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¿Tu pasado o el mío? por only_hope

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Notas del fanfic:

Esta historia es la secuela de otra llamada "¿Tu dolor o el mío?"
La cual te recomiendo que leas para entender si no la has leído y, de ser así, me dejes una pequeña opinión de ella y de esta:DD

Acá el link 7w7r 
http://amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=160108

Notas del capitulo:

Buenos días!
Ok, en mi página de facebook hace tiempo, prometí un extra que tenía escrito por ahí. La razón por la que no lo publiqué en su tiempo es que tenía escenas que se parecían mucho  a otra de mis historias. En mi defensa, esa historia la escribí en el 2022 y este extra allá por el 2018, supongo que las ideas se mezclaron y me daba pena publicarlo así XD
Ya modifiqué esas escenas así que... sí, aquí está el extra prometido. Espero les guste!

La lluvia había parado hacía no mucho tiempo, y los charcos, tentadores, se extendían a lo largo de la calle que podría ser más oscura de no ser por las farolas distribuidas a lo largo del camino.
No resistiéndolo más, saltó en uno de aquellos charcos… el más pequeño, riendo de gusto con el agua que salpicó.

-¡Dan! – El niño rubio rio por lo bajo, se subió al borde de la acera, sólo para ver al par de niños que iban detrás de él antes de saltar al otro charco, con más satisfacción.
El niño que le llamó frunció el ceño, cruzándose de brazos. – Qué grosero eres. – El gruñido que salió de sus labios murió con la risita que salió entonces. - ¡Me lo ganaste!

-Es que eres muy lento, Jesse – Respondió, sacándole la lengua. Pero ni bien lo hizo, el niño de cabellos rizados y negruzcos salió corriendo. - ¡Hey! – Se quejó, a sabiendas de a dónde se dirigía. - ¡No vas a ganármelo! ¡Ese charco también es mío!

-¡Alcánzame si puedes! – Gritó a distancia, saltando al charco más grande que yacía en medio de la calle, justo al mismo tiempo que Dan. - ¡Hey! – Gritaron al unísono, pero los dos habían ganado a fin de cuentas. ¿Qué se podía hacer? Y se reían al entenderlo, saltando y salpicando más y más del agua que la lluvia había dejado.

Jesse soltó una risita, antes de voltearse para ver al mayor de los tres que apenas se iba acercando. - ¡Emett, te estás perdiendo de toda la diversión!

-Está bien así, Jesse – Respondió el otro rubio al acercarse. Su expresión de preocupación debatía con la sonrisa que quería formarse en sus labios con ver a su amigo y a su hermanito empapados. – Prefiero… verlos desde aquí. – Volteó a ver a todas partes. – Pero, ¿no podrían jugar en la acera? Debe ser más seguro desde ahí.

Los otros dos, el pelinegro y el rubio fruncieron el ceño, pero la sonrisa conciliadora del mayor hizo que suspiraran, cediendo. - ¡Bien! – Dijeron a coro.

Emett esperó a que salieran del charco, aunque traía botas de hule también, no le animaba tanto la idea de llenarse de más fango del que ya tenía. Sonrió un poco más en tanto el otro rubio salió, empezando entonces a hacer por secarle. – No deberías estar jugando de esa manera.

-Emett – Soltó en un quejido, pero de nada servía, el mayor ya le había sacado el abrigo mojado y le había extendido el suyo. – No tienes que hacer todo eso, ¡estoy bien! – Renegó.

-Eso quiero que me digas en la mañana, ahorita no me sirve – Respondió, enfundándose la prenda mojada del menor. Acarició sus cabellos que se habían despeinado por el viento, corroborando si tenía o no temperatura.

-¡Chicos! ¡Teníamos que hacer un encargo! – Les recordó Jesse, ya debajo de la farola, en la acera.

-Será mejor que vayamos- Dan seguía quejándose por sus atenciones, pero estaba bien. Veía a su hermanito cubrirse la boca y haciéndose pequeño en el abrigo que ahora tenía en un gesto de buscar calor. Siempre era así, demasiado terco como para aceptar que estaba mal.

Jesse respiró hondo, viendo el vapor que salía de su respiración y corroborando que hacía frío. – Se entretienen mucho, ¿no creen?

-No es para tanto.

-Sí lo es… ¿no tenían los abrigos invertidos?

-Claro que no. Así los teníamos todo el rato.

-Por supuesto que no, estabas saltando charcos y Emett es el que esta mojado… ¿Emett? ¿Dónde estás?

-Sólo avancen y ya. – Se rio, alentando de nuevo el paso para ver a los otros dos caminar y discutir como siempre.
Escuchaba a Dan de quejumbroso y a Jesse seguirle la corriente, y le era mucho más cómodo y entretenido así, y podrían seguir de ese modo hasta llegar a la tienda.

-¿Su madre los volvió a mandar solitos? – El tendero negó con la cabeza, viendo a los menores correr de un lado para otro buscando las cosas encargadas y frunciendo el ceño. – Pero acaba de pasar una tormenta allá afuera.

-No vamos solos – Respondió Emett, teniendo que ponerse en puntas para ir poniendo las cosas en la mesa. – Jesse viene también. – Añadió.

-Hola – Dijo este en tanto los ojos del señor se pusieron en él.

-Pues, peor aún. – Negó con la cabeza una vez más, pero suspiró, el menor de los gemelos estornudó con fuerza y el mayorcito buscaba en las bolsas de sus abrigos pañuelos para darle, preguntando de paso cuánto era. Observó entonces los productos, haciendo las cuentas. – Son cincuenta.

Asintió. – Espere – “Déjame” insistía de fondo Dan mientras terminaba de limpiarle la nariz, para sacar entonces los billetes y monedas que su mamá le había dado. - ¿Así está bien?

El señor suspiró de nuevo, regresándole la última moneda. – ¡Gracias!- Decían los tres niños. – Procuren no ir jugando por la calle, ¿eh? – Se quejó, pero ya era tarde, ya los veía correr de la puerta al otro lado de la calle sin siquiera ver si algún auto pasaba. – Estos niños – Renegó.

-Mamá dice que lo que hace la de ustedes está mal –Admitió Jesse, haciendo equilibrio en la acera.

-¿Mal?... ¿en qué sentido? – Preguntó Dan, frunciendo el ceño.

-Haciendo esto – Respondió. – Ella quería traernos a la tienda, pero tu mamá no la dejó. Ella piensa que está mal eso, algo nos puede pasar.
En cierto modo no entendía lo que su mamá decía, le agradaba esa libertad que la madre de Emett y Dan les daba, así era más divertido, pero…

-Sí, supongo que está mal – Asintió Emett. –Hay gente mala por ahí.

-Pues, yo no veo nada – Negó Dan, y estaría saltando charcos de nuevo, pero suponía que estar mojando las cosas de su hermano no estaría bien. – Pero hay cosas que no me agradan tanto de mamá…

-¿Por qué? – Preguntó Jesse, sin estar al tanto de lo que pasaba.

Dan abrió la boca para contestar, pero la silueta bicolor que corrió de los arbustos hasta el otro lado de la calle llamó su atención. - ¿Vieron eso?

-¿Qué cosa? – Jesse se volteó, viendo al par de niños acercándose con cuidado a la jardinera de una casa. Uno con más emoción que cuidado.

-¡Es un gatito! – Celebró Dan con una sonrisa radiante, siendo silenciado por Emett. - ¿Qué? – Se quejó.

-Vas a asustarlo, tonto – Le explicó con una sonrisa más sutil. – Jesse, cuídanos esto – Le pidió al pelinegro, extendiéndole la bolsa con víveres que llevaba y la de Dan también.

-Eh… seguro. – Obedeció con inseguridad. - ¿Por qué tanto escándalo por un gato?

-¿Porque es un gato? – Respondió Dan como si la cosa fuera muy obvia, estaba por agarrarlo cuando el animal corrió asustado y se subió a una maceta mucho más lejana. – Siempre hemos querido una mascota – Explicó, para luego referirse al minino. - ¡Y tú ven acá! ¡No huyas!

-Dan, lo estás asustando más – Le reprendió Emett, llevándose un dedo a los labios en señal de “silencio”. – Déjamelo a mí – Indicó.

Dan frunció el ceño, bufando, pero cediendo a fin de cuentas. Emett sonrió un poco más y se acercó a las macetas, él le seguía con la mirada, cada gesto que hacía el mayor con total calma y cuidado.

-Ven pequeño – Pidió con voz chiquita, como había visto en la tele que había que hablarles a los animales asustados. – No va a pasarte nada… ¿me dejas acariciarte?...

Como si eso fuera a funcionar, pensaba Dan, y no pudo evitar el arquear la ceja al ver que su gemelo metía la mano al montón de macetas donde el gato se había escondido, sacando de ahí a la bolita blanca con negro que maullaba sin más protesta.

-¿Eso fue un sí? – Balbuceó Jesse, acercándose con las bolsas de compras. – Wow…

-¿No es bonito? – Se rio con emoción, el gatito se había hecho un ovillo entre sus brazos, quizás buscando calor también, y lo acarició, con el frío que estaba haciendo y lo mojado de su ropa, era todo el calor que le podía dar. – Qué cosita.

-Pues, a mí me gustan más los perros – Admitió Jesse, pero se acomodó las bolsas de modo que lo pudiera acariciar. – Está muy suave.

-¿Verdad?

-¿Crees que tú mamá quiera que lo tengan?

-No lo sé, pero depende también del gatito…  - Emett explicó, acercó más la cara al animal, hablándole en un tono más mimoso. - ¿Quieres vivir con nosotros, gatito? ¿Ser mi mascota? – Rio por lo bajo, diciendo cosas en voz baja quizá para convencer al animalito que estaba quedándose dormido en sus brazos. Se fijó entonces en el otro rubio que veía fijamente la escena, su sonrisa se quedó estática. - ¿Quieres cargarlo tú, Dan? – Le preguntó.

El niño se cruzó de brazos, Emett había susurrado algo que quizás Jesse no había escuchado, pero él escuchó claramente, y lo que el otro estaba haciendo en sí tampoco le gustaba. – No, ya se me quitaron las ganas – Dijo en un puchero.

-¿Qué? – La puerta de la casa vecina se abrió justo en ese momento y él había quitado fuerza a su agarre. Cosa que el gato aprovechó para bajarse y entrar a la casa de quienes, seguramente, eran sus amos. – Oh… - Soltó el rubio, con desilusión.

-Al parecer será con otro – Se rio Jesse, notando las expresiones de sus amigos. - ¿Pasa algo?

-No – Negó el menor, quitándole una de las bolsas. – Vámonos ya, mamá está esperando la leche desde hace rato.

-Seguro – Respondió el pelinegro sin estarlo del todo. – Vamos, Emett. Este tonto ya nos deja atrás.

-Sí, voy después de ustedes – Echó un último vistazo a la mujer que había llamado al gato con la puerta, ahora ponía comida en un plato y cerraba la ventana para que dejara de verlos,  y su hermanito se iba enfurruñado a unos metros de donde él estaba, siendo seguido por el otro niño.

Suspiró. Caminando detrás como había dicho.

-Se tardaron mucho, ¿no creen? – Dijo la rubia al abrirles la puerta del apartamento. – ¡Y miren nada más esas ropas! – Se quejó.

-No pasa nada, mamá – La ropa que traía debajo del abrigo se había humedecido. Hizo por sonreír, sacándoselo al entrar.

-Sí, no es na… - Un estornudo interrumpió las palabras del menor, se llevó ambas manos a la cara, reprimiendo además un fuerte escalofrío. Se enjugó la nariz, sin terminar de entender por qué la mujer fruncía el ceño con fastidio por eso.

-Se tardaron bastante, niños – La pelinegra vio con apuro la hora en la televisión. – Ya tenemos que irnos a casa.

-Pero… - Jesse quiso protestar, no habían jugado casi nada. Tosió de igual manera, ya que, aunque sus ropas no estaban tan mojadas, sí que habían conseguido que sintiera el frío en las piernas y pecho.

-Dios mío – Resopló ella entonces, cargando a su pequeño hijo y viendo a su amiga con molestia. – Te dije que yo los llevaba.

-Mis hijos saben bien cuál es el camino. Y también que no deben de jugar en los charcos – Aclaró en un reproche, pero su amiga no parecía comprenderlo, negaba con la cabeza y acurrucaba más al otro niño.

-Eso no es suficiente – Admitió con un suspiro. – Jesse, despídete de Emett y Dan – Le pidió.

Dan frunció el ceño, Emett había agachado la cabeza ante el malestar de su madre, pero él veía fijamente a su amigo, siendo acurrucado en los brazos de señora amiga de su mamá, enjugándose más la nariz. – Adiós – Les decía.
Ambos asintieron. – Nos vemos.

Apenas la puerta se cerró Emett fue a dejar la leche y pan en la mesa junto con las otras dos bolsas. El suspiro de su madre desde la sala se escuchaba en toda el departamento.

-Déjame ver – Se asomó desde la cocina, la mayor sacaba bruscamente el abrigo al otro niño, hablando también con impaciencia. - ¿Qué es esto, Daniel?  -Decía. – Pues, ¿qué, estaban revolcándose en los charcos?

-Emett también está mojado – Refunfuñó.

-Tú estás usando su ropa – Contraatacó ella. El mencionado se mordió los labios, esa escena parecía repetirse cada vez más seguido y no sabía cómo sentirse o actuar al respecto.
Ella terminó de quitarle la ropa mojada ahí en la sala, y el frío del ambiente hacía que tosiera y temblara más. – Si te vuelves a enfermar no me haré cargo esta vez.

-De todas maneras, nunca te haces cargo – Emett retrocedió al verle hacer lo mismo, pero por la bofetada recibida. Dan  se encogió, reprimiendo el fuerte llanto que cualquier niño pequeño soltaría por un golpe así.

-Vete a vestirte y a la cama. Ahora – Siseó con malestar. Su hijo pequeño parecía estar a muy, muy poco de romper a llorar y el dolor de cabeza que le había dejado hablar con Tania no merecía aguantar tales cosas. Además… tenía una cita esa noche. – Ahora-Repitió.

El niño se llevó la mano a la mejilla, corriendo no a la habitación sino a la puerta principal, sin querer admitir que sentía miedo de lo que haría la mayor. Sin saber que parte de lo que sentía también era resentimiento.
Y ella lo vio marcharse, frotándose las sienes por la migraña, pensando seriamente cosas que no creía que sus hijos supieran.

-Sólo era un juego – Levantó la vista, viendo a su otro hijo salir de la cocina. – La tía Tania no regañó así a Jesse porque era un juego.

-Tú sabes que no me gusta que jueguen así – Emett asintió, aunque frunciendo el ceño por el arranque de su mamá de hacía un rato. Ella se acercó, acariciando sus cabellos suavemente.
A diferencia de Dan, Emett era un niño bastante tranquilo y tímido. No gritaba por todo, ni tampoco respondía tanto, comprendía.  Y tal vez era por eso que se portaba más indulgente con él. Hizo por sonreírle. – Voy a salir hoy – Indicó. – Cenan y apagan las luces. – Pero tampoco tenía ánimos para darle a él más explicaciones.

-Bien – La vio levantarse, caminar hacia su habitación y cerrarla. Se quedó unos segundos ahí, suponiendo que ella estaba cambiándose para salir, fue a su propio cuarto por una frazada. Sabía a dónde iba a ir ella. Bueno, no a dónde, sino más bien con quién, y la sola idea no le gustaba en lo absoluto.

Se había ocultado a un lado de la puerta, en cuclillas y hecho bolita para guardar calor tanto como le era posible, pero el frío no se iba. Ni él, ni las lágrimas que seguían bajando de sus ojos. Levantó la vista con el abrir de la puerta, viendo entonces a su mellizo, quien se inclinó.

- ¿Hay espacio? – Sonrió por la pregunta. Al ver que el otro traía la frazada se hizo a un lado

-Ya qué – Murmuró el menor, agradeciendo el gesto. Aún así, al acurrucarse con él, Emett estaba temblando. – Estás todo mojado. – Recordó, buscando entonces desabrocharle el abrigo.

Vio que su hermano tenía toda la intención de sacarse el abrigo que le prestó, lo detuvo. – Estaré bien, ¿ves? – Se acurrucó mejor a su lado con la frazada. Dan gruñó, ignorándole. – Ella se irá otra vez con él – Admitió.

-¿Y? – Se quejó el otro, sin poder más, un sollozo escapaba de su voz con aquel reproche, así que se cubrió la cara – Ella me odia.

-No te odia – Dijo de forma insegura. – Es sólo… es que él le dice esas cosas feas, y ella…

-Y ella le hace caso – Se encogió más a su lado – Ella hace muchas cosas sólo porque él le dice. Él dice que quiere dinero y ella se lo da, él dice que quiera ir a comer, y se van, él dice que quiere venderme, ¡y ella lo va a hacer!

-No digas…

-¡Tú no me digas mentiras! Tú también lo sabes – Dan levantó la cobija, con la cara ya irritada por sus lágrimas, la expresión sorprendida de su hermano le dolía. – Sabes que van a hacerlo… estamos aquí afuera, y ni siquiera viene por nosotros.

-Mamá está confundida – Balbuceó sin saber qué más decir.  – Eso no es verdad, es como… como el señor del costal, ¿te acuerdas? – Dijo del modo más convincente que pudo, instándolo a volver cómo estaba. – Y… si llega a pasar…yo podría…

-No – Negó con la cabeza, enojado.

-Dan… - Tragó saliva, queriendo poner su mano en el hombro del menor, pero este se echó para atrás. - ¡No! – Insistía, ante la confusión de Emett. - ¿Por qué no? – Preguntó. – Ni siquiera sabes qué es lo que…

-Ya sé lo que vas a decirme… - Sollozó Dan, poniéndose las manos en la cara – No quiero ser un esclavo… ¡y tampoco quiero que tú seas mi amo!

-¿Y por qué no? - ¿Qué tenía de malo? Ni siquiera estaba seguro de que fuera a pasar, no quería creer que su mamá fuese a hacer eso que le escuchó decir a ese señor, pero…
Pero… si llegaba a pasar… esa sería la única forma de que siguieran juntos.

-Porque no soy un gato, Emett – Lloró, sintiéndose frustrado de que su hermano no lo entendiera, y sin siquiera saber que eso era lo que sentía. – Soy tu hermano, no puedes ser el dueño de tu hermano, no puedes ordenarle cosas, regañarlo así, no puedes prometerme cosas o tratarme como tratarías al gato de ahorita…

El otro niño en arqueó una ceja. – Y-yo no… - Titubeó, pero para entonces Dan ya estaba más alterado, se había levantado de donde estaban ocultos y le había empujado fuera de la frazada.

-Te escuché – Le informó. – Y no quiero.

-Pero… - Los ojos verdes de Emett se fueron inundando de lágrimas también. Era verdad, todo lo que Dan decía era verdad. Y el frío, la indiferencia de su madre sólo eran prueba de ello. Pero… la idea le asustaba, le asustaba mucho, y en verdad, en verdad que deseaba que no se hiciera realidad, ¿pero y si sí? - ¿Entonces qué voy a hacer? – No quería que los separaran así.

Dan se dirigió a la puerta. – No te metas – Lo regañó, o le pidió, su voz era débil y triste al decirlo. – No quiero… volver a escucharte pedirme eso. No sé qué haré pero no quiero eso. No quiero… - Entró a la casa poco después. Emett se quedó ahí un rato más, sus pies enredados en la frazada. No iba a pasar, se decía. No tenía que preocuparse porque no iba a pasar.

No iba a pasar.

Notas finales:

¡Gracias por leer hasta aquí! ¿Qué les pareció este extra? Pensé que sería bonito para dar un mejor contexto a algunos personajes. Espero les haya gustado
La recomendación random es:
Selena Gomez - People You Know (Official Lyrics) (youtube.com)
¡Nos vemos!


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