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The Bottom Queen por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Gracias a los valientes que se aventuraron a leer <3

 

Advertencias/spoiler: travestismo

 

 

ENGAÑO

MISTY DE LAGARTO

Lo sabía, claro que lo sabía, nadie podría resistirse a sus cabellos rubios que se mecía con delicadeza cada vez que se volteaba, nadie podría resistirse a su ojos  de un color celeste  que seducía con cada batir de sus largas y rizadas pestañas; sus labios carnosos pintados en un labial rosado claro era una de las primeras cosas que cualquier hombre veía, la delicadeza de sus movimiento, su neutral tono de voz, su piel tersa, hombros delgados y cintura angosta, nadie podía resistírsele, nadie podría adivinar que bajo aquel hermoso vestido rosa tan fluido pero ceñido a la cintura y con la espalda descubierta se escondía él, nadie podría adivinar su engaño, aquel hombre llamado Saga que estaba sentado frente a él invitándole un trago no podía ni si quiera imaginar lo que se escondía bajo las capas de ropa y el maquillaje.

Era uno de los juegos favoritos que él tenía, engañar a un hombre con su belleza, hacerle creer bebía cada copa que le daba, hacerle creer que al igual que él estaba demasiado borracho y vulnerable, haciéndole sentir que creía en cada palabra que él decía y hacerle creer que cuando la puerta de la habitación se girara sería la noche más inolvidable de su vida.

Misty podía notar cada expresión que Saga hacía en su rostro, notaba la ansiedad en su lenguaje corporal, comenzaba a gustarle ese disimulado tic de morder su labio cuando se le acercaba coquetamente, el hombre de cabello azulados era bello, seductor, un galán de tomo y lomo, de facciones afiladas y cabellos largos y salvajes, ese hombre seria suyo ese día y estaba a unos pasos de que lo fuera, porque cuando el pestillo de esa puerta se cerrara ya no había escapatoria.

En algo tenían razón los pensamientos de Saga, esa sería una noche para jamás olvidar, porque ¿Quién podría imaginar que bajo aquella delicada figura se escondía un ser lleno de deseo? ¿Quién podría imaginar que aquella frágil y hermosa rubia fuese capaz ella sola de dejarte a su merced? ¿Quién podría imaginar que bajo esa ceñida vestimenta yacía alguien como él? Un hombre demasiado bello que lo toqueteaba libremente, que lamía cada parte de su cuerpo, que exploraba lugares de él en el que nadie nunca había estado y que sólo al sentir una desconocida humedad hundiéndose dentro de él podría hacerle escapar esos gemidos de placer ansiado que jamás se detuvieran, sintiéndose sumiso, entregado en cuerpo y alma al estafador que ahora reclamaba su cuerpo como de él.

 

 

TELA

SHION DE ARIES

Su cuerpo no se podía ver y eso era algo con lo que Shion siempre contaba, después de un largo tiempo siendo el patriarca había encontrado la utilidad perfecta de aquella ropa tan incómoda, de aquella tela tan blanca y larga que llegaba hasta arrastrar el piso. Parado frente al barandal, entendía por sí mismo lo ventajoso de la vestimenta papal, hundiendo sus dedos contra el mármol para intentar controlarse, se oía crujir la roca, los soldados pasaban, lo saludaban con una reverencia, vigilaban, otros se acercaban a preguntar algo a lo cual les respondía sin inmutarse sin que los otros se dieran cuenta de lo que ocurría, sus facciones disfrazadas por una máscara azulada que no dejaba ni salir sus suspiros y gemidos.

Podía sentir la húmeda y caliente boca bajo las telas, podía sentir la respiración agitada del otro cuando el aire caliente chocaba contra su pelvis desnuda, y sentía la necesidad de empujar sus caderas contra esa cavidad cuando necesitaba más presión, sentir aún más la satisfacción al  penetrar con su miembro la linda boca de su joven ayudante, cerraba sus ojos intentando imaginarse la escena que ocurría ahí abajo, se imaginaba las finas manos de un adolescente Saga envolver su miembro, podía imaginarse esos ojos vidriosos que se formaban en sus ojos cuando el ingresaba hasta el fondo, podía ver esas mejillas con un lindo arrebol, sus labios coral hinchados y sedientos, verlo respirar como si se estuviera sofocando, el sudor corriendo por esa tersa piel y sus cabellos color índigo pegarse a su rostro.

Esa era una de las ventajas de ser el patriarca, las ventajas de portar aquella estorbosa tela blanca, tener a un adorable asistente, un hermoso chico que era su mano derecha, un chico de personalidad fuerte pero que aún conservaban esos ojos de inocencia y timidez de la infancia, un chico que ocupada el puesto de sumo sacerdote y además ocupaba el puesto de acompañarlo en su soledad, en sus ansias, sus necesidad y en su dormitorio. 

 

 


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