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En la mira por Shinjimasu

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Cuando la liebre despertó a la mañana siguiente se encontró solo. Intentó enderezarse, pero su cuerpo se sentía pesado. Miró a su alrededor mientras frotaba sus ojos: no había rastro del lobo por ningún lado, lo cual era preocupante en cierto sentido.

Se volteó y encontró algunas raíces y moras a su lado. Estaba sorprendido por eso, pero de manera confiada estiró su mano y tomó algunas para olfatearlas. No encontró olor extraño y comenzó a comerlas. Quizá el lobo las había dejado ahí, pero ¿Eran para él? ¿Por qué? Acaso…

-¿Acaso va a hacerme engordar para después comerme?- se preguntó asustado.

-No exactamente… aunque sería buena idea- respondió una voz atrás de él. Ahí estaba el lobo, apareciendo cerca de la entrada del túnel y acercándose confiadamente hacia donde estaba  –Despertaste por fin-

La liebre encogió sus orejas, agazapándose.

-No te asustes- le dijo mientras se hincaba a su lado –No pensé que los conejos durmieran tanto-

Esperaba escuchar una contestación, pero la liebre se mostró igual de sumisa que antes, apenas mirándolo con un gran temor reflejado en sus ojos.

-¿No piensas responderme?- preguntó con una lujuriosa sonrisa mientras se acercaba más a él.

La liebre intentó hacerse para atrás, alejándose del lobo, pero no pudo hacerlo sin sentir un punzante dolor en su cadera que lo hiciera quejarse.

-Oye…- lo llamó él –Te harás daño si te mueves así-

La liebre logró sentarse con un ligero esfuerzo y lo miró. En sus ojos podían verse lágrimas que se negaban a salir -¿Aún vas a comerme?- preguntó con miedo.

-Eso ya lo hice- respondió el lobo acercándose a su rostro con picardía –Recuerdo haberte devorado toda la noche-

-Eso no es verdad- contestó –Aún estoy aquí-

-Entonces…- dijo el lobo mientras se acercaba a su mejilla para lamerla -¿Qué fue lo que hicimos?-

-N-No lo sé- respondió inquieto –Tú… me tocaste en lugares extraños-

-Y eso te agradó ¿Verdad?-

La liebre bajo su cabeza –No… no lo sé-

-Recuerdo que te veías muy lindo- le dijo con voz seductora mientras lo sujetaba por su cadera y cuidadosamente lo acercaba hasta él –Muy, muy lindo-

Se estremeció al contacto.

-Qué cuerpo tan problemático tienes- respondió al rozar su piel desnuda –Te estremeces cada vez que te toco-

-Eso es porque… me tocas en lugares raros- dijo en voz baja.

-¿Lugares raros?- pregunto fingiendo inocencia -¿Cómo cuáles?-

La liebre lo miró.

-Si no me dices no podré decirte porqué lo hago-

La liebre se sonrojó –Por ejemplo… aquí- le dijo mientras tocaba su cuello.

-Ese no es un lugar extraño- respondió el lobo aprovechando para rodearlo con sus brazos y apoyar suavemente su rostro sobre el hombro de la temblorosa criatura.

-Y aquí- continuó apenado mientras rozaba su pecho con sus dedos.

–Es verdad, te toque ahí- sonrió -¿Dónde más?-

La liebre se sonrojó –Aquí- dijo apenado mientras tocaba sus genitales con la yema de sus dedos.

-¿A sí? Eso no lo recuerdo muy bien- dijo mordiendo con cariño sus largas orejas -¿Puedes mostrarme cómo te toqué?-

La liebre se estremeció un poco y bajó su mano un poco más, sujetando sus testículos para acariciarlos en movimientos circulares. Un gemido brotó de su garganta sin querer y junto con él su expresión cambió por completo. Se sentía tan bien que tuvo miedo y terminó por dejar de hacerlo.

-Hey ¿Qué sucede? ¿Tan pronto te cansaste?-

-No… ya no quiero hacerlo-

-¿No te gusta?-

Negó con su cabeza. Incluso él sabía que era mentira, pero creyó que si lograba convencer al lobo de que era desagradable, quizá podría dejarlo en paz.

-Bien, dejemos eso por ahora. Come; no te preocupes, no te haré engordar para devorarte- contestó soltándolo para caminar hacia la salida.

-¿D-De verdad?-

-Confía en mí- le sonrió antes de desaparecer por el túnel.

La pequeña liebre se quedó quieta en un principio, escuchando hasta que el lobo finalmente se fue. Suspiró entonces. Esperó unos minutos y empezó a vestirse con cierta dificultad, notando que en su cuerpo no había marcas de ningún tipo, lo que le dio cierta seguridad sobre las palabras del lobo. Escuchó su estómago gruñir y tomó el curioso tazón donde estaban las moras para empezar a comerlas. Eran muy dulces.

Mientras tanto, el astuto lobo estaba sentado en la entrada de su refugio. Al haber abandonado su manada se acomodó en esa especie de madriguera y desde hacía varios meses vivía ahí. No acostumbraba salir más que para cazar y la mayor parte del tiempo lo pasaba durmiendo, pero ahora podría hacer una excepción. Encontrarse con esa liebre fue lo mejor que le había sucedido en mucho tiempo y a su cabeza llegaban cientos de ideas por hacer; no desaprovecharía su oportunidad.

Y pensando en ello se quedó dormido, despertando cuando unas pequeñas gotas cayeron en su rostro: ya empezaba a llover. Bostezó y entró de nuevo, recorriendo la misma distancia hasta llegar al fondo, donde la asustada liebre lo esperaba.

-Sigues aquí- le dijo acercándose –Creí que escaparías-

La expresión en el rostro de la liebre no mentía. En ningún momento pensó en hacerlo.

-Me alegra que no lo intentaras, eso quiere decir que deseas quedarte conmigo- dijo frotando su mejilla con la de la liebre –No te preocupes, aquí estás a salvo-

-¿A salvo?-

-Sí, lo estás- contestó con una gran idea en su mente -¿Es que acaso no lo sabes? Ya inició la temporada de caza y últimamente se ha puesto de moda cazar liebres pequeñas como tú-

-P-Pero… las lluvias, las lluvias no permiten el rastreo-

-Eso era antes, ahora los perros son entrenados más rigurosamente- contestó –Incluso para un lobo como yo sería difícil enfrentarse a varios de ellos- mintió –Pero no debes preocuparte, aquí estás a salvo: a pesar de lo codiciosos que son los humanos no se atreverían a provocar a una criatura como yo creyendo que pueden salir ilesos-

-P-Pero… mis amigos ¡Debo advertirles!-

-No puedes salir, sería muy peligroso. Además ya es de noche- contestó sentándose para colocar a la liebre entre sus piernas, acariciando sus largas orejas –Si son inteligentes sabrán esconderse correctamente. Preocúpate solo por ti ahora-

-¡No quiero que mueran!- exclamó asustado mirando al lobo. Sus ojos se cristalizaron de inmediato, conmoviendo a su compañero.

-Eres muy lindo- le dijo lamiendo de su mejilla las lágrimas que resbalaron por su rostro –Si sigues con esa expresión tan adorable no podré evitar comerte-

-Di-Dijiste que no lo harías…- sollozó.

El lobo sonrió –No me refería a “comerte” de esa manera- respondió acariciando su cabello antes de obligarlo a recostarse a su lado. Lo rodeó con sus brazos y besó su frente –No te preocupes más por ello, intenta dormir. Empieza a hacer frío-

La liebre pensó en las palabras del lobo, temiendo por sus compañeros, pero a fin de cuentas él no podía hacer nada, ni siquiera lograría salir de ahí sin que fuera detenido y si estaba vivo, no era por decisión suya.


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