— Hola— Kiyoshi sonrió al lado de la chica, Hanamiya sintió un tic en su ojo.
Le había dicho al idiota que se consiguiera una novia, lo sabía, pero... ¡¡Se lo había dicho hacia unas horas!!
Tampoco era como que le importara.
— Quítate del paso, estorbas— por supuesto el dueño de la sonrisa estúpida no se dio por aludido.
— Oh, lo siento— fueron y se sentaron en una mesa, Hanamiya paso los próximos minutos viendo lo que ocurría, se mimaban a punto de la empalagosidad y sus ganas de ir a rasgarle la cara a la chica, no eran una buena idea. Frunció el ceño ante su irritación, lo mejor sería irse.
Se levantó de su mesa dejando el dinero y la propina para la mesera antes de dirigirse a la puerta.
Intento pasar de largo por la mesa del grandote, pero la chica se acercó a Kiyoshi para un beso y antes de darse cuenta, Hanamiya había azotado su mano en la mesa.
— ¿Qué pasa Hanamiya?— el idiota incluso había empezado a llamarlo correctamente, pero la sonrisa en su rostro era divertida.
— Na-Nada— gruño ante su tartamudeo, ni él sabía que había pasado— Idiota— salió del lugar apretando sus manos en puños.
— Makoto— gruño aún más fuerte cuando el hombre lo siguió— No me dejes, espérame — cuando lo alcanzo la sonrisa era aún más grande que antes.
—Vete, la mujer se enojara contigo— intento con todas sus fuerza no sonar como una especie de amante ardido, pero sus palabras lo hundieron.
— Oh, ¿Rico? trabajo con ella en el centro, más específicamente es mi jefa—
—No te pregunte por ella, te dije que te fueras— mascullo, de repente sintió una mano en su hombro que lo arrastraba a un callejón— ¿Qué crees que...?— cerro los ojos ante el beso que recibió, para nada como el anterior, este era más rudo, más necesitado. ¿Si era Kiyoshi? Dada la sensación, el sabor, el aroma, era obvio que se trataba de él; pero ciertamente no lo parecía.
Abrió los ojos con sorpresa cuando se su boca salió algo que sonó sospechosamente a un gemido.
—Detente— bufo alejando al chico, pero solo podía alejar la parte superior dado que ahora tenías sus piernas envueltas en la cadera del hombre, no recordaba haberlas movido. — Estás demente—
— Bueno, soy un psiquiatra, en cierto modo, todos lo estamos— la sonrisa se veía ahora un poco coqueta.
—Bájame, estamos en la mitad de un callejón— soltó sus piernas, pero estas fueron devueltas por el hombre, que lo apretó contra la pared.
— No hemos acabado— Hanamiya gruño cuando las cadera del otro se movieron, el contacto era electrizante. De nuevo cerró los ojos cuando fue besado con el mismo ímpetu, pasó sus manos por la cabeza de Teppei y abrió la boca para responder el beso. Sintiendo el sabor del café recién bebido.
¿Qué rayos estaba pensando?
Gimió cuando el otro hizo de nuevo ese vaivén. No era el mejor lugar pero si alguien se atrevía a interrumpirlos. Kiyoshi tendría que ayudarlo a esconder un cadáver.