entonces abrió los ojos.

Davis lo miraba divertido, mientras, detrás de este, todos sus compañeros de salón volvían a sus asientos y preparaban sus útiles escolares.

-El profesor está viniendo…- le dijo su amigo, mientras colocaba un libro de historia en la mesa-…estás babeando tus apuntes- rió.

El rubio levantó su cara de su cuaderno y vio como un pequeño charco de baba había manchado lo que había copiado en la clase de literatura.

Secándose la baba de la mejilla, T.K vio por la ventana del salón, y otra vez se reencontró con el cielo gris y oscuro de la realidad, y el patio escolar mojado por una incesante llovizna helada.

-Además- continuó Davis- estabas balbuceando algo, pero no era muy claro ¿Qué soñabas?

T.K miró a los ojos a su amigo, y sintiendo como su cara se calentaba al recordar su sueño, desvió la mirada. Agradeció haberse colocado su buzo en el regazo antes de dormirse. Podía sentir su pene duro como nunca, asfixiado por el bóxer y el pantalón.

-Nada- suspiró- que por fin salía el sol.

Notas finales: Bueno, para empezar, habrán visto que este es un capitulo muy corto en comparación con los que están acostumbrados a recibir de mí. Lo publico más que nada para pedir perdón sobre la demora, y para anunciar como seguiré de ahora en más.

Yo soy alguien a quien no le gusta mucho esperar para la continuación de algo, ya sea ese algo una película, una serie, un libro etc... Es por eso que no me agrada esto de actualizar algo después de tanto tiempo. No quiero hacer lo que no me gusta que me hagan. Me encantaría poder subir con la regularidad con la que la hacía antes, pero no puedo, por la universidad y el trabajo. Así que tomé la decisión de dejar de publicar, y hacerlo de nuevo cuando ya tenga todo lo que resta de la historia ya escrito, y así publicarlo semanalmente.

Nunca pensé en que llegaría a esta medida, no es lo que más me gusta pero es lo que más se acerca a mis deseos, viendo como se viene el panorama en cuestión al estudio y el trabajo en mi vida. Tampoco pensé que un proyecto me tomaría tanto tiempo. Admito que me sorprende para mal, aunque me encante escribir este fic. Quizás acorte un poco la trama como para no hacerla tan larga, ya iré viendo como hacer. Eso sí, siempre escribiré con la misma pasión y cuidado con el que vine trabajando. Créanme que si no escribiría si no fuera así, siempre intentaré dar lo mejor al escribir, sino... ¿Para qué lo haría?. Me niego a abandonar un proyecto, nunca lo haré, tan solo tenganme paciencia jejeje

Sé que habrá gente que dejará de leerme, y está bien . A mi me cuesta retomar la lectura de un fic o de cualquier cosa cuando hay un lapso largo de tiempo de por medio, además creo que no es la mejor manera de experimentar una historia. Pero creo que es lo mejor que puedo hacer por ahora. Seguiré leyendo fics de vez en cuando y comentando, pero creo que esto es todo de mi parte como usuario que aporta al foro en lo que resta del 2018. Sospecho que quizás, quizás, pueda reaparecerme por aquí en marzo del año que viene, antes de que se terminen las vacaciones de verano.

Muchas gracias a los que leyeron este fic en lo que va de este año, y perdón por esta decisión. Hasta la próxima!

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