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Idempotente por BackAck

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Jeff estaba atento a lo que sucediera del otro lado de esa pared, estaba preocupado por el alfa y no mal piensen la situación, pues el omega estaba convencido de que lo apreciaba como a un amigo o a un hermano. Quería saber cuándo llegaría y asegurarse de que esté en una sola pieza pues aquel alfa se veía bastante amenazante. ¿O quizás era Jeff el del problema y no sabía cómo lidiar con aquellos tipos? Se observó y su cuerpo le hizo recordar al saco de huesos que recibieron el primer año de universidad.


Soy un desastre, pensó y luego se escuchó que la puerta de su vecino era abierta, al menos se aseguró de que el alfa seguía vivo. Fue a tomar una ducha, se sentía mal porque no sabía defenderse ante nada y siempre había alguien quien lo ayudase, un grandísimo inútil. Sonrió, pues sabía que eso era verdad.


Unos golpes en su puerta lo alertaron y luego de ponerse un pijama fue a ver a través del ojo mágico de quién se trataba aunque ya lo supiera. Abrió la puerta con delicadeza y se encontró con aquellas orbes azules que, del lado izquierdo, revelaba una aureola morada.


—Adivina quién ganó —dijo Jack con una gran sonrisa. El omega se permitió una sonrisa de lado.


—El otro alfa —dijo sin dudarlo.


—Lamentablemente, pero no te volverá a hacer daño —el alfa extendió aún más su sonrisa y luego se quejó de su labio roto—. Auch.


—Sí serás idiota —el omega rodó los ojos y sostuvo una risa—. Ven, pasa, trataré tus heridas.


El omega se hizo a un lado y el alfa sonrió. Jack sonrió al ser aceptado en la casa y, mientras este tomaba asiento en uno de los mullidos sillones color marrón, Jeff se dedicaba a buscar el botiquín de primeros auxilios entre los muebles. El silencio fue roto por el omega quien apareció con un pequeño maletín blanco.


—Quisiera agradecerte —decía mientras se sentaba al lado del alfa y abría el maletín, dejando ver un pequeño arsenal de medicamentos y utensilios—. Por lo que hiciste por mí.


—No es gran cosa, cualquiera lo haría —respondió el alfa, Jeff suspiró. No cualquiera lo haría, cualquiera se habría aprovechado de la situación al igual que aquel alfa de curso superior, pensó, pero lo dejó pasar y se dedicó a mirar la herida del labio del alfa.


—Esto se ve horrible —decía—. Al menos no tendré que hacer una sutura.


El alfa ya lo sabía, por algo estudiaban la misma carrera. A decir verdad, Jack se encontraba bastante bien y el labio ya no le dolía tanto pues en su casa lo había desinfectado rápidamente, lo único que el alfa quería hacer era asegurarse de que Jeff esté bien. El hecho de tener las manos de ángel de aquel omega sobre sus labios era alguna... ¿remuneración? del destino por haber salido tan mal de aquella pelea.


—Estoy bien, Jeff —en realidad quería que aquellas manos sigan acariciándolo.


—Al menos déjame desinfectar la herida como es dedibo.


Aquella suave voz encantó al alfa, quien suspiró y solo se dejó tocar por el omega. Lo que Jack no sabía era que el omega estaba despidiendo una cantidad irregular de aquellas feromonas que volvían idiota a cualquier alfa y lo que sabía Jeff era que aquel alfa estaba empezando a apestar más de lo usual. Cuando Jeff acabó con su trabajo, se hizo a un lado y suspiró. No era posible que eso le esté sucediendo en aquel momento.


—¿Po-podrías irte? —dijo el omega mientras empezaba a buscar sus preciosos inhibidores dentro de aquel maletín.


—¿Qué sucede? —dijo el alfa con curiosidad y se sorprendió al notar que su labio ya no sentía dolor gracias a una pomada anestésica que el omega había puesto al rededor de la herida. Aunque más le sorprendió ver que Jeff se desesperaba al no encontrar algo dentro de aquel maletín blanco.


—Debes irte, no debes estar aquí —dijo Jeff tomando unas pastillas y llevándose dos a la boca, las cuales tragó sin agua. Jack tomó el frasco blanco que el omega sostenía entre las manos y leyó las letras rojas que, bajo estas, se leía "Inhibina 350mg".


—Estos son supresores —dijo el alfa y luego observó cómo el rostro del chico se hacía más rojo con los segundos, entonces lo entendió—. ¿Es el celo? ¿Pero cómo es eso posible? ¿No era que habías estado en celo hace una semana? ¿O acaso...?


—¡No te atrevas a decirlo y lárgate de mi casa! —el omega era muy violento—. ¡No quiero volver a verte jamás! ¡Y desaparece aquel apestoso aroma a almendras!


El omega solo se abrazó a sí mismo, sabía lo que sucedía. La cercanía de aquel alfa lo había estimulado tanto que había entrado en celo. Y Jeff moría de vergüenza pues sabía que el alfa entendía bastante de aquellas cosas y, obviamente, se había dado cuenta a pesar de su falta de olfato. Jack se levantó, respetando a su amigo salió del departamento y cerró la puerta, mientras que Jeff solo se recostó sobre los almohadones y deseó que su sillón lo trague.


Es verdaderamente un idiota, dijo y de sus ojos descendieron lágrimas ¿Qué demonios le sucedía a su cuerpo para reaccionar de esa manera? Seguramente estaba muy enfermo.


 

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