¿Sonrió?
Tenri caminaba a paso tranquilo; Guren le seguía por atrás sintiéndose intimidado por su “salvador”, para relajarse decidió observar el enorme jardín, tal vez era su imaginación pero aquella casa emitía una vibra de desolación.
Una fuente partía el camino en dos, ellos tomaron el que conducía hacia la parte trasera; iban sumidos en un incómodo silencio que ambos querían romper pero no sabían cómo.
Guren choco con Tenri cuando este freno en seco al pasar frente a un invernadero, instintivamente el joven miró hacía ese lugar; ahí se encontraba sentado un pequeño niño, sobre sus delgadas piernas tenía un cuaderno, estaba dibujando.
-Shinya- le llamó su padre- Mira tu pantalón. Está lleno de tierra ve a cambiártelo y después podrás dibujar en mi habitación-
Guren quedó asombrado cuando el pequeño posó su vista en él, sus hipnóticos ojos azules exploraban su rostro, eso lo ponía nervioso, sin embargo continuo mirándolo.
De la nada Shinya le obsequio una tímida y melancólica sonrisa. Tenri quedó en shock al presenciar aquella acción.
-Prosigamos- invitó al muchacho.
Llegaron a la oficina y después de sentarse frente a frente ambos suspiraron.
-Guren Ichinose ¿A qué has venido? -
-Mi madre falleció ayer a causa de cáncer. Antes de morir me pidió que buscara a los Hiragis- concluyó mordiéndose el labio
Al escuchar la historia Tenri supo que debía cumplir con lo prometido y ayudar al hijo de sus difuntos amigos.
–También quería que le diera este sobre-
El Hiragi lo tomo y guardo, sabía muy bien que contenía.
-Cuenta con nuestra ayuda. A partir de mañana vivirás en esta casa, iras al mismo colegio que mis hijos y gozaras todos los privilegios de ser un Hiragi. ¿Te parece bien?
-Yo no quiero su lastima- murmuró ofendido
-No es lastima, se llama lealtad, hace doce años le prometí a tus padres que yo te daría un hogar si por alguna razón te quedabas solo. Así que eso haré-
-De acuerdo- susurró no muy convencido
-A parte tú mi querido amigo haces milagros- dijo Tenri
-¿Qué?- preguntó confundido
- Shinya llevaba cinco meses sin sonreír, nada ni nadie lo hacía sentirse amado, pero tú siendo un completo extraño conseguiste su confianza con sólo mirarlo.- se escuchaba feliz- Gracias
-Supongo que no es nada- río nervioso
-Dejemos esta plática por hoy- se puso de pie- Te llevaré a casa para que empaques, no te preocupes por la ropa ni útiles, me encargare de comprártelos-
Esta vez salieron por la puerta principal para ir a la cochera. Guren podía sentirse tranquilo, recibiría el apoyo de una adinerada familia, sus sueños de ser un gran empresario se acercaban.
-Espera aquí- menciono el mayor al llegar a su destino- sacaré el carro
Por alguna extraña razón Guren sintió ganas de voltear hacía el invernadero para vera una vez más a Shinya y ahí estaba, tenía las mejillas sonrojadas y aún llevaba los pantalones sucios.
-Adiós- susurró agitando la mano esperando que el niño volviera a sonreír
Se sintió decepcionado al ver este lo ignoraba escondiéndose entre las flores.
La música clásica que sonó todo el trayecto le provocaba ganas de llorar y cuando llegó a casa un sentimiento de soledad golpeo su frágil alma, estaba solo, lo sabía, pero al mirar cómo se ocultaba el sol recordó los nostálgicos ojos azules de Shinya y cualquier pensamiento doloroso dejo de herirlo.