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Idempotente por BackAck

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—De qué huyes, Jeff —el alfa logró interceptarlo en su puerta, el omega abrió los ojos como platos al sentir la mano del contrario en su cintura y la cercanía del cuerpo ajeno— ¿No ves que me perteneces? —Jeff sintió los labios ajenos en su cuello ¿por qué no podía decir nada? Sus manos no se movían, pero las del alfa no esperaban a la hora de acariciar con lujuria el cuerpo ajeno. Unos dientes se hincaron en la carne ajena, liberando un poco de sangre mientras era marcado por primera y única vez en la vida, el alfa lamió la zona, se deleitó con aquel pecado rojo que se escurría a través de la herida que se mostraba en el cuello del omega y que lo declaraba como pertenencia suya—. Eres mío —un susurro llegó a su oído.


Jeff abrió los ojos, no tuvo tiempo para pensar en el sol del amanecer que se colaba por su ventana ni en aquel sueño tan traumático, solamente se levantó tropezando con sus propios pies para llegar al baño e hincarse sobre el inodoro para vacíar su estómago, desde hace más de una semana el omega no se sentía bien y tomaba aquello como consecuencia del estrés que el estudio le daba. Se levantó con pereza del suelo luego de hacer su matutino ritual con la taza del baño y se miró al espejo, vaya que estaba demacrado y el sueño le era más que insuficiente cuando siempre le fue suficiente dormir seis horas promedio. Se lavó la cara y los dientes. Luego fue a su habitación para tirarse nuevamente a su cama, solo ahí lo recordó, recordó el calor que su piel sintió al recurrirse su sangre y ser limpiado por el alfa, Jeff cerró los ojos y se golpeó mentalmente, debería olvidar aquel sueño.


Ya eran las épocas de exámenes y eso significaba que los alumnos ya no iban a la universidad, sino que se quedaban en sus casas para quemar neuronas y glucosa a la hora de estudiar. El omega iba a hacer una excepción pues debía devolver un libro el cual ya tenía un atraso de tres días y debería pagar una multa por ello. El omega esperaba a que la cajera mediara su pago cuando llegó una mujer bajita de cabello oscuro y corto hacia la recepción. Era la Doctora Inés, quien no dudó un segundo en ir a saludar a su único alumno omega.


—¿Cómo estás, Jeff? —preguntó la mujer, el joven estaba totalmente demacrado y podía ver unas ojeras bajo aquellos oscuros ojos marrones.


—Podría estar mejor —dijo con deje mientras que recibía una factura y agradecía a la cajera. Inés hizo una mueca.


—Pareces enfermo, ¿estás realmente bien? —aquella pregunta quedó en el aire por unos segundos, Jeff suspiró y empezaron a caminar por el pasillo.


—Sí, solo he tenido algunos vómitos y náuseas matutinas, supongo que es el estrés —dijo, Inés miró a ambos lados del pasillo encontrándose vacío en ambas direcciones, solo ahí miró de frente al omega.


—¿Estás seguro? —dijo, pues ella sabía que el muchacho nunca quiso ser una carga para los profesores, por ello decía verdades a medias.


—Bueno... ayer me desmayé —susurró eso último.


—Jeff, esto es grave, tú sabes que con la salud no se juega, por los síntomas que describes podrías tener un tumor cerebral ¿sabes? —Jeff asintió cabizbajo—. Entonces si lo sabes, ¿por qué no velas por tu salud?


Jeff no dijo nada más, se dejó arrastrar por aquella doctora quien lo llevaba hacia el primer piso del edificio: el hospital universitario, un hospital en donde los estudiantes de último año impartían sus prácticas. Las manos le sudaron al estar ahí, qué sueño tan inalcanzable era vestir aquellos guardapolvos inmaculados mientras que otras personas te observaban con admiración, definitivamente quería estar ahí algún día. Ambos entraron a un consultorio en el que Inés hizo sentar a Jeff en una silla mientras que ella se ponía detrás del escritorio y tomaba unas hojas.


—Esto va a ser una inspección —explicaba—, va de mi parte por ello no te registraré en los archivos del hospital para que no tengas problemas más tarde —sabía que le cobrarían por la consulta—, simplemente anotaré tus síntomas y te haré unas preguntas de rutina —Jeff asintió—. ¿Desde hace cuánto presentas vómitos?


—Desde hace casi dos semanas —respondía mecánicamente, la mujer escribía.


—Y supongo que el vómito es causado por los mareos, ¿no? —Jeff asintió, la mujer continuó escribiendo—. ¿Has mantenido relaciones sexuales en los últimos meses?


Jeff abrió los ojos como platos, e iba a negar rotundamente pero no podía hacerlo, aquella mujer era una profesional y una muy intuitiva pues estaba mirándole con una ceja curvada al darse cuenta de que la respuesta era positiva. Jeff bajó la mirada sonrojada.


—Bien, entonces sí —continuó describiendo—. ¿Hace cuánto tiempo fue?, ¿Fue con un alfa un beta u otro omega? —esas eran preguntas de rutina a lo que se refería las relaciones sexuales, pues la probabilidad de embarazo decrecía en ese mismo orden.


—Hace mes y medio, fue con un alfa —susurró Jeff, recordar a Jack lo ponía incómodo.


—¿Fue durante el celo, celo inducido o fuera del celo? —Jeff lo pensó por un momento, quiso dar como respuesta a la tercera, pero esas no eran opciones.


—Celo inducido —dijo, la omega anotó todo—. Y no nos protegimos —Jeff reveló aquella verdad, Inés dejó de escribir por un momento para levantar la mirada hacia su alumno.


—Estás bromeando, ¿verdad? —dijo, pero Jeff negó con la cabeza, la mujer se frotó las sienes—. ¿Por qué no lo dijiste antes, Jeff? Es muy probable que estés en cinta —Jeff negó.


—Los inhibidores también son anticonceptivos —dijo, era lo único que tranquilizaba a su mente.


—Pero tus inhibidores quedaron inservibles hace meses ¿no me habías dicho tú que ya no te hacían efecto alguno?


Jeff abrió los ojos sorprendido,  había olvidado aquel importante detalle, el corazón empezó a palpitarle con rapidez mientras que sentía su estómago resolverse, ahora ya estaba perdido, su mente daba vueltas y su cuerpo sentía un nuevo y extraño letargo recorrer, la doctora rápidamente tomó un algodón con alcohol y lo puso frente a la nariz del chico para despejarlo de su letargo. Jeff sacudió la cabeza y alejó la mano de la doctora de él, se sentía mal, mareado.


—¿Jeff? —el menor miró a la mujer—. Es muy probable que estés embarazado —dijo, pero Jeff no quería saber de ello.


Negaba una y otra vez con la cabeza mientras que la doctora solo frotaba su espalda con delicadeza, ella sabía lo que estaba sucediendo, si él se embaraza no podría terminar la carrera.


—¿Quieres confirmarlo ya? —dijo con delicadeza la doctora y Jeff levantó la mirada acuosa hacia la mujer, asintió y por un momento pareció romperse por dentro, eso era algo malo, algo demasiado malo. La mujer ayudó al omega a pararse y fueron a una habitación contigua a la cual llegaban a través de una puerta, en ella de veía una camilla y un monitor con utensilios electrónicos, claro que Jeff sabía que la omega se había especializado en ginecología. La mujer ofreció asiento al omega y este se sentó sobre el cuero sintético blanco de la camilla, se sentía pequeño en ese lugar, tan pequeño y tan desprotegido, tan arruinado.


—Bien, solo será una ecografía para poder confirmarlo —la doctora levantó la camiseta del chico levemente, su pálida piel se expuso y sintió frío cuando un gel transparente empezó a ser untado sobre él. Luego empezó a sentir asco. El transductor se deslizaba con facilidad gracias a aquel gel y la doctora veía en el monitor las manchas grises que eran los órganos del omega, hasta que encontró su matriz.


Jeff lo entendía, más de una vez había visto ecografías de embarazos y sabía que aquella mancha con forma de frijol no era un tumor, Jeff deseaba que lo fuera, pero no, era un pequeño feto que se estaba aferrando a la vida en la matriz de su madre. Los ojos del chico se abrieron de par en par mientras que soltaba unas lágrimas, el pequeño ser parecía estar flotando con gracia y el hecho de saber que estaba dentro suyo le daba miedo, demasiado miedo. La doctora observó al omega quien estaba llorando con ahínco.


—Deberías notificar al padre —dijo, Jeff solo atinó a asentir aunque luego pensó en ello y lo que menos deseaba era hablar con Jack, pero no podía no hacerlo, tenía a un hijo suyo en su vientre—. Mientras tanto podría recetarte algunas vitaminas para evitar complicaciones —la doctora seguía moviendo el transductor sobre el vientre del omega—. También te recomiendo ir con un obstetra, no puedo hacer mucho por mi especialidad —dijo, Jeff solo miraba la pantalla, no podía creer que aquel pequeño frijol se encontraba dentro suyo, viviendo en él, de él.


—Es increíble —susurró perdido, la doctora sonrió al verlo más calmado.


—Tienes suerte de que no fuera un tumor —bromeó la mujer, ya que consideraba al chico un amigo suyo y pensó que el omega había tenido aquel momento que todo omega tiene: cuando inconsciente crea un lazo entre él y su recién descubierto hijo, Jeff apartó la mirada de la pantalla, él en esos momentos deseaba que aquel frijol sea un tumor antes que un feto.


 

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