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Promesa por DianaJudith

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Notas del capitulo:

Finalmente volvieron a encontrarse después de un largo periodo.

Kurapika bajo la máscara de una hermosa doncella y aquel, bajo otra imagen totalmente ajena a su verdadero ser.

Dos enemigos que no tienen idea con quien se están enfrentando...

El clima nunca fue el más favorable, se tornó algo molesto, parecía haber tomado control de la situación y decidió hacer algunas travesuras. Sopló muy fuerte movilizando no sólo el elegante vestido, su rubia cabellera era envuelta una vez más. Kurapika esta vez tuvo que acomodar cada mechón fuera de su lugar, el silencio se prolongaba y no era la situación más cómoda. Aquel hombre había hecho un comentario y ella lo observó pero no dijo nada.


Sus acciones eran correspondidas mutuamente pues él tampoco podía dejar de mirarla, él, bastante mal en lo que se refiere a su indumentaria, sin embargo era algo que no tenía mayor importancia, su pálida tez, su oscuro cabello también revuelto por el viento y más que todo eso, su penetrante mirada. Alguien intimidante muy al contrario a ella, no soportó tan sólo mirarla, se acercó muy delicadamente. No tardó en ver sus intenciones y Kurapika también reaccionó, alejándose exactamente la misma distancia que él se adelantó.


Sorprendiéndolo, el hombre mayor la observó divertido y dejo escapar una encantadora sonrisa. Aquella mirada, aquellos ojos nunca los había visto y menos se la habían dirigido a él en un pasado. Sus orbes negras expresaban una infinita tranquilidad, lo miraba con mucha amabilidad o más bien con ternura, incluso parecía más joven, ¿Acaso no reconoce con quien está tratando?


 


Lo cierto es que ambos ya tenían una historia, un muy tétrico escenario, lleno de venganza, muerte y desgracia. Hace ya varios meses que por circunstancias de la vida se separaron. ¿Cuál era el destino que les deparaba?


                                              


Kurapika, único sobreviviente de la extinta aldea Kuruta, juró vengarse a costa de su propia vida, su único objetivo era encontrar al Geney Riodan y descargar toda su ira.


Kuroro Lucifer, líder del Geney Riodan, el primer objetivo de una mente totalmente nublada por la venganza, no teme a la muerte y ni siquiera se digna en recordar el rostro y mucho menos el nombre de alguno de sus enemigos. Sin embargo durante varios meses donde se encontraba viajando solo, no dejó de pensar en su último enemigo.


Sólo aquel hombre tan delgado, aparentemente indefenso y de apariencia algo dudosa había logrado hacerle daño realmente, fueron seis meses o talvez ya un año…


--¿Qué tanto estás mirando?—


--No creí que el bastardo de la cadena fuera mujer—


--No te confundas—


En aquella misma mágica ciudad, York Shin, se llevaría a cabo una de las subastas más grandes de todos los tiempos y por su puesto era el lugar perfecto para llevar a cabo su fantástica misión. El Geney Riodan no tardaría en llegar y por azares del destino Kurapika se había enterado de los planes del objetivo de su venganza, no tardó en conseguir contactos que lo llevaran a la ciudad, su próximo escenario de muerte. Así fue como el joven de cabellos dorados se unió a la familia Nostrade, en aquel momento, poderosa y muy respetada entre los líderes del bajo mundo.


El día llegó y el caos no tardó hacer presencia. El Geney Riodan se hizo presente eliminando todo lo que se encontraba a su paso, mientras por otro lado Kurapika se encontraba siguiéndoles el paso sigilosamente, esperando el momento oportuno.


Sin embargo no todo resultó como se lo había planeado, en medio del caos Neón Nostrade cayó en manos de Kuroro Lucifer, el encargado de llevar a la familia Nostrade a la ruina.


Siendo lo gritos de la gente, el tronar de los huesos rotos, los disparos y las enormes explosiones el ingrediente principal para aquella bella melodía que se escuchaba desde lo alto de un edificio.


--Es un réquiem—


Edificio donde descansaba Neón después de ser golpeada salvajemente y más que todo, ya no poseía el don de predecir el futuro, aquel hombre de traje negro con el que acepto ir a tomar un café se lo había llevado y ahora se encontraba en la azotea admirando con gran placer el labor de su grupo, la noche se había teñido de rojo completamente ¡no podía ser más perfecto! Su objetivo estaba casi completo.


Fue entonces cuando empezó a percatarse de la presencia de unos ojos color escarlata mirándolos con gran furia.


No lo pensó realmente y sólo se dejó llevar por las acciones del muchacho, pues realmente no era la primera vez que intentaban asesinarlo por venganza.


Kurapika, el bastardo de la cadena como lo conocían vulgarmente, fue la primera persona quien realmente fue digno de su atención, protagonista de la muerte de dos de los integrantes de su grupo, también fue capaz de capturarlo. Y fue aquel su primer encuentro, en las peores circunstancias. Cegado por la ira no se limitó en absoluto, atestó su cuerpo de moretones, de cortes y tiñó su pálida piel de rojo. ¡Fascinante!


Kurapika estuvo a punto de matarlo, Kuroro no se sentía intimidado por las intenciones de su captor más bien le agradaba mucho, era una persona especial, lo admiraba. El detalle de su roja mirada lo cautivaba. No paso mucho tiempo hasta que finalmente por complicaciones Kurapika decidió dejarlo en libertad, lo privó de su poder, de su grupo, de su vida  y lo condenó a una soledad infinita.


Con la promesa de volverse a encontrar y así completar lo que dejaron a medias. Kurapika regresó a su vida laboral como guardaespaldas y Kuroro vivió cada día en aquel alejado lugar con espléndida vista, sólo esperando…


 


Aún continuaban en aquella no nombrada pelea de miradas, no tenían idea de lo que pasaba en la mente de cada uno de ellos, Kuroro tan atento a los rasgos de la muchacha pues le recordaba mucho a el hombre que estuvo  punto de asesinarlo, al responsable de su solitaria vida. Ver el parecido de ambos lo ponía de buen humor mientras por otro lado la “muchacha” se sentía incómoda y hasta muy perturbada por estar frente a él y ni siquiera lucir como es realmente.


--¿Qué hace una dama tan bella en un lugar como este?—aquel comentario hizo que se enfadara y al mismo tiempo que se deprimiera un poco ¿En verdad me veo tan afeminado que ni el mismo Kuroro ha reconocido quién soy? Pensó mientras sentía sus mejillas arder una vez más.


--… -- abrió sus labios algo tembloroso pero no atinó a decir absolutamente nada, le avergonzaba inmensamente estar frente a él con aquella ridícula apariencia.


No sabría qué hora podía ser pero empezó a tener realmente frío, el gélido roce del viento lo hizo sobrecogerse, llevó una mano a su hombro al mismo tiempo que trató de sostener la delgada falda que amenazaba con levantarse descaradamente. Sus movimientos tan torpes no pasaron desapercibidos para su único expectante, quien permaneció así unos segundos, pues le divertía verla, tan nerviosa y avergonzada.


--Ten esto te abrigará—esta vez sin detenerse rodeó sus brazos en la delicada figura, envolviéndola con su abrigo negro, acercándose mucho más sus rostros.


Kurapika, saltó levemente al sentirse bajo su tacto, soltó descuidadamente la falda de la que tanto se había preocupado y alzó bruscamente la mirada. Sólo a centímetros sus labios casi se rozaron, pues esa era lo que precisamente lo que esperaba el hombre de cabellos oscuros mientras tanto ella no se había percatado de que él se había situado muy cerca de su rostro a propósito. Era demasiado ¡No lo soportó! Sin importar la extraña actitud de Kuroro, sólo tenía en mente al despiadado hombre, líder de lo que más ha odiado en toda su vida, logró soltarse y retrocedió.


--Estoy bien—finalmente dijo algo, aún no muy seguro si su voz llegó a ser audible, procedió a desprenderse de la prenda aún muy torpemente


--No, no podría—Lo miró y volvió a encontrarse con aquellos ojos totalmente desconocidos, detrás de él la luna... "La madre de los cielos" había leído eso en la predicción de Neón pero lo demás no lo recordaba, tal vez solo era una coincidencia, la luna estaba por todos lados de todas formas, "Ares", el dios de la guerra "no deshojes al crisantemo" alguna vez lo escuchó en un pasado, el crisantemo era el Riodan, ¿acaso no debía de matar a Kuroro? ¿Podría ocurrir algo peor si él seguía con su venganza?


-¿Estás bien?- habló el pelinegro colocando una mano en su frente, la cual Kurapika no rechazó en un primer instante he hizo que olvidará lo que estaba pensando. Ya no era él, es decir el hombre de cabello negro y ojos penetrantes de hace mucho tiempo ya no era el mismo. Él tan diferente y “ella” en un lugar bastante alejado de la molesta ciudad, un encuentro inesperado de dos desconocidos y al mismo tiempo de dos enemigos a muerte.


--Quédatelo, te servirá se pondrá aún más frío—


--¡Pero!...—y aunque habló bastante fuerte no pudo concluir, una nueva idea ocupó su mente.


Entonces él ha vivido aquí desde que no separamos.


Una vez más dejó ver su coqueta sonrisa, muy confiado de acercarse a ella, situó sus labios en su oído. –Nos veremos—susurro y volvió a sonreír. La miró por última vez y decidió salir de allí.


Kurapika sólo vio su espalda desaparecer en la oscura vegetación, aún pasmado por su propio comportamiento, no lo entendía, no reacciono a nada, ¿Por qué no se defendía?, había bajado la guardia completamente. Aquella persona que tenía enfrente de él no era Kuroro Lucifer, no era el líder del Geney Riodan era alguien totalmente diferente.


 


Y siendo ya la madrugada del próximo día, el gran festejo terminó y por supuesto Kurapika también lo hizo, estaba desecho. Manejar varias horas con aquella ambigua imagen de Kuroro en su mente además de ser el encargado de llevar a Neón a su habitación a su espalda, ya que la niña apenas tocó el auto se dejó llevar por Morfeo, algo bastante extraño ya que todos acostumbraban a verla muy enérgica sea la hora o día que sea.


 


Las cálidas caricias del agua bajaban por todo su cuerpo, sin duda un gran alivio el poder desprenderse de aquella molesta indumentaria que había dejado marcas temporales en su abdomen siendo esto producto del gran ajuste del corsé. Poco a poco la habitación fue llenándose del relajante vapor y este al mismo tiempo hizo juego con el aroma de los jabones y velas. Era todo lo que necesitaba.


Una vez concluido su tan esperado baño se dirigió al espejo para observar su débil figura y su cansado rostro producto de un gran cambio en su vida, su delgada figura aún mantenían gotas bajando sigilosamente, tomó una pequeña toalla y la frotó sobre sus ojos, desasiéndose así de los últimos rastros de maquillaje fue entonces que desvió su mirada para contemplar rápidamente las lentillas a un costado de su persona; marrones; aquel color tan común se había apoderado de sus ojos la mayor parte del tiempo, no se podía permitir ser descubierto como alguien con la mirada tan roja como la sangre, era un asunto muy delicado con el que tenía que lidiar cada día sin embargo ese tema no fue de gran importancia sino mas bien el hecho de que en ningún momento sintió sus orbes arder al verlo, así es, durante su pequeño encuentro con Kuroro el escarlata jamás se hizo presente, eso significaba… tal vez ¿Qué estuvo sereno completamente ante su presencia? Y las dudas nuevamente lo invadieron.


Parecía ser otro…


Realmente no lo sentí como un enemigo…


--Kuroro Lucifer…-- el escucharse susurrar ese nombre en medio de su soledad le dio un golpe en su razón.


Siendo sorprendido por él mismo se limitó a hacer los últimos arreglos para dirigirse a la cama, entrando bruscamente, sin importarle causar algún desorden supo acomodarse entre las cobijas y almohadas, cubriéndose completamente con excepción de su rostro.


--No importa quien sea ahora, él siempre será Kuroro Lucifer, la cabeza del Geney Riodan, quien lideró la matanza de mi tribu, no es de importancia lo que haga ahora. El pasado… el pasado sigue ahí y los hechos nunca se borrarán. —concluyó antes de darle un vistazo a esa oscura prenda, propiedad de él.


--Mañana se la devolveré, no lo quiero cerca y jamás desearía tener algo de él—Así sin darse cuenta su cuerpo llegó a su límite.


El alba llegó muy pronto, apenas daban las 6h: 00 am y ya se podía sentir gran movimiento dentro de las instalaciones, teniendo su agradable compañía todos los empleados se dejaban acariciar por los leves rayos de sol a esas horas, así sin más entre tanto ajetreo sólo los tres guardaespaldas, los más preparados ya se encontraban dentro de la oficina de su jefe.


--Contaré con su ayuda, por favor cuiden bien de esta mansión y de los pocos tesoros que nos quedan—enfatizó enérgicamente el hombre mayor, las escasas gotas de sudor en su frente, su fija mirada y su fuerte puño dejaba al descubierto su preocupación por sus repentinos cambios de planes.


--¡Por supuesto!—dieron su contestación con las palabras que deseaba escuchar, pues después de todo ellos tres eran lo más fuerte que poseía la familia Nostrade.


Senritsu, una mujer muy dulce pero seria, decidida y sobre todo muy perseverante ante sus misiones, para familiarizarnos más con ella su apariencia física es muy notoria, es de baja estatura, de cabello violeta bastante largo con la característica de tener el centro de su cabeza completamente calva, sus dientes son muy pronunciados. Debido a una maldición hace ya muchos años ella mantiene esa apariencia, nadie ha podido verla como realmente es.


Basho, un fuerte y alto hombre, con carácter prepotente e impulsivo. Lleva el cabello marrón peinado con un gran copete, por lo general gusta de pasear por la mansión con camisas abiertas o sin camisa siempre orgulloso de su imponente físico, algo conflictivo en un principio pero ha sabido ganarse la confianza del jefe así como de sus compañeros.


Y para terminar la mano derecha de Light Nostrade, Kurapika, siempre decidido e idóneo a las órdenes dadas.


--Estaré fuera por varias semanas, espero ver todo como lo dejé, es todo—Aún no tan aliviado por haber dado sus órdenes se dio media vuelta para dejar la habitación. –Si es necesario cuiden de Neón…-- murmuró muy audiblemente para los tres. Esa actitud hace mucho que la había tomado, si bien la niña Neón ya no tenía los medios para traer dinero a su padre, él simplemente decidió darle lo necesario para no matarla del hambre o frío, era como tener a su propia hija de arrimada en su hogar y esto era algo que no podía soportar ninguno de los más allegados a ella, Kurapika abrió sus labios ahogando todas sus protestas pues siempre se ha interpuesto su dulce mejor amiga, siempre aconsejándole que evitara problemas.


--Algún problema—enseguida intervino con voz ronca.


--Ninguno jefe—apenas atinó a responder, algo ruborizado por la ira que lo carcomía. Kurapika dio un pequeño vistazo a la mujer a su lado y ella, bueno ella tan solo le sonrió abiertamente.


--Permítame acompañarlo jefe—finalmente dejó la habitación.


Y ya eran casi las 7h: 00 y el sol empezó a ser mucho más fuerte, los agresivos rayos se situaron en dirección a las orbes del muchacho rubio, molestándolo e irritándolo de paso, esto sólo le hacía pensar que será un largo día y en realidad se sentía bastante cansado.


--Gracias Kurapika, sé que no has pasado una buena noche--


Como si pudiera adivinar en que estaba pensando. –J-Jefe…--


--Puedes retirarte, buen trabajo—levanto su pesada y arrugada mano para llevarla al hombro del hombre menor. –Descansa un poco, nos veremos—esta actitud la tomaba muy rara vez, si bien cuando Kurapika aceptó su empleo tenía en mente ser la persona en quien más confiara su jefe y después de tantos hechos atroces lo consiguió sin embargo a veces por su mente pasaba la idea de que el hombre ya bastante mayor lo consideraba mucho, incluso fuera del trabajo, como hace un momento se mostraba así de vulnerable y entonces temía por dejarlo solo. Una compleja disyuntiva ya que él obviamente tenía intereses muy egoístas para mantener su empleo.


Algo perturbado por su molesta actitud, abandonó toda clase de idea y corrió hacia la mansión dispuesto a tomar una corta siesta. El señor Nostrade se marchó y él sentía como la responsabilidad recaía una vez más en sus hombros.


--¿Te pasa algo?—ya en camino por un gran pasillo Senritsu lo acompañó.


--No pasa nada—


--MEN-TI-RO-SO—


--¡Si lo sabes para que me preguntas!—no por nada era la mejor amiga de Kurapika, era su deber saber todo de él y lo conocía demasiado como para no saber que algo no andaba bien.


--Quiero ayudarte—le sonrió dulcemente.


Algo lejos del escándalo que caracterizaba a la mansión ambos ingresaron a una pequeña habitación, siempre tan cálida y llena de libros, ordenados de tal manera como sólo lo sabe hacer Kurapika, cerca del estante había un escritorio que fue a donde se acercó y abrió el cajón situado debajo de la mesa.


Entonces la oscura prenda fue el centro de atención aquel breve instante, este en un principio pareciendo un abrigo común y corriente si no fuera por el detalle de una gran cruz en toda la parte posterior, entonces fue obvio de quien era el dueño de la prenda.


--Ese abrigo…-- algo atemorizada, Senritsu rogaba estar equivocada.


--Sí, me encontré con él anoche—ella se sobresaltó silenciosamente.


--¿Qué vas a hacer?—


Temiendo un poco por el silencio de su amigo --¡No me digas que irás a verlo!--


Y aún en silencio hizo un ademán que lo confirmaba.


--No quiero que vuelvas a hacer algo imprudente—su voz tembló


--Y yo no quiero tener nada que ver con ese tipo, y mucho menos tener algo de él. Se la llevaré—


--Si no la quieres ver yo misma me desharé de esto ¡Dámela!—


--Déjalo es mi problema—Kurapika se apresuró a la salida.


--¡Por qué de repente insistes en verlo!—sus fuertes palabras lo obligaron a detenerse, ambos se miraron y por supuesto ella pudo ver su gran determinación.


Soltó un gran suspiro –Vaya… realmente no tienes remedio—tenía razón en preocuparse pero por otro lado sabía lo terco que era Kurapika.


--Sin embargo ¿No pensarás ir así?—


--¿Así?—


--Bueno pues ayer seguramente te vio como una chica, no sería prudente que te presentes como tú—soltó una carcajada de tan solo imaginarlo.


--¿Qué insinúas?—


--Ya lo verás—


 


Y de esta manera el atardecer los sorprendió.


--¡¡Pero dónde se ha metido Kurapika!!—el tercer al mando, Basho se encontraba eufórico.


--Tranquilízate, ha salido a atender unos asuntos—por su espalda apareció Senritsu muy contenta.


--Senritsu ¡¿Tú estás detrás de todo esto?!— dio media vuelta todo su enorme cuerpo para enfrentarse a la pequeña mujer.


--Ya, ya mejor ocupémonos de nuestros asuntos ¿sí?—


 


Tomando como referencia el camino de la noche anterior, Kurapika conducía velozmente mientras murmuraba muy sonrojado por el repentino plan de su amiga.


--¡¡Maldita sea!! Hasta me ha obligado a ponerme lencería femenina—dirigió su mirada hacía el espejo retrovisor y se vio una vez más con aquella apariencia.


--¡Realmente parezco una mujer!—enfureció mucho más, pisó el acelerador sólo deseando terminar su nueva pesadilla.


Y como era de esperarse el cielo naranja lo acompañó, aún le parecía imposible saber que existía personas habitando en aquel paisaje sin vida. Llegó muy apresuradamente y descendió de su vehículo chocando con el fuerte viento, quien muy traviesamente alzó su vestido totalmente.


--¡¡… !!—bajó la delicada tela bruscamente, muy nervioso o tal vez asustado, enseguida hecho un vistazo a todo su alrededor deseando verlo pero al mismo tiempo rogando que no se presentara.


--No sé en que estaba pensando—se reprochó a sí mismo, la ansiedad lo estaba torturando, la vergüenza por su apariencia tampoco ayudaba. Toda la determinación con la que miró a Senritsu se esfumó. Muy agradecido por no haber visto señales de él tomó el abrigo y lo dejó sobre una roca. Una vez realizado su tarea no pudo retirarse tranquilamente, pues tampoco perdería la oportunidad de contemplar una vez más o quizá por última vez aquel bello paisaje.


Totalmente embelesado dejó sus manos libres, permitiendo al viento que haga de las suyas.


El mágico color cada vez más oscuro advirtiendo la llegada de la noche, las primeras luces naturales desde lo más alto y por su puesto aquellas provenientes de la ciudad. La forma, el sitio de cada vivienda eran dignos de admiración, el completo silencio, la eterna soledad. Un único encuentro, él y nadas más que él ¡Es perfecto!


Acostumbrado a los suaves roces del travieso viento se privó de la hermosa vista para dar paso a la gran oscuridad de su interior y de esta manera dejarse llevar por la infinidad de su imaginación, perdiendo todo sentido no fue capaz de escucharlo en primera instancia.


--No pensé volverte a ver—tan imprudente como esperado, una voz no muy firme se hizo presente a sus espaldas.


La sensación de nerviosismo, ansiedad y vergüenza volvieron a apoderarse del joven, era tarde para retractarse, había llegado y aunque deseaba verlo también pedía  gritos ser tragado por la tierra. Sin saber cómo reaccionar giró delicadamente hacia él.


Reencontrándose, el contraste de sus miradas hizo perfecto los pocos segundos de tranquilidad entre ambos.


--No debiste haber venido—tan cálido, amable y tierno como el día anterior. Kurapika no pasó desapercibido su nuevo aspecto. Es más al verlo completamente retrocedió de la impresión.


Kuroro Lucifer se encontraba herido, algo sucio, con moretones en su piel, cortes dentro de su indumentaria. Lamentable, quizá mucho más que su primer encuentro.


--Debes salir de aquí…-- así sin más se aferró a una roca y la mira nuevamente –V-vete—


Kurapika se encontraba inmóvil, sin saber como actuar, se adelantó unos pasos hacía él pero enseguida desistió.


--K-Kuroro…--


--¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí?—una ajena voz escupió varias burlas a sus espaldas. Algo no estaba para nada bien, y fue entonces que entendió lo pésimo que resultó ser su plan. Totalmente acorralado y con nulas posibilidades de utilizar sus medios para escapar pues pesar de todo le era importante no ser descubierto por el líder de la Araña.


Y sin tener tiempo para nada una mano lo tomó y lo jaloneó hacía un completo desconocido, aprisionado con su repulsiva apariencia trató de soltarse, silenciosamente, como había empezado a hacer todo últimamente.


--No me digas que trajiste a tu novia para que presenciara tu muerte—de inmediato varias mofas se manifestaron entre la oscuridad, eran demasiados y no se encontraba en la situación más favorable.


¿Qué voy a hacer? ¡Maldición!


Fueron sus gritos en su interior, pero antes de que pudiera tomar una decisión ya se encontraba a las espaldas de Kuroro, totalmente impresionado por su velocidad, ignoró el dolor de su muñeca producto del jaloneo de ambos hombres.


--Ella no tiene nada que ver—tan sólo observó las rojas gotas desprenderse de su ropa al notar como alzaba sus brazos en señal de protección, algo no estaba bien, definitivamente esto no podía ser. Kuroro Lucifer estaba enfurecido y mucho más que eso, defendía a Kurapika a costa de su vida.


--No me digas que en tu estado me enfrentarás—no fue sino hasta el término de su frase para recibir las burlas de los demás hombres.


--Te lo advierto—similar a un animal defendiendo a su cría, Kuroro se apresuró a tomarlo de la mano lo cual le hizo saltar de la gran impresión, Kurapika lo miro desconcertado.


--Si así lo deseas—sólo bastó con una pequeña señal del repulsivo hombre para que varias armas de fuego se encontraran apuntándolos.


--No me subestimes—sonrió mientras apretaba el agarre  de la mano.


--E-espe-espera…-- sin ni siquiera terminar de hablar, partieron… seguía sin poder creerlo, era como un  mal sueño o más bien una pesadilla. Kuroro y Kurapika se encontraban tomados de las manos  huyendo por sus vidas…

Notas finales:

Gracias por leer.

:D


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