Ya está, lo había hecho. Había tardado practicamente una semana entera en escribir esa carta, dejó su corazón impregnado en el papel y no se arrepentía de ninguna palabra escrita en el.
Tomó una bocanada de aire mientras caminaba bajo la el torrencial mientras su mente recordaba aquél día tan gris.
Era casi su aniversario de seis años juntos, seis, ¿quién lo creería de Hyukjae? Nadie, ni siquiera su madre le había creído cuando se lo había contado. Ella estaba muy feliz por él, por fin había podido superar a Katrina y encontró un amor precioso dentro de unos ojos marrones. La sonrisa del rubio era enorme, de oreja a oreja. El nunca pensó que su sonrisa se destruiría al ver un rostro, pero así era. La mujer que le dañó, que hizo su amor añicos estaba frente a él, sonriendo como siempre lo había hecho y mirándole fijamente. No, esto no podía pasar hoy. Hizo todo lo posible por ignorarle, pasó a su lado como si nada pero ella lo tomó del brazo.
— No me ignores, por favor. — Usó el estúpido tono que sabía que lo quebraba por dentro, no podía decirle que no a ese tono. — Hablemos, ¿bueno? —
— No tengo nada que hablar contigo, Katrina. — Soltó el agarre y la miró. La chica dio un paso hacia él hasta quedar con sus rostros muy pegados, el rubio tragó saliva y dio un paso hacia atrás, esto era una pesadilla.
— Claro que tenemos de que hablar Hyukkie. — Ella dio un paso hacia el frente, el mismo que Hyukjae volvió a dar hacia atrás, se sentía algo estúpido por simplemente no marcharse, pero ¿por qué era todo tan difícil siempre con esta chica?
— Soy Hyukjae para ti. — Ella bufó y rodó los ojos.
— En fin, ven. — Ella lo tomó del brazo nuevamente y lo arrastró hasta un bar, ¿por qué estaba dejando que esto pasara? ni él lo entendía, estaba enamorado, enamoradísimo de su novio y aquí estaba sentado con la chica que rompió su corazón, bebiendo una cerveza.
Su cabeza comenzó a dar vueltas antes de que lo notara, se prometió que sería solo una y se iría a los brazos de su amado, ¿por qué seguía aquí?
Porque era un imbécil.
La noche pasó, ni si quiera él recuerda como llegó a la casa de ella, ni como terminó desnudo sobre su cama, mucho menos puede recordar como llegó a casa, con chupetones en su cuello y un remordimiento terrible en el pecho.
Y le abrió la puerta él.
Su mirada fue tan dolorosa, se sintió tan asqueroso.
Él no se merecía algo como eso.
No se merecía a alguien como él.
La discusión jamás fue lo peor, lo peor para él fue la mirada de Donghae, el dolor de su corazón y la decepción en su alma estaban reflejados en los ojos que lo tenían enamorado. Prefería morir en ese momento que dejar que Donghae le mirara de esa forma.
Se vio a sí mismo llorando.
Estúpida Katrina, estúpido yo.
Ahora mismo podría estar en los brazos de su amado, no bajo la intensa lluvia.
Ahora mismo podría estar mirando el amor en esos ojos marrones, no secando sus propias lágrimas.
Jamás se perdonaría a sí mismo lo que pasó.
Pero le agradecía sinceramente a Donghae que lo hubiera hecho.