Sorato terminó de limpiar la armadura que había sido de su padre, por lo menos ya estaba ahí en la casa, en el altar donde tenía que estar, sabía que con tan solo verlo le daría la fuerza y fiereza que necesitaba para vivir, los samuráis eran fuertes y él tenía sangre samurái, aunque fuera un Omega, iba a luchar.
Todavía no aceptaba que Issei hubiera causado todo, pero cada día que paso lejos, sin verlo pudo tranquilizarse y meditar, sabía cuál era el deber del samurái y su padre lo había cumplido, aunque le doliera en el alma, su padre había defendido la revolución y había muerto con cierto honor, pero era complicado amar al Alfa que había asesinado a lo último que le quedaba.
Kaoru se removió entre las sábanas llamando su atención y supo que tenía que ir a cocinar antes de que ese diablillo se despertara y demandara su tiempo. A paso lento comenzó a encender el fuego, buscó la mejor leña que pudo y la echó en la fogata, puso el arroz a cocinar, mientras hervía unas verduras.
Kai le había explicado que Issei fue un enemigo y que siéndolo había matado a su padre pero que solo había cumplido una misión, al igual que los samuráis.
Si hubiera visto la cara de su Alfa mucho antes —de esos días de meditación—, quizás hubiera cometido el error de culparlo y tratarlo mal, pero ahora estaba tranquilo, pensaba que el tiempo iba a curar todas las heridas, sin embargo, no podía simplemente ir a hablar con él y sentirse cómodo
Salió de su casa para poder ir donde sus amigos a pedir un nuevo chawan, ya que el pequeño Kaoru había quebrado el suyo, y era importante porque sin él no podían beber té.
Mientras iba saliendo vio a Issei y se quedó quieto, era tan magnético lo que sentía, quería acercarse y olerlo, restregarse y quedar impregnado con su aroma, Issei también lo vio quedándose quieto e hizo una pequeña reverencia que Sorato apenas pudo regresar, cuando lo vio acercarse no pudo evitar huir, comenzó a caminar rápido a la casa de sus amigos y cuando llegó se encerró en ella golpeando fuertemente las puertas.
—Oh Dios, soy tan cobarde.
—Ni que lo digas —se burló Nozomi al verlo entrar así.
—Cállate —dijo apenado.
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Estaba sentando mirando la pequeña libreta que tenía en las manos, leyendo todo lo ocurrido hace tiempo en la vida de su nuevo inquilino, el Alfa rubio que tenía en la aldea como preso de guerra, pero gracias a esa libreta había podido determinar que Albert no era malo, solo era un Alfa atormentado con su vida que pedía perdón a todas las almas que había lastimado.
Vio los escritos de su vida y su remordimiento.
Era interesante ver su vida a través de esa libreta, le mostraba todo un mundo nuevo y podía comprender mejor a Albert, aun cuando él no supiera que tenía un pedazo de su historia, pero era mejor así, no lo quería poner a la defensiva. Quería tener una buena conversación con el Alfa más joven, que confiara en él, que viera cuál era el propósito de esta revolución y le diera su apoyo de cierto modo.
Dejó de leer, cerró suavemente la libreta y respiró profundamente, se levantó arreglando su hakama descompuesta, sujeto con fuerza sus katanas, que descansaban a la par de su cadera, y se acercó a la puerta del templo viendo con atención los cerezos frente a él, siempre le habían gustado esas hermosas flores y ver caer sus pétalos eran todo un espectáculo.
—Yamamoto-sama.
—Kotaro —dijo al ver a su mano derecha, este hizo una reverencia y él se la devolvió, las costumbres estaban muy marcadas.
—Las fuerzas armadas están movilizándose de nuevo, Okomura no se detiene aun cuando le quitamos su tren.
—Todo saldrá bien con paciencia —dijo Yamamoto y Kotaro arrugó el ceño.
—Discúlpeme señor, pero llegará un momento en el que tendremos que dejar nuestras vidas en batalla.
—Y será todo un honor —sonrió y con eso le dejó claro que se fuera de ahí.
—Sí, Yamamoto-sama.
*
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Vio hacia afuera con el pequeño chawan en sus manos, envuelto en una pequeña tela de seda, sus manos lo apretaban con nerviosismo, aunque por fuera no lo pareciera.
Miró como a lo lejos su Alfa recorría el campo observando a los niños correr y disfrutar del tiempo. Verlo sonreír cuando miraba ciertas cosas, era refrescante, también notó que el viejo Sakuraba estaba siempre detrás de él, el anciano había sido un buen amigo de su padre.
Podía ser tan feroz como lo fue en su juventud, pero sabía que era el anciano más sabio de la villa y que no cometería ningún daño contra Issei si él no lo provocaba.
Issei se acercó a Genpachi y tan pronto como estuvo ahí Kai apareció y comenzó a hacer escándalo.
—¡Buu! —pegó un brinco al escuchar el sonido y vio a Ai partirse de la risa.
—No es gracioso, ¡primero Nozomi y ahora tú!
—Es que estabas tan concentrado que no lo pude evitar. ¿Qué ves con tanto esmero?
—Nada —mintió—, ya me voy.
—Hace rato que dijiste eso, creo que a esta hora Kao-chan ya se habrá despertado.
—Mierda —masculló.
Se había olvidado por completo de su hermano y había dejado el fuego encendido, era un tremendo error. No espero más y salió corriendo de la casa, cuidando bien su chawan.
Cuando estaba por llegar pudo escuchar los gritos de los hombres de la villa y notó como Albert y Genpachi tenían una lucha, no pudo evitar ver fascinado como Issei tenía contra el suelo al fuerte Genpachi, pero este volteó la situación rápidamente dándole un fuerte golpe, por lo que no pudo evitar saltar preocupado por Issei.
Estuvo a punto de correr hacia la escena, pero se recriminó mentalmente, Issei ya era mayor, por el contrario, Kaoru no lo era y esa era su mayor responsabilidad en ese momento.
Así que con el corazón golpeando dolorosamente su pecho se metió a su casa y buscó a su hermano que estaba a punto de meter las manos al fuego y se lanzó hacia él, logrando que ambos se golpearan y haciéndolo llorar.
—Ya, ya, tranquilo —susurró.
—Nii-chan malo —dijo
Sorato comenzó a sobar las partes lastimadas tratando de calmar el dolor que el pequeño sentía, pero su instinto había actuado sin darle tiempo, aunque no se lastimó con el fuego, él si lo había lastimado. Besó sus mejillas cortando el paso de las lágrimas y comenzó a hacerle cosquillas suavemente, logrando que los gemidos de dolor comenzaran a ser risas sofocadas.
Lentamente Kaoru dejó de llorar y cuando estuvo tranquilo ambos hermanos compartieron un abrazo. Sorato lo tenía en su regazo con su pequeña cabeza apoyada en su pecho mientras lo arrullaba, cantando una suave nana y acariciando su cabello.
—Buen chico —susurró—, te dormiste de nuevo.
Se levantó con cuidado y lo puso de vuelta en la cama, mientras él terminaba de hacer la comida que había dejado a medias.
Estar cerca de su Alfa lo distraía mucho, él siempre había sido centrado y muy sigiloso en eso de su vida, pero con la llegada de su Alfa todo se había puesto patas al revés. Ahora no podía sentir la independencia que tenía antes, ahora necesitaba estar cerca de él, sentirse suyo.
Su Omega rasguñaba en su interior para acercarse, pero no, él tenía costumbres que debía respetar, se le había criado de esa manera
—¡Patrañas! —dijo, para luego seguir haciendo la comida con la concentración algo deshecha.
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—¡¡Oh, Omega!! —gritó Kai al ver como Sorato salía de la casa con su hermano en brazos después de haber comido.
Sorato rodó los ojos y trató de ignorarlo, pero Kai lo alcanzó y comenzó a jalarlo —contra su voluntad—, hacia donde estaban todos los Alfas y Betas que había visto recientemente en la pelea de Genpachi y Albert.
—Ya te dije que tengo un nombre —masculló Sorato soltándose de manera brusca de Kai provocando que este sonriera ampliamente.
—Si no te controlas le diré a Issei que te ponga un alto —se burló y Sorato solo pudo sonrojarse.
Con el codo le dio un buen golpe que hizo que se quedara sin aire, Kaoru se revolvió en sus brazos queriendo salir corriendo y no pudo retenerlo, así que lo soltó, cuando levantó la mirada vio a Genpachi y a Albert, estaban sacudiéndose el polvo de sus ropas y sonriendo con ganas al haber tenido una pelea entretenida.
—Ohayo gosaimashita (Buenos días *Formal*) —dijo Albert al estar enfrente de él y Sorato brincó de la impresión al escuchar a Albert hablando japonés.
—Ohayo (Buenos días *Informal*) —dijo suavemente.
Albert sonrió encantado al escuchar el suave tono de voz de su Omega, era hermoso, y su Alfa se removió al sentirse correspondido por algo tan simple como un saludo.
—How have you been? (¿Cómo has estado?).
Sorato no supo cómo responder, tenían un serio problema ahí, si ninguno de los dos hablaba muy bien el idioma del otro, ¿cómo comunicarse?
—Rikai shimasen, gomen ne (No entiendo, lo siento). Escuchó gruñir a Albert y sus piernas temblaron mientras que su lado sumiso casi sale a flote, vio cómo su Alfa se llevaba las manos con desesperación a su largo y hermosamente rubio cabello, parecía frustrado de no poder hablar con él y menos comprenderlo.
—Sorato —llamó Kai y él lo miró, dejando por unos segundos los ojos grises del rubio—, Kaoru es un niño muy valiente que deja los brazos de su hermano para ir a buscar lindas jóvenes.
Automáticamente Sorato vio hacia donde Kai señalaba y notó como su hermano jalaba el kimono de una joven que compraba verduras, y se sintió avergonzado, fue rápido hacia allá y casi se le rompe el corazón al escuchar lo que decía.
—Oka-chan (Mami).
Kaoru jalaba el kimono mientras la chica lo miraba sin saber qué hacer.
Sorato sintió sus lágrimas acumularse, sabía que su hermano resentía la pérdida de su madre. Se disculpó con la chica y agarró la mano de Kaoru para volver a caminar hacia donde estaban todos, aun se sentía triste, quería lo mejor para su hermano, pero a veces en la noche lo miraba llorar, y eso lo lastimaba.
Cuando sintió un suave rose de manos en su mejilla se sintió bien, Albert había olido la tristeza de su Omega y no sabía qué hacer para no volverse loco, reteniéndose de abrazarlo y decirle que todo iba a estar bien, sabía que tenían costumbres muy estrictas ahí, y no quería hacer algo que provocara que su Omega se sintiera incómodo con él, ya era un avance haber podido hablar con él sin que lo tratara mal por lo de su padre. Tenía que hablar con él y disculparse, pero para eso tenía que aprender japonés.
Decidió rozar suavemente su mejilla y vio los hermosos ojos claros de su Omega buscarlo, para luego sonreír un poco haciéndole saber que todo estaba bien.
—Bien Sorato —dijo Kai interrumpiendo—, creo que, siendo un samurái como nosotros, debes practicar.
Sorato lo miró mal.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así?
—¿Acaso no ves que tengo una cría? —refiriéndose a Kaoru.
—Que puedes dejar con tus amigos —finalizó Kai, volviéndose el ganador.
—No te voy a sacar de encima de mí si digo que no, ¿verdad?
—¡Así es!
—Vale.
—¡Entonces comencemos con el judo!
—¿Qué? ¡Espera!
Soltó a Kaoru cuando sintió venir una tacleada hacia su cuerpo, reaccionó lentamente para movilizarse y bloquear el golpe, agarrando fuertemente la ropa de su contrario para buscar el punto fijo que lograra hacerle perder el equilibrio y caer.
Todos ahí volvieron a poner atención y comenzaron a apostar.
—5 a que el Omega lo vota.
—6 a que no.
Kai era más fuerte que él, sin duda alguna, pero Sorato creía fielmente en lo que su padre le había dicho hace mucho tiempo.
“Ocupa tu altura de ventaja”
Al ser más pequeño podía escabullirse fácilmente y tener mayor posibilidad de golpear ciertas zonas, sólo tenía que saber cómo moverse bien.
Kai presionó más, descuidando su postura, y fue ahí que Sorato aprovechó e hizo un movimiento, tirándolo al suelo.
Todos ahí se quedaron con la boca abierta.
—2 a 0 —dijo Sorato con una media sonrisa socarrona mirando hacia Kai que estaba en el suelo quejándose.
Arregló su cabello y su yukata que se habían desacomodado por los movimientos bruscos, con estos hombres tendría que ponerse un hakama para andar más cómodo.
Los que habían apostado ganaron sus monedas y Sorato buscó —disimuladamente—, la mirada de Albert para saber si su Alfa estaba impresionado, algo en él buscaba su aprobación.
Por supuesto que no se desilusionó, Albert lo miraba como si fuera la cosa más maravillosa que había visto en su vida.
