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One-shots- Haikyuu por Mari-Sponge

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Es extraño como las cosas giran, y las relaciones cambian de un día para otro. Dos vidas que parecían no tener nada en común, llegan a conectarse, y descubrir lo bien que se comprenden. Dos personas que se veían tan opuestas, llegaron a complementarse a la perfección.

Todo inició en ese partido de práctica con el Karasuno. Sus ojos no se habían apartado de aquel rubio, ni un segundo, por todo el partido. Incluso al momento de guardar todo al finalizar, sus ojos seguían sus movimientos, como depredador a su presa. Tal vez, en ese momento, solo sentía la curiosidad normal que solía tener con algún equipo rival. Unas simples líneas intercambiadas en un patético intento de conversación; y el interés permanecía con un perfil bajo. Solo tal vez, luego de regresar a Tokio, esa sensación se apaciguaría, como siempre pasaba. Qué tan equivocado estaba. Algo tan simple como un número de teléfono, se volvía la tortura diaria. La opción estaba tan cerca, y a la vez, era algo tan difícil de obtener. Kenma hablaba seguido con Hinata, y la tentación de usar al pequeño cuervo para obtener lo que quería crecía con el paso de los minutos; pero la culpa también le rondaba.

Cada noche, la rutina se repetía. La mirada perdida en el techo, intentando conciliar el sueño, el cual era ahuyentado al cerrar los párpados; pues esos ojos color bronce le miraban con burla, como si supieran lo que aquel corazón sentía por él. –Maldita sea –susurró a la oscuridad, mientras se tapaba la cabeza con la cobija, dando de vueltas debajo de ella. Y al mañana siguiente, debía fingir que pasó una noche de agradable sueño. Debía olvidarlo, si no quería volverse loco. No era por querer superar un amorío; era por su salud mental. Pero el destino es algo cruel.

—En el campamento de la próxima semana, se nos unirá otra escuela –la voz del viejo Nekomata resonaba por el gimnasio, mientras los muchachos escuchaban atentos las palabras del viejo. –He decidido que sería interesante invitarlos, y ya lo hablé con los otros entrenadores –su sonrisa era algo extraño para los chicos. –El Karasuno se nos unirá este campamento de concentración –soltó sin borrar esa sonrisa de sus labios. Sintió como su corazón se detenía ante semejante noticia. Una parte de él quería brincar de felicidad ante la idea de volver a ver a aquel rubio; pero otra parte, la que presumía de ser la más sensata, se retorcía en su amargura. La misma razón por la que rodaba en la cama por las noches, estaría al alcance de sus dedos por los próximos días. Un sueño que al mismo tiempo era su pesadilla. Y antes de que lo notara, el siguiente fin de semana había llegado.

A la llegada del Karasuno, lo primero que enfocaron sus ojos, fue aquella cabellera rubia; una vez su corazón se regocijó un poco, procedió a remarcar la falta del dúo extraño. –Cuando estén listo, vayan al gimnasio. Los otros ya están allí –dejó a los miembros del Karasuno, para irse a reunir con sus compañeros. Minutos después, la puerta del gimnasio se abrió, dejando ver a los nuevos integrantes de ese campamento. Por un segundo sus ojos se encontraron, y con esa mirada, una sonrisa por parte de Kei. El balón en sus manos pasó a segundo plano, mientras su corazón agitaba todo su cuerpo, presa de la alegría momentánea. –Cuando acabe el calentamiento, haremos varios partidos en rotación –a lo lejos, Kuroo le explicaba a Daichi cómo funcionaba el entrenamiento.

—No le has quitado el ojo de encima al bloqueador de Karasuno –comentó Kai, antes de tomar un poco de agua. Kuroo se crispó ante las palabras de su amigo, para luego esbozar una sonrisa. –Hay algo en él que me llama la atención –admitió, volviendo la mirada hacia el partido entre Karasuno y Fukurodani. A su lado, Kenma paseaba la mirada entre Kuroo y Tsukishima, como si algo de aquello le molestara. – ¿Cuándo llegará Shouyo? –los dos chicos de tercero voltearon a ver sorprendidos al más bajo. –No deben de tardar –respondió con calma el moreno, antes de encaminarse a la cancha libre para jugar contra Fukurodani. Karasuno seguía haciendo su ronda de castigo, cuando los gatos pasaron a su lado. Un simple roce, que podía pasar por un simple choque accidental; fue respondido con una sonrisa, suficiente para darle algo que lo mantuviera con fuerzas luego de los partidos.

— ¿Alguien ha visto a Kenma? –resonó la voz de Kuroo, mientras secaba su cabello. A su lado, pasó el pecoso del Karasuno, acompañando a Yachi. –Tal vez esté camino a tomar un baño –comentó Suga, mientras Eikichi los alcanzaba, antes de alejarse con Sugawara. Tal vez, podría aprovechar ese momento, para ir a hablar con Tsukishima. Y lo habría hecho, de no ser porque Bokuto lo atajó, arrastrándolo a una de sus tantas pláticas raras, que aunque no lo admitiera, también disfrutaba. La plática se extendió hasta llegada la hora de dormir, y lo último que vio, fue al enano del Karasuno platicando con Kenma e Inuoka en la que debía ser la habitación del Nekoma. – ¿Estuviste hablando con los demás todo este tiempo? –el teñido rodó los ojos ante el tono de voz tan paternal que su amigo había empleado. –No, Shouyo llegó con Inuoka luego de las duchas –soltó sin apartar la mirada de la consola.

Al día siguiente, Nekoma fue a despedir a sus rivales, junto a los capitanes de las otras 3 escuelas. Ni una sola palabra logró cruzar con aquel apático rubio. Sin embargo, la promesa de verse en la verdadera concentración, llenó su corazón con una nueva esperanza. Todos los cuervos subieron al transporte, emprendiendo una lenta marcha. Los seis chicos observaron a sus “nuevos amigos” por las ventanas del gran vehículo. Y esos ojos cobre, se posaron sobre los suyos, con una fugaz sonrisa.

Antes de notarlo, las dos semanas habían pasado, y ahora se encontraban bajando del camión. El rubio no le quitaba la mirada de encima, molesto al notar como se pegaba a alguien más, aún si este fuera de su propio equipo. Pronto estuvieron todos en el gimnasio, para dar inicio a la larga semana de entrenamiento. Por su parte, Nekoma esperaba su turno para un partido contra el primer ganador. Y sus ojos no se despegaban de aquella alta figura. No tardaron en terminar el juego. Sus silenciosas conversaciones se vieron reducidas a solo los encuentros en el gimnasio. Hasta que la oportunidad que Bokuto y Akaashi le dieron, cambió todo. Cada noche, luego de todo el día de estar entrenando, Tsukishima iba al gimnasio con Hinata, a entrenar un poco más con los del Nekoma y Fukurodani. Casi siempre, luego de la cena y las duchas, buscaba un poco de tiempo libre para pasar con el rubio. Sin embargo, siempre era lo mismo: nunca lo encontraba por ningún lado. Resignado, el capitán de los gatos, terminó por buscar acercarse al extraño rubio durante el día. Desayuno, comida y cena, trataba de sentarse con él. A veces, aprovechaba que Kenma ocupaba uno de los asientos vacíos en la mesa elegida por Kei. – ¿Qué tal si vamos por un café, Tsukki? –soltó una mañana, ganándose las miradas confundidas de los que habían logrado escuchar; y un gesto de molestia mezclado con desagrado del aludido. –No –fue la rápida respuesta del más alto, antes de seguir desayunando con calma. El moreno no desistió, a pesar de las múltiples negativas recibidas. Mañana, tarde y noche, por casi dos días; la paciencia de Tsukishima estaba en su límite; hasta esa tarde, al finalizar el entrenamiento.  

Había aceptado la cita. Kuroo no cabía de la emoción al obtener su objetivo: un paso más al corazón del rubio. La sonrisa no se borraba de su rostro, y por supuesto, debía contárselo a una de las personas más importantes de su vida. Pasó unos momentos buscando al menor, creyendo que estaría escondido por ahí, jugando algún videojuego. – ¿En dónde estará? –murmuró para sí, mirando a todos lados, en un mismo lugar. A lo lejos, observó la silueta de Tsukishima, entrando a uno de los edificios, que servían como dormitorio para los equipos. Una sonrisa ladina se coló por su rostro, decidiendo seguirlo, intentando tener un “encuentro romántico”, como en los mangas. Silencioso, dejaba cierta distancia entre ellos, hasta que el rubio entró a uno de los salones, luego de mirar a los lados, tratando de divisar si le habían seguido.

El moreno respiró hondo unos segundos, antes de atreverse a interrumpir la paz del cuervo. Abrió un poco la puerta, pero la escena frente a él lo dejó petrificado. ¿Acaso aquello podría considerarse como traición? Kei sostenía por la cadera a Kenma, mientras este unía sus labios con el más alto. Un pequeño y tierno beso. –Acepté su ridícula petición de ir por un café –soltó luego de un rato de estarse mirando a los ojos. –Te dije que no. Luego de eso, no dejará de molestarte –le reprochó el teñido, alzando las manos hasta sostenerse de los hombros del bloqueador central. –Sería igual de molesto si seguía rechazándolo.

–Hubieras sido más firme.

–Es fácil decirlo, no te acosaba a ti.

–Lo conozco perfectamente, por algo te lo digo.

–Demasiado bien, diría yo.

–Somos amigos de la infancia, es normal.

–La próxima vez se lo dejaré en claro.

– ¿La próxima vez?

– ¿Acaso estás celoso?

–Lo dice quien hace rato gruñó como perro que defiende su plato de croquetas.

Tsukishima sonrió ante las palabras del mayor, acariciando su rostro, y apartando el flequillo del dulce rostro. – ¿Irás en navidad, verdad? –Kenma sonrió ante la insistencia de su novio, poniéndose de puntillas para acercar más sus labios. La respuesta no pudo ser escuchada; Kuroo solo notaba como aquellos labios, que consideraba vírgenes, se movían, antes de atrapar los del menor. En silencio, cerró la puerta, y con paso tambaleante, se apartó de aquella sala. ¿Desde cuándo? ¿Cómo era posible? La cabeza le daba vueltas, y el dolor en el pecho no se hizo esperar. ¿Realmente podría sentirse traicionado, cuando no tenía algo a lo que llamar relación con el rubio? A fin de cuentas, ¿qué era ir a tomar un café alguna tarde que ambos tuvieran libre? Ni siquiera habían concordado un día; la cita quedó abierta a la próxima vez que pudieran verse, sin la necesidad del resto de sus equipos. Y Kozume. Ni siquiera podía reclamarle, nunca le contó de la atracción que sentía por Kei. ¿Estaba en su derecho de sentirse traicionado, y odiarlos por jugar con él? ¿Realmente habían jugado con él?

Destrozado. Así se sentía el capitán de los gatos, mientras miraba la luna en silencio, con las lágrimas negándose a salir, rechazando todas las ideas que se agolpaban en su mente y corazón. El viento sopló suavemente, acallando por unos instantes el sonido de los insectos. Ni siquiera podía cerrar los ojos; cada vez que la oscuridad le invadía, su cerebro le jugaba una mala pasada, regresando la escena de momentos antes. Y tal como esa, miles más comenzaron a hacer desfile delante de sus ojos. ¿Cómo no lo había visto antes? Todas esas veces que ambos concordaban en un mismo lugar para descansar, los puestos en la cafetería al comer. Y un nuevo descubrimiento llegó a él. Se sentía estúpido al no haberlo notado antes, a pesar de haber sido lo más obvio de todo. ¿Ese era el salón al que huían ambos cuando no encontraba a uno ni a otro durante las noches? ¿Acaso desde que llegaron, concordaron el encuentro ahí? Las preguntas, más que aliviar su corazón, parecían angustiarlo más, como navajas enterrándose a fuego vivo en su carne. Porque él mismo llenó su cabeza de ilusiones, promesas al lado de aquel altanero muchacho. Se permitió ignorar a su amigo de la infancia, asumiendo que el pequeño se adelantaría a sus pensamientos. Tan iluso. Ahora solo le quedaba desahogar el dolor de su corazón en la soledad de la noche, y esperar porque en el último día del campamento, su máscara de confianza y calma, le ayudara a mantener la compostura.

Notas finales:

Luego del fic tan sad que les traje este año, ahora vengo a mostrarles este one-shot :3

Pero luego de que el fandom se peleara mucho entre el KuroTsukki y el KuroKen... pues como Burro, dije "¡TsukkiKen!", y pues así xD

Nos vemos~


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