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El sexto camino por yue-sama

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Notas del capitulo:

gracias por sus rw, ya fueron contestados, y aqui el ultimo cap de los pensamientos de issei.

espero les guste.

Me sentía débil y sin cuidado me desplome en el suelo, todos exclamaron por admiración o miedo, no estoy seguro. Sentí los fuertes brazos del tipo que me había estado vigilando hace poco, para después sentir como de forma brusca me entregaba al joven Alfa que estaba gritando hace poco.

 

 

Cerré mis ojos, cuando los abrí de nuevo, estaba… ¡No! No puede ser… Vi como el suelo se llenaba de sangre y los niños indígenas corrían gritando por ayuda, y me vi a mi mismo disparándoles.

 

 

¡No, mierda!

 

 

—¡¡¡No!!!

 

 

Me desperté gritando y vi hacia todos lados, aún sentía la pólvora de la pistola en mis manos y lo pegajoso de la sangre seca sobre mí, podía escuchar los gritos desgarradores a mi alrededor.

 

 

Necesito olvidar, necesito olvidar…

 

 

Como un peso volví a caer en dónde estaba, me tenían de nuevo en la choza o eso creo, siento mi cuerpo muy pesado y me cuesta respirar, estoy sudando mucho, creo que tengo fiebre.

 

 

Por una pequeña puerta apareció el joven Alfa y me miró más tranquilo, quizá después de todo no era un mal chico.

 

 

—Watashi no namae wa Kai (Mi nombre es Kai).

 

 

—…

 

 

—Kai —se señaló así mismo.

 

 

—Kai —repetí y el asintió—. Albert —susurré.

 

 

Me sentía muy primitivo al hacer eso, pero ahora sabía su nombre. Se sentó a mi lado y comenzó a revisarme, al notar mi fiebre llevó un paño a mi cara refrescándome, todavía estaba alterado por el recuerdo, quería alcohol, necesitaba olvidar. Miré a Kai y con la poca voz que tenía le pedí sake… En el mes que estuve entrenando a esos japoneses había tenido el honor de probar el sake.

 

 

El me vio divertido y asintió, me pasó un pequeño vaso de sake, él no entendía que para olvidar necesitaba más, mucho más que ese pequeño vaso.

 

 

—Por favor, más… más…

 

 

El negó lentamente y se volvió a sentar.

 

 

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Nunca en mi vida había estado más sobrio que en esa semana, no había podido dormir atormentándome con todo lo que había hecho —la masacre—, sufriendo de fiebres altas y recuperándome de mis heridas, sin nada de alcohol. Kai me cuidaba cada día sin separarse de mí, pude sentir que el rencor que me guardaba se había ido poco a poco, quizás al verme delirar le había dado pena, o tal vez pensó que el destino ya era demasiado cabrón  haciéndome sufrir de otras maneras.

 

 

Kai había tratado de enseñarme algo de japonés, era un tanto complicado.

 

 

Cuando me desperté un día, tuve la impresión de que el día era más claro, los últimos días había estado lloviendo mucho. Me sentía lo suficientemente bien así que comencé a vestirme y luego salí de la casa encontrándome toda una villa, cuando me vieron, los japoneses se quedaron quietos, algunos quitaron la mirada temerosos mientras que las madres apartaban a sus hijos de mi camino.

 

 

Lo comprendía, me tenían miedo.

 

 

Cuando miré hacia atrás pude ver que traía una sombra tras de mí, era un anciano, pero portaba sus espadas, entonces supe que era un samurái y supuse también que venía cuidado que no hiciera nada de lo que después me arrepentiría.

 

 

—Hola…

 

 

—…

 

 

—¿Está molesto? ¿Me comprende?

 

 

Pero por más que traté de hablar con él, no me hizo caso, con mirar su rostro podía notar lo sabio que era, con mucho cuidado miraba mis movimientos y yo no tenía afán de pelear, solo quería saber cómo era el lugar en el que estaba, la gente trabajaba arduamente, nunca había visto tal disciplina en ningún lugar. Las señoras araban los campos de arroz, los herreros hacían espadas, los niños estudiaban y los samuráis perfeccionaban sus técnicas.

 

 

Sus movimientos fluidos pero duros al mismo tiempo, coordinación enorme, algo que hace mucho tiempo no había visto.

 

 

Escucho a los pájaros cantar, el arroyo pasar, el viento soplar tranquilamente en mi cara, es reconfortante, me hace sentir tranquilidad, algo que no había tenido últimamente.

 

 

El anciano que tenía detrás me empujó llamando mi atención y me dirigió hacia el templo de la vez pasada. Me acerqué lentamente, con mi pie todavía cojeando y ahí estaba Yamamoto esperando por mí, o eso es lo que creía.

 

 

—Al fin ha despertado, señor Albert.

 

 

—¿Qué hago aquí?

 

 

—No es una buena manera de comenzar una conversación.

 

 

—¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué me cuida y no me ha matado?

 

 

—Porque quiero conocer al enemigo señor Albert.

 

 

Sus ojos demostraban fiereza, pero su sonrisa amabilidad, ¿cómo un hombre podía tener ese semblante?

 

 

—…

 

 

—Y dígame, ¿qué cargo tiene usted?

 

 

—General.

 

 

—Oh maravilloso, ¡tengo un general delante de mis ojos! Y tiene acaso usted un superior.

 

 

—Le han dicho que tiene un buen inglés y que no me necesita aquí —mascullé de mal humor, mi Alfa se sentía acorralado y mis instintos me decía que me fuera.

 

 

—El invierno viene y hasta que pase los caminos estarán cerrados y usted no podrá salir de aquí —dijo muy serio—. Ahora se acaba nuestra buena conversación, con su permiso.

 

 

¿Qué? ¿Así como si nada? Se dio la vuelta y comenzó a avanzar.

 

 

No tenía nada más que hacer ahí, así que admiré las enormes estatuas de Buda que tenían adentro, cómo los monjes cantaban sus mantras, y el lugar olía a incienso. Quizás podría acostumbrarme a esto…

 

 

Salí del templo a paso suave, tal como llegue y al volver por el mismo camino admiré todo lo que mis ojos me daba la oportunidad de ver, era muy hermoso. Hasta podría considerarme afortunado de estar aquí.

 

 

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—¡¡Bien Issei!! —dijo Kai emocionado—, es hora…

 

 

Parecía ser que Kai era más rápido para aprender idiomas, también me había puesto un sobrenombre, “Issei” que significaba “Toda una vida’’. Solo mencionó que le era difícil pronunciar mi nombre y por eso me había puesto el apodo.

 

 

En estos días no había podido sentirme más tranquilo, este lugar parecía sanar mis heridas, todos tenían un enorme respeto hacia el otro y siempre hacían reverencias al verte, aun a un Alfa enemigo como yo.

 

 

Había tanto Omegas como Betas y Alfas y todos vivían en armonía, había conocido a Genpachi, un fuerte Beta maestro del judo, para ser Beta era muy fuerte, capaz de derribar a dos Alfas en pelea.

 

 

Kai me había enseñado cómo es que él ocupaba el arco, era muy buen arquero. A lo lejos pude ver como los samuráis hacían sus movimientos en las mañanas, como entrenaban y también aprendí el nombre del nuevo maestro espadachín, Kotaro, él había sido el primero en llevarme con Yamamoto, pero él se limitaba a verme desde lejos, mirándome como si necesitara ganarme su maldita confianza.

 

 

Había conocido a Hayate, el dueño de la aldea, Akinoyo era su nombre, era un Alfa fuerte que me había dejado en claro su posición nada más al verme y lo comprendía porque de haber tenido un Omega e hijos hubiera marcado mi territorio de la misma manera.

 

 

Kai me lanzó una espada de madera dándome en la cara, tuve que guardarme un gruñido de dolor al agarrarla, parecía un niño pequeño que iba a jugar, comenzó a moverse ágil y trató de darme golpes con la espada, pero yo los esquivaba, no tenía la misma técnica que él, nunca me especialicé en espadas, pero aun así me defendía. Cuando vi venir un golpe hacia mi cara, agarré la espada y Kai me vio mal.

 

 

—¡No se vale! ¡No puedes agarrar así la katana!

 

 

—Pero…

 

 

No pude terminar de hablar al escuchar un fuerte gruñido, miré hacia atrás notando a Kotaro, era un Alfa de estatura pequeña, su fuerte cara y su expresión te intimidaban, más aún con sus ojos negros y su cabello amarrado en una coleta.

 

 

Se acercó rápido y me miró mal.

 

 

—¡Suelta la espada!

 

 

¿Por qué? Kai se hizo para atrás y bajó la mirada.

 

 

Vi como varios samuráis se fijaron en nosotros y mi Alfa no me dejó votar la espada, por el contrario, la empuñé. Kotaro apretó la mandíbula, lleno de ira.

 

 

—Suelta la espada —volvió a repetir y yo me negué.

 

 

Eso fue todo para que comenzara a golpearme con su espada de madera, dejándome aturdido, para luego con un golpe dejarme en el suelo, quitándome la espada, pero no me iba a quedar así, aún con el dolor por los golpes, levanté mi cuerpo y todos ahí me vieron asombrados, recogí la espada y Kotaro me vio enfadado, dejó salir su olor rancio por el enojo y mi Alfa también se inquietó, gruñendo frente a todos, él se acercó de nuevo y volvió a dejarme en el suelo.

 

 

No podía, simplemente no podía, me levanté de nuevo y esta vez fui yo quien corrió hacia él, pero terminé de la misma manera, con mi nariz sangrando y un dolor punzante en todo el cuerpo.

 

 

Todos ahí me miraban con respeto y cierta curiosidad, Kai recibió el regaño de Kotaro por haberme permitido alzar una espada de esas y yo solo miré el cielo oscuro mientras las gotas de lluvia comenzaban a caerme en la cara.

 

 

Ahh, maldición, esto me va a doler por días.

 

 

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Después de que Kotaro me diera la paliza de mi vida, todos habían cambiado su actitud conmigo, me tenían respeto y lo había ganado sin buscarlo. Ahora hacían reverencias hacia mí y Kai no podía estar más contento por eso.

 

 

El anciano siempre estaba detrás mío, pues todavía no confiaban plenamente en mí y no los culpaba, después de todo seguía siendo el enemigo. Cuando tuvieron un plan de rebelión decidieron llevarme con ellos, por seguridad, aunque no entendía por qué. Yamamoto me vistió como ellos, dándome una armadura, pero aun así me amarró al caballo y llevaba el control sobre mí.

 

 

—Es por la seguridad del pueblo, después de todo no te puedo dejarte solo en Akinoyo, además necesito a todos mis hombres conmigo.

 

 

—¿Amarrarme a un caballo? Eso es bajo.

 

 

—Cállese y mire.

 

 

Él se alejó en su caballo y yo tuve que ver todo desde lejos, aunque hubiera querido escapar no lo hice, me hubiera perdido sin remedio y no habría logrado nada, aun así, miré admirado su trabajo de rebelión y supe que estaban peleando por algo más que ambición.

 

 

—Fuiste un buen chico —felicitó Kai—, no te fuiste.

 

 

Le gruñí y él sonrió contento, como si me hubieran puesto a prueba adrede, Yamamoto hizo una reverencia con su cabeza y se fue de ahí con Kotaro siguiéndolo muy cerca.

 

 

No sabía que un pequeño golpe, como era destruir las vías del tren nos tomaría tres días. Cuando volvimos a la aldea, Yamamoto se fue por su lado y yo me fui con Kai, cuando íbamos cerca el mencionó algo.

 

 

—Este es el sexto camino, cuando veas esta parte sabrás que estás cerca de la aldea.

 

 

Yo asentí atento, quizá no era su mejor estrategia el enseñarme el camino para salir de aquí, pero hace tiempo mis malas intenciones se habían ido. Cuando llegamos a la aldea, me quitó las ataduras dejándome libre, de pronto Kai se apresuró y vi de lejos como atacaba a un Omega, cuando me acerqué mis instintos se hicieron presente y me Alfa gruñó.

 

 

Había encontrado un exquisito aroma, parecido al de las orquídeas, miré al pobre Omega ser sometido por Kai al quitarle unas katanas, cuando vi que estaba a punto de caerse, salí a defenderlo.

 

 

—¿Qué está pasando?

 

 

El Omega tembló y lo miré, era hermoso, más hermoso de lo que hubiera pensado. Era mi destinado, lo sentí en mi sangre, estaba hirviendo por solo haberlo visto, sus ojos de un curioso color para los japoneses me miraban con temor, un tono café dorado, y junto a sus largos cabellos me dejaron casi sin voz.

 

 

Me quité el casco y la máscara y sus ojos me vieron fascinados, me bajé del caballo y mi Alfa me controló.

 

 

Kai se quitó de inmediato dejándome el paso libre, me acerqué hasta él y jalé su hermoso cabello hacia atrás dejando expuesto la lechosa piel de su cuello para enterrar ahí mi cara aspirando ese hipnotizante aroma. Quería morderlo y márcalo como mío, nunca había sentido tan tremendo deseo.

 

 

Gruñí molesto al ver el collar que traía, quise besarlo, quise hacer tantas cosas, pero él me empujó y huyó de mí, no sin antes haberme golpeado, dejándome adolorido, cosa que Kai aprovechó para burlarse de mí.

 

 

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Había tenido pequeños acercamientos con mi Omega, pero no tantos como me gustaría, cuando íbamos bajando la colina, Yamamoto llamó mi atención, pero no pude hacerle caso al ver como Kai llevaba una armadura de samurái verde hacia la casa de mi Omega. Recordaba esa armadura…

 

 

—Esa armadura, la armadura verde… ¿de quién es?

 

 

Yamamoto paró su caminar y me miró serio, ¿por qué llevaban esa armadura hacia la casa de él? Lo miré con insistencia, pero él dio media vuelta y continuó con su camino.

 

 

—¡¡Oye, oye!! ¿¡De quién es esa armadura!?

 

 

—Del antiguo maestro espadachín —dijo sin verme—, lo llamábamos Shiraoka.

 

 

—¿Y el Omega de ahí adentro? —señalé.

 

 

—Él es Sorato…

 

 

—Pero…

 

 

—El hijo del maestro espadachín…

 

 

—El que yo asesiné… —dije en un susurro.

 

 

—Fue una buena muerte —dijo rápido Yamamoto.

 

 

Y se fue sin más, dejándome más aturdido de lo que podía estar. Yo había matado al padre de mi Omega…

Notas finales:

muchas gracias por leer, espero sus comentarios para saber si les va gustando.

si hay dudas preguntar.

clik para ver.

estatuas dentro del templo

sake

judo.

nos vemos el proximo martes.


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