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La maldición de los D por Vamp

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—IV—

 

Ace y Sabo bajaban los escalones en completo silencio cosa que el rubio interpretó como una mala señal de parte de su hermano; intuía que era enojo o tal vez tristeza al ver como Luffy corría a los brazos de alguien más, e igual eran celos por la misma razón; al fin para el pecoso Luffy siempre sería su hermanito tan especial como querido.

—Ace, no te preocupes, está en buenas manos —dijo en parte para calmarlo, en parte para joder. Sonrió al ver la venita de enfado que asomó en la frente del pelinegro—. Ese hombre en verdad lo ama…

No pudo continuar; a mitad de la frase así como del escalón fue empujado hasta que su espalda se estrelló contra la pared. La mano de Ace lo tomó de la nuca e inclinó su cabeza; Sabo lo tomó de los hombros cuando sintió el pinchazo en el cuello y por el dolor que lo embargó supo lo enfadado que se encontraba el pelinegro así como la melancolía por saber que siempre fue él por quien Luffy corría a abrazar, nunca imaginando que sería completamente reemplazado. El mismo Sabo se sentía igual asimismo que comprendía que entre Ace y Luffy existía un vínculo extra, algo que los unía con mayor profundidad: ambos eran vampiros.

Sabo cerró los ojos al sentir las manos del pelinegro en la hebilla de su pantalón, sería una larga noche…

 

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Una gota de sangre cayó al suelo manchado de rojo para momentos después ser diluida por una considerable cantidad de agua jabonosa. Un hombre vestido de uniforme militar blanco comenzó a tallar el piso con una escoba, pequeños riachuelos de agua roja comenzaron a correr hacia la coladera; otro hombre se unió a la faena mientras que un tercero, con manguera en mano, enjuagaba el piso. Cosas en vano, el concreto había absorbido ya el color de la sangre, semanas de embadurnarlo con el liquido color escarlata lo había percudido por completo. Una nueva gota cayó, pero esta vez en la mano de uno de los sujetos que tallaba sin cesar.

—¡Maldición! —exclamó limpiándose— Si aún no termina de desangrarse ¿de qué sirve lavar?

—No te quejes y mejor continúa. Ahórrate problemas —comentó otro de los hombres que lavaba.

El primero maldijo entre dientes y siguió con su trabajo, no sin antes echar un vistazo hacia el techo donde se encontraba el cuerpo de una mujer desnuda colgado de los pies, infinidad de heridas le surcaban la piel y el cuello lo tenía cercenado apenas sujetando la cabeza por unos cuantos jirones de piel de la nuca y se balanceaba amenazando con desprenderse; cada intervalo de tiempo una gota de sangre caía. El hombre resignado siguió su trabajo, pero a los pocos minutos fueron interrumpidos por la llegada de otro más.

Alto, de constitución robusta, enfundado en un traje marrón y una larga gabardina blanca sobre los hombros. Todos los presentes se detuvieron al verlo e hicieron un saludo militar. El recién llegado observó a la mujer en silencio, hizo una mueca de asco y se dirigió a uno de los hombres que se acercó y que parecía el de mayor rango.

—¿Qué dijo? –su voz gruesa y grave hablaba de forma despectiva.

—Al parecer era amante de Akagami Shanks, sin embargo nos dijo que no lo había visto desde hacía mas de un año; lo último que supo de él fue que frecuentaba el distrito de Shin sekai. Hemos desplegado una unidad para hacer un reconocimiento, le informaremos sobre cualquier movimiento sospechoso.

—Akagami… ¿Algo sobre él?

—No. Pero… tal vez se debió a las circunstancias, señor, se ponía más nerviosa cada que se mencionaba algo sobre la constitución de Akagami.

—¿Quién la interrogó?

—Joker, señor.

—¿Cuánto duró?

—Sólo una hora.

—¿Algo más?

—Hay una petición de Joker, quiere supervisar el caso. —El otro hombre no contestó a la espera de una explicación— Parece que conoce a alguien  que puede estar involucrado. Akagami estaba ayudando a un joven que a su vez es pareja de alguien a quien Joker conoce. No tenemos el nombre de ninguno de los dos jóvenes, solo el apodo del chico que Akagami ayudaba: Mugiwara. Lo hemos estado buscando, pero no hay información sobre él.

—¿Edad?

—Alrededor de veinte años. Del otro hombre lo único que sabemos es que tiene entre veinticinco y treinta años y… ojeras.

—¿Ojeras?

—Eh, sí.

Los dos guardaron silencio por un momento.

—¿Algo que señale la existencia de vampiros?

—No, nada.

—Busquen en todas las universidades de Shin Sekai a alguien con ese apodo, sino lo encuentran amplíen a preparatorias y secundarias; retiren la unidad de reconocimiento y llamen a Taka no me para que se encargue de la búsqueda de Akagami, y desaparezcan el cuerpo —ordenó mientras salía del cuarto.

—¿Y Joker?

—Qué siga en los interrogatorios y manténgalo vigilado. Si amenaza con ir a Shin Sekai, deténgalo.

La afirmación a las órdenes fue interrumpida por el sonido pastoso de algo que se estrelló contra el suelo. Los dos hombres miraron hacia dentro del cuarto, la cabeza de la mujer por fin había cedido. Uno de los sujetos que limpiaba la empujó con la escoba para que no le molestara al hacer su trabajo.

 

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Trafalgar Law puso el seguro a la puerta del baño, recargó un momento la cabeza en el marco y apretó los puños para que dejaran de temblar. Lo había hecho, consiguió hacerlo. Y se sentía culpable. Culpable del placer que experimentó, de los breves momentos en los cuales quiso alejarse de Luffy y, sobre todas las cosas, culpable de desear más y ser el alimento de un vampiro. Mientras mantenía los puños apretados sus manos no temblaban, sin embargo al relajarlas volvía a ser presa del movimiento involuntario; más que miedo a lo desconocido tenía pavor a lo que acababa de descubrir: la plenitud de compartir sangre y con ello mantener una existencia en movimiento. Trafalgar intuía que volverse adicto a esa sensación era muy fácil, situación que en definitiva no iba a caer. Si seguía alimentando a Luffy seria por lo que representaba el chiquillo para él y no por una sensación agradable que duraba sólo un momento.

Law se dirigió al espejo y se quitó el suéter mostrando la infinidad de tatuajes que adornaban su morena piel. Resignado a lo que tuviera que ver examinó su cuello; no había heridas solo dos marcas rojas; se palmó toda la zona y aparte de sentir calientes las marcas no había nada diferente. Extrañado decidió que por el momento dejaría pasar aquello y se metió a la ducha; abrió al máximo la llave del agua fría y dejó que el líquido cayera por todo su cuerpo. Le gustaba el agua fría, se sentía a gusto en ella, era como si dejara que la baja temperatura enfriara sus pensamientos y así podía recapacitar y pensar con mayor claridad; esa manía era algo conocido, algo que siempre había hecho desde pequeño, una especie de tradición en él. Cómo apreciaba esos pequeños detalles, cosas que, por esa noche, anhelaba: aferrarse a algo común y normal.

Recargó las manos en las baldosas del baño. Estaba consciente que iba ayudar a Luffy; no planeaba dejarlo solo así como no quería alejarse de él. Después de compartir sangre Law se sentía más ligado al pequeño de lo que jamás pudo haber estado antes. Una unión que muy dentro de él comprendía rayaba en la dependencia y lo que más le desesperaba era no saber quién dependía más de quién.

 

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—Disculpa. —Ace recargó su cabeza en el hombro del rubio mientras le recomponía la ropa.

—Ya. No te preocupes —contestó. Su respiración era rápida y las piernas le temblaban— ¿Cómo te sientes?

—Culpable… y lleno.

—Gracioso. —Ace se alejó un poco, mantenía la cabeza baja y un muy ligero mohín. Sabo le dio unas palmaditas en el hombro— Por favor no pongas esa cara, te pareces a Luffy.

Ace cambió el mohín por una mueca de disgusto mientras Sabo reanudaba su camino entre carcajadas. El ambiente se había calmado bastante.

—¿Crees que nos ayude? —preguntó el pelinegro, intuía la respuesta, pero era mejor asegurarse.

—Sinceramente no lo sé —contestó desconcertando al otro—. Quiere a Luffy y por ello estará dispuesto a ayudarlo, pero… es demasiado analítico, tal vez al sentir lo que implica alimentar a un vampiro por completo su parte racional no quiera volver a hacerlo. La primera pregunta que me hizo  fue conocer lo que sucedió anoche, necesita el control de su vida, algo que perdió al conocer la condición de Luffy.

—Entonces esa fachada de chico serio y calmado era solo un teatro.

—Es lo que me desconcierta, por un momento parecía que sí; hubieras visto la cara que puso cuando le dije que Luffy ya lo había mordido; pero había otros momentos en los que parecía tener sangre fría. La verdad no creí que se quedara a hablar al ver que nosotros éramos tres. Ese hombre es un misterio.

—En pocas palabras seguimos en las mismas. Lo que me preocupa es la reacción de Luffy si su querido Torao —comentó de forma despectiva— se convierte en un problema. —Sabo afirmó.

—Ya sabíamos que esto era un arma de doble filo y, para ser sinceros, aun cuando Trafalgar decida ayudarnos lo mejor será tenerlo vigilado.

—¿Crees que sea capaz de traicionarnos? —preguntó deteniéndose. Sabo hizo lo mismo.

—Como sclav diría que no, pero como hermano presiento que puede ser un problema.

—Entiendo —dijo llevándose las manos a la cadera— ¿Qué podemos hacer?

—¿Por el momento? Nada. Hay que esperar a saber su respuesta, a partir de ello podemos pensar en algo. Mientras vayamos a verlo, hay algo que necesito preguntarle. —Sabo continuó bajando.

—¿Todo bien?

—¿Recuerdas que te hablé sobre el pelirrojo que logró estar a la par con la velocidad de Luffy? —cuestionó. Ace afirmó— Trafalgar lo conoce y me ahorró investigar su nombre: Eustass. —El rubio no dijo más. Ace lo observaba animándolo a continuar—. Sus reflejos son extraordinarios, así como su intuición, pareciera que está entrenado…

Ace permaneció en silencio, comprendía muy bien el significado de esas palabras.

 

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Dentro de un pequeño cuarto y bajo la luz de un solo foco, dos hombres jugaban a las cartas; las fichas caían aumentando la apuesta así como era vaciada la botella de whisky. Ambos sujetos se observaban tratando de encontrar una pequeña mueca que delatara la estrategia del contrario, era un simple juego sin importancia, pero ninguno de los dos quería perder.

Dracule Mihawk, Taka no me, sintió la vibración en su pecho; dejó de observar los naipes en la pequeña mesa y metió la mano en el bolsillo interior de la gabardina, sacó el móvil que, aunque estuviera en silencio, no dejaba de vibrar; reconoció el número de la Agencia de Investigación a la cual solía hacer «encargos especiales». Mihawk observó a la persona que tenía enfrente quien se recargó en la silla y guardó silencio; Taka no me presionó el botón del altavoz.

—¿Dracule Mihawk? —preguntaron pasados unos momentos en los cuales el nombrado no habló.

—¿Qué desean?

—Acabamos de recibir órdenes del Almirante Sakazuki —Mihawk entrecerró los ojos y el hombre de enfrente simuló sorpresa—; quiere que vaya inmediatamente al distrito de Shin Sekai, hay reportes que indican que Akagami Shanks se encuentra ahí, necesitamos que lo confirme.

—Pueden mandar una unidad de búsqueda.

—El Almirante quiere que todo se haga con la mayor discreción posible, así que ha ordenado explícitamente que sólo usted se encargue del asunto. —No esperaron respuesta de parte del Mihawk, cortaron la llamada tras decir aquello.

—¿Ahora qué hiciste? —preguntó Taka no me llevando un pequeño vaso de cristal con el ambarino líquido a la boca.

—Me he portado bien —contestó el hombre recargándose en la mesa y observando su mano de cartas. Bajo la luz del foco su cabello rojo relucía y se notaban tres cicatrices en el lado izquierdo de su rostro.

—Akainu quiere tu cabeza.

—Akainu quiere la cabeza de todos —comentó destapando las cartas: poker de reyes.

—Tengo que hacer mi trabajo.

—Hazlo. No era mi intención quedarme mucho tiempo aquí, para cuando sus hombres lleguen ya estaré lejos.

—Pues entonces empieza a correr —contestó mostrando sus cartas: flor corrida.

Ambos hombres sonrieron, uno marcando un número en su teléfono y el otro levantándose de su asiento.

 

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Law salió de la ducha con una toalla en los hombros y un pantalón de pijama puesto. Se paró frente a su cama, Luffy estaba tendido a todo lo ancho durmiendo plácidamente; Law lo observó, el pequeño parecía un peso muerto, no roncaba y parecía no respirar. Se acercó y llevó su mano al rostro del chiquillo confirmando sus sospechas, Luffy no estaba respirando. Haciendo memoria, el ojigris no recodaba haber visto a Luffy respirar a partir de su cambio; inclusive cuando le mordió o le habló al oído no había sentido su aliento.

«Dos especies distintas… una en la que pareciera estás muerto, aunque sin respirar técnicamente lo estás» pensó sentándose en la cama a un lado de la cabeza del pequeño; un impulso lo llevó a acariciar su rostro, pero se detuvo a mitad del camino; muy aparte de que él jamás había sido demostrativo en sus sentimientos, aún le costaba trabajo mantener la misma postura que tenía antes con Luffy. No le daba asco estar a su lado e inclusive el miedo que alguna vez le tuvo había bajado considerablemente, no obstante tocarlo con la misma sencillez de antes era algo que aun no consentía.

Se levantó para dirigirse a la sala donde se acostó en uno de los sillones, por esa noche dormiría ahí. Cerró los ojos tratando de conciliar el sueño y al volver a abrirlos sintió un peso que le aprisionaba el pecho. Law arqueó una ceja al ver a Luffy dormir encima de él, se fijó en el reloj y dejó caer la cabeza en el sillón, habían pasado dos horas. El ojigris puso su brazo sobre los ojos mientras decidía si aventar a Luffy o dejarlo ahí, cuando escuchó unos tenues latidos que provenían del pequeño.

Pensando que posiblemente se había confundido con sus propios latidos, Law se acercó a Luffy, ahí estaban, suaves palpitaciones; le tomó el pulso, todo estaba normal.

—¿Luffy? —lo llamó para despertarlo. El pequeño no respondió— ¡Luffy! —insistió sacándole balbuceos— ¡Luffy, despierta!

El pequeño no contestó, solo se acomodó en el hueco entre Law y el sillón y siguió durmiendo. «Su corazón late, pero no respira» Law dejó de insistir al percatarse de ello. «Y está helado» pensó con resignación, la diminuta esperanza que tuvo al escuchar el corazón de su Luffy murió con ese pensamiento.

—Eres un vampiro —dijo— y eres mi Luffy.

Law se acomodó para abrazar al pequeño. Si Luffy estaba helado él se encargaría de calentar su cuerpo.

Notas finales:

Gracias por leer.


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