¿Cuál era su historia? ¿Cómo había llegado hasta este punto?
Demasiado corazón fue el inicio de sus problemas. Se suponía que debía ser un simple espectador. Un testigo lejano. Sin embargo, fue mas allá....
¿Castiel o Cas? ¿Deber o libertad?
Después de tantos milenios, él rompió el juramento más sagrado:
SE ENAMORÓ DE LA HUMANIDAD.
La radio angelical se inundaba de voces que se levantaban indignadas. Sus hermanos... no, los ángeles hablaban de su traición. Una sentencia se repetía sin cesar en el aire.
«El final para Castiel es la muerte»
«El final para Castiel es la muerte»
«¡El final para Castiel es la muerte!»
Su nombre era dicho con odio mientras los seres celestiales lamentaban la perdida de Ishim.
«¿Sabes por qué estamos destinados a alejarnos de los humanos? No es porque somos un peligro para ellos. Son un peligro para nosotros»
El recuerdo de aquellas palabras fueron como un golpe contundente y sin aviso. Parecía ser que las consecuencias cósmicas que tanto había advertido el segador estaban llegando con rapidez.
Cas se había convertido en un paria y estaba condenado al destierro. ¿Acaso debía defenderse? ¿Acaso debía negar todas las acusaciones?
«Debilidad humana»
«Pecados»
«¡Pecados imperdonables!»
Cerró los ojos con fuerza y apagó bruscamente la frecuencia que lo unía con el cielo. Despejó su conciencia, sólo centrándose en lo real.
«Te necesito»
Dean.
Dean era su ancla a la Tierra.
«No eres débil, Cas, ¿lo sabes?», el tono de su voz no era de reproche, sino de preocupación.
Una sensación de pesadez se asentó en su pecho y su visión comenzó a verse borrosa.
¿Qué pensaba? Dean no sentía lo mismo que él. Inclusive si tuviera una oportunidad, una mínima esperanza, ¿sería posible que el hombre lo viera con otros ojos?
«Eres nuestro hermano, Cas»
Hermandad, ese era el tipo de amor que se le podía ofrecer.
Sus sentimientos se desbordaban al igual que las lágrimas caían sobre su rostro herido.
La verdad era difícil de revelar, pero en su corazón se encontraban las respuestas mas certeras.
Entre el cielo y el infierno...
Duele. Todo duele, y Castiel lo sabe más que nadie.