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El sexto camino por yue-sama

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Notas del capitulo:

gracias por comentar y darme su apoyo con esta historia.

tambien feliz dia del amor y la amistad!!

En la era Meiji se comenzó a consolidar un Japón nuevo, con nuevas ropas, estilos e incluso nuevos tratados con diferentes países, para así dejar de ser un Japón feudal y por fin avanzar en el mundo. Sin embargo había personas que no estaban de acuerdo con eso, personas que amaban su vida tal como había sido hasta ese momento. Ellos no necesitaban cambios, no necesitaban guerras, solo la calma que ya tenían.

 

 

En 1877 los samuráis comenzaron a planear una revolución contra el gobierno de la era Meiji para pelear por su Japón y su estatus. Era en Akinoyo donde se concentraban la mayoría de ex samuráis, quienes planeaban dicha revolución.

 

 

Liderados por Yamamoto Morita, dieron paso a la rebelión de Akinoyo, en la que el linaje samurái desaparecería por completo…

 

 

*

*

*

 

 

En la pequeña casa se encontraba el Omega tratando de hacer la limpieza, era un nuevo día y todavía no se hacía a la idea de que había vuelto. Amarró su largo cabello en un moño desordenado y arremangó las mangas de su kimono, así comenzó a lavar la ropa que estaba sucia. La nostalgia lo invadió al notar que toda la ropa era de su padre.

 

 

Tenía que ser fuerte, desde el día anterior se había privado de llorar, “Tal vez al llegar a casa” había pensado pero eso se había ido a la mierda al encontrar a su Alfa destinado.

 

 

Había sido toda una locura, el aroma a canela y leña que el Alfa tenía lo había dejado atontado y más aún la mirada gris que poco a poco se fue haciendo negra, las pupilas del Alfa se habían dilatado con tan solo verlo, agradecía no haber tenido un espejo para verse porque sabía que se había visto ridículo.

 

 

Un Omega a flor de piel.

 

 

Cuando había reaccionado el Alfa estaba a punto de reclamar su boca como suya y el simplemente había levantado su pierna y le había dado un fuerte rodillazo en sus partes nobles, haciendo que este jalara más su pelo y gruñera con enojo y dolor.

 

 

El simplemente estaba avergonzado.

 

 

Varios de los samuráis que había visto la escena habían reído y silbado en revuelo por él, los samuráis más viejos sólo habían demostrado sonrisas y miradas pícaras y divertidas.

 

 

Y él simplemente salió corriendo y se encerró en su casa.

 

 

No había podido dormir en toda la noche por culpa de ese Alfa rubio que no dejaba sus estúpidos pensamientos y eso lo tenía frustrado.

 

 

Salió al patio para colgar en la varas de bambú las ropas, había visto a su mamá hacerlo muchas veces cuando estaba pequeño pero ahora le tocaba a él.

 

 

Cuando se adentró a la casa pudo ver el pequeño altar que era de su madre y se hincó dando una reverencia.

 

 

—Buenos días mamá.

 

 

Se puso a pensar que pronto su padre también estaría ahí.

 

 

Se levantó yendo al cuarto de su padre y lo ordenó, viendo en el las vestimentas que eran de su madre y volvió a sentirse mal, se había quedado solo.

 

 

Completamente solo…

 

 

Todo necesitaba una limpieza, los kimonos y yukatas estaban empolvados y el suelo era la misma historia, los tatamis debían ser sacudidos al igual que los futones pero mientras pensaba en eso alguien llamó a su puerta y el corazón se le desbocó.

 

 

¿Sería ese Alfa? ¿Vendría a reclamarlo?

 

 

Se acercó indeciso y cuando al fin abrió la pequeña puerta deslizándola, halló al mismo Alfa que lo había detenido para quitarle las katanas, esta vez estaba sin el casco y la máscara, dejando ver un hermoso cabello negro, largo en una cola de caballo pulcra, sus ojos rasgados —característica asiática—, completamente de un color café muy oscuro y su fuerte cara. Este le hizo una reverencia y se sintió confundido.

 

 

—Lo siento mucho… Eres el hijo de Shiraoka-san, ¿verdad?

 

 

El Omega se hizo para atrás e hizo una reverencia igual.

 

 

—Soy Shiraoka Sorato, debí presentarme ayer pero yo estaba muy…

 

 

—Asustado —terminó contestando él—. Solo pensé que un lindo Omega se estaba robando las espadas de mi maestro y enfurecí.

 

 

El comentario de “lindo Omega” no pasó desapercibido para Sorato haciendo que se sonrojara, el chico frente a él sonrió al ver lo que había causado.

 

 

—¿Maestro?

 

 

—Sí, el me enseñó el arte de la espada y por el me hice un buen samurái, siempre le estaré agradecido, y como pago decidí cuidar a su hijo.

 

 

—¿Qué? —dijo casi sin aire.

 

 

El solo sonrió y alargó su mano para alcanzar las katanas que tenía colgadas en su espalda y dárselas a Sorato.

 

 

—Toma, esto te pertenece, Hayate-sama dijo que en un rato más puedes ir a traer la armadura y las cenizas…

 

 

Sorato se mordió el labio con tristeza.

 

 

El chico que estaba frente a él levantó la mano para acariciarlo y él no supo qué hacer, estaba entrando en crisis, cuando escuchó un fuerte silbido, tanto Sorato como el otro se quedaron quietos.

 

 

—Bien, me llamo Kai, un gusto.

 

 

Volvió a hacer una reverencia y vio cómo se alejaba rápidamente, hasta ese momento se dio cuenta que a unos metros estaba su Alfa escondido entre las sombras que daba otra casa, y se le erizó la piel al ver como esos ojos grises le miraban fijo. Kai llegó hacia él y se montaron en sus caballos para irse a todo galope.

 

 

Llevó sus manos a su pelo y se dio cuenta de que estaba todo desordenado y sintió mucha vergüenza, su Alfa lo había visto en tremenda fachas.

 

 

—Qué pena —susurró.

 

 

Cerró la puerta, dejó las katanas —que había estado sosteniendo muy fuerte— en una pequeña mesa y supo que tenía que volver a hacer el oficio para así poner su mente a trabajar y no pensar en ese Alfa extranjero.

 

 

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Cuando al fin terminó todo, se desplomó en el suelo que ahora brillaba de lo pulcro que estaba y suspiró cansado, sus piernas dolían al igual que su espalda y su estómago rugía con furia por algo de comida

 

 

La puerta fue tocada suavemente y él tuvo que arrastrarse hacia ella, no quería levantarse para nada. La abrió un poco viendo a la viejecilla.

 

 

—Abuela ¿qué hace aquí?

 

 

—La aldea quería hacer una comida juntos, vengo a invitarte.

 

 

—Oh Dios… Gracias.

 

 

La viejecilla se dio la vuelta pero Sorato reaccionó.

 

 

—¡Abuela! —ella volteó a verlo—. ¿Por qué es la comida?

 

 

—Yamamoto-sama viene en camino —dijo mientras en su rostro se formaba una radiante sonrisa.

 

 

Ok —se dijo mentalmente— se había perdido tanto de su pueblo que ya no sabía quién era importante y quien no, además nunca había visto a los samuráis tan activos en esos tiempos

 

 

¿Qué estaba pasando?

 

 

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La noche cayó rápido, de hecho apenas iba saliendo de darse un baño cuando escuchó cómo la gente ya estaba hablando, tocando instrumentos y bailando en la aldea.

 

 

Estaban bastantes felices de hecho y él sonrió, se sentía en casa después de mucho tiempo.

 

 

Se puso la mejor yukata que tenía y arregló suavemente su cabello, aplicó un suave color en sus labios para que contrastara con su pálida piel y salió.

 

 

Él no tenía grandes cosas, de hecho era muy humilde.

 

 

Todas las personas estaban contentas y reían, a lo lejos pudo ver que los samuráis estaban riendo y tomando sake. Había un Alfa en la punta al lado de Hayate, supuso que era Yamamoto.

 

 

Suspiró cuando varias miradas se posaron en él y los nervios comenzaron a atacarlo, avanzó con tranquilidad hasta que sintió un fuerte agarre en su cuello y como alguien se colgaba en él y por milagro del cielo o más bien por otra mano que lo sostuvo de su cintura no se cayó.

 

 

—Deja de apestar el lugar con tus nervios —susurró una voz grave en su oído y en vez de asustarse se tranquilizó y al fin pudo oler bien de quienes se trataban y sonrió.

 

 

—Ai —llamó—, pesas mucho niña.

 

 

—¿¡Niña!? —se alejó de golpe dejando ver a una chica no mayor que el—. Soy toda una mujer tonto —dijo con orgullo—. ¡Mira, mira! —dijo enseñando su cuello con una hermosa marca de una mordida, un tono plateado se podía notar.

 

 

—Me alegro por ti —la abrazó, notando el olor del Alfa de su amiga y frunció el ceño, dándose la vuelta y fulminando al Alfa que tenía atrás y lo golpeó directo en las costillas haciendo que este lo viera divertido, ya que no le había dolido.

 

 

—Hola a ti también —mencionó.

 

 

—¿¡¡Cómo te atreves a morder a Ai!!?

 

 

—Solo pasó —dijo sin quitar su sonrisa.

 

 

—Nozomi malo —lo regañó.

 

 

—No soy un perro pequeño.

 

 

Y sin cuidado alguno le revolvió el pelo dejándolo con los mechones de fuera por lo que Sorato pegó un chillido de indignación.

 

 

—Bueno, bueno me pondré celosa ¡eh!

 

 

Los tres rieron y Sorato se sintió muy bien.

 

 

Nozomi y Ai eran sus amigos de infancia y no podía creer que habían terminado juntos, se había perdido de mucho.

 

 

—¡Oi Sorato! —dijo emocionada ella—. Toquemos el shamisen y dejemos a todos con la boca abierta.

 

 

Él quiso negar apenado pero Nozomi comenzó a caminar a su casa para sacar su shamisen y no pudo hacer nada cuando Ai se preparó para tocar juntos

 

 

Vio como la chica llamaba a los otros para que tocaran, todos se posicionaron y ella lo vio con esperanza. Nozomi llegó y le entregó su shamisen, con inseguridad lo agarró y se movió con suavidad hacia donde Ai le había guardado un espacio. Hincándose e irguiendo su espalda.

 

 

La música comenzó, conocía perfectamente esa melodía.

 

 

Su madre se la había enseñado a él y a Ai, pronto todos pusieron su atención en ellos y de verdad quiso salir corriendo pero aguantó, su Omega se pavoneaba queriendo dejar salir toda la habilidad que tenía para tocar el shamisen pero él simplemente estaba avergonzado.

 

 

Cuando tocó su parte agarró fuertemente su bachi y comenzó a rasgar las cuerdas, simplemente se dejó llevar, cerró los ojos y sintió como todos los instrumentos se complementaban, se sintió en sintonía.

 

 

Varios gritaron felices, cuando abrió los ojos vio a Nozomi sonreír orgulloso al verlos a él y Ai tocando como profesionales, aunque no lo eran.

 

 

Vio salir a unas geishas de la casa principal y como estas comenzaban a danzar con su música. Todo el ambiente cambió, los bellos kimonos de seda que tenían se movían suavemente con sus pasos calculados, sus suaves movimientos de abanicos, sus caras pintadas de blanco y sus labios rojos cautivaron la atención de varios Alfas.

 

 

Él se preguntó ¿qué tan hermoso era ser una geisha?

 

 

Él también podía bailar así, mover suavemente el abanico y parecer que flotaba.

 

 

Sus suaves movimientos de muñeca siguieron y sin poder evitarlo la melodía se metió en su cuerpo y comenzó a mover un poco la cabeza. Todos parecían muy felices.

 

 

Salieron otros con máscaras y supo que esto se pondría muy bueno, todos comían y veían fascinados.

 

 

Cuando vio a su alrededor pudo ver como el Alfa rubio estaba viéndolo, tenía un sonrisa en su cara y él se avergonzó, pero siguió firme, parecía gustarle el sonido, el baile, todo, hasta él incluido.

 

 

El sonido de las flautas y el shamisen sonaban y él estaba muy feliz, Ai estaba moviéndose igualmente, aunque no era correcto pero ambos sentían la música, como años atrás, cuando ambos eran pequeños.

 

 

Cuando todo acabó, los aplausos explotaron e hizo una reverencia al lado de los otros músicos, Ai estaba extasiada y la comprendía, se sentía de la misma manera.

 

 

Las geishas fueron a sentarse a los lados de los samuráis, notó cómo una se acercaba a su Alfa y gruñó, a su Omega no le gustaban para nada esas confianzas pero quito la mirada y se fue a sentar muy cerca de una fogata.

 

 

Donde le dieron un poco de sake y comida.

 

 

Cuando iba a la mitad de su plato sintió una suave caricia en su cuello y se estremeció notando un poco de presión en su cabello.

 

 

Se dio la vuelta y vio a su Alfa atrás de él viéndolo.

 

 

Se tocó su pelo y pudo notar que tenía unas flores ahí.

 

 

Y comprendió, se sonrojó de inmediato y éste hizo una reverencia a lo cual él correspondió.

 

 

Pero su pobre corazón estaba como loco.

Notas finales:

espero les gustara, tambien quiieran conocer los personajes?

tocar en la palabra para ver.

shamisen y bachi.

tatami y futon

nos vemos

 


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