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En la mira por Shinjimasu

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El lobo lo miró unos segundos. Por un momento la liebre pensó que lo había logrado, pero desvaneció esos pensamientos cuando notó cómo el lobo acercaba su rostro a él y lamía sus labios.

-Sabes a moras- le dijo.

La liebre se sonrojó –Yo…-

-Tú eres un conejito mentiroso- se burló

-¡No soy un conejo!- se quejó –Soy una liebre-

-Sí, lo sé- sonrió el lobo mientras lamía su oreja sin soltar su erecto miembro –Éstas hermosas orejas largas no pasan por alto ¿Sabes?- agregó mientras le sonreía y deslizaba su mano hasta que comenzó a rozar sus testículos. Subió de nuevo y logró sentir cómo comenzaba a brotar un fluido de su punta –Es inútil que te resistas- le dijo mientras bajaba su pantalón –Pero antes de eso tendré que limpiarte… mira cómo está aquí-

-Ahah…-

-Típico de un conejo-

-Ngh… ¿Por qué… por qué me tocas ahí?- preguntó en un jadeo.

-¿A qué te refieres con “ahí”?- sonrió –Sé específico-

-Me refiero a… aquí- dijo mientras llevaba su mano a su miembro que no dejaba de lubricar.

El lobo sonrió. Era increíble a qué grado podía llegar la inocencia de la liebre –Te lo dije, debo limpiarte- respondió al acariciarlo desde la base hasta su punta.

-¡E-Espera!- pidió –De esa forma… de esa forma solo estás ensuciando más-

-¿Eso crees?-

No importaba cuanto tratara de contenerse, por alguna razón disfrutaba aquello en lugar de estar asustado. No tenía idea de lo que  hacía el lobo con él, pero sin duda se sentía bien, muy bien. Podía percibir un aroma que lo volvía loco, uno muy parecido al que había olfateado antes de toparse con él pero tampoco lograba descubrir de que era: solo sabía que le gustaba.

Por su parte el lobo mantenía su sonrisa ante la situación de la liebre. En verdad gozaba el hacerlo sufrir de esa manera, pero pronto terminaría por compensarlo.

-¿Ya te fijaste?- le preguntó acercándose a su cuello –Cada vez que te toco sale más por aquí-

La liebre gimió cuando lo sintió acariciando su punta.

El lobo se relamió: ya era tiempo.

Se entretuvo en esa parte, acariciando su tenso miembro de arriba hacia abajo, escuchando los gemidos de la liebre que seguía sin saber lo que sucedía a ciencia cierta. No pasó mucho hasta que sintió cómo su cuerpo ya no pudo más y se corrió en un intenso espasmo.

El semen de la confundida liebre salió de su cuerpo y cayó sobre su abdomen, llegando  hasta su pecho.

-Salió mucho ¿No crees?- le dijo en una risita mientras llevaba su mano, que hasta hacía pocos segundos había contribuido en su liberación, hacia sus glúteos, justo en medio de ellos, utilizando su propia semilla como una especie de lubricante. Se mantuvo así unos segundos e introdujo uno de sus dedos.

La liebre se quejó al contacto.

-¿Dolió?- preguntó sarcástico mientras comenzaba a moverlo dentro de su cuerpo.

La liebre no respondió, solo pudo aferrarse a las hojas y ramas que había debajo de su cuerpo.

-Pero mira ¿Cómo es posible que estés en este estado si te acabas de correr?- le dijo con una risita cerca de su oído mientras comenzaba a introducir su segundo dedo –Aunque por mí está bien. Es decir, siento como si en verdad me quisieras dentro: te estás contrayendo mucho. Sigues muy lleno ¿Verdad?- preguntó lujurioso acercándose a su pecho para lamer el delicado camino de semen –Demasiado lindo-

Sacó sus dedos del interior de la excitada liebre y acercó la punta de su propio miembro a su entrada, rozándolo apenas.

-¿Q-Qué…?- gimió la liebre -¿Qué haces…?-

-Voy a devorarte por completo- respondió el lobo mientras empujaba hacia adentro de su cuerpo, deslizándose sin detenerse hasta estar completamente dentro de él.

La liebre lanzó un gozoso gemido y se aferró a los brazos del lobo, extasiado por la intensa sensación que experimentaba. Su miembro se sentía muy caliente y su estómago bastante lleno.

El lobo lo sujetó por su cadera y lo alzó un poco, llevando su mano libre hacia las de la liebre para sujetarlas por encima de su cabeza mientras lo embestía. La sensación era, por mucho, bastante satisfaciente.

No quiso dar tiempo para que la liebre siquiera pudiera intentar contener su cuerpo y se movió de una manera intensa, segura, apresurada. Quería correrse dentro de él y quería hacerlo ya. Lo escuchaba gemir y apretar su cuerpo, contraerse mientras apretaba su miembro, apenas logrando respirar sin ahogarse; hasta que por fin lo embargó la sensación del orgasmo. Sintió como su semilla salía de él a presión y llenaba el pequeño cuerpo de la liebre, quien expresó su gozo al lanzar un profundo quejido, cayendo exhausto, jadeante.

El lobo se apoyó con sus manos contra el suelo, soltando a la liebre mientras intentaba llenar de aire sus pulmones, bajando su agitación con profundas respiraciones. Sentía su cuerpo fresco producto del sudor que había bajado por él y se permitió acercarse tan solo un poco a la liebre, evitando así poner tanto esfuerzo sobre sus brazos. Cerró sus ojos y suspiró. Hacía algo de tiempo que no experimentaba una sensación así. Quiso enderezarse, pero un pronto movimiento de la liebre atrajo toda su atención al sentir una cálida humedad rozando su mentón. Abrió sus ojos y lo miró, lamiéndolo cariñosamente con su pequeña lengua.

Tardó en comprender lo que estaba pasando. Lo observó. Sus ojos llorosos y sus mejillas aún sonrojadas acompañadas con ese pequeño cariño. Leyó de inmediato lo que su rostro quería darle a entender.

Sonrió -¿No has quedado satisfecho?- le preguntó mientras salía de su cuerpo, dejando brotar un poco de su semen del cuerpo tembloroso de la liebre. Lo giró, colocándolo boca abajo y haciendo que se apoyara en sus rodillas. Se colocó sobre él y llevó su mano hacia su miembro, completamente húmedo.

-Bien, entonces no me detendré hasta dejarte completamente vacío-

La liebre se estremeció mientras trataba de apoyarse con sus brazos, pero le era casi imposible. Después de eso no tenía fuerzas. Sus caderas estaban elevadas por apoyarse sobre sus rodillas, exponiéndose ante la lujuriosa vista del lobo que ya había comenzado a acariciarlo. Gimió al sentir de nuevo los roces en su punta y alrededor de sus testículos. No podía parar, estaba completamente extasiado. El aroma que había llamado su atención antes de que él lo atacara ahora le resultaba imposible de ignorar, además de que le causaba un enorme placer que sentía que aumentaba mientras él más lo tocaba.

Sintió como el lobo llegó hasta sus pezones y comenzó a pellizcarlos de tal manera que lo hacían gemir en voz baja. Su mente se había puesto en blanco y sus sentidos estaban en extremo sensibles, por lo que se dejó envolver en ellos. Sentía como comenzaba a salivar demasiado y el hecho de contener todo eso en su boca comenzaba a ser complicado.  Se aferró al suelo bajo él ante los cariños que comenzaban a excitarlo de nuevo, provocando que su miembro se erectara de nuevo y comenzara a lubricar.

Y de esta manera paso toda la noche.


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